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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [10a DE OTRAS CONSIDERACIONES SEGÚN QUE LA VIDA DEL JUSTO SE PUEDE LLAMAR MUERTE Y MARTIRIO

 

  1.  No es pequeño argumento para probar las penas y martirio del verdadero religioso la afición, amor y buena voluntad que tiene a la muerte. No digo ahora a la que goza en su vida dilatada, sino a la que pone finiquito a sus trabajos y da remate y cabo a sus temores y cuidados. La muerte yo pienso que nadie la ha visto o juzgado con rostro y cara hermosa de suerte que ella por sí aficione y enamore. El Philósopho la llama [162r] la más terrible de todas las cosas terribles: Omnium [rerum] terribilium est mors 1. Sola su memoria dice el [Eclesiástico] que es amarga 2. Largo proceso fuera hacer ahora catálogob de las lástimas, desastres y penas que por el mundo tiene derramadas, los miedos y temores que causa en el alma, los disgustosc, trabajos y menoscabos que causa en el cuerpo trocándolo de criatura tan bella en cosa tan fea y abominable que el mayor amigo no puede sufrir ni llevar la compañía de una hora del cuerpo de su propio amigo.

  2.  Y con todo eso para el justo, respecto de sus primeros trabajos y de la muerte tan continua que consigo trai, la muerte es sabrosa, es dulce, suave y amorosa no sólo respecto de los bienes que en ella al justo se le entriegan, sino comparando ese mal de pena a los pasados. Claro se está que si la muerte es mal que se acaba y tiene fin, cuyo paso es un breve momento, que será mayor la propia muerte no muerta, sino muerte viva. ¿Quién duda sino que es menos mal y trabajo tomar una purga bebida que no mascar unas píldoras? Si el ir huyendo el sancto propheta Elías por espacio de un breve tiempo de la reina Jezabel


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y por no caer en manos de una mujer cruel, le parece la muerte hermosa: Et petivit animae suae ut moreretur 3, se puso a pedir a su vida que se juntase ya de buena gana con la muerte, que por mejores tenía sus manos que las d manos de la reina, ¿qué hemos de decir de un siervo de Dios que se ve junto y pegado tanto tiempo y tantos años con un cuerpo y una carne? Que si mucho siente Elías el mal que le puede hacer una reina tirana, más debe sentir el justo el que le hace y puede hacer a su espíritu cuando el alma cai en manos de su propia carne y queda a su mandar, porque el uno es mal del cuerpo y el otro del alma. De quien dijo Cristo que no temiésemos quien mata el cuerpo y no tiene licencia para destruir el alma 4. Luego si la carne es enemigo tan cruel que a costa de los jardines y viñas de las virtudes del spíritu hace sus fiestas y recreaciones, como Acab a costa de la viña de Nabot 5, a ella se ha de temer por tantas y más crueles muertes. ¡Cuántas veces el alma se ve en peligro de venir a su poder y manos!

  3Uno de los mayores encarecimientos que se pueden decir de la traición e de Judas fue lo que Cristo dice de él (Lucae 22, número 21); fue decir: Verumtamen ecce f manus tradentis me, mecum est in mensa. Que coma a una mesa y meta las manos en un plato quien ha de entregar al Hijo de Dios terrible cosa es y grande sentimiento es el que Cristo hace de ello. Pero mayor sentimiento tiene de que tú caigas y seas entregado por manos de tu propia carne y sensualidad [162v] en las manos de los demonios. Y digo que lo siente más Cristo cuanto más siente los peccados y ofensas que le hacen los hombres que sus propios tormentos. Según esto, no lo será pequeño para el justo considerar una vida tan larga como la que tiene en compañía de otro Judas, que es su propia carne, que come a su mesa, duerme en una cama y con un beso de paz pretende g entregarlo y quitarle vida, no la temporal, sino la eterna.

  4Rara cosa que no puede sufrir un marido a una mujer que no es de su condición dos horas, sino que ésas gasta en pedir a Dios lo saque de tal compañía, y aun las gasta esas dos horas apartado de ella en la plaza o en sus entretenimientos. Ni un padre no puede h sufrir a un hijo desobediente, ni i un dedo de la mano si por defecto de la naturaleza salió más largo o más corto, ni aun una brizna pequeña de carne o pescado que se os quedó entre los dientes la procuráis echar fuera porque no os deja mascar. ¿Cuál es la pena que debe dar compañía en casa del justo tan larga y prolija como su carne, peor que cuantas malas mujeres hay en el mundo? Porque un mal casado a tiempo los trai Dios: cuándo por una confesión bien hecha, cuándo por buenos terceros, cuándo por el tiempo de la vejez se suelen hacer amistades y quiere el uno lo que el otro quiere. Pero que el tiempo peor y más


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desabrido en casa del justo sea cuando están en paz los dos, carnej spíritu, y el mejor cuando están en guerra y que por grande k bien l saque de una confesión, de un sermón, de un buen tercero, brío y ánimo para reñir y estar mal con ella, no como con un mal hijo, que a ése echarlo de casa y no recebirlo, como hizo David con Absalón 6 y como el otro hace cuando limpia sus dientes, sino que ha de estar tan asida y trabada que el faltar y apartarse es morir. Terrible cosa y muerte grande vivir en tal compañía y venir a sus manos; descanso ­y alivio pedir, como otro Elías, animae suae ut moreretur 7, que se muera y acabe.

  5.  Es imaginación querer ahora resolver por otra parte los males de pena de que el justo goza en este mundo, para que en su comparación [163r] saquemos la muerte por descanso. Basta saber de m ellos aquello que de sí y de sus compañeros dice san Pablo (1 Corin., 4): Nos autem tamquam purgamenta huius mundi facti sumus 8. Purgamenta, dice san Theodoreto 9, es aquello que cuando los labradores podan los árboles hallan que cortar de ellos: lo seco, lo inútil, lo sin fructo, lo que halla sólo para la lumbre bueno. Así los juzgaban a los sanctos y en eso son tenidos los buenos por gente sin provecho, por secos, inútiles, sin fructo y sólo buenos para sus murmuraciones, para perseguillos y hacer con ellos sus fiestas y entretenimientos, como hacían los tiranos de Roma cuando echaban a las bestias en sus tropheos a los sanctos mártires. Pero añadamos a las palabras del sancto n, para consuelo del justo, que si es rama cortada y sin fructo de o el árbor copado de este mundo, allá se lleva a trasplantar a aquellos celestiales y divinos jardines de la gloria donde el fructo siempre dura, y si aquí muertos, -como dice san Pablo ad Colossenses, 3: Mortui enim estis, sed vita vestra abscondita est in Christo 10-, si muertos en esta vida, siempre vivos en la otra, porque la virtud y la vida, aunque así cortados y destroncados del mundo, escondida la tienen en Cristo, que en lo secreto y escondido de su alma se la guarda.

  6.  Donde me parece queda bien encarecido lo que un justo hace en la vida y en vivir es en aquellas palabras que san Pablo dice scribiendo a los romanos: que desea ser anathema por sus hermanos11. Las cuales palabras las splican san Crisóstomo 12, san Ambrosio 13 y san Jerónimo 14 de los bienes eternos, quiriéndose privar de ellos por sus hermanos, enpleando su vida en vivir en la tierra y en absencia de lo que tanto


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deseaba por aprovechar y ganar almas para Dios. Que en rigor será tanto como decir: deseo, Señor mío, vivir porque mis hermanos vivan; deseo por algún tiempo vivir sin gozar de vuestros eternos e inmensos gozos, porque vivan en ellos mis hermanos; quiero vivir sin vos (en el sentido dicho) porque vivan en vos mis hermanos; quiero vivir sin vuestra gloria porque mis hermanos vivan en vuestra gracia. Fue decir: mucho es, Señor, ofrecer por quien de veras se ama la vida en una muerte, pero yo quiero ofrecer muchas vidas en muchas muertes; quiero ofrecer vivir muriendo por mis hermanos. Que ofrecer la vida en la muerte mucho es, pero es un mucho que se trueca y conmuta por otro más, respeto de que parece juega ahí un justo a daca y toma de la vida en la muerte y danle por muerte vida, y por vida que fenece y acaba danle vida eterna que para siempre permanece.

 

 

[163v]   




a  ms. 62



1 ARISTÓTELES, Ethica Nicomachea, III,6: "Mors autem maxime omnium rerum est horribilis, quippe cum terminus sit" (vetusta translatio). STO. TOMÁS (Sum.Th., 2-2 q.69 a.2) cita así: "Omnium temporalium maxime terribile est mors".



2 Cf. Eclo 41,1.



b sigue s tach.



c sigue y tach.



3 1 Re 19,4.



d  sigue de la tach.



4 Cf. Mt 10,28.



5 Cf. 1 Re 21,1-3.



e de la traición rep.



f sobre lín.



g corr. de pretenden; sigue d tach.



h sigue d tach.



i sigue uni tach.



j  sigue es tach.



k sobre lín., en lín. amava tach.



l sigue que uno puede sacar tach.



6 Cf. 2 Sam 13,30-39.



7 1 Re 19,4.



m corr. de que



8 1 Cor 4,13.



9 Teodoreto de Ciro lo interpreta más bien así: "Nihil, inquit, differimus ab iis quae in domibus tanquam superflua adjiciuntur, vel oleribus, vel putaminibus, vel aliis ejusmodi: ita nos viles et abjectos plerique existimarunt" (In Epistolas S. Pauli, 1 ad Cor 4,13: MG 82,258).



n sigue que si tach.



o corr. de ese



10  Col 3,3.



11  Cf. Rom 9,3.



12  Cf., entre otros lugares, In Epist. Ad Romanos homil., 16,1 (MG 60,549-550); In Matheum homil., 17,3 (MG 57,258); De laudibus sancti Pauli, hom. 1 y 2 (MG 50,477-478, 481).



13  Com. in Epist. Ad Romanos, 9 (ML 17,137).



14  Expositio in Epist. Ad Romanos, 9 (ML 30,713).






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