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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 32

Cómo más debe llevar a un religioso a la cumbre de la perfección el amor de Dios entrañado que en sí tiene
que las disciplinas y mortificaciones exteriores, causa
por qué en éstas ponemos tasa y no en el amor

1. Yo quería que el que oyese o leyese estas dos exhortaciones, aunque de cosas bien claras, las leyese con atención respecto de que no parezca menoscabar la gloriosa fama que tienen las penitencias y mortificaciones religiosas, cierto y verdadero fundamento del alto edificio que un siervo de Dios pretende hacer en el estado que toma; de las cuales, si hubiéramos de decir y de los copiosos fructos que a un alma le acarrean, fuera necesario scribir un libro. Hartos pienso yo hay scritos de esa materia.

2. Lo que ahora yo voy diciendo, hablando con un género de religiosos que por el gusto que tienen de estas obras penales y mortificaciones exteriores quieren remitir todas las partes principales de su vida perfecta a solo el cilicio y la disciplina, siendo la verdad que ésos son medios para lo más principal, que es unirse con Dios, sujetar sus pasiones y su cuerpo para que lugar al alma se remonte a región más alta de aquella donde vive el cuerpo.

3. Hemos dicho también que estas penitencias han de ser diferentes en los principiantes que en los ya aprovechados. Cuando uno se ejercita en la vida purgativa, es cuando en esas penitencias se ha de apretar más la mano. Llano es que, cuando una mujer lava un trapo sucio, diferentemente se ha con él cuando lo remoja, da jabón y lava que después de lavado, porque para limpiarlo le da mill porrazos, golpes y torceduras, y después se contenta con tenderlo al sol, enjugarlo, doblarlo, [107r] echarlo en su cesta y ponerlo en la mesa sobre quien coma su amo. Estos parece son los estados que debe tener un religioso que busca perfección: que al principio, al limpiar las conciencias, al purgar las culpas, al rendir el cuerpo, un golpe y otro golpe, mill jabones y retorcijones en la disciplina, ayuno y cilicio, pero después de limpio el trapo, no hay que golpearlo tanto, que se romperá; contentémonos con tenderlo al sol y que la gracia lo enjugue y seque los malos resabios que tenía. Descanse, dénsele sahumerios a esos trapos para que güelan bien en la mesa de su Señor. Adquiera virtudes, que son por quien un religioso güele a Cristo crucificado; recoja sus sentidos y potencias como trapos en cesta; guarde su alma para tenderla y derramarla a en presencia de Dios, para que en ella Su Majestad coma y coja los fructos que dan sus potencias. Que por eso dijo el sabio que habíe tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de abrazar y tiempo de apartarse de esos abrazos 1.

4. Muy llano es que, para sacar de una posada una mula, que ha menester spuela y palo, pero después, que ya se le hace noche, el deseo de llegar donde le den cebada le hace alargar el paso sin arrimarle la spuela. Y lo propio tiene el perro que sale a caza, que al principio, para sacarlo de entre los tizones, es necesario atarlos con cadenas, pero después el olor y codicia de la caza los entretiene y lleva. Lo propio sucedió a los hebreos: que, para que saliesen de Egipto y de buena gana, vinieron sobre ellos mill males y rigores con que los egipcios los trataban, pero después la golosina de llegar a tierra tan abundante como la que llevaba leche y miel los suspendía. No quiero negar, mis hermanos, de que este nuestro cuerpo y sentidos, para sacarlos de Egipto y apartarlos del mundo y de sus ollas y tizones, sino que es menester palo y espuela y que, como a perros, es necesario echarles cadena. Pero después de ya salido el cuerpo con todos sus sentidos, ya después de se haber alejado algún tanto y que él [107v] ya desea llegar a la sepultura, donde a él se le da el sustento de su calidad y condición b, con esperanzas que en la fee tiene puestas de otros premios eternos de que ha de gozar en compañía del alma ya glorificada, no hay dudar sino que en esta ocasión ya él desea alargar el paso, ve que se le llega la noche y acorta la jornada, acerca el término. En esta ocasión ande sin espuela y palo, que, si en algún tiempo fue necesario tratarlo con crueldad como a esclavo, captivo y como a perro indómito, ya güele la caza tras quien el alma anda, ya tiene ciertas nuevas de la tierra de promisión, donde habrá leche para el alma y miel para sus sentidos 2; quiero decir leche scondida, que será la gloria y c esencia divina, que para sola ella la tiene Dios encubierta; y el cuerpo con sus sentidos gozará de la gloria y vista del cuerpo de Cristo y de los demás bienaventurados, como de miel.

5. De aquí saco yo otra razón con que confirmo d la doctrina que voy diciendo, y es: en la bienaventuranza no hay llantos ni clamores 3, no hay penitencias, porque de este mundo van labradas las piedras y adoladas las maderas de que se edifica aquella celestial Jerusalén; luego, mientras a ese fin uno más se llegare, menos ha de llevar de lo que allá menos se usa y mayores propiedades de lo que allá se profesa; pero, así es que lo que en el cielo se usa y trata es contemplación, gozo y conformidad de todos los bienaventurados con Dios, luego de eso, mientras más se llega, más ha de llevar, y menos de estotras obras penales que allá no se usan. Por eso dijo el Spíritu Sancto a aquella alma sancta que se levantaba a Dios: Quae est ista quae ascendit sicut virgula fumi ex aromatibus myrrhae et thuris? 4 Ahora noten que lo que sube es la varilla delgada y olorosa del humo que de sí da la mirra y el incienso echado en las ascuas, y abajo se queda lo amargo, que es la mirra y el incienso y las brasas. [108r] ¡Oh Dios sancto, y quién supiese enderezar a ti todas sus obras, de manera que yo supiese imitar a esta alma sancta, arrojando en los principios de mi conversión este mi cuerpo amargo con todas sus jarcias en el fuego y rescoldo de las penitencias, ayunos y mortificaciones, de suerte que el alma sola con todas sus potencias se levantase a ti en tus alturas, dándote un suavísimo olor de sanctidad y virtud!

6. Los animales que se sacrificaban a Dios e, acá fuera en los atrios y portadas era donde se derramaba la sangre, desollaba el animal, se partía y hacía raciones para los sacerdotes. Acá fuera era donde se cocían las calderas y daba el fuego. Allá dentro era donde entraba el sacerdote solo, vestido de pontifical, con vestiduras preciosas y misteriosas. Allá dentro era donde sólo se metía una partecita del animal, que eran las entrañas, y se las ofrecían a Dios sobre el altar 5. Todo esto debe entender y advirtir el siervo de Dios cuando se ocupa en degollar y mortificar f sus pasiones y en derramar sangre y dar fuego a esta su carne: que en este estado aún se está en los atrios de la casa de Dios. Después de todo eso hecho, vestida el alma de virtudes, adornada con dones y gracias, ella sola es la que se acerca y entra a lo secreto del propiciatorio, donde se hacen las preguntas y reciben las respuestas, donde a Dios se le dan y entriegan las entrañas puras sacadas y desencuadernadas de todo lo material. Dame, Dios mío, gracia para que yo acierte a hacer este sacrificio de suerte que sea racional, como san Pablo dice 6, y merezca ser cada día g más aprovechado en tu casa, de suerte que, llegándome a ti y a tu tabernáculo, donde no llegan males de pena ni azotes de castigo 7, no tenga yo necesidad de vivir conmigo propio con sobresaltos de culpas ni estorbos de penas y castigos, sino que todo yo, ya espiritualizado, sea un [108v] humo suavíssimo y un olor agradable, que de tu memoria borre el mal olor que mis peccados pasados dieron.

7.  yo, Señor, a César lo que es de César 8 y a la tierra lo que es de la tierra y a ti, bien mío, yo toda mi alma y todo mi corazón y fuerzas, con que a ti solo ame, quiera y reverencie. No permitas h tú, Señor, que yo trueque las manos y lo que es tuyo, que es el alma y voluntad, como tengo dicho, la pegue a las cosas de la tierra, contentándome con penitencias y obras i exteriores, que, como éstas se han de acabar, si el alma no queda siempre asida y pegada a ti, harto trabajo tendría. No sea yo, Señor de mi alma, como el pulpo, que para despegarlo de la tierra lo hacen pedazos y queda sin provecho, ni como la grama, que por tener tantas raíces, de ahí sacada, para nada vale. No sea el caso, Señor, que, por estar yo pegado a las cosas de la tierra, sean necesarios tantos azotes y disciplinas que primero esté hecho pedazos el cuerpo y de suerte que para nada valga que se despegue.

8. Sea yo, Señor, como el pajarillo casero, que con un reclamo que le da su amo lo torna a la mano. Sea yo como Esaías dice 9 del buey y jumento, que saben a la pesebrera de su amo y se van y tornan con solo el conocimiento del bien que les hacen. Abreme tú, Señor, los ojos para que conozca las mercedes que me haces, para que ésas me guíen y lleven donde tú estás apacentando tu ganado 10. Sea yo, Señor mío, una ovejuela simple que con solo un ramo verde la trai a sí su pastor.

9. ¡Oh qué terrible cosa sería, mis hermanos, si todo lo que hubiésemos de hacer hubiese de ser a palos, a penitencias y mortificaciones! Levantemos los ojos, pongámoslos en Cristo crucificado, que dende lo alto del monte Calvario nos llama con amorosas palabras y, como amoroso pastor, sale glorioso del sepulcro mostrándonos el ramo verde de su cuerpo glorioso para que vamos a él y lo gocemos. Etc.

[109r]

Jhs. M.ª




arra sobre lín.



1Cf. Ecl 3,4-5.



bsigue ya la tach.



2Evocación de Ex 3,8; 13,5; etc.



csigue de tach.



dsigue yo tach.



3Cf. Ap 21,4.



4Cant 3,6.



eal marg. vide



5Cf. Lev 1 y 3.



fsobre lín., en lín. matar tach.



6Rom 12,1: «... rationabile obsequium vestrum».



gcorr. de días



7Cf. Ap 21,3-4.



8Cf. Mt 22,21.



hsigue s tach.



isigue est tach.



9Cf. Is 1,3.



10Cf. Cant 1,7.






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