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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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[EXHORTACION 61

La ambición y sobrecarga de oficios es obstáculo para caminar hacia la perfección] 1

1. [No da Dios esta perfección a los principiantes y cuando un alma aún está tierna en la virtud, ni mucho menos a los que voluntariamente se entremeten en oficios que no pueden ni son capaces de desempeñar, cargándose, como borricos, con muchas obligaciones que les es imposible desempeñar, sino cuando ya el alma a fuerza de trabajos y tribulaciones se enrobustece y se hace vigorosa, dándole Su Majestad alas para poder volar al desierto de su interior. No se le aparece Dios a Moisés cuando se cría en la corte con las delicias del palacio, mientras dura su niñez, ni cuando se halla entre los cortesanos] a y está regalado en los regazos de la hija de Faraón 2, sino cuando en los desiertos está ya curtido y fuerte con las malas noches y peores días 3. Y a David no lo ungen cuando es niño en los pechos de su madre, cuando no sabe comer el pan con corteza, sino cuando, fornido en buen zagal, desquijara el oso y el león y quita de sus dientes el corderillo y oveja del ganado de su padre 4.

2. ¡Oh sancto Dios, y si las elecciones se hiciesen de esta manera, si los hombres no quisiesen más de lo que pueden alcanzar con la estatura y grandeza que Dios les dio, qué pocas ovejas hallaríamos perdidas y llevadas del lobo; qué pocas almas menoscabadas del rabaño de Cristo! Pero, si la fructa la alcanzamos con escaleras y varas de los favores de la tierra sentados en el suelo b, ¿qué provecho hemos de hacer en los officios que están a nuestro cargo? Que, en fin, un palo derriba mucha fructa y más de aquella que puede comer la persona, lo cual no hace la mano, que sólo coge la madura y la que se ha de comer. Que, en fin, gran cosa es atentar primero aquello que pretendemos si lo podremos llevar y comer, porque todo lo demás sería morder la fructa y arrojarla. ¡Y qué hay de officios en la república mordidos, enpezados y no acabados arrojados por tierra!, porque se derribaron y cayeron a palos y con favores para quien, asentado y sin trabajo, sólo quiso entretenerse y gozar del fructo no tan sazonado y maduro para que no diese dentera y estorbase el tener después otros officios y dignidades, pena justa a quien, por comer lo que no debía, le quedó dentera y acedia.

3. De donde quiero que notemos una lástima de lo que vemos pasar cada día en el mundo: que, así como el que tiene a su mandar abundancia de cosas regaladas de comer, faltándole la prudencia y discreción para refrenar el apetito, suele comer muchas cosas que, no pudiéndolas llevar su estómago ni tiniendo calor para las digerir, las vomitan y truecan, de suerte que aun para perros no valgan. [221v] Y, por el contrario, hay otros tan sin suerte y dicha que, cuando topan la suya, como el que entra en una güerta c a hurtadas, por satisfacer presto su hambre, las cáscaras se come y nada deja, llevándolo todo por un rasero. ¡Qué de letrados d y pretendientes! que, por no llegar la suya hasta la edad última, después de pisar calles los 20 años, cuando la ocasión les viene a la mano, cuando los desmayos y hambre de dineros y honra no les da lugar a otra cosa, todo lo quieren llevar por un igual e, al que debe y no debe, al pobre y al rico, al bueno y al malo o, como dice el refrán, pelados y por pelar todos corran a la par. Entonces es cuando se comen la fructa y la cáscara, cuando el güeso por duro que sea no se contentan con roerlo y quitarle la cáscara, sino que por duro que sea se ha de tragar, aunque nunca se digiera, aunque a palos y a golpes en la residencia que viene f lo saquen del buche.

4. Lo cual no sería si el que g trincha y maestresala h tuviese cuidado de dar la comida a cada uno a su tiempo, o por lo menos, algunos bocadillos y officios de entretenimiento, con que se aguardasen y mitigasen la hambre. Y también digo no sucediera si el que come considerase que ni la cáscara ni el güeso no le puede entrar en provecho, porque lo uno no tiene sustancia y lo otro no se digiere. Quiero decir que, si el juez i y el que tiene el officio o dignidad y la ejercita con sed insaciable de dineros y de ser honrado, que ningún provecho le puede hacer el maltratar y perseguir al pobre, que, como cáscaras desechadas, andan rodando y pisados por esas calles sin jugo ni sustancia. Y que tanpoco le puede entrar en provecho el consumir el justo e inocente, que, como güeso duro, siempre tuvo suerte en cumplir con sus obligaciones. Es certíssimo que con estas dos advertencias nuestro convidado se iríe a la mano y, en el convite y mesa donde trincha y come, se moderaríe con hacer aquello que sólo a su officio convendría.

5. Digo lo tercero que también para esto sería de grande importancia que los que mucho pueden y valen, los que tienen [222r] mano y favor, que coman con moderación; que no carguen sobre sus cuestas officios que los hayan de vomitar y que j ni sean para ellos ni queden para otros, sino que se contenten con aquello que su sciencia y suficiencia puede digerir. A los prelados los llaman y comparan estómago de la república. Y si el estómago admite más manjar de lo que ha menester, como quien no cuece lo que está a su cargo, estando a su cuenta el dar sustancia a todo el cuerpo, dala mal sazonada y cruda, causa por qué un hombre se suele enllenar de malos humores. Lo propio le sucede al prelado secular o eclesiástico que admitió los officios no suyos y sobre la discreción y sciencia que tenía: que, andando él indigesto, todo el año a sus súbditos y vasallos los trai llenos de malos humores, por no les acudir con las obras k, palabras y doctrina tan sazonada como convenía.

6. Otros hombres hallo yo que son de estos que vamos hablando, que siempre tienen la suya, la mesa puesta l y platos abondo, digo, a su mandar el poder enllenarse de officios. Que son como las monas y los animales que rumian, que, demás del estómago que tienen como los demás animales, tienen otro seno donde depositan lo que en el estómago no cabe y lo que los dientes cansados no pueden quebrantar, para sacarlo en otro tiempo a la boca y darle segunda vuelta al cabo de las ochenta; cuando, si otro lo hubiera comido, estuviera ya digerido y convertido en sustancia. De esta misma suerte son estos de quien vamos hablando: que, no cabiéndoles en el buche y suficiencia los muchos officios que escogen, comen unos y guardan otros, unos ponen en el ejercicio y otros entran en papel en sus cajones y escritorios, guardándolos enteros para, si algún tiempo les sobrare, sacarlos a dar segunda vuelta; cuando, si otros los tuvieran, estuvieran ya digeridos y convertidos en buena sustancia y provecho de la república.

7. En fin, son en estos officios sobrados que tienen m como las monas, que parece que espulgan y limpian la cabeza y nada hacen; parece, si toman un libro, que leen y no conocen las letras, quedándose todo [222v] en juego y en entretenimiento de los que miran. Compasión grande, que las cosas que son de tanto peso y consideración, como el gobierno de las almas y de las cosas del reino, se vuelva el día de hoy entretenimiento y juego de los que miran, riyéndose de ver quizá al otro obispo que, por no ser sino un remedo, no hace más que aparencias; hace que limpia conciencias y gobierna el obispado, y todo quizá es monerías y cumplimientos. El otro es general de n las galeras y capitán mayor de un ejército que, por ser niño, lo han de llevar enseñado, como a los perrillos de los ciegos, que con tales señas y palabras saltan y bailan y con tales se están quedos. Y aun si eso fuese, vaya, que en fin un coadjutor bueno mucho puede suplicar, pero no son sino como retratos y pinturas, que a todo lo que les preguntan callan, con que dicen los que preguntan que otorgan. De donde viene a hacer cada uno en la tal congregación lo que quiere y se le antoja y parece.

8. Lo cual tengo yo por una diabólica traza y donde el demonio puede meter mejor su cucharada. Antiguamente los gentiles de preguntar a sus estatuas y dioses fingidos de piedra y madera las cosas que importaban a su república, tomaba por ocasión el demonio de responder en ellas, dissimulando en unos silbos y confusión o razones ambiguas y dudosas que tuviesen muchas caras, para jugar a muchos hitos y, quedando con su honra, no pudiese ser cogido en mentira. ¡Oh buen Dios mío, y qué verdad es ésta tan conforme a lo que hoy pasa!: que, dando officios a niños y puniendo dignidades en p hombres ignorantes, que son menos que estatuas pues aun el parecer de hombres no tienen, llegándoles a preguntar cosas que ni ellos saben ni entienden, dan q un silbo, una palabra confusa que dijeron, los que a su lado están la interpretan, unos de una manera y otros de otra, para que con cualquier suceso digan que acertó y que el Spíritu Sancto habló en él, no siendo sino el demonio, [223r] que con su poco saber da una en el clavo y ciento en la herradura. Y jamás hablan y dicen cosa acertada ni obran cosa a derechas, siendo los que hablan y los que preguntan todos de un jaez.

9. Pena justa de su culpa, según lo que David dice 5: Similes illis fiant qui faciunt ea, et omnes qui confidunt in eis; sean semejantes a estos dioses de palo y de piedra los que con ellos tratan y conversan y los que en ellos confían. Y veamos, sancto rey David, ¿en qué han de ser semejantes? ¿En qué? En que tiniendo ojos no ven, orejas y no oyen 6, pies y no andan, manos y no palpan, narices y no güelen. Es certíssimo les alcanza esta maldición a estos de quien hablamos, porque, si tuvieran ojos, buscaran Dios que viera y, si lengua, Dios que hablara y, si orejas, Dios que oyera, pero, como los unos y los otros son ciegos, todos andan a escuras sin ver los unos las faltas de los otros.

10. De aquí es, como en el principio de nuestra exhortación propusimos, cargados de officios que no ven, no pueden ir adelante en lo que comenzaron y propusieron cuando entraron en la religión, sino que, tropezando y dando de ojos, cada momento dan en tierra y, como estatuas pesadas de piedra que no pueden subir arriba, en faltándoles el asiento que tienen en el altar que el mundo les hizo, se hunden y dan en el profundo del infierno.




1 Sobre lo que falta en esta sección del manuscrito, véase lo dicho en la introducción.



apárrafo añadido en la ed. de Roma 1830.



2Cf. Ex 2,10.



3Cf. Ex 3.



4Cf. 1 Sam 17,34.



bsigue nosotros tach.



csobre lín., en lín. haça tach.



dsigue de tach.



esobre lín., en lín. rasero tach.



fsigue no tach.



gsigue come tach.



h y maestresala sobre lín.



icorr.



j y que sobre lín.



ksigue y tach.



lcorr. de puestas



msigue son tach.



ncorr.



osigue a las tach.



psigue m tach.



qsobre lín.



5Sal 113B,8 (113,16).



6Cf. Jer 5,21; Ez 12,2.






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