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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [1] DE TRES MODOS QUE TIENEN LOS PRELADOS DE ENMENDAR Y CORREGIR FALTAS: POR RIGOR, POR PRUDENCIA Y POR ESPERA Y DANDO LUGAR EN QUE LLEGUE EL TIEMPO EN QUE DIOS TIENE DETERMINADO. Y CÓMO LOS PRELADOS QUE NO PUEDEN ENDEREZAR LAS COSAS POR UNO DE LOS DOS MEDIOS PRIMEROS, NO SE DEBEN AHOGAR SINO TENER PACIENCIA
1. Tres maneras hay de remediar cosas y reducirlas a su ser perfecto: por rigor, por prudencia y por el tiempo. Lo más perfecto es lo que sazona el tiempo, en el cual tiene Dios determinado ha de tener cada cosa su peso, medida y cumplimiento de tal perfección, según lo que el Spíritu Sancto dice en el Eclesiastés: Omnia tempus habent, et suis spatiis mentiuntur 1. Aunque es verdad que el rigor y la prudencia suele accelerar las cosas, pero, como van violentadas y como sacadas de su curso, desdicen mucho de la perfección que les es debida a cada cosa a su tiempo. Bien pienso de esta verdad se puede poner exemplo en cuantas cosas hay. En la fructa: si con rigor la queremos madurar, aunque se deje comer, se queda tan agraz y áspera como se estaba; si con prudencia y artificio, como cuando riegan los árbores con lejía y agua caliente a, la fructa toma color de madura y el sabor no tiene aquel gusto que suele tener cuando las cosas maduran a su tiempo. Pongamos otro exemplo en un niño a quien con azotes y temores le pretenden [de] niño hacer hombre, o con industria y prudencia; no dudo sino que ayudará todo eso, pero al cabo no dejará de ser niño hasta que llegue la edad madura, que por eso se llama a la edad de los hombres edad madura, porque el tiempo es el que sazona y hace a los niños hombres.
2. Lo que quiero decir aquí es un consejo que debo tomar: que cuando viéremos que con rigor ni prudencia no pudiéremos conseguir lo que pretendemos, siendo cosa buena y digna de ser deseada, que se la dejemos al tiempo, que es el que todo lo sazona y madura. Rigurosa cosa es el aguardar y esperar, particularmente si se espera enmienda de alguna persona que traéis sobre vuestros ojos y con sus imperfecciones os hiere en ellos y con sus costumbres os da mill pesadumbres, pero debémoslas llevar con paciencia acordándonos de la grande que Dios tiene con todos los peccadores, a quien procura reducir a sí con miedos y temores y con altíssima sabiduría y últimamente lo aguarda hasta el tiempo que [175v] ya está definido y
determinado del eterno Padre. Pongamos los ojos en san Pablo, en quien Dios habíe puesto los suyos dende el vientre de su madre, y tras él se iban, como tras novillo cerril, hasta que se cansase y, vencido de aquella infinita misericordia de Dios, cayese en tierra 2. La carreta cuando nueva, hace lo que puede el carretero para que con facilidad ruede y corra, aligerándola y descargándola y untándola; y al cabo dice que, hasta que se use, seque y pierda el verdor, no tiene remedio, y pasa con su peso y pesadumbre.
Esta es una doctrina de todos sabida y entendida y de pocos prelados esperada y aguardada. ¡Oh, si esto se trujese delante de los ojos, y qué de pesadumbres se escusarían! ¡Oh, si los hombres no se ahogasen en poca agua sino que dejasen a Dios hacer y aguardasen y tuviesen paciencia! Dícele Tomás a Cristo: Señor, ¡dónde queréis ir! ¿No veis que ayer os querían apedrear en Judea?, etc. Responde Cristo: ¿Por ventura no tiene doce horas el día? 3 Como si dijera: Y en ellas el corazón del hombre [da] tantas vueltas como puntos una rueda de un relox. Y así fue: queb, tornando Cristo a Judea, muchos de aquellos que lo querían apedrear, en la resurrección de Lázaro creyeron en él 4. ¡Qué de ellos con brío y coraje os querrán hoy apedrear que, mostrándoos mañana -como Cristo hizo en la resurrección de Lázaro- blando, amoroso y cordero derramando lágrimas, convertiréis sus corazones de diamantes en cera blanda!
3. Bien es que los prelados usen de rigor y de prudencia y que procuren accelerar el tiempo de la enmienda en las faltas que hubiere, pero si no pudiere no se aflija, que el tiempo es el que ha remediado cosas desesperadas, particularmente si no son cosas de peccadoc sino adobos y direcciones de cosas aviesas y torcidas; y aunque sean peccados es bien aguardar a su propio tiempo. No porque el enfermo tenga calentura y enfermedad grave se arroja el médico aplicando de golpe las medicinas, quiriendo con priesa y acceleración purgar, sangrar y hacer otros remedios; bien ve padecer al enfermo una recia terciana y desea quitársela porque ha tomado la tal cura a su cuenta y le duele que la tenga, pero en fin aguarda su declinación para que el barbero sangre y el enfermo coma; y le va contando los días y las horas y aun, si es buen médico, las mudanzas y alteraciones de los cielos, los planetas que reinan y las conjunciones de la luna. Bien es que un prelado mire estas dos cosas en los súbditos que desdijeron del camino de la perfección: la disposición del enfermo, [176r] que le aguarde a la declinación de su malicia, a que vuelva sobre sí y que tenga tal disposición cual conviene para hacer en él las evacuaciones debidas a la enfermedad; y junto con eso, se ponga los ojos en el cielo, donde está Dios, que no quiere la muerte del peccador sino que se convierta y viva 5.
4. El arbañir que ha de trastejar un tejado no sube a él cuando las tejas estén el invierno blandas, sino después de enjutas y cuando el tiempo es seco y hace sol, porque, de otra manera, por quitar una gotera, se haríen siete. Hay tiempo en que los hombres están tan caídos y tienen el natural tan deshecho que, por remediarles una falta, podrían cometer cuatro. Es menester aguardar a que el natural se fortifique, tenga más fuerzas y esté más sobre sí para sufrir el peso del castigo y de la reprehensión que les da el prelado; y que el sol de justicia, Cristo, salga con los rayos de su acostumbrada misericordia ayudando y favoreciendo a la tal persona. ¡Oh, si fuese Dios servido de darnos a conocer esta verdad! ¡Oh, qué de provechos trai consigo! ¡Oh, qué de bienes hacen los prelados sufridos y esperados, particularmente en estas religiones reformadas!
5. Y para que esto mejor se entienda quiero que notemos que hay dos maneras de culpas: unas, cuyas causas principales que mueven a las personas y las inducen al peccado son y están exteriores; otras hay que sus causas motivas son interiores. Yo me declararé. Hay peccados que se hacen y cometen porque otros inducen a ellos; y la malicia, que faltaba interior para el cumplimiento de aquel peccado, el demonio la incitó y procuró por de fuera. Como si un hombre casto, por hallarse en una ocasión o con mujeres que con su torpe conversación lo procuraron inducir a mal; aquí parece que las causas de aquel mal están por de fuera. Y las culpas que se cometen y hacen por malas compañías, estas tales culpas es necesario remediarlas luego al instante, no hay que aguardar tiempo ninguno, que en todo tiempo el delincuente está dispuesto para la cura de esa enfermedad. Como si un enfermo le viniese la enfermedad de afuera, de alguna mala comida o de otros excesos, no hay [176v] que aguardarle tiempo, sino quitar la ocasión y apartar el ocasionado. Que, si la gotera entra en un aposento no porque la teja esté quebrada sino que las vertientes del agua vienen de otra parte con demasiada de abundancia o de algún madero mal puesto, no hay que aguardar, que cualquier tiempo es bueno.
6. Digo que hay otras culpas que su malicia llena sale de lo interior del corazón y del alma, como los peccados de la ira, soberbia y otros semejantes. A estos tales es necesario aguardarles su tiempo y su disposición. Es cierto que el buen médico, cuando ve que al hermano le sale tabardillo, viruelas o otras apostemas que la furia y malicia de la enfermedad va echando afuera, que no le pone remedios exteriores refrigerativos porque se tornaríe la enfermedad allá dentro a lo escondido donde no se pudiese curar, antes la deja salir y da lugar que salga fuera y procura confortar el corazón; y luego, habiendo hecho curso y pausa la enfermedad, entra aplicando sus medicinas. De esta propia suerte, cuando las culpas nacen de una malicia interior que allá se ha forjado en el corazón, debe el prelado dar tiempo que salga, que la eche toda fuera, porque, si antes de tiempo le ponen remedios por de fuera, tornarse ha a recoger en lo scondido del corazón, donde el prelado no tiene jurisdición ni él puede entrar allá a conocer la tal
enfermedad ni aplicarle medicinas, porque allí es donde sólo Dios puede entrar d con las suyas; y un prelado se queda muy por de fuera con sus remedios. Y es muy cierto en estas ocasiones, cuando -como digo- no se dio lugar a que la enfermedad arrojase su malicia toda por de fuera, remediar lo exterior, porque en esta ocasión poco le cuesta a un fraile cumplir con su prelado y mostrarle buen exterior, quedándose por un religioso solapado, taimado, doblado y engañador. Mejor es darle tiempo, que -como decimos- doce horas tiene el día y en ellas él cairá en la cuenta y desaguará el corazón de tanta malicia y le dará lugar a que admita el castigo de su prelado [177r] y las demás medicinas que le aplicaren.
7. Los que limpian las viñas y las hazas de grama no quitan las ramillas que están por de fuera, sino llevan azadones en las manos y hacen hoyos y sacan las raíces. Estas, cuando son de malicia y están aferradas en el corazón del hombre, son dificultosas de sacar porque nuestros azadones no ahondan tanto. Es menester e aguardar que la raíz salga por de fuera y se pueda asir con la mano y echarla fuera. Por eso dije en este último párrapho que en estas religiones reformadas era de grande consideración en los prelados la paciencia, sufrimiento y espera, porque las culpas que acierta a haber, como los religiosos con su clausura y encerramiento están desocasionados, las causas motivas f a sus culpas están allá dentro en el corazón, donde el demonio por espacio de tiempo ha ido con engaños y quizá con especie y color de sanctidad engendrando y produciendo una malicia y maldad secreta, de quien él es autor. La cual, habiéndose encerrado en el corazoncillo del propio fraile, es bien dar lugar a la enfermedad que salga fuera, se desapodere del corazón del hombre para que se pueda curar.
No digo que se dé lugar para que peque sino que, no pudiendo estorbarse el mal si no es haciendo más y mayor daño, se le dé lugar a que ese mal salga del corazón. Miremos las palabras que dice el evangelista de Judas: Cum iam diabolus misisset in cor Jude ut traderet eum 6; que el demonio habíe metido en el corazón de Judas la raíz de la g maldad como era que entregara a Cristo, habíese apoderado de aquel miserable corazón; y Cristo que le dice: Quod facis, fac citius 7; acaba ya, saca fuera esa maldad y malicia, que podrá ser que, después de haber desaguado ese corazón de tan execlabe 8 maldad, tenga remedio tu enfermedad y las medicinas de mi misericordia obren su virtud y te libren de peccado tan inorme. Esto pienso que es lo que Cristo también dice a los scribas y fariseos: Adimplete mensuram patrum vestrorum 9; acabá ya de enllenar la medida de vuestras maldades. No por esto les decía que peccasen, sino que se acabasen ya de cansar y que su bien estaba en que saliese aquella malicia que tenían metida allá dentro por [177v]
de fuera, que la acabasen ya de arrojar y echar fuera para que el médico soberano entrase ya a su tiempo debido a hacer sus curas y aplicar sus medicinas.
8. De donde veremos cuál fue la causa por qué Cristo no rogó ni hizo, a aquella oración pública de la h cruz que hizo por sus enemigos -diciendo a su Padre en voz alta: "Perdónalos, Padre mío, que no saben lo que se hacen" 10-; veamos, Señor, ¿por qué no la hecistes cuando os dieron aquella cruel bofetada, cuando os dieron cinco mill y tantos azotes puniendo sus manos sacrílegas en vuestras sacrosanctas carnes, cuando os escupieron el rostro, cuando os echaron la cruz a cuestas, cuando os están enclavando? Bien pudiérades rogar en alguno destos tiempos. Paréceme está diciendo Cristo que se les dé lugar para que vomiten tanta malicia y maldad como tienen en sus corazones, que aún les faltan muchas cosas para enllenar su medida; y que corazones tan depravados aún no es tiempo de aplicarles medicinas. Pero cuando ve que ya se ha enllenado y cumplido su malicia, que ya no les falta qué hacer, cuando ya está subido en una cruz y no le falta sino entregar su spíritu a su eterno Padre, entonces dice: Ignosce illis, etc.; ea, Padre mío, ya el corazón de estos que me crucifican está desaguado, ya no les falta nada por hacer, ya la enfermedad ha salido toda al rostro, ya me parece que es tiempo que entre el médico i soberano haciendo sus curas y aplicando sus remedios, confortando corazones que tal cosa han echado fuera, para que no desesperen como otro Judas, a quien el mismo Cristo previno con aquella soberana pítima de su benditíssimo cuerpo que le dio y él recibió en la cena, que bien sabía Su Divina Majestad cuán flaco habíe de quedar después de tantos vómitos y después de haber arrojado y salido por de fuera tal maldad. Pues de esa misma suerte dice Cristo ahora: Padre mío, que estos judíos, scribas y fariseos que aquí me han puesto han echado ya fuera toda su enfermedad; necesario es que corazón que tal cosa ha arrojado y tanta malicia ha sacado afuera, quede flaco; acuda, Señor, vuestra [178r] misericordia confortándolos para que todos no perezcan y acaben con peccado de desesperación, sino que aguarden al tiempo debido en el cual yo les enviaré mis apóstoles aplicándoles medicinas de penitencia y baptismo en remissión de peccados.
9. Y así veremos que j, en acabando Cristo de rogar por ellos, revertebantur percutientes pectora sua 11; que ya sentían k el corazón algo más fuerte, más confortado; ya ellos propios enpiezan a aplicar los remedios, ya lo hieren y lo lastiman l. Como quien dice: ¡Ay, corazón!, como hasta ahora yo no te sentía allá dentro porque la fuerza de mi malicia me lo tenía enajenado, ahora que salió la malicia y ya has hecho lo que has querido puniendo a Dios en una cruz y este mismo Dios con su misericordia me lo conforta, ya lo siento, ya me parece que se le
pueden enpezar a aplicar remedios, y que los primeros sean heridas y tratos de cuerda, percucientes, para que sienta, porque hasta ahora la malicia lo ha tenido muerto.
10. De aquí entenderemos la causa por qué a peccados tan graves después por orden del mismo Cristo entraron los apóstoles haciendo curas tan blandas, tan suaves y amorosas, que con la predicación, la palabra de Dios y el baptismo los curaban. Era porque habiendo ya salido toda la enfermedad fuera y llegádose el tiempo debido, la cura para los que querían era fácil, que era de lavatorios y de baptismo, el cual lavando el cuerpo toca al alma. Habíen ya enllenado la medida de su corazón y la habíen derramado con sus manos puniéndolas en la inocencia de Cristo. Ahora ¿qué falta? Lavar la vasija con agua del Spíritu Sancto, que este divino Spíritu sople el polvo de estas vasijas y el agua las lave y limpie para que queden vasos scogidos para poner Dios en ellos lo que Su Majestad fuere servido.
De aquí saco probada la doctrina que propuse al principio: de cuánta importancia sea que los prelados usen de rigor, de prudencia y principalmente de tiempo dando lugar debido a cada cosa para que haga y consiga lo que pretende en el remedio que aplica a sus enfermos y Dios les dé aquella salud spiritual que él desea y los tales religiosos tienen necesidad.