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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Cuán lejos debe estar el religioso que profesa perfección
de la ocasión de pecar
1. Sancto Thomás dice que la ocasión y oportunidad de peccar es el camino de la lujuria 1, la senda y el carril que a la deshonestidad nos encamina. De aquí el sabio, tratando de la mujer liviana, no sólo nos aconseja que nos apartemos de ella, sino que aun no nos acerquemos a sus puertas: Et ne appropinques foribus domus eius 2. Que rodeemos cien calles por no pasar por donde ella vive, porque las calles, las puertas, las paredes y piedras donde ella vive nos hacen señas y llaman a que nos acerquemos. El sancto Job, capítulo 1, dice la Scritura que, cuando sus hijos se juntaban con sus hermanas a sus fiestas y convites, el sancto padre ofrecía sacrificio por ellos. Y da la razón diciendo: ne forte peccaverint 3; porque no pequen o hayan peccado. Pues ¿cómo hijos tan modestos, bien criados y disciplinados de tal padre hay sospecha y peligro? Sí, que no hay hombre cuerdo a caballo y la ocasión hace al ladrón. Y así, viendo el padre a sus hijos en aquellos convites, que tan pared en medio tienen las ocasiones de perderse, no fiaba ni de sus costumbres buenas ni de las inclinaciones corregidas ni del magisterio bueno que en su crianza habían tenido. Metido un hombre en la ocasión, no tiene que fiar en a el hábito penitente, en la mortificación pasada y en el ejercicio de las virtudes; ni en el sosiego que el apetito le promete, porque es como el pedernal, que por más frío que esté, tiene el fuego retirado y escondido y, al primer golpe b que la ocasión da, echa chispas y enciende la casa y lo abrasa todo.
2. Viendo esto David decía: Viam iniquitatis amove a me 4; apartad, Señor, de mí el camino del peccado. No dijo el peccado, sino el camino, porque ciego ese camino y desbaratada esa senda y quitada la ocasión, se quita el peccado. Y mientras la ocasión durare, siempre hay que recelar y que temer, y obligación a acudir a Dios con sacrificios.
3. Fuerte era c Job, dice san Crisóstomo, Homilia contra concubinarios, [237v] valiente era y robusto y lleno de virtudes; vencido había los demonios; tan consumado era que otro como él, dice Dios, no había en la tierra. Mas, con todo eso, dice que hizo pacto con sus ojos (Job 31 d) 5, que les echó compuertas y los metió como en cárcel y en brete 6. Recia cosa que bien e da que temer, que ojos de un hombre que dice que nada le reprehende no pueden andar sueltos y libres, ni andar con seguridad apacentándose por las calles mirando la hermosura de las doncellas, ¡y que quiera un hombre flaco, lascivo y que de sí tiene experiencia que todas las cosas en livianas ocasiones le reprehenden, leer el libro deshonesto, meterse entre los apestados y no perder comodidad de su gusto, y en todo se quiera prometer seguridad! ¡Oh locura terrible, oh desvarío necio, oh inprudencia intolerable!
4. Que un Pablo, tan fuerte que dice ha trabajado más que todos 7, un hombre que paseó las calles del tercer cielo 8, pisó sus plazas y gozó de su hermosura, un hombre que se atrevió a fijar carteles contra todo lo criado y desafió a todo cuanto puede criarse 9, ése aun se recela de sí mismo y previene las ocasiones y castiga su cuerpo 10 y le pone el pie sobre el pescuezo f, para darnos a entender que nadie, metido en la ocasión g, fíe de sí propio de lo que fue o de lo que piensa que será.
5. Pondera un grave doctor 11 que a la Virgen benditíssima niña la encerraron y presentaron h en el templo sus padres, donde quedó guardada, y que así lo dispuso y ordenó la providencia divina para que sepamos cuán necesario es prevenir las ocasiones. No había peligro en aquella limpidíssima doncella y, con todo eso, la pone Dios en sagrado para que veamos el peligro en que viven los hombres. Si aquella que, rodeada de ángeles, servida de spíritus divinos, estaba tan segura; si aquella que con mirar infundía sanctidad, como dice sancto Thomás 12, ésa retira Dios a su templo y allí quiere que se guarde libre de las ocasiones, ¿qué será de aquel que no hay cera más blanda ni flor más flaca ni materia más dispuesta ni cosa de más riesgo y peligro? ¡Cuánta más razón será que hurte i el cuerpo a las ocasiones y se j prevenga de todas ellas antemano!
6. [238r] ¡Oh si Dios abriese los ojos a los hombres para mirarse k y considerarse a sí propios, y cómo se guardarían! l No somos m más justos que nuestra n madre Eva, criada en gracia, adornada de virtudes y llena de conocimiento de Dios; y con todo eso, una liviana ocasión le acarreó tantos males para ella y para nosotros, como tenemos delante de los ojos 13. No somos más sanctos que David, a quien llamó san Esteban hombre a medida del corazón de Dios 14, profeta grande que tanto penetró los misterios de Dios; y con todo eso, pudo tanto con él una ocasioncilla que lo echó por tierra 15. ¡Qué grande cosa es o escarmentar en cabeza ajena para guardar la propia nuestra! No somos más derechos y levantados que los cedros del monte Líbano; ésos, dice el glorioso Agustino 16, vi caídos y arrastrados por la tierra. Pues ¿qué será de mí en las ocasiones, que soy un pinpollito tierno, una yerbezuela del campo, que aún no ha acabado de salir de la tierra? ¿Quién más perfecto que san Pedro, a quien beatificó Dios estando en esta vida y llamó hijo de paloma 17: Beatus es, Simon Bar Iona 18? Pues una sclavilla le hace negar; a aquel que antes había confesado, una sclavilla le hace jurar y anathematizar que no le conoce 19. Pues ¿qué es de las bravatas y desgarros? ¿Dónde está aquel blasonar tan valiente y esforzado: que, si todos le negasen, él sólo había de ser constante y firme, incontrastable y entero, y que no le había de negar 20? ¿Dónde el poner p mano y cortar la oreja a Malco 21? Esgrímese q fácilmente con r las armas en el aire; y cuando la batalla está lejos, no hay bisoño que no sea un César, ni mochillero que no mate, hienda y derribe, pero, en llegando a las manos, allí se ve quién es cada uno. Es muy diferente hablar cuando s hay t paz de la guerra o verse frente a frente u afirmado con el enemigo. Y así nadie tiene que fiar de sus fuerzas ni prometerse seguridad en esta miserable vida, antes v procurar con grandes veras ponerse en las manos de Dios y huir las ocasiones, donde al más valiente tiemblan las corazas y le hacen descubrir quién es cada uno.
7. Nulla securitas est vicino serpente dormire, dice san Jerónimo 22; no hay ninguna seguridá en dormir junto a la cueva del áspide. Ni cerca del peccado, lugar sin mill [238v] peligros. Contra libidinis impetum apprehende fugam, si vis obtinere victoriam, decía Agustino 23 (Agus., Sermo 250 de tempore) w; no hay medio más a propósito para vencer la deshonestidad que ponerse un hombre en huida. El sancto Joseph la capa deja en manos de la adúltera y huye (Gene. 39 x) 24, que mejores hombres hay en esto por pies que por manos.
8. Y qué tan lejos ha de ser esa huida y distancia que ha de haber entre nosotros y las ocasiones, bien lo dio a entender y el sancto rey David, que tan versado y entendido era en esta materia: Quantum distat ortus ad occidente, longe fecit a nobis iniquitates nostras (psalmo 102) 25. Tanta distancia ha de haber entre nosotros y el peccado cuanta hay del oriente al occidente. Pues ¿no dijera: cuanta hay de aquí a la fin del mundo, esa distancia z puso Dios entre nosotros y el peccado y ésa hemos nosotros de poner? No, porque ésa es poca según el hombre es de atrevido, que si el peccado está donde no se le pueda ir por pies, él lo alcanzará, aunque sea necesario pasar mill mares y pasar mill provincias. Como cada día vemos en muchos, que por alcanzar el gusto y cumplimiento de sus apetitos, nada hay lejos, todo se les hace cerca como esté en la tierra. Pues, si el peccado está cerca de una parte a otra de la tierra, digamos que haya tanta distancia como de la tierra al cielo. Digo que también eso es poco, pues hubo hombres que quisieron subir al cielo haciendo scalones y enpinando torres 26, que tan poderosa es la mala inclinación que el hombre tiene. Y así, acudiendo Dios a ponerle remedio, destierra el peccado del hombre tanto como hay del oriente al puniente. Y eso propio ha de hacer el hombre apartándose del peccado y de todas sus ocasiones. Que haya tanto entre a el hombre y el peccado cuanta hay de la b muerte a la vida, el ser y no ser, el nacer y el morir, eso quiere Dios que haya entre nosotros y el peccado. Y aun quiera Dios que no tornemos a él.
9. Pues veamos, ¿cuánto es esta distancia que quiere Dios que haya? Digo que, entre el ser y no ser, hay distancia infinita, [239r] pues, según sancto Thomás 27 y lo más común de los theólogos, no puede Dios hacer a una criatura instrumento de creación, por no poder llegar la criatura a cosa que de sí dista infinitamente. Pues ésa es la distancia que quiere Dios haya entre nosotros y los peccados, que sea como infinita donde no podamos llegar a ellos. Pues ¿qué podrá decir a esto el que le parece que ya se apartó del peccado suficientemente, dejándose la ocasión en casa? De muerte a vida dice el Philósopho 28 que no se da regreso, de suerte que, muerto un animal, no es poderosa toda la naturaleza para que torne a resucitar aquel mismo. Pues decir que Dios puso nuestros peccados tan distantes de nosotros como el oriente del occidente, como el morir y nacer, fue decir que procuremos inposibilitarnos tanto para el peccar que sea en nosotros como imposible, que no haya regreso al peccado pasado y a nuestras antiguas y depravadas costumbres. Que, aunque huir en las batallas del mundo es afrentoso, el huir en las del peccado es lleno de mill glorias y renombres.
10. Gloriosa haec fuga est fugere a facie peccati; no hay cosa de más gloria que huir del peccado y hurtar el cuerpo a las ocasiones. Y añade luego el glorioso san Ambrosio, libro De fuga saeculi, capítulo 4: Sic fugit Jacob matre suadente. Sic fugit Moyses a facie Pharaonis. Sic fugit David a facie Saulis et Abssalonis 29. Así huyó Jacob por consejo de su madre y se libró de la fiereza de su hermano. Así huyó Moisés de Faraón y se escapó de Egipto. Así huyó David de Saúl y de Absalón su hijo y conservó la vida. Cuando los ángeles sacaron a Loth de entre los sodomitas, Gene. 19, mándanle que huiga y que no vuelva el rostro atrás, y añádenle: Et ne stes in omni circa regione 30; que no quede cerca ni pare en toda su tierra. ¡Qué lindas condiciones para lo que vamos diciendo, que si uno huye del peccado, que no basta hurtarle el cuerpo, sino que es necesario no volverle el rostro! Porque basta quedar donde yo lo pueda mirar y él me pueda hacer de ojo para que nos tornemos [239v] a encontrar. Sino que huiga de suerte que no pare en sus límites y términos quantum distat ortus ab occidente 31.
11. No creo será necesario aplicar esta doctrina a los que pretenden ser verdaderos religiosos, que ya dejaron el mundo y se apartaron con huida acelerada de él. Que no le vuelvan el rostro, pues el castigo es tan riguroso como el que se le dio a Lot c en estatua de sal 32, que es pesadíssima, dando a entender lo poco que d puede huir quien da en esa flaqueza y cuán imposibilitado queda para alejarse quien, por una vía o por otra, queda cerca de las ocasiones. Dios, por quien es, nos aparte de ellas. Etc.