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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Cómo el no reparar muchas veces los religiosos en cosas muy pequeñas y livianas les suelen ser de estorbo para la virtud y traspié para grandes caídas
1. Un engaño muy grande hallo en muchos religiosos y personas que, habiendo primero servido a Dios con cuidado a, después cayeron en culpas y estado abatido —a quien se debe desear abra Dios los ojos para que también caigan en la cuenta y vuelvan sobre sí—, y es que la causa de su perdición y engaño es no haber reparado ni hecho caso de cosas que de suyo parecen pequeñas y de poca consideración, causa que, por no estar el pie en fijo, [242r] dieron en resbaladeros y en partes que ellos no pensaron, donde se quebraron los ojos. Lo cual remediaran muy bien y con tiempo si consideraran dos cosas: la primera, que a los que tratan de Dios no los ha de acometer y tentar el demonio a los principios con cosas grandes, ni aun con cosas pequeñas conocidas por malas; y lo segundo, si considerasen que ante los ojos de Dios, en materia de desagrado y de defectos y faltas, nada hay que sea pequeño y de poca consideración.
2. De lo primero, digo que el demonio es muy astuto y sagaz, buscando medios para cada uno más aconmodados y escondidos por no ser visto y conocido. Que, en fin, yendo en esta ocasión tratando de religiosos y siervos de Dios, no son tan desalmados y perdidos que de un golpe y al primer envite y con cualesquier cartas hayan de querer echar resto que tanto les ha costado. De donde dijo el [libro de los Proverbios]: Frustra jacitur rete iuxta oculos venatorum [sic] 1. No se ha de arrojar la red al descubierto y ponerse delante de los ojos a quien se pretende cazar. Quien no tiene ojos, como son los del mundo, que ya van ciegos y no ven el hoyo y tropezón donde han de caer, poco inporta que se les arme al descubierto, pero al que tiene ojos, para que no los tenga, mill colores hace, mill enbustes y estratagemas para no ser conocido.
3. Que así entiendo yo aquello que san Pedro dice en la primera, capítulo 5, cuando a sus hermanos amonesta b tres cosas: la primera, que sean sobrios; la segunda, que estén; y la tercera, que velen, porque su c adversario cerca buscando a quién tragar: fratres, sobrii stote, et vigilate, etc. 2 Lo primero, dice que es nuestro contrario. Y el que es enemigo esto tiene, que, no pudiendo d quitarnos la vida, se contentará con quitarnos la honra y, si eso no puede, la hacienda; y si nada, se contentará con quitarnos un pelo siquiera de la cabeza. Lo segundo, dice que nos cerca, que es decir que ningún medio se le pasará por alto que no intente. Que cerca, que si no pudiere rostro a rostro, acometerá a traición. Lo tercero, dice que nos busca; que no es a caso el encontrarse con nosotros, sino que nos anda a buscar para sólo trabar contienda con nosotros. Y así parece que nos pide el apóstol otras tres cosas: que estemos e muy en la cuenta, muy en nosotros, sobrios. A diferencia de los f enbriagados, con quien juegan los muchachos sin saber ellos lo que hacen, como otro g Noé, que, con ser tan grande patriarca, el vino parece dio licencia al atrevimiento de su hijo para que [242v] le descubriese las vergüenzas 3; y en Lot fue causa para que de él hiciesen sus propias hijas lo que quisiesen 4. Sobrios quiere que estemos, de suerte que nadie se nos atreva ni el demonio nos engañe. Lo tercero, pide que velemos, porque sabe qué poco es menester para quitar la vida a un hombre dormido, por valiente que sea, de que tenemos exemplos en la sagrada Scritura.
4. Doctrina es ésta tan común y trillada, tan sabida y aprendida de sucesos inopinados en el mundo, venidos de un no pensé y quién dijera, nacidos y heredados de un poco inporta, qué hace al caso, que no será necesario detenernos en esta exhortación, quiriendo probar esta materia con nuevos exemplos y lugares. ¿Quién dijera que el pescador de caña habíe de coger un barbo y pescado de tantas libras con sólo un gusarapillo en que encierra y encubre el anzuelo? ¿Quién pensara que un poquito de aire que dio fuera de sazón habíe de dar con un hombre robusto en la sepultura? ¿Quién hiciera caso de un poco de sol que dio al otro le habíe de causar un dolor de costado? ¿Quién creyera que de un pequeño romadizo y catarrillo se habíe de seguir la muerte a los más poderosos y mirados en su salud? ¿Quién reparara en una rascadurilla del pie, en un desabrocharse el pecho? Y con todo eso, vemos que esas cosas y otras más livianas, como son enojos pequeños, sobresaltos de poca consideración, han acabado y consumido vidas que parecen eternas. Pues ¿qué será de la salud y vida del alma, que sin comparación son cosas más delicadas?
5. Si buscamos el principio de la perdición del mundo, los fines desastrados de la naturaleza humana, que millares de libros enpiezan y no acaban, hallaremos que fue un mirar de Eva la hermosura de la manzana 5. Y si buscamos el principio de aquel tan sonado castigo de la mujer de Lot vuelta en estatua de sal 6, con que hasta el día de hoy está Dios salando y castigando a los livianos, hallaremos que fue un volver el rostro atrás. Y si cada uno de los que esto leyeren u oyeran quisieren meter la mano en su pecho, bien hallaran dentro de su casa y de su propia alma, por principio de las cosas mayores que les han sucedido en materia de desgracias, las cosas menores que la imaginación apenas las pudo alcanzar. ¡Qué de doncellas tienen que llorar su desdicha y perdición, que sólo tuvo su principio h en un [243r] quitar de sombrero, en un beso las manos, que si ellas pensaran, primero se cortaran ellas las suyas que dar entrada y principio a tanto mal! ¡Qué de religiosos que, por no reparar en un levantar de ojos, en un acercarse a la conversacioncilla indiferente, se han después visto acosados y afligidos para echar de sí el pensamiento molestoso que por ahí les entró! ¡Oh sancto Dios mío, qué de males vemos en el mundo, qué de torres postradas por tierra y qué de fuegos encendidos por cosas que en sus principios aun átomos pequeños no parecían, y que apenas hubiera quien de buena vista que juzgara i que de tal cosa tal polvareda se habíe de levantar!
6. Mandaba Dios que el arca del testamento fuese de madera de setim 7, que es madera incorruptible, porque donde se han de poner las tablas de la ley, el maná y la vara, que eran cosas que en la casa de Dios significaban lo más perfecto, no quería que aun un gusanillo que royese o afease la madera entrase en ella. Quiere Dios que muy con tiempo el alma, que le ha de ser arca de testamento donde se encierre el cumplimiento de su ley, repare en las cosas más livianas que se pueda imaginar. Posuit fines tuos pacem, psalmo 147, dice David 8; que en casa del justo puso Dios paz hasta en los arrabales. No se contentó con plantar su gracia y grandes y excelentes virtudes en el alma, sino que acá fuera sembró una admirable paz, de suerte que si el alma en lo interior está con Dios, en lo de acá fuera no hay cosas, por j livianas que sean, que se le k atrevan. Paz tienen con los ojos, porque nada hacen sin licencia de la rectitud y de la razón. Que es la paz que decíamos adelante que habíe sentado el sancto Job con sus ojos cuando dijo 9: Pepegi pacem cum oculis meis. Nada hace la lengua que no sea primero registrado. Y así los demás sentidos y apetitos del hombre, porque poco le serviría al siervo de Dios haber procurado paz allá dentro y dejarse acá fuera las puertas por donde habíe de entrar el enemigo. Paz allá dentro y fuego acá fuera, presto se comunicará y será todo uno.
7. En las rayas y fronteras de los enemigos es donde [243v] se pone el cuidado para que no entren enemigos ni cosas vedadas contra nuestra sancta fee o prohibidas por leyes y premáticas del reino. Así ahí es, en esos fines del reino, donde se hacen los castillos, se levantan las torres, se ponen los soldados y se vive con grande cuenta. Este nuestro cuerpo es el que avecinda con los enemigos del alma. Ahí es donde nuestro spíritu tiene sus fines y términos. Ahí es donde es necesario levantar las torres y castillos. Ahí es donde es necesario vele la razón y esté el entendimiento en centinela abriendo los ojos no se entre algún enemigo o pasen por esos sentidos cosas vedadas a nuestra alma.
8. Y aun por eso dijo la esposa, como a otro propósito muchas veces hemos declarado: Ego turris, et l ubera mea murus, ex eo quod facta sum cum eo, pacem reperiens 10. En el punto que hallé paz en Dios, me hice y torné una muralla y mis pechos se hicieron una torre. Y anduvo bien discreta, porque, para conservar la paz de adentro, muro y torre se habíe de volver en lo de afuera, defendiendo la entrada al enemigo, que por eso dijo que sus pechos eran torre. Los pechos son aquellos que de lo interior reciben leche y en lo exterior la dan y comunican a las criaturas. Por estos pechos entiendo yo nuestro cuerpo y hombre exterior y estos nuestros sentidos, los cuales reciben perfección y virtud de la perfección y virtud del alma; de allá les nace la leche que tienen y la vida que con las criaturas acá fuera comunican. Pues estos pechos dice la esposa que, para guardar y conservar la paz, los hizo torre. Torre alta donde no pueda subir el enemigo; torre a quien no puedan dar alcance las cosas bajas de la tierra, que, aunque pequeñas en sus principios, si en ellas no se repara, pueden ser de grande daño y caída en sus fines.
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