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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 8

Trata de los males e infamias que consigo trai el volver atrás

1. Siempre, mis charíssimos hermanos, en estos capítulos y exhortaciones que vamos haciendo tratando de nuestra perseverancia en el bien, vamos presuponiendo la virtud y la perfección. Y cierto, cuando me pongo a pensar el fervor, la devoción y plenitud de buenos deseos con que uno viene a tomar nuestro sancto hábito, y después lo hallo con algunos descuidos, me parece que al segundo día le podríamos, sin más pasar adelante, tratar de la perseverancia. Porque tengo por verdad infalible que, si un siervo de Dios se conservase en sus primeros propósitos y deseos, me parece nadie se escaparía de ser grande sancto. Esta verdad es muy llana porque, conservándose en esos deseos, es fuerza, por ser deseos dilatados, que crezcan. La tierra, que guarda en sí el trigo que le depositaron, fuerza es que nazca y crezca, porque ésa es su virtud. Y así lo es de los buenos deseos y pensamientos, dilatarse hasta hallar a quien desea y ama. El fuego apetece la leña y, dándosela, siempre crece sin término y medida. Y lo propio hace aquella centella que asió en nuestra alma, salida de la infinita bondad: cuando dejando el mundo entramos en religión, ésta siempre pide obras y, dándoselas, ha de crecer sin tasa, porque no la tiene aquel bien que desea. Paréceme este tal siervo de Dios a la mujer preñada, que si no aborta, la criatura a que tiene en el vientre crecer tiene hasta llegar a ser hombre perfecto. El que en su alma concibe a Dios, si se guarda, crecer tiene en él una semejanza de Cristo crucificado que llegue a ser perfecto hijo de Dios por una copiosa gracia.

2. Todas las cosas no hay sino enderezarlas y ponerlas en el camino por donde van a su centro, que ellas tendrán cuidado de buscar su fin y paradero donde han de descansar. A la piedra que en lo alto está detenida, no hay sino arrojarla, y al agua quitarle la presa, y al fuego desatarlo de sus tizones y materiales, que el [26r] agua correrá y el fuego subirá. Eso es lo que yo digo que hagamos con nuestra alma: que la desatemos y desasgamos de las asas de la tierra, que le quitemos los estorbos que la tienen detenida acá abajo, que le enseñemos el camino de la perfección. Que, aunque es verdad que el pecado y la culpa la tiene inclinada abajo, la gracia la hace apetecer y caminar arriba b, la cual jamás sabe estar ociosa, sino buscar su centro y fuente de donde salió, como el agua a la mar y el fuego lo superior del aire.

3. Y así lo que tenemos que pedir a los que ya enpezaron a conocer su desengaño y a buscar a Cristo, es sólo perseverar, perseverar. Que, con sólo perseverar el sol en su carrera en el invierno c, que es medida de los tiempos, crecen los días y menguan las noches. Perseverar, mis hermanos, en la virtud y en lo comenzado, que el sol Cristo, que en sus siervos salió, él agrandará el día y acortará las noches hasta llegar a aquel día grande de la bienaventuranza, a quien no se le seguirá noche. No hay officio que en su perseverancia no crezca y cada día no se haga más perfecto. El pintor, con sólo pinctar cada día, cada día pinta mejor. Y así todos los demás. La bestia caminando cada día se hace más ligera y el hombre en el trabajo menos pesado. ¿Por qué habíe de ser menos el hombre en la virtud? En la cual perseverando cada día será más sancto y virtuoso.

4. Según esto, no parece fuera de propósito tratar de la virtud de la perseverancia a los que ya enpezaron a dejar el mundo y servir a Dios. Porque el que sale de un término para otro, con sólo persuadirle que persevere en lo comenzado, es cierto cada día se alejará más de el uno y se acercará más al otro. El religioso que dejó el mundo y busca a Dios cada día, conservándose en este propósito y estado, se hallará más olvidado y apartado del mundo y cerca de Dios. Que es lo que el bobo dice: que todo lo que anda atrás se lo deja. Andemos, hermanos, los que ya estamos en el camino del cielo, que, mientras más anduviéremos, más nos dejaremos el mundo y sus cosas. ¿No decimos acá que el tiempo cura las cosas? Pues demos tiempo a la virtud y quedará curado el peccado. Demos el tiempo a Dios y quedará olvidado [26v] el mundo.

5. Puesto caso, mis hermanos, que el servir a Dios y dejar el mundo es bueno, infamia cosa es tornar atrás y dejar lo bueno que una vez comenzamos. En el siglo una de las mayores infamias que hay es desdecirse un hombre, particularmente si d se desdice con juramento. Causa por qué el peccado de san Pedro fue tan llorado, y de Cristo tan perdonado, por haber negado con palabras la compañía y conocimiento del que con obras habíe seguido 1. ¡Qué poco se advierte esta infamia espiritual entre los que una vez enpiezan a seguir a Cristo y a confesarlo por su maestro ya con obras, ya con palabras, ya con el ayuno, la disciplina y la mortificación y ya con mill alabanzas, cuando en un proviso, por más liviana ocasión que el encuentro de una triste moza de cántaro, ya se niega a Dios, ya le volvemos las spaldas! Y no con mentira sino con verdad, podremos decir que ya no conocemos a Cristo, pues tan borrado lo tenemos de la memoria y tan encontrado con nuestras aficiones y voluntades.

6. Llano es que uno no conoce a aquel de quien no se acuerda y a aquel a quien no ama. ¿No dice Cristo en aquella parábola de las vírgines 2, cuando a deshora llamaban a la puerta, que no las conoce? Pues ¿cómo puede ser que Dios, cuyos ojos son más resplandecientes que el sol, a e quien no se le puede sconder un solo átomo por pequeño que sea, diga que no conoce a estas vírgines? Era porque las aborrecía; así como un hombre que ha dado libelo de repudio a su mujer, dice que no la conoce. ¡Oh qué infamia y desastrada cosa!: que desconozca el hombre a Dios, por despreciarlo y dejarlo por darle libelo de repudio; que niegue a aquel a quien por tantas vías tiene obligación de conocerlo. Y a quien con verdad podrá decir el religioso que lo conoció, pues ya habíe enpezado, como otro Pedro, a seguirlo en la predicación y oración del güerto.

7. ¡Oh qué de lágrimas y contrición ha menester un religioso para soldar la quiebra que ha tenido con Dios cuando, habiendo vuelto las espaldas a la oración, contemplación y dulces tratos con Dios, ya con las obras lo niega f! [27r] ¿Quién —pregunto yo— fue quien arrevolvió aquella piscina de tantas amarguras en el alma de David cuando dice g: Libera me de sanguinibus, Deus meus 3, sino la culpa y el peccado que habíe cometido en el adulterio con Bersabé 4? Porque, así como en la piscina se echaba h la i sangre de los animales que se sacrificaban en el templo j, siendo lavados los lugares del sacrificio con el agua que venía de las fuentes de [Betsaida] 5, así parece se habían recogido en el alma de David la sangre del homicidio de Urías 6, de la muerte de su alma y de la honra perdida de la mujer casada, y de la ocasión dada al decir de las gentes. Todo se habíe recogido a lo profundo de aquella alma, que tan turbada se vido con la culpa dando voces dende los profundos 7 en quien le habíe puesto el tornar atrás y dejar lo comenzado, el olvidarse de Dios y desconocerle por sólo conocer a una pobre mujer. Causa por qué cada día lavaba el lecho de su cama con lágrimas copiosas 8, donde se había derramado la sangre del sacrificio que se habíe hecho a Satanás en el adulterio y junta con Bersabé.

8. ¡Oh, mis hermanos, y qué de compañeros tiene David en la culpa y qué pocos en las lágrimas y en los pesares! Digan, mis charíssimos hermanos, en el officio y estado que tenemos ¿no representamos a otro David, cantándole a Dios psalmos y alabanzas de noche y de día 9? ¿No hacemos sus guerras y batallas? ¿No nos ha sacado Dios del mundo, lugar más bajo que el que tenía David cuando guardaba las ovejuelas de su padre 10? ¿No nos ha entrado en su casa y, por la grandeza que en sí encierra el servirle, no nos ha hecho reyes? Y si eso es poco, como el mismo Dios dice a David, adiiciam tibi majora 11, que nos dará y levantará a cosas mayores. ¿Por qué —pregunto yo— hemos dejado tan grande summo bien y vuelto atrás? Sólo por la hermosura de las criaturas muertas y desnudas de todo bien k. ¿Es posible que no consideramos que, en este volver atrás, no derramamos la sangre de Urías, sino la de Cristo, que tiene valor infinito; no la honra de una mujer casada, sino la de un alma sposa del mismo Dios; y el decir de las gentes, que no es menos que tener a un justo, que algún tiempo lo fue, por el más infame de la casa de Dios, pues se desdice y niega a quien tantas veces por votos y juramentos ha dicho que conoce y pretende conocer todos los días de su vida?

9. Si esto [27v] es verdad, como lo es, que hemos seguido al que erró, ¿cómo no seguimos al que hizo penitencia? ¿Es posible, mis hermanos, que tan presto se pueden olvidar los primeros propósitos, los nuevos fervores l con que entramos en la casa de Dios, aquel renunciar el mundo con sus pompas y desear vestirnos del alba blanca de la gracia? ¿Dónde está, mis hermanos, aquel «haré, haré», aquel «ya no más, ya no más»? ¿Dónde está aquel templar de nuestra alma cuando con mill preparaciones la pretendíamos componer para dar música suave a Dios a la media noche y por todo el día, que así en tan breve tiempo se destempló y enllenó de luto? ¿No éramos retratos y pincturas de Jesucristo? ¿Quién tan presto nos engañó que una, dos y tres veces 12 decimos con las obras que ya no conocemos ese bien pasado?

10. Todo este mal trai la culpa, que siembra olvido, trueca a un hombre y le pone sueño para que todo lo pasado le parezca soñado y, en majestad y grandeza, sueño lo que tiene presente, pareciéndole montes de oro aquello que bien le pone del lodo. ¡Oh qué recia cosa es la culpa, que en un instante me pone tan lejos de Dios que me hace no conocer al que por gracia era una propia cosa conmigo!

11. Causa sería de gran sentimiento a cabo de muchos días que unos marineros llevasen a jorro una nave por la mar con grande trabajo, levantándoseles viento contrario se tornase al puerto do habíe salido en un instante; y los que subiendo al edificio de una torre una grande piedra con tornos y artificios, por aflojar la mano se les tornase al suelo cuando ya estaba cerca del asiento que habíe de tener. ¡Ay, alma, y cuánto cuestas llevarte por ese mar ancho de la virtud y perfección! ¡Cuán, cuán a fuerza de brazos caminas y qué a jorro te llevamos! ¡Qué de penas y cuidados cuestas, qué de artificios y tornos te suben, qué de penitencias y mortificaciones te menean! ¡Y que, por un aflojar la mano, quien ya estaba cerca del lugar donde podía tener algún reposo, se vuelva al suelo [28r] de donde salió, torne a caer donde la recaída haya de costar otros nuevos trabajos y mayores pesadumbres que las primeras!

12. ¡Oh sancto Dios mío, abre las entrañas de tu misericordia y, al que así fuere otro Pablo y otro David, mirándolo lo tornes y trueques en un mar de lágrimas y hagas de él una peña fuerte en la virtud comenzada! Y si el haberse alejado de ti lo tiene tan desacordado, vuélvelo en sí con vivos retratos de su culpa y miseria, como Natán hizo a David 13, para que vuelva y torne a ti, que eres infinito bien. Bien veo, Dios mío, que muchas veces permites culpas y pecados por descuidos y flojedades de los que te sirven, pero de parte tuya son trazas e invinciones para que el bien sea conocido como debe cuando es perdido y se vea la falta que hace en un alma entregada por sus nuevas culpas a tantas miserias, en el contarlas infinitas quien primero poseía bienes inmensos; y que, desengañado con los remordimientos presentes de su conciencia, salga de su casa, como otra esposa 14, sin el mirar qué dirán las gentes y busque a su Dios, aunque sea a costa de dejar el manto 15 y cubertura de su hacienda, honra y aun el pellejo que cubre sus carnes, que más vale vivir con Dios desnudo en una cruz y con un Job en el muladar que no rico y poderoso entre los del mundo.

13. No , Dios mío, quisiera acertar a decir el sabor de las lágrimas y recatados requiebros que un alma conocida dice a Dios después de la caída. Pero paréceme ser cosa imposible acertar a decir los sabores del nuevo pan a quien, en la enfermedad de la culpa pasada, estuvo tanto tiempo sin comer; el alegría que recibe de la nueva luz, a quien ciega de amor propio estuvo en tinieblas; el contento y placer que recibe de ver a Dios aplacado, el que primero con atrevimiento lo habíe ofendido. Nuevos desposorios son que se celebran con solo confusión, cuando la mayor dicha que se tiene es remitir a los ojos que, con su derramar lágrimas, hagan el officio de la lengua, que, acobardada, en la presente ocasión está muda. Descubran con su corriente la profundidad en que está escondido el corazón por no se atrever a parecer ante quien así robó los amores que a él sólo se le debían.

14. ¡Oh si en esta ocasión el alma sin ser pudiera tomar un solo ser de operación [28v] con que en alguna manera obligara antes de parecer al que primero habíe ofendido! Quiero decir que, así como un hombre que hubiera cometido un grave delito contra el rey, sabiendo que ya el rey le llama y lo vuelve a su amistad, quisiera este tal, antes de parecer presente, hacer grandes cosas y hazañas que le contaran, para que, antes que le viera, viera cuán trocado venía, cuán otro pensaba ser de allí adelante. Pero, como tú, Dios mío, conoces los corazones y los deseos en su fuente y origen, no es necesario deshacerse un alma que ya perdonas, sino parecer ante ti, que bien la entiendes y conoces y, antes que obre, ya tienes recebidos los deseos y propósitos, ya te das por de nuevo obligado a hacerle nuevas mercedes. Verdad es que bien gustas que ella haga consigo esas cuentas y conozca esas confusiones de la culpa pasada, que actos son de humildad de m la que así se apodera del mismo Dios. Y n quien en el caso presente le sabe tan bien las cosas dichas o que, mirando los provechos que de p la culpa sacó, Dios, no acordándose ya de la offensa sino de las penas amorosas que por ella piensa tomar y de los dulces abrazos de Jesús q, la llama y dice una y muchas veces: Felix culpa, quae r tale meruit habere Redemptorem 16, doctorem et miseratorem 17.

15. Verdad es, mis hermanos, que a esto llega la bondad de Dios, a sacar s tales bienes de tales males, tales medicinas de tales enfermedades. Pero no hemos nosotros de mirar eso cuando estamos en la virtud ni ha de ser eso causa para descuidarnos, porque eso es summa bondad y misericordia de Dios t. Y ¿quién es el que sabe que, si le ofende, lo ha de perdonar? No porque de parte del mismo Dios falte el querer, sino de parte nuestra la disposición. ¿Quién sabe si lo dejarán en la culpa y morirá en ella? ¡Qué loco fuera el que, por decir hay médicos de fama, quisiera estar enfermo, y el que, por haber buen paño en la tienda, quisiera romper su vestido bueno, particularmente si de parte suya no habíe caudal para pagar u y obligar al médico [29r] a que lo visite y al mercader para que le el paño! ¡Oh qué necio fuera el que, sin tener la llave de una puerta, echase el golpe y se quedase dentro a beneficio de que sólo un hombre que habíe en el mundo v con la llave lo abriese! Díganme, hermanos, ¿quién de todos los que cain en culpa, aunque fuera el ángel más subido, tenía caudal para obligar a Dios a que lo sane w, libre y vista de su gracia y saque de la culpa? Nadie por cierto. Miserebor cui miserebor 18. El es el que se ha de compadecer del peccador, el que ha de dar el primer paso en nuestro remedio, el que llama y el que dispierta. Y no es la menor dificultad saber quién es a quien llama, que es un hombre dormido en sueño de muerte eterna, un hombre desconocido, un hombre que, para volver sobre sí y en su acuerdo, ha menester muchos auxilios y favores y Dios y ayuda. ¿Quién con esto no teme la caída? ¿Quién no procura la perseverancia y el seguir a Cristo sin cesar ni detenerse?

16. En confirmación desta verdad, vemos que en cualquier salida que halla dificultad o la siente cualquier animal, la tiene muy grande en la entrada. Un caballo síguele un mal paso, de mejor gana recibe los palos para el no entrar que, después de haber entrado, para salir. Y un triste jumento, si una vez atolló y zahondó en una parte, no hay quien le haga tornar por ella. Y de un gato vemos que, si se ve encerrado en un aposento do no pueda salir, se embravece y sacará los ojos a su propio amo y a quien allí topase —y no hará daño a cosa—, porque se ve preso y captivo y a mandar de otro que le puede, allí metido, quitar la vida. Del vencejo vemos que, por tener los pies cortos de suerte que, si una vez cai en el suelo, o no se puede levantar o se levanta con dificultad, jamás los veremos a estos pájaros sentados en el suelo; su habitación la tienen en lo alto de los tejados y edificios de su casa y su sustento lo tienen en el aire.

17. ¡Oh buen Dios mío, cómo esta prudencia imperfecta de los animales nos descubre x la bestialidad y brutez [29v] del hombre, su insensibilidad y poco saber! Que sepa que si cai en la culpa de ella no puede salir por sus fuerzas, ni tiene caudal para se levantar de ella, y que es un pozo tan hondo y un paso tan malo que jamás ha habido criatura angélica o humana que en ella haya entrado el pie que por sí solo lo haya sacado. Y, si no, véase claro en los demonios, ¿cuál de ellos ha sido libertado del captiverio en que una vez se metieron? Sólo por no ser y capaces de la copiosa redención que los hombres tuvieron por Cristo 19, en su peccado se quedaron y en él se están y estarán para mientras Dios fuere Dios. Y lo propio fuera del hombre si Dios, por quien él es y por su bondad, no bajara a darle la mano y sacarlo de este profundo y labirinto tan sin salida para quien no tuviere esta celestial guía. Que sepa esto el hombre, se lo digan y prediquen cada día —y él a ojos vistas se lo ve, pues muchas veces se ve muchos años en los peccados de suerte que él propio dice ha menester ausilios sensibles que él los vea y los sienta, y que menos no pueda—, ¡y que, con todo eso, no tema el que ya una vez camina por la virtud no caer en paso tan malo y en atolladero tan sin salida! Y lo peor es que, aun ahí dentro y metido, en lugar de humillarse y conocerse para no hacer nuevos males, viendo que está a mandado de quien le puede perder cuerpo y alma y echarlo al infierno y fuego eterno 20, no sólo no hace lo que un animalejo tan goloso como el gato, pero ahí está haciendo otros mill disparates, nuevas culpas y peccados, y por mill partes obliga a Dios a su castigo.

18. De donde los justos y sanctos quieren más recebir los palos por no entrar en tan mal paso que no, después de haber entrado, padecer para salir. A esto van enderezadas las penitencias, mortificaciones, ayunos, disciplinas que tienen todo el año. Todos son palos y latigazos que dan a su carne por no entrar en la culpa, que, en fin, son penitencias sabrosas. Y no los castigos que Dios envía a los obstinados, los cuales, si no vienen acompañados con una copiosa gracia, de nada sirven sino de tormento y confusión. En fin el justo es discreto y, usando de una sciencia y sabiduría del [30r] cielo, como ave divina que, si cai en el suelo, tiene tan cortos pies que por sí no se puede levantar, procura hacer su nido en el cielo y, sin bajar con el pensamiento acá abajo, al vuelo y en la contemplación busca sustento su alma con perseverancia. Sirviendo en ese estado el justo de confusión al pecador, que cada día anda con las cruces a cuestas de sus culpas y peccados. Cruces las llamo, no cruces que abren el cielo y nos dan a conocer a Dios, sino cruces y penas que para los malos sirven de horcas, quitan la vida, privan de la gracia, absentan de Dios y echan a un hombre al infierno.

Dénos Dios su gracia, por quien es, para perseverar en el bien.




asigue crecer ti tach.



bcorr.



c en el invierno sobre lín.



dsigue el tach.



1Cf. Mt 26,67-75



2Cf. Mt 25,11-12.



ecorr. de ante



fms. niegan



gal marg. vide



3Sal 50,16



4Cf. 2 Sam 11,1-5.



hcorr. de echaban



icorr. de las



jal marg. vide



5Cf. BEDA EL VENERABLE, Homeliae evangelii, 1,23 (CCL 122,162).



6Cf. 2 Sam 11,14-24.



7Alusión al inicio del salmo 129: De profundis clamavi...



8Cf. Sal 6,7: «Lavabo per singulas noctes lectum meum; lacrymis meis stratum meum rigabo».



9Cf. Sal 41,9.



10Cf. 1 Sam 16,11; 17,34.



112 Sam 12,8: «Et si parva sunt ista, adiiciam tibi multo maiora».



ksigue como tach.



lsigue que tach.



12Alusión a la triple negación de Pedro. Cf. Mt 26,69-74.



13Cf. 2 Sam 12.



14Cf. Cant 3,2ss.



15Cf. Cant 5,7.



msobre lín.



nsobre lín., en lín. en tach.



o las cosas dichas sobre lín.



psigue ella tach.



qsigue y ella tach.



rms. quem



16Misal romano, vigilia pascual, el Exsultet: «O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!».



17 Estas dos últimas palabras pueden ser reminiscencias bíblicas (Sal 85,15; 102,8; Sant 5,11; etc., para miserator; 1 Tim 3,2 para doctorem) o de los textos del breviario.



ssigue bienes tach.



t de Dios sobre lín., en lín. suya tach.



usigue el tach.



vsigue lo abriese tach.



wsigue y tach.



18Ex 33,19: «Et miserebor cui voluero»; Rom 9,15: «Miserebor cuius misereor, et misericordiam praestabo cuius miserebor».



xcorr. de descubren



ysigue p tach.



19Alusión a Sal 129,7: «... et copiosa apud eum redemptio».



20Reminiscencia de Mt 10,28.






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