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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 33

Cómo suele ser causa la poca virtud interior el menoscabar la salud y las fuerzas las penitencias y mortificaciones

1. En esta materia me alargo algo más de lo que alguno podrá pensar ser necesario, respecto de que ya nuestra a tibieza y flojedad ha llegado a término que parece cosa nueva o peligrosa en nuestros tiempos decir que en penitencias y mortificaciones b exteriores hay quien pase y a quien sea necesario ponerle freno y corma para que no pase la raya de lo que es necesario. Digo que en esto me he alargado c respecto de que con los fervores de los principios en nuestra Religión he visto algunos hermanos que de disciplinas que han tomado continuas no ha podido la Religión en mucho tiempo aprovecharse de ellos, y otros que, por usar de rigores descompasados, ahora tienen, como dicen, quebrada la pierna para dar siquiera un paso en materia de rigor. Juzgo por grande indiscreción de los tales religiosos y de sus maestros que les dan licencia para cosas que después ellos y la Religión con ellos tiene que gastar. Y yo más querría un religioso continuamente guardando su regla que, por un apretón que dio dos meses, todo el año la quebrante, coma carne y no siga comunidad, causa por qué yo me d alargo e en esta materia. Habiendo sido tan amigo de que los religiosos fiados en Dios se dispongan a mucho, que nada me parecía harto en f materia de penitencias y mortificaciones g, hame h dado i tanta pena j el ver algunos caídos y postrados y para poco o nada de provecho que pluviera a Dios aun de lo continuo y esencial de nuestra regla les hubieran quitado, porque, como los que ahora vienen ven que aquél come carne y el otro no sigue el coro, no viendo la causa pasada, que fueron las penitencias, de nada se edifican.

2. A este propósito quiero decir una sola palabra, y es que si las penitencias y mortificaciones las acompañasen con mucho amor de Dios y elevación del hombre interior a las cosas sobrenaturales —que me parece y pienso no me engaño—, no dañarían al hombre exterior. Quiero poner un exemplo. Si cuando a un delincuente le han de apretar los cordeles en el potro y dar otros tormentos, con [109v] tiempo tomasen un poco de incienso macho y otros bebedizos que suelen adormir las carnes, suele con esto el hombre no sentir el tormento y aun no recebir los daños que reciben otros muy sensibles y delicados. Más, un gato si cai de un tejado, pocas veces se hace daño, al contrario de otro k cualquier animal que alguna caída. Y aun en los niños los vemos que dan mill caídas sin hacerse mal; y si cai un hombre, suele costarle la vida. La razón es porque el gato es todo nervios y tiene pocos y delicados güesos; y el niño cuando cai da chico golpe por no ser tan pesado como el hombre. Así digo yo que, si el que hace las penitencias, cuando las hace y las obra, cuando a su cuerpo da trato de cuerda, procurase adormir el alma en los regazos de Dios y volverse con su divino amor como insensible a las cosas de la tierra, es certíssimo ni sentiría tanto dolor ni quedaría descoyuntado. Pues ¿qué si, como sancto y siervo de Dios, estuviese en las virtudes bien arraigado y descargado del peso que causan las cosas de la tierra? No sería el golpe de la disciplina y la caída en l la abstinencia y mortificación golpe que descoyuntase ni menoscabase.

3. Pero si, pensando yo que solas mis penitencias me han de llevar al cielo, estándome vivo en mi interior y sentido en mis pasiones, pesado en mis costumbres, cierto que estaba por decir que este tal guardara sus penitencias si no las enderezara al provecho interior del spíritu. Porque esos azotes son como los que da el pregonero al delincuente, que a él no le hacen ningún provecho ni refrenan sus males si los tiene, porque es uno el hombre que los da y otro el que los recibe. Así sucede a algunas personas penitentes, que, no siendo todo uno el hombre interior y el exterior, digo, tiniendo m un fin en las penitencias, de poco le servirán los azotes si por una parte azota la carne y por otra parte anda el spíritu rondando las calles y pretendiendo sus gustos. De donde yo he visto hartos que han andado cargados de cilicios y abiértose a azotes y, en tocándolos al hilo de la ropa, saltan a la cara. Y quiera Dios no sean como el pulpo n, de quien dicen que azotándolo engorda. [110r] Y así veo que hay muchos que, con los azotes y penitencias, se hinchan y ensanchan, que es menester peticiones para los hablar; y quieren vendernos sus azotes y que les paguemos el sayo que dejaron y el saco que se pusieron, como si eso fuera para ganar dineros o para comprar estimación y honra. De manera que es de grande inportancia la virtud interior para que no hagan daño las mortificaciones y penitencias exteriores.

4. En tiempo de peste suelen los médicos y temerosos de los males que andan, traer pomas de olores y cosas con que se guardan y preservan de aquel mal. Y al laurel o dicen que no le quema el rayo que cai junto a él, de donde los antiguos vinieron con él a coronar a los capitanes invincibles cuando venían victoriosos de sus guerras. Sabe nuestro Señor cuánto quisiera yo con un spíritu de Dios persuadir esta virtud interior, que así preserva y ayuda a llevar al cuerpo los males de pena que se le ofrecen. Es, pues, la virtud interior una poma de ricos olores y un laurel, con que las disciplinas no matan el cuerpo, antes hacen huir las enfermedades que les pueden sobrevenir. Es la virtud un rico fieltro que defiende del agua y un quitasol que hace sombra, según aquello que David dice del justo: Sol non uret te nec luna per noctem 1. No dijo que no le daría el sol ni la luna, sino que no le quemaría ni haría los males que a otros.

5. ¿Qué necesidad tenemos de exemplos ni scritura cuando la verdad nos la publican tantos sanctos p cuyas penitencias son y han sido un asombro al mundo, de quien suelen decir los tibios y flojos que no son imitables? Yo lo confieso que las penitencias solas no son imitables, pero la virtud y la penitencia todo junto sí es, porque quien al justo le da las fuerzas, el ánimo, el brío y lo hace hombre fornido son las virtudes; y si éstas un hombre tiene, como los otros sanctos las tuvieron, ¿por qué no los podrán imitar?

6. Echábanse los sanctos, para vencer sus tentaciones, en la nieve, en el fuego y en las spinas, y salían libres del mal de culpa que les amagaba y sacaban los cuerpos buenos y sin lesión alguna del mal de pena que abrazaban. Pero, si yo quisiese hacer aquellas valentías después de cada día vencido en mis tentaciones, [110v] en verdad que había de ser como la tierra por donde pasa un raudal muy grande de agua, que se lleva el turbión y la deja robada. Cuando yo veo un religioso que de cuatro días que ayunó y tres que durmió en la tabla y de siete que fue a maitines, que ya anda destemplado, caído, enfermo y necesitado de ayudas de costa, bien me parece que este tal aún se es tierra, pues tan presto se desmoronó y quedó robado de la salud. Que si él, como otro Francisco, Domingo, Antonio, Hilarión, fuera piedra fuerte, antes habíe de quedar lavado y limpio y más glorioso, como quien quedaba coronado con el laurel a quien no hirió el rayo. Habíe de quedar más fuerte, como las varas verdes que se tuestan al sol y se enjugan al fuego; y más puro y acendrado, como el oro en la fornaza; y más lucido y hermoso, como los niños de Babilonia con sus ayunos de yerbas 2. Dios me libre de algunos hombres que, por cuatro penitencias que hicieron, ya andan descarados como si el aire cierzo les hubiera llevado el rostro; y viven con dolores de estómago como si no hubieran comido en su vida y con dolores de cabeza como si mill años contemplaran. Todo lo cual es falta de la perfección interior.

7. No es causa que un trapo se rompa el lavarlo una o dos veces, ni el batanar el paño es causa que se adelgace, antes es al revés, que el buen lienzo lavándolo se cura y el buen paño batanándolo q queda más tupido y fuerte. Pero suele ser causa la mala hilaza, de que el lienzo y el paño están hechos, que en estas ocasiones se deshagan, rompan y deslanen. En verdad que, si el religioso entra en las penitencias como trapo viejo y paño mal hilado, que de ellas ha de salir rompida la salud y menoscabada la vida. Porque el justo en esas ocasiones sale fuerte y de dura y como bacallao curado al sol, que limpio se conserva todo el año.

8. Lo cual no tiene la carne fresca, que una sola mosca que en ella pique la deja llena de gusanos; y como el agua muy delgada, que, dos días que esté en el cántaro recogida, güele y no vale sino para verterla. Así digo yo r que los religiosos que son de esta manera s, a dos picaduras de disciplinas, ya están heridos y dolorosos y, a tres días de recogimiento, [111r] es necesario enviarlos al campo y verterlos por las calles. Que les diría yo lo que dijera la criada a su ama cuando viera la carne con gusanos y el agua corrompida: Señora, mejor se estuviera esta carne viva y esta agua corriendo en su arroyo que no, después de cansada, perder lo uno y lo otro t. Quiero decir que a estos tales religiosos yo los dejara vivos en su casa y correr por lo secular si, por una mortificación que hicieron, ya tenemos gusanos y, por dos días que estuvieron encerrados, ya es necesario echarlos de casa. Esa ya es mucha delicadeza y bien se les echa de ver que son más carne fresca que pescado curado.

9. Por eso aquella mujer fuerte, de quien dice el Spíritu Sancto en los Proverbios, cargó en su nave pan que se pudiese llevar de lejos u: de longe portans panem suum 3. Que este pan, para que no se dañe, no ha de ser fresco, sino vizcochado, que es dos veces cocido. Y esto propio debe hacer el verdadero religioso si quiere llevar mercaduría lejos y apartarse mucho del mundo y remontarse en Dios: que procure llevar pan dos veces cocido, que procure hacerse fuerte con remedios naturales y sobrenaturales; con los naturales se cueza y se curta al sol, al frío y a las inclemencias del cielo sin temor alguno; y luego se torne a cocer con el fuego del Spíritu Sancto. Y de esta manera, aunque de barro por su parte y de su cosecha, será piedra y ladrillo cocido, digno de que lo pongan en el edificio de la celestial Jerusalén. Para todo nos Dios gracia por quien él es.




asigue tilfie tach.



bsobre lín., en lín. en cosas tach.



csigue algo tach.



dsigue he tach.



ecorr. de alargado, sigue algo tach.



fsigue es tach.



gsigue pero tach.



hcorr. de hanme



icorr. de hartado



jsobre lín.



ksigue qal tach.



lsigue el tach.



mcorr.



nsigue que tach.



oms. larel



1Sal 120,6.



psigue cui cu tach.



2Cf. Dan 1,12-16.



qsigue se tach.



rsigue que los tach.



ssigue que tach.



tsigue a es tach.



usigue por tach.



3Prov 31,14.






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