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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [12] a EN QUE SE PRO SIGUE LA MATERIA DEL CAPÍTULO PASADO. DE LOS BIENES Y MALES QUE A UNA COMMUNIDAD SE LE SIGUEN DE HACER O NO HACER EL PRELADO LO QUE DEBE EN SU OFFICIO
1. Volvámonos a la autoridad y lugar del propheta Jeremías que trujimos en el capítulo pasado: Aspexi -dice el propheta- terram, et ecce vacua erat et nichili; et caelos, et non erat lux in eis 1. Ya hemos dicho en el capítulo pasado que, así como fue castigo de aquel pueblo en su captiverio quedar su tierra vacía y anichilada, lo era de una communidad darle Dios un prelado que por sus peccados se haya vuelto sal vana que para nada valga.
2. Veamos ahora cómo tanbién lo es que los prelados, que son cielos de esa communidad, sean y estén sin luz. Lo cual no deja de
causar admiración porque todo el tiempo del año y de la vida consta de día y de noche. De día vemos que el sol da luz y de noche, que se nos asconde, lucen las strellas, a quien llamamos candiles de la noche. De manera que lo uno u lo otro no puede faltar. Pues ¿cómo dice que vido los cielos sin luz? Donde quiero que notemos que la luz, séase la del día, séase la de la noche, toda nace del sol, cuándo alumbra por sí, cuándo dando luz a las strellas para que en su absencia den luz y alumbren. De suerte que si el sol se nos sconde a nuestros ojos por la sombra que de noche hace la tierra, no se esconde a las strellas, porque siempre las mira y hiere con sus rayos y hace resplandecer. De suerte que cielo sin luz hemos de decir que es cielo sin sol porque, si lo tuviese, de noche y de día habíe de dar luz.
Lo propio digo del defecto y falta que hace un prelado a una comunidad, que perdiendo él la luz que [193v] debe tener no sólo hace un daño en scurecer el día con la luz y claridad que con su persona debe dar, sino tanbién escurece la noche, porque los súbditos que con la luz y resplandor del preladob lucen como estrellas, también quedan scurecidos y añublados. Y comunidad sin luz en el día y en la noche, digo en la cabeza y en los súbditos, todo nace de la falta del prelado, que debe ser sol en aquella communidad.
3. Yo considero los súbditos como unos spejos y cristales que sólo cuando el sol los hiere echan rayos y resplandor de sí y en los demás tiempos están opacos y obscuros. Terrible cosa que un solo hombre haga tantos daños, privándose a sí de la luz que debe tener, que juntamente escurezca y prive a los súbditos de su hermosura, luz y resplandor que dan de sí cuando están y viven en compañía de un sancto y buen prelado: añublan, scurecen y siembranc de tinieblas en d el día y la noche, causa de grandes daños de omisión y comisión, porque no habiendo día en aquella communidad, no habrá trabajar, porque en él es cuando exibit homo ad opus suum, et ad e operationem suam 2; y siendo todo noche habrá mill males, pues en ella, dice el sancto rey David: In ipsa pertransibunt omnes bestiae silvae: catuli leonis ut rapiant, et quaerant escam sibi 3; entonces es cuando salen las bestias de rapiña, el oso y el león a buscar sus presas de que se sustentar. Según esto, no tendrá que quejarse el prelado si en la otra vida le pidieren cuenta de lo que el súbdito no hizo y de lo malo que hizo, pues por ser él tinieblas y obscuridad fue causa de lo uno y de lo otro: de lo que no hizo, pues no salió en su communidad como sol f dando luz; de lo malo que hizo, pues hizo sombra y sembró tinieblas y obscuridad para que en ellas nuestro adversario, que como león rugiente cerca y busca a quién tragar 4, le dio lugar para que hiciese su presa.
4. ¿Qué mayor mal y daño puede haber para una comunidad? ¿Qué mayor mortificación para un siervo de Dios (de cuyo martirio vamos tratando en orden a sus prelados) que g no ver en ellos aquella perfección que Dios manda? Que sean sus cielos y no tengan luz: Quale gaudium michi erit -dice el sancto viejo Thobías-, qui in tenebris sedeo, et lumen caeli non video? 5 ¿Qué alegría puede tener mi corazón, que vivo en tinieblas y no veo la luz del cielo? No sé yo qué alegría y contento puede tener una congregación que carece de este bien en su prelado.
David incita y provoca a su alma a que bendiga y alabe a Dios: Benedic, anima mea, Domino h 6; alma mía, no te descuides un momento en dar a Dios mill alabanzas. Veamos, sancto rey, qué es lo i que os mueve ahora a que con tanto afecto pidáis a vuestra alma glorifique y alabe a Dios. ¿Qué? Quia Dominus j Deus meus magnificatus est vehementer 7; [194r] porque mi Señor Dios es grandemente magnífico y liberal. Pues veamos en qué ha estado esa liberalidad. En que confessionem, et decorem induisti (psalmo 103 k) 8; en que se viste l de hermosura y de continuas alabanzas. Y ¿de dónde, David, os vino tan alto conocimiento? De que amictus lumine sicut vestimento 9; de ver que Dios se viste de luz, como una vestidura de pies a cabeza m. ¿Qué de bienes saca David de ver a Dios vestido n de lumbre? Un incitamiento para le alabar con grandíssimo afecto, un conocer en Dios su liberalidad y hermosura, un ver que es digno de toda confesión y alabanza. Que parece David en esta ocasión a los pájaros parlerillos: que habiendo pasado toda la noche en silencio, cuando el cielo se viste de luz y claridad, salen de sus nidos con particular ligereza a hacer mill officios; no se contentan con cantar, sino también con volar y también quieren hacer asiento de sus piececillos o a las flores y hierbas más preciosas de los jardines y güertas buscando lo mejor y más precioso según su natural para sustento. De esa misma suerte, viendo este sancto rey vestido a Dios de lumbre p y que con tan copiosa luz Su Majestad le alumbraba para que en él viese y contemplase divinos misterios tan de pies a cabeza, digo de los pasados en sus eternidades y de los por venir en los siglos que esperaba, no quiere perder ocasión tan buena y así pídele a su alma que salga de su nido y choza de su cuerpo y vuele a la contemplación de tan divinos misterios y en ellos alabe la magnificencia de Dios para con las criaturas de que quiere mostrarles su hermosura y q confesión; y no sólo las grandezas que pertenecen al mismo Dios, sino las que se le cayeron de sus manos para bien y provecho del hombre, como en lo demás del psalmo va diciendo.
5. De donde saco yo la obligación del prelado a quien Dios ha hecho su luz, que de ella ha de estar vestido de pies a cabeza, la ha
de tener como aquella mujer que san Juan vido en el Apocalipsi, que estaba cubierta con el sol y lo traía por manto 10. Que fue decir que no hacía sombra porque por todas partes la hería el sol. Y así ha de ser el prelado: sol de pies a cabeza, vestido de luz de suerte que en él se vea lo perfecto y menos perfecto, y todo por muy acabado, que no haya en él cosa que tapar ni que encubrir. Suele acá la buena capa tapar el mal sayo, pero siendo la capa y vestido de luz, mal se podrá encubrir, todo se ha de ver y mirar. Vestido dice que esté de luz, [194v] que es decir que lo alto y bajo que en él estuviere nos descubran las grandezas de Dios, aquellas que en Su Majestad consideramos, que ésas podremos llamar cabeza, y las que se ven y contemplan en las criaturas, que ésas son pies. Que en buen romance, decirnos que el prelado esté vestido de luz es decirnos cómo ha de tener sabiduría y sciencia de cosas altíssimas y también de las cosas bajas, de suerte que no sólo alumbre al súbdito a la cabeza r para que contemple en Dios, sino que descubra las perfecciones de las criaturas para que vea y sepa dónde pone los pies.
6. De donde sacamos que para que uno sea buen prelado no basta que sea grande teólogo y speculativo ni basta que sólo sea mecánico entendiendo las cosas caseras de su convento; halo de tener todo, prático y especulativo, que por eso se dice que ha de estar vestido de lumbre, la cual en el súbdito incita y provoca a dar a Dios mill alabanzas considerando su hermosura y que es digno de que todos le confiesen. Y de no hacer este officio con esta perfección priva a los súbditos de todos estos bienes, los cuales como en noche obscura pasan en silencio hasta que la misericordia de Dios les envíe otra luz.