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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [9] a DE OTRA PENA Y MARTIRIO QUE EN EL JUSTO CAUSAN LAS SPERANZAS DILATADAS DE LO QUE DESEA
1. Hemos dicho en este capítulo pasado cómo el justo, entre temor y confianza de cosas de la otra vida, pena. Hemos dicho algo del martirio que causa el temor. La confianza digo que tambiénb hace su labor y que si consuela y entretiene, entretiene con cosas imaginadas, pinctadas, abstraídas, hasta que se llegue la verdadera posesión y clara visión de lo que se aguarda. Y aguardar y esperar ver y gozar de Dios, que es el summo bien que se ama, ya se sabe cuánto puede afligir a un alma verdaderamente enamorada.
2. Vemos alc otro hijo de rey que si estando el reino en posesión de su padre, con ser su padre y que no lo puede obtener si no es por muerte y fin de la vida del tal padre, y con todo eso, esperando lo que aún no es suyo, muere, y lo que cuando lo posea no le ha de ser perpetuo ni durable y que cuando no d reine en fin es hijo de rey prosperado, entre quien de lo uno -digo- y de lo otro hay bien pequeña diferencia. Pues ¿qué será donde la hay tan grande entre los
males, cruces y trabajos que el justo posee en esta vida como los bienes que aguarda en la otra, los cuales spera sin daño de tercero, antes con grande gloria accidental de los bienaventurados que gozan de Dios? Y que cuando éstos la confianza que tiene en Dios se los haga ciertos, [160v] el aguardarlos y esperarlos es tormento terrible.
3. Están las ánimas en el purgatorio purgándose con crueles tormentos, y el que sienten y tienen por el mayor es la dilatación de los bienes que siempre esperan y aquella gloria que la gracia y misericordia de Dios la hizo suya. No siente Jacob los soles del verano, las heladas del invierno, las vigilias de la noche, porque así como decimos acá que un clavo e grande saca a otro pequeño, de esa misma suerte la pena y sentimiento que tenía de verse sin la compañía que deseaba le hace no sentir ni reparar en esotros trabajos, aunque no pequeños 1. No sentía la esposa el sol de mediodía, el privarse aquella hora del regalo y reposo que pudiera tener en su casa y mesa, sólo por dar un alcance a quien bien amaba, como ella dice y pide a su esposo que le diga do lo hallará al mediodía, y no da por razón otra sino ne vagari incipiam 2, porque no gaste yo tiempo vagueando de calle en calle. Bien diferente de lo que hoy se pretende y busca entre damas y galanes: que aquella estación es buena que ha de gastar y consumir tiempo que está lejos y es ocasionada al paseo y vagueación; pero si está cerca y hay tantico de sol y cosa que ha de causar pena o enfado, ésa no es buena y a ésa le damos de mano. La razón es porque no deseamos lo que buscamos, sino buscamos nuestros gustos y entretenimientos.
Pero la esposa, que deseaba a su esposo, tanta es la pena que recibe de verse sin él que el entretenimiento y vagueación y dilación de tiempo, ése es el que la tormenta, pero los soles del medio día, la falta de la comida y reposo de aquella hora no lo siente, porque la pena grande echa fuera la pequeña. Y si la esposa se queja de lo tostado del rostro que los soles en ella habíen causado, si se queja del haberla hecho guardaviñas, no debiera de haber sido tanto por el trabajo cuanto por haber gastado tiempo en absencia del que deseaba, pues al tiempo que acaba de formar esas quejas y decir que no guardó su viña guardando las ajenas, dice: Indica michi, quem diligit anima mea, ubi pascas, ubi cubes in meridie, ne vagari incipiam 3. Que fue decir: ¡Ah Señor, y qué diferente suerte me hubiera cabido si yo hubiera estado en vuestra presencia y donde vos estáis recostado, que en fin en vuestra presencia y compañía mi alma bien guardada estuviera y bien quitada de escusar lo moreno!
4. Tanbién digo que la esposa en esto que pide no desea le quiten las penas. Y digo que no es la f mayor que ella tiene g guardar viñas de sus hermanos. Que, si bien se advierte, mayores las [161r] pide, porque lo que aquí desea es saber dónde su esposo se h está apacentando y recostado a medio día. Y esta postura y estado es de Cristo en la
cena, donde empezaron saliendo de madre sus penas, dolores y trabajos y acabaron recostado en un madero. Y buscarlo allí un alma sancta que lo quiere y ama como a su esposo verdadero, bien se deja entender que no era para holgarse y entretenerse, sino para dolerse y acompañarle en aquellos dolores y trabajos.
Luego, según esto, el dolor que causa el sperar y aguardar aquello que se ama y se desea, grande es; y tanto que esotras penas y trabajos las derrite y deshace. Así como si un hombre, habiendo frío por la mañana i o por las grandes escarchas o continuas nieves, saliese después el sol tan recio que deshaciendo lo uno él por sí afligiese tanto que no dejase resollar. Grandemente aflige y ahoga, queman y abrasan los rayos de las speranzas, deshacen j y desbaratan esotras penas.
5. Y cuanto estas esperanzas son más largas, más de punto sube su pena, porque cuanto más desquiciada está una puerta tanto es más pesada; y cuanto una cosa está más apartada de su centro, tanto más parece que gime y llora.
¿Cuál es el centro de un alma sancta sino la posesión de Dios y la compañía de los bienaventurados? Pues cuanto más se tarda en ir allá y encajar su entendimiento en aquella visión beatífica y la voluntad en la fruición, es llano que tanto más se ha de quejar y afligir. ¿Quién le hizo llamar al cuerpo a David mazmorra, cárcel, calabozo, grillos y cadenas diciendo: Educ de custodia animam meam? 4 Sólo es hacerle aguardar en él, y que este cuerpo lo detenía para no gozar lo que deseaba. Si el cuerpo, que es cara compañía, amigo deleitable a los que con él tratan, se le vuelve k pena terrible, ¿qué será lo que de suyo no es sino pena? Será pena doblada la que se padece, junta con la speranza y dilación de aquello que se desea. Si el entretenimiento en un jardín de ricas flores y grandes entretenimientos da pena al que aguarda porque se teme no le hurten su corazón y deseo que sólo lo tiene puesto en su negocio principal, ¿qué sería si aguardase en un infierno o purgatorio? Ahí sería ello. ¿Qué hay en este mundo, aunque sea lo más apacible de él, que para el justo no sea infierno o cruel purgatorio, temiéndose estas cosas de acá fuera no le hurten su corazón y le diviertan sus esperanzas? Si a eso que siendo fiesta [161v] y se le torna infierno le arrimásemos lo que de suyo es tormento, pena y aflicción, ahí sería ello, esperar cercada una pena de mill penas y un trabajo acompañado con otros mill trabajos.
6. Y pues las speranzas nacen de un corazón enamorado, no es el peor verdugo y el l que menos atormenta en esta vida m el propio amor. ¿Por qué pensamos que lo pintan con grillos en los pies y venda en los ojos y arco en las manos? Yo pienso que porque hiere y atraviesa con saeta enarbolada el corazón, saca los ojos para no ver sino lo que el corazón desea y aprisiona los pies para que sólo dé pasos en orden
a lo que se ama. Y si no, miremos lo que hizo en Sansón, que le sacó los ojos y puso a moler en una atahona 5. Y si hubiéramos de poner exemplo en el amor de Cristo enclavado, nos lo mostrara en un madero con cinco mill y tantos azotes, coronado de espinas y sin tener hermosura en su rostro, antes llagado de pies a cabeza sin que en él se halle parte sana 6. Pues el amor que entra en el alma del justo de esta casta es y de esta librea y color viste, aprisionar tiene al corazón donde se halla llagado y sacarle los ojos para que tiniéndolos no los tenga para cosa alguna de este mundo más de para aguardar y desear, padecer y trabajar por este buen Dios que gusta que un justo mientras vive viva con penas y trabajos, muera con muerte dilatada y muerte que sea martirio, etc.