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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [20] a CÓMO SIENDO LUCES LOS PRELADOS HAN DE SER OJOS DE SU COMMUNIDAD HACIENDO DOS OFFICIOS PRINCIPALES, ENTRE OTROSb
1. Dos veces, entre otras, hallo que Dios se llama y toma por officio el ser luz, vista y ojos para el hombrec. Una es por el propheta Zacharías, donde yendo Su Majestad contando algunos castigos y trabajos que habíe de enviar sobre Damasco y otras ciudades, dice luego, dando la razón del tal castigo: Quia ego sum oculus hominis et omnium tribuum Israel d (Zacha. 9 e) 1; porque yo soy el ojo y vista del hombre. Que fue decir: así como los ojos previenen los daños y inconvenientes o tropezones f que en un camino se le han de ofrecer a un hombre g para los reparar, de esa misma suerte yo, que soy los ojos del hombre, prevendré con castigos, fuego y destrucción a quien pretendiere hacerle mal.
2. El segundo lugar es de Jeremías, donde vido el propheta aquella vara que velaba 2 o que encima de ella tenía un ojo. La cual representaba al mismo Dios 3, de que tanto se espantó el propheta por ver los ojos de Dios h velando sobre la vara que significa a su pueblo. Donde quiero que advirtamos dos cosas. La primera, que los ojos de Dios están sobre
una vara por quien era significado aquel pueblo, dando a entender cómo toda la mira de Dios está puesta para que [208v] su pueblo y los que están a su cuenta caminen derechos, con rectitud y justicia, que eso significa la vara en manos de los hombres. Y puesta esta vara en el ojo de Dios es decir que con ella está apuntando y mirando si nuestros tiros salen derechos como los suyos.
3. Digo más, que a las varas de medir suelen al cabo echarles un hierro o señal para que no pueda el que compra o vende falsearlas, alargarlas cuando compra y acortarlas cuando vende. Y sabiendo Dios cuán falso es el hombre en sus medidas, quiere que de su mano reciba la regla y medida y que en ella por señal quiere que vayan los ojos de Dios i para que sepa el que su ley alargare en anchura o longura debida o la abreviare y estrechare truncándole su rigor, que allí están los ojos de Dios mirando lo que pasa y tanteando lo más o menos que pone y quita, advirtiéndole que lo que quitare del cumplimiento de su ley lo quita de los ojos de Dios; como acá solemos decir de lo que sentimos perder: señor, quitáronme j el hijo de mis ojos, o hurtáronme esta hacienda de delante de los ojos.
4. Noto lo 2.º, que en estas dos veces que Dios se llama ojos del hombre, su luz y vista, en la una previene al hombre los males de pena, y k en el otro los males de culpa, para dar a entender a los prelados, y a quien Su Majestad señala y hace ojos y luces de los hombres que viven en el mundo, que a su officio pertenecen estas dos cosas: la una, prevenir y quitarles de delante los males de pena si les han de servir de estorbo y tropiezo en el camino de la virtud, que ya sabemos si las aflicciones son grandes y las persecuciones sin medida, que hacen a un alma detenida en la virtud. Que por eso dice David: Amove a me plagas tuas 4. Por este nombre de plagas solemos acá significar la continuidad de un trabajo, como cuando decimos: es plaga lo que cada día sobreviene de males sobre Fulano. Pues si no fuese plaga, sino plagas, sería el daño y pena mayor sin comparación. Así David: los males que vienen tan continuos que vienen y son plagas, quitádmelos, Señor, y dádmelos de suerte que sean de mi flaqueza llevaderos. Y en otro lugar dice: Non me demergat tempestas aquae, neque absorveat me profundum, neque urgeat super me l puteus os suum (psalmo 68 m) 5. Es terrible cosa zabullirse un hombre debajo del agua donde no pueda resollar y que metido uno en un pozo le tapen la boca con una losa grande. Esto es, Señor, lo que yo os pido y suplico n en mis trabajos. Y éste es el officio del prelado: prevenir a sus súbditos, y a los que viven en el mundo de quien son o superiores, de los males de pena y de quien los puede perseguir y perturbar en el camino que llevan.
5. [209r] Lo segundo han de ser luz y ojos sobre la vara para los preservar de culpa. Quiero decir que sobre su p regla que guardan y con que miden su vida han de tener puestos los ojos para que no discrepen una letra, la añadan por relajación o la defrauden por rigor que tenga q, y que en las leyes y constituciones sobre que se sustentan como vara allí estén tanbién los ojos del prelado, para que no se vuelva báculo de cañaheja que con facilidad se quiebra y da con el que sustentaba en tierra, sino que el que quebrare constitución o costumbre sancta se r les quiebre primero los ojos a los s prelados por estar asidos y eslabonados con la misma vara; y que sepan los tales maestros y prelados han de ser ojos en las obras que sus súbditos hicieren. Y miren que dice que el ojo estaba al fin de la vara, dando a entender que no sólo los han de tener en las obras, sino en el fin con que las hacen, dónde tiran y van a parar.
A Moisés le manda Dios que tome la serpiente por la cola 6, que era lo último y la estremidad, y luego se tornaba vara derecha. ¡Oh padres y prelados spirituales, que os contentáis con las exterioridades de vuestros súbditos!, poned los ojos en lo último de ellas, en los fines con que se hacen. Tomadlas, palpadlas no con las manos, sino con los ojos, que si son serpiente y culebra ponzoñosa ellas se volverán varas derechas, milagrosas y obras meritorias, porque ése es el officio de los que han de ser ojos y t luces u. Por esto nuestro Dios, de quien los tales han de ser dicípulos y aprendices, dice que es ojo del hombre y de todos los tribus de Israel 7.
6. Muy ordinario es decir acá de las cosas que mucho amamos que nos llevan los ojos. Ama Dios tanto al hombre que se lleva tras sí a Dios hecho ojos. Así ha de amar el prelado su comunidad, que le lleve los ojos de suerte que no los tenga para otra cosa sino sólo para aquello que Dios le ha encomendado. Si le pidieren fiestas o entretenimientos, paseos o recreaciones, no goce de ellas más que si estuviera sin ojos porque se los ha de haber llevado su comunidad. Y siendo ésta la obligación del prelado, ¿qué diremos de aquel que sólo tiene ojos para las cosas de fuera de su casa, para los negocios de los estraños, y para los propios de sus hijos y súbditos son ciegos? Que parece son estos tales prelados como unos hombres de corta vista, que sólo se ponen antojos cuando salen de casa y para ver lo que pasa en el pueblo, y entrando en ella se los quitan y no se les da nada de ver [209v] dentro de casa porque, como las cosas son ya comunes, ya les enfadan y gustan no verlas; o como los ciegos, que hacen lo propio, que en saliendo de casa toman el báculo con que atientan y el muchacho que los guía y el perrillo que los lleva, y dentro de casa lo dejan todo y no se les da un arveja v dar mill tropezones y hacer veite caídas.
Metan la mano en su pecho, padres maestros y prelados, y vean cuánta verdad tiene esto, miren el cuidado con que estudian y la diligencia con que se preparan para el trato y negocio de fuera de casa, como quien con antojos todo lo quiere ver y acertar, y dentro, como quien se los quita, no se les da un arveja w de que las cosas salgan como quisieren, acertadas o erradas; como suelen decir los perdidos: poco importa que en casa se cai. A quien podría yo responder que si la casa y hacienda fuera suya, esa cuenta valiera algo, pero la comunidad de quien él es prelado no es suya, sino sólo el gobierno y la posesión de tantos días, que la propiedad es de Dios y le han de pedir cuenta del menor cordero que el lobo se haya llevado, porque de x este ganado él sólo es pobre pastor y rabadán, que el dueño propio es nuestro Dios que está en los cielos.
7. No hay sino abrir los ojos dentro de casa, que para eso nos los dio Dios, y para que en ella nos pongamos y los antojos y tengamos las guías, porque si cayéremos y tropezáremos en algo estemos cierto no perdemos menos que los ojos que nos quebramos en la tal caída. Fuera de casa no ha menester un prelado tantos ojos, porque lo que fuera de ella pasa y sucede no corre por nuestra cuenta; allá se lo hayan, Dios le habrá dado dueño. Bástame a mí una noticia confusa como la que tiene de las cosas lejos el de corta vista. Cierto que, cuando veo que la verdad de lo que voy diciendo me la descubren cualesquier palabras y exemplos caseros, no sé qué me diga sino que no obrar lo que nos es tan claro y fácil es de pura malicia o ignorancia vincible. Ha de ser, pues, el prelado, de corta vista, que sólo vea las cosas cercas de su comunidad. No ha menester ver las que están tan lejos como lo están las ajenas y las de fuera de su casa, etc.