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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACIONES A LA PERSEVERANCIA
1. He aquí el último infolio de los autógrafos de san Juan Bautista de la Concepción. Bien podemos considerarlo como el testamento espiritual del santo Reformador para sus hijos, los trinitarios descalzos. Estos, a los que en primera intención ha dirigido también los demás escritos, son los que ahora absorben su solicitud paternal. Cercano ya al fin de su carrera terrena —que, hemos de suponer, no dejaría de barruntar con su mirada de fe—, anhela imprimirles un impulso interior capaz de mantenerles —ausente él— vigorosos en la observancia regular y en el celo por la virtud. De ahí el tema elegido y desarrollado con tan machacona insistencia. De ahí igualmente sus reiteradas alusiones a «mis carísimos hermanos», a «nuestra sagrada Religión», a quien se ha vestido de fraile descalzo.
Obras completas de San Juan Bautista de la Concepción
Exhortaciones a la perseverancia
Por razones de contenido y de forma que detallaremos en su lugar, hemos optado por desmembrar la exhortación 46, publicándola aparte bajo el epígrafe Defensa de tres géneros de gente.
La línea de fondo que da unidad sustancial a todas las exhortaciones es, como precisa formalmente el autor, «la perseverancia en el camino de la virtud». Al inicio de la exhortación 47 recuerda: «El intento principal que se lleva en estas exhortaciones es tratar de la virtud que los religiosos deben tener en el estado que profesaron, la perseverancia en ella y los nuevos adelantamientos que cada día deben hacer según sus mayores obligaciones». La misma advertencia al comienzo de la exhortación 51: «Yo no querría hacer tratado, si Dios fuese servido, de cada cosita que nos viene a propósito para llevar adelante nuestro principal intento, sino tocar lo más necesario, como medios para conseguir lo que aquí pretendemos, que es descubrir las obligaciones que un religioso y siervo de Dios tiene a perseverar en la virtud y pasar adelante en el camino comenzado». Esa intención didáctica le lleva a cuidar con particular esmero la claridad y propiedad de conceptos y palabras, como él mismo señala: «Parece que el capítulo y exhortación pasada nos ha dado ocasión de hacer otra descendiendo a cosas particulares, que parece, habiendo sido las demás exhortaciones acerca de materia común, nos salimos algo de aquel intento. No importa, que será Dios servido nos tornemos a nuestro propósito. También reparo en esto porque, escribiendo estos capítulos y exhortaciones, deben quedar de suerte que con facilidad muchos se aprovechen de ellas y con facilidad las puedan aplicar a sus particulares pensamientos. Será Dios servido que el que scribiéremos en esta exhortación se trate y diga con palabras que a todos y en muchas ocasiones les venga a pelo» (Exhort. 24, inicio). Se dirige a oyentes e interlocutores —sus hermanos en religión, sobre todo— que, real o idealmente, tiene siempre delante de sí.
A tenor de sus declaraciones, varias veces se vio tentado de cambiar de tema, pero al fin se mantuvo en el cauce, ya de por sí bastante amplio, de la perseverancia en el fervor comenzado. «Y he deseado ya variar esta plática y tomar otra —escribe—, y me parece para mí esta materia muy porfiada, pues no acierto a dejarla de la lengua. Que aun hasta en esto quiere la perseverancia mostrar su virtud, pues aun a los que tratan de ella quiere que en hablar de ella perseveren; y quiere tener esta virtud no solamente su asiento en el corazón y en las manos, donde debe echar sus raíces, sino también en la lengua, donde está la aparencia de su hermosura. Bien me holgara yo, mis caríssimos hermanos, ya que trato de ella por pláticas tan prolijas, variarle su guisado, y confieso que a eso no alcanza mi sciencia, porque, como ella, para ser perseverancia, siempre ha de ser una, unas son las palabras y los modos que hay de tratar de ella».
2. El siguiente pasaje, con el que abre la exhortación 41, nos ilumina acerca de su plan inicial y los cambios ulteriores: «Más fácil me fuera trocar plática y mudar materia en estas exhortaciones, que, en fin, siendo yo tan corto, más fácil fuera componer este libro y enllenarlo de cosas diferentes que no de una sola. Y al principio ése fue mi intento: scribir aquí sólo los capítulos que hiciese a los hermanos, no reparando scribía lo que de repente hablaba, por si en algún tiempo y en principio de Religión, cuando todos son mozos y con poca experiencia, hallaban aquí algo de que se poder aprovechar. Después ha sido fuerza scribir no los capítulos que hacía, por haberme absentado de la casa do estaba, sino lo que Dios me diese, por no dejar esto enpezado. Digo, pues, que, habiendo tratado dende el principio de la perseverancia que los verdaderos religiosos deben tener en la virtud y en pasar adelante con lo que han comenzado, viendo que ya no faltan sino diez exhortaciones de las que he tenido intento de tratar, me ha parecido no mudar plática, fiando en la Majestad de Dios nos dará paño de que podamos cortar las que nos faltan prosiguiendo con el primer intento».
El título del manuscrito alude a algunas exhortaciones dirigidas a los hermanos «en los capítulos ordinarios de los domingos». Tales capítulos semanales respondían a la normativa de regla. Pero, en realidad, aquí el autor no comienza trasladando esas reflexiones dominicales, sino otras que proponía entre semana a los hermanos, en línea con cuanto había escrito y tachado precedentemente: «Apuntamientos de algunos capítulos que de repente se hacen a los hermanos así por la mañana como a la noche al encomendar las limosnas». Esa serie de exhortaciones capitulares se ciñe a las primeras 32 (hasta el f.109r), y 6 de ellas, según se anota, se localizan en Córdoba del 16 al 26 de septiembre de 1610, período en el que san Juan Bautista ejercía el cargo de ministro de la casa. Sin excluir que entre las demás haya algunas utilizadas en los capítulos de los domingos, la mayor parte de ellas fueron surgiendo de su pluma ex profeso para dar más consistencia y amplitud a sus enseñanzas, como nos lo acaba de señalar: «Después ha sido fuerza scribir no los capítulos que hacía, por haberme absentado de la casa do estaba, sino lo que Dios me diese, por no dejar esto enpezado».
3. Respecto al enfoque y a la distribución de la materia, el Santo alude a ciertas ideas que cambió sobre la marcha. Así, puso y tachó este epígrafe inicial: «Apuntamientos de algunos capítulos que de repente se hacen a los hermanos así por la mañana como a la noche al encomendar las limosnas. Capítulo primero». Y la sucesión de capítulos la sustituyó por la de las exhortaciones. En 130v, antes de entrar en la exhortación 41, escribió el siguiente título, que actualmente figura ligeramente tachado con tres líneas verticales: «Quinta parte de las exortaciones a la perseverancia que deven tener los religiosos en el rigor que començaron». Es improbable que la tachadura en cuestión (inusual por su forma) proceda de la pluma del autor, pero de hecho esa frase no tiene una correspondencia en el resto del libro (no se indica una primera, segunda, tercera, cuarta parte), que mantiene el número ordinal creciente de las exhortaciones. San Juan Bautista de la Concepción arrancó con la idea de escribir 50 exhortaciones, distribuyéndolas en cinco bloques de 10.
Como es habitual, el autor ha numerado también los cuadernillos —por lo general, de 20 hojas cada uno—, concretamente, en este caso, los ocho primeros: quaderno 1 y, luego, simplemente: 2, 3, 4...
4. Al paginar los folios se saltó uno entre el 59 y el 60. Una mano reciente (siglo XX) puso en ese folio sin numerar primero 59bis y luego 60, corrigiendo todas las páginas sucesivas con la cifra nueva debajo de la original: 61 en vez de 60, etc. Terminada bruscamente la exhortación 58, sin título y más breve que las demás (ff.219r-220r), sigue casi página y media en blanco y, sobre todo, faltan ocho hojas, que han sido cuidadosamente cortadas antes del cosido y encuadernación de los pliegos, pero la paginación original sucesiva no se interrumpe (219r [nuestro 220], 220r [221r]...). El f.220r (221) inicia con un párrafo truncado que debió corresponder a la exhortación 61, ya que la que sigue es la 62. Por tanto, faltan en el texto las exhortaciones 59 y 60 y parte de la 61. Todo parece indicar que fue el propio san Juan Bautista de la Concepción quien suprimió esas dos exhortaciones (59 y 60), llevándose también los párrafos iniciales de la exhortación número 61, probablemente por estar comprendidos en la misma hoja en que terminaba la anterior. Algo similar ocurre al final del volumen. La hoja 235rv (234, en la numeración original) es la única que queda de un cuadernillo de 14 (así son los anteriores y el sucesivo y último). De ello cabe deducir que nuestro santo —al que imputamos el hecho porque anotó de forma continuada las páginas implicadas— ha cortado 13 hojas o folios, que comprendían la conclusión de la exhortación 68, toda la 69 y una parte de la 70.
En la edición de 1830 (Roma), el texto mutilado de la exhortación 61 figura unido al de la exhortación 58 y con una añadidura de 16 líneas, en el intento de dar un sentido a las primeras frases. En éste como en el segundo caso, nosotros desdoblamos las exhortaciones, que abordan a todas luces temas diversos, y ponemos en cursiva la mencionada añadidura del editor.
5. En lo tocante al lugar y al tiempo de composición del manuscrito, nos atenemos, como en otras ocasiones, a los cálculos de Nicolás de la Asunción 1. Las seis primeras exhortaciones nos sitúan en la casa de Córdoba en la segunda quincena de septiembre de 1610 y una serie de alusiones, a partir del f. 122, nos remiten al convento de Madrid. Todo ello, con algún indicio gráfico y cronológico más, lleva a establecer que hasta la exhortación 33 (f.109r) corren probablemente los folios redactados en Córdoba durante los últimos meses (septiembre-noviembre) en que el santo autor ejerció allí su cargo de ministro conventual, mientras que el resto del volumen salió de su pluma en Madrid por enero de 1612 y tal vez, en parte, algunas semanas antes.
6. Para las variantes de lectura de los textos bíblicos (los LXX, el parafraste Caldeo...), y las anotaciones del franciscano Nicolás de Lyra y de la Glosa ordinaria (llamada también glosa incógnita, del Incógnito o del doctor Incógnito), nos servimos de la monumental obra de IOANNES DE LA HAYE, Biblia maxima versionum et linguis orientalibus, pluribus sacris ms. codicibus, innumeris fere SS. et veteribus Patribus et Interpretibus orthodoxis, collectarum. Earumque concordia cum Vulgata et eius expositione litterali, cum annotationibus Nicolai de Lyra, minoritae..., 19 vols., París 1660 (= Biblia maxima). Para la glosa interlineal, recurrimos a Biblia sacra cum Glossis, interlineari et ordinaria, Nicolai Lyrani postilla, ac moralitatibus Burgensis additionibus, et Thoringi replicis, 6 vols., Venecia 1588 (= Biblia sacra).
Respetando, como es de rigor, en su propio orden y expresión los títulos y números de las exhortaciones —todo ello original del autor—, hemos añadido por nuestra cuenta sólo la numeración de los párrafos.
EXHORTACIONES A LA PERSEVERANCIA
TRATADO DE ALGUNAS EXHORTACIONES QUE SE HACEN A LOS HERMANOS EN LOS CAPÍTULOS ORDINARIOS DE LOS DOMINGOS b Y MUCHAS DE ELLAS DE REPENTE c