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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [6] a EN QUE SE PRO SIGUE LA PROPIA MATERIA DE LA PENA Y MARTIRIO DEL SÚBDITO POR NO TENER LOS PRELADOS LA CORRESPONDENCIA QUE DEBEN A SUS OFFICIOS
1. Pienso que seríen como sin número las semejanzas que en las puertas podríamos hallar para en ellas descubrir el bien y el mal de los buenos o malos prelados. Las buenas portadas descubren la bondad de la casa, pues decimos que la casa se vende y aprecia por la buena
portada; por ésa se juzgab y por ahí se conocen las calidades de la casa. Veréis que si son nobles, a la puerta están las armas; si cazadores, las cabezas de los jabalíes, gamos y otras bestias semejantes; si hay muchas riquezas, a esas puertas hay perros mastines y alanos que las guardan.
2. La nobleza del marido de aquella mujer fuerte de quien va hablando el Spíritu Sancto en los Proverbios, capítulo 31c, n. 23, en las puertas de la ciudad se conocía porque, siendo y haciéndose allí las juntas de los discretos de la ciudad, se hallaba en ellas, y así dice: Nobilis in portis vir eius, quando d sederit cum senatoribus terrae. Y en las últimas palabras del capítulo, después de nos haber referido grandes y buenas propiedades de esta mujer fuerte, la paga con decir: Laudent eam in portis opera eius 1, en las puertas la alaben y publiquen sus buenas obras.
¡Oh, cuánta verdad tiene esto en el sentido [espiritual]! Cuando la honra y alabanza de una religión y de una communidad está en las puertas e, en los buenos prelados que en sus officios se juntan con Dios a decretar qué es lo que más convenga para su comunidad, en esas puertas y prelados es donde alaban y bendicen la comunidad porque ahí es f la muestra del paño donde se juzga lo de adentro. En ellos se conocen los hechos de un san Francisco, de un sancto Domingo y de nuestros padres fundadores: de ver que en estos tales prelados, como en puertas, quedó un retrato verdadero [177r] de su humildad g, de su pobreza y encendida charidad. En el celo, rigor y aspereza que hay en los tales prelados h, que sirven de mastín y alano a la entrada de la casa, se echa de ver las riquezas que hay dentro y el bien de sus súbditos que guarda.
3. Bien nos dieron a entender la grandeza, hermosura y riqueza de aquella ciudad que san Juan vido en el Apocalipsi la hermosura de las puertas que tenía i. Lo primero, dice que eran doce las puertas y que en j ellas habíe doce k ángeles y que en ellas staban scritos los nombres de los doce tribus de Israel. Y dice más: que estas doce puertas eran doce margaritas y cada puerta formada y hecha de su margarita. Y estas puertas dice que no se cerraban en todo el día y que este día era tan grande que jamás le corresponde noche: Et portae eius non claudentur per diem: nox enim non erit illic 2. Consideremos, por charidad, si la casa y la ciudad se conoce por las puertas y las puertas de esta ciudad tienen tales calidades cuál será. Y porque entendiésemos era todo proporcionado y que las puertas tenían correspondencia con la casa y que no eran como las puertas que hay acá en las casas del siglo, que gastando su hacienda en la buena portada no vale la casa para pajar o caballeriza, dice el glorioso san Juan: Et qui loquebatur mecum, habebat
mensuram arundineam auream, ut metiretur civitatem, et portas eius, et murum 3; que el l que hablaba con él, dice el glorioso san Juan que tenía en la mano una vara de oro para con ella medir las puertas m, la ciudad y su muro, para que todo estuviese bien proporcionado y con su cierta y verdadera correspondencia, sin darle más a las puertas que lo que contenía la ciudad y su muralla. Y así fue y lo podrá ver quien con atención leyere el propio capítulo. Y porque los que vieren las excelencias de aquellas puertas entiendan les cuadran muy bien a quien en ellas y por ellas son figurados n doce ángeles que en ellas asisten: Et in portis angelos duodecim 4.
4. ¡Oh, qué representación tan viva de quien son y han de ser los prelados!: puertas principales de la comunidad donde asisten, puertas en quien han de asistir ángeles del cielo, o porque ellos lo han de ser, o porque han de prestar orejas y consentimiento a los consejos que los ángeles diputados para sus officios les dan. Y han de ser puertas que cada una sea una margarita y piedra preciosa inestimable de grande resplandor que ha de dar con su virtud. Y para que entendiésemos que esta virtud no habíe de ser para bien parecer, dice el apóstol o, dice: Et duodecim portae, duodecim margaritae sunt, per singulas: et singulae portae erant ex singulis margaritis 5; que habíen de ser las puertas hechas, como si dijera, umblares, arcos y lados de una margarita que era tan grande que habíe para formar toda la puerta. Dándonos a entender que la virtud del prelado de quien vamos [177v] hablando ha de ser tan grande que ha de haber para formar un prelado entero y un hombre perfecto, ha de haber virtud para lo interior y exterior, virtud en los pies, dando pasos derechos, y virtud en las palabras y en todas sus obras y pensamientos. Que siendo puerta principal y de casa tan calificada como la casa de Dios, no es bien se haga la puerta de remiendo y de materiales diferentes, sino sólo de margaritas de virtudes heroicas.
5. Dice que en estas puertas staban scritos los nombres de los doce tribus de Israel. Que es bien que en el prelado se conozca, y en su frente, como en los umblares de la puerta, se halle escrito qué es lo que guarda y el officio que tiene. Que así lo dice Dios p si, como hemos dicho, sus manos son puertas, por [Isaías] q: In manibus meis descripsi te 6. Que así como los animales muestran dende fuera, sin que veamos, sus hijos que los tienen, como lo vemos en la gallina y en otros animales que siendo bravos se amansan cuando tienen hijos, y por no dejarlos perder se dejan ellos coger, de esa misma manera el verdadero prelado ha de traer scrito en la frente que tiene hijos, que tiene súbditos, que si antes, cuando hombre solo y libre, era bravo, con sus súbditos r ha ya ganado una mansedumbre tan grande que se dejen ellos coger de los trabajos y tribulaciones antes que entregar sus súbditos, puniendo
los ojos en Cristo, que cuando le van a prender él se entriega y dice dejen libres a sus apóstoles 7. Así lo hizo un santo Thomás Canturiense, que él se entriega y pide no dañen a sus ovejas 8.
Pero también advierto que otros animales cuando tienen hijos se conocen en que siendo mansos se hacen bravos para defender a sus hijuelos, como lo vemos en la gallina, en la leona y la perra y otros muchos animales. Tanbién el prelado en esto dende afuera ha de mostrar ser prelado y traer scritos a sus súbditos en la frente: en defenderlos y, si fuere menester, enbravecerse y encolerizarse.
6. Y si no, miremos a un Moisés manso, que le dice Dios que se quiere enojar contra aquel pueblo, y le dice: Dele me de libro vitae, aut dimitte eis hanc noxam 9; Señor, o borradme de vuestro libro o perdonadles el mal que han hecho. ¿Qué es esto, Moisés? ¿No veis que vos sois manso y habláis con Dios? Idos a la mano, que no es tiempo de cólera ni de palabras tan sacudidas, que está Dios enojado. No importa, que pues él me hizo prelado [178r] y padre de esta gente, bien es que quien es manso y tiene hijos se vuelva riguroso, terrible y fuerte. De estas dos virtudes ha de estar dotado el prelado que tiene súbditos y ha de enllenar el nombre que tiene de pastor: que, cuando fuere necesario, sea blando y padezca por los que a su cargo tiene; y, cuando fuere necesario, sea terrible, riguroso para contra quien los quisiere destruir o maltratar en lo spiritual o temporal.
7. Dice más el glorioso san Juan: que quien hablaba con él tenía una vara de oro en la mano, con que medía s las puertas, la ciudad y la muralla 10. ¡Oh sancto Dios!, y qué necesario es se guarde esta condición entre súbditos y prelados, que todos estén hechos a una medida, todos labrados de una manera: los súbditos descalzos, pobres, desnudos, pues con esa propia medida se edifiquen y hagan las puertas que son los prelados. Que no seríe bien que fuesen como decíamos denantes: las puertas altas y las casas bajas, que sean los súbditos humildes y los prelados soberbios, levantados, empinados y que toda la majestad y grandeza de una religión y de un convento pobre se nos vaya en portadas, digo en prelados que para acudirles a su gravedad es necesario gastar la hacienda del convento y, para darles gusto, que se anden todos los súbditos tras ellos.
¡Oh!, qué de veces se ve en el mundo haber provinciales de religiones pobres que no tienen un pan que comer y los veréis, si salen fuera t, con dos acémilas de recámara y cuatro frailes de compañía, que para mulas y gallinas en los caminos no tiene la pobre religión. Aquí no se mide la ciudad con las puertas. Que parecen en estas ocasiones estos tales prelados a las puertas de las aldeas cuando reciben a su rey, que las enraman y afeitan para la tal ocasión quedando el pueblo como
siempre con sus tapias caídas y casas viejas. Y ¡qué hay, digo yo, en el mundo de prelados enramados, floridos, lucios, compuestos y al tiempo! ¿Sabido por qué? Porque hablan a rey y tratan con gente grave. Y los pobres súbditos, como siempre, se quedan muertos de hambre y desnudos, haciendo [178v] su boda el prelado a costa de los desnudos.
8. Dice más: que la vara con que se medía esta ciudad y estas puertas era vara de oro, porque debiera de ser traída de casa del fiel. Que bien se deja entender que vara de oro no seríe como las varas que acá hacemos a tiempo o a palmos, alargando o encogiendo el palmo conforme queremos sacar la vara. sobre mí, si en esto no digo verdad. ¡Qué de veces se eligen prelados que, si se midiesen con la vara de oro y con la medida que se debe pedir a Dios, que es el fiel y el que sabe ajustar todas nuestras obras, no digo yo no llegaríen para prelados, pero ni aun para súbditos! Pero como los electores fueron hombres, hicieron vara encogiendo o alargando el palmo y haciendo la vara como a ellos se les antoja. De suerte que el prelado que es pequeño y con sus letras y virtud no alcanza el officio, ellos lo miden de suerte que sobre y no falte; y si no sabe bien gramática, entrará quien informe que sabe bien theulugía; y si no tiene prudencia para echar de comer a gallinas, le sobra ciencia para obispo. No me espanto de eso, que se miden con las varas que nosotros hacemos, con palos y cordeles que después hundimos porque no las coja la visita de la justicia. Mirad, ¿qué inporta que se hunda el proceso con que yo informé falso, si yo que hice la falsedad me quedo aquí y la obra falsa scrita en el libro de caja de Dios? Que sabrá muy bien, si no hallare la medida (porque él no querrá) con que se midió el hombre desproporcionado y se quiso ajustar a donde no alcanzaba, tomar mi mano que hizo la tal provisión y clavarla en una picota del infierno, donde por las eternidades de Dios viva a la vergüenza y en continuo tormento. Para evitar estos engaños y falsedades en cosas que tanto importan como es dar puertas a ciudad que baja del cielo y tiene tantas y tales propiedades como san Juan dice de aquélla, mida el mismo Dios con vara de oro, con vara de charidad, de suerte que prelados y súbditos los hagan hermanos y de una proporción y medida.