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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [2] a EN QUE SE PREGUNTA LA CAUSA POR QUÉ VALIENDO EL TIEMPO Y LA VIDA TANTO, LOS JUSTOS LO PONEN CADA DÍA TAN AL TABLERO PARA LO PERDER CON PENITENCIAS Y RIGORES EXTRAORDINARIOS
1. Querría los que leyesen ese capítulo pasado, en que hemos tratado de cuánta estima es la vida del hombre y el tiempo que viven, atendiesen al fin por qué levanté esa plática. Que será Dios servido en este capítulo, o en el que viene, concluya con lo que he pretendido acerca de lo que iba tratando contra los que murmuran de algunos siervos de Dios porque comen, yendo con la barbaría de algunos locos que como sin juicio algunas veces han querido decir que Dios los libre de sanctos que comen, pues en verdad que si de ésos los libra que no sé yo si irán con los sanctos que no comen, porque ésta es compañía que nos da la mano y ayuda a llevar nuestras cargas.
2. Tornémonos a nuestro intento, que con esta pequeña dificultad dejaremos concluido este intento. Diránme: hermano, si es así que tanto vale la vida y es de tanta estima el tiempo, ¿qué es la causa por qué los sanctos y siervos de Dios [105v] hacen penitencias y vida de tal suerte que parece que ni lo uno ni lo otro lo estiman, según cada momento se ponen en ocasión de perder una y mill vidas que tuvieran? Y cuando absolutamente no la pierdan, por lo menos podríamos decir que perderán tiempo por venir, pues hacen con su penitencia y obras penales accelerar la muerte, y si habíen de vivir treita años, que no vivan seis. Paréceme a mí que quien estima la vida es el rico que se guarda de la muerte, se esconde del frío, tapa del aire, huye del sol y se previene para las enfermedades. Pero un pobre religioso que parece cada momento se hace encontradizo con la muerte y aun la llama y desafía, no dándosele una arvejab de vivir cuatro años más o seis menos, ¿cómo hemos de entender esto, según lo que arriba decimos que sólo el siervo de Dios es el que aprecia el tiempo en lo que es razón y justicia, y que el malo lo desperdicia?
Ojalá Dios me diera la gracia y sabiduría que se requiere para absolver y responder a esta cuestión. Digo que aunque el justo en un día pierda la vida de muchos años por amor de Dios, ése gana vida y tiempo, no sólo haciendo comparación de lo que él da a Dios por lo que de su misericordiosac mano recibe en retorno, sino respecto de la vida corta que vive y respecto de lo que gustó de perder por amor a Dios.
3. Volvámonos al exemplo que denantes pusimos de los bolos. Si por cada bolo que en buen juego derribo es concierto que me han de dar un ducado, ¿qué más me da derribar todos nueve bolos de una vez que de nueve boladas? Todo me parece que es uno, antes es mejor derribarlos de una vez porque se quitó de trabajo y ganó y cobró lo que por el juego pretendía. Pues consideremos que da Dios a un hombre 50 años de vida y por cada uno que bien derribare y viviere le dará tantos grados de gracia. Si se le ofrece ocasión buena de derribar todos esos 50 años de una vez porque lo hicieron mártir, o porque apretando la mano en penitencias se le abrevió la vida, o porque el amor de Dios que en él creció no le dio lugar [106r] a más dilación, y que, como quien de una vez hace el envite de todo el resto, lo quiso Dios y él, perdiendo la vida, le ganó a Dios la mano -en que denantes decíamos tenía en ella longura de días, según aquello que el Spíritu Sancto dice: In d dextera eius longitudo dierum 1-, ¿qué más tiene hacer un buen envite que envitillos de poca consideración? Y así no pierde este tal siervo de Dios el tiempo, pues su intento sólo es enplearlo y ponerlo en las manos de Dios, derribarlo para ganar, porque el dinero en el arca de nada sirve si no se enplea o se echa en renta. Cuando el justo, por las penitencias, pierde años y vida, hace enpleo de todo eso para que corriendo por cuenta de Dios de esos años le pague pecho e; que como Dios lo tiene tan bueno para con el hombre, el censo que en sus manos se pone se pone al revés de los que se dan acá en la tierra, porque acá damos ciento para perpetuar uno y para con Dios es al contrario, que le damos uno y nos perpetúa ciento, según aquello de san Matheo: Centuplum f accipietis 2, etc.
4. Digo g más: que perder la vida en tales ocasiones es ganarla, según aquello de san Juan: Qui odit animam suam in hoc mundo, in vitam aeternam custodit eam 3; el que aquí aborrece su vida en la otra vida la guarda, porque no es otra cosa sino un trasponerla y transplantarla en tierra buena donde esté segura y lleve buen fructo. David llama a la otra vida tierra derecha: Spiritus tuus bonus deducet me in terram rectam 4. A aquélla llamamos tierra derecha que lo que se siembra lleva sin torcer los fructos. Porque hay tierras que si en ellas sembramos trigo nacen hierbas y espinos y a buen librar deshacen y menoscaban la semilla, llevando h por trigo centeno o mijo. Pero otras hay que no sólo son tierras fieles i, volviendo a su amo lo que de su mano recibieron, pero son agradecidas, volviendo medida ya revertida y colmada. Así lo es la otra vida, donde los justos siembran y trasponen la suya, que plantando y dando vida mortal y llena de mill trabajos nace una vida inmortal y llena de mill bienes; aquí mill peligros y allí mill seguros. Hay sembrados que por estar orilla del camino tienen mill menoscabos de las bestias,
de los pasajeros; [106v] pero otros sembrados hay tan escondidos y retirados que no tienen un mínimo daño. Por eso llamó el sposo a su esposa güerto cerrado que guardaba su fructa para su dueño y esposo; y así, a su tiempo debido, ella lo convidó a que cogiese manzanas de su güerto y jardín 5, y aun por eso el glorioso san Pablo dijo que su vida la tenía abscondida en Cristo 6 Jesús j, que era buena guarda y meseguero de tal haza. Pero nuestra vida más se puede llamar vida común y de todos que no nuestra y particular de Cristo, porque la tenemos sembrada donde cualquiera que pasa puede llevarse un pedazo. Y si no, pregunto yo: ¿qué es el estarse un hombre en la plaza ocioso tres y cuatro horas, rondar las calles y pasear los campos? No es otra cosa sino andar buscando quién quiera llevar alquilada o de balde un pedazo de nuestra vida, y que de ella se aprovechen hasta las bestias, y de ella coman y consuman los perros de caza y juegos de entretenimiento. ¡Oh válame Dios! Si un hombre tuviese un jardín con rica fructa y viese que todos los que querían entraban a coger de ella, a destrozar los árbores y a echarle a sus bestias ramas, ¿es posible que le sufriríe el corazón ver tal cosa sin reñir la gente?
5. ¡Oh, quién pudiera lo que en esto siento infundirlo en muchas señoras de estado que todo el año se les va en recebir visitas o en pagarlas! ¿Es posible, si son señoras que tratan de oración, que no echen de ver que son ladrones que les hurtan el tiempo, desgajan su vida y lo dan al aire? ¿Cómo es posible tienen corazón para perder tal cosa y para ver tales hurtos por su casa? Si llegara una mujer y a otra que tenía una saya de brocado con unas tijeras le sacara un pedazo, ¿qué dijera? Mujer, ¿estás loca? Y más loca estuviera quien lo consintiera. Pues esto hacen todos los que nos ocupan y gastan el tiempo, que nos lo rompen y llevan a pedazos. Y nosotros, o no lo vemos, o no lo consideramos; y si lo vemos lo callamos, como si nuestra vida fuese vida tan baja como la de un borrico a quien no dejamos holgar un solo día porque no gaste la vida en balde, o como si fuese [107r] nuestra vida carne de perros para mantenimiento de grajos y de cuervos.
6. Estos son los daños que tiene nuestra vida en nuestras manos y sembrada en tierra tan miserable como la de acá abajo, que siendo vida que nace del mismo Dios que es fuente de todo lo que tiene vida, según aquello de san Juan: Quod factum est, in ipso vita erat 7; todo lo que en él y por él fue hecho es y tiene vida, y en saliendo de ahí y entrando en nuestras manos, se trueca y vuelve al uso de la tierra, que lleva abrojos y espinas. Y eso tiene la vida en nuestras manos: tantas miserias, trabajos y desabrimientos que no los acertaremos a contar. Es como el agua que por do quiera que pasa toma su sabor y la que en su fuente es dulce de allí apartada es salobre y amarga. ¿Quién duda que cuando
nuestra vida salió de las manos de Dios no salió hecha cielo, gloria y paraíso y bien semejante a la de los ángeles? Pero el hombre dio tan mala cuenta de lo que le habíen entregado que la trocó y cambió por la muerte, dándose tanta priesa al trueco que dice el Spíritu Sancto en [la Sabiduría]: Deus mortem non fecit. Impii manibus et verbis eam fecerunt 8; que pareciéndose se tardaba la muerte echaron muchos criados delante que la llamasen, que fueron palabras de la boca y señas de las manos con que la llamaron y daban priesa alargase el paso antes que se les pasase la vida. Que Dios libre dejó al hombre in manu consilii sui 9 y delante los ojos le puso lo bueno y lo malo, la muerte y la vida, según aquello del Eclesiástico: Apud hominem mors et vita, bonum et malum 10. Bien ciegos estuvieron, pues no supieron hacer diferencia entre cosas tan diferentes como era lo bueno y lo malo, la muerte y la vida, que para que no pretendiese ignorancia, llama las cosas por sus propios términos y se las pusieron bien desarrebozadas k y el rostro descubierto.
7. Cierto que yo no sé qué se vieron en lo malo ni de qué se agradaron de la muerte que quisiese el hombre hacer tan mal parentesco y casamiento, si no es que el agrado de la manzana y su hermosura les robó y hurtó la vista para que no la tuviesen para cosa que tanto les inportaba 11. Aun si fuera ahora, [107v] después de haber Dios muerto por el hombre y dejado la muerte tan suave, dulce y azucarada, vaya, que por muerte, que es pasadizo para ver a Dios, damos una vida de quebrantos y duelos llena; pero trocar vida dada de la mano de Dios por muerte que labró y fabricó el peccado, locura, desatino, ignorancia y ceguera.
Según esto, bien inferimos por última razón que el justo hace bien en trocar su vida por la muerte, pues en la vida está la muerte y en la muerte la vida, y pareciéndonos la pierde, la gana y trueca vida que es l sombra y pinctura por vida verdadera y viva.