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IX. CORRELACION ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO
1. El alma y el cuerpo se necesitan
recíprocamente
Sea Dios glorificado1. Estos
treitaa y cinco pliegos últimos scribí en Madrid en algunos ratos de
ocho días. Y no sé si fue tentación dejarlo por entonces que con tanta
facilidad Dios daba lo que ahí se scribió; y ahora yo me veo con los ejercicios
esteriores de esta semana sancta y de estas pachuas2 tan otro en el
cuerpo y en el alma, que tengo necesidad de scribirlo aquí. Porque, si lo que
ahora dijere parecieren ser mayores disparates, entiendan y conozcan la causa:
el cuerpo está y ha estado con calentura y catarro, y la cabeza tan
descompuesta que, a mi parecer, aunque a cántaros le echaran el agua, nada
cogiera; y con eso el alma ha quedado... De un exemplo se sacará cómo.
Está la
tierra harta de agua que parece doquiera hay fuentes y charcosb. Vuelve
el tiempo de repente; viene un aire cierzo y helólo todo, de suerte que las
fuentes no corren ni del agua no se goza. Verdad es que el agua allí se está y
las fuentes se son las propias, pero el tiempo trocó el aprovechamiento de
ellas. Volverá buen
tiempo, saldrá el sol y deshelarse han, y volverá todo a su curso.
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Y porque a mí no me cuadra todo lo que se
infiere de este exemplo, pongamos la aplicación a un alma sancta, a quien Dios
la había enllenado de su celestial lluvia, [176v] y toda ella estaba llena de
fuentes y divinos manantiales: en el entendimiento, consideraciones; en la
voluntad, ardores; y en la memoria, acuerdos. Y así, casi sin querer y sin
fuerza, está distilando de aquella agua que le dan, o para hablar o para
scribir o para pensar. Ofrécesele un camino de repente que lec causa
alguna indispusición corporal. Con ese dolor y achaques queda end el
alma como helado todo lo que en ella había, de suerte que las fuentes no corren
y del agua no se goza. Será Dios servido torne el tiempo, salga el sol y
deshiele, de suerte que las fuentes y cosas se vuelvan a su ser.
Aquí
parece que toco la necesidad que el alma tiene del cuerpo y de su commodidad
para sus sanctos ejercicios; digo que es así y que es grandíssima y muy
necesaria. De donde hallo el acertado dicho que dicen, tratando del spíritu de
la sancta madre Theresa de Jesús, que dicen así: Esta sancta mujer nunca perdió
el spíritu, porque siempre tuvo notable y particular recogimiento; y si
caminaba, era en un carro tapado; en los mesones se entraba en su aposento, y
llevaba su campanilla para llamar o pedir lo que había menester3. Esto
era una cosa sanctíssima y grande discreción, que en fin, el alma y cuerpo son
hermanos y, siéndolo buenos, ellos se ayudan y deben ayudar entre sí.
Y pues el cuerpo ayuda al alma, cuando de
alguna culpa está enferma, con azotes, penitencias, abstinencias, etc., razón
es que, si el cuerpo enferma, el alma le ayude hasta que sane: si fuere
necesario, divertirse, holgarse y entretenerse. Y en este tiempo no se puede
tratar de espíritu; y si siempre se ha de tratar, hase siempre de procurar que
el cuerpo esté bueno, que no tenga necesidad del regalo y divirtimiento del
alma. Que aunque es verdad que el siervo de Dios no se ocupa acerca de muchas
cosas porque una le basta, ese uno, si el cuerpo por estar enfermo o cansado no
lo puede ministrar, hale de ayudar el alma, su hermana; y en ese tiempo le ha
de ser necesario abstenerse de su manjar ordinario, lo cual ha de ser causa de
la helada que arriba digo. Que es lo que dijo Davide: Aruit cor meum,
quia oblitus sum comedere panem meum4; abstúveme de mi comida ordinaria
y secóse mi corazón. Y quizá fue la causa de este olvido los trabajos,
persecuciones y huidas que el sancto rey traía, en que tenía necesidad [177r]
de mirar por la vida del cuerpo; y estos y otros trabajos quizá no le dejaban
tener tanto recogimiento como él quisiera. Por donde, siendo así estorbado de
esta ordinaria comida que él acostumbraba, vino a sentir algunas securas en el
corazón y falta de jugo para sus ordinarias consideraciones.
Y más que, aunque
hemos dicho que de dos maneras hace Dios mercedes a un alma y se le da a
conocer: unas veces, por vías ordinarias,
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comunicándose
al entendimiento por medio de los sentidos, como dice san Pablo, ut per ea quae
facta sunt intelecta conspciuntur5, y del entendimiento a la voluntad;
otras veces, por puerta secreta y estraordinaria, como denantes dijimos, sin
darle parte a los sentidos. Pero paréceme a mí que, comoquiera que se
comunique, es necesario razonable disposición en el cuerpo porque, como los
hombres somos tan sensibles, aunque el alma esté llena de esos dones, si el
cuerpo padece con alguna vehemencia de dolor eso, es cierto que los ojos
interiores se divierten de aquello que miraba y vienen a atender a estotra
necesidad sensitiva, que le es tan natural; y divertidos estos ojos, aunque
aquella alma esté cuan rica quisiere, le parece estar muy pobre, porque no ve
por entonces sino aquella miseria que está padeciendo.
Como sálese un hombre a un prado
lleno de flores; y estándolas mirando y contemplando, sale un alacrán y pícale.
Queda con tanto dolor que, aunque está en el mismo prado, le parece que ni ve
ni entiende ni considera, porque la fuerza de el dolor le llevó los ojos aunque
la picadura no fuese en ellos. Así digo yo que el cansancio y dolor del cuerpo
distraen las consideraciones interiores y el recogimiento interior del alma; y
que es bien que, pues estas consideraciones interiores son un licor tan
delicado que Dios pone en el alma, que procuremos que los cuerpos estén
quietos, recogidos y algo acommodados.
Diferencia hay de traer un azadón en
la mano o una copa de vino. Que para el azadón o para cavar, comoquiera que
esté dispuesto el cuerpo, basta; pero para tener un vaso de vino en la mano sin
que se vierta, es necesario que el cuerpo esté quieto, porque aun hasta las
pulsaciones del pulso pueden ser causa para que se vierta. De esa manera, digo
yo que para la vida activa, comoquiera que estéis y con cualquier dispusición
que os halléis, [177v] os podréis exercitar en ella; pero para la
contemplativa, que es donde Dios da a beber de su vino, es necesario la
quietud, porque puede estorbarla cualesquier pulsaciones o movimientos, aunque
sean naturales. Que por eso siempre que el Spíritu Sancto trata de esto, trata
de soledad y recogimiento.
2. La vida contemplativa merma las
energías del cuerpo
¡Oh buen Dios mío de mi alma, y
cuánta verdad tiene esto! De donde no podré dejar de decir aquí una cosa. Quizá
levantaré algo con que me consuele, por ver que soy yo de estos que están tan
llenos de dolor, trabajo, distraimiento, sin saber cuál es mi celda ocho o
nueve años ha.
Por esto que arriba dejo ahora
dicho, vengo a entender las dos maneras de vidas que arriba digo me dieron a
escoger a la salida de Roma, en que entendí: si me quedara, quedaba con una
vida clara, apacible, sosegada, llena de honra y gloria, que en sí abrazaba
estimación
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grandíssima de los hombres y en mí pacificación y recogimiento
interior, pero que la vida había de ser corta (quizá le hallaremos ahora la
explicación); y que, si me venía, habíe de ser vida llena de tinieblas y
larga6.
Llano es
que, si yo me quedaba en Roma, en la vida que tenía metido en una celda como
hombre y fraile particular, que quedando así el cuerpo acommodado, que el alma
habíe de gozar de lo que deseaba sin tener quien le divirtiese; y que a Dios le
era muy posible, por quien él era, dar algunos bienes al alma, que
revertiéndose por algunas partes, los que los viesen estimasen y tuviesen en
mucho aquél por quien Dios aquello quería communicar. Que en esto de honrar
aquellos por quien Dios hace algo, los hombres son muy ciegos; que como ven el
que los distribuye y no ven al que los da, muchas veces no dan la honra y
gloria a cuya es, como hacían los athenienses con san Pablo y san
Bernabéf, a quien los quisieron adorar por dioses7.
Y me parece a mí claro que, si yo me
quedara en Roma, según tenía entonces el deseo de apartarme de todo lo de acá,
que pudiera ser que mi alma gozara algo de eso mediante lo cual en lo de
adentro ella tuviera gloria y en lo de afuera honra; que en esto no me atrevo a
decir más, porque como acá he sido tan malo, pudiera también allá haberlo sido
y perdido allá todo eso.
Y en lo que toca a ser aquella vida
corta, parece había de ser al revés. Que, pues el alma estaba sosegada y el
cuerpo quieto y con aquellas commodidades, parece habíe de ser la vida larga; y
acá, que había de tener tantos trabajos, había de ser la vida corta.
¡Oh buen Dios y eterna sabiduría, y
cómo lo que unas veces [178r] enseñas, lo declaras cuando quieres! Que aquí
movíamos otra cuestión: la causa que Dios no enseña y declara todo junto, sino
que unas veces, como digo, enseña como a sus discípulos, y después les dice a
la partida que, después dél ido, les enviará el Spíritu Sancto, que les enseñe
y declare todas las cosas que él les ha dicho8. Podrá ser que en otro
intento esto nos lo declare Dios, la causa por qué usa de estos dos tiempos,
uno para enseñar y otro para declarar.
Ahora digo que me parece que la
razón por qué en aquella vida, así quieta y llena de commodidades, sería corta
y estotra larga, [es que] aquella habíe de ser de oración y contemplación
(según Dios, me parece, disponía, no conforme yo merecía) y de apartarme de
todas las cosas de la tierra ocupándome en amar a Dios, que así lo tenía yo
obligación (Su Majestad sabe lo que yo hiciera). Pues esta vida contemplativa,
si es de veras, ella es una lima sorda para el cuerpo, porque como lo que en
ella principalmente se intenta es conservar y aumentar el fuego del spíritu,
sólo se ocupa en cebarlo con sus sanctas consideraciones,
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en las
cuales, como un hombre [que] está absorto, hace tener a raya al cuerpo; y como
el alma se le ha alejado tanto, cuando el cuerpo esté para dar voces y
comunicarle sus necesidades, no las oye ni repara en ellas; y aun el cuerpo,
con las sobras y migajas que se cain de aquella mesa que Dios tiene puesta al
alma, queda tan enbriagado que es muy ordinario alcanzarle tan grande parte que
ni se acuerde de comer ni de beber ni de dormir, porque suele el alma llevar
tanta fuerza que se suele llevar los criados consigo, que son los sentidos y
las demás partes del cuerpo, que suelen tener sus necesidades y menesteres.
Estos, como ven al alma ocupada en una visita tan grave, muéveles muchas cosas
a callar: lo primero, que por entonces no son libres, que la fuerza del alma
los prendió y llevó consigo a otra tierra (do están así elevados) donde no se
come ni se ve; y así, los ojos no piden ver ni el estómago comer. Y creo a esto
llamamos una suspensión que tienen los siervos de Dios en el calor natural,
para que lo poco o mucho que está en el estómago no lo gaste ni pida otra cosa
de nuevo. Que éste creo es ya un rasguño de lo del cielo donde, aunque estarán
los cuerpos, no tendrán necesidad de comer.
Otras razones hay por donde por
aquel tiempo estos sentidos están a raya, así ocupada el alma: [178v] que es un
sancto temor con que el alma los tiene amedrantados; que saben les da
grandíssimo castigo porque en semejantes ocasiones se le descomiden. Y también
están aguardando por momentos: ¿dispertará el alma y se dolerá de ellos
dándoles lo necesario? También, según aquello del Spíritu Sancto: ne
suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam, donec ipsa velit9, no se
atreven a ir contra el gusto de Dios, que les ha mandado que no dispierten a su
esposa hasta que, dando él licencia, ella quiera.
Ahora pues, mientras el alma en esta
mercaduría hace mayores enpleos, el cuerpo padece mayores trabajos. Y como
estos trabajos son sordos, inadvertidos y poco considerados porque, como digo,
la mayor consideración no es cómo se ha de aumentar el calor natural sino el
sobrenatural del amor de Dios, vanse acabando las fuerzas a este hombrecillo
esterior; a quien, sacándolo de su paso y su calor, sacándolo de su esfera,
aunque lo mejoren puniéndolo y mezclándolo con el fuego sobrenatural,
claramente se va perdiendo y se van consumiendo las dispusiciones que ligan el
alma con el cuerpo; y viene a quedar tan sin fuerzas que, aunque le den las
sustancias que quisieren, no lo pueden volver en sí.
3. Explicación
de lo mismo a base de ejemplos
Un
exemplo podría traer aquí que me contaron del P. M. Medina, provincial que
murió de los padres calzados de la Santíssima Trinidad10.
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El era hombre de grande abstinencia. Diole una
enfermedad, y dio en decir que él curaba sus enfermedades con no comer.
Estúvose tantos días sin comer que le faltaron las fuerzas para la cura; y el
cuerpo ya tan remiso que, cuando quiso comer, no pudo ni el estómago abrazarlo.
Como un pellejo, que puede haber tantos días que no se le echa vino que, de
arrugado, después no se le pueda echar.
Pues lo propio digo yo de esta alma de
quien vamos tratando. Ella dice que cura sus enfermedades con no comer, con
abstinencia del cuerpo. Estáse tantos días con esta abstinencia que, cuando
vuelve en sí y quiere en el cuerpo echar algo, ya no está para ello, y escoge
el morir.
Pues dirán: Hermano, esta alma ¿no
hace mal en no acudir a estas necesidades del cuerpo? Digo que no, porque no es
más en su mano; porque como la fuerza, [179r] que la llevó a su Dios, le hace
que ése sea su intento principal, antes viendo que una de las cosas que más la
ayudan a esa elevación y recogimiento es el estar más delgado y espiritualizado
el cuerpo, muchas veces, sin pensar que hacen mal, lo mortifican demasiado y le
hacen abstenerse de lo que en realidad de verdad tiene necesidad.
Yo pondré un exemplo.
Hay unos hombres tan
coléricos en el caminar que, por no detenerse un rato, no quieren dar cebada a
la cabalgadura que llevan; lo cual suele ser causa que la pobre cabalgadura, de
cansada y muerta de hambre, deje al caminante en medio el camino haciendo
jornada antes de tiempo. Lo propio digo yo: que hay algunas almas tan
codiciosas en el camino de la perfeción que, por no pararse un rato (al
parecer), no dan cebada ni comida al pobre cuerpo; lo cual suele ser causa que
el cuerpo deje al alma a la mitad de la jornada de la vida; y así, estos tales
mueren antes.
Yo confieso que un día y muchos en
Roma me venían algunas ansias de apartarme de todo aquello que en sí no fuese
Dios; que cuando iba a comer, me daba pena y dentro de mí decía: ¿Qué es esto,
Señor? ¿Para qué quiero yo comer? ¿Para qué quiero beber ni dormir? ¿No será
mejor estarte amando siempre? ¡Oh miserables cuerpos, que nos habéis de
detener y estorbar! ¡Cuánto mejor sería, Señor, el rato que se ha de dormir que
nos estuviésemos juntos entramos a dos! De donde hallo que el decirlo y el
desearlo era bueno, pero el hacerlo y desearlo hacer me parece debieran de ser
pensamientos desordenados, puesto caso que, para que el cuerpo viva en compañía
del alma, ha menester comer y dormir; y como dijo el otro, por comer y dar
cebada no se pierde jornada. Pues Dios quiso que caminásemos en estos cuerpos,
los cuales, en subiéndolos de las tejas arriba, ellos quedan a diente. Bien
pueden ellos estar suspensos, pero en realidad de verdad aquello en que se
ocupa el alma no es de su manjar.
Así he
oído yo decir a algunas personas que tratan de oración que tienen la cabeza
desconpuesta, el cuerpo caído y relajado; y cuentan muchos trabajos corporales.
En realidad de verdad diré lo que es esto, sin que en las tales me parezca
inperfección, porque parece tiene un
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colorg
de [179v] inperfecciónh. A cuantos entran y salen todo se les va en
decir: ¡Ay cabeza!, ¡estoy perdida!, no tengo güeso que no me duela, etc.
Por este exemplo entenderemos
entramas cosas: la una, el estari así la persona descompuesta, y [la
otra], el quejarse a los de fuera. Consideremos que una señora va a hacer una
visita. Mientras ella allá dentroj, los criados acá fuera (que creo ya
he dicho este exemplo) quedan desconpuestos y desperdiciados. Si acaso se tarda
de salir de la visita, todo se les va a los criados en murmurar acá fuera del
mal tratamiento que les hace la tal persona, la hambre que padecen; y que está
tan enbebecida con aquella amistad que ni se acuerda si los criados comen o si
andan vestidos, holgándose si topan algún amigo que los convide a merendar.
Esto es cierto, que pienso debe Dios
de tener algún asimiento con el alma algunas veces, que todo lo de acá fuera,
mientras dura aquella visita, quede descompuesto. Y como el asimiento
durak y la visita se tarda, con todas las personas que se topa se queja
y trata de su cabeza y de el dolor de sus güesos; y se huelgan de que las digan
que coman y se regalen. Y lo
hacen porque con aquella suspensión que tienen ni reparan en comer, porque el
alma, allá dentro más inclinada, no les dice ni manda nada, sino que se
muestran tan sin querer y voluntad que, si no se lo dice alguienl que
coma y beba, no lo hacen.
Pues, con esto el pobre cuerpo y que
este amo que así lo trata y tanto se olvida dél, llega tiempo que dice el
cuerpo al alma que busque quien la sirva, que élm quiere dejarla y
volverse a su tierra de do fue formado. Y aun suele, estando el alma allá
dentro sin desasirse de su visita, írsele los criados para no volver más. Y
esto debe de suceder al alma que íntimamente ama a Dios: que puede llegar a tan
vehemente grado de unión que quede muerta -que esto es írsele los criados para
no volver más- y sin sentir ni pensar, quedarse en la visita el alma que estaba
haciendo por las eternidades de Dios; que es lo que dijo Cristo de María: Meliorem
partem elegit sibi Maria, que non [180r] auferetur ab ea in eternum11.
4. Dos modos de desatender al cuerpo
Pues diránmen: Hermano, aquí
se ha visto o conocido por lectura haber habido algunas almas que en un altíssimo
grado de perfeción han vivido y muchos años sin ningún regalo del cuerpo;
antes, como se lee de sancta Catalina, se le pasaba una cuaresma sin
comer12; y
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otra sancta Catarina de Génova, muchos días sin comer ni
beber13; y vivieron algunos años.
A esto respondo que me parece hay dos
maneras de elevar y levantar (en la manera que puede) el cuerpo suspendiéndole
de la actual atención, con que el alma obra y hace cualquier manera de cosas
que haga, particularmente las tocantes al cuerpo (no sé si esto tengo de saber
decir o si tengo de decir algo): una manerao, lo elevan y levantan con
continuación; y otras veces, con discontinuación.
Cuando lo elevan con continuación es
cuando el alma, elevada y levantada a particular unión y enbebecimiento en Dios
y en consideraciones divinas, ha recebido tan particular merced de Dios que,
sin desasirla de este bien, siempre le van creciendo sus deseos con una
particular continuación, sin desasirla un momento de esta unión; que como ha
sido fuerte, al levantarse el alma a aquel bien levantó tanbién el cuerpo. Y
con la continuación que tiene el alma en aquel bien, con esa propia el cuerpo
está levantado, sin sentir sus necesidades. Y como al alma le falta casi
totalmente la atención a las necesidades del cuerpo, no las echa menos; y
aunque el cuerpo se enflaquece y debilita, vive; y como no le ven comer, viven
con particular asombro los que lo ven. Y pienso es esto verdad de tal manera
que, si aquella unión los dejase en un puncto que ellos solo se sintiesen en
sus fuerzas naturales, luego de repente cairían muertos, porque la vida que
hasta allí han tenido es más vida milagrosa que natural. Como si vos os
pasásedes a otra casa y se dejasen la propia sin vivir en ella, a cabo de
algunos años ya no estaría para vivir en ella si os quisiésedes tornar a ella.
Desta manera aquellas tales almas han salido de sí; que si de repente tornasen
a sí a cabo de algunos años, no se podrían sustentar ni tener en sí.
Estas tales almas [180v], que con
esta continuación así son elevadas, vienen de tal manera a perder el sueño y el
comer que la vida, que es divina en el alma, viene también a ser celestial en
el cuerpo; y pasárseles muchos días que no está el cuerpo para admitir manjar
y, si se lo dan, lo vomitan porque, como el calor está suspenso, no puede
abrazar aquella comida.
Estas tales personas me parece a mí
sería harto que viviesen cinco o seis años. Ahora, ¿cómo se puede saber eso? Digo que poco más o
menos ya se sabe los años que vive un árbor planctado en la tierra; y cortado
encima de la tierra vive menos; y menos, sipultado en ella; y creo que menos en
el agua y menos en el fuego. Lo
propio digo yo, que este cuerpo, así cortado de su vida y curso natural y
llevado o elevado a otra región, que es a aquella que goza el alma, en la forma
que el cuerpo puede gozar de ella, vivirá mucho menos. Y ya digo, de éstos
debe de haber muy pocos; y de éstos pienso que fue aquella sancta
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que dije
denantes llamaban sancta Catalina de Génova, la cual desdep el punto
que fue elevada, sin cesación de aquella elevación, siempre estuvo tan olvidada
del cuerpo que, si por algunas rehendijas se le representaban sus necesidades,
era grandíssimo su desconsuelo y, sin ser señora de sí para lo poder remediar,
se volaba al cielo con sus sanctas consideraciones por la semana entera, sin
acordarse de dar a comer o dormir al cuerpo. Y estas tales personas, si Dios no
pone otro milagro dilatado, no sé yo cómo se puedan vivir muchos días.
Hay otras personas que alcanzan ese
bien con alguna discontinuación. Y el rato que cesa aquella elevación, queda el
calor natural muy en su puncto, y quedan tan hambrientos que es necesario
darles una cesta de panecillos para satisfacer. Y en éstos la vida es más
larga, porque acuden al alma a ratos y a ratos al cuerpo, y le suelen dar una
semana de sueño y desahogo con que [181r] vuelven otro mes a sus penitencias.
5. La vida contemplativa mezclada con la
activa
También he visto otros hombres que,
junto con ser sanctos, comen muy bien y duermen muy bien, y están dispuestos
siempre para cualquier ejercicio spiritual y corporal, y tienen fuerzas para
todo. Y pienso yo la causa de esto es que la vidaq contemplativa la
tienen muy mezclada con la activa; y de ordinario buscan éstos a Dios en
exercicios muy visibles y sensibles, como en tener gran charidad con los
pobres, trabajar en exercicios y ocupaciones de manos y de obediencia, en cosas
que el cuerpo anda muy entero y dispierto y necesitado de que le den con
cuidado lo que ha menester, que si no se lo diesen se mancaría en sus
exercicios. Así como el que acude a la contemplación con menos mezcla de estos
exercicios ha menester abstinencia, estotro, que acude a lo activo con menos
mezcla de contemplativo, ha menester más comida y más sueño. Y aun es muy
ordinario a los que desto no saben, como los ven comer y durmir, notarles su
sanctidad y cuando oyen decir que son sanctos, responden: no sé, bien come,
bien duerme, etc.
Llano es
que tiene más necesidad de comer el que camina a pie que el que camina a
caballo, porque digiere más y el cuerpo que trabaja más ha menester algún más
regalo. De aquí es que el que camina a pie no es obligado a ayunar, y el que a
caballo sí. De esta
manera, el que es ocupado acerca de lo activo y en ello busca a Dios, como
camina a pie y con tanto trabajo del cuerpo, no es obligado a guardar la
abstinencia del contemplativo, que con su elevación lleva en este camino
levantados r los pies del suelo.
Y así estos tales, que como digo
acuden a las necesidades del cuerpo porque le han menester más por serles
también un instrumento muy principal para su obra, tienen [en] aquellos
ejercicios en que se ocupan más atención a sus necesidades; y considerando que,
faltándoles las
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fuerzas corporales han ellos de faltar, estos tales,
así acudiendo al remedio y necesidades del cuerpo, naturalmente tienen más
fuerzas que los otros. Y viven más por esa parte, no obstante que, por otras
partes, tienen otros muchos desaguaderos por do se les pueda quebrar la salud;
que, como tienen fuerzas esteriores y ánimo interior, como el interior crece
más sin medida que las fuerzas [181v] exteriores, al cabo las viene a alcanzar
de cuenta y a hacer obras sobre ellas en penitencias y en otros trabajos
esteriores. Y aunque comen bien, como es gente mortificada y sólo en aquel
comer tienen por fin el remediar aquella necesidad corporal, no reparan en la
cualidad de los manjares, que sean hierbas o cosas de poca consideración que no
pueden causar ni poner buenos humores. Pero, como no son en demasía y con el
trabajo se gastan, aunque no tales los humoress, viven por esa parte
con menos peligro de enfermedad. También en el mal tratamiento del cuerpo, como el andar descalzos,
en el ponerse cilicios, en el templar el gusto de lo que entienden les ha de
saber bien con cosas contrarias o con ceniza o tierra, o a lo caliente
echándole agua, a lo dulce avinagrándolo, suele causar destemplanza. Porque
ellos, como son siervos de Dios, en todo buscan sus ganancias y quieren como
buenos algimistas afinar tanto la tierra y cosas bajas que les hacen dar oro y
plata, con que se enriquecen en cualquier cosa que ponen mano; y por ahí es muy
ordinario tener algunos desaguaderos de su salud. Pero, lo que es lo natural,
comiendo, bebiendo y durmiendo más que los varones contemplativos, viven más.
6. La vida activa, más conforme a nuestro
natural
Y también la vida contemplativa es
menos conforme [a] nuestro natural y se pega más [sic]. Más vive el negro en su
tierra que cuando lo train acá, que se hielan y es muy ordinario el morirse. Así, los hombres
somos de tierra y terrenos. Más vivimos ocupados en estas cosas a que más nos
inclina nuestro natural y más conformes a tierra, como son los exercicios
corporales, que no cuando nos sacan de ellos y nos ponen en otra vida, otra
tierra, que es más cielo y vida de ángeles que no de hombres. Y somos como los
negros que, cuando estamos en estas cosas corporales ocupados, gozamos más del
calor que ha de conservar esta vida terrestre y la salud del cuerpo, pero, en
sacándolos a otra vida, que aunque en ella alumbra más el sol de justicia,
calienta menos lo corporal y visible, y así va perdiendo las fuerzas, que tan
de suyo las conservan estas cosas visibles y corporales, y da cinco de corto,
no obstante que en esa vida da quince de largo [182r] el alma.
Llana cosa es que es sustento más conforme
[a] nuestro natural la miel con pan que no la miel a solas. Así, digo yo que
buscar a Dios en estos exercicios corporales y activos es más conforme al
natural del
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hombre que no buscarlo a solas en la contemplación.
Que por eso a los que tratan de esta vida, dicen que se elevan y levantan sobre
sí; pues en verdad que tanto se puede levantar el alma, y tan bajo quedar el
cuerpo, que acabe con todo.
Y con esto he dicho lo que se me alcanza
acerca de aquello porque se levantó: que si quedara en Roma, quiriendo Dios por
sola su misericordia hacerme algunas mercedes más acommodadas al alma y
abstraídas del cuerpo, mi vida fuera de más respecto y más corta.
7. La vida
de trabajos, más agradable a Dios
Lo
segundo, que si venía, mi vida sería más llena de tinieblas y más larga y más
conforme al gusto de Dios; no porque a mí se me manifestase ese gusto de Dios,
que, si eso yo lo entendiera o conociera claro, claramente me quitara las
tinieblas conociendo este gusto y voluntad, sino que en realidad de verdad me
dejaron libre para que escogiese lo que quisiese, no obstante que, para
cualquiera de las dos cosas que escogiera, tenía necesidad de grande ausilio y
favor de Dios. Pero digo que esto era muy más conforme al gusto de Dios, por
conocer en la obra mayores enpleos de los que desean hacer algo por este buen
Señor. Era de menos
gusto para el hombre, por ser más llena de trabajos. Porque, aunque es verdad
que hemos dicho que la vida contemplativa es menos conforme a nuestro natural
que la vida de los trabajos y que más amamos lo natural que no lo sobrenatural,
pero esto no es en el escoger sino en el exercicio. Llano es que, si fuesen a
un seglar y le dijesen: Venid acá, escogé, ¿cuál queréis más, arrobaros por dos
horas o trabajar dos otras en azotaros y dar de comer a pobres?, llano es que
en la elección escogeríen el arrobarse; pero en cuanto alt exercicio
actual escogeríen los trabajos, que le son más naturales. Y así, mirando los
trabajos dende fuera y escogerlos en conpetencia de esotra vida que no los
trai, no hay dudar sino que es particular enpleo y se deja entender sería muy
agradable a Dios.
Yo no trato ahora de comparación
entre las dos vidas, que llano es y confieso lo que nuestra madre la Iglesia:
ser mejor la de María que no la de Marta14. Pero la vida de María
puesta en uno de los apóstolos y discípulos de Cristo, con sus trabajos y
persecuciones, mejor era [182v] en ellos la vida contemplativa acompañada con
las cárceles, cadenas, azotes, ignominias y afrentas, que si, exercitados en la
contemplativa, se quedaran en el monte de Sión o en el cenáculo arrobados y
siempre absortos. Y Dios comunícase como él quiere y le parece; se guisa y
amasa como a él le da gusto; que cierto es que tenía más Dios un apóstol en sus
trabajos sin arrobarse que sancta Catalina con sus
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arrobos y enajenaciones. Y por eso digo yo que, en
escoger trabajos, debe de haber más del gusto de Dios. También porque en ellos
nos asemejamos más a su Hijo, para que en la otra vida le parezcamos como
apareciere.
Y yo
entiendo que, siempre que ofrecen una cosa debajo de razón de bien, gusto,
honra y gloria, séase lo que se fuere, mientras en este mundo estuviéramos, nos
hemos de atener a la que se ofrece debajo de trabajos y cruz; porque en la
primera puede transformarse el demonio, y en la segunda no lo hace, porque sabe
que el siervo de Dios, llevando las cruces con paciencia, aunque sean hechas y
causadas del demonio, merece mucho; y así, nunca las ofrece al que sabe desea
andar conforme el gusto de Dios.
Tanbién
de parte de la persona que escoge y recibe anda más acertada, porque en el
bien, honra, gloria y gusto, podría haber alguna elación y enbriaguez, con que
el hombre hiciese disparates; y en los trabajos hay notables seguros, porque le
sirven de grillos para que no se vaya tras los malos, que con velocidad corren
por el mal. Está en ellos un cierto dispertador de quién somos, lo poco que
valemos. Sírvennos deu agua de colirio, que nos aclaran los ojos para
ver y conocer la voluntad de Dios.
Tinieblas,
mientras mayores, dicen mayor fee porque, donde hay vista, cesa. Como se le
dijo Diosv a Hugo de sancto Víctor, que deseando ver a Dios en el
sanctíssimo sacramento del altar, un día y muchosw pedíalo a Dios. Y
una vez, diciendo missa, volvióse la hostia en una forma de un niño chiquito, y
el siervo de Dios regocijóse en verlo mucho; y ya que era hora de acabar su
missa, díjole el niño: ¡Ea, cómeme! Respondió [183r] Hugo: Volveos, Señor, como
os estábades, que así ¡cómo me tengo de atrever a mascaros y comeros!
Estuvieron un rato en esta porfía. Habiéndose de despedir el niño en la forma
que estaba, díjole: Ea, Hugo, no te arriendo la ganancia de aquí adelante en la
fee de este sanctíssimo sacramento, porque en esta fee ya no merecerás. Como quien dice: do hay vista, cesa la
fee; cesando, cesará el mérito de ella en aquello.
Así digo yo que, si Dios se comunica
a un alma con visión o manifestación, con gusto y sentimiento, o se comunica en
fee, en trabajos, en cruz, en tinieblas, en obscuridad, que será mayor mérito,
porque con la codicia de descubrir a este buen Dios, es más la prisa que se da
a caminar por esas tinieblas. Y yo he visto ser esto natural a hombres y a
animales: si van camino y ven la noche, apresuran el paso mucho más. Así el siervo de
Dios, en las tinieblas y trabajos, con el deseo que llevan de que Dios en
aquellas obras sea manifestado y le descubran de ojo, siempre se les encubre.
Hay
manjares que, siendo de suyo buenos y de grande estima, para que se puedan
comer de ellos más, se suelen preparar con otras cosas de menos valor; el
amizcle no es de comer, y en una alcorza se come;
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y lo propio en la miel o azúcar, que por sí no se
puede comer muchox, y en guisados se gasta mucho. Bendito seas tú, Dios
mío, que considerando la flaqueza de este hombre miserable, te preparas y das
guisado en las cosas que son más conformes a nuestra flaqueza, para que más de
ti tengamos; daste en fee, daste en tinieblas y en trabajos. Como para esos nos
dejó la culpa más dispuestos y hecho el cuero a las armas, en ellos te
dissimulas y escondes.
Puede
también ser esta vida más conforme al gusto de Dios porque sus gustos son
tratar con los hijos de los hombres15. Y hemos visto en muchas
ocasiones muchos sanctos que ellos con Dios y Dios con ellos tenían sus gustos
y contentos; y al mejory sueño y gusto, dispertarlos Dios y darles su
enpleo y entretenimiento en sus hermanos y en aquello que más aman.
Acuérdome
que aquel gran patriarca Jacob tenía a sus hijos [183v] en el campo apacentando
su ganado y al querido Joseph en casa regalado; él gustó del niño y él gustó de
su padre. Y en fin, aunque en el campo, aquellos eran hijos y hermanos del niño
Joseph; y determina su padre de enviarlo a ellos con un regalo y merienda, y
puso en aquello su gusto. ¡Qué de cosas mortificó y venció el gran patriarca:
el gusto que tenía de tener en casa al niño Joseph; la descommodidad del niño y
el gusto que también dejaba, que, siendo niño, en el campo se podía perder,
como de facto se perdió y andaba de cerro en cerro buscándolos; el sucederle y
poderle suceder alguna desgracia, de que topase con él alguna bestia y lo
maltratase, como de facto entendió el sancto viejo que habíe sucedido cuando, después
de le haber vendido sus hermanos, le llevaron la vestidura tinta en sangre de
un cabrito; el ver que sus hermanos no le miraban con buen rostro por la ropa y
vestidura talar que su padre le había hecho; el ver que ya en ellos había
entrado la envidia sobre lo del sueño, de que había de ser adorado! Todas estas
cosas juntas no vencieron al sancto viejo; sino que lo envía a que visite a sus
hermanos y sepa cómo les va, y que tienen buen padre que, por darles un
refresco y merienda, lo pospone todo16.
Pues
¿qué diré de nuestro buen Padre Dios, que tanto ama a los hombres, aunque en el
mundo? ¿Quién duda no le será fácil, a trueco de darles un buen día,
desacommodar a los que él ama y dél gustan, y no reparar en que el que él envía
sea niño, no sepa esos caminos y que, por la flaqueza humana, ande errado y en
campo donde hay peligro de fieras péssimas, que se lo puedan tragar? Y con
todas esas cosas, el gusto de Dios es que salga, visite el que él envía a sus
hermanos y les lleve la merienda y recado que Su Majestad les envía; y se
pospongan todos los demás gustosz que se pueden ofrecer; que, en fin,
por librar un alma todo se puede hacer, pues tenemos buen exemplo en Cristo, en
lo mucho que por ellas hizo.
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Pregúntase si, para dejar esta inpresa,
bastarían temores de no ofender a Dios, de no errar, de que no le trague alguna
bestia. Yo pienso que no, [184r] porque los temores son de cosa incierta y dudosa,
ya el viaje es de cosa cierta; y se ha de fiar de Dios, de que Su
Majestad, que ofrece el viaje dificultoso, librará. Y si alguna vez permitiere
que Joseph sea enpozado, ése será el camino que tomará Dios para hacerlo rey de
Egipto. Cuánto más que los temores son naturales al hombre, particularmente si
el viaje es dificultoso. Y si
el demonio del viaje tiene barruntos de algunas grandes ganancias, toma por
instrumento para su tentación nuestro propio natural, y aquel temor, que puede
ser virtud, lo levanta y procura fomentar para lo hacer vicio y desesperación.
Y por el propio casob que se güela que el demonio anda allí, uno que
desea hacer la voluntad de Dios y siente es hacer aquel viaje, ha de pasar por
en medio el infierno, si por allí lo llevare satanás para le hacer retroceder;
que Dios es qui ducit et reducit ab inferis17, y Dios allá está en el
infierno y es señor de todo y tiene las llaves de la muerte y de la vida.
Y por eso digo yo que se debía
coligir ser gusto de Dios abrazar aquellas tinieblas y obscuridad, que así
representaban los trabajos continuos que en esta sagrada Religión se habían de
ofrecer.
8. Mayor resistencia del cuerpo en la vida
activa
Pues veamos ahora por
qué en ellos se ha de entender ser la vida más larga, pues el cuerpo tiene menos
commodidades y más trabajo.
Yo pienso que de lo de arriba queda ya
dicho esto y declarado. Porque, en fin, en la vida contemplativa, aunque el
cuerpo trabaja passive, como no trabaja active, viene naturalmente a caerle una
relajación y descaimiento que consume la vida naturalmente. Y el hombre en los
trabajos, el cuerpo se vuelve ágil y más sutil, que son cosas que naturalmente
prolongan la vida. Como acá lo vemos; ¿puede haber quien tenga más
descansosc que un señor de título, y quien tenga más trabajos que un
labrador y un pastor? Pues vemos que de los primeros hay pocos de sesenta años,
y de los segundos hay muchos de ochenta años; que realmente los trabajos
facilitan y adelgazan los humores; que en la quiete y sosiego los engordan y
corrompen.
Y vemos
acá que, para dar cierto temple al hierro, después de lo haber sacado de la
fragua y del fuego, lo meten en el agua. ¿Hay cosa más contraria [184v] al fuego que el agua? Pues eso, que
es contrario, lo templa y da cierta disposición cual la tiene necesidad para
que conserve su ser. Lo propio digo yo que hacen los trabajos para la
conservación de la vida; que, aunque nos parece que está en el descanso
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y quietud, si esa sola fuese, no dudo sino que viviríe
menos un hombre que si esa quiete la mezclase en ejercicios y trabajos.
Pues
lo propio digo yo del varón contemplativo, que como en fragua está abrasado de
Dios: que para conservar y alargar esta vida temporal, que aunque los trabajos
parece que inquietan y perturban el sosiego del spíritu, sirven en realidad de
verdad de agua, que templan y dan tal dispusición cual conviene para vivir más.
Como claramente esto se ha visto en mí que, aunque no soy varón contemplativo,
pero he esperimentado que los trabajos me han preservado y librado de muchas
enfermedades y sanádome de ellas; porque, viendo el trabajo y la enfermedad,
animándome y sacando fuerzas de flaqueza, son muchas las calenturas de que he
sanado en los caminos y hospederías, de casa y ajenas. Y he dicho yo que tengo
por cosa muy cierta en el mundo se mueren muchos porque quieren y se dejan
morir; porque, si se animasen, desecharían muchas enfermedades. En mí [ha]
habido infinidad de cosas muy esenciales por que me era fuerza el animarme; y
aunque el golpe era para trabajar en la obra de Dios, ded resultida
aquel ánimo me curaba y desechaba las enfermedades. Y yo sabe Dios con cuánta
certidumbre aguardo ahora hartos achaques, que ya van faltando los trabajos; y
quien con enfermedades ha tenido fuerzas y Dios se las ha dado para los
caminos, ahora, en el descanso y más celda, le han de faltar. En todo se cumpla su sanctíssima voluntad
de nuestro Dios.
Otras razones se pudieran añedir no
naturales para esta prolongación de vida, en esta vida así acompañada con
tinieblas y trabajos. Que, aunque es verdad que los trabajos de suyo, por ser
grandes y continuos, sean el verdugo y cuchillo [185r] de la vida del hombre, y
el que desea agradar a Dios escoja esa vida que más es muerte que vida, Dios,
por quien la ofrece, se la sabe guardar y hacer que muriendo viva. Y Sansón, en
la boca del león que mata y despedaza, halló el panare de miel que da
vida18. Y lo propio digo yo en los que desean agradar a Dios: que,
arrojándose a estaf muerte por este buen Dios, en la propia muerte
hallan la vida. De cuántos sanctos se lee que, echados a las bestias que los
despedazasen, venían y los lamían; y a otros sanctos en los desiertos los
leones los servían y administraban la comida. Y el fuego, que de suyo es quemar
y abrasar, en nuestra sancta gloriosa Inés se dividieron las llamas; en medio
de ellas hizo oración19; y los niños en el horno20. No es cosa
cierta, mis hermanos, entender que, abrazándonos con muchas cruces y trabajos,
hemos de morir más presto; que esos trabajos hará Dios que, siendo leones
fieros que a otros matan, a nosotros nos laman y regalen y administren la vida,
y el fuego se aparte y se haga trono y lugar de oración.
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Los
hebreos, que oyeron en lo alto del monte, donde daba Dios la ley a Moisés,
truenos, relámpagos [y vieron] humo que salía del monte, y Moisés tanto tiempo
sin comer, ya entendían los que estaban abajo que era muerto y que ya no había
más Moisés. Pero, cuando más seguros están, baja con las tablas de la ley, scritas
con el dedo de Dios21. Así les parece a los del mundo que, porque uno
está metido en medio de un monte donde todos son truenos y trabajos,
ignominias, afrentas, mal comer y peor dormir, que ya está muerto; y está vivo,
quizá recibiendo la ley de Dios.
Por
eso digo yo que no hay que echar juicios a montones, sino entender que Dios,
por quien se pone y da la vida, la sabrá dar y conservar. Pregunto yo: Acá, cuando un rey envía a un
vasallo a ser enbajador o alguna inpresa ¿no le hace la costa? Llano es. Pues
¿quién duda sino que, si este rey fuera tan poderoso que pudiera hacerle
también la costa de la vida, alargándole aquello que en su servicio gastó, que
no lo hiciera? Pues esto, que no pueden los reyes de la tierra, [185v]
puede Dios; y si puede, pienso yo que quiere, y lo hace muy de ordinario con
los que no reparan en melindres en el entriego que hacen de sus personas, vida
y honra por este buen Señor.
Y así,
natural y sobrenaturalmente me parece muy conforme a razón la prolongación de vida
en los que abrazan el buscar a Dios en los trabajos y, dándoles a escoger
gloria y honra, scojan cruz. Aunque en mí yo no sé la razón que puede haber
habido para me la haber alargado, que confieso los instantes me parece veía me
los daban y hacían de cortesía. Yo no hallo ahora otra razón sino que ha sido misericordia de Dios
y voluntad suya, muy sin yo merecerlo. El sea glorificado y bendito.
No sé cómo se ha de volver al
intento. Por quien todo esto se levantó fue, si no estoy trascordado, cuatro o cinco
pliegos antes tratando de nuestra venida de Madrid y descomposición del cuerpo
con dos o tres calenturas [en] semana sancta y paschua; y que, como el alma le
está tan sujeta al cuerpo y son tan hermanos, acudiendo elg alma a
dolerse y ocuparse de los trabajos del cuerpo, queda más imposibilitada para
sus puros ejercicios; los cuales no me parece a mí podré tornar a tener y
proseguir conforme lo de arriba. Plega [a] Dios como quiera que sea lo podamos
concluir. Y para que se sepa dónde se prosigue y con quién se ase lo que ahora
se dijere, pondré en la margen esta letra: A, para que se vea dónde enpezó la
digresión.
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