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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [27] DE UNA MORTIFICACIÓN QUE SE LES a SUELE OFRECER A ALGUNAS ALMAS SIERVAS DE DIOS CUANDO, POR LLEGAR AL ESTADO QUE TIENEN Y POSEEN, SE LES DESCOMPUSO LO MATERIAL DE SU PERSONA, Y CÓMO ESTA MORTIFICACIÓN ES MAYOR SI SUCEDE EN LOS PRELADOS
1. No se puede negar sino que es de grande trabajo y mohína al oficial y obrero quebrársele o embotársele los instrumentos con que trabaja y gana de comer, como al carpintero la sierra, azuela y cepillo, al sastre las tijeras y regla, y así de los demás. Este nuestro cuerpo es un instrumento con que el alma trabaja, sirve a Dios y gana la bienaventuranza. El alma es la mano del official que mueve la herramienta y el cuerpo es la sierra y cepillo y los instrumentos con que trabajamos. Entre el uno y el otro hay esta diferencia: que el alma no se cansa por sí sola, por ser espíritu; el cuerpo, por ser de tierra, se enbota, mella, tuerce y se quiebra de suerte que muchas veces el alma se ve imposibilitada a sus antiguas tareas y trabajos y necesitada de acudir al reparo del cuerpo, a enderezar y sanar la salud quebrada y aumentar las fuerzas perdidas. Lo cual debe hacer el alma de muy buena gana,
pues le es de tanto provecho el ayuda que tiene del cuerpo, de su trato y comunicación, pues ésos son pechos que se deben a la naturaleza, procurando sean derechos y no tuertos, porque nunca gusta Dios de que a nadie se le pague ni dé más de lo que se le debe. Y si la naturaleza, como dice [san Jerónimo 1], está contenta con cosas pocas, no es bien le demos lo que no se le debe y a nosotros nos puede hacer daño el dárselo.
2. Yo no trato de esa mortificación que, por ser muy ordinaria y el alma tan hecha a sufrir esas molestias y trabajos del cuerpo, ya lo lleva con paciencia, y, siendo ella tan interesada en acudir a ese reparo, lo hace de buena gana, porque después le es fácil el desquitarse del estorbo que tuvo en reparar la salud quebrada del cuerpo. Como el carpintero, que se estorbó en amolar la azuela y la asierra, después corta en una hora lo que se estorbó y debía a aquel tiempo. Así los siervos de Dios, cuando se vean necesitados y obligados a sanar el cuerpo y ayudar a la naturaleza flaca regalándola o recreándola, después, cuando fuerte y sana, puede trabajar por el tiempo presente y por lo perdido en el tiempo pasado, y así quedar desquitada de esos daños. [123v] Yo no trato ahora de esos menoscabos ni mortificaciones, que ya digo son llevaderas y por muchas partes meritorias, y paga Dios con cuidado y cuenta lo que un alma se ocupa en acudir a las necesidades del cuerpo, pues si son enfermedades llevadas por amor de Dios se merece mucho en ellas; si son recreaciones en ellas se alaba y glorifica a Dios: si es comer y beber todo se puede hacer en nombre de Jesucristo, como dice san Pablo 2.
3. Trato ahora de un menoscabo y descompostura que muchas veces suele quedar a una persona después de haber alcanzado algún grado de perfección. Y para que sepamos cómo es esta descompostura y destemplanza de la persona en lo material de ella, quiero que notemos que el siervo de Dios tiene dos maneras de caminar por el camino de la perfección: uno, con paso ordinario, de suerte que va haciendo sus ventas y paradas y aguardando al cuerpo a que llegue a una con los deseos y propósitos del alma. En este paso, como van juntos, esle fácil al cuerpo comunicarle y decirle al alma sus necesidades y oír ella sus quejas y ayes y mirar sus ajes, dolerse de ellos y remediárselos. Estos tales llegan juntos y a una al grado de perfección que pretendieron, con fuerzas suficientes para conservarse y vivir en ese estado.
4. Hay otras personas que quisieron en ese camino de la perfección alargar más el paso, hacer menos paradas, de suerte que, si por algún tiempo anduvieron a una alma y cuerpo, llegado a algún grado de perfección en que se determinó el alma adelantarse lo que le fuese posible, alargó el paso y cobró alguna ventaja, de suerte que, padeciendo
algunos trabajos el cuerpo, no tuvo quien se los remediase, ni aun quien oyese sus voces y gritos, aunque pereciese. Paréceme en esta ocasión un alma se ha como un caminante apresurado: que los primeros días sufre el corto paso de la cabalgadura que lleva; después, viendo lo poco que camina, apenas se atreve a dar cebada y echar una herradura; después, determina de dejarla al mesonero encargada y toma postas con que se va y procura de vuelo y con presteza acabar de hacer su viaje, aunque se le muera la cabalgadura que quedó a cargo del estraño. De esta misma suerte, en los siervos de Dios, los primeros días dan vado los deseos y pensamientos y procura un alma ir al paso que puede caminar el cuerpo; después, metido en el camino, como crecen los deseos y buenos propósitos, apenas tienen gusto en dar lo necesario al cuerpo, hacer paradas para herrar siquiera la cabalgadura, que va despeado el triste cuerpo, por verse necesitado de comida y vestido.
5. [124r] Después que el alma ve la cortedad del cuerpo, la acceleración y deseo que tiene de su llegada a la perfección, determina de tomar postas las que en tal ocasión Dios le diere para correr y volar por lo espiritual, que pienso serán los sanctos ángeles que con sus inspiraciones la encienden y prestan alas para que vuele y se aleje de sí propio. En esta ocasión, el cuerpo se queda en la venta y mesón de este mundo a merced de los que le quieren sustentar y dar lo necesario, porque el dueño, por haberse alejado, no le oye sus gritos ni atiende a sus quejas y querellas. En esta soledad que el cuerpo pasa en esta ocasión, particularmente si el tiempo en que al alma le duró esta carrera fue grande, son grandes sus trabajos y menoscabos, parece que vive de milagro. Acá solemos decir que los ojos del amo engordan al caballo. Pues si el alma los apartó, fuerza será estar flaco. Y la casa que está sin dueño y sin habitarse paréceme que solos ratones la minarán y goteras la destruirán de suerte que, cuando se quiera tornar a la habitar, no habrá rincón donde cómmodamente os podáis arrimar. Queda el cuerpo en esta ocasión como casa inhabitada, que cuando le duela la cabeza no hay quien lo trasteje y quite esa gotera. Y lo propio de esotros trabajos que se le ofrecen.
6. Pues digo que, después de la huida que hizo el alma, cuando del cuerpo se alejó y alcanzó lo que pretendía, no siempre -que no es posible- puede estar apartada del cuerpo y sin su propia casa y habitación ordinaria. Llega tiempo en que esta almab se ve obligada a tornar al cuerpo, porque son compañeros, yc cuerpo y alma son un hombre y, por sancto que sea, mientras vive en este mundo no deja de ser hombre. Pues cuando el alma vuelve al cuerpo, casa inhabitada y d cabalgadura que quedó a merced del mesonero para que le diese de lo que él quisiese, él está tal que apenas tiene rincón donde la propia alma se pueda recoger; halla el cuerpo tan desbaratado y descompuesto que, no sabiendo cómo concertar este relox e, le es fuerza a la pobre alma regirse por mucho tiempo por relox desbaratado.
7. Querría hablar claro. Llega el cuerpo a estar de suerte que apenas el alma se puede aprovechar de él para ningún ejercicio: no corporal, porque no tiene fuerzas; no espiritual, por tener la cabeza, donde están organizadas las potencias f y los sentidos de que se sirve y aprovecha, está perdida, flaca y aun no sé si de suerte que, quiriéndose aprovechar de ella, parezca más loco que cuerdo. Pues díganme por charidad: el alma así llena de deseos, que se procuró [124v] aventajar en los pensamientos, oración, meditación y contemplación, para ponerlos siempre en ejecución con las ventajas que sus deseos le piden, digan ¿qué mortificación será para esta alma ver que, si quiere orar, halla que le duele la cabeza, si quiere hacer penitencia le falta la salud al cuerpo, y que todo el hombre exterior está desbaratado y desgobernado, y quizá tan poco conocido de quien adentro lo rige y gobierna que ya parecen más dos hombres diferentes que uno solo? Bien se contentaría el alma en esta ocasión con lo regalar y dar bien de comer, pero halla que está tal que con todo eso no lo puede volver en sí en sus antiguas fuerzas, fortaleza y brío. Vese esta alma así detenida y estorbada, vese como imposibilitada a remediar lo que desea, porque ésas son cosas que las ha de curar el tiempo y que nada se remedia con afligirse. Y eso no es bastante para no abrasarse y consumirse. No repara en que lo tengan por loco, como el cuerpo lo hallara de suerte que no le inpidiera los actos interiores. Sólo siente que, estando el cuerpo g tan desencuadernado y deslindado del alma, ella, adormida y sin su consentimiento, hace algunas sinrazones; que, si en su ejercicio el alma no las conoce, por algunos rastros que dejan después de hechas, el alma conoce las pisadas de quien de noche y a scuras procuró entrar a pervertir este hombre exterior. Con esto, el alma, cuando dispierta y el cuerpo está para asomarse por alguno de sus sentidos, como por ventanas, a ver lo que acá abajo se hace, halla hechas cosas que le penan y afligen.
Digámoslo más claro. Supongamos que, estando este cuerpo así tan parado, el alma dormida allá dentro, hizo este cuerpo algún desacato, algunas imperfecciones, las cuales en esta ocasión proceden de persona que no usa con libertad de sus potencias, y que hizo algunos disparates y desconciertos, y que después, cuando el alma dispertó y con h mejor disposición del cuerpo, advirtió y vido lo que habíe hecho. Duélese grandíssimamente, como si en la menor cosa hubiera hecho graves peccados.
8. Quiero poner un exemplo de este desconsuelo y algo con que esta alma se consuele. Supongamos que un hombre corrió la posta hasta Roma y que fue todo el camino en buenos y ligeros caballos y que, llegado a Roma, no tiene en qué pasearse sino en un caballo flaco y débil que de en cuando en cuando arrodilla y que, sin culpa del caballero, cai algunas veces. Este hombre se desconsolaría viéndose [125r] en tan ruin caballo, que quisiera él tener uno en que hacer muchas
gentilezas. Y por ver que cai y lo enloda, aunque no por culpa suya, esto no puede dejar de causar grande aflicción, pero consuélase con ver que ya llegó donde deseaba y que aquellas que tiene son inposibilidades y menoscabos en tierra sancta, donde siempre habíe deseado estar y vivir.
Esto propio le pasa a esta alma. La cual, habiendo corrido sus postas y marchado en buenos caballos, con los cuales en breve se puso donde había pretendido, verse en un cuerpo flaco que apenas puede dar un paso en cosas de trabajo de servicio de Dios -antes hace y da muchas caídas en males de pena y otras veces en otras que parecen males de culpa con que, quizá al parecer de las gentes, queda enlodado-, todo esto no puede dejar de servir de mortificación, aflición y pena, pero consuélase con que llegó a tierra que deseaba y se puso en parte que tanto habíe pretendido, digo en parte de perfección que ella mucho habíe deseado.
9. No hay dudar sino que el sancto Jacob sentiríe mucho el quedar cojo después de la lucha que tuvo con aquel ángel, porque un hombre cojo no puede andar y correr como quiere y desea, pero holgarse hía en ver que habíe salido con la victoria que pretendía de aquella lucha y con nombre de Israel 3, que quiere decir videns Deum, el que ve a Dios 4. El justo, en sus penitencias y mortificaciones, no es otra cosa sino una lucha que trai un hombre consigo propio deseando alcanzar victoria de sus pasiones y sentidos. Después de esta lucha, por ser grande y que dura mucho, no es posible menos sino que el cuerpo quede cojo, enfermo, descompuesto y para poco camino de allí en adelante. Lo cual no puede el alma dejar de sentirlo, que, en fin, es su posta y caballo, en que pretende cada día aventajarse más en las cosas que son del servicio de nuestro Señor. Pero consuélase i con que, después de la lucha, quedó con la victoria y con nombre de Israel. Hombre que si no ve a Dios como los bienaventurados y como le vido Jacob, velo y gózalo en la oración, meditación y contemplación, en la forma que más y mejor puede. Pero, como algunos ratos el cuerpo con sus ajes está dolorido como güeso desconcertado, tiene el alma estorbada y detenida para no acudir como debe y desea [125v] a sus ejercicios sanctos, no obstante que en los ejercicios meramente spirituales siempre camine con grandes ventajas, quiero decir en aquellos ejercicios para que no tiene necesidad de nuevas fuerzas corporales, bastándole las pocas que el cuerpo tiene para meditar y contemplar j.
10. Confieso que puede llegar el cuerpo a estar tan imposibilitado y el alma tan sentida de ver sus menoscabos, que Dios, que ve la no culpa que en aquello ha tenido -antes haber sido la causa el mismo
Dios que, por más amarlo y quererlo, fue necesario desportillar esa muralla del cuerpo para que por esas quiebras y roturas el alma con mayor facilidad pudiese pasar a tratar con Dios-, Su Majestad, en tal caso, por no dejar defraudada al alma del bien que se le daba por medio del cuerpo, digo por medio de los sentidos exteriores k, puesto caso que ésos enfermaron, Su Majestad, viendo que ese paso está estorbado para que por ahí vaya ese bien, procura encaminarlo por otra parte, de suerte que por la enfermedad y descompostura del cuerpo no quede sin el bien que antes gozaba y tenía.
Y pienso, digo, que en estas tales ocasiones hace Dios obras maravillosas con esta alma. Y una de ellas es que, dando al cuerpo por inhábil y dejándolo por cosa muerta, a solas se las ha Dios con el alma de suerte que muchas veces ella, sin conocerse, se ve como apartada y como sin dependencia del cuerpo, pues en algunas pasiones que goza y tiene no le ve ni se acuerda dél; y después de haber pasado ese bien que por vía de pasión gozó, conoce que en este hombre hay una cosa que no es el cuerpo ni tiene que hacer con él y que por sí, cuando Dios hace este apartamiento, puede entender y conocer, amar y querer.
11. Esto no l lo puedo explicar si no es por un exemplo que yo he puesto otras veces. Está un hombre muy enfermo de suerte que ha llegado a no poder pasar ni tragar sustancia. Para conservarle a éste la vida, procuran darle estas sustancias por otras vías y partes secretas, puniéndole en la boca del estómago piernas de carnero asadas y, para la flaqueza de la cabeza, palominos, etc. De esa misma suerte, si el cuerpo no está con disposición para que por él pasen al alma las sustancias y conocimiento de las cosas materiales, por otra vía extraordinaria que nosotros no sabemos da Dios ese conocimiento y bien al alma porque su aprovechamiento siempre pase adelante.
12. Pero en quien este trabajo es más sensible y de mayor pena -digo el tener el cuerpo descompuesto y no poderse aprovechar [126r] de él para los ejercicios necesarios que el alma desea- es a los prelados, que, tiniendo obligación de acudir con alma y cuerpo a tantas obligaciones, se ven muchas veces inposibilitados ya para los ayunos, para las vigilias y amonestaciones. Y en este caso, viendo los buenos deseos de los tales prelados, suple por mill caminos la Majestad de Dios sus faltas, ya dándoles buenos frailes, ya tomando él la mano y haciendo que pueda quien no puede, puniendo fuerzas en la misma flaqueza. Pero, como no se halla en las obras exteriores con aquella atención y acuerdo que él desea, por mucho que haga, todo le parece nada. Con los actos interiores considera y pesa sus grandes obligaciones acerca de los súbditos, y como el cuerpo se ve cojo para poder ir delante en todas las cosas de trabajo, siéntelo y mortifícase grandemente.
13. Suele y puédele servir de alivio la afición de sus súbditos, que son como los buenos soldados que se contentan con llevar a su capitán a la guerra, aunque no pelee por no estar para ello, sino que lo llevan
en una silla para dar el buen consejo y parecer, aprovechándose y tomando por exemplo lo pasado, cuando en su mocedad nadie le llevaba la ventaja, sino que con brío y ánimo acometía a los enemigos metiéndose por mill picas y rompiendo mill dificultades. De otra manera para nada pudieran los viejos, que ya consumieron sus fuerzas en los ayunos y penitencias, siendo la verdad lo contrario: de que nos han de servir de exemplo y dechado con su mocedad; y en su vejez, viéndolos aprovechados y que llegaron a estado en que tienen y poseen muchas ganancias que de los trabajos pasados les quedaron, han de dispertar en nosotros un nuevo brío y ánimo para llegar y pasar de ahí.
14. Bueno fuera que si un hombre ha alcanzado riquezas con grande afán y trabajo y, no estando para trabajar más en su vejez, sino que, dando su dinero a renta, se estuviese gozando lo ganado, que, por el propio caso que no trabaja, vos, que deseáis ser también rico, dijésedes: Yo tampoco quiero trabajar, sino aguardar que las riquezas se me entren por mi casa. La hormiga trabaja el verano y descansa el invierno, cuando las aguas y heladas le habíen de impedir el trabajar. La cigarra, que descansó y cantó el verano m muere el invierno n. Los hombres, a quien Dios communicó la prudencia de la hormiga, en el verano florido de su mocedad trabaja y junta lo que tiene necesidad en su vida espiritual y después, el verano, descansa el cuerpo, porque con las heladas y frío que entonces es ordinario tener la naturaleza, no puede; y en la vejez goza, come y multiplica sus talentos, puniéndolos en rentas en las manos de Dios, acudiendo a solicitarlos [126v] con oración y buenos deseos. Pero el hombre que en su mocedad huelga, pasea, descansa y canta, esle fuerza morir el invierno y en la vejez darse a vicios, porque en la mocedad no supo refrenar sus pasiones y enderezar sus obras. De suerte que, así como la hormiga enseña a trabajar el verano con su continua solicitud y trabajo, de esa misma manera enseña a que no holguemos cuando ella huelga y descansa, el cual descanso no tuviera si primero no hubiera trabajado. Y desta manera, los buenos súbditos deben tomar exemplo con sus prelados, cuando mozos, en sus ayunos, vigilias y penitencias, y, cuando viejos, en ver que entonces gozan y poseen lo que en otro tiempo trabajaron. Y el propio prelado se debe consolar porque ya hace todo aquello que sus fuerzas le alcanzan y que, si en el estado de la vejez o enfermedad no ayuna y en los actos exteriores va al paso de los demás, entonces es cuando los trabajos pasados se los puso Dios en renta y los tomó a su cargo para que le multiplicasen y ganasen más cielo y gloria.
15. Digo que el sentimiento de este tal prelado en esta ocasión no es tanto porque no gana, que bien ve no tiene obligación a lo imposible, cuanto por otras cosas. La una queda incluida en lo que queda dicho. Que aunque es verdad que el prelado o no tanto debe mirar lo presente en que no puede más cuanto a lo pasado en que se particularizó en obras admirables, pero el súbdito, como flaco, es como los niños del
scuela: que, si no tienen la materia y exemplo delante de los ojos para que por ahí se rijan, poco les sirve haber visto scribir bien a su maestro, porque como gente de poca memoria, olvidada de lo pasado, scribirán a su antojo y parecer mill yerros y mentiras y pocas veces se darán por convencidos si no hay original con quien registrar. Esto propio es lo que aflige a los prelados celosos y cuidadosos del bien de sus súbditos: el no ponerles cada día exemplos y dechados nuevos de quien trasladen de obras de grande virtud, porque bien echan de ver que para muchos poco sirve el agua pasada para que ellos muelan en su molino, sino que han de obrar a su antojo y parecer.
16. Pues viendo los prelados temerosos de Dios que, si en esta vida los súbditos registran a ellos p sus scritos y obras, que en la obra los prelados son los que han de registrar sus escritos y los de los súbditos. Pues consideremos si en una escuela todos los muchachos dieran q a uno solo todas sus planas para que las registrara, y que todos los yerros se los castigaran en su persona y que él solo llevara los azotes que habían de dar a los demás, consideren con qué solicitud y cuidado anduviera, procurando todos scribieran bien, según el exemplo y dechado que cada uno tenía en la muestra. Esto es lo que sienten los prelados cuando no pueden acompañar a sus súbditos en todos los actos de rigor: si ha de ser causa para que ellos no sean tales como deben, [127r] quedando para con Dios obligados al registro de todo lo que hicieron sus súbditos.
17. Otro sentimiento tienen, cuando ven no pueden ser los primeros en las cosas de rigor, no obstante que en ellas se vean inposibilitados. Y son que la hechura de las propias obras trai consigo un gusto y contento particular y una salsa con que Dios las saborea cuando el hombre las hace. No hay dudar sino que el siervo de Dios, cuando ayuna y se azota, en esas obras, demás del premio particular que consigo train, train un gusto y deleitación particular de que se priva el que está inposibilitado para obrarlas. Pongamos un exemplo. El que come, el principal fin que tiene en aquella comida es sustentarse y dar lo necesario a su estómago. Lo segundo, digo que come porque tiene gusto, que si no lo tuviera no comiera. De esta misma suerte, el justo hace obras heroicas porque con ellas se sustenta la vida espiritual y, lo segundo, por el gusto particular que tiene en el obrarlas y hacerlas, porque de otra manera no las hiciera. De donde los sanctos dijeron que la virtud era r premio de sí propia, que es decir que, cuando la abstinencia, la humildad y mortificación no trujera otro premio más de el sabor, gusto y deleitación que trai consigo cuando se obra, ésa bastaba para que los hombres la procuraran y tuvieran. Pues viéndose algunos prelados, por las causas dichas, inpedidos e inposibilitados para obrar y hacer lo que otros hacen, cuando tengan y hayan alcanzado su premio es fuerza quedar privados del gusto que consigo trai la hechura de la obra.
18. Quiero poner un exemplo. Están cenando un mozo y un viejo. El mozo, que tiene dientes, danle una gallina que la parta, la masque y coma. El viejo, por no tenerlos, danle la sustancia de otra gallina o la propia gallina picada, que no tenga necesidad de mascarla. Es llano que, cuando el viejo vea al mozo mascar y comer y paladear el manjar en la boca, se ha de mortificar viendo que él no puede hacer lo propio, no obstante que le den en sustancia la gallina que el otro come, porque se ve privado del gusto que mascando y paladeando el manjar se recibe. De esa misma manera, cuando los prelados, en su vejez o imposibilidad, no ayunen y hagan la penitencia que los otros, no obstante que les den el fructo de ella, son privados del gusto que reciben cuando la hacen y obran. Y esto tienen por mortificación y sentimiento particular porque, como digo, quisieran ellos ser los primeros en todas las obras y dificultades que en la comunidad se les ofreciera y ponerse delante con la penitencia y mortificación al que sin ella va descaminado.
Qué gran cosa es poner un tropiezo a ojos vistas al que pretende echar por caminos torcidos, y para estos tales es gran cosa el grito del prelado y piedra de la obra que tira a la oveja atrasada, etc.