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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Cuánto inporta el spíritu en los padres
spirituales para tratar y hablar d con los súbditos. La obligación que
los religiosos tienen de seguir a Cristo Crucificado
y de cómo le han de seguir
1. Una de las razones por qué yo he andado hurtando el cuerpo a estas pláticas y a las ocasiones en que me debía dar por obligado a estos sanctos y buenos ratos, en que otras veces solíamos ocuparnos en tratar algo de Dios que resultase en nuestro aprovechamiento, ha sido el verme tan trocado y con tan poco recogimiento que me parece muy de spacio tengo necesidad de ir a mendigar a las criaturas y a los libros me den qué decir. Y a quien es tan tibio y flojo como yo, ese pequeño trabajo basta para enperezar. Y también porque, no estando yo con las disposiciones debidas, podrían ser palabras sin fructo y provecho y cansarme en vano, llevándose el viento las palabras que se hablan o dicen sin spíritu y recogimiento. Así como la pluma arrancada del ave o pájaro va donde el viento quiere, pero, si va pegada y asida a la ala o cuerpo, va donde el pájaro le manda, esto tienen las palabras y conceptos pegados y asidos al spíritu: que siguen el camino derecho que lleva el propio spíritu. A cuya causa David, tan asido y pegado con el Spíritu de Dios, dice que, a él asido, lo llevará y guiará e a tierra derecha 1, como la bala que sale del alcabuz y la saeta de la mano poderosa 2: que hacen sus tiros acertados y van donde el ojo apunta. Y son palabras f, como dice [Isaías], que non reddent ad me vacua 3. Pero, si son palabras sin fuerza, palabras sin spíritu y desasidas de la misma persona que las dice, como quien a caso arroja pellas de barro a la pared, ¿cómo han de pegar ni asir? Pues son como los enlucidos, de quien Dios por Eczequiel se queja que no llevan paja para que traben y asgan 4. ¡Ojalá Dios nos diese a entender a los que en estas ocasiones nos ponemos la necesidad que tenemos de nuestros mejoros y aprovechamientos!, no nos digan los súbditos: «Médico, cúrate a ti propio» 5; echa primero y quita de tu ojo la viga, y luego con el soplo apartarás la paja del ojo de tu hermano 6.
La piedra del toque descubre cuál es el oro verdadero o falso, pero ella ha de estar tocada primero con la virtud del cielo. Y el eslabón, para sacar fuego del pedernal, ha de tener acero. Y el prelado o predicador que amonesta [1v] ha menester tener a Dios, de quien dijo David: Tange montes, et fumigabunt 7; toca los montes y dan fuego y resplandor de sí, porque es Dios y tiene virtud para pegar fuego a un guijarro y a un monte. Y si el día de hoy por nuestros peccados no hay fuego en las religiones, es porque no hay eslabones enacerados. Y si nuestra doctrina y palabra no divide las aguas del mar Bermejo, como otra vara de Moisés 8, es porque no está en mano de profeta sancto que la rija y menee. ¡Ojalá Dios nos diese su gracia para que, en la ocasión presente, no gastásemos tiempo en balde, sino que, siendo yo aprovechado de lo que hablase, sus charidades fuesen edificados!
2. Estas nuestras pláticas siempre van y deben de ir enderezadas a más y mejor seguir a Cristo, pues para eso nos lo dio el Padre eterno: para que en obras y en palabras fuese nuestro maestro; y, como dice san [Pedro]: Sequamini vestigia eius 9. Y porque no hubiese yerro en el modo de seguirle, el mismo Cristo nos lo enseña por san Matheo, capítulo 16: Si quis vult venire post me, abneget semetipsum, tollat crucem suam et sequatur me 10. Grande yerro fuera seguir a un hombre que va a la posta desembarazado y ligero, y querer ir yo tras él cargado y enbarazado de alforjas y fardeles y a pie. Es cierto, para la tal ocasión desearíe g un buen caballo y ir horro y aun, si pudiera, de sus propias carnes pesadas. Recia cosa es que venga Cristo como un gayán a correr su camino 11 pobre y humilde, y que pase su vida como un relámpago, que sale del oriente y no para hasta el occidente 12 de su muerte y pasión, y que quiera yo seguirle lleno de cuidados y cargado de negocios y estorbado y detenido con mill defectos y faltas. Por eso dice Cristo que el que le hubiere de seguir que ha de ir desembarazado, no sólo de padre, madre y hacienda, sino de sí propio: abneget semetipsum, que se ha de negar a sí propio, enflaquecer su carne y quitarle sus antojos y procurar tomar cada uno su cruz, que es el caballo ligero que corre y da con un hombre donde está Dios y la pluma que hace volar sin dejar poner los pies en el suelo.
3. Dos cosas dice aquí Cristo: que se niegue uno a sí propio y que tome [2r] su cruz. Y pienso, si bien se mira, parece entramas son una propia cosa, porque la mayor cruz y más pesada que un hombre tiene y siente en la tierra es negarse a sí propio, no haber de hacer en nada su voluntad; y que siempre haya yo de andar encontrado conmigo propio, atravesándome siempre a mis quereres y voluntades, como se atraviesan los palos que hacen la cruz. Pues si negarse un hombre es propia cruz y cruz en que consiste la perfección cristiana, ¿por qué Cristo, después de haber dicho que uno se niegue, dice que tome su cruz?
4. Digo lo primero que en los varones perfectos, después de la perfecta negación, suele Dios para ellos hacerles otra cruz interior secreta y escondida, que nadie sabe lo que es ni cómo es, sino el mismo Dios que la hizo tan suya y ajustada a la persona que la da que parece son una misma cosa, pues ni la tal cruz se halla sin el crucificado de ella ni el crucificado sin su cruz.
5. Digo lo segundo que la negación propia es cruz interior que el mismo hombre la está labrando y haciendo todos los días de su vida. Y, demás de esa cruz, cada uno tiene h otra cruz que la hace Dios suya, en quien no asentará bien ni vendrá bien si de veras no estuviere negado de sí propio, porque, si ha de estar clavado en ella de pies y manos —que en el hombre significan obras y afectos—, sólo ha de obrar y querer padecer por Cristo y ajustarse a los trabajos que Su Majestad le enviare. Porque, si el hombre quisiere hacer su voluntad y querer y no estar negado, no puede estar crucificado.
6. Digo lo tercero que el duplicar Cristo estas dos cruces, puniendo la una en la negación propia y la otra debajo de este nombre de cruz, es para que el hombre sepa que no sólo consiste su perfección en la cruz que él labra y toma, sino en otra cruz exterior que Dios le da y los hombres le hacen i.
7. Digo lo cuarto que es grande misericordia de Dios darle a un hombre, que interiormente vive crucificado con perfecta negación de sí propio, otra cruz exterior que le ayude a llevar la interior, así como un clavo saca otro clavo. Y siendo de ordinario la cruz interior la que más se siente y aflige, es particular consuelo el hallar un hombre otra cruz exterior con que se divierta, que, aunque todo sea cruz, alivio es mudar los manjares aunque todos sean desabridos. Si un hombre levanta los brazos y se pone en cruz, no podrá estar de ordinario arriba de un [2v] cuarto de hora, pero, si detrás le ponen y arriman otra cruz que le ayude a sustentar la cruz de sus propios brazos, estará muchas horas. De esa misma suerte suele Dios a la cruz interior que uno trai arrimarle otra cruz exterior que le ayude y sustente las penas interiores que padece. Y así Cristo no se contentó con decir a los que le hubiesen de seguir se nieguen, puniéndoles la cruz interior, sino que cada uno tome otra cruz exterior que le ayude y sobrelleve de los trabajos y negaciones interiores.
8. Digo más, que esta cruz exterior no es otra cosa sino negarnos los hombres las cosas de nuestro gusto, ofreciéndonos cosas contra nuestro gusto y voluntad. Y esto no es otra cosa sino un ayudar a negarnos. Así como el que de veras quiere ser pobre de spíritu mucho le ayuda el no tener riquezas, o que, si las tiene, otro se las quite, que en fin, quitada la ocasión, más fácil es la victoria, lo propio digo yo en la negación que uno pretende alcanzar de sí propio: que es grande ayuda de costa para labrar esa cruz interior el ver que todo cuanto los hombres le ofrecen son disgustos y cosas contra su propia voluntad. De donde los varones perfectos que desean aprovechar estiman y tienen en mucho cualquier género de mortificación exterior que los hombres les ofrecen, porque, aunque es verdad que su labor es afuera, su correspondencia tiene adentro. Los plateros y los que dibujan en materias duras los vemos que encima ponen un poco de cera o de pez, en quien con facilidad hacen sus rasgos y letreros y por ellos sacan después otros muy semejantes en el acero o plata dura. Así quiere Dios que los hombres, unos por amistad y otros por enemistad, labren en este hombre exterior y en nuestra carne, que está blanda y sentida como cera, y que esas labores tengan sus ciertas correspondencias en el espíritu y alma del justo.
9. Hemos dicho que, para seguir a Cristo, es necesario negarse un hombre y tomar su cruz. Y para que la negación sea verdadera y la cruz provechosa, hemos de notar que dice su cruz, que ha de ser cruz propia y no ajena, de suerte que la negación ha de ser de tu voluntad y de las cosas propias y no ajenas. Porque no sería negación perfecta [3r] dejar yo de tener y de gustar de aquello que no tengo ni puedo alcanzar, ni dejar de hacer la voluntad ajena, sino la mía propia; ni por enllenarme yo de penas y cuidados que a mí no me pertenecen sino que son ajenos. Así como el vestido que no es mío antes me serviría de estorbo por ser chico, apretado o grande j y sobrado, de esa misma suerte las cruces que son ajenas en nada me pueden ayudar, porque, no habiéndolas Dios cortado a mi talle y medida, es fuerza unas sean chicas, con que mi voluntad quede más libre de lo que debe, o grandes, con que no pueda obrar sino que quede ahogada. Ha de ser cruz propia, que es la que Dios da conforme a las fuerzas y tamaño de cada uno, según aquello que dice San Pablo: que non patietur Deus nos tentari ultra id quod potestis 13; que a nadie da Dios más de lo que cada uno puede llevar. De donde saco yo, cuando uno dice que no puede llevar las penas o trabajos que se le ofrecen, o que son penas y trabajos k ajenos y tomados por sus manos o que no los quiere llevar. Porque, si son trabajos que Dios te los envía, has de advertir que es buen sastre y sabe muy bien tomar la medida, sin que el vestido arrastre ni la cruz ande por el suelo, sino sobre tus hombros.
10. Lo cual debíe ser harta confusión para los religiosos que, después de muchos años que lo son, dicen que no pueden sufrir este prelado y llevar tanto rigor. Ven acá, hermano, cuando fuiste novicio ¿no te ajustaste con esta regla y negaste tu voluntad para hacer la ajena? Puesto caso que no has de hacer lo que tú quieres sino lo que otro manda, ¿qué más inporta que el prelado sea Pedro, el que tuviste cuando eras novicio, que sea Juan l, el que te manda después de profeso? Más, la regla siempre es una, que no crece ni mengua. Tú sí que cada día debes crecer en spíritu y fuerzas. Según esto, cada día tu cruz debe ser menor, porque tú debes ser mayor y la has de llevar con más facilidad. Y si dices que puedes menos, diré que has descrecido, pues lo que entonces vino al justo ya viene tan grande que no te puedes menear con la tal cruz.
11. Dice Cristo que tome su cruz. Para lo cual quiero notar que hay muchas maneras de cruces: una es de Cristo y ésta fue muy pesada [3v] y para llevarla fueron menester hombros de un hombre que fuese Dios, porque en ella iban cargados y puestos los peccados de los hombres, que de suyo son tan pesados que ni el cielo no los puede sustentar ni la tierra sufrir, pues m los ángeles malos cayeron 14 y la tierra se abrió para tragar a los que así estaban cargados 15. Y con no ser propios sino ajenos los peccados que Cristo sobre la cruz llevaba, fueron tan pesados que dieron con él en tierra haciéndolo arrodillar y aun lo entraron en un sepulcro 16 y llevaron al limbo, lugar tan bajo en los abismos de la tierra 17. Esta cruz, hermanos, muy pesada es, para Cristo se guardó y que él sólo fuese el que por todos pagase. No quiere tratar Su Majestad al hombre con tanto rigor; no quiere castigar ni tomar venganza en cuanto a las culpas de los padres en los hijos. Y si en las penas parece un poco largo, no pasa de la tercera y cuarta generación 18. Y si hasta ahí se extiende es porque las penas train consigo fructos celestiales. Pero en la cruz de su benditíssimo Hijo puso dende los peccados y desobediencias de nuestros primeros padres hasta los últimos peccados que ha de haber en el mundo. Por todos tiene pagado n y todos labraron y compusieron la cruz que Cristo llevó sobre sus hombros. Pero a mí sólo me pide que lleve mi cruz y satisfaga por mis defectos y faltas en aquello que san Pablo dice 19: quiere Dios que yo añada a lo que Su Majestad padeció por mí, que es en aplicar aquella pasión, en el imitarle doliéndome de mis propias faltas y llevando con gusto los trabajos que Dios hubiere hecho míos.
12. Otras cruces hay que son del mundo, del demonio y de la carne, que no son nuestras y, por mucho que en ellas el hombre padezca, no sigue a Cristo, porque esta secuela ha de ser con su cruz y no con la ajena. ¿Qué le sirve a un hombre pasar millares de trabajos por salir con su soberbia y presumción, con sus pretensiones y deshonestidades, si él se quiere echar a cuestas cruz tan pesada que, como ahora decíamos, la tierra con sus montes no tiene hombros para la sustentar? Y así, cuando un religioso se queja de penas [4r] y trabajos que no puede llevar, digo yo que deben ser cruces las que tiene y lleva que hace o el demonio o labra el mundo y nuestra propia voluntad, que son tres enemigos que, como no desean nuestro bien, ponen sobre nosotros peso con que nos pretenden derribar. Trátannos más bajamente que el tirano a su propio sclavo, porque ningún hombre hay tan cruel que, por maltratamiento que haga a su siervo y esclavo, no le desee la vida para que lo sirva y le valga. Pero el demonio, mundo y carne no ven la hora de dar con un hombre en la sepultura, según se dan de buena priesa a cargarlo de penas y cuidados, todos contra justicia y razón, las cuales, por no ser propias, no sólo no nos hacen seguir a Cristo, sino nos hacen volver atrás y alejarnos de aquello que tanto nos inporta.
13. Ha de ser cruz propia la que uno ha de tomar para seguir a Cristo, que es el cumplimiento de su regla, lo que profesó y prometió y las cosas que están a su cargo. Su cruz. Es de grande importancia, para que un hombre trabaje de buena gana, saber que trabaja en su hacienda. Que llano es que de mejor gana llevaréis a cuestas un tercio que es vuestro que no el que es ajeno, porque el propio cualquier hombre honrado se lo puede echar a cuestas, particularmente si es de oro o de piedras preciosas, que no se puede fiar de otro. Pero, si el tercio es ajeno, como el que llevan los ganapanes, pocas arrobas, dicen, son muchas y quieren la paga antemano. Mucho inporta, hermanos míos, que sepamos que los trabajos que padecemos en el cumplimiento de nuestra propia regla que son nuestros y que no los podemos fiar de nadie, porque son de tanto precio y valor que todos quieren para sí lo que por Cristo padecen, y así nos hurtarán nuestro tesoro. Como cosa nuestra hemos de abrazar la cruz que se nos ofrece en la obediencia, clausura y cumplimiento de regla, considerando que trabajamos en nuestra haza propia, donde lo que se cogiere es para quien lo cultivare.
¡Oh qué desdicha veo el día de hoy: que haya religiosos que gruñan y lloren la carga que llevan [4v] como si no fuera suya, sino de los pobres prelados que los rigen y gobiernan; y como si fueran ganapanes alquilados, lo que pesa cuatro dicen que pesa ocho, quiriendo p la paga doblada! En fin, como ganapanes que llevan carga ajena, así será ajeno el mérito y premio, quedándose ellos con los cornados y cuartos falsos que el mundo y los hombres les dan porque son frailes, porque hacen penitencia.
14. Veamos ahora en qué se echará de ver que un religioso lleva su cruz y que sigue a Cristo. Digo que el mismo Cristo dice por san Juan: Qui sequitur me, non ambulat in tenebris, sed habebit lumen vitae 20. Tres señales parece que pone del que sigue a Cristo. La primera, que no anda en tinieblas, que es decir los grandes ciertos que tendrá en sus obras y los pocos tropezones que dará haciendo defectos y faltas; que no será ave noturna escondiendo y tapando sus entradas y salidas de los hombres; que no se avergonzará del buen obrar en público, de quien dice Cristo por san [Mateo] 21 que el que le confesare delante de los hombres, él le confesará delante de su Padre, pero el que se avergonzare de ser quien debe haciendo obras perfectas que manifiestan la gloria de Cristo mismo, Cristo se avergonzará de tenerlo a él por suyo.
15. Las otras dos señales son que tendrá lumbre de vida, que tendrá vida verdadera, vida q clara, vida que todos la vean y conozcan por tal, vida que sea vida. No vida como la de los enfermos, que se están muriendo y les dan la vida por horas y momentos; y dicen ellos que están buenos, que no sienten nada y, para probarlo, piden de comer y beber y alegan otras acciones naturales, de quien el médico se ríe porque ve las intercadencias del pulso y otras señales más, más de muerte que de vida. ¡Oh sancto Dios, qué de religiosos y de gente que trata de Dios piensa que viven y que tienen vida alegando que ayunan, rezan y hacen otras obras semejantes! De quien se ríe Dios por ver y conocer en lo interior del corazón la cortedad r y miseria de esa vida, por ser más vida fingida de religioso que de fraile verdadero, por ver y conocer las intercadencias [5r] que tienen las tales obras, entremetiendo otras no debidas al tal estado y officio. ¿Qué inporta que el enfermo sude si el sudor es frío y de muerte?, ¿que coma, si ya es tarde, cuando el estómago no recibe la comida para sustento, sino para apagar el poco calor? Cuando las acciones y obras del religioso son frías, tibias y flojas, antes son pronóstico de muerte que de vida. Y cuando en el obrar es tan tardo que ya faltan las fuerzas y el tiempo, eso más es muerte que vida. Pero el que sigue a Cristo, tiene una vida cierta y verdadera, participada del mismo Cristo, que es luz 22, verdad y vida 23.
16. La última condición del s que sigue a Cristo es que esta vida es vida exemplar, que con ella edifica a todos. Dos maneras entre otras hallo yo de lumbres: unas en ascua y otras en aschuas y en llama. El t que está u en aschuas sólo es fuego para sí, pero el que está en aschuas y en llama es para sí y para alumbrar a otros. Pues decir Cristo que el que le siguiere tendrá lumbre de vida 24 es decir que no será fuego muerto en carbón o en humo, sino en llama que alumbre y encienda dando nueva vida a aquellos con quien se juntare, que es decir que sea y tengan vida pura y exemplar. El sol, cuando embiste en un cristal, dos cosas hace necesarias: la una es parecerse un vivo retrato y semejanza del propio sol y la segunda es echar y despedir rayos de sí, como los despide del cielo. Esto propio ha de tener la vida del religioso que sigue a Cristo: que, siendo una vida pura, vivo retrato de Cristo, sea una vida que eche rayos y resplandor de sí; que el que la viere y mirare, vea y conozca que es otra vida y retrato del sol de justicia.
17. Lumen vitae. Una vida que pueda parecer en público sin que haya quien la reprehenda y tache, como san Pablo dice scribiendo a los Philipenses, capítulo 2: Charissimi, cum metu et tremore vestram salutem operamini, etc., ut sitis sine querela, et simplices filii Dei, sine reprehensione in medio nationis pravae atque perversae, inter quos lucetis sicut luminaria in mundo 25. Lo primero dice aquí san Pablo que nuestra salud la obremos con miedo y temor, que es el que los sanctos tienen de no ofender a Dios ni de perder lo que tanto les inporta. Como los grandes y poderosos que mucho desean conservar su salud: que siempre tratan con médicos, viven con recelo [5v], comen y beben con temor, guardándose del frío, del sol y de otras cosas que les pueden dañar a la salud. Y esto se hace con grande cuidado, no se pierda el heredero de una casa de tantos mill de renta. Oh padres y hermanos míos, si todo este miedo, temor, cuidado y diligencia se pone por no perder la salud corporal, que en sí es una cosa tan flaca y de poco valor, que cuando más con ella sólo se interesa el gozar de unos pocos de bienes que mañana se han de acabar, y también la propia salud cuando se alcance, que no es eterna ni perpetua concedida al que con más cuidado la busca, ¿cuál debe ser el cuidado que un religioso debe poner para obrar y procurar la salud del alma?; ¿cuál el miedo y temor de no perderla, cuando, perdiéndose, no se pierde menos que una vida eterna, una salud, gozo y contento perdurable, un heredero no de dineros o estados de la tierra, sino de un cielo entero? Ni se pierde un hijo de un hombre grande, sino un hijo de un Dios poderoso e inmenso. ¡Oh sancto Dios, y quién pudiera decir el miedo que allá dentro en el alma tenían encerrado aquellos sanctos padres antiguos cuando, deseando agradar a Dios y buscando la salud del alma, apenas se atrevían a mirar el sol ni aun que les diese el aire, haciendo vida y eligiendo casas en las aberturas de la tierra y cóncavos de las piedras, gustando de ser, como otro David 26, pájaros solitarios en los agujeros de los tejados y lechuzas escondidas en sus cavernas! No sé, mis charíssimos hermanos, cómo podemos estar ni vivir contentos en este mundo, donde hay tantas ocasiones, cuando tuviéramos salud, de perderla. Sospéchome o que no la estimamos o no la conocemos, pues tan poco nos guardamos de muchas cosas que, aunque en sí parecen pocas, no son sino muy grandes en orden a nuestra salud espiritual. Y si fácil es el perder la del cuerpo, y con cosas pocas se pierde, más fácil es el perder la del alma y con cosas menores se menoscaba y deshace, pues con un pensamiento consentido ya no hay nada. Pues el otro v en todo cuanto hace tiene las reglas de Galeno y Avicena en la memoria por tener salud, razón será que en todo lo que nosotros obráremos y hiciéremos, tengamos delante de los ojos la ley de Dios y sus mandamientos. Esto es obrar nuestra salud con miedo y temor.
18. Lo segundo que aquí dice san Pablo es ut sitis sine querela, que no [6r] haya quien se queje. Que es lo que dijo el evangelista de los padres del gran Baptista: que eran justos y sin quien de ellos se quejase, coram Deo et hominibus 27. No justo al parecer de cada uno, sino justo que todos lo puedan mirar y nada w hallen que reprehender en él; no sólo que su conciencia no les arguya, sino que Dios lo apruebe y los hombres no le murmuren. Y, en una palabra, quiere decir que el que de veras obrare su salud ha de cumplir con Dios y con los hombres, ser quien debe interior y exteriormente.
19. Lo tercero que dice san Pablo es et simplices filii Dei, que todo esto que hiciéremos no sea artificio, conposición o cumplimiento, sino verdad, llaneza y simplicidad. Que no quiera yo ser bueno por sólo cumplir con los hombres, sino con la simplicidad y entereza que obran los hijos de Dios. En las cuales palabras nos descubre san Pablo que, obrando nuestra salud, no obremos en ella como siervos, criados y jornaleros, sino como hijos. Y no como cualesquier hijos —porque hay muchos que trabajan en la hacienda del padre porque ellos son herederos—, sino como hijos simples que trabajan sólo porque son hijos de tal padre y porque su padre se lo manda, ut simplices filii Dei.
20. Lo cuarto, dice San Pablo: ut sitis sine reprehensione in medio nationis pravae, que no haya quien os reprehenda, aunque sean los ojos tan de lince como son los de la nación perversa y mala. Mucho dice aquí san Pablo y mucho pide al que ha de ser siervo de Dios. No sólo le pide que sea sancto delante de los sanctos, sino delante de aquellos que tienen por officio murmurar de lo bueno. Porque el bueno con su bondad todo lo abona y justifica, no sólo califica lo bueno pero tapa, encubre, disimula y deshace lo que es malo. Pero el malo no sólo murmura de lo malo, pero malicia lo bueno. Y delante destos dice que ha de ser un bueno bueno sine reprehensione in medio nationis pravae atque perversae. Si a esto llegan las obligaciones de un siervo de Dios, ¿qué diré de aquel de quien no sólo se quejan y quejarán los malos si lo vieran y trataran, sino se quejan los buenos, lo notan, lo reprehenden y descubren sus faltas? ¡Oh, si por este camino echásemos de ver cuán lejos estamos de nuestras obligaciones! Abranos Dios los ojos por quien él es.
21. [6v] La última condición que pide es sicut luminaria in mundo x; que seamos como velas encendidas sobre candeleros, dando luz y enseñando con nuestras obras y buen exemplo, no retirados en los rincones, sino donde todos alaben y glorifiquen a Dios que está en los cielos 28. Que es lo propio que habíe dicho y Cristo: habebit lumen vitae, qui sequitur me 29. Que seamos tales que, juntos y pegados a nuestros hermanos, los vivifiquemos, mejoremos z y demos nueva vida. Que seamos como aquellos de la primitiva Iglesia, de quien dice san Pablo (1 Cor 7) 30 y san Pedro (1.ª, 3.º capo) 31 que los hombres infieles se sanctificaban por las mujeres fieles y, al contrario, las mujeres infieles por los hombres fieles a. Que fue decir que era tal la mujer fiel que, no habiendo convertido a su marido infiel los apóstolos y discípulos de Cristo con sus sermones y milagros, ella con su conversación, plática y trato sancto lo convertía, porque delante de él haría tantas y tales obras que eran bastantes, con el ayuda de Dios, para trocar al compañero que tenía de infiel en fiel. Y lo propio hacía el varón con la mujer cuando era infiel. ¡Qué divina propiedad del justo: que es una celestial y divina piedra imán que comunica su virtud al hierro, con ser metal tan pesado; que sea vela y fuego que encienda! ¡Oh desdichado del que echare por el camino opuesto y trocado, que no sólo no hace obras para convertir, sino para pervertir y destruir; no sólo no enciende, sino apaga; no sólo no levanta, como la piedra imán, sino sepulta y entierra, siendo piedra de escándalo! Dénos Dios a sí propio para que acertemos a seguirle con las condiciones que Su Majestad pide, etc.