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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [21] a CÓMO LOS APÓSTOLES Y BUENOS PRELADOS SON LOS AMORES DE CRISTO PARA LAS COMMUNIDADES, SEGÚN AQUELLO DE LOS CANTARES: VULNERASTI COR MEUM, SOROR MEA, IN UNO OCULORUM TUORUM, IN UNO CRINEb COLLI TUI 1
1. El hacer Cristo a sus sagrados discípulos luces y ojos del mundo y honrarlos con esos títulos y nombres (no sólo por ser ojos del mundo, sino tiniéndolos por propios suyos, pues él dice que el que los toca a ellos toca a las niñas de los ojos del mismo Dios 2) no fue sino altíssima sabiduría, porque estando el mundo, en tiempo que Cristo predicaba y
vino ac él, tan lleno de errores, tan afeado con idolatrías y peccados, deseoso que en este mundo hubiese algo que le agradase y d que le moviese a afición, hizo e a sus apóstolos y discípulos ojos del mundo.
2. Dos cosas le agradaron al sposo en su esposa y le hirieron el corazón y lo hicieron suyo f y fueron sus ojos y g cabellos que del trenzado se salían: Vulnerasti cor meum, soror mea, in uno oculorum tuorum, in uno crine h colli tui i 3. Aunque es verdad que habla en singular diciendo que un ojo y un cabello le hirieron el corazón j, quiso en esto significar cuán recogida tenía la vista para de golpe y sin divertirse ponerla k en su esposo; y lo propio los pensamientos que son significados por los cabellos. No siendo como los del mundo tan divertidos en varias cosas que jamás salen con lo l que pretenden, por la discordia y riña que train entre sí propias sobre quién se ha de llevar el corazón del hombre, el cual dividido en muchas partes para m todas n es nada y para ninguno algo. Pero la esposa, como el buen tirador que cierra el un ojo para acertar con el otro, pretendiendo hacer buen tiro o, cazar y coger tan buen esposo, cerró los ojos y recogió los pensamientos de las cosas de la tierra y enderezólos a sólo Dios, quedando sus pensamientos y p vista tan una y entera como si sólo tuviera un ojo y un pensamiento, que era el cabello de quien allí hace mención.
3. Que los apóstoles sean ojos del mundo bastaba para probarlo lo que Cristo dice: que son luces. Pero hay millares de lugares en el testamento viejo donde los prophetas se llaman videntes 4, los que ven, y ojos de la sinagoga, pues así fueron figurados en los animales de Eczechiel 5 y en los del Apocalipsi de san Juan 6. Y no sólo se llaman ojos del mundo, sino del mismo Dios, pues Cristo dice que quien a ellos toca, toca a las niñas de sus ojos 7. También se pueden llamar cabellos con grandíssima propiedad, pues siendo los cabellos de lo superfluo y desechado del hombre, tienen el lugar más alto, que es sobre la cabeza. Y siendo los apóstoles y discípulos lo desechado y escoria del mundo, fueron levantados por el mismo Cristo al lugar más alto y encumbrado de su Iglesia y puestos sobre las cabezas de los príncipes y enperadores. Y también el propio mundo, debiéndolos estimar como los cabellos sobre la cabeza, los despreció y arrojó por los suelos como si fueran cabellos de ahí desasidos, como el divino Pablo dice: Facti sumus omnium peripsema usque adhuc 8. Y quien le oyere al glorioso san Pablo contar sus persecuciones y trabajos [210v] suyos y de los demás, echará de ver que no habíe en el mundo gente más abatida y desechada.
4. Estos ojos del mundo que eran estos sagrados apóstoles y discípulos, aunque eran muchos, pero estaban debajo de razón de uno por ser una voz, una voluntad y un querer el que habíe en la primitiva Iglesia, de que se hace tantas veces mención en los Actos de los apóstoles 9 y san Pablo lo repite en sus epístolas tantas veces, y particularmente scribiendo a los Efesios, en el capítulo 4: Unum corpus, unus Spiritus, unus Dominus, una fides, unum baptisma, unus Deus 10. Todo era una misma cosa, alma, vidas y corazones, al principio de la Iglesia entre todos los creyentes. Y si, como denantes decíamos, el buen tirador para acertar de dos ojos hace uno, de eso hubo Cristo necesidad: de muchas luces hacer una, y de muchos ojos hacer uno para acertar a derribar el mundo del asiento que tenía y humillarlo a los pies de Cristo.
Y aun esto, pienso, nos quiso dar Cristo a entender en aquellas palabras de san Matheo, capítulo 6: Si oculus tuus simplex fuerit, totum corpus tuum lucidum erit 11. Simple quiere decir una cosa sencilla y no doblada, pues dice Cristo: Si tu ojo fuere simple, todo tu cuerpo será resplandeciente; si recogieres tu vista y con unidad y simplicidad mirares las cosas de Dios, todo tu cuerpo, que es tu vida, será resplandeciente, pura y limpia. Harás, como si dijere, cosas acertadas. Si tu vista o Iglesia fuere una, si tus prelados, que son ojos, se recogieren de suerte que siendo muchos todos miraren de una manera, viviendo en unidad de pareceres y de voluntades todo tu cuerpo, que son los fieles, tendrán particular hermosura y q claridad. Según esto, en la comunidad que hubiere muchas luces, muchos ojos y cada uno mirare por su parte, poco se acertará, no será aquel cuerpo lúcido y hermoso. Eso es certíssimo, que no hay quien así afee y destruiga una communidad como la discordia entre los prelados, en quien se habíe de poner aquel remedio que Cristo dice por san Matheo, capítulo quinto: "Si tu ojo derecho te escandaliza, sácalo y échalo de ti, que más vale que perezca un miembro y parte pequeña que todo tu cuerpo se eche en el fuego" 12. ¡Oh válame Dios, si cuando en una comunidad cojea un prelado y mira diferente que miran los demás, se sacase aquel ojo y se echase en la calle! ¡De cuánta más estima y provecho es el seguro de toda una comunidad con sólo un ojo y un prelado que no con muchos que cada uno quiere hacer su tiro y mirar a su parte!
5. Si fuera lícito aquí alargarnos y traer los males y daños que acarrearon a la Iglesia de Dios -entre otros muchos herejes que cada día se han visto desunirse del gremio de los demás fieles- los obispos y herejes arrianos en tiempo del glorioso Athanasio, que por no querer los enperadores, que en sucesión de tiempo entonces fueron, sacar del rostro aquel ojo que no quería ser uno con la opinión y parecer de Atanasio, que mirara las cosas de la fee con verdad y simplicidad, hubo tantos [211r] males, persecuciones y trabajos que fuera largo el contarlos.
Podrá leerlo el curioso en la vida de este glorioso sancto doctor 13, único de la Iglesia en trabajos y persecuciones por defender su sancta fee.
De manera que la hermosura del mundo y de nuestra Iglesia es que sus luces y ojos sean y estén debajo de razón de uno y que sus pensamientos estén de tal manera gobernados que estén trancados como si sólo fuera un pensamiento el de todo el mundo. Pues siendo esto solo lo que a Dios le habíe de enamorar y r hacer siempre fuese esposo y marido de la Iglesia y del mundo, estando en tiempo que Cristo vino a la tierra tan afeado con peccados, diole apóstoles y discípulos que fuesen luces s, ojos y cabellos que lo hermoseasen y que viviendo en unidad captivasen y hiriesen el corazón de Dios, para que a la Iglesia siempre la tuviese por hermana y amiga, como él propio dice en el lugar arriba referido de los Cantares, donde dice: Vulnerasti cor meum, soror mea, amica mea, in uno crine t colli tui, in uno oculorum tuorum 14.
6. De aquí entenderemos un misterio del evangelio por san Lucas, capítulo sesto. Dice allí el evangelista que subió Cristo a lo alto de un monte a orar y que, habiendo pasado toda la noche en oración u, al amanecer llamó a sus discípulos y dellos scogió 12, a quien llamó apóstoles. Y bajando con ellos detúvose en el llano abajo del monte, cercóle muchedumbre de gente que v habíe w venido por oírle y para que los sanase de sus enfermedades y dolencias, donde curó Su Majestad muchos endimoniados x. Quiriendo Su Majestad, después de esta obra, predicar y enseñar el camino del cielo a los hombres, dice el evangelista que levantó los ojos Cristo y los puso en sus discípulos y dijo: Bienaventurados los pobres de spíritu, porque suyo es el reino de los cielos; bienaventurados y los que tenéis hambre, porque vosotros seréis hartos, y las demás bienaventuranzas z. Pues digo yo ahora: Señor, ¿este sermón no es para todos? ¿Cómo ponéis los ojos solamente en vuestros discípulos? Pues tratáis de consuelo de pobres, aquí hay muchos; si de hambrientos, de la misma manera. ¿Por qué no los miráis a todos y sólo ponéis en vuestros discípulos los ojos? Digo que es lo que vamos diciendo, que sólo los ojos y cabellos de la esposa enamoraron a su esposo. Sólo Cristo pone los ojos en sus discípulos, que es la parte que le enamora, que los demás vienen por sus intereses, vienen ajeados a buscar remedio; pero quien ya le seguía sin interés y en unidad y conformidad de spíritu y se eran sus discípulos, y así en ellos sólo pone los ojos, porque son los ojos que se llevan los de Cristo.
7. Digo lo segundo, que si vos preguntáis por un camino basta enseñárselo a vuestros ojos, que ellos dirán a vuestros pies por dónde han de caminar [211v] y a todo vuestro cuerpo por dónde ha de echar. Y si los apóstoles y discípulos de Cristo a son luces y ojos de la Iglesia
y del mundo, como lo son, con ellos basta que hable Cristo y les enseñe los caminos y senderos del cielo, que ellos tendrán cuidado de enseñar a los pies y a las partes más bajas de este cuerpo por dónde han de echar y de caminar.
De donde entenderemos dos cosas. La primera, cómo la sciencia yb conocimiento de los misterios de Dios la tiene Su Majestad subordinada de suerte que, tomándola los apóstoles y discípulos de Cristo de la boca del mismo Dios, quiere que su pueblo la oiga y reciba de la boca de sus discípulos, y así venga bajando de mano en mano hasta los menores. Y que no todos quieran ser iguales, que seríe confusión y yerro grande que quiera el súbdito saber los secretos de los prelados y lo que ellos tratan en sus juntas y difinitorios, sino que sepan que ha de haber diferencia de pies a cabeza.
8. Digo lo tercero, aunque en algo coincide con esto segundo, que si un médico entra en una enfermería, después de haber tomado el pulso a los pobres y enfermos se llega a los enfermeros y oficiales a cuyo cargo están aquellas camas y enfermos y a ellos les receta las purgas, jarabes y comida que deben dar a sus enfermos. Esto propio hizo Cristo en este sermón: habíe tomado el pulso a todos los que le seguían, habíe visto sus enfermedades; vuélvese a sus discípulos, como enfermeros de este hospital y mundo, y puniendo los ojos en ellos les receta purgas y jarabes, haciendo en unos evacuaciones de desprecio de riquezas, en otros dando sustanciasc y desayunos de cosas inmensas que prometía, animando a otros para sus trabajos, que todo fue enseñar a sus discípulos el modo de curar. Y pues a estos sagrados discípulos los hemos hecho enfermeros y ojos del mundo, no vendrá fuera de propósito decir de ellos lo que el sposo dice de los ojos de su esposa, que es un apodo divino d (Cant. 7): Oculi tui sicut piscinae in Hesebon 15; son tus ojos como dos piscinas en Hesebón. Parecía distar mucho esta comparación de los ojos de la esposa, pero si son los apóstoles y prelados los ojos del mundo, que todo él está enfermo, y las piscinas sanaban de todas enfermedades, el apodo es divino, porque en él les avisa Cristo llamándolos luces y ojos del mundo, que los abran para que en ellos y debajo de su vista y sciencia sean curados y remediados todos los que a ellos vinieren.
Las piscinas tenían el agua y sangre que corría de los sacrificios que se hacían en el templo. Y por lo que esta sangre representaba la virtud de la sangre de Cristo [212r] que habíe de sanar de todo género de peccados, ésta sanaba de todo género de enfermedades, como san Juan dice e de aquella piscina donde el otro paralítico estaba aguardando 38 años había: que sanabatur a quacumque infirmitate 16; que el que entraba a tiempo sanaba de cualquier enfermedad. Luego si los ojos de la Iglesia,
que son los apóstoles y discípulos y los demás prelados, son como aquellas piscinas, sanar tienen de todas enfermedades, de todo género de peccados, como Cristo dice: Quodcumque solveritis super terram, erunt soluta et in caelis 17.
9. Y lo segundo es que adviertan que esta virtud la tiene la piscina de la sangre de los sacrificios y los apóstoles y prelados de la de Cristo, como en tantas partes dicen los evangelistas que Cristo les daba virtud para todas las cosas que habíen de obrar y hacer f 18. Y san Pedro, aun tratando de lo que es menos, que es la salud temporal, dice g en los Actos de los apóstoles, capítulo 3, cuando asombrada la muchedumbre de gente de ver aquel famoso milagro que a la puerta del templo habíe hecho san Pedro dijo: Viri Israelitae, quid miramini in hoc, aut nos quid intuemini, quasi nostra virtute aut potestate fecerimus hunc ambulare? 19 Estáis (como si dijera) muy engañados si pensáis que con propia virtud nuestra hacemos esto. Quien aquí obra es la fee de Jesucristo, a quien vosotros condenastes y crucificastes siendo autor de la vida, a quien el Padre eterno le resucitó con propia virtud de entre los muertos, etc. Y san Pablo en sus epístolas jamás se pone a hablar de obra grande que hagan y obren que luego no ponga a Cristo delante, en quien puede todo lo que hace 20.
10. Bien es los prelados entiendan y traigan delante los ojos [que] su poder en lo mucho y en lo poco es de Dios, para que así anden y vivan más seguros en la virtud cuando más subidos y levantados en los officios. Verdad es que, como vamos diciendo, los apóstoles y sanctos prelados son los ojos del mundo, pero adviertan que así como dentro de los ojos hay las niñas, que llamamos, que son las que en esos ojos miran y en quien la verdad o mentira de lo que se ve se descubre, de esa misma suerte en estos prelados hay una virtud de Dios que es la que obra y hace, la que en esos prelados mira. De suerte que así como los ojos ven y en los ojos quien mira es la niñeta del ojo, de esa misma suerte los prelados ven sus comunidades y en ellos mira Dios, porque la virtud y el poder destos tales prelados para aprobar lo bueno y condenar lo malo es de Dios; y con esta virtud y poder y su trabajo y solicitud que ponen los tales prelados obran y hacen grandes maravillas sanando enfermos, perdonando peccados, enseñando ignorantes y dando luz al mundo, etc.