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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [25] EN QUE SE PREGUNTA SI EN LAS OBRAS GRANDES TIENE DIOS OBLIGACIÓN DE DAR LUZ Y CONOCIMIENTO a EXTRAORDINARIO PARA LA HECHURA DE LAS TALES OBRAS A LAS PERSONAS A CUYO CARGO ESTÁN

 

  1.  ¡Oh buen Dios de mi alma, y si yo acertara o tuviera tal disposición cual convenía para scribir y tratar la materia deste capítulo, que es grave y yo bien agravado, pesado y cargado cada día de más penas y cuidados! Que aunque es verdad éstas suelen recoger y retirar al hombre allá dentro, como las heladas y escarchas del invierno entierran y sepultan el trigo, pero entiéndese del trigo que está sembrado y metido debajo la tierra; a ése más lo aprietan, comprimen y asen en la misma tierra. Pero si este grano de trigo no estuviese allá dentro, sino acá fuera, me parece a mí que los hielos antes lo imposibilitaban a que se retirase y recogiese allá dentro, porque, apretando los hielos la tierra y enpedirniéndola, más imposibilitado quedaba el grano de trigo para recogerse allá dentro, porque hallaba mayor contradición acá fuera.

  Así digo yo que a un alma que está recogida allá dentro, los trabajos y perturbaciones exteriores más la retiran y recogen dentro de sí y la sepultan en aquella obscuridad y tinieblas interiores donde Dios se comunica. Pero si el alma está acá fuera desperdiciada y derramada y se le ofrecen una carretada de trabajos que le aprieten el corazón, es certíssimo que parece en alguna manera la dejan inposibilitado a ese recogimiento, porque como le enllenaron el alma los desconsuelos parece no halló lugar para sí propia ni rincón donde pudiese la propia alma recogerse que no estuviese lleno de aflicción.

  2.  ¡Oh, válame Dios, y qué pozo hondo y tan sin suelo son estas cosas del alma! Digo más: que esta alma unas veces conoce en su recogimiento interior y allá dentro de sí, y esto es cuando los trabajos, como digo, la encerraron y recogieron a su retrete y escondridijo obscuro


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y tenebroso. Pero cuando esta almab, tiniendo buenos deseos, quiso recogerse y, por los grandes trabajos que de ella y de su interior se apoderaronc, no pudo, sino que se quedó, como dicen, acá fuera, acá fuera [114v] sabe Dios darle su ración y darle el conocimiento que le podía dar allá dentro. Y atento que desto tengo tratado en otros muchos lugares, no quiero ahora detenerme en eso.

  3.  Sólo digo que, así un alma apretada y afligida, le es muy fácil a Dios darle el conocimiento de lo que él es servido en las criaturas exteriores y, sin las criaturas, dárselo acá fuera espiritualizado y apartado de toda materialidad y, otras veces, darle este conocimiento en sí propia, no en ese recogimiento, sino que, estando el alma como Dios es servido en esas apreturas y tribulaciones, ni  d si perdida, desperdiciada o sin saber de sí, sabe lo que Dios le enseña y comunica. Quiero decir que no sabe en qué parte está aplicada aquella parte del entendimiento. Sabe que sabe y que conoce, pero no sabe dónde está ese entendimiento que conoce, porque conoce sin ningún recogimiento, sino con una extensión y dilatación estraña que parece lo echaron de su casa, que volase y se fuese donde quisiese. El cual, habiendo salido de por sí, por la ocasión dicha e de los grandes trabajos, no supo dónde se fue o, por mejor decir, él no se supo conocer a sí propio, dónde estaba ni cómo es.

  4.  Quisiera poner un exemplo, y temo no sea más dificultoso que lo que acabo de decir. Yo pienso que las almas, cuando salen de los cuerpos, ven y no saben cómo ven, entienden y conocen y no saben cómo. Pues, habiéndose esta alma asemejado en algo a ésta de quien tratamos que salió de sí por los grandes trabajos y tribulaciones, digo que ve, que conoce y no sabe cómo conoce ni dónde está, porque, como es criatura pura y espiritual, sabemos que está en el cuerpo por las operaciones que hace en él, pero cuando salga del cuerpo no podrá ella propia, a mi parecer, saber dónde está si no es por la parte donde aplicare su operación, y así conocerá el lugar donde está, pero no conocerá a sí propia en cuanto a su propio ser estar en lugar. No si digo algo, porque me parece reparo poco en esto.

  Otras veces, digo que esta alma que no la dejaron los trabajos f entrar allá dentro de sí, donde ella tenía su mansión y descanso, suele sucederle lo que al güésped que llega [115r] a una venta tarde y cuando ya está toda llena de güéspedes: que se queda a la puerta y allí le saca el ventero que cene él y su cabalgadura. ¡Oh buen Dios, y qué de modos tienes de tratar con quien eres servido! Que si el alma, cuando quiere meterse allá dentro a sus antiguos aposentos, si le ganaron por la mano los trabajos y tribulaciones y enllenaron la casa, el alma se queda a la puerta, recógese a un lado más acommodado en lo superior de la puerta -que no quisiera señalar parte por hablar con términos más communes- y allí Dios poderoso, a cuyo cargo está sustentar a


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todos los que llaman y acuden a su puerta, le saca su ración, le da conocimiento con que ella se sustente y provea de lo necesario al cuerpo, su bestezuela.

  5Declaremos todos estos modos de conocer que Dios es servido de dar al alma que corre y está por cuenta del mismo Dios. Tiene un hombre un pájaro manso en su casa. A este pájaro unas veces le echa de comer en el comedero que tiene dentro de su propia jaula, otras veces lo deja salir que coma en un rinconcillo afuera de ella, otras veces le da licencia que se vaya y busque la comida fuera de su casa. Y en las palomas caseras veremos todo esto. Pues de esas tres maneras he yo dicho que Dios da conocimiento a un alma: unas veces los trabajos la recogen g allá dentro y allí le da Dios su cebo, sustento y ración; otras veces la deja salir afuera de sí h un poco, que se recoja a un rinconcillo del cuerpo, que conoce el alma entonces no estar en sí, sino en el cuerpo y principalmente en aquella parte donde está obrando y ejercitando aquella operación principal del conocimiento que Dios es servido de darle. Otras veces salió del todo de casa, voló y fuese de suerte que ella no sabe de sí propia, como decíamos denantes, y acá fuera, donde ella no sabe, le dan su ración y halla el granillo que, aunque desperdiciado, ella lo junta y amontona, y aun quizá hace una parva y montón cercado de lirios y rosas que cogió de las zarzas y cambrones de los trabajos que se le ofrecieron.

  6.  Yo no cómo me he dicho esto. Quise decir denantes [115v] que yo no tenía disposición para tratar la grandeza de este capítulo, por parecerme era muy dificultoso y yo en ocasión que me veía bien lleno de trabajos y pesadumbres; y los propios trabajos y pesadumbres, que no me dejaron recoger para haberlos de decir, ellos propios parece me han ayudado y puesto materiales en las manos con que enpiece nuestro capítulo.

  Primera razón i. Digo, pues, tornando al intento del capítulo que propusimos, que siempre está a cuidado de Dios acudir, dando luz, en la forma que Su Majestad es servido, de todas las cosas y para todas aquellas cosas que son más suyas que de los hombres. El modo que tiene de darla, lo ordinario es por el camino común, por la prudencia, consejo, estudio y communicación. Suele algunas veces darla por vía extraordinaria, por uno de los modos que ahora acabamos de decir, y esto por muchas razones. La primera, cuando la obra que abraza y está a cargo del prelado o de alguna persona es tan grande que sobrepuja sus fuerzas y que, por grande capacidad que tenga, no cabe en sí, ni aun en el consejo y parecer de sus amigos ni en la lección de los libros. Entonces parece que en alguna manera se ve Dios obligado a hacer el retrato y dibujo de lo que él quiere y es servido acá fuera y dar luz en aposento más ancho, que es la parte donde Dios pinta y dibuja las cosas que él es servido dar a conocer j.

 


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7Ahora voy tratando y haciendo diferencia del modo ordinario de conocer al modo extraordinario, porque si la obra es grande que se ha de hacer y su conocimiento o dibujo no cabe en los aposentos ordinarios, donde el hombre hace sus pinturas, llano es que será necesario que Dios haga el dibujo en mayor aposento dando luz que fuera de sí y de su modo ordinario conozca esta tal alma. El exemplo está ya claro, que yo vi un pintor vecino que, por no caber una pintura grande en su casa, se salió a pintar fuera de ella. Y así digo que en las obras grandes se ve Dios obligado. Si quiere que la corta capacidad del hombre, en quien no cabe su dibujo, [116r] las haga, le es necesario dar luz y particular conocimiento de la tal cosa. Y así en una razón quedan envueltas dos, por qué Dios suele acudir a los prelados con luz extraordinaria en algunos casos, la k una es la grandeza de la cosa que está a su cargo; la otra es la poquedad de sus fuerzas y conocimiento, que no alcanza a trazar lo que Dios le tiene encomendado. Y es certíssimo debe de haber hombres magnánimos que con una poca de traza, ánimo y prudencia harán cosas que otros tengan necesidad, para acudir a ellas como deben, darles luz y conocimiento particular.

  8Segunda razón l. Digo más: que en estas tales obras grandes y poderosas suele Dios dar conocimiento extraordinario para dar ánimo y brío a la persona que entiende en ella, porque mejor y con más ganas tratamos y hacemos las obras cuyos fines conocemos que las obras en que vamos atentando. Y si no, mirémoslo en un hombre que fabricó en su entendimiento una casa y sabe ya y conoce, por las trazas e imaginaciones que hizo, el fin que la tal casa ha de tener. Este tal no ve la hora de tenerla acabada. ¡Qué priesa, que acceleración tiene en ella! La cual no tiene quien trabajase en aquella casa y no supiese su traza ni el fin que ha de tener.

  9.  Ya sabemos que todas las cosas, mientras más se llegan a sus fines m, centros y paraderos, llevan más priesa y presteza. No hay que poner n exemplo, pues es philosophía tan sabida. Sólo pongo exemplo en un hombre que viene de las Indias. Viene su poco a poco, llegó cerca y divisó su pueblo dos leguas antes. Es certíssimo más se le hacen aquellas dos leguas que casi todo el camino. Pues de esa misma suerte y por esa razón, suele Dios dar claro conocimiento en los principios de los fines de las obras grandes, porque en los principios desee acercarse el hombre a los fines o como si estuviera cerca de ellos. Pongamos exemplo en este propio hombre de las Indias. Supongamos que dende el día que sale de las Indias [116v] Dios le dio un conocimiento sobrenatural en el cual, en todos los pasos que daba, veía su pueblo. Es llano que este hombre caminaría siempre con cuidado y pena de cómo no llegaba y que cada día se le haríe mill años. Pues así, cuando Dios quiere que en estas obras grandes no haya descuido ni tibieza, sino que con cuidado y pena se obren, en sus principios las enseña y da a


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conocer porque dende esos principios se enpiece a trabajar en las propias obras, como si ya estuviese en sus fines o a vista de ellas.

  10. Tercera razón p. Digo también que suele Dios dar este conocimiento para confortar y ayudar la flaqueza del hombre poco atrevido para cosas grandes. Muchas cosas ve el hombre hechas que, si las viera por hacer, las tuviera por inposibles, y aun no si por disparate el enpezarlas a hacer. Pongo un exemplo. El que viere el Escurial no le parecerá inposible, pues ya está hecho, pero si no lo estuviera y le dijeran ahora a un rey, por poderoso que fuera, que lo enpezara, pareciérale inposible enpezar cosa tan grande. En el conocimiento extraordinario que Dios da de las cosas grandes que Su Majestad encomienda a algunas personas, siempre las muestra hechas para que no parezcan imposibles, y no por hacer para que desmayen.

  Bien pudiera poner muchos exemplos en los prophetas, a quien Dios mostraba obras hechas que quería que se hiciesen, como lo vemos en Eczequiel, donde el propheta vido el ángel que medía aquel templo, altura y longitud, etc1 Pues como el hombre flaco percibe la obra grande que Dios le encomienda como obra hecha, nada le parece imposible, sino fácil, porque siempre que trabaja en ella trabaja en obra como ya hecha, y no como obra por hacer, pues es verdad que Dios así se la mostró en el tal conocimiento extraordinario que le dio de la tal obra hecha.

  11. Cuarta. Doy otra razón, y querría acertarla a decir. Es certí­ssimo [117r] que en estas tales obras grandes acometen a un hombre grandes trabajos y tribulaciones, tentaciones y persecuciones, de suerte que en ellas ha menester un hombre grandíssima y muy particular ayuda de costa, porque de tal manera le cercan y rodean que en nada, en toda la redondez de la tierra, halla dónde asirse ni poner el pie. Pues pregunto yo: si un hombre no tuviese donde sustentarse y poner los pies para no despeñarse en ese bajo tan sin suelo, ¿no le era fuerza que en la parte de arriba hubiese algo de donde pudiese quedar asido y colgado, siquiera para no perecer y despeñarse? Pues digo que, como quiera que los trabajos a esta tal persona le combatan de tal manera que q, cercándola por todas partes, no halla donde poner los pies, es fuerza que por la parte de arriba le Dios algún conocimiento extraordinario a que se afierre y asga en la tal obra, porque si en semejante ocasión se viese dejado, digo para la hechura de esa obra, es certíssimo se aburriría de todo punto y se vería en peligro de hacer un disparate. Y así Dios, poderoso y misericordioso, a cuyo cargo no sólo está la obra grande que él tiene encomendada, sino también la persona flaca que padece, acude al reparo y remedio de las tales personas.

  12. Cierta persona, muy amiga de nuestra sagrada Religión, me contó estar un día en el mayor aprieto que jamás se habíe visto, entregada


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a la ira, rabia y enojo de los hombres y de los demonios, de suerte que tomara de buena gana que acabaran con ella y le quitaran la vida porque le parecía no poder hallar portillo por donde huir ni volver las spaldas a semejantes trabajos. Y con éstos, que por todas partes le cercaban, se fue a pedir un consejo de lo que haría u dónde se iría. Yendo a tomar este parecer, dice que por un modo muy extraordinario le mostró Dios la poca culpa que tenían sus perseguidores, de suerte que tapando y encubriendo en ellos o, por mejor decir, no viendo en ellos ningún género de malicia, le descubrió los defectos de la naturaleza humana, de suyo tan terrestre que muchas veces sin acuerdo r hace mill daños y comete mill imperfecciones. Vido qué [117v] poderoso es el demonio en los hombres para incitarlos al mal s, aun no quiriendo ellos. Quiero decir que, tomando a la misma naturaleza muchas veces como instrumento muerto, se aprovecha de ella para algunos males y daños sin que en ellos parezca malicia de parte de la criatura; y cuando en esta ocasión la hubiese, no la conoció ni la vido. Dice que en esta ocasión le hizo Dios merced -le parece, dice, que fuese obra de Dios porque en todo ello, como temeroso de Su Majestad, se sujeta a cualquier sancto y buen parecer- de mostrarle ésos que parece le afligían y perseguían ser de inmenso provecho para la Religión, y de todos ellos le hizo Dios una admirable distribución para muchas fundaciones de nuestros conventos. Con esta luz interior quedó un poco más fortificado su interior, aunque, salido afuera de ese interior y divertido de ese recogimiento, se hallaba en el hombre exterior la propia perturbación, miedos y asombros. Pudo ser, según lo que vamos diciendo, que le cercasen trabajos de tal suerte que fuese la voluntad de Dios a esa luz interior sólo se asiese y aferrase para que, no hallando acá fuera a quien poder acudir, acudiese a obrar lo que adentro le mostraban y enseñaban, y que de sólo eso se asiese y aferrase. Lo cual se lo daban como a persona tan desconsolada y afligida que ya parece se iba a despeñar y pedir consejo y parecer para dejar todo lo que a su cargo estaba.

  13. Quinta t. Digo también dar Dios luz extraordinaria para cosas grandes y de grande consideración, porque quiere que la traza de aquella obra sea hecha por su mano. Supongamos que la prudencia y consejo humano puede alcanzar el sacar aquella obra perfecta y acabada. Cuántas veces sucede tener un hombre un arbañir y arquitecto de quien está fiado hará y acabará la casa que él le encomendare, y con todo eso gusta que uno de los trazadores del rey se la dibuje en un papel y se halle al tirar y echar la cuerda por la calificación y honra que se sigue al tal edificio y obra. De la propia suerte, hay obras que gusta Dios, no obstante que la prudencia humana alcance el trazarlas y hacerlas, hacer Su Majestad el dibujo de su mano. [118r] Y si no, díganme cuántas veces pudo hacer muchas cosas por manos de los hombres que no quiso sino hacerlas por manos de los ángeles y otras que, pudiendo


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hacerlas por manos de ángeles, no quiso sino por sí propio. Bien es que las trazas interiores y extraordinarias se registren por la prudencia y saber de los sanctos y siervos de Dios, pero querría u que estuviesen advertidos que no es Dios obligado en las cosas grandes a igualarse con la cortedad del juicio y saber humano, y cuando todo sea uno y se iguale, se haga según la traza tiene Dios dada, por la honra que a la tal obra se le puede seguir.

  Pregunto yo, mis hermanos, ¿cuál sería más: haberse hecho esta Reforma, puesto caso que sea cosa sancta y buena de todas maneras, porque la han trazado los hombres, o por haber sido obra del ingenio de Dios? Pregunto yo, ¿qué otro blasón tienen los padres de la Sanctíssima Trinidad mayor que decir que su Religión fue fabricada por Dios 2? También son religiones sanctas las que hicieron y fabricaron los sanctos, pero no qué se tiene haberla trazado Dios y haber venido hecho el dibujo por el Maestro mayor de las obras del cielo y de la tierra.

  14. Recibo cada día cartas en que me llaman poco rendido, hombre resuelto y determinado y que no v tomo consejo. Bien sabe nuestro Señor lo pido y que propongo lo que deseo se haga en esta sagrada Religión. Pero si puesto caso que yo deseo tomar consejo y que en esa materia deseo salvar mi partido y no hay quien me lo , o por probar mis pensamientos interiores siempre me aconsejan al contrario, ¿será bien que por eso sea yo causa de que se estorben y detengan los pensamientos de Dios? No, por cierto. Lo que debían hacer los que miran eran dos cosas: la primera, si son obras buenas las que se hacen en orden a la Religión y, lo segundo, si lo que se ha hecho sin registro y parecer de la cortedad del ingenio humano ha salido errado. Si w es bueno y no se ha errado ni a Dios en estos pensamientos [118v] lo hemos alcanzado de cuenta, paréceme a mí me habíen de scribir: Haga, hermano, dése priesa, pues eso corre por otra cuenta. ¡Oh buen Dios! Quiera Su divina Majestad que los hombres no seamos tan ambiciosos que queramos hacer nuestro lo que sólo se hace por ser pensamiento de Dios, que podría ser, por sólo dar un hombre un consejo y parecer, ya querer decir que por eso se ganó el pleito y salió con lo que pretendía.

  15. Sexta x. De aquí saco yo otra razón por qué en las obras grandes se ve Dios obligado a dar luz extraordinaria y que las cosas en que Su Majestad tiene puestos los ojos se hagan por el modelo que él da y no por lo que el hombre traza, porque, siendo el hombre tan ambicioso como es, eso bastaba sólo el haberlo pensado para que se quisiese alzar con la obra y llamarla suya. Sólo le dio Dios a Gedeón [sic] una quijada para contra los filisteos y, con no haber tenido en las


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manos ni en su persona otras armas ofensivas, se quiso alzar con la victoria y decía que con una quijada de un jumento habíe él muerto aquellos 3, a quien, si él considerara lo poco que era una quijada, dijera que Dios los habíe muerto y que suya era la victoria. Es certíssimo que bastaría tener el hombre los pensamientos, pareciéndole eran suyos, para que con eso sólo se quisiese aplicar la victoria.

  16. Sétima y. Digo más: que en las obras grandes gusta Dios de dar alguna luz y hacer muestra de su voluntad en aquella obra -no obstante que por muchos caminos puede hacer esa reseña y mostrar su voluntad-, porque siempre se tenga por obra grande y se estime en lo que es. Yo quiero dar caso que z todas las obras poderosas y grandes que se hacen por vía de prudencia y consejo de los hombres se hagan por el a querer de Dios y en aquella prudencia y consejo esté la luz que Dios por otra vía habíe de dar a las tales personas. Digo que es mayor y más singular merced cuando esa luz de esa obra la muestra en [119r] sí, por cuya manifestación las causas segundas obran.

  Pongamos un exemplo. La propia agua es la que está en un cántaro que la que está en la fuente o en el pozo, pero diferenciárase en muchas cosas: la primera, que no está del todo segura la que está en el cántaro, porque es de barro, y la que está en la fuente sí, que aquélla ni se puede apocar ni verter. Pues de esa misma manera, la luz que Dios da para obras grandes y la pone en el consejo de los hombres y en su prudencia, atento que está en cántaros quebradizos, está en peligro de derramarse y verterse por la facilidad conb que se truecan los consejos de los hombres, que, en fin, son mudables y quebradizos y morirse aquellos cuyos consejos se seguían y verterse el agua o, por lo menos, apocarse, por ser los cántaros de barro y ellos en sí consumen de su propia cosecha y apocan lo que Dios derrama y pone en ellos. Pero no tiene este peligro cuando la luz que Dios ha de dar para una obra grande no la remite a consejo, sino la guarda en sí, en quien las cosas son eternas, perpetuas y no se pueden mudar, y en quien están en depósito para que en todo tiempo se cojan, no obstante que se quiebren las primeras y segundas vasijas, que allí se queda esa luz aguardando que vayan por ellac las terceras y cuartas personas que entienden en la tal obra.

  17. En la fuente el agua está clara y consérvase con pureza, y fuera de allí con facilidad se enturbia. Y siendo nosotros de lodo, en nosotros es fácil enturbiarse la luz que Dios pone en nosotros y trocándola en vía de prudencia y consejo, el cual peligro no tiene en Dios, porque es luz verdadera. Tiene más, que el agua en el cántaro es tasada y limitada y acábase, lo cual no tiene el agua de la fuente. Así, la prudencia y consejos de los hombres se agotan, apocan y acaban, pero en Dios es imposible. Parécenme los consejos en los hombres y en su


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prudencia como la fructa cortada del árbor, que se marchita y se pudre con facilidad; y cuando la luz del cielo esté en el consejo y prudencia del hombre, en fin es fructa cortada, sujeta a podrirse, pero en Dios es como la fructa que vido san Juan en el Apocalipsi en aquellos árbores que todo el año estaban frescos y para ellos siempre era primavera [119v] porque se regaban con el agua que corría y salía de la silla de Dios 4. Y así se debe estimar y tener en mucho la religión que, sin haber hecho depósito Dios en hombres, él gustó y quiso ser su patrón para que de él y en él tomasen la luz de la obra que en la tal religión se habíe de hacer, porque así, cuando se quiebren y menoscaben las primeras vasijas, allí se queda el mismo Dios con el propio depósito para dar a los postreros lo que dio a los primeros, sin temor de que ha de faltar.

  18. Otava d. Digo otra razón por qué en estas tales obras debe Dios salir de madre y del curso ordinario: por ser grandes, ha de hacer en ellas grandes cosas. Llano es que un aposento chico con un candil se alumbra, pero si fuese una sala grande de esas de palacio es cierto habíe menester una antorcha grandíssima para que pudiese alumbrarla toda y dar luz a los más pequeños rincones que hubiese en ella. Las obras ordinarias y pequeñas que Dios hace y obra por medio de los hombres, bastan candiles que son los ingenios y entendimientos humanos, y con eso basta para ver y acertar, puesto caso que también ésas son luces participadas, aunque pequeñas. Pero para hacer una obra grandíssima, como reformar una religión, una provincia, un reino, un mundo, ha menester Dios salir de ese curso ordinario y dar más luz, que, para que en todas partes alcance y destierre tinieblas, es necesario que sea la suya, la que "alumbra a todo hombre que viene a este mundo5.

  19. En aquel sacrificio que puso Elías sobre tanta leña y en quien vertió agua encima, no pidió fuego acá de este ordinario que tenemos para pegarle fuego y que ardiese, no obstante que también fuera milagro ver arder un leño mojado y lleno de agua, sino pidió fuego del cielo que lo abrasase y quemase 6. Lo uno, porque seríe más activo; lo segundo, porque seríe milagro de a dos: bajar del cielo y quemar leña que estaba llena de agua. Las obras grandes que hace Dios en este mundo, que pertenecen a reforma de costumbres, son sacrificios grandes y, por la contradición [120r] que tienen en los mismos hombres, dificultosas de quemar. Y aunque es verdad que acertar en obras tan altas y grandiosas sería milagro por la contradición que decimos que train consigo, pero bajar luz y fuego del cielo es milagro de a dos: el dar Dios la luz y el obrar cosas tan grandes en hombres tan tibios y flojos, y lo segundo por la grande actividad y presteza con que estas cosas se obran con esa luz y ese fuego enviado de Dios.

 


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20. Nona e. Otras muchas razones puede haber, que por no detenerme no las procuro recoger. Basta saber que todas las obras buenas que acá abajo se hacen están a cargo de Dios y que, según el peso y medida que en sí tienen, según eso da la ayuda de costa y, según la duración que tienen las dificultades que acerca de ellas se pueden ofrecer, da la luz. Llano es que si uno tiene que velar poco pequeña f vela le daréis que le alumbre, y si tiene que velar y trabajar gran parte de la noche, en la cual, después de tarea tan grande y larga, le queda poco tiempo para reposar, le daréis una vela muy grande, que no se le acabe. Todas las obras que hacemos en la tierra son tareas que Dios nos ha dado, cuáles pequeñas, cuáles grandes, las cuales se han de obrar y hacer en la noche de esta vida. Y Dios da luz según la tarea de cada uno porque, si uno ha de trabajar en la obra que Dios le tiene encomendado gran parte de la vida, en la cual apenas puede reposar, ha menester darle grande vela, grande luz y, para que con seguridad la tenga y posea, no se la da en candil ni en cera, que es fuego y luz que se consume, sino dásela en sí propio, que no tiene peligro de que se acabará. Y así no hay que desmayarnos las obras grandes por ser grandes, si Dios ha de dar grandes ayudas de costa con que salga con ella. Y así deben fiar tanto en lo grande como en lo pequeño, pues para Dios todo se es uno para la posibilidad de la obra, de suerte que no quede manca la grande por ser grande, etc.

 

 

[120v]     Jhs. M.ª

 

 




a  ms. conocipiento



b  sigue b tach.



c sigue y tach.



d sobre lín.



e corr. de difa



f los trabajos sobre lín.



g  sigue acá fuera tach.



h de sí sobre lín.



i primera razón al marg.



j sigue al tach.



k  sigue grand tach.



l 2.ª razón al marg.



m sigue y tach.



n sigue que tach.



o sigue la q tach.



p  3.ª razón al marg.



1 Cf. Ez 40.



q sigue p tach.



r  corr. de aguerdo



s sigue ad tach.



t al marg.



u  ms. querrían



2 Alusión a la antigua sentencia de los Trinitarios: "Hic est Ordo approbatus, non a sanctis fabricatus, sed a solo summo Deo".



v sobre lín.



w sigue no tach.



x al marg.



3 Cf. Jue 15,15-17: con una quijada de asno Sansón dio muerte e mil filisteos.



y  al marg.



z rep.



a sigue poder de tach.



b sobre lín.



c sigue la tach.



4 Cf. Ap 22,1-2.



d  al marg.



5 Jn 1,9.



6 Cf. 1 Re 18,36-38.



e  al marg.



f corr. de penqueña






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