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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Contra los que dicen que es mucho melindre adelgazar y reparar en cosas pocas y cómo en las religiones reformadas cualquier quiebra es cosa muy grave
1. Bien sé que me han de decir a muchos de los que reparan en cosas pocas que hilo delgado y que aprieto mucho en cosas que no son las más esenciales. Y aun dirán quizá que es falta de charidad ponerse con los achacosos, si les han de dar carne o han de seguir comunidad, si les train de fuera la comida, si la guisan bien o mal adentro, si comen muchas veces y fuera de hora. Que es mucho adelgazar mirar si los enfermos disimulados andan por la casa y parlan al sol y que parece perseguirlos quererlos encerrar en las celdas, o que asistan al coro. Estas y otras cosas que arriba quedan dichas sé que las han de pesar y medir con mayor rigor que yo los peso a ellos. No inporta, que mi peso es el de Dios, el de mi regla y el de mi Religión, que es fuerza sea cierto y verdadero. Y el suyo es de su gusto y apetito, que con cosa no se harta ni se satisface, y menos si toma parecer con los médicos de la tierra y con gente del siglo, cuius deus venter est 1.
2. Yo he visto lo que ahora diré, que delante de mí le entraron a informar a un médico de fama de los de la corte de la enfermedad de un caballero b en una vigilia, y dijo así el criado al médico: Señor doctor, mi señor besa a vuestra merced las manos y le hace saber que esta noche ha escupido mucho. Respondió el médico: Ya lo entiendo, díganle que coma carne. Otra vez me sucedió que, comiendo en casa de un marqués de esta c corte, en un día que podíamos comer carne, y habiéndome animado a comer de buena gana por dármelo con buena voluntad, porque no quise a la postre comer de un pastelón, después de d haber comido hartos e platos bien abundantes que ponían, me hartó f de sancto la señora marquesa, diciendo muchas veces: ¡Ay qué sancto, ay qué sancto que no come!; Jesús, ¿y cómo viven? Pregunto yo, si a éstos se fuesen a aconsejar nuestros dolientes, bien se deja entender que todos darían tras quien lo contrario aconseja.
3. En lo que dicen que es falta de charidad, no lo es, que también es charidad dar limosna a los pobres y los echan de la iglesia porque no dejan celebrar los divinos officios ni rezar [127v] a los que asisten a ellos. Y si estos enfermos, que hemos comparado a pobres de officio, han de perturbar a los demás, bien es echarlos de casa y que nos dejen alabar a Dios.
4. Dicen que hilo delgado. Así ha de ser en cosas tan graves como aquellas que han de pasar por las manos de Dios. Aquella g mujer prudente, de quien hace mención la Scritura en los Proverbios, su fortaleza dice el Spíritu Sancto 2 que la mostró en hilar delgado, pues dice que con dedos y huso adelgazaba, lo que no tienen las hebras que las mujeres hilan al torno. Y la sabiduría h y fortaleza de los soldados que Gedeón habíe de entrar en la batalla estuvo en tomar el agua con las manos en las corrientes del río, y no en echarse a buzas 3. Miren por charidad en qué repara Dios, en que un soldado se beba un gusarapo arrojándose al suelo a beber del agua que corre. Y siendo gente del campo y soldados que llegaríen bien necesitados, que se tragaríen un camello que por el agua viniera, quiere en tanta sed y priesa que beban el agua con la mano, muy mirada y remirada si está clara, turbia y limpia (que ése debiera de ser el intento de Dios), porque i la fortaleza de estos soldados no la habíe de poner Dios en desenvainar espadas, matar hombres j, sino en hacer huir sus contrarios quebrando cántaros y descubriendo las luces que dentro estaban. Religiosos cuya guerra es más spiritual que material, gente cuya pelea no está en romper escuadrones contrarios, matar moros y escalar murallas; guerra que sólo consiste en quebrar cada uno su cántaro, atormentar su cuerpo y maltratar su carne; victoria que sólo consiste en dar luz y resplandor de sancta y buena vida, menester es que este tal soldado repare en lo que come y bebe, y que no se eche a buzas al arroyo de los regalos y costumbres k del siglo. Razón es que tantee la cuantidad de lo que come, pesándolo en la mano y mirándolo muy bien con los ojos, como aquellos soldados l, no lleve mezclado algún gusarapo o mala sabandija de propio gusto y regalo para la carne. Y si nos parece que no son m cosas de consideración unos gusarapos o sanguisuelas que se pueden beber en las fuentes o arroyos donde se bebe a buzas, de n gusarapos salen o mosquitos que no os dejarán dormir en toda la noche, sino [128r] que os sacarán la vida y el alma y os harán mudar aposento. Y mosquitos fueron los que a Faraón y a toda su corte la pusieron en aprieto 4. Y una sanguisuela desangra y ahoga un hombre. Y así Dios, que tanto nos ama, viendo males grandes en cosas pequeñas, de ellos nos quiere librar, siendo nosotros tan ciegos que, no mirando más de la poquedad y cortedad de las cosas presentes, no reparamos en ellas.
5. Pues cierre los ojos el religioso tibio y flojo y no repare en comer carne, en el bocadillo sin licencia, en la jarra de agua a hurtadas, en el dar vuelta por los dormitorios y pasearse por los campos, que gusarapos son que, vueltos y trocados en mosquitos, lo inquietarán y perturbarán de tal manera que le harán mudar un sitio y otro sitio, un convento y otra provincia; y con ellos sabrá muy bien dar el demonio guerra a un hombrecillo de tan pocas fuerzas como yo. ¿Quién dijera en el mundo, si no lo viera, que un pico tan delicado como el de un mosquito habíe de atravesar el cuero y piel de una bestia y de un buey? ¿Y que una mosca habíe de hacer huir un toro? ¿Y que p hormigas habíen de despoblar ciudades, como se ha visto, y una gotera derribar una casa? Nadie desprecie las cosas pequeñas, ni diga que en la casa de Dios hay cosas livianas, pues la menor pesa aumento de gracia y dilatación de cielo. Un airecillo de nonada arromadiza a un hombre y suele dar con él en la sepultura, y una nebluilla suele asolar los campos y los trigos en flor consumirlos. Doctrina es llana y muchas veces tratada, no hay que detenernos.
6. Digo, mis hermanos, que para eso vestimos sayal gordo, para hilar adentro, en el spíritu, delgado, que, de haber hecho lo contrario, muchas religiones q se han venido a perder. Por adelgazar lo que ha de vestir el cuerpo, comer y regalarse nuestra carne, y no reparar en la hilaza de adentro se ha venido a caer, como dicen, la casa. Mirad, ¿qué importa que por de fuera esté enlucida, si por r adentro las maderas están podridas y todo amenazando ruina? Esté el hombre en lo exterior lucido, bien tratado, bien vestido y comido, que, si el alma está podrida y sin fuerzas, todo el edificio cairá presto s. ¿Quién sustenta t la fábrica de las religiones sino u es el buen espíritu y sana conciencia, el rigor de la vida y penitencia del cuerpo? Y el día que esto falte, todo fenece v.
7. Por experiencia vemos que el paño más delgado es el más fino y ninguna hebra hay más delgada que la de la seda; y ésa es tan fuerte que con pocas hebras se puede hacer una soga fuerte, lo cual no se podría hacer de muchas de lana hiladas gordas. Muchas obras de un religioso, aunque parezcan [128v] invisibles y más delgadas, si se juntan, se puede de esos pocos hacer un mucho que sustente una religión y se haga una soga fuerte para subir al cielo, lo cual no tendrán las obras gordas y mal torcidas de aquellos que en nada reparan.
8. Esto nos dio muy bien a entender el Spíritu Sancto en los Cantares, capítulo 1.º, n.16 w, diciendo: Tigna domorum nostrarum cedrina, laquearia nostra cypressina. Dice que los maderos con que se fabrica y hacen las casas y moradas eternas son de cedro y de ciprés. Aquí hallo dos cosas en que reparar. La primera, ¿por qué no hace mención de los x cimientos, portada y ángulos de estas casas que para los justos en el cielo se fabrican, como san Juan en su Apocalipsi la hizo y y vido venir del cielo 5 y en muchos lugares David nos la pinta 6? Lo segundo, ¿por qué se hace más mención de estas dos maderas de cedro y ciprés z que de otras? A lo primero respondo que sólo hace mención a allí el Spíritu Sancto de los maderos que cubren y perficionan la casa, porque poco sirven los cimientos b y las portadas por donde se entra a la perfección si no se lleva al cabo y a la consumación de la obra c comenzada. El decir que se hacen estas casas y mansiones de maderos de cedro y de ciprés, es porque ésta es madera que no le cai carcoma ni putrefacción, sino que siempre se conserva incorruptible. Dándonos en esto a entender que no es buena madera para el cielo y para esta fábrica el religioso en quien cain defectos que, por pequeños que sean, como la carcoma, roen su poco a poco el madero, lo pudren y dan con él abajo.
9. Estas dos cosas nos las tornó a dibujar la esposa en el capítulo [2] de los propios Cantares, donde dice: Dilectus meus michi et ego illi, qui pascitur inter lilia, donec aspiret dies et inclinentur umbrae 7. Mi sposo, dice, es para mí y yo para él; él es el que es apacentado entre lirios hasta que spire el día y las sombras se vayan. Dos cosas nos dijo el sposo en las palabras de arriba. La primera fue la perseverancia en las obras hasta el fin d, haciendo mención de las maderas que cubren y perficionan el edificio. Como si dijera que aquellas almas son e a propósito para el cielo que no están en principios sino en cabos y en perfección consumada. Y lo segundo que habíen de tener era que habíen de ser almas que habíen de reparar en cosas muy mínimas, pues para su edificio escoge maderas perfectas de olor admirable y virtud incorruptible, que no admiten mínimas cosas que les hagan desdecir de su perpetuidad. Y esto también decimos que lo debe tener el verdadero siervo de Dios: que no ha de abrir la puerta del deseo o pensamiento para cosas que, por mínimas que sean, pueden dar [129r] mal olor o causar ruina. Lo propio torna a repetir la esposa en este lugar que hemos citado: Mi sposo es para mí y yo para él, y esto no por tiempo limitado, no en los principios de nuestros desposorios, cuando por ocho días dura el pan de la boda, sino donec aspiret dies, hasta la fin del tiempo y de la vida, hasta que se acaben y fenezcan todas las cosas de la tierra, que, como sombra, se van f huyendo y acabando; donec aspiret dies et inclinentur umbrae, hasta que se pase esta vida, que, aunque es vida que goza de día, pero es día que tiene sombras, pues en pintura y sombras de verdad g se da y se comunica nuestro Dios, y venga el día claro donde sin sombra ni tinieblas le veremos y gozaremos como él es 8. Hasta entonces él será para mí y yo para él. Serán eternos y perpetuos nuestros desposorios, aunque en sombras y en figuras nos gozamos, que en fin ésas declinar tienen y vernos tenemos a la clara. Nuestro matrimonio no tendrá divorcio y apartamiento de parte de él, quia dilectus meus michi, ni de mi parte porque, ayudada de tal desposado, ego illi.
10. Qui pascitur inter lilia. Aquí parece quiso dar la causa de su perseverancia y de la perpetuidad de estos casamientos, y fue decir que apascentaba a su esposo entre lirios. Los lirios, entre las demás yerbas y flores, sólo h tienen el buen parecer, de suerte que, si los tomáis en las manos por un momento, luego los arrojáis sin guardarlos para medicinas o para emplastos, ya secos. Pues decir que su esposo hasta la fin lo apacienta entre lirios, y eso da por causa de la perpetuidad de sus desposorios, fue decir que no habíe de reparar ella con su esposo sólo en las cosas esenciales y de entidad, sino en las cosas tan pequeñas, que, no tiniendo en sí más que el parecer, como los lirios, en eso habíe de reparar y con eso le habíe de hacer fiesta. Y quien en cosas tan pequeñas mira y repara, como son dar pasto perpetuo de lirios a su esposo, bien se deja entender que no quedaríe por ella la falta de perseverancia, sino que, si él era para ella donec aspiret dies, ella para él donec inclinentur umbrae.
11. Y lo propio dijo en aquellas palabras del capítulo [1]: Dum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suum 9. Entre las yerbas, el nardo es la más humilde y pequeña; y eso, que de suyo es tan poco, cuando mi sposo viene a su lecho hecho rey, eso da su olor. Nada hay, como si dijera, de estima y de poca consideración, que, en fin, mi sposo es rey [129v] y en la casa de los reyes no hay cosa, por pequeña que sea, que no se tenga señalado y deputado un hombre para que acuda solo a aquel officio, porque en todo se requiere grande cuenta y puntualidad. Lo propio debe hacer un siervo de Dios, que en su casa pretende hospedar una Majestad tan grande como la del rey del cielo: que, como si él fuera muchos, para cada niñería, por pequeña que sea, ha de tener diputado un hombre entero que cuide de ella. Quiero decir que, si es necesario reparar en lo que se mira y se habla, se acuda a eso como si para solo refrenar los ojos hubiera nacido y sólo viviera para componer sus palabras.
12. Los hombres ricos y poderosos no sólo lo han de ser en el i oro que tienen en su casa, sino en la demás moneda que se usa, como son reales y cuartos; y no sólo han de ser ricos en el dinero, sino en las hazas j y alhajas de casa, de suerte que se pueda decir que hasta en los salvados es rico y poderoso y que en ésos puede enriquecer y hacer grandes mercedes. Así ha de ser el justo que, habiendo tomado officio y estado de religioso, quiere y pretende ser poderoso: que no sólo lo ha de ser en los tres votos que prometió a su prelado, sino en las demás cláusulas de la regla, que sólo obligan a peccado venial; y no sólo en eso, pero en las demás cosas pequeñas de su casa, en el mirar, hablar, comer y beber, de suerte que con solo su hablar y mirar, si fuere necesario, enriquezca y trueque las almas que con él trataren y, con esas cosas pocas, pueda hacer grandes servicios a Dios, como los hacía la esposa en el nardo con que daba buen olor y en los lirios en que lo k apacentaba.
13. Toda la dicha de Ruth l de entrar en el linaje de Cristo y ser esposa de Booz, como la m Scritura dice, Ruth 2 n, estuvo en ir a su haza a coger las spigas que se les caían de las manos a los segadores o, lo cual fue causa de que le hiciese grandes cortesías y gracias y, últimamente, ganó el derecho que tenía a la persona de Booz por echarse en la parva con humildad a sus pies. ¡Qué de almas están en la casa de Dios que enpezaron por cosas muy pequeñas haciendo y cogiendo las sobras que a otros se les cain de las manos y de lo que no hacen caso, por tomar el lugar que otros pisan y desechan, por contentarse con ser donados en los conventos, por coger las basuras y fregar los platos! Entran por siervos y profesan por amigos de Dios, quedándose en casa [130r] a ser hijos adoptivos por la gracia que alcanzaron cogiendo las spigas y migajas que se cain de tal mesa. Con decir la Cananea que con esas migajas se contentaba, alcanzó lo que de Cristo pretendía 10. Y aun el desear estas migajas Lázaro p de la mesa del rico avariento, lo hizo famoso en el evangelio 11. Y los mendrugos que sobraron en el convite que Cristo hizo a tantos mill hombres en el desierto y q hizo coger a sus discípulos r, fueron de tanta consideración que, viendo en ellos el milagro que Cristo habíe hecho, lo quisieron todos a una levantar por rey 12. Y lo propio haría Dios con cualquier religioso y siervo suyo s que, cogiendo los mendruguillos y retazos de que no hacen caso los del siglo, reparando en las palabras y en las obras muy pequeñas, verá Su Majestad por ahí la grandeza de aquel alma justa, diciéndole aquellas palabras de [Mateo]: Euge serve bone et fidelis, quia in pauca fuisti fidelis, super multa te constituam 13; fuiste fiel en cosas pequeñas, entriéguensele cosas grandes. Y quien tanto afecto muestra como otra Cananea en las migajillas que otros desechan, alcance t lo que quiere y pretende.
14. Según esto, mis charíssimos hermanos, no hay que decir que es hilar delgado querer estrechar a un religioso al rigor de su regla, sin que se deje llevar de cosas aparentes y de pequeña consideración para quebrantarla en las cosas de su gusto y regalo. Porque sería recia cosa si, habiendo convidado un grande a muchas personas a su mesa, después de sentados allí y aparejada la comida, uno dijese que, por tener romadizo, quería otro manjar y, por ser el otro flaco, otro vino, y uno le notase del no buen guisado y otro del u plato melancólico; era ocasionarlo a que lo despidiese y otra vez no lo convidase. Pues ¿qué, si el que convidaba era médico, que sabe los manjares que a cada uno le importan y han de hacer más provecho? ¡Oh sancto Dios, que todos los que estamos en la v Religión somos tus convidados; tú, divino médico que sabes muy bien lo que a cada uno le conviene y nosotros, ignorantes; y que, puestos a esta celestial y divina mesa, donde, por tus w siervos y ministros los fundadores de ellas, les tienes preparado el sustento y comida; y que, siendo el hombre tan ignorante para saber lo que más le conviene, se ponga a querer enmendar tus potajes y guisados, a desechar tus manjares, soltando la rienda a su apetito para que pida lo que se le antoja! Abrenos, Señor, los ojos para que veamos y conozcamos cuán mal les fue a los hebreos, que, trayéndolos tú convidados por el desierto y dándoles un pan que amasaban los ángeles, se enfadaron dél y quisieron satisfacer con [130v] otro su apetito y gusto, el cual se lo diste para mayor confusión y castigo suyo, pues de ellos dice David que escae eorum erant in ore ipsorum, et ira Dei ascendit super eos 14. Yo tengo por enojo y ira de Dios muy grande el conceder a un religioso, melindroso y enfadado del ordinario de su convento, coma carne y busque otros regalos, porque me parece lo está despidiendo para otros convites y para más larga amistad, como se despidió aquel que entró sin vestidura de boda 15. Peor vestido me parece trai el que en la boda no come lo que se da en ella. Esto, mis hermanos, no es apretar la mano, antes es aflojarla para que en ella quepa todo lo que profesamos. Y si es apretar, apretado ha de ser el religioso y siervo de Dios, que eso quiere decir justo, que todo le viene a pelo, apretado y nacido. Dénos Dios su gracia para que en todo hagamos su voluntad. Etc. x