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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 74

[Necesidad del espíritu vigilante y de la oración perseverante para no caer en el pecado]

1. Parece que lo que hemos tratado en el capítulo pasado, de la obligación que tiene a hurtar el cuerpo el verdadero religioso, nos lo prueba aquella visión que tuvo Eczechiel en el capítulo [1] de su profecía; dice que aquellas ruedas que tenía aquel carro que vido que tenían spíritu: et spiritus erat in rotis 1. Porque, como las ruedas son las que llevan todo el peso del carro y van arrastrando por el suelo, era necesario, para que el carro no se detuviese a ni estorbase en cualquier pedrecilla que topase, que tuviesen las ruedas spíritu, con el cual ellas se apartasen de los malos pasos y huyesen de los tropezones que se les pudiesen ofrecer; y también para que el peso grande que fuese arriba en el carro no las rajase, hiciese rechinar o encender fuego, que muchas veces se causa de la mucha carga.

2. Y pues principalmente vamos tratando con religiosos, no viene mal decir que son ruedas, pues ellos son los que llevan y han de llevar el peso de la religión, el cumplimiento de las leyes y constituciones, sobre ellos carga y se ha de cargar lo que se hace y se ordena. Y cuando no llevaran otra cosa sobre sí más de voluntades ajenas y si ésas acaso aciertan a tener muchos quereres y a variar en las cosas que mandan, no hay carro de corsario b que se cargue de tantos baúles, arcas y trastos viejos como suele cargar un prelado a un pobre religioso. Y, junto con eso, como ruedas, han de rodar por el suelo, obedeciendo, sirviendo, contentando y agradando. Pues para estos dos officios y ejercicios bien han menester espíritu de Dios, lo uno para no echarse con la carga y quedarse en medio el camino, para que no rechine y eche chispas y fuego perdiendo la paciencia y airándose; y lo segundo para que ha menester el spíritu es para hurtar el cuerpo a las ocasiones, que son quien suele calcar la rueda y detener el viaje. Que es gran cosa dende lejos considerarse un religioso cargado, que, aunque de penas y cosas [244v] de peso, son bienes y hacienda del cielo, casa que se muda de este mundo al otro e Iglesia que se trueca de militante en triunfante. Y así es bien que ruedas que tal peso llevan, lleven gran cuenta, pues deben tener spíritu para mirar dende afuera está el atolladero y el mal paso, el tropezón u ocasión, que, aunque sea pequeñapequeño canto suele volcar el carro y dar con él de la otra parte—, se debe con mucho cuidado huir y apartar.

3. Quizá por eso nos dijo el sancto propheta que aquellos animales tenían alas y muchos ojos 2. Muchos ojos para mirar el paso y de lejos prevenirse para con las alas levantar vuelo a lo alto. Porque, si sólo nos dijeran que eran aquellos animales buey, león, águila y hombre, dijéramos que de sólo ese previlegio gozaba el águila, que vuela sin estar sujeta al mal paso de brío a la cuesta de la sierra y hondo del valle, pero no el buey ni el león ni el hombre, a quien le es fuerza pasar por en medio continuando su camino por buenos y malos pasos. Pero diciéndonos que tenían alas, queda suelta esa duda y dificultad. ¡Qué gran cosa, padres y hermanos míos —y bien podremos hablar con cualquier género de gente que esto leyere—, tener espíritu y tener alas, que, cuando seamos hombres y bueyes o leones que pisan tierra, en fin el spíritu nos hará abrir los ojos para ver los inconvenientes y las alas nos los harán salvar! Que por eso, con tan grande admiración, la esposa dijo que su esposo caminaba a saltos y como la cabra montés y el cervatillo 3. Así ha de caminar el siervo de Dios, a saltos por la tierra cuando no hubiere ocasión de detenimiento o de alguna ofensa de Dios; y si la hubiere, salto y vuelo que salve cualquier ocasión.

4. Lo otro que hallo de consideración que prueba lo que vamos diciendo, es que aquellos animales tenían los pies derechos: pedes eorum erant pedes recti 4. Y yo por estos pies derechos entiendosujetándolo a cualquier corrección y explicación verdadera que ese lugar tenga—; entiendo yo por aquella rectitud [245r] de pies que eran todos de una pieza. Que no eran como los nuestros, que se dobliegan por las corvas y rodillas, sino que eran como los del [elefante], que todos son de una pieza, causa por qué los naturales dicen de él que duerme en pie y arrimado a un árbor, porque, si cai, no se puede levantar por no tener coyunturas en las rodillas 5. Y así los que han de cazar este animal, sabiendo el árbor a que se arrima de noche para dormir, lo asierran para que arrimándose a él, cayendo el árbor caiga también el animal. Pues decirnos que aquellos animales que tiraban a aquel carro tenían pies derechos, es decirnos que los verdaderos religiosos y personas que tratan de virtud han de tener pies derechos, afectos enderezados a Dios, que no se puedan doblegar, torcer ni mudar a cosas de la tierra; que han de ser todos de una pieza, porque, si el hombre cai por alguna culpa mortal, él por sí no se puede levantar, causa por qué el demonio, solícito y contrario nuestro, pretendiéndonos cazar, mira a dónde nos arrimamos e inclinamos y allí nos pone la trampa en la ocasión, para que c, arrimándonos a ella, con el siervo de Dios en tierra y así lo tenga a su mandar.

5. En el capítulo 17 del Exodo d tenemos un vivo exemplo de cuánto nos inporta para la perseverancia estar libres y horros de estas ocasiones. Pelea el pueblo de Dios y, mientras Moisés persevera en la oración levantadas las manos, vence. Y como era hombre y ya viejo y las manos algo pesadas, parece era fuerza bajarlas, y luego el pueblo era vencido. Para remediar este daño, proveyóle aquel pueblo discreto de dos personas tales que le ayudasen a sustentar los brazos para que no se le cayesen ni desmayase, que fueron Aarón y Jur 6. Ahora pregunto yo, si tiniendo los brazos pesados y sin darle quien le ayudase a tenerlos en alto, en cada uno de ellos pusiera dos piedras o algunas cosas pesadas, ¿no era fuerza que habíen de abajarse y caerse más presto? Llano es. Pues digo ahora, la vida del [245v] hombre ¿no es guerra continua que trai sobre la tierra? Sí. Pues ¿cuándo es cuando el hombre vence a tantos enemigos e contra quien trai esta guerra, sino cuando levanta las manos f a Dios y pide favor al cielo, mientras en la oración persevera? A quien Dios tiene dadas tantas ayudas de costa para que no baje los brazos, ayudándole con tantos exemplos de sanctos y, sobre todos, el de su cruz y el mismo Dios en ella, que nos pide levantemos el corazón a él. Pues g si, despreciando estos favores, nos cargásemos de ocasiones y cuidados que más nos apesgasen, fuerza era el bajar los brazos, el no perseverar, el ser vencidos en la batalla.




1Ez 1,20.



asigue que tach.



bms. cosario



2Cf. Ez 1,11.18.



3Cf. Cant 2,8-9.



4Ez 1,7.



5Cf. ARISTÓTELES, Historia animalium, II, 1.



csigue asiendo tach.



dal marg. vide



6Cf. Ex 17,11-12.

 

 



ems. enemigo



fms. malos



gsigue sino tach.

 






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