Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

- 1266 -


CAPITULO [25a DE CUÁN GRANDE BIEN RESULTÓ AL MUNDO QUE SIENDO ÉL ENEMIGO DE LOS SANCTOS ELLOS LE FUESEN LUZ Y OJOS

 

  1Altíssima sabiduría de Dios fue dar al mundo luces y ojos que, siendo sacados y escogidos del mundo y para que al propio mundo lo alumbrasen, por otra parte fuesen tan encontrados el mundo y los apóstoles y discípulos que fuesen como lobos y ovejas, de suerte que podamos decir que siendo ojos del mundo son opuestos y contrarios al mismo mundo. Para lo cual quiero que notemos que no hay ojos tan ciegos y turbios como los propios, pues en lo natural vemos que, viendo


- 1267 -


y mirando los ojos todas las cosas, a sí no se ven ni las cosas que están junto a ellos, como es el rostro del hombre, labios y faciones de la cara, de suerte que viendo las partes que más distan no ven las que están cerca y prócximas a ellos. Esto propio que sucede en los ojos naturalesb del cuerpo sucede en los del alma. Los cuales, ciegos con la pasión y amor propio, no hay quien vea lo que le conviene para su salvación, las culpas y peccados que hace para su condenación. Y si son cosas apartadas y distantes, vemos los átomos y cosas más pequeñas de las vidas ajenas para las juzgar, calificar y sentenciar. De manera que, según esto, quien ve nuestras faltas son los ojos ajenos y apartados, y mientras más ajenos y apartados, más claros y desapasionados. Y así lo son los ojos de nuestros enemigos, que no hay más ciertos testigos de nuestras faltas ni vara más derecha que enderece lo torcido que llevamos en el camino de la virtud. Luego, según esto, no hay ojos tan nuestros como los no nuestros, no hay ojos tan propios como los ojos de nuestros enemigos.

  2.  De aquí es que Cristo, redentor nuestroc, dio a sus apóstoles y discípulos por luces del mundo y que fuesen ojos del mundo, su enemigo, y que no siendo suyos, por estar tan enemistados, fuesen suyos para le descubrir las verdades y lo que más le convenía para enderezarlo por el camino acertado del cielo: que sean suyos d estos ojos porque miran por su bien, que no sean suyos para que miren verdad y sin pasión. Por eso la Scritura dice que "los ojos del justo son mejores que el vino1, porque el vino al que lo bebe entúrbiale los propios ojos y quítale la vista, pero los ojos que Dios da son más hermosos que el vino, porque no son ojos propios [219r] que se enturbien o puedan enturbiar por mucho vino que un justo beba, por mucho que se ame y quiera, porque no son ojos propios, son ojos ajenos, ojos de enemigo que mirando sus cosas de lejos no le queda pasión ni afición de carne, antes se trata como enemigo.

  3.  Cuando el demonio llegó a tentar a nuestros primeros padres, díjoles: En el punto que comiéredes se abrirán vuestros ojos: In quocumque hora comederetis e, aperientur oculi vestri 2. En las cuales palabras el mismo demonio nos da a entender que en el hombre hay ojos propios y no propios, míos y no míos. Los ojos no míos son aquellos que recibo de Dios, que es una luz sobrenatural con que conozco y veo con verdad y en spíritu las cosas de mi salvación, aunque sean contra el gusto y conmodidad de mi propia carne. Los cuales ojos se llaman no míos porque éstos no los alcanza el hombre con solas las fuerzas naturales, sino que los da Dios mediante su gracia o algún don sobrenatural. Y así cualquier luz con que un hombre percibe o entiende cosas altas para el bien obrar se llaman ojos no míos.

 


- 1268 -


4.  Otros ojos hay en el hombre -no trato de los exteriores y del rostro con que vemos estas cosas materiales, sino los ojos del alma- naturalmente inclinados a las cosas naturales de nuestro propio gusto e interés, de quien dijo David a Dios: Averte oculos meos, ne videant vanitatem 3; apartad, Señor, de mí mis ojos para que no vean la vanidad. Que en buen romance parece le pedía a Dios que le quitase y cegase sus propios ojos que de costumbre tenían el mirar la vanidad. De estos propios ojos dice tanbién el sposo, hablando con la esposa, que le hicieron volar y irse: Quia ipsi me avolare fecerunt 4. No quiere Dios que lo miremos con nuestros propios ojos por los muchos engaños que en ellos hay, y porque tan de ordinario lo blanco nos parece negro y lo negro blanco, y cada uno ve y mira como se le antoja y según su pasión le representa las cosas. Sólo quiere que le miremos con los ojos que Su Majestad nos diere, que son ojos fidelíssimos y verdaderos, ojos que nos representan las cosas mediante la fee, como ellas en sí son, no porque con claridad las veamos en este mundo, que no puede f ser, sino que nos las representan, la verdad y certidumbre de ellas, sin ningún género de engaño; y así entendidas las obramos aunque nos sean muy cuesta arriba y contra nuestra carne.

  5.  Cuando Dios crió a nuestros primeros padres dioles luz sobrenatural y muy particular con que conocían altíssimas cosas, y tanto cuanto mayor era esta luz y tenían abiertos estos ojos, tenían cerrados los propios suyos con que podían ver y mirar las cosas de propio gusto, según la carne. Y así dijo el demonio: "En el punto que comiéredes, se abrirán vuestros ojos5. Y dijo bien, porque cerrándose los sobrenaturales y particulares que tenían, con que conocían cosas particulares, quedaron con los propios ojos abiertos y hechos ignorantes como los demás hombres, y así luego vieron su desnudez 6 y miseria de estado en que habíen caído de que antes estaban g privados por la grande y particular atención que tenían a las cosas del cielo.

  6.  Así como cuando un hombre está mirando al cielo no puede mirar a la tierra juntamente, y siendo unos propios ojos h aquellos con que miramos el cielo y la tierra, se llaman ojos no míos cuando miro el cielo, por no ser [219v] ese bien mío y que yo con propias fuerzas lo pueda alcanzar, pero cuando miro la tierra se llaman ojos míos, porque miro aquello que es mío, según aquello que dice David: Caelum caeli Domino; terram autem dedit filiis hominum 7, de esa misma suerte, cuando el alma mira el deleite y el gusto y las cosas de su antojo, decimos que mira con ojos propios suyos, porque eso es de su cosecha, pero cuando busca lo sobrenatural y divino, entonces mira con ojos ajenos, que son los que Dios le dio.

  Según esto, bien entendido quedará por qué dio Cristo al mundo a sus apóstoles por ojos no suyos, por ojos que siendo del mundo fuesen


- 1269 -


ojos de su propio enemigo, para que miren las cosas que a los hombres les conviene, no según su gusto, sino según Dios y provecho spiritual, para que cerrando el mundo sus i ojos propios según que miran la vanidad, abra los del alma y con ellos mire las cosas del cielo.

 

 


- 1270 -


[Página blanca]

 

 

 

 




a  ms. 88



b  sigue sucede tach.



c corr. de nuestros



d sigue por tach.



1 Gén 49,12.



e sigue morie morie tach.



2 Gén 3,5.



3 Sal 118,37.



4 Cant 6,4.



f  sigue se tach.



5 Gén 3,5.



6 Cf. Gén 3,7.



g sigue como tach.



h sigue los tach.



7 Sal 113,16.



i  ms. sus






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL