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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Cómo los gustos spirituales fortifican a un alma para aprehender mayores dificultades en el camino de la perfección
1. Yo no querría hacer tratado, si Dios fuese servido, de cada cosita que nos viene a propósito para llevar adelante nuestro principal intento, sino tocar lo más necesario, como medios para conseguir lo que aquí pretendemos, que es descubrir las obligaciones que un religioso y siervo de Dios tiene a perseverar en la virtud y pasar adelante en el camino comenzado. Habiendo, pues, llegado a tratar de cuánto ayudan para más y mejor adelantarnos los gustos y consuelos spirituales, parece nos dábamos por [203r] obligados a alargarnos más en esta materia que el tiempo e intento nos pide. Así será bien, en la estima que debemos hacer de estos gustos y consolaciones, remitirnos a quien de eso escribe tratados y libros.
2. Ahora sólo digo que la persona a quien Dios se las diere, las stime, venere y tenga en mucho, como cosas muy necesarias en el estado presente que Dios se las está comunicando. Que, en fin, como Dios de tan eterna e inmensa sabiduría, bien sabe dónde llegan las fuerzas de cada uno para dejar en continuo desamparo y donde es necesario que un alma haga salto y venta y goce de algún refresco; y alma que por mucho tiempo vivió y estuvo desconsolada pensando que Dios estaba lejos de ella, llegue tiempo que lo sienta cerca y guste de él con consuelos spirituales.
3. Estos dicen que no se han de procurar ni desear respecto de que, como el demonio es tan astuto y nos ve tan inclinados a cosas de gusto y contento, se suele volver y transfigurar en ángel de luz, prometiendo y ofreciendo gustos vanos y engañosos. Pero abstrayendo de esos peligros, que no los permitirá Dios al alma que de veras y desnudamente lo desea y quería su mayor aprovechamiento, digo que me parece —sujetándome al parecer de los sanctos y doctores sagrados— que, así como a un niño que ha tenido su madre mucho tiempo absente le es lícito llorar por el pecho y pedirlo, puesto caso que la naturaleza humana es tan flaca que tiene necesidad de esa virtud y sustancia, de esa manera el alma que por desconsuelos y desamparos ha mucho tiempo que siente a Dios lejos, que le será lícito y aun necesario, para apuntalar la flaqueza spiritual, desear y pedir esta ayuda de costa a y pechos de Dios. Y como dice David: Sicut desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus 1. El ciervo el agua no sólo la desea para mirarla y contemplarla, sino para beberla y recrearse en ella. Así te deseo yo a ti, Dios mío, que anda mi alma muy seca, sin jugo y consuelo, recrearme en ti, gozarme y deleitarme. Como el ciervo sediento en las fuentes, que, aun no contento con beber, se baña b y recrea en ellas dando descanso y recreación a todas las partes de su cuerpo, así te deseo yo, Dios mío, para todo en ti zabullirme, gozarte y refrigerarme en ti.
4. Si estos consuelos no fueran tan necesarios, como al niño la leche, no dijera Dios por Esaías, en el capítulo 66, que habíe [203v] de pasar por esta su Iglesia hecho un río de paz, cuyo corriente c y raudal habíe de ser tan grande, que habíe de arrancar y sacar de cuajo la gloria de las gentes y darla en leche a los suyos, a sus hijos y queridos. Ecce ego —dice 2— declinabo super eam ut fluvium pacis, et ut torrentem inundantem gloriam gentium, quam sugetis d. Al dar a los suyos gloria y regalo en leche, dice que ha de venir hecho río de paz. Porque los gustos que Su Majestad ofreciere no son como los del mundo, que ésos no vienen en leche sino en mill amarguras y con mill tristezas; no se alcanzan con paz sino con guerra y trabajo. Esos no nos entran por las puertas como lo hace el río que corre, que él por sus pasos contados se va a los pueblos y riega los sembrados, fertiliza los campos y fecunda los prados e. Esotros gustos de la tierra escóndense, es necesario buscarlos y echarles la justicia encima para que los podamos traer a nuestra casa; y cuando vienen, vienen tan cortos y apocados que apenas llegan a paladearnos los labios. Pero los gustos de Dios son como agua de río, que, si en tiempo adelgaza o falta, presto torna. Y así no se olvida Dios del todo de un alma, sino que, si por un rato se estraña, después viene y trai una avenida y una inundación, que parece sacó de cuajo cuanta gloria tiene el mundo y hay en la tierra y en el cielo para dársela a sus escogidos. Y eso quiere decir fluvium pacis, porque paz en la Sagrada Escritura quiere decir abundancia, según aquello que David dice 3: pacem peccatorum videns. Que parece perdía la paciencia viendo la abundancia y prosperidad de los malos. De manera que bien sabe Dios que somos como los sembrados, que, faltándoles el agua, se marchitan y secan. Pues el venir Dios a nosotros con sus consuelos se nos promete como agua de río pacífico y como leche que se da a los niños.
5. De donde de paso quiero notar sobre aquella palabra río pacífico que hay ríos que no son pacíficos, pues sus avenidas y acogidas suelen llevarse los sembrados y asolar y destruir los campos y aun robar la tierra por donde pasan. Y no hallo yo mejor argumento para probar que los gustos y consuelos no son de Dios ni vienen de su mano que cuando veo yo un alma con ellos robada de virtudes y destituida de humildad y charidad, que parece la dejó robada de virtudes y destituida de sus buenos sembrados f [204r] y antiguos propósitos, porque los gustos y consuelos de Dios vienen pacíficos, haciendo bien y no consintiendo malo.
6. Si no fueran tan necesarios estos gustos, ni la Escritura en tantos lugares nos llamara niños ni Dios dijera que nos habíe de traer a sus pechos, pues en el propio capítulo de Esaías, donde dice que nos habíe de dar aquella grandeza de gloria en leche, dice en el verso siguiente: ad ubera portabimini 4, que nos habíe de traer a sus pechos. Y porque no entendamos que aquella leche y aquellos gustos spirituales nos habíen de enflaquecer, dice la sposa, pidiendo un beso de la boca de Dios: quia meliora sunt ubera tua vino 5. La razón, Señor mío, por qué pido me des un beso de tu boca es porque tienes unos pechos mejores g que el vino. Reparemos en esto, que bien a propósito nos viene del intento principal que vamos tratando y como otras veces tengo notado este lugar.
7. Dice la esposa que le dé su esposo un beso de su boca porque el pecho que en él ha recebido es mejor que el vino. Si no dijera que los pechos de Dios eran mejores que el vino, no entendiera habíe aquí más misterio encerrado que el que tienen los niños cuando sus madres les dan el pecho, que, holgándose con ellas, todas sus danzas y mudanzas son del pecho a la boca ya tomando el pecho, ya besando la boca. Pero decir la sposa que su esposo tiene mejores pechos que el vino y que eso le causa pedir beso, danos ocasión que escudriñemos algún secreto que aquí haya. Y el primero es darnos a entender que la leche de divinos consuelos que da Dios a un alma no la enflaquecen, sino la fortifican, dan brío y ánimo mejor que el vino, pues dice meliora sunt ubera tua vino h. Probemos más esto, cómo esta leche fortifica por ser aquí comparada al vino.
8. En el lugar de Esaías hemos comparado estos gustos a la paz. Y demás de las razones dichas, suele Dios muchas veces con ellos pacificar un alma, acallarla y sosegarla, por estar inquieta, desasosegada y perturbada pareciéndole que, pues Dios por mucho tiempo la ha desamparado de todo consuelo, que ya está enemiga suya. En esta ocasión suele Dios hacer las paces dando esta colación de estos gustos spirituales, como, si Dios es servido, adelante veremos. Pues digo que en el capítulo 8 i de los Cantares esta esposa y alma devota, que a su esposo le dice que tiene pechos mejores que el vino, dice otras palabras misteriosas: Ego murus et ubera mea sicut turris, ex quo facta sum coram eo, quasi pacem reperiens 6. Dice esta esposa sancta que es muro [204v] y sus pechos son una torre fuerte. Y ¿de cuándo acá, esposa sancta, os ha venido esa fortaleza y magnanimidad de ánimo, que os habéis vuelto castillo fuerte y torre inexpugnable? Dice j Justo Orgelitano: Ex quo Christo pacem reperi, ex eo et murorum praesidia et turrium propugnacula cum decore suscepi 7. Dende que hallé paz con Dios, dende que enpecé a gustar y a tener divinos consuelos, dende que vino a mí este soberano río regando mis sembrados y remojando mi alma, que estaba como tierra seca 8, dende entonces soy un castillo fuerte, muros tengo y contramuros 9, torreones, almenas y reparos.
9. Puesto caso que, en el sentido que vamos hablando de que esta paz es el gusto y consuelo que un alma recibe con Dios, con quien, como madre amorosa acalla con leche a su chiquillo llorón, acalla y pacifica Dios a un alma, ¿por qué k más l dice: que estos consuelos en ella hicieron estos efectos de tornarla muro fuerte y sus pechos torre? Que hacer estos diferentes efectos que suelen hacer los gustos spirituales, digo, sin detenerme ni divertirme a otras cosas, que, como los gustos suelen, como decimos, compararse a la leche que se da a los niños chiquitos y flacos, porque no entendamos que esta esposa era niña y flaca por los gustos que con Dios tenía, digo que en ella esos gustos la hacían tan fuerte m como un muro y una torre n, no pequeña sino grande, no flaca sino fuerte.
10. Digo lo segundo que, porque no entendamos que estos gustos, dándose en paz y haciendo Dios con ellos paces en un alma, se olvida ya de la guerra como si ya hubiera llegado a puerto seguro de la bienaventuranza, donde los sanctos gustan de Dios sin peligro de inquietud y desasosiego, dice que esa paz causó en ella el ser muralla y torre. Como quien dice: Bien sé, Señor, según aquello del Eclesiástico: Fili, accedens ad servitutem Dei, sta in timore et praepara animam tuam ad tentationem 10. Bien sé, Señor, como si dijera, que cuando me regaláis, tengo necesidad de fortalecerme y hacerme muro y torre, que entonces es cuando el mundo y el demonio hacen gente contra mí. Esta paz que yo hallo en vos gustando de vos, es para que en tiempo de paz me prepare para en tiempo [205r] de guerra. Y aun para con vos he menester hacerme torre y muralla fuerte, porque el Spíritu Sancto me dice o que en el día de la prosperidad no me olvide de la adversidad 11. Y en este mundo, Señor mío, los gustos los dais muy por contadero, las cruces a montones, los trabajos y desconsuelos a cargas. Y así, cuando vos me dais leche y paz, entonces tengo más cuidado de la guerra, pues ego murus et ubera mea turris. Pues veamos ahora por qué más comparó sus pechos a una torre que a otra ninguna parte de su cuerpo. Digo que lo más flaco de una mujer son los pechos y, para darnos a entender que lo más flaco en el justo, cuando tiene paz y gusto con Dios, es más fuerte que una torre.
11. Ya hemos visto cómo los gustos y consuelos en el justo lo fortifican más que el vino y aseguran más que la paz, pues ésa recebida en leche lo torna muro y torre. Veamos ahora la pregunta principal que tocamos, cuando la esposa da por razón para que le dé Dios un beso de su boca el tener mejores pechos que el vino y el ser muro y torre. Por cierto que no sé yo cómo infiere la esposa que, por ser ella fuerte en los pechos de Dios más que si hubiera bebido vino, le han de dar beso. Mirad, que desafiar, como otro san Pablo, que, cuando se vido amigo de Dios y favorecido de él, no deja demonios en el infierno ni ángeles en el cielo ni hombres en la tierra contra quien no pone carteles de desafío y guerra, y se sale con ello; y no sólo hizo el amago, sino que añidió más: In omnibus his superamus propter eum qui dilexit nos 12; de todo dice que salió con victoria. Pero publicarse la esposa por fuerte, por torre y por muralla, y desafiar la boca de Dios pidiendo un beso, parece terrible cosa.
12. Ahora advirtamos, como en otras exhortaciones hemos dicho, que la boca de Dios en este mundo, como esta propia esposa dice, está distilando mirra: Et labia eius distillantia myrrham 13. Y san Juan en el Apocalipsi dice que vido a Cristo sobre un caballo y que de la boca le procedía una spada por entramas partes aguda, que era de dos filos 14. Según esto, pedir la esposa beso cuando está más fuerte es aun hacer más que hacía san Pablo. Que san Pablo desafía a todas las criaturas debajo p de Dios, pero la esposa parece que desafía al mismo Dios, diciéndole: Ah, Señor, amarguras tenéis en la boca y espada de dos filos, a vuestros pechos me dejas tan fortalecida y con vuestra paz y presencia tan inexpugnable, que me parece podré salir en batalla, no con los ángeles, [205v] sino con vos y con vuestros labios, los cuales, aunque distilan mirra, todos los trabajos q que de hoy en adelante me enviáredes se me han de hacer pocos y la espada de vuestra boca, que es el rigor de vuestra ley y preceptos, muy blanda y amorosa. Y así, si tales efectos hacen vuestros pechos y la paz que hacéis con un alma cuando le dais gustos, osculetur me osculo oris sui 15.