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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
DEFENSA DE TRES GENEROS DE GENTE
1. Tras reposada reflexión, hemos decidido publicar como tratado autónomo la exhortación 46 del tomo tercero manuscrito, cuya materia restante se acaba de imprimir en este mismo volumen con el título Exhortaciones a la perseverancia. El propio san Juan Bautista de la Concepción, en la nota marginal que añade al inicio de esa larga exhortación, prefiere llamarla tratado y, más tarde, la denominará también tratadillo. Ya por su misma presentación gráfica y estructural, nos hallamos ante un bloque de páginas bastante singular en el contexto del manuscrito. Se extiende del f.146v al 190r del tomo autógrafo. El autor se ha puesto a escribir, sin prever el desarrollo de sus consideraciones, una exhortación más, anotando: Exortación quarenta y seis, pero sin anticipar título alguno (deja en blanco el espacio correspondiente). Luego, llegado al f.160v, viendo que el tema se desborda, advierte que prosigue la propia materia; y, tres folios después (f.163v), decide distribuirla toda ella en párrafos y colocar las indicaciones numéricas pertinentes en los márgenes (no le queda otro espacio disponible): § po, § 2, § 3... § 9. A partir de ahí hasta el final de la exposición va dejando una separación neta entre los distintos párrafos y los numera. Concluida la exhortación (f.190r), deja en blanco los 2 folios y medio últimos del cuadernillo, para pasar luego a otro nuevo (f.193r), cosa que no suele hacer cuando se trata de un tema o escrito unitario. Finalmente, habiendo constatado la notable diversidad de estas páginas respecto a las demás exhortaciones, aporta un título y en él previene al lector sobre la mole del texto, que le ha obligado a fraccionarlo en 22 párrafos: Trátase muy a lo largo por [22] párraphos... Agrega también una nota marginal en la que a todo el bloque llama tratado, término con el que lo distinguirá igualmente al abrir la exhortación 47.
Obras completas de San Juan Bautista de la Concepción
Defensa de tres géneros de gente
2. Más que los indicios morfológicos que acabamos de reunir, es la temática expuesta la que evidencia el carácter peculiar y novedoso de estas páginas en el conjunto del volumen. La perseverancia de los religiosos en la virtud y en las observancias que han abrazado es la idea de fondo que amalgama todas las exhortaciones, como ya expusimos en la introducción a Exhortaciones a la perseverancia. El autor declara que también en el texto presente se mueve con esa intención de fondo, pero reconoce al mismo tiempo que se ha distanciado de la línea exhortatoria anterior, de modo que esta sección bien puede ser considerada como un tratado aparte. Escribe al emprender el párrafo 20, previsto como el último: «Yo quisiera en este último párrapho resumir todo lo que en estos pasados se ha dicho, para que viéramos cómo en ellos no nos habíamos desviado del principal intento que traíamos en nuestras exhortaciones, donde íbamos tratando de la perseverancia en el camino de la virtud, causa que fue por qué nos hubiésemos divertido en estos párraphos pasados respecto de que, siendo este camino de la perfección camino tan largo como lo es Dios por ser el camino para sí propio en quien se halla vida eterna, alejándose un hombre de los que le miran caminar por ese anchuroso mar, no sabiendo de ellos, como si fueran naves perdidas, llenos de admiración e ignorancia suelen murmurar los hombres y tenerlos por hombres singulares». E inicia de la siguiente manera la exhortación 47: «El intento principal que se lleva en estas exhortaciones es tratar de la virtud que los religiosos deben tener en el estado que profesaron, la perseverancia en ella y los nuevos adelantamientos que cada día deben hacer según sus mayores obligaciones. De aquí venimos a dar en la exhortación 46, donde, por habernos alargado en ella, le habremos de dar nombre de tratado, en que muy a la larga hemos dicho cómo el aventajarse el justo en cosas de virtud es causa de que se asombren y espanten los que la miran; y, por no conocerla, unas veces la murmuran y otras, por quedar en ella encandilados, tropiezan y dan de ojos, como las aves noturnas en el día claro». Por tanto es consciente de que, aun respetando el intento principal, en realidad ha producido un nuevo tratado.
3. El autor mismo preanuncia en el encabezamiento el tema particular que mueve su pluma: «Trátase muy a lo largo por párraphos de cómo las cosas de virtud asombran a los que de lejos las miran. Pruébase la excelencia de este nombre de sclavo del Sanctíssimo Sacramento. Y de cuánta importancia sea el decir por las calles: ¡Sea loado el Sanctíssimo Sacramento! Y las doctrinas cristianas que los terceros de san Francisco dicen por las calles». El motivo que le indujo a escribir en defensa de «tres géneros de gente» lo especifica en este texto inicial: «El año de mill y seiscientos y diez, en la dominica 24 de Pentecostés [14 de noviembre], un predicador de nuestros tiempos en Toledo, por muchos días en el púlpito, convidó en todos sus sermones para uno que había de hacer entre los dos coros de la iglesia mayor, porque en él tenía que tratar cosas de consideración. Aguardando toda la ciudad y la iglesia tan grave como era aquélla a que saliese el spectáculo tan prevenido, sentenció a desterrar del mundo y a pena de muerte a los sclavos del Sanctíssimo Sacramento, a los que ahora se llaman reformados y terceros del hábito de san Francisco. Las culpas que les puso fueron resumidas a que introducían novedades». Tan rica y detallada información hace pensar en un oyente del sermón. De hecho, san Juan Bautista de la Concepción ya se hallaba por la fecha indicada en la ciudad imperial dando los primeros pasos para la fundación de un nuevo convento 1.
El mencionado predicador, a quien en el escrito se le llama su paternidad, padre..., fue al parecer un trinitario calzado. Nicolás de la Asunción sospecha del P. Maestro Fr. Ponciano Basurto, que en el trienio 1609-1612 fue ministro del convento trinitario de Toledo. Los cronistas de la Orden le presentan como eminente predicador 2. A él hace alusión expresa el texto, a propósito de Ap 12,1, «las cuales palabras están suficientemente probadas entenderse de la Iglesia, pequeña y cuando enpezaba. Así lo dice el padre maestro fray Ponciano Basurto en el sermón que predicó de este evangelio; y que así se entiende del testo y conexión de las palabras del capítulo precedente».
Como ya se deja entender por el título, estamos ante un vibrante alegato en defensa de las tres categorías de personas puestas en entredicho por el atrevido predicador de Toledo: terciarios franciscanos, esclavos eucarísticos y reformados. Muchas de las ideas en apoyo de los esclavos del Santísimo Sacramento y de los terceros de San Francisco giran en torno a Cant 6,9: Quae est ista quae progreditur quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol...? El autor cae en desatención cuando, al inicio del párrafo 13, dice que conecta con lo dicho en el párrafo anterior, en el que habría facilitado dos razones para explicar por qué se mencionan en el texto el sol, la luna y la mañana. En realidad, cuanto desarrolla en el párrafo 13 no tiene ninguna conexión con lo dicho en el precedente.
4. Los cálculos de probabilidad efectuados por el P. Nicolás de la Asunción 3, como ya se recordó a propósito del escrito anterior, aconsejan datar estas páginas en Madrid por enero de 1612. Advertimos al lector que hemos formulado nosotros tanto el título general (la expresión «tres géneros de gente» es del manuscrito) como los subtítulos, estos últimos situados en los puntos divisorios de párrafos ya existentes.
DEFENSA DE TRES GENEROS DE GENTE
TRÁTASE MUY A LO LARGO POR [22] PÁRRAPHOS DE CÓMO LAS COSAS DE VIRTUD ASOMBRAN A LOS QUE DE LEJOS LAS MIRAN. PRUÉBASE LA EXCELENCIA DE ESTE NOMBRE DE SCLAVO DEL SANCTÍSSIMO SACRAMENTO Y DE CUÁNTA IMPORTANCIA SEA EL DECIR POR LAS CALLES: ¡SEA LOADO EL SANCTÍSSIMO SACRAMENTO! Y LAS DOCTRINAS CRISTIANAS QUE LOS TERCEROS DE SAN FRANCISCO DICEN POR LAS CALLES
[Nota marginal] Note, por amor de nuestro Señor, el que viere este tratado que se sigue o lo leyere, que podrá ser haya dicho alguna palabra, volviendo por los esclavos y terceros, con que alguien se ofenda. Y no es ni ha sido ése mi intento. Y si ahora lo trasladara, le quitara algunas palabras, en que trato de las personas que de ellos dicen mal sólo para apoyar las tales obras.
§ 1 [Críticas de un predicador contra los esclavos del Santísimo Sacramento, los llamados reformados y los terceros de san Francisco]
Es ya tan peregrina por nuestros peccados la virtud, el dejar el mundo y subir a Dios que, si en Dios, como denantes en la exhortación pasada decíamos 1, causa admiración de parte de la flaqueza humana que, estando tan caída y postrada, se levanta a estado tan alto como en la perfección viene a alcanzar, los del mundo no se admiran sino se asombran y atemorizan, no por ver la mudanza de la tal alma, no por ver sus subidas y enajenaciones, sino por parecerles que la virtud ya no se usa ni se profesa, y que ser uno justo y aprovechado es cosa tan rara y singular que, como a tal, ha de ser perseguido y despreciado, como hombre que introduce uso nuevo entre quien no trata ni sabe de eso a. Como hicieron en b Lacedemonia, que ahorcaron un soldado porque en su scudo puso un poco de grana; a otro castigaron porque tocaba con los dedos la cíthara y no, como era costumbre, con una pluma. Y desterraron al músico Timoteo porque añidió una cuerda al instrumento; y ahorcaron públicamente en la plaza la arpa como a malhechora porque tenía una cuerda más. ¡Oh Dios sancto, y quién pudiera decir sobre esto lo que mi alma siente! Quédese para otra ocasión. Sólo digo que, si al scudo de la fee muerta c, con que el vulgacho [147r] se arma, añedís un poco de grana, por quien es significada la charidad, para que sea fe viva y aquella de quien san Pablo dice 2 que es con quien podemos resistir los scadrones del enemigo, habéis de ser d colgado de los púlpitos, de quien los predicadores nuevos hacen horcas y cuelgan al malhechor, tejiendo sogas con palabras y autoridades truncadas de sanctos, entendidas como ellos quieren. No hablo fuera de propósito, aunque mi intento no es meterme ahora en esto, que, si Dios me diere lugar, deseo tratar de ello de propósito.
El año de mill y e seiscientos y diez, en la dominica 24 de Pentecostés 3, un predicador de nuestros tiempos en Toledo, por muchos días en el púlpito, convidó en todos sus sermones para uno que había de hacer entre los dos coros de la iglesia mayor, porque en él tenía que tratar cosas de consideración. Aguardando toda la ciudad y la iglesia tan grave como era aquélla a que saliese el spectáculo tan prevenido, sentenció a desterrar del mundo y a pena de muerte a los sclavos del Sanctíssimo Sacramento, a los que ahora se llaman reformados y terceros del hábito de san Francisco. Las culpas que les puso f fueron, resumidas, a que introducían novedades. Las cuales, siendo como están confirmadas por Su Sanctidad, examinadas por tantos prelados como hay en nuestra España, haciéndose ellos también sclavos del Sanctíssimo Sacramento y recebido el hábito de terceros g muchos hombres doctos en las universidades, podremos decir que el capítulo h que les puso aquel padre predicador sólo fue capítulo y cargo de que, tratando el mundo de vicios, maldades y desenvolturas, estos tales trataban de cosas de virtud, penitencia y mortificación; y que no era bien, en mundo tan envejecido en peccados, se dispertase el desprecio del mundo viejo que i hubo entre los sanctos. Porque, como es eso cosa tan olvidada por todas partes, parece nuevo y novedad.
Y ¿sabido en qué está esta novedad j? Digo que está en la k que hicieron los músicos que arriba decíamos: en que el uno añidió una cuerda a su instrumento músico y el otro tocaba la cíthara con la mano [147v] y no con pluma, como se acostumbraba. ¿Sabéis en qué está este daño y mal? En que, en lugar de cinto de muchos ducados, se ponen los hombres y mujeres l una cuerda de san Francisco y añaden a sus oraciones secretas las doctrinas públicas que dicen por las calles m. Está este negocio y mal hecho en que, tratando ellos de virtud con curiosidad y delicadeza sin tocar la mano, como aquellos de quien dice Cristo 4 que, predicando el evangelio y ley de Dios con rigor, digito suo nolunt attingere n, sino dende afuera con una pluma, como quien tañe cítara scribiendo papeles con la música y consonancia que ello dirá. Y, por el contrario, porque los sclavos, reformados y terceros ya no quieren usar de esos melindres y delicadezas, sino que con sus propias personas quieren visitar los hospitales, hacer las camas a los pobres y, en lugar del ochavillo que el otro ofrece para la cera del Sanctíssimo Sacramento, ofrecer su persona para se estar de rodillas la mañana y tarde y, como vela encendida, estarse allí derritiendo en amor de aquel Dios que, por estarse conmigo, se quedó debajo de accidentes de pan y vino. Alto, porque la cítara se toca con la mano y no se usa de plumita y sanctidad delicada que se la lleva el viento, ahorcad estos esclavos, enpringadlos con palabras de atrevimiento y desenvoltura.
Digámoslo más claro en qué consiste esta culpa. Pocos días ha me han dicho que a un tercero honrado del Sanctíssimo Sacramento en Guadalajara le dieron una bofetada en la plaza y al instante volvió el otro carrillo para que le diesen otra. Esta es la culpa que tienen, que se tocan con la mano los instrumentos y no con la pluma, dando queja a la justicia scribiendo procesos y tomando venganza. Esta es la religión nueva que aquel buen padre compara a la de Francia, y estas protestaciones que hacen estos tres géneros de gentes las que compara a los protestantes de Ingalaterra. ¡Oh buen Dios mío, y si tú abrieses los ojos a los hombres y les [148r] enseñases cómo tu mayor agrado está en el desprecio verdadero de las cosas del mundo y negación verdadera, mortificando este hombre exterior; y cómo esto no es novedad, sino viejo y antiguo, predicado por Cristo, obrado por los sanctos y figurado y pintado dende el principio del mundo en las cosas que Dios mandaba en la vieja ley y en las que decían los profetas!
De no entender esto vino a decir el rey que ahora hay de Ingalaterra 5, en una carta que escribió a los reyes católicos o para que negasen la obediencia al papa, que él era católico y buen cristiano, mejor que ninguno de cuantos p había; y que lo que él negaba y no creía era lo que de quinientos años a esta parte se habíe determinado en la Iglesia y habíen scrito los doctores, tiniéndolo todo eso por novedad. A quien sólo le dijera yo, juntamente con nuestro predicador de quien vamos hablando, que cómo entienden aquel lugar q que dice Cristo r por san Matheo: Omnis scriba doctus in regno caelorum s similis est patrifamilias, qui profert de thesauro suo nova et vetera 6; que en esta Iglesia el varón docto, que es el que de veras conoce a Dios —porque en eso consiste la sabiduría verdadera—, es semejante al padre de familias que de sus tesoros saca cada día cosas nuevas y cosas viejas. Y para decirles Cristo estas palabras, como quien bien sabía la t dificultad que su entendimiento habíe de tener en nuestros tiempos u, previene a sus discípulos preguntándoles si habían entendido lo que antes les habíe dicho v: Intellexistis haec omnia? Dicunt ei: Etiam, Domine 7. Bien sabemos la lición pasada; bien podéis, Señor, pasar adelante. Y así dice luego el evangelista w: Ait illis: Ideo, dico vobis, omnis scriba doctus, etc. Que fue decir: En mi Iglesia habrá sanctos y siervos de Dios que sean semejantes a los hombres poderosos y padres de familias que, preciándose de sus antigüedades y hechos de sus antecesores, cada día saca novedades y cosas recientes con que muestra la grandeza de su persona, ya en el traje y librea, ya en las nuevas leyes y ordenaciones con que pone su casa en concierto y sus criados en pretina.
Bueno fuera que tuviera el mundo licencia para inventar nuevas maldades y bellaquerías, torpezas y deshonestidades, y que no x tuviera esa licencia la Iglesia, los que la rigen y gobiernan y los que la sirven y siguen, para inventar medicinas y remedios [148v] contra semejante pestilencia. Pregunto yo ¿sería bien que, porque no scribió Avicena ni Hipócrates los remedios del tabardillo, mal gálico, garrotillo y otras enfermedades que de poco ha entraron en España, que digan los médicos de nuestros tiempos que no las quieren curar ni buscar remedio para ellas, porque no los echen de España como inventores de novedades? Es locura pensar tal, que cada día se scriben libros y de grande consideración, aplicando nuevos remedios a nuevas enfermedades y ajustándolas conforme la flaqueza hay hoy en los sujetos. Pues, si esto es lícito y necesario, pregunto yo ¿por qué no ha de ser bueno que los siervos de Dios saquen novedades cada día contra nuevos vicios? ¿Cuándo en el mundo hubo tantos peccados contra la religión cristiana, tantos herejes y tantas setas, tantos que la combatan y procuren desportillar? ¿Cuándo tan poca devoción z del Sanctíssimo Sacramento, tantos desacatos, que envía Ingalaterra cada día por ese mundo nuevos apóstolos que ellos llaman para que hagan grandes impresas contra el Sanctíssimo Sacramento, tomándolo de las manos de los sacerdotes, arrojándolo por los suelos y pisándolo? ¿Es bien que tenga el hereje esta libertad y no la tenga la Iglesia de tener sclavos que vuelvan por la honra de su esposo? ¡Oh qué ignorancia grande que quiera yo tenga el enemigo armas más de la marca, y que yo repare en que los hombres salgan un poquito el pie de la mano en cosas de virtud! ¡Que invente el hereje tiros de arcabuz, scopetas, mosquetes y de bronce a a lo corto y a lo largo, y que yo tengo de hacer mis tiros a lo corto y encerrándome en mi aposento, que allí dicen que me oye Dios! Como si no fuera necesario que me viera y oyera el desalmado y perdido y que se hagan tiros tan largos que llegue su sonido por lo menos a los confines de la tierra, como hizo la predicación de los apóstoles 8.
Y si no mataren estos tiros de bronce, que de nuevo salen ahora en la Iglesia y república cristiana, asombren b y atemoricen el ruido que hacen los sclavos, reformados y terceros. ¡Qué mayor confusión para el hereje [149r] que, casándose entre ellos el sacerdote y el obispo, en nuestra España muchos casados dejan sus mujeres y se entran en religión y, a no poder tanto, procuran en su compañía tener muchos días continencia y ser, en lo que pueden c, imitadores d de verdaderos religiosos! Una de las cosas que a la sancta madre Theresa de Jesús más la levantó en admiración de las obras de Dios, en tiempo que ella andaba fundando aquellos poquitos conventos, fue ver que, en tiempo e que el hereje era inventor de nuevas setas, sacaba Dios nuevas almas con nuevos ardides de guerra que los persiguiese 9. Como la obra ha mostrado la verdad de los pensamientos que ella tuvo, pues vemos aquella sagrada religión tan extendida y levantada, haciendo innumerables provechos a las almas. Pues en verdad que no se escapó la sancta en aquellos tiempos f de las lenguas g que ahora resucitan llamando novedades a las cosas de virtud.
§ 2 [Respuesta a las críticas contra los
terceros de
san Francisco]
Ponen falta diciendo que los que se hacen terceros son los mercaderes y gente que tiene trato, y que san Francisco lo dejó para ser verdadero pobre de Jesucristo. En esto echo yo de ver la grande sanctidad y lo mucho que en el cielo vale, pues, como a divino planeta, se le da virtud para que influya el desprecio que él tuvo en los de esta profesión, haciendo que, si no son pobres en las haciendas y cosas exteriores, lo sean de espíritu. Que harto trabajo hubiera en la Iglesia de Dios si, como su paternidad dice, no hubieran de usar de riquezas y majestad los prelados de ella. No es posible menos, que ha de haber tratos en el mundo, quien compre y venda y quien manijee las cosas exteriores. Y es medio divino, para que eso se haga como se ha de hacer, que tenga un mercader delante los ojos por vara y regla de medir la pobreza y desprecio de san Francisco y su cordón.
Dicen es cosa que ofende mucho el traer hábito diferente de paño frailesco, llamando carnestolendas y máscaras a los que así se disfrazan. No sé yo cuál es mayor máscara: quien en holandas y ricas granas tapa y encubre las cosas de su profesión o quien su poco merecimiento lo descubre con paños viles. Porque, si eso es así, también sacaron máschara y disfraz en el mundo un san Juan Baptista 10 vestido de pieles de camello a, un Antonio y un Pablo vestidos de hojas de palmas 11, [149v] un Adán y Eva b vestidos de hojas de higuera 12; y, siéndoles Dios su sastre y ropero, les hizo de vestir de pieles de animales. Y aquellos que más se llegan a la desnudez de Cristo en una cruz, aquéllos andan más al uso y conforme las premáticas de la Iglesia c.
Dirán que en quien [he] puesto exemplo fueron sanctos y estotros son mercaderes. Es verdad, pero, cuando san Francisco se puso el saco, mercader era y principio fue para ser quien después vino a ser; y cuando san Antonio y san Pablo mudaban ropa, no eran quien ahora son; y principio quieren todas las cosas. Y si todos los terceros no fueren sanctos, basta que en algunos haga inpresión el traje y vestido, mirándose de color diferente que los demás. Que no todos los apóstoles fueron quien el hábito decía d, pues Judas prevaricó. Y no todos los que viven en religión son buenos, pues la Iglesia de Dios plantada por Cristo consta y está comparada a diez vírgines, cinco prudentes y cinco locas 13. Y con enviar el otro padre de familias, de quien dice san [Mateo], a sus criados, que sin falta seríen prudentes y discretos, a que llamasen la gente convidada para la boda, se les entró uno que no tenía vestidura de boda 14; y puesto caso que ésta significa la gracia interior y no el traje exterior, no habrá que espantar de que haya alguno de esta profesión de quien se murmura que no responda al hábito frailesco que trai, a quien se le hace menos abranio e que a la f fee de que un cristiano ha de andar vestido cuando no se corresponde con lo que se debe.
Cuando una mujer es moza y desposada, jamás se le murmuran las cosas nuevas que se ven en su persona, los trajes, invinciones, porque todo le cai bien y todo lo ha menester para descubrir el amor que tiene a su esposo y g buscar nuevos modos de agradarle. Esta nuestra Iglesia jamás la veo que se envejece. San Juan la vido h nueva, que descendía del cielo como una esposa aderezada para su esposo 15. San Pablo la predica porque no tiene mácula ni ruga 16. Yo i oigo que cada día la predican debajo de título y nombre de esposa, que significa recín casada. Y así ha de ser, porque, en desdiciendo algo de lo que siempre fue, ni será Iglesia cathólica ni [150r] sposa de Jesucristo, porque siempre en las cosas de la fee ha de ser entera y, en perdiendo algo en eso, deja de ser quien es. En todas las demás cosas, como desposada, cada día saca adornos nuevos, trajes, invenciones nuevas, en quien tanto se regucijaba David diciendo: Et in adinventionibus j tuis exercebor 17. Saca Dios cada día y su Iglesia tanbién nuevas invenciones, nuevas religiones, nuevos modos de tratar las cosas de virtud.
La razón de esto es porque, siendo esta Iglesia militante, tiene muchos que le hagan guerra y la combatan, y ha menester nuevas invenciones para se defender y reparar los males que los enemigos le pretenden hacer. Y no es la menor guerra la que cada uno de nosotros le hace tiniendo por viejo lo que siempre habíe de ser nuevo. La mortificación, la penitencia, el desprecio exterior, que siempre habíe de estar en un mismo punto del que habíe en la Iglesia de Dios en sus principios, está ya tan viejo que no se conoce y, como a desconocido, hay quien predique contra él y lo quiera k echar del trato común de los cristianos. Y quien de esto murmura, bien hay que temer no murmure mañana de los concilios l y nuevas determinaciones de la fee, de las ceremonias y reformas que cada día se hacen en los breviarios y misales. No son éstas cosas que a la Iglesia la truecan y hacen otra. Dijes son que la hermosean, porque siempre se es moza y recién casada, que mille anni ante oculos tuos tanquam dies hesterna quae praeteriit 18.
Quieren poner la vejez de la Iglesia en la majestad y grandeza con que ahora se sirve, el tener los prelados riquezas, servicio, criados. Y que de antes, que era niña, dicen que se andaba a pies descalzos, como los papas andaban de antes. Quisiera yo saber muy de raíz la causa por qué ahora tiene la Iglesia necesidad de tanta majestad y grandeza, de usar de horca y cuchillo. Porque yo pienso que la causa es porque ahora hay en la Iglesia de Dios tantos que se le atrevan con lenguas y plumas que ha menester tener cuchillo para hacer ensaladas de lenguas descomedidas, y cortar y cercenar las plumas de los que con sus agudezas quieren volar, como otro Icaro, y que den en el fuego, donde la ficción de sus alas se derrita; y sepan m que ésos no son vuelos y subidas que hacen los justos, como después veremos.
Eran los cristianos de la primitiva Iglesia [150v] tan sinceros y llanos, tan rendidos y verdaderos que adoraban y reverenciaban al papa descalzo, roto y pobre. Y como ayer vimos en la vida de san Marcelo papa 19, que, perseguido del emperador Maxencio, lo encerró en el catábulo 20 o parte donde estaban las bestias con que ellos celebraban sus fiestas, para que tuviese cuidado con ellas y les diese de comer. De donde, no pudiendo visitar sus iglesias con su persona, las visitaba por epístolas y escritos, siendo por ellos obedecido como si estuviera en la majestad que ahora está el summo pontífice. Y cuando de ahí lo sacaron, dicen sus liciones, fue recebido de los cristianos con grande regalo y honra. Y edificando una iglesia en la casa que fue hospedado de sancta Lucina, viniendo a oídos del enperador, hizo en la propia iglesia depósito de las propias bestias y a él le metió con ellas para que cuidase del officio primero. Y siendo el desprecio tan grande y el martirio tan grande que sola la hidiondez y mal olor le quitó la vida n, allí hacía decretos y ordenaciones; y eran recebidas como hasta el día de hoy lo son.
Aquéllos eran verdaderos cristianos y, por haberse trocado aquella verdad en mentira en los que hoy viven, aquella simplicidad en malicia y aquella llaneza en astucias, ha sido necesario que los pontífices echen mano de la grandeza que hoy tienen, de su majestad y riquezas, porque ya no se aman ni temen como entonces los pies descalzos de los sanctos, la humildad de los prelados, el desprecio del mundo de los justos. Sólo temen las galeras, los azotes, la horca y el fuego. Y así es necesario ponérselo en las manos y que se vuelva el báculo pastoral en vara de justicia, la sobrepelliz en cota para se defender de tantos herejes y aun a veces el breviario en espada y que los papas vayan a la guerra contra los falsos cristianos. Que, si ellos fueran quien debían, el papa y los eclesiásticos se habíen de estar en sus iglesias y rincones, y no obligarlos a salir de allí a componer paces y a sosegar motines, como vemos en nuestros tiempos han puesto en aprieto a nuestros sanctos pontífices libertades de repúblicas y levantamientos de provincias.
Y si no, pregunto yo a los que dicen que sólo antiguamente parecían bien los pies descalzos de los sumos pontífices: Si en nuestros días un o arzobispo de Toledo y primado de nuestras Españas lo viéramos haciendo las camas de los pobres en sus hospitales [151r] y visitando las iglesias a pies descalzos, ¿pareciera mal? ¿Fuera eso cosa perniciosa? Lo que yo digo es que pareciera mal a quien aborrece las cosas de virtud, a quien le parece novedad el servir a Dios con veras, al murmurador que busca ocasiones para deslenguarse. Pareciera mal al que, como araña, trueca la suavidad y dulzura de la flor en veneno, a quien no quería que hubiese quien con verdaderos exemplos confunda su vida. ¡Oh Dios sancto!, ábrenos los ojos para que veamos que esto no es nuevo, sino viejo. Esto es lo que Cristo hizo y enseñó, lo que sus sagrados discípulos obraron y hicieron. Y quien por la parte contraria afirma lo confiesa, pues los llama reformados, que quiere decir los que quitan los abusos nuevos y se tornan a los viejos, aquellos que eran más agradables a Dios. Seas tú, Dios mío, bendito, que vemos que se junta un reino para introducir una premática para p cercenar los cuellos, quitar las puntas y aun, con las penas que se ponen cada día, penan y castigan, y que secretamente en los corazones de muchos establezca Dios una premática de pobreza, de humildad en el traje y vestido, ¡y que ésta sea mala y la otra sea buena! ¡Que sea bueno adular los siervos a los amos porque eso es viejo y, porque es nuevo decir: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento, no ha de ser bueno! ¡Que sea bueno andar los hombres por los prados y jardines haciendo danzas y saraos porque eso es viejo y, porque es nuevo salir veite terceros diciendo la doctrina por las calles, no ha de ser bueno!
§ 3 [Elogio de la recitación de la doctrina
cristiana
por las calles]
Ea, esclavos del Sanctíssimo Sacramento, pésele a quien le pesare —que, si en este mundo no hubiere quien sus palabras pese, a él le pesará en el otro a— digamos todos a boca llena: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento. Ea, terceros, no temáis, llevad adelante el deseo que tenéis de agradar a Dios. Cantadle por las calles la doctrina cristiana, que todavía la Iglesia se está moza y niña. Allá en Ingalaterra, donde se envejeció y de vieja murió, callen, pero nosotros, que estamos puestos a sus pechos llevados con la dulzura de los sacramentos que recebimos, como leche suave que nos sustenta y engorda, digámosle cantares y coplas, que no es cosa nueva el padrenuestro que por las calles se canta, el credo y la salve.
Dicen que con eso los cotejan de ignorantes [151v] y que eso no se ha de hacer en España, donde la cristiandad está en su punto. Digo yo, si ésa es causa para que el padrenuestro no se cante por las calles, ¿para qué los doctos y predicadores, pues tan bien saben la doctrina y la entienden, rezan el rosario, el padrenuestro y el avemaría, pues son cristianos en su punto? Que yo seguro que, si como ellos se quieren hacer catavinos de los terceros, que publican por las calles a Cristo crucificado, los cataran a ellos, que no sé yo qué punto hallaran de su cristiandad. Bien entiendo yo que fuera punto subido, si las puntadas de los cristianos fueran de lengua, que se dan bien largas, pero, como en la Iglesia de Dios se cose con las manos de las obras haciendo vestidura a Cristo de nosotros propios, no sé yo si se hallaran estos cristianos en el puncto que debía tener la cristiandad y guisado que Dios en nosotros come.
Díganme, ¿por qué ha de ser lícito recitar la doctrina cristiana en el aposento y no en la calle? Si dicen que Cristo dice que, cuando hubiéremos de orar, entremos en nuestros aposentos 21, también dice Cristo que nadie encienda su luz y la ponga debajo de medio celemín 22. Y si, en el primer lugar, a los que oran b pretendió Cristo quitar la vanagloria a los que oran y los quiso encerrar en parte secreta, en la segunda autoridad amonestó a los predicadores que la luz que dan no sea luz puesta debajo de medio celemín, medida de mesoneros y venteros, dándonos a entender que [no] habíe de haber predicadores que sólo dicen las verdades ordenadas a c paga, a aplauso y agradecimiento, que, por mucho que sea el que les dan, es al cabo paga de medio celemín; y, al fin al fin, llevarán estos tales con el medio celemín en los cascos. Quiere d Cristo que las verdades sean sin respecto, condición y aceptación, verdades sueltas, verdades para todos, y no estrechadas y metidas debajo de cosa tan baja como el darle a un religioso porque predicó 24 reales. Velas sobre candelero, que alumbren por un igual a todos. Que salgan por esas calles y digan qué bueno es Dios, publiquen su ley, doctrina y mandamientos; alumbren al mundo y den desengaño a quien en sus tinieblas vive engañado.
Yo diré, [152r] tampoco fueron malas las reglas que dio aquel sancto fray Juan de Torres, de la orden del glorioso San Francisco, que con un tema se andaba de pueblo en pueblo predicando tras muchos vicios, diciendo que, mientras los peccadores no dejasen el tema y porfía que tenían de peccar y ofender a Dios, él no había de dejar el que había tomado. Y así, sin estudiar muchas delicadezas, predicaba los mandamientos y doctrina cristiana. En nuestros tiempos hemos tenido otro religioso, carmelita descalzo, llamado fray Francisco Indigno, que, habiendo tomado el hábito para lego y para eso confesádose por indigno, vino a alcanzar tanto por la oración y desprecio del mundo, que lo obligaron a que se ordenase; y predicando por esas calles, era tanto el provecho que hacía que, siendo yo muchas veces testigo de vista dende que era niño, convertía pueblos enteros 23. No fueron malos testigos otros que, aunque tarde, cayeron en la cuenta y, en lo último, no entendían sino desengañar al pueblo cristiano y desagraviarlo del tiempo que les parecía habíen perdido por su culpa, entreteniéndolos con sermones bien parlados. De éstos, me dicen, fue el padre maestro Cabrera, insigne e predicador de Sancto Domingo 24, el cual a lo último dicen que fue extraordinario el provecho que hizo en las almas. Y otro de la orden del glorioso San Francisco que no ha muchos años que, estando ya a la muerte en esta corte, pidió de merced le llevasen un predicador de cada religión para se despedir de los de su profesión, a quien en aquel paso, cuando se dicen verdades claras y no sufre el corazón fingimientos, hizo un sermón de desengaño con tantas lágrimas que todos fueron bien amargos a sus casas y como emplazados a la strecha cuenta que de eso se les ha de pedir.
Qué de exemplos pudiéramos traer de los que ya están en la otra vida, y quizá ardiendo en el infierno por no haber hecho su officio como deben y por no haber dado luz verdadera según sus obligaciones, sino querer sacar cada día usos nuevos; y quizá para sacar dineros, como de estos tales dice san Jerónimo 25: Ut inde lucra sectentur, para ganar dineros; y si no, apoyo y honra y, a trueco de salir con lo que ellos pretenden, no reparan en que sea vituperada la palabra de Dios y el officio de predicador. A quien yo aconsejara lo que san Pablo hacía por desagraviar el officio f de predicador: que lo tomaba él y lo tenía de manos 26. Pluviera a Dios muchos de los que predican aprendieran officio de tapiadores o de sastres y que de eso se sustentaran, y dejaran el predicar, que no hiciera falta haber un tercio menos; y que a deseo se buscara quien las verdades dice desnudas y descalzas.
Dicen que estos que cantan la doctrina cristiana afrentan g el officio de los predicadores y que son movidos a sus intereses, aplicándoles la autoridad de san Jerónimo: [152v] Ut inde lucra h sectentur. Digo, lo primero, que dicen bien que afrentan el modo que ahora hay de predicar, porque ellos han hurtado a los representantes su modo de parlar y los que dicen la doctrina cristiana por las calles lo han tomado de los sanctos antiguos, que, sin temor ni vergüenza del qué dirán, salían dando voces por las calles, manifestando la fuerza de la charidad que en su pecho les forzaba, según aquello de san Pablo: Sive mente excedimus, Deo, sive sobrii sumus, vobis. Charitas enim Christi urget nos 27.
En lo que dicen que buscan sus ganancias, también i anda en eso acertado. No en las ganancias de la tierra, porque esto es cierto, que j, no por ser tercero, ha de vender más su ropa siendo mercader; y cuando de tercero no tenga más que el nombre, ése le ha de obligar a hacer cortesía a muchos pobres y a ser devoto de la grande familia de San Francisco, haciéndole grandes limosnas. Y si, como este padre dice, muchos ratos se ocupan en visitar iglesias, hospitales y decir por las k calles la doctrina cristiana, cierto es que ese tiempo que pudieran emplear en sus tratos y oficios lo pierden l a lo temporal y lo ganan a lo spiritual. Y si ganancia es que, siendo ellos unos hombrones que como niños salen por las calles m haciendo officio de criaturas, que murmuren de ellos como si fueran salteadores, los afrenten en los púlpitos, les impriman libelos, esas ganancias confieso que las tienen, muy conformes a las que san Pablo sacaba cuando dice n: Maledicimur, et benedicimus o; persecutionem patimur, et sustinemus 28, etc.
¡Ojalá, Dios sancto, de estas novedades viéramos cada día muchas en el mundo, que los casados y quien podía dar en perdidos, en juegos y otras fiestas, dé en estas sanctas ocupaciones! La novedad que a mí me asombra es que, habiendo sido mi fundador humilde, mortificado y pobre, y habiendo vestido pobre sayal y comido yerbas, a quien yo debo imitar, nada de eso haya en mí, sino todo novedad, no habiendo quedado de lo viejo más que el nombre de religiosos y frailes de tal, porque a lo menos no se conocerá el hábito por el hábito, pues, habiendo sido el primero vil y despreciado, el segundo es de grana fina con más aderezos y guarniciones que podían tener los que de eso tratan. No quiero meterme en más dibujos. Sólo digo que si, con todo esto que hemos dicho, les parece todavía que es novedad lo que en España se hace acerca de lo dicho, se avise al papa que ponga remedio en lo que en Roma se usa delante de sus ojos, que se hace lo propio andando muchos niños y hombres diciendo la doctrina cristiana, [153r] cantando la letanía de la Madre de Dios por las calles muchos mozos y niños devotos que, tomando sermones de memoria, los predican por las calles a todas horas; y otras cosas que, si en España se hicieran, quien de esto se asombró, que hemos dicho, fuera mayor su espancto.
§ 4 [Las buenas acciones de los esclavos
del Santísimo Sacramento, los reformados y los terceros de san
Francisco frente a los vicios de mucha gente]
Enpezamos esta plática en decir que la razón de causar en nosotros admiración estas cosas es por no ser usadas en nuestra Spaña, digo no vistas de quien se asombra y causarle novedad. A quien pregunto yo ¿qué será la causa por qué no le causó admiración a nuestro predicador tantas comedias y representaciones como cada día se hacen en esos teatros, con trajes y figuras que sólo verlas a provocan a deshonestidad? Dirán que porque eso es viejo y ya las tienen canonizadas los eclesiásticos y religiosos que públicamente las ven. Pues pregunto yo ¿cuál es mejor: esto viejo o aquello nuevo? No sé yo quién se deslizará a decir que es mejor meterse en una comedia que b entrarse esclavo del Sanctíssimo Sacramento. Pregunto más, ¿faltan vicios en España? ¿No hay logreros, jugadores, blasphemos, amancebados, adúlteros, etc., y otros millares de ellos, de que está llena la república? Pues ¿qué es la causa por qué aquello se deja y se hace tanta fuerza contra los sclavos, reformados y terceros de San Francisco?
No sé qué me decir, sino que debe de ser que los vicios c se guisan a nuestro modo y salen cortados a nuestro gusto, o debemos de ir a la parte, o deben de tener ya pasaporte, o por ser hidalgos no deben alcabala. Y quiera Dios no se entren frailes y hagan religiosos, porque, como estos tales son libres y esentos, parecerles ha a los vicios y peccados que, metidos en la iglesia, no habrá quien les eche mano ni los prenda. Y si la justicia es la lengua del predicador, ya se sabe que el perro no muerde a la gente de casa, aunque el dueño sea ladrón y quien quisiere. Pero, si un niño pasa por la calle cantando el avemaría, en verdad que, para que lo deje pasar, ha de ser menester un garrote. Estas son las bulas que se venden de balde. Estos son los jubileos y gracias que ganan ya todos: el tenerse no por hombre el que en su casa no pone una tabla y mesa, no de altar donde se adora el Sanctíssimo Sacramento, sino donde con el naipe y el dado se ofrece a satanás sacrificio de mill almas, con otros millares de ellos que miran el sacrificio que allí se hace, como si fuera in odorem suavitatis 29.
Pues ¿qué diremos de los cuentos de hombres que andan perdidos tras el vicio de la carne y deshonestidad, tras la codicia del dinero y tras la presumción del ser y valer? Destos vicios, pregunto yo, ¿no dijo san Juan d: Quidquid est in mundo aut est concupiscentia carnis, superbia oculorum 30, etc.? [153v] Que no habíe en el mundo qué mirar si no era deshonestos, ambiciosos y codiciosos, que estas tres maneras de gentes lo e enllenaban. Y no me espanto todos sin rogárselo tomen las bulas que valen de balde, pues f ya no hay predicador que a hombre le lleve la pena ni justicia que diga que azote y castigue. Antes pienso que todos a una les quitan la gorra y hacen reverencia como a gente grave y bien nacida, pues ya vemos que estos vicios, como denantes decíamos, nacen ya hidalgos, caballeros y eclesiásticos. De quien tanto se dolía el mismo Dios por Jeremías, diciendo y hablando a su propheta: Nonne vides quid isti faciunt? Filii colligunt ligna, et patres succendunt ignem, et mulieres conspergunt adipem, ut faciant placentas reginae caeli, et libent diis alienis, et me ad iram provocent 31. Todos van a la parte, dice Dios, padres g, hijos y mujeres; todos ayudan a la idolatría y sacrificio; los hijos van por leña, los padres encienden y soplan el fuego, y las mujeres hacen la masa y sazonan las tortas que han de ofrecer a sus dioses falsos; y de un camino hacen dos maldades, que a mí también me provocan a ira y enojo.
Notable cosa, que, haciéndose estas ofrendas h, como el mismo Dios dice, in civitatibus Juda, in plateis Jerusalem 32, le dice Dios a su propheta: Nonne vides quid isti faciunt? ¿No ves lo que éstos hacen? Pues ¿cómo, Señor, pudo el propheta dejar de verlo, si se hace en la calle y en la plaza y no hay recato en semejantes vicios y atrevimientos? Digo que no le quiso Dios decir que no lo veía, sino decirle, como acá decimos cuando a una cosa no se pone remedio que no la vemos: ¿Cómo es posible, propheta mío, si tú ves lo que pasa en las ciudades de Judea y en las plazas de Jerusalén, que no clames, que no des voces, que no gimas y clames, que no te metas por en medio de esos fuegos i y, con riesgo de tu vida y sangre vertida, los apagues? Lo propio y con grande dolor se puede decir a los predicadores de nuestros tiempos: Nonne vos videtis quid isti faciunt? ¿Cómo, padres míos, no ven lo que pasa en el mundo, que ya no hay hombre, chico o grande que sea, que no adore a su vanidad y ofrezca sacrificio a su vicio particular? Hijos y padres, todos andan en la danza, y quiera Dios no la guíe o j haga el son el que debía ser padre spiritual. Nadie hay que no entre en esta cofradía, que cuesta poco y en ellas se amasan tortas y halla la deshonestidad. ¿Cómo no ven, padres míos, que non est qui faciat bonum, non est usque ad unum 33?
Apenas se hallará uno de la parte de Dios que de veras lo busque, como dice Elías 34, porque todos los demás son prophetas falsos que hincan [154r] la rodilla al dios Baal. Que, aunque es verdad le descubrió Dios habíe muchos que en secreto no estaban tocados de esta peste, pero harta lástima era que lo público fuese tan malo que de lo que veía el propheta dijese: Relictus sum ego solus 35. Y que los otros anduviesen tan a sombra de tejados que, siendo del propio officio el propheta sancto, no se atreviesen a se le descubrir y que fuesen necesarios los ojos de Dios para que los sacase a plaza. Esta es la lástima que hoy corre, que lo que se ve son peccados y peccadores, gente que hinque la rodilla a dioses falsos: unos que adoren y reverencien el dinero, otros que hinquen la rodilla a la soberbia y ambición, y otros que profesen por su vida el vicio de la carne; y que esto sólo sea lo que haya en el mundo, no secreto sino público, pues públicamente se sabe quién son los que pretenden, cuáles son los logreros y cuáles las casas públicas; y que, con todo eso, estén los ojos quebrados de los que, a costa de su vida y sangre, habíen de ser esas cosas remediadas.
Y no habiendo, como dice David, qui faciat bonum, usque ad unum 36, este uno ha de ser perseguido, afrentado, murmurado y deshonrado. Que parece la fábula que los otros fingían, cuando las bestias y animales se juntaron a saber la causa y quién tenía la culpa por qué no llovía, causa de que no hubiese yerba en los campos que pudiesen pacer. Juntos todos, nadie se atrevió a decir que el león, porque, al tiempo del echar el juicio, enpezó a mostrar sus dientes y garras. Lo propio hizo el oso, el tigre y los demás animales de rapina. Los que así no eran fuertes, sino astutos, con sus astucias se escusaron. Vieron el asno apartado, atado a una estaca en un prado y que no hablaba. Salió la zorra y hízose fiscal y dijo que el jumento tenía la culpa, porque, siempre que pasaba su amo con él al molino, daba un bocado en el trigo ajeno k y que era una mala bestia que rebuznaba a deshora y de noche y los inquietaba y no dejaba dormir. Como el jumento no es animal que sabe altercar y porfiar ni aun defenderse, dieron todos tras él y comiéronselo a bocados. Ea, pues, padres míos, ¿cómo no miran los peccados del mundo, causa por qué Dios no llueve las antiguas misericordias y mercedes spirituales que solía hacer a su pueblo? ¿Cómo no ven tantos peccados y abominaciones? ¿Cómo? ¿Quién se ha de atrever a poner la lengua en los que pretenden, que son leones y poderosos? ¿Quién en los que tratan [154v] de codicias, que son astutos? ¿Quién en los deshonestos, que son agradables? Vengan a juicio los esclavos, parezcan los reformados y terceros, que ellos, como borricos de carga mansos y humildes l, sufrirán la sentencia. Póngaseles cargo, veamos sus delitos. El cargo principal es que se llaman sclavos del Sanctíssimo Sacramento y que dicen unos hombrones la doctrina cristiana por las calles. Mueran, pues comen los unos el pan que está vedado para los malos y los otros lo pregonan por las calles para los buenos. Mueran, por noveleros e inventadores de sanctas y buenas costumbres, por descubridores de nuevas Indias y porque, como la otra mujer prudente y solícita, barren las iglesias para que los tibios y flojos hallen a Dios en el sacramento m, que por su descuido de vida lo perdieron.
§ 5 [Formas nuevas para virtudes antiguas que estimulan y alimentan el espíritu decaído]
De manera que a novedad se reduce toda la culpa que tiene esta gente. Pregunto yo ahora ¿qué será la causa por qué en el mundo se inventan tantos potajes, tantos guisados, salsas y sainetes en la comida y regalo de los hombres? Diránme que por la flaqueza de la naturaleza humana, que está ya desganada, caída y sin gusto, que es necesario dispertarlo con mill invinciones, como se hace a los enfermos con recetas y consultas de médicos. Yo quiero conceder eso y no atribuirlo ahora a glotonería, enbriaguez y gula, en que los hombres querían siempre tener el apetito dispierto para siempre comer; y si Dios no les diera tan chico estómago y pequeño vientre, asolaran en el mundo a en materia de comidas en dos días, según lo poco que dejan reposar y descansar el apetito y gusto de comer. Digamos que la causa es enfermedad.
Pues pregunto yo, sin alargarnos ni traer para su prueba lugares de la Scritura, ¿qué apetito está más postrado por tierra, más amortiguado y dormido que el spiritual? ¿Quién hay que ya coma y use del manjar que buscaban los sanctos para satisfacer sus deseos? ¿Quién hay que busque las cuevas y desiertos antiguos? ¿Quién que guarde las abstinencias pasadas y haga las penitencias que hacía un Jerónimo, un Hilario y un Antonio, que tenían asombrado el mundo? ¿Quién hay que arrostre pies descalzos, cilicios secretos y devociones públicas? Nadie, por cierto, quia non est qui faciat bonum, non est usque ad unum 37. [155r] Pues, si esto es así, qué mucho que las cosas viejas y trato antiguo de Dios se b guisen con modo nuevo y busque salsa y sainete diferente que el antiguo, para que dispierte el gusto. Harta lástima es que, para que el otro haya de recebir el Sanctíssimo Sacramento a menudo y con devoción, se haya de entrar esclavo, y que los demás, como si no fueran de casa, no han de acudir por su ración sino de año a año, como si esta comida no fuera sino para los sclavos; y que para visitar los pobres sea necesario ponerse uno el hábito tercero de San Francisco, como si las obras de misericordia no obligaran c a los cuartos y quintos del mundo, pues vemos que ya se tienen por afrentados los que con vestido de seda andan d entre pobres.
La olla que puso el propheta Eliseo e, con f coger las yerbas que le habíen de echar g uno de sus compañeros que bien sabían, al tiempo de comerla, dieron voces y dijeron: Mors in olla, vir Dei; varón de Dios, la muerte está en la olla. Y fue necesario que el sancto propheta le echase unos polvos de harina y la guisase de otro modo para que la pudiesen comer 38. Esto hallo yo en las cosas de Dios, que ya nos amargan tanto que nos parece que comer las yerbas antiguas de los sanctos, hacer sus penitencias y mortificaciones, que nos ha de dar la muerte, pues vemos que nadie hay que coma esa olla y arrostre ese guisado. Y que es necesario dispierte Dios nuevos prophetas que guisen diferentemente y les echen polvillo de harina a la mortificación y penitencia para que haya quien la haga. Así vemos que en nuestros tiempos lo ha hecho Dios y lo hace cada día, puniendo nuevos cebos en las cosas que a él más le agradan, para que con gusto se abracen h.
Pregunto yo ¿qué significó en nuestros tiempos enviar Dios a la sancta Madre [Theresa] de Jesús, haciendo extraordinarios potajes de oración, recogimiento, penitencia y mortificación? ¿Esto no fue dispertar el gusto de muchos, que ya tenían olvidados esos exercicios? Sí, por cierto. Y bien lo vemos por experiencia, pues guisó tan bien y le dio a esas cosas tal punto, que son innumerables los religiosos y religiosas que se sustentan con esos manjares y los que se sientan a esa mesa; y aun otros muchos, invidiosos, han querido aprender a hacer la salsa y no les va saliendo mal. ¿Qué significa en la orden de San Francisco tantas reformas, unos descalzos, [155v] otros recoletos, otros capuchinos y, en Italia, otros con nombre de reformados? Pregunto yo ¿todos no guardan una regla y un instituto? Sí, sino que al guisado se le añade un polvillo de harina. Las propias yerbas son, pero aquel capucho, aquel remiendo de las spaldas, aquellos pies descalzos y ojos bajos son unos polvillos que guisan y saborean y dan tan lindo i gusto a la vida y costumbres de san Francisco que, si en la observancia habíen de entrar cuatro frailes, en todas sus reformas entran cuatrocientos.
Eso propio tiene el nombre de sclavos y terceros, que muy poco añade en lo esencial, pero dispierta el gusto solo ese nombre, para que por el nombre siquiera sepa yo y me acuerde de lo que en el baptismo se me imprimió y que tengo de corresponder a quien soy; y también se le represente a Dios, cuando a menudo un hombre lo fuere a recebir, que somos sclavos propios, que no hemos de ir a casa ajena a pedir pan ni buscar el consuelo spiritual en las criaturas, sino en el criador que en esta mesa se nos da. Quédese la explicación del officio de los sclavos para cuando Dios sea servido.
Y concluyamos con decir que sus novedades paran en nuevos guisados, con que dispiertan su tibieza y flojedad. Y si esto que se añade, como hemos dicho, no es sino un polvillo de harina y cuestión de nombre, como dice el que de ellos murmura, paréceme sería ignorante el que de una comida dijese mal porque al pavo le trocasen el nombre y a la gallina la disfrezasen las pechugas con rajas de tocino y a la perdiz porque la lardeasen con manteca y al guisado porque le echasen azafrán. Pues el sabor no está en el nombre ni el color, come y calla y deja comer a los otros, y no quieras ahogarte con el lardeado de la perdiz y con el azafrán de la olla, que te dirán que eres melindroso y sabes poco de convites. Bueno será que, si el esclavo del Sanctíssimo Sacramento por lo menos es tan buen cristiano como los otros, porque se llamó esclavo me ha de ahogar j a mí el nombre de sclavo y, como si fuera clavo de hierro, me ha [156r] de atravesar la garganta para que yo no pueda pasar el que con este nombre recibe el Sanctíssimo Sacramento; y porque el mercader se puso una sotanilla y capa frailesca —concediéndole que se es el que se era—, porque vino lardeado y de otro color, tengo de murmurar de quien antes callaba.
§ 6 [Respuesta a quienes tachan de incoherencia a los esclavos del Santísimo Sacramento porque no siempre acompañan al Santísimo por las calles]
Pónenles otro capítulo a los sclavos del Sanctíssimo Sacramento —no quiero más de apuntarlo y dejarlo para otro tiempo, siendo Dios servido—: que un día en Toledo gastaron 300 ducados en una fiesta y que otro día salió solo por las calles, con sola una luz que llevaba un pícaro. Digo a esto último que, en las casas de los reyes, toman el ser y dignidad a no de lo que antes eran, sino del officio que se les dio, de suerte que, si su majestad a un villano le hiciese su camarero, no lo podríamos llamar villano, y si a un hombre bajo lo hiciese de su boca, no lo habíamos de llamar picaño. Pues aun vemos que en una comedia, por el rato que uno representa b y hace una figura de un rey, se llama rey c y, si figura de sancto, sancto. No me parece bien llamar pícaro al que acompañó en aquella ocasión el Sanctíssimo Sacramento y llevó la luz. Y me parece a mí, si supiéramos quién era, le habíemos de ir todos a besar los pies por d la buena dicha y suerte que le cupo de que, saliendo Dios solo y disimulado, echó mano de él. Que ésas son las ocasiones en que los grandes suelen hacer grandes mercedes, cuando por su gusto y mandado, habiéndose absentado todos sus criados, ofreciéndosele de repente una necesidad, por acudir a ella el barrendero de la casa, se suele quedar en el tal officio a que acudió.
Lo propio le sucedió al papa Clemente octavo e siendo cardenal, que, estando en una viña holgándose, no hubo ninguno de sus criados que le hiciese cierto servicio, acudiendo el viñadero y hortelano. Después en pago de eso le hizo tantas mercedes que, por morirse antes de tiempo, no se le dio capelo y era una de las personas más graves que habíe en Roma. Si este modo de agradecimiento tienen los hombres con quien los sirven, ¿por qué tengo yo de llamar picaño a quien lleva una luz y hacha del Sanctíssimo Sacramento en tiempo que todos faltan? Si el officio hace los hombres en las casas de los reyes, ¿por qué ha de tener por nombre pícaro quien alumbrando el Sanctíssimo Sacramento hace officio de un Baptista? Llámolo yo dichoso por la buena ocasión que tuvo. Y si las pagas de Dios [156v] en este mundo no son de títulos y nombres de grandes, sean de humildes y despreciados, que ésos son los poderosos delante de los ojos de Dios y sus pagas serán secretas.
A lo primero que decía, que el Sanctíssimo Sacramento se salió solo y que no venía bien haber gastado el día antes 300 ducados y luego dejarlo a solas por las calles, y que los buenos esclavos con tiempo y sin tiempo han de acompañar a su Señor, bien dice si Dios fuera como los señores de la tierra y los sclavos como los que lo son de los hombres. Porque estos señores, a costa de la vida y salud de sus siervos y esclavos, quieren parecer con majestad y grandeza y no reparan de vender los siervos y esclavos a trueco de parecer como quieren en sus gastos y gustos, de suerte que todo va enderezado a hacerse ellos señores y deshacer los sclavos. Pero es al revés en la casa de Dios, donde los sclavos son hijos quia ex Deo nati sunt 39, y las fiestas y grandezas de Dios son y las tiene en hacer a sus siervos y esclavos a costa suya, derramando su sangre y deshaciéndose él propio —semetipsum exinanivit formam servi accipiens 40—, para solo redimir y librar los que estaban detenidos y presos debajo de la sclavonía del peccado 41. Y puesto caso que esto es así, que a nosotros nos busca Dios y a nosotros nos pretende hacer y enriquecer con sus obras, no repara Dios f en salirse solo y que el sclavo descanse y acuda a las cosas del cuerpo, si del día antes por servirle quedó cansado o menoscabado, que él se irá solo a visitar los enfermos.
Válame Dios, ¿es nuevo quedarse un rey solo después de haber comido, mientras sus criados comen y descansan, que no son cantos y de piedra g, buscando en semejantes ocasiones, en el entretanto, en qué ocuparse? Si esto hace un hombre de carne, por ser humano y no tener con sus siervos y esclavos entrañas crueles, ¿por qué se lo hemos de negar a Dios y querer que, porque el otro se hizo sclavo, esté de noche y de día delante del Sanctíssimo Sacramento, sin comer ni beber, pues Dios nos hizo necesitados de esas cosas? Es Dios muy amoroso y muy cortesano y sabe muy bien, mientras sus sclavos se ocupan en sus menesteres, irse solo a casa de un enfermo y ocuparse y entretenerse con un doliente y desconsolado h.
Si los preceptos positivos de la Iglesia, como son oír missa y guardar las fiestas, no obligan con detrimento de la salud y hacienda, ¿por qué el officio de tercero y esclavo [157r] ha de obligar, sin ser voto ni precepto, a lo que, moralmente hablando, no es posible? Y si lo que hicieron los sclavos del Sanctíssimo Sacramento aquel día gastando su hacienda en hacerle fiestas y dejarlo otro día solo acudiendo a sus haciendas no es bueno, tampoco lo serán las fiestas principales del propio día, cuando la Iglesia sale de madre, y otro día cesa, descolga sus paredes, y tornándose a su ordinario i.
Digo más, que bien se sabe que todos los antiguos han puesto la grandeza de los príncipes y reyes en dos cosas: en mostrar a su tiempo majestad y grandeza para ser temidos y reverenciados de los suyos y a su tiempo ser humanos, afables y tratables de los suyos. Exemplos de esta verdá hay infinitos scritos en historias humanas de los enperadores y poderosos que mandaron el mundo y en los reyes antiguos del pueblo de Dios. En nadie de ésos pongamos exemplo. Sólo lo pongamos en Cristo, a quien san Juan lo llama j Rex regum et Dominum dominantium 42; que fue rey verdadero. Y es el que solo supo de veras enseñar cómo los reyes habíen de ser reyes; y, entre otras cosas que enseñó, una fue la que vamos diciendo, que sabía muy bien juntar estas dos cosas: majestad, grandeza, llaneza y afabilidad. ¡Qué mayor grandeza que en su nacimiento se descolgasen tantos millares de ángeles por esos aires 43, que trujese pastores 44 y reyes 45 que le adorasen en k un pesebre y en los brazos de una doncella! ¡Qué mayor llaneza y afabilidad que escoger padres pobres y nacer en un establo, solo, en compañía de bestias 46! ¡Qué mayor llaneza que dejarse tentar de un demonio 47! ¡Qué mayor grandeza que venir ángeles del cielo a administrarle la comida 48! ¡Qué mayor majestad que la que metió en Jerusalén el domingo de ramos 49 y qué mayor humildad que querer quedarse luego solo y necesitado de volverse a Betania 50 a tener quien le hospedase l! Toda la vida de Cristo fue de esta manera.
Bien haces, Dios mío, véante los hombres en majestad para que te conozcan y teman, y véante tus siervos y hijos humildes manso y humilde para que así acudan. Que, cuando los llamabas diciendo 51: Venite ad me omnes qui laboratis et onerati estis m, no alegaste tu majestad y grandeza, sino tu mansedumbre y humildad, para que ésa nos quitase el temor desordenado y cobardía y nos diese osadía y atrevimiento para tratar contigo. Si siempre, Señor, te viéramos como te vido san Juan en el Apocalipsi, subido en un caballo, los ojos despidiendo centellas y en la boca una espada 52, pocos acudieran a ti y pocos, con la esposa que habíe gustado de la suavidad y dulzura de tus pechos, pidieran beso de tu boca 53, porque temieran los habíes de herir. Pero es muy ordinario verte de pies a cabeza con mill gracias y donaires, como la esposa te pinta 54; y en tus labios gracia derramada, como David dice 55.
¿Quién no se ha de llegar a aquel que, si en el nombre que le [157v] ponen sobre la cruz de Rey de los Judíos atemoriza y asombra, viéndolo desnudo, pobre y bajando la cabeza, con que a todos nos llama y aguarda los brazos abiertos, no se ha de llegar? Bueno fuera que tuviéramos a Dios siempre, como los hebreos lo tuvieron en el monte Sinaí, despidiendo truenos y relámpagos con fuego n, humo y trompeta, para que dijéramos: Non loquatur nobis Dominus 56; es necesario que venga en columna de fuego y en nube fresca, como después se dio a los propios hebreos 57, para que a los tibios y helados caliente en la noche y a los fogarosos refresque en el día. En verdad que, si siempre le hubiéramos de hacer fiestas al Sanctíssimo Sacramento, que no gozaran de él sino los grandes y poderosos, que sólo vienen al son de las danzas y comedias, porque los sclavos en esos días harto hacen que servir y los pobres que apartarse afuera. Es necesario que se quede Dios solito en su casa para que nadie oiga los gemidos de la pobrecita que se pone detrás de la puerta y para que no haya quien llame temulenta y borracha a la que con voces y suspiros pretende alcanzar remedio de sus trabajos, como hizo Elí a Ana, madre del gran Samuel 58. Es necesario, pues este Dios y Señor es rey de reyes, que enseñe en el sacramento o cómo lo han de ser los que lo pretenden ser, que no todo ha de ser majestad y trono, no todo asombro, cetro y corona. Ha de haber días de llaneza y afabilidad, días de soledad en que a solas se trate, sin ruido ni inquietud, con los sclavos de casa y siervos que le han pretendido agradar.
Bien veo yo que es bien que los hombres acompañen el Sanctíssimo Sacramento cuando lo ven salir solo, pero, si por el tiempo o la ocasión saliere solito en manos de un sacerdote p, derrítase nuestra alma en amor de este gran Señor, que es tan grande el amor que nos tiene que nos trata tan por suyos que se quiere andar solo entre nosotros, haciendo confianza de nuestra buena fee y cristiandad. Mill gracias te doy, Señor, que sea España tan tuya y tan de amigos que no sea necesario que salgas cada día armado y acompañado para tu defensa de esclavos q; y que ésos sólo los quieras para adorno de tu casa y persona y para bien de las suyas. Allá en Ingalaterra, donde tú, Señor, andas, como dicen, a sombra de tejados, donde, si hubieras de salir en público, fuera [158r] necesario tu Padre te diera legiones de ángeles 59, allí bien entiendo yo no hubiera descuido en r tus sclavos y no te dejaran un punto, pero en España, donde todo es paz y regalo suavíssimo de este soberano sacramento, salid, Señor, mucho de enhorabuena solo mano a mano con vuestra s sposa, idos al campo y entraos en los jardines a coger rosas y flores 60, que no habrá quien os lo estorbe.
Nuestro rey tiene en España muchos soldados, cuantiosos, a quien da título y nombre de capitanes, alférez, soldados, y concede muchos previlegios. Y éstos ahora nada hacen más de aguardar t su tiempo, cuando su rey les mandare salir a la guerra, defender su persona; y que sepa el enemigo que tiene soldados y gente de repuesto que a su tiempo ha de hacer de la suya. Lo propio hace el Sanctíssimo Sacramento, que quiere tener soldados y gente de repuesto que tengan nombre de esclavos y que gocen de muchos previlegios que el papa les ha dado, para que, estándose ellos quietos y sosegados, sepa el hereje que está Dios ya prevenido, si quisiere venir acá a hacer algún desacato o atrevimiento contra este divino Sacramento, que tiene quien lo defienda y vuelva por su honra. Yo confieso que me holgara que echaran por acá alguna de aquella gente que, entre infieles y que como u gallos en su muladar, cantan contra este sacramento, para que quien desea saber qué son esclavos del Sanctíssimo Sacramento, lo vieran en las manos y en las obras, que no se podía aguardar menos de tantos príncipes y reyes como cada día entran en esta congregación y esclavitud.
Ea, padre mío, el que contra esto habla, quítese de cuentos, diga que no lo decía por tanto; métase esclavo, que de balde se dan las bulas y a solo Cristo le costaron su sangre v el hacernos a nosotros sus sclavos. Eso es lo que hace al caso, seamos amigos, háganse las paces, pues todos somos siervos de un Señor, comemos y bebemos a una mesa. Y si no quiere llamarse sclavo, llámese caballero de Cristo, que también hace caballeros y nobles este sacramento. No se asombre y espante del nombre de sclavo, pareciéndole es nombre de zumbido campanudo y portentoso. Y no sea como los tordos del campanario w y los grajos que crían en la torre, que, sólo porque oyeron dar una campanada, van todos huyendo dando mill graznidos, como si fuera ruido de escopeta o de tiro de bronce x que mata, siendo campanadas que llaman a missa. Todo el zumbido del nombre de esclavo para en que todos acudan cada mes a recebir [158v] el Sanctíssimo Sacramento, que ni es ruido de arcabuz o tiro de bronce que mata para que, oyéndolo decir, nos subamos a los púlpitos a dar mill graznidos, como si estuviéramos heridos de la campanada que da el esquilón que tañe al Sanctíssimo Sacramento.
Y si los que se suben en los púlpitos son verdaderos hijos de Dios, sólo se deben dar por ofendidos de los peccados y abominaciones del pueblo y república; que éstos eran los que le quitaban el sueño e inquietaban a David para que de noche no diese reposo a su cuerpo, levantándose a perseguir los soberbios y a los que hacen y hablan maldad 61. Y a san Pedro lo que le mandan comer en aquella visión que tuvo en los Actos de los Apóstoles 62 fueron muchos animales ponzoñosos que venían envueltos en una sábana, dando a entender a los predicadores y prelados que los peccadores y malos, representados por aquellos animales, han de ser los que han de traer entre los dientes, moliéndoles los güesos y guisándolos de suerte que puedan ser manjar de Dios; que sean avestruces y aves de rapiña, que se sustentan con caza del monte y hierro encendido. Que por eso la esposa comparó a su esposo al ciervo y cabra montés 63, que es ligero, para que sepan los peccadores que no se le han de ir a Dios por pies. No deben ser los predicadores como papagayos enjaulados, que se sustentan con almendras mondadas, o como las ardillas que las damas train en la manga o perrillo de falda, que no comen sino piñoncitos y higos blancos; o como los aviones y vencejos, que toda su caza es de moscas y. ¿Qué han de decir los que oyeren que, en un púlpito tan grave como el de Toledo en la iglesia mayor, se subió un predicador z y que no trató ni reprehendió sino el título y nombre de sclavos del Sanctíssimo Sacramento, del hábito de los terceros y doctrinas de las calles, sino que es papagayo, ardilla o perrillo de falda o avión, que se sustenta con moscas, y que no le cabe en su ánimo reprehensión para un a amancebado? Y quiera Dios no haya quien diga que es cuervo, que se sustenta con los ojos, que es la parte mejor del cuerpo; y así podrían decir los que oyeren que se reprehenden cosas que por los papas están dadas por cosas de virtud.
§ 7 [Sobre el nombre de esclavos del Santísimo Sacramento]
El exemplo que se trai contra los nombres de sclavos del Sanctíssimo Sacramento no se debe admitir. Dice que los philósophos [159r] antiguos usaron de nombres peregrinos, extraordinarios y de zumbido, trayendo por autor a san Justino mártir 64 y de otros muchos reyes que dice san Jerónimo 65 tomaron nombres portentosos y propios de gigantes y de libros de caballerías a. No quiero meterme en el propósito a que los sanctos hablan en semejantes ocasiones. Sólo decir cuatro palabras de este nombre de esclavo del Sanctíssimo Sacramento. Este es nombre de humildad y no de gigante, sino el nombre más desechado que hay entre los hombres; y jamás echaron mano de él los que fingieron b mentiras y fábulas. Ni es nombre nuevo c, peregrino o extraordinario, porque d el gran patriarcha Joseph, que fue quien proveyó a toda [la] tierra de Egipto de pan y sustento, figura de este sacramento, y Joseph retrato de Cristo, sclavo fue y fue vendido de sus hermanos 66. Y el mismo Cristo, que lo instituyó, también fue vendido y entregado por sclavo por treinta dineros 67 para que los judíos lo tratasen a su querer y voluntad.
La benditíssima Virgen, en el punto que el ángel le dice cómo el Padre eterno la scogió por custodia y sagrario de este divino pan, se llamó sclava diciendo: Ecce ancilla Domini 68. Y por consiguiente, Cristo Redentor nuestro por ser su hijo ha de ser sclavo, porque las leyes dicen que partus sequitur ventrem, que el parto ha de seguir el vientre, tanto que si e una esclava concibe de un duque, el hijo ha de ser sclavo porque lo es la madre. Cristo es hijo de Dios y hijo de la Virgen y, siendo en cuanto hijo de Dios igual con el Padre, es fuerza ser esclavo porque la Virgen f su madre por tal se entregó. De donde entenderemos por qué Cristo de ordinario se llamaba filius hominis, quia partus sequitur ventrem g. Y san Juan Baptista, precursor y compañero de Cristo, dijo que no merecía el ser sclavo, diciendo: Cuius non sum dignus corrigiam calciamenti solvere 69, que es el officio de los sclavos y siervos. Y los apóstoles, predicando por el mundo, era eso de lo que más se preciaban, de ser tenidos y tratados por siervos y esclavos, pues, guardando el nombre de apóstoles, ése era el de las fiestas y el que manifestaban a los hombres, diciendo san Pablo 70: Paulus vinctus in Domino. Y el que tenía no sólo el nombre, sino la S y el clavo, pues dice h: Ego stigmata Domini [Jesu in corpore meo porto] 71. Y en otra parte dice 72 que no tiene de qué gloriarse sino de la cruz de Cristo, que es el hierro de sus sclavos. Y lo que más se alaba en un Francisco es el haberle Dios hecho de su hierro imprimiéndole sus llagas. Y hoy vemos que los papas se llaman siervos de los siervos del Señor. Pues ¿por qué ha de ser afrenta llamarse sclavo del Sanctíssimo Sacramento? La Iglesia ¿no pone a los hombres y mujeres los nombres de los sanctos, llamando a unos Pedros, Juanes, Franciscos y a otras, Marías, Anas, Ineses? Pues ¿por qué ha de ser lícito poner y tomar el nombre propio i de los sanctos y no el nombre de sclavos, de que tanto se preciaron?
Y más, que este nombre de sclavos viene con el nombre que en el baptismo profesamos y juramos, según aquello de san Jerónimo 73, Ad Heliodorum, De vita eremitica: Recordare tyrocinii tui diem, quo Christo in baptismate consepultus, in sacramenti verba jurasti. ¿Quieres [159v] ver tus obligaciones? Vuelve los ojos atrás y hallarás que en el baptismo, negando al demonio y al mundo y sus vanidades, heciste voto solemne de ser sclavo de Cristo; y así te estampó sus armas. Pues, si ser esclavo en el baptismo es la honra que un cristiano tiene, ¿en qué consiste la deshonra de llamarse un hombre lo que es y confesar con la boca lo que de voluntad profesa? Pregunto yo al que profesó ser sclavo en el baptismo j ¿no le cai más a pelo llamarse sclavo del Sanctíssimo Sacramento que no llamarse Guzmán, Mendoza, Sandóval, etc. k? Pues este nombre tanto es más honrado cuanto más le costó a Cristo que a los hombres el nombre que ellos ponen en sus armas y escudos.
Si es verdad, como dice Laurencio Justiniano, De casto connubio verbi et animae, capitulo 10: Cuncta [Deus] reliquit [incerta] hominum merita, ut unus non intumescat prae alio 74; conócenos Dios muy bien y, porque no nos engriamos ni desvanezcamos, guardó para sí solo el saber nuestros méritos y deméritos, que acá no sabemos cosa, pues pregunto yo ¿quién más y mejor puede tapar l y encubrir la grandeza de las obras del cristiano y justo m que este nombre de sclavo? ¿No es n ésa o la capa que la Virgen arrojó encima p a las alabanzas que el ángel la dijo, llamándola llena de gracia y amiga de Dios y bendita entre todas las mujeres? Sí, por cierto, que q no halló con qué mejor encubrir semejantes grandezas que con decir: «Veis aquí la sclava del Señor» 75. Lo propio r enseña Cristo por san Lucas, capítulo 17, n.10, a sus discípulos: Cum feceritis omnia quae praecepta sunt vobis, dicite: Servi inutiles sumus. Si alguna vez, dice Cristo, os viéredes tan ricos que cumpliéredes s como debéis lo que vuestro amo y señor os ha mandado, tapaldo y encubrildo con llamaros siervos inútiles, diciendo t: Quod debuimus facere, fecimus. Si esto es ansí, que Cristo da por capa y cobertura de las buenas obras el considerar un hombre que, como siervo, tenía obligación a cumplir todo aquello, ¿cómo es posible que este nombre de esclavo u descubra lo que Dios tiene encubierto en él v y guardado para sí? Y si, como w dice el propio autor x, los méritos y deméritos los tiene Dios escondidos y guardados, ¿cómo sabe, quien contra los sclavos del Sanctíssimo Sacramento predica, que fulgent coram hominibus et foetent Deo? Si eso está secreto a solo Dios, estando por de fuera el nombre de sclavo que resplandece, ¿por qué no hace el que lo ve el officio de la oveja y abeja, que para hacer su miel y dar su leche [160r] sólo se aprovecha de las florecillas y yerbezuelas de encima y? ¿Para qué quiere ser como el lechón, animal inmundo que se quiere sustentar con las raíces escondidas debajo de la tierra y hozar los prados frescos z y holgarse revolcándose en el cieno? ¿Para qué quiere ser hombre cimenterioso, sepulturero, descubridor de lo que está secreto en las sepulturas para solo Dios, pues cuncta Deus reliquit incerta hominum merita a? Y si nuestros esclavos no son de éstos, sino de los segundos, que en su autoridad dice Laurencio Justiniano, diciendo: Sunt qui apparent damnabiles, et tamen omnipotenti Deo sunt b charissimi, de éstos no se puede murmurar c, porque toda nuestra felicidad está en ser amados de Dios.
Concluyamos que el servicio que hoy hace la Iglesia y, en particular, la religión donde estas congregaciones se fundan, es el mayor que le ha hecho en materia de festejarle a Dios d y dedicarle fiestas. 3 e Regum 10, dice la Scritura: Non sunt allata ultra aromata tam multa quam ea quae dedit regina Saba regi Salomoni 76. Que, aunque es verdad que a Salamón le habíen hecho grandes ofrecimientos y presentes, ningunos llegaron a los que le trujo la reina de los negros, que fue la reina de Saba, porque le trujo muchedumbre de inciensos aromáticos de precio y de valor. Yo veo que muchas iglesias hacen y han hecho grandes presentes al Sanctíssimo Sacramento: unos le ofrecen músicas, otros danzas y representaciones, otros versos y epigramas; otros cuelgan y barren sus iglesias. Todo calle el día de hoy con los presentes que algunas iglesias y religiones hacen en particular, que, como reinas y señoras de negros, le ofrecen sclavos a Dios, que con rendimiento le sirvan. Negros, digo, en lo exterior y desprecio que tienen en sus personas, que blancos son en las almas, pues con este divino pan las pretenden jabonar. Ofrécele esta reina al que es más que Salamón inciensos aromáticos f in odorem suavitatis 77. Ofrécele corazones de hombres, que es por quien en el cielo los ángeles se regocijan. Procura quemar en aquel fuego encendido del Sanctíssimo Sacramento spíritus contritos y humillados 78, para que los ángeles se asombren viéndolos subir, como de la sposa dijeron: Tamquam virgula fumi ex aromatibus myrrhae et thuris 79; como una varilla de humo; o como la lección hebrea dice, sicut palma fumi. Sube como una palma y humo, que fue decir que, por haberse deshecho en la mirra e incienso de la mortificación y vuelto humo, dio olor g y muestras de grandeza, como lo hace la palma; y h siendo delicada, como la varilla del humo, alcanzó las victorias que se coronan con la palma.
Dichosos son [160v] los sclavos del Sanctíssimo Sacramento en el deshacerse en estas ocasiones, sirviendo al Sanctíssimo Sacramento, que, aunque los comparamos al humo, no al que se deshace por quien son significados los peccadores, de quien dijo David i: Sicut deficit fumus, deficiant peccatores 80, etc., sino como el humo que, por ser de inciensos olorosos, se vuelve palma, eternizando sus nombres en la palma j con nombres deshechos de sclavos. No son como el humo que ennegrece y afea, sino como el que da suave olor, pues ellos son los que adornan y hermosean las fiestas en estas ocasiones, ni como el que hace llorar a quien lo mira, pues el día de hoy se llevan los ojos de los ángeles del cielo.
§ 8. Prosíguese la propia materia. [El
crecimiento
de la Iglesia]
Compara Cristo a su Iglesia a un granillo de mostaza que, sembrándolo un hombre en su haza, creció tanto que vino a ser árbor donde las aves del cielo vinieron a hacer sus nidos. Comparóla también a una poca de levadura que una mujer sconde y mete entre mucha masa para que la sazone, Mathei 13, n.31 81. Todo esto para mostrarnos Cristo los pequeñitos principios de la Iglesia a y las grandes creces que después habíe de tener con la publicación del evangelio, creciendo aquel granito de mostaza su poco a poco en árbor grande y aquella poquita levadura de doce apóstoles engocase 82 y ampollase toda la masa de la Iglesia.
Estos principios y creces de la Iglesia estuvieron bien figurados en aquella vista que de la sposa de Dios tuvieron el coro de las doncellas cuando, viéndola subir y levantar en alto con pasos apresurados, dijeron: Quae est ista quae progreditur quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies ordinata? 83 ¿Quién es esta que se levanta y sube como una mañana, hermosa como la luna y escogida como el sol y terrible como un scuadrón bien ordenado de fuertes soldados? San Gregorio papa 84, Beda 85 y Teodoreto 86 entienden estas palabras de la Iglesia sancta, la cual, viéndola crecer y levantarse de tan cortos principios a tan subidos progresos, la sinagoga asombrada dijo: Quae est ista quae ascendit sicut aurora consurgens?, etc. Las cuales palabras con su admiración [161r] son muy conformes a la visión que san Juan tuvo en el Apocalipsi, capítulo 12, n.1, donde dice: Apparuit signum magnum in caelo: mulier amicta sole et luna sub pedibus eius, et in capite eius corona stellarum duodecim. Las cuales palabras están suficientemente probadas entenderse de la Iglesia, pequeña y cuando enpezaba. Así lo dice el padre maestro fray Ponciano Basurto en el sermón que predicó de este evangelio; y que así se entiende del testo y conexión de las palabras del capítulo precedente.
No sin grande propiedad entienden las palabras que de los Cantares hemos dicho los doctores sagrados de la Iglesia, comparándola a la subida de la mañana, hermosura de la luna y claridad del sol. Fue como una mañana que sube porque, en medio de las persecuciones y trabajos, en medio de la sangre derramada de innumerables mártires, fue derramando y esparciendo sus rayos y levantando su luz, dejando atrás la noche de la infidelidad e idolatría. Estos pasos y progresos son los que comparan progressui surgentis aurorae, quae post noctis tenebras paulatim suum difundit lumen, rubro roseoque colore conspersa. Mañana que sube y se acerca, porque aguardan aquel dichoso tiempo en que, convertida la gentilidad b, sosegadas las persecuciones, se llegaba aquella dichosa paz que tuvo después de la conversión del c enperador Constantino.
Compáranla también a la luna cuando, creciendo en nuestros tiempos y pasado por en medio de las tinieblas y obscuridad de las herejías e ignorancias de un Arrio, Sabelio, Macedonio, Apolinar y otros muchos, se aparece el día de hoy en nuestra Spaña d como luna llena y hermosa. Y así dicen los que la miran pulchra ut luna, hermosa como la luna, porque la que en otros tiempos, por causa de las tinieblas que habíe en el mundo, no parecía, ya se ve pulchra ut luna. Compáranla a la luna porque, así como la luna tiene su luz y resplandor del sol, de esa misma suerte la Iglesia la tiene del verdadero sol de justicia, Cristo. Como Ruperto dice en la visión que san Juan tuvo en el Apocalipsi de aquella mujer que estaba cubierta con el sol: Extunc dicitur «amicta sole», ex quo Christum verum justitiae solem accepit 87. Que es lo propio que san Pablo dice 88: Per quem accepimus gratiam et apostolatum. Y san Juan: Erat lux vera, quae illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum 89, etc., et lux in tenebris lucet 90. Alumbró este sol nuestras tinieblas y dejó nuestro mundo hecho día y nuestra [161v] Iglesia hecha sol y llena de luz y resplandor.
Tiene la luna otra cosa y es que crece y mengua, pero lo que mengua por una parte crece por la otra, de suerte que, cuando mengua la parte superior, crece la inferior y al contrario. También la luna tiene unas manchuelas en medio, que, aunque algo pardas, no le quitan su resplandor ni por eso pierde su hermosura. Esto tiene nuestra Iglesia sancta, que, siendo toda una esta Iglesia y aquella de que gozaron los patriarchas y profetas, siendo toda una fee salvo que la que ellos tuvieron fue de Cristo venturo y la nuestra de Cristo ya venido, a aquélla llamamos Sinagoga y a ésta Iglesia católica, y como fue menguando aquella parte se fue enllenando y creciendo la nuestra, de suerte e que hoy se aparezca como luna perfecta. Que es lo que nuestro predicador dice, alegando al gran Metodio 91, que, por la luna que tenía la mujer del Apocalipsi a sus pies, entendió f la Sinagoga y su caída. Ascendit, dice, haec super lunam, quia synagogam sub pedibus prostratam habet. Allí quedó la Sinagoga en la muerte de Cristo postrada, deshecha y sepultada, porque el sol, que a ella antiguamente dio luz para que entre las naciones del mundo resplandeciese, volvió su curso, subió la mañana y salió el sol y, dejándola a ella obscura y sin luz, la dio a nuestra Iglesia, de suerte que parece pulchra ut luna.
Las manchas que la luna tiene son los peccados y descuidos de los malos cristianos, los cuales aunque son abominables a Dios, no por eso la Iglesia pierde su belleza y hermosura. La cual la tiene sentada en la fee, que es la luz y claridad que enseña a los hombres a huir los vicios y abrazar la verdad. Tiénela sentada en la sancta y buena vida de tantos y tan innumerables scogidos como en sí tiene. San Gregorio dice en el libro 18 de sus Morales, capítulo 17: Ecclesiam aurorae comparari, quae per cognitionem fidei a peccatorum tenebris in clara justitiae luce commutatur g 92. In libro 29, capítulo 2, addidit: Ex eo quod aurora lucem tenebris admixtam habet, Ecclesiae fideles aurorae assimilatos, quia quaedam quae lucescant agunt, et tenebrarum reliquiis non carent 93. Que es lo propio que decimos de la luna con sus manchas h. Estas manchas que aquí tiene la luna significaban los dolores de parto que tenía la mujer del Apocalipsi 94 y lo mucho que padece engendrando y pariendo verdaderos hijos para Dios.
Lo tercero, dice que es electa ut sol, escogida como el sol. Theodorito 95, al fin de su comentario, dice que por estas tres semejanzas que se dicen de la Iglesia son significados tres estados suyos. Compáranla a la mañana que sube por sus principios, cuando aún no habíe acabado de desterrar las tinieblas de la noche. Pulchra ut luna, por el estado que después [162r] alcanzó y ahora tiene, de quien dijo san Jerónimo 96: Roma possidet nostris temporibus, quod mundus ante nescivit; vemos hoy unas subidas de la Iglesia que el mundo tal imaginó. Pues ¿cómo son esas subidas y progresos de la mañana hasta dar en luna perfecta y sol claro? ¿Cómo? Yo os diré: Tunc rari sapientes, potentes, nobiles christiani —porque entonces no tenía nuestra madre la Iglesia en toda ella un hijo rico ni sabio ni bien nacido, y si le había, era muy raro—, nunc multi monachi sapientes, potentes, nobiles; y ahora está tan diferente que hasta las religiones, que son sus retretes y aposentos retirados, están llenas de religiosos doctos, nóbiles y que fueron poderosos, de manera que de aquel tiempo a éste va la diferencia que hay de la mañana cuando sale al día ya crecido, cuando goza del sol en el mediodía: electa ut sol.
Que parece la Iglesia de entonces ahora a las mañanas de nuestros tiempos porque, como no han dispertado los grandes y poderosos, los doctos y sabios, y todos se están en su regalo, sólo parecen por las calles mozos ignorantes y gente plebeya, pero al mediodía ya esa corte anda llena de coches y caballos grandes y poderosos, todos se han levantado y salen a gozar del día. Lo propio le sucede a la Iglesia. Enpezó a levantarse como una mañana, sicut aurora consurgens, cuando los poderosos dormían en sus ignorancias, cuando los doctos y letrados reposaban en su infidelidad. No se parecían por [el] mundo sino las doce estrellas que san Juan descubrió en el apretador que llevaba en su cabeza la mujer del Apocalipsi 97. No se veían sino unos pobres pescadores, unos hombres desechados y despreciados del mundo que madrugaron a seguir a Cristo. Estaba la Iglesia entonces sola: tunc rari sapientes, potentes, etc. Creció la mañana en día claro, subió la Iglesia a ser sicut luna perfecta et i electa ut sol j; ya veréis que se levantan los poderosos y grandes, los doctos y letrados, y dejan la cama de su idolatría y vienen a gozar del sol claro, quia k nunc multi monachi sapientes, potentes, nobiles, etc. Ya andan esas calles l llenas de duques y condes, doctos y letrados, que m, iluminados con la luz de este soberano sol, [162v] salen, como dice David 98, ad n opus suum, et ad operationem suam usque ad vesperum; todos salen a hacer sus haciendas spirituales, ya nadie quiere dormir.
§ 9 [En la Iglesia, ya crecida y ancha, hay
lugar para los esclavos del Santísimo Sacramento y los terceros
de san Francisco]
Si esto es así, sancto Dios, que ya a el grano de mostaza subió a ser árbor crecido y la mañana a ser día claro, y ya no hay a quien guardar el sueño, quien riñe, quien gruñe porque pasan por las calles los terceros diciendo la doctrina cristiana, sepamos si hay en nuestra Spaña enfermos y dolientes en la fee, que es necesario tapar los cencerros a los que, movidos de Dios, se hacen borricos mortificados para llevar el agua de la doctrina cristiana b por las calles a chicos y grandes. Estaba un ángel luchando con Jacob toda una noche. A la mañana le dijo con palabras amorosas: Sine me, ascendit aurora 99; déjame, que ya ha subido la mañana, dejemos la lucha y porfía. Ea, mis padres predicadores, ya subió la mañana y subió a ser día claro, ya subió la Iglesia de mañana en día entero, sine me, dejad a los niños que por las calles pasan diciendo la doctrina c cristiana d. Esa lucha y porfía era para la noche, cuando los cristianos decían missa a puerta cerrada, cuando estaban escondidos y retirados. Esa porfía es buena para Ingalaterra y Francia, que hay quien tape la boca y hay grandes y príncipes que duermen y aún no les ha amanecido, pero en nuestra España que ascendit aurora, sine me, dejad los cantes, prediquen, hagan a Dios fiestas.
Y pues el granillo de mostaza creció en árbor grande, lugar tiene para todos, vengan las aves del cielo y habiten en sus ramas. No particularizó Cristo qué aves habíen de ser éstas, sino que puso en común aves, porque la Iglesia habíe de crecer tanto que habíe de tener lugar para todos, para chicos y grandes, poderosos y letrados, sclavos y terceros. No es la Iglesia e como las casas de los príncipes y reyes de la tierra, que hay aposentos para los amos y salas para los primeros y segundos que acuden, y los sclavos duerman [163r] al sereno y los terceros se vayan a la calle. Es la Iglesia de Dios anchíssima, aposentos y retretes tiene para los reyes, honra y regalo para los sclavos que se llaman del Sanctíssimo Sacramento, no sólo para los [que] acudieron primeros y segundos a las religiones, sino también para los que llamamos terceros de San Francisco. La tela que Dios tejió en la cruz con su sangre es grande, bien hay de que todos se vistan. Y mayor es Dios, cuyo vestido son los sanctos. Así lo dice f [Isaías]: His omnibus velut vestimento vestieris 100. Y hay pocos hombres en mill mundos para que haya paño harto que vista aquella voluntad grande que Cristo tiene de que todos nos salvemos.
Esa fue la virtud infinita que aquel grano de mostaza humilde, Cristo, encerró en sí, que vino a crecer, como el otro árbor que vido Nabucdonosor 101 que sus ramas llegaban a los confines de la tierra, y aun a entrarse por casa de los mercaderes y tratantes, y los saca afuera participantes de esta virtud divina. Parece que Cristo, dando a comer al mundo esta mostaza picante, lo hizo estornudar y vomitar lo que allá tenía en su estómago más scondido y los hombres que más apartados g nos parecían estaban de Dios. Esto fue el haber dado Cristo al mundo que comiese en el principio de su Iglesia a aquellos doce apóstoles y discípulos desechados, los cuales, como no eran según su estómago y humor, vomitólos y juntamente trocó lo que allá tenía metido, que eran multi potentes et nobiles.
Esto era el sazonar una poca de levadura toda la masa y unos poquitos de apóstoles todo un mundo, un engocar 102 y anpollar h aquella poquita cuantidad toda la masa de la Iglesia. Mirad, si por esas calles viéredes anpollados i unos hombres con este nombre de esclavos y otros engocados j con este nombre de terceros, no os espantéis, que como dice k san Pablo: Parum fermentum totam massam corrumpit 103; corrompió toda la masa o, por hablar ahora más a propósito, desató y desligó y rompió las ataduras de nuestra flaqueza y miseria, de suerte que iam fermentatum est totum 104, ya está aleudada toda la masa. Ya trata de doctrina y mortificación el mercader, el logrero y tratante, ya nadie quiere dormir; esto es lo que, admiradas las gentes, dicen: Quae est ista, quae ascendit sicut aurora? 105
[163v] Este es el tiempo deseado de la esposa, cuando a su esposo querido le decía: Indica michi ubi cubes, ubi pascas in meridie 106. Esposo mío, aunque es dichoso el tiempo l de la mañana, que es cuando vuestra Iglesia enpieza a crecer, ruégoos me digáis y enseñéis el medio, ubi pascas, ubi cubes. Porque en la mañana de vuestra Iglesia veo tantas persecuciones y trabajos, tanta sangre derramada, tantos martirios y trabajos, que me parece la mañana no se hizo para reposar vos, porque, por dormir y descansar los hombres en sus idolatrías e ignorancias, seréis vos perseguido en vuestros siervos. Decidme, Señor, en qué reino, en qué parte os cogerá el mediodía, donde, cesando esos trabajos y persecuciones, con vuestros siervos y esclavos os apacentaréis y recostado descansaréis de tantos trabajos. Decidme, dice la Iglesia sancta, esposo mío, dónde hemos de tener el mediodía, dónde nos cogerá el sol en su punto, subida ya la mañana, ne vagari incipiam m, no acierte yo a andar de tierra en tierra y, no hallándoos yo en algunos reinos, sea maltratada. Ya será razón, querido y bien mío, gocemos de un rato bueno. Este tiempo, este rato y lugar ha sido servido la Majestad de Dios lo tenga la Iglesia en nuestra querida España. Aquí es donde ya subió la mañana, donde se fueron las tinieblas y la luna se hizo perfecta y el sol quedó en el punto de mediodía, cuando nadie quiere dormir, antes todos quieren comer aquel divino sacramento donde Dios está recostado.
Esta es también la ocasión que la propia esposa desea, cuando decía: Quis michi det te fratrem meum, ubera sugentem matris meae, ut inveniam te foris, deosculer te, et iam nemo me despiciat? 107 ¿Qué deseos son éstos, esposa sancta? ¿Para qué queréis que vuestro sposo se os vuelva niño chiquito a los pechos de vuestra madre? ¿No es bueno [164r] que lo tengáis por esposo? Ella parece da la razón diciendo: ut inveniam n te foris, deosculer et amplexer te, et iam nemo me despiciat; para que o, hallándote yo acá fuera, te pueda p besar y abrazar sin que nadie me desprecie. No parece bien q que una desposada abrace y bese a su esposo en la calle, porque, cuando le fuera lícito, habíe de ser murmurado. Pues, no pudiéndose contener la esposa en la calle de no besar y abrazar a su esposo, dícele: Ea, esposo mío, demos orden de quitar inconvenientes y ocasiones de que nos murmuren; vos sois mi sposo, haceos mi hermano pequeñito, para que de esa manera, hallándoos yo acá fuera a los pechos de mi madre, os pueda besar y abrazar sin que nadie nos murmure. Este, pues, es el dichoso tiempo que la esposa deseaba.
Estaba la r Iglesia en sus principios como esposa vergonzosa, gozaba de Cristo como de esposo en lo escondido y retirado, en las cuevas y aposentos, no habíe quien de allí se atreviese a salir a hacer grandes inpresas, a tratar de Dios y desprecio del mundo que no fuese despreciado y quitada la vida. Y siéndole lícito a la Iglesia gozar en todas partes de su esposo, no se tenía por bueno su pública predicación, encarcelando y maltratando a quien eso hacía. Pues viendo esto la Iglesia vuélvese a su esposo y dícele: Quis michi det te fratrem? Ea s, Señor mío, haceos mi hermano pequeñito, de suerte que yo no tenga vergüenza ni temor, hallándoos acá fuera, de daros por las calles y plazas mill besos y mill abrazos. Quién no ve esta gracia haberla concedido Cristo a su Iglesia en nuestra Spaña, donde, hallando los fieles el Sanctíssimo Sacramento por las calles y plazas, todo es dar voces y decir: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento. Esto lo veo cumplido en los muchos cristianos y hombrones que por las calles salen diciendo la doctrina cristiana. No es esto otra cosa sino habérseles Dios hecho hermano y hermano pequeño a los pechos de la Iglesia. No es otra cosa sino el haber subido el sol y quitado las lagañas de los [164v] ojos, lavádolos ya con el agua de la gracia y haberles infundido un ánimo y fortaleza de hombrones, con que resisten las murmuraciones y el qué dirán las gentes. Sino que, habiendo ya Dios crecido en sus fieles y de grano de mostaza héchose un árbor grande, como si fuera niño chiquito se juntan y pegan con él, le cantan la doctrina y le dan mill besos y abrazos. Y si esto es así, quien murmura, a quien parece mal que haya hombres que se llamen sclavos del Sanctíssimo Sacramento y terceros, que hagan buenas tercerías y aun officio de primeros, pues a nadie en este mundo le estrechó el fin y término de su perfección.
§ 10 [Derecho y potestad que derivan de la fe]
Dicen que por qué la Iglesia, los prelados y provisores no preguntan: In qua potestate haec facis? 108 ¿Con qué poder y licencia haces esto? ¿Con qué licencia os llamáis sclavos y os hacéis terceros? ¿Con qué potestad dicen a los unos: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento, y los otros cantan la doctrina cristiana? Si es verdad que Cristo a los suyos dedit eis potestatem filios Dei fieri 109, ¿qué otro poder ha menester uno diferente del que tiene siendo hijo para alabar a su padre? ¿No basta habernos dado poder de hijos de Dios para que lo alabemos, y que él sea nuestro Padre para que digamos: Alabado sea el Sanctíssimo Sacramento? Porque, si los judíos pidieron al Baptista en qué poder predicaba y baptizaba, era gente que andaban desviados de la verdad y del conocimiento verdadero de las obras de Dios. Y así san Juan respondió: Ego baptizo in aqua 110; yo no me meto en honduras, dispongo las almas para el verdadero baptismo de Cristo. Y si considerase el que dice de los terceros: In qua potestate haec facitis? que no se meten en honduras, sino que predican el padrenuestro y el avemaría, no lo dirían. Cuanto más que para esto poder tienen. Cristo lo tuvo para enviar a sus discípulos; los discípulos para predicar, y los sclavos y terceros para repetir las liciones, como los niños del scuela b.
Para esto yo no quisiera traer más razones que decir y preguntar a quien esto pregunta ¿en qué potestad hay tantos corrales y patios donde representan? ¿Qué póliza o pasaporte llevan por las calles, plazas y prados los cantares sucios y deshonestos, los bailes y meneos descompuestos, las zarabandas e invenciones del diablo? No quiero decir de esto, que quiebra el corazón que no haya quien diga al amancebado por qué duerme con su manceba, y se ha de murmurar y pedir scrito porque una c doncella honesta bese a su hermano pequeñito. Rara cosa que nos trate Dios como a hermanos y que d, llegándonos a su trato amoroso, hemos de ser despreciados, como si fuera un hecho malo o amancebamiento.
En tiempo que nacen y crecen los trigos bien se guardan, nadie entra, sólo el amo y los que de eso saben scardan y los limpian, [165r] pero después, al tiempo de la siega en el verano, todos entran y a cada uno, por pobre que sea, le cabe su parte y espiguilla, sin que haya quien los hable. Como le sucedió a Ruth en la haza y mies de Boz, padre de familias 111. Y lo propio sucede en las viñas, que al tiempo del crecer y estar en flor les ponen guardas, como hicieron los hermanos de la esposa, de quien hubo tanto cuidado que aun las raposillas no las dejaban parar 112; pero al tiempo de la vendimia dichosa, hay para todos los amigos, hasta rebusca para los pobrecillos. Oh Iglesia sancta, paréceme veía tus principios en tu mañana cuando subías, como trigo que nace y viña que está en flor, donde era menester que los que entrasen en ella a escardar las ignorancias de los hombres fuesen gente que de eso supiese, no fuese caso que, por arrancar la cizania, como Cristo dice 113, arrancasen el trigo. De donde vino tanto daño en tantos reinos, que, por entrar en la viña y haza gente ignorante, bestias y de malas y depravadas voluntades, arrancaban muchos misterios y grandezas que en su principio la Iglesia pululaba. Era menester grande examen, que erant tempora periculosa 114 para aquellos que se les habíe de cometer ese officio.
Pero, ya que la mañana creció y se hizo día, el sol subió su hemisferio arriba y llegó el verano y agosto dichoso donde gozamos tan copiosas cosechas, cuando ya el trigo creció y se conoce lo que es trigo y lo que es e cizania; y que ya no hay escuela de niños donde no se enseña la doctrina cristiana, de suerte que lo que ahora sabe un niño de doce años de antes no lo sabía ni entendía un docto de cuarenta, entren mucho de norabuena todos géneros de gentes en la haza, espiguen todos, coja el devoto del Sanctíssimo Sacramento su spiguilla y haga su manojo, llámese sclavo del Sanctíssimo Sacramento, diga por las calles y en las iglesias: mill veces sea alabado. Que, si le preguntáis qué cosa es esclavo, qué añade o no añade a lo que en el baptismo profesan, aetatem habent 115, ellos sabrán responder bien por sí, que en esta materia no hay por la bondad de Dios en nuestra Spaña ignorantes. [165v] Vengan todos a la Iglesia cathólica, que ya ha crecido, subido la mañana y llegádose el verano y vendimias. Venite et inebriamini, carissimi 116; vengan todos y beban, que si el vino más puro y fuerte lo beben sólo los doctos y letrados de las scuelas, otro vino tiene más templado en su bodega para los más flacos. Y aun otro vino tercero para los terceros, pues, tiniendo Dios en su Iglesia tres estados, a todos tres debe dar sustento, según las fuerzas y grandeza de cada uno.
Vendimias son y el año es fértil, para todos hay f mosto de amor divino, que aquel racimo de uvas exprimido en la cruz está dando y ofreciendo a todos. La cananea dijo a Cristo que no se perdían las migajuelas que se caían de la mesa del Señor, porque ahí estaban perros que las cogían, y que si ella era perra, le dejase coger las gracias y misericordias que se cain de la mesa que Dios pone a los escogidos. Y oyendo Cristo estas palabras, se dio por concluido y dijo: Oh mujer, grande es tu fee, hágase como quieres 117. Si esto es así, dejemos a estos sclavos del Sanctíssimo Sacramento y terceros de San Francisco que cojan las migajas que se cain de la mesa de Dios. Y si los doctos y letrados comen el pan entero en sus cátredas y púlpitos, ¿por qué hemos de espantar y asombrar a los que, como perros por su humildad, cogen por las calles las migajuelas g que se cayeron de lo que en los púlpitos y cátredas enseñan los unos y los otros? Dejémoslos; dejémoslos y, pues es grande su fee, hágase lo que ellos quieren, lleven adelante lo que han enpezado. Digan la doctrina y que sea alabado el Sanctíssimo Sacramento.
§ 11 [Estimarlos y respetarlos cual estrellas luminosas en el firmamento de la Iglesia]
Una cosa he notado en la visión que tuvo san Juan en el Apocalipsi, donde vido aquella señal grande en el cielo: una mujer cubierta con el sol, que tenía por chapines la luna y en la cabeza doce estrellas 118. Y es ¿cómo es posible que se [166r] viesen las strellas de la cabeza, donde el sol estaba tan extendido que lo traía puesto por manto, porque acá la luz del sol nos encubre las strellas, de suerte que ninguna parece? Y la propia razón de dudar a tengo en este lugar de los Cantares que hemos traído ahora, que, haciendo estas compañeras de la esposa mención del sol, a quien la comparaban b diciendo electa ut sol, no habíen de hacer caso ni echar mano de la luna 119. Porque ésa crióla Dios, como la Scritura dice, ut praesset nocti 120, para que presidiendo c en la noche, porque, como en el día preside el sol, queda la luna como sin officio y mando, según lo que acá decimos, que in praesentia majoris cessat potestas minoris 121.
Dos razones se me ofrecen ahora muy conforme a razón sin que tengamos mucha necesidad de probarlas. La primera es que en esto se diferencia la luz material y temporal a la spiritual, que d la luz temporal grande tapa y encubre la pequeña, de suerte que en presencia de la mayor, como por experiencia lo vemos, no e da luz la menor. Y tiénesele, como dicen, este respecto, que, como son cosas temporales, componen su grandeza las unas quitando el ser y valor de las otras. Lo propio vemos en todas las cosas de acá, que, para hacerse un hombre poderoso y rico, ha de correr primero la rueda de la fortuna y dar con media docena de ellos abajo f; y lo propio es entre los que buscan honras y pretenden dignidades, que ha de ser chupando como los árbores grandes el jugo que la tierra tiene, con que da vida a las yerbezuelas. Pero no tienen esto las cosas de Dios y la luz celestial que Dios comunica a las almas y a su Iglesia, de quien habla el lugar de los Cantares y la visión de san Juan en el Apocalipsi. Que, como el que da y comunica esta luz es Dios, que no tiene su poder y majestad enprestada y adquirida de afuera, para mostrar que él es sol verdadero de justicia y gracia g, no quita ni ha menester quitar a las strellas su luz; antes la hacen campear más a los ojos [166v] de los hombres.
Así como la luz del sol mejor la vemos en las yerbezuelas que en los campos con sus rayos matiza y en los prados que hermosea que en él propio, lo propio hace Dios, que dando luz a los sanctos, como strellas que lucen en sus eternidades, no se la quita para h manifestarse a sí, antes con más abundancia se la da para que, no pudiendo i los hombres ver en Dios aquella luz imarcesible que hay en él, la veamos y miremos en los rebatideros del sol, en las florecillas, que son j los sanctos, matizados con virtudes de aquellos divinos rayos de gracia que en ellos reverberan. No porque san Juan vido en el Apocalipsi el cordero, que era luz de toda la bienaventuranza 122, dejó de ver la muchedumbre de gente que le acompañaba 123; y no porque Esaías vido a Dios en su trono de gloria en tanta majestad y grandeza, dejó de ver los seraphines y spíritus divinos que decían y cantaban sancto sancto 124. Esto, pues, significa la visión que tuvo san Juan en el Apocalipsi 125 y el k por qué la llama signum magnum, milagro grande, porque, habiendo sol por manto de una mujer, se viesen y campeasen las strellas del tocado. Y esto es la admiración que tienen estas doncellas viendo a la sposa de Cristo como sol y luna perfecta, de suerte que el sol no le quite la perfección a la luna 126.
Oh buen Dios, y ¿quién pudiera, entendiendo bien esto, persuadirlo como se debe a los hombres y a los que tratan de Dios, a los que se llaman doctores, catredáticos y predicadores? Y que, si la luz que ellos tienen es luz participada de la que da y comunica Cristo, si es luz espiritual, no porque él sea sol, ha de querer deslucir las strellas y querer engrandecerse a sí a costa de escurecer la luna y planetas celestiales. Deje, deje a los sclavos l del Sanctíssimo Sacramento y terceros de San Francisco, que si ellos son soles grandes que campean, según lo que san Juan vido y de la esposa se dice, luces son las strellas y la luna en quien mejor veremos [167r] la luz grande del sol que en los púlpitos alumbra. En tanto conoceremos que hay luz del sol en cuanto veremos estrellas resplandecientes en el cielo y florecillas en la tierra m. En tanto conoceremos ser luz verdadera la de los predicadores [en] cuanto salen almas aprovechadas, refulgentes, claras y vistosas. Y si queremos escurecer esas estrellas y deshacer las yerbas de los campos, apocar los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y perseguir los terceros, o hemos de decir que no son soles o que quieren ser soles usurpando lo que los otros son para engrandecerse ellos.
§ 12 [Valor e importancia de esas humildes estrellas]
Digo lo segundo que la razón por qué aquella mujer, estando con el sol cubierta, se vido con estrellas en la cabeza y la esposa, viéndola escogida como el sol, se pareció hermosa como la luna, fue porque quien miraba lo uno y lo otro miraba sin pasión con ojos claros, y quien gustaba y quería ver todas las cosas misteriosas que en las tales visiones Dios les mostraba. Quien a la esposa miraba eran los ángeles y sus compañeras sanctas, gente que repara en el más pequeño adorno de la Iglesia. Era Juan el que en el Apocalipsi mira como águila caudal, a quien no le deslumbra el sol con que aquella mujer viene cubierta, a ver las strellas que trai en el tocado argentería. En fin, como hijos de casa a, reparan no sólo en los soles sino también en las strellas, no sólo en lo grande y levantado de la cabeza y manto, sino en los chapines. No sólo repara b el sposo en la hermosura del cuerpo de su esposa, sino en las huellas que deja stanpadas en el suelo.
Bueno fuera que la grandeza de haberse Dios hecho hombre escureciera y encandilara los ojos de los justos para que no vieran las pajuelas del pesebre, la pobreza del stablillo y el vaho de los animales que al niño calientan; y que aquella grande misericordia que hizo Dios a los hombres vistiéndose de nuestra mortalidad nos quitara el pensar y escuchar la doctrina cristiana que cantan los pastores por sus cabañas viniendo a buscar al niño Jesús y las músicas y los cantares que dicen los ángeles en el aire 127. Si esto es así, ¿por qué hemos de querer que no haya ni parezcan sclavos del Sanctíssimo Sacramento, terceros de San Francisco? Si nuestros ojos son ojos de escogidos y amigos de Dios, no queramos encandilarnos con la grandeza de nuestro officio de suerte que no veamos las strellas con que la Iglesia se hermosea.
[167v] No hay que despreciar los que por su humildad quieren ser huellas y pisadas de los siervos de Dios. Si son dijes y nos parecen cosas de poca consideración, advirtamos que en la casa de Dios todo vale y tiene precio y estima c inmensa, como lo tuvieron las sandalias y dijes de que d hace mención la Scritura 128, de que se adornó Judit para ir contra Holofernes e. En fin, como cosas de que se adorna la Iglesia y esposa de Jesucristo. No porque la esposa tuviese dignidad tan alta como era ser esposa de una persona tan divina, despreciaba a sus compañeras. Antes, diciéndole trahe me post te —llevadme, sposo mío, en pos de vos—, le ofrecía que ella con sus amigas y compañeras correrían tras él, que no quería f gozar a solas aquel summo bien que estaba encerrado en irse tras su esposo, sino que quería communicarlo a sus siervas y criadas diciendo curremus. Esto propio hace la Iglesia con Cristo, que le pide la lleve en pos de sí y, no contenta con gozar este bien a solas en los grandes y doctos letrados, en los religiosos y recogidos, le ofrece que comunicará ese bien a sus sclavos, siervos y criados; no sólo a sus amigas las religiones retiradas y primeras, no sólo a los continentes y segundos, sino también a los terceros, a los sclavos y a quien en su casa se tiene por desechado.
Admirable fue aquel sueño que tuvo Joseph g, Génesis 37, n.7: Putabam —dice Joseph a sus hermanos— ligare h nos manipulos in agro, et quasi consurgere manipulum meum et stare, vestrosque manipulos circumstantes adorare manipulum meum. Veía, dice, que estábamos en el campo y que cada uno hacía su manojo y hacecillo de trigo y que, entre todos, el mío se levantaba y los vuestros circunstantes adoraban al mío. Respóndenle sus hermanos: Nunquid rex noster eris? Aut subiiciemur ditioni tuae? Aliud quoque vidit somnium, quod narrans fratribus, ait: Vidi per somnium quasi solem et lunam et stellas undecim adorare me. Veía en el cielo el sol i, la luna y once estrellas que me adoraban. Quod cum patri suo et fratribus retulisset, increpavit eum pater suus. Contó el sueño a su j padre y a sus hermanos, y el padre lo reprehendió y le dijo: ¿Qué quiere significar este sueño? ¿Por ventura hémoste de adorar yo y tus hermanos? 129 Pero, con todo eso, el padre, como discreto y no lejos de entender los misterios que allí estaban encerrados, dice que con silencio k y secreto se lo ponía a considerar l: Pater vero rem tacitus considerabat 130. Pero de sus hermanos dice por tres veces que, llenos de invidia, lo aborrecían: Quod quidem causa majoris odii m fuit; lo cual fue causa de mayor aborrecimiento (n.5). Y en el n.8: Haec ergo causa somniorum atque sermonum, invidiae et odii fomitem ministravit. Y en el n.11 dice: Invidebant ei fratres sui. Y en lo que paró la envidia fue en lo que [168r] ya todos saben n, que, enviándolo su padre a llevar la merienda a sus hermanos que estaban guardando su ganado en Siquén, como lo viesen venir, enpezaron a hablar unos con otros y a decir 131: Ecce somniator venit; venite, occidamus eum et mittamus eum in cisternam veterem; veníos, que el que sueña viene, quitémosle la vida y sepultémoslo en una cisterna.
Entremos ahora en cuenta ¿por qué lo queréis matar, si decís que ha dicho que o ha soñado que ha de ser rey? ¿Tan malo es tener un rey que sea hermano? Y más, que su reino lo pone en trigo: Videbam nos ligare manipulos in agro et stare manipulum meum. Y más, que en el segundo sueño declara el bien que a sus padres y hermanos les habíe de venir, pues al padre y a la madre los vido hechos sol y luna y a sus hermanos hechos once strellas; ¿tan malo es de pastores y de gente que guarda ovejas subir a ser strellas por medio de vuestro hermano? Y más, que la propia visión declara que en la grandeza del officio y reino no se habíe de encandilar para despreciar los suyos, pues viendo el sol y la luna dice que vido once estrellas. Y si todas estas cosas las desestimáis, no hagáis caso de ellas, que sueños son y así lo confesáis vosotros: Ecce somniator venit. ¿Para qué hacéis caso del sueño de un muchacho? Con todas estas cosas, no se apaciguaron, sino que, llenos de odio y envidia, dijeron: Venite, occidamus eum, etc.; y a buen librar fue vendido, etc. Veis aquí, cristianos, las dos cosas que vamos diciendo: La vista y el mirar del justo, que no le quita la grandeza y claridad del sol el ver las strellas, que son los humildes, para les hacer bien y, siendo subido y levantado al reino con claridad de sol, da luz a sus hermanos de estrellas. Y, por el contrario, la invidia y el rencor es tan poderosa que no admite el ser estrellas con el bien y mejoro de su hermano, que, a trueco de que su hermano no sea rey, tiniendo el reinado en trigo, quieren ayunar y no comer.
Pues si esto es malo, como lo es, ¿qué será y dónde llegará la invidia y pasión de aquellos que, siendo soles y luces de la Iglesia, a trueco de ser soles escurecen las strellas, murmuran de los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y de los que cantan la doctrina por la calle? ¿Qué digo? ¡Ay, qué hay de ellos en el mundo que, siendo soles p en el officio grande del predicar y enseñar, pierden el ser soles q a trueco de que no haya estrellas en el firmamento! Porque ¿qué otra cosa es descomponerse un predicador en el púlpito contra gente semejante, sino dejar de ser quien son porque vos no seáis quien debéis? Y más, que si bien lo queremos considerar, estos que se llaman [168v] sclavos, reformados, terceros son nuestros hermanos. ¿Tan malo es que mi hermano se haga estrella? Y más, que los sclavos tienen su sclavitud y servidumbre en pan, que es lo que yo como cada día y sin quien la vida spiritual perece. Y si tan malo es ser sclavos, dejadlos, que sueño es; y, como ellos dicen, es cuestión de nombre, y el nombre que el otro toma nada me quita a mí del ser que tengo r. ¡Oh, maldita seas envidia y pasión, que así scureces las virtudes y bienes ajenos!
¿Quién pudiera tratar la causa, sin traer otros lugares de la Scritura, por qué nuestra Spaña está de las otras naciones aborrecida, despreciada, perseguida y combatida, habiéndoles sido no hermana sino madre, no reina que con la grandeza de su señorío se encandile, pues les honra sus sanctos y virtudes, pues cada día les envía doctores y letrados que, como luceros en la noche de sus tinieblas, les den luz? Reina cuyo reino lo tiene levantado en sustento de pan y trigo divino, pues, habiendo caído los manojos y manípulos de este divino sustento en los demás reinos s, el de nuestra España se ha levantado en alto haciendo nuevas fiestas al Sanctíssimo Sacramento y puniéndole nueva casa de sclavos y congregaciones. Hoc enim causa majoris odii fuit; eso es causa de mayor odio y envidia, porque eso tiene la pasión que aborrece la luz de mis hermanos y quiere más quedarse a escuras que haya quien resplandezca más que ellos. ¡Oh, cuántas son las tinieblas de esotros reinos por no querer conocer que España, su hermana amada, es reina que les puede dar luz y claridad, les puede dar pan y sustento divino! Pasión, pasión y envidia es la que les mueve a buscarle tantas traiciones y muertes, a quererla vender en lo público y en secreto. Ese fue el camino con que consiguió Joseph el intento de sus sueños. Y estas guerras y discordias que los otros reinos train con nuestra España será causa de que para siempre, entre todas las naciones, sea reina y que Dios busque caminos por donde apretarles sus conciencias y abrirles los ojos, como hizo a los hermanos de Joseph, para que vengan por trigo, para que con ellos abramos las trojes de las grandezas que en nuestra Iglesia tiene Dios encerrados, dándoles no sólo pan divino, sino sclavos que se lo administren.
§ 13 [Tres estados en la vida de la Iglesia y del justo]
De manera que lo que hemos preguntado en el párrapho pasado es la causa por qué, comparando estas almas sanctas y doncellas a a su esposa y asemejándola al sol scogido, diciendo electa ut sol, hacen también [169r] mención de la mañana y de la luna 132, pues parece que, siendo el sol en el mediodía cuando se puede llamar sol electus, contradice a la mañana y escurece su mayor claridad a la de la luna. Hemos [dado] en el párrapho pasado dos razones y, porque en algo nos aprovechemos y se saque alguna doctrina, daremos en este párrapho otra razón.
Hemos dicho que, por estas tres comparaciones que de la esposa dicen los que la miran, entienden, así de la Iglesia militante como de cualquier alma justa que camina a la perfección, tres estados: el primero, por la mañana, de los que enpiezan desterrando vicios, peccados, ignorancias, tibiezas y flojedades, a quien llamamos tinieblas que el sol de justicia, Cristo Jesús, que en los fieles obra, enpieza a desterrar. Significan también en la mañana las penitencias, mortificaciones y desprecios con que un justo se empieza a preparar. En la luna llena y hermosa es significado el segundo estado de los que caminan a la perfección, que llamamos vida iluminativa, cuando el hombre poco a poco va creciendo su poco a poco de virtud en virtud, dándole para ello Dios grande luz de su gracia. Pero, por mucho que crece su luz, siempre le quedan aquellas sombras y manchas que la luna tiene, que son muchas inperfecciones que en este mundo hacen los justos, no pudiéndose en todo librar, según su flaqueza, de algunas faltillas, que, si no quitan la hermosura de la luna y belleza de la gracia, en fin son manchas y sombras de peccados veniales. El tercer estado, asemejado por el sol a quien dicen estas doncellas de un alma sancta electa ut sol, es el estado de la contemplación, donde ya un alma alcanzó grande pacificación en sus potencias y sentidos, cuando reverberando Dios en ella se parece hecha un sol, cuando llena de rayos y claridad deslumbra a las criaturas y es terrible asombrando los demonios.
Pues digo ahora que b ver los ángeles y estas doncellas que aquí hablan a la esposa hecha sol c escogido y juntamente verla hecha mañana y luna hermosa, fue decirnos que, si alguna alma alcanzare ser sol escogido en la contemplación, que no por eso se le ha de encubrir la mañana de sus principios ni ha de olvidar los ejercicios que en esa mañana y principios tenía, ni tampoco los medios cuando trataba [169v] de ser hermosa como la luna. Digámoslo claro: que, si alguna vez un alma subiere a ser sol en el estado de la contemplación, que no por eso ha de olvidar la disciplina, las lágrimas y penitencia con que al principio desterraba tinieblas y peccados; que no por eso ha de olvidar cada día de considerar aún se es mañana y se está tan en los principios que ha menester confesar, ayunar y mortificarse; que, no porque ya contempla, ha de entender que aún no es luna que ha menester crecer y puede menguar en la virtud que ha adquirido; que no entienda, porque subió a ser sol, dejó de ser luna, tiniendo muchos defectos que le sirven de sombras y manchas.
Para darnos a entender, si acaso en el principio de la conversión de alguno sintiere gracia y favor del cielo y que Dios con larga mano le da una luz admirable y le parece que sólo Dios, sol de justicia, puede hacer aquello, que no por parecer es sol, ha de querer dejar de pasar por la mañana y hacer sus confesiones generales, hacer sus penitencias y mortificaciones. Ni ha de querer, por parecerle que es sol, dejar de querer ser luna, adquiriendo su poco a poco muchas virtudes. Que, cuando Dios de golpe le dé una gracia muy grande, él se humille a querer pasar por los principios de la mañana y medios de la hermosura de la luna. Que, aunque Dios per saltum le haga las mercedes, ella por su humildad tenga cuidado, conociéndose indigna de tanto bien, de volverse a los principios de la penitencia y mortificación y a los medios y ejercicios de las virtudes.
Esto propio nos enseñan estas palabras en la Iglesia sancta, a quien Dios tan de sus principios dio luz, como luz de sol scogido, enseñándole grandes verdades y misterios. Y aunque es verdad que dende sus principios tuvo este sol, no por eso subió de suerte que no fuese mañana, dejándola padecer y derramar sangre, de suerte que, tiniendo por esposo a Cristo, que es el fin de la perfección, la dejó que gozase de la mañana, desterrando con grande [170r] trabajo tinieblas y obscuridad de idolatrías y defendiéndose de millares de persecuciones. No por ser Cristo su sol, le quitó el ir creciendo como luna, sino que le dejó el ejercicio de los principios y sus medios. Y aunque es verdad que los sacramentos y misterios que ahora tenemos y profesamos son los que entonces le dieron, no por eso le quitó el subir a esta mañana y que cada día tuviese luz más clara, dicerniendo y determinando muchas cosas, y que cada día como luna creciese en sanctos y hombres doctos.
Finalmente, el no encubrirse la mañana ni la luna donde está el sol en su punto, es avisar ahora a su Iglesia que, no porque hoy goce de la claridad del sol de mediodía, ha de olvidar el ejercicio de la mañana, cuando desterraba tinieblas y ablentaba infieles y contrarios. Que mire que, aunque es mediodía y goza de sol, ha de gozar d de la mañana purgando peccados y peccadores y gozando de trabajos y persecuciones; y que no el alcanzar el sol en su punto le ha de quitar lo rojo de la mañana, que es el verter sangre y poner vidas de los fieles por su defensa. Que, no por ser sol escogida, ha de querer dejar de extenderse y crecer como la luna por esos Japones y Chinas, por esas Indias y Persias e. Finalmente, ha de ser sol escogida y juntamente mañana f que sube y luna que crece.
Significa que en el camino spiritual nadie ha de querer milagros extraordinarios y que haga Dios con él cosas raras, ni aguardar, como ladrón a la cruz y muerte 133, a que le dé Dios luz de sol sin haber pasado y tenido los principios y medios ordinarios, y hallarse de repente sancto y a poca costa. Pues vemos que el sol, para llegar al puncto de mediodía g, pasa por los arreboles de la mañana. Y así ha de pasar el siervo de Dios que desea llegar a la perfección por la mañana, donde se derrama sangre con disciplinas y penitencias.
§ 14 [Lo que hacen los esclavos del Santísimo Sacramento y los terceros de san Francisco en realidad no es algo nuevo]
Ahora nos falta por responder a lo que en el principio de este tratadillo propusimos: de cómo la causa del admirarse a los hombres de las cosas de virtud es el ser ya cosa nueva hacer actos públicos de mortificación y el tratar cosas de Dios al descubierto. Porque, cuando eso se haya [170v] hecho en el mundo, por dos días que se haya sepultado, ésos bastan para que el tornar a ello nos parezca novedad. Yo no quiero tratar de lo antiguo ni traer testimonios de sanctos, de que los libros están llenos, de las devociones y fervores que ha habido y habrá del Sanctíssimo Sacramento, de las confesiones públicas y secretas que habíe en los fieles de las cosas de la fee aun con detrimento de la vida, confesando con la boca lo que tenían con el corazón no sólo b en las casas y retretes scondidos, sino en las plazas y delante de los reyes y enperadores. Cumpliendo en esto lo que Cristo dijo a sus discípulos, Lucae 12, n.3: Quoniam quae in tenebris dixistis, in lumine dicentur, et quod in aurem locuti estis in cubiculis, praedicabitur in tectis. Dígoos de verdad, discípulos míos, que si las grandes persecuciones y trabajos os hicieren hablar en lugares scondidos y retirados, que se llegará tiempo que esa doctrina salga a luz y se predique en público y por los tejados. Por tanto, dico autem vobis amicis meis: ne terreamini ab his qui occidunt corpus 134. No hay que temer, que profecía es de Cristo y testimonio suyo que habíe de venir tiempo, como si dijera, que en summa paz lo que de antes se predicaba, por la mucha sangre que se derramaba, por los rincones, que ahora se predique por las calles y plazas. No hay que temer, que los dichos y murmuraciones de los hombres por de fuera le cai al cuerpo. Sea loado el Sanctíssimo Sacramento, cántese el padrenuestro y avemaría por las calles. Que si es el propio el que nosotros rezamos y el que los apóstoles confesaron y Cristo enseñó, no hay para qué nos parezca cosa nueva, pues no es nuevo lo que ahora creemos de lo que entonces teníamos.
Y si el ejercicio de estas cosas se ha sepultado por dos días y aunque fueran por mill siglos, eso tienen las cosas de Dios, que, como tienen vida en Dios y por Dios, no mueren aunque la incuria de los tiempos lo sepulte. Estúvose vivo el fuego que scondió el sacerdote Neemías en Jerusalén c después de tantos años como el pueblo de Dios estuvo captivo en [Persia] sólo porque habíe ardido delante del Sancta Sanctorum, de suerte que, sacándolo hecho un poco de masa dándole los rayos del sol, lo vieron arder y que estaba vivo 135. Cuánta más razón hay que la palabra d de Dios, de quien san Pablo dice 136 vivus est sermo Dei, lo esté para siempre jamás en cuanto al ejercicio, no obstante que por algunos días e haya habido algún descuido, de que chicos y grandes salgan por las calles diciendo el padrenuestro, avemaría y credo. Y digo que eso ha cesado por pocos días, pues todos los que ahora viven han alcanzado muchas [171r] religiones que con particular cuidado han hecho eso, cesando unas y entrando otras en obra tan sancta y agradable a los ojos de Dios, que parece, como hermanas, querían repartir y que a todas les cupiese parte de cosa de tanta estima.
Hemos alcanzado los que vivimos a los padres de la Compañía de Jesús haber acudido a esto con grande continuidad, los padres franciscos descalzos y carmelitas descalzos, y a lo último los descalzos de la Sanctíssima Trinidad, llevándose con sus doctrinas el mundo tras sí. Y lo que ahora oigo de eso no me parece que es para tinta y pluma, que sería nunca acabar, pues la corte con ser corte se despuebla a seguir las doctrinas que ahora por esas calles salen. Se hacen los niños y viejos pregoneros del Sanctíssimo Sacramento. Y aun muchos grandes, olvidados de su grandeza, como otro David 137, van bailando y saltando delante del Sanctíssimo Sacramento. Los fines particulares que Dios tenga en esto no los sé; dejémoslos para cuando Su Majestad los muestre. Sólo sé decir que, cuando los árbores echan [flores] y las yerbas salen y crecen, que el sol sube y crece levantándose en alto en nuestro hemisferio, dando mayor luz y calentando el tiempo, habiendo estado las cosas en el invierno como sepultadas y muertas, encerradas y recogidas dentro de sí, porque la naturaleza, próvida y discreta, guardó en la virtud del árbor las flores que se pudieran llevar las nieves y heladas. Podrá ser ésta la causa de estas nuevas flores que el día de hoy se ven en las bocas de los niños y grandes cuando dicen: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento, y cuando los viejos y mozos cantan la doctrina cristiana: que sube el sol Cristo a engrandecer el día de que goza esta nuestra España, a darle mayor luz y calentar el tiempo, de suerte que ardan y estén encendidos los corazones de los hombres en amor del Sanctíssimo Sacramento. Y así como el sol sube la virtud que estaba recogida allá dentro por los inconvenientes que Dios sabe, ya quiere Dios que salga fuera con el seguro grande que tiene de nuestro cristianíssimo rey y de los muchos y buenos prelados que la Iglesia tiene, pues de ellos sabemos que no sólo amparan esto, sino que se han firmado y escrito en este convento de descalzos de la Sanctíssima Trinidad por sclavos 138. Según esto, crezcan las yerbezuelas, salgan las flores, broten los árbores, que buen tiempo corre, el sol sube, el verano viene. Sea loado el Sanctíssimo Sacramento, cantemos todos el paternoster y avemaría.
Iam enim hiems transiit; imber abiit et recessit. Flores apparuerunt in terra nostra. Tempus [171v] putationis advenit; vox turturis audita est in terra nostra. Ficus protulit grossos suos 139. Todas son señales de buen verano. Levántate, alma cristiana, dice el Spíritu Sancto, que ya se han ido los fríos, scarchas y heladas del invierno. Ya se han aparecido flores en nuestra tierra. Que son de las que vamos hablando, cuando en las bocas de los niños y grandes no se halla sino: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento y el paternoster y el avemaría. ¿Quién no se levanta de la cama de sus tibiezas a gozar destos buenos temporales y meter en su casa estos buenos días imitando los unos a los otros? Y si me dijeren algunos que eso no se usa ni ha usado, tempus putationis advenit, ya es llegado [el tiempo] de quebrar la pierna a la mala costumbre y de ponérsela a nuestra flojedad para que podamos correr tras el olor de los ungüentos 140 que se derraman de este divino Sacramento.
Surge, propera, amica mea, speciosa mea, et veni, dice el sposo a su esposa 141. En consiguiente oblígala con los buenos temporales y campos apacibles, oblígala con mercedes que le hace llamándola amiga, paloma y hermosa. Como quien dice, como si con nosotros hablara: Ea, spañoles y devotos míos, ya se ha pasado el invierno de las antiguas tibiezas y flojedades, las scarchas y heladas que de secreto sembraban los moriscos. Ya se parecen en nuestra tierra y en nuestra Spaña flores divinas de virtudes y devociones. Levantaos a mayor perfección, daos prisa a venir tras mí, que obras son ésas de amigos y a eso os convida el título y nombre que doy a cada una de las almas en particular que me ama. A eso os dispierta el título y nombre de hermosa, a salir por los campos y prados de mi Iglesia. Aquí os vean mis siervos y vuestros compañeros los ángeles. Y no menos pide eso el nombre de paloma, pues ella es la que con vuelo ligero vuela a su hornilla donde descansa. Surge et veni. Ven a mí, en quien hallarás tu verdadero descanso. Ven a mí por los pasos de humildad que yo fui a ti.
Entre otros pasos que Cristo dio por nuestro bien, con que vino a que todos lo conociésemos, unos fueron el haber hablado y predicado siempre en público, como él propio dice por san Juan, capítulo 18, n.20: Ego palam locutus sum mundo: ego semper docui in synagoga et in templo, quo omnes Judaei conveniunt, et in occulto locutus sum nichil. Que no perdonaba a lugar público donde no enseñase, predicase y manifestase la gloria de su Padre. Pues ¿por qué, llamándome a mí que me vaya a él, no iré por el propio camino, predicando y confesando su nombre in publico et in abscondito? No está menos obligada la lengua a alabar a Dios que los demás sentidos. Si es lícito y bueno y aun necesario que las orejas oigan, quia fides ex auditu, auditus autem [172r] per verbum Dei 142, ¿por qué la lengua no dirá, confesará y publicará lo que oye y sabe?
No ha de ser éste el parto de la adúltera, que concibe con gusto en lo secreto y no quiere parir en lo público. Ni como el trigo que cayó entre piedras y entre espinas 143, que ninguno vino a colmo, lo uno porque le faltó el humor de la tierra y lo otro porque se quedó ahogado. ¡Qué hace Dios de sembrar en nuestros corazones y ellos qué hacen de concebir buenos pensamientos! No es razón que se queden allá dentro, pues el juntarse Dios con un alma no es adulterio, sino desposorio spiritual, y para que nazca tiene Dios cuidado de acudir con su gracia. Nazca norabuena, descúbranse flores y rosas, pues ya el sol subió y el invierno se fue.
Y el que se maravillare y espantare de esto no tiene razón, porque, aunque las flores de ogaño se llaman flores nuevas, no lo son, que antaño también las hubo y ahora ha dos años. Si les parece nuevo la doctrina que cantan los terceros, abran los ojos y miren que antaño la cantaron los descalzos de la Sanctíssima Trinidad y el año que viene la tornarán a cantar; y como queda dicho, los años atrás también la cantaron otras religiones. Que los sacerdotes del templo que sólo trataban del crédito f de sus personas y desapoyo de Cristo les pareciese cosa nueva el ver la doctrina que el pueblo de Jerusalén cantó a Cristo cuando en ella entró con majestad y grandeza y que le hablasen a Cristo con aspereza y rigor diciéndole que cómo consentía que niños y grandes le diesen tales alabanzas 144, no me espanto porque estaban llenos de envidia. Y es verdad que aquello fue nuevo y tan nuevo que hasta entonces semejantes cantares ni doctrina cristiana tal se habíe oído y no tenía el invidioso capacidad para percebir semejantes grandezas. Pero eso no se debe tener por nuevo en España, pues cosa es vieja alabar a Dios.
Cuánto más que, como entonces Cristo dijo y respondió a los sacerdotes del templo g alegándoles lo que tantos siglos antes habíe dicho David: Ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem 145. No sabe Dios h, dice David, dejar sus alabanzas mancas y defectuosas; cuando no las cumplen como deben los grandes, dispierta Dios niños que las cumplan. Y puede quizá querer Dios lo propio el día de hoy. Podrá ser que, como sólo Dios conoce los corazones de los hombres y sabe Su Majestad lo que hay en cada uno de ellos i, halle las alabanzas de los [172v] sacerdotes y religiosos minus habens y que las quiera cumplir con las bocas de los terceros y esclavos del Sanctíssimo Sacramento j. Que no es menos milagro el que Dios hizo en la entrada de Jerusalén, cuando de niños hizo hombres que cantasen y lo bendijesen, que lo que hoy hace con los terceros haciendo de hombres niños; y que, siendo hombres casados con hacienda y officios, quieran hacer lo que de antes hacían los niños del scuela.
Y así podrían nuestros sclavos y terceros a quien los coteja de noveleros k y de novedades responder algo de lo que respondió san Pablo a los athenienses (Actorum 17, n.19) l. Entra predicando la palabra de Dios y dícenle: Possumus scire quae est haec nova, quae a te dicitur, doctrina?; no sabríamos qué doctrina nueva es esta tuya. Escusándose san Pablo de este nombre de doctrina nueva, dijo m: Quod autem ignorantes colitis, hoc ego annuntio vobis 146; yo no predico novedades, sino explico lo que no entendéis. Entre vuestras aras ¿no hay una dedicada al dios no conocido? Pues ese dios antiguo vuestro que adoráis sin conocer, es el que yo ahora predico n. Dije que en algo podían responder los sclavos y terceros esto que aquí respondió san Pablo a los que les dicen noveleros. Nosotros no predicamos ni publicamos novedades, catredáticos y doctores, pero predicamos y decimos lo que vosotros con tanta sabiduría enseñáis. ¿No enseñáis en vuestras cátredas y púlpitos el padrenuestro, el credo y doctrina cristiana? Esa es la que decimos por las calles. Mirad si decimos las oraciones con fidelidad y conforme las tenéis scritas en vuestras aras y corazones y, si viene lo uno con lo otro, responded lo que san Crisóstomo dijo 147: Nova quae infero, inter vetera vestra habetis. Lo que nosotros traemos y vosotros teníades, acá todo es uno, lo que en la cátreda se lee y lo que adoran los sclavos y publican los terceros.
§ 15 [Se explica por qué la conducta de los esclavos del Santísimo Sacramento y de los terceros de san Francisco causa admiración]
En el lugar de los Cantares que siempre hemos ido explicando en este tratadillo, están unas palabras que, si bien las advertimos, nos descubrirán la causa y misterio que en los hombres puede tener el admirarse y espantarse de cosas [173r] semejantes. Dijeron a la sposa sus compañeras, viéndola subir y levantarse con su esposo: Quae est ista quae progreditur quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies ordinata? 148 Asombradas y espantadas, dijeron ¿quién es esta que sube como la mañana, hermosa como la luna y escogida como el sol? Los tres nombres y semejanzas primeras que le dan, ya quedan explicadas arriba. Veamos qué significa el compararla a un ejército de soldados bien concertados. ¿Qué tiene que ver una doncella que es como la luna y el sol con un campo de soldados? Y más dificultad pone si con atención viéremos lo que otras traslaciones dicen y notan en esta palabra. Los Setenta volvieron: pavor ut ordinatae 149. Ponía pavor y espanto como si fuera un scuadrón de soldados. Símaco vuelve 150: Terribilis pavoremque incutiens, secundum acies. Otros leen: Terrefaciens inter magnificatas. Todos leen y vuelven aquellas palabras en miedo, temor a y asombro. Pues veamos en qué está este temor de una sposa y doncella que es como una agradable mañana, hermosa b como una luna y scogida c como un sol.
Una de las cosas que aquí causan admiración es que, siendo propio del sol ya subido y levantado, como a quien es comparada esta esposa que es la Iglesia, deshacer la mañana y escurecer y encubrir la luna, no sólo no la encubra, sino que siendo sol perfecto también sea mañana que sube y luna d hermosa. Que podríamos decir ser lo propio que en el Apocalipsi vido san Juan, cuando le fue mostrada aquella mujer que estaba vestida del sol y que por chapines tenía la luna y por argentería tenía las estrellas, a la cual visión la llama el evangelista milagro grande y prodigio grande 151. Pues digo que, entre otras razones que se pueden dar de aquel milagro grande, fue que trayendo por manto el sol no tapase y encubriese la claridad e y aparencia de las strellas, así como acá nos asombraríamos si viésemos en medio del día que la luna también daba luz y las strellas estuviesen relampagueando, estando el sol en medio del cielo. Esto, pues, es lo que asombra y espanta en la Iglesia: el parecerles no han de tener vista las strellas en medio del día y que, habiendo en nuestra Spaña tan grandes predicadores, letrados y catredáticos que dan luz y claridad, haya sclavos y terceros que se levanten como mañanas y parezcan hermosos como luna y que echen rayos y relampagueen como estrellas, diciendo a voces por esas calles la doctrina cristiana.
[173v] Lo segundo que pone espancto en esta visión del Apocalipsi y en la de los Cantares, es una subida tan grande de una mujer que llegase a vestirse del sol y a poner a sus pies la luna y por adorno en su cabeza las strellas. Esto es lo que asombró f al mundo, que la Iglesia en sus principios, puesta en unos poquitos de apóstoles y discípulos de Cristo, pobres, desechados e ignorantes, por quien es significada la flaqueza del mundo y figurada en una mujer, llegase esta flaqueza a tanto que pusiese debajo de sus pies las grandezas y majestad del mundo, significadas por la luna que mengua y crece, y a vestirse de un claro sol de justicia, Cristo. ¿Quién no se ha de espanctar que la esposa, significada en una doncella que sube como una mañana, venga a ser luna perfecta y sol escogido?
Terribilis pavoremque incutiens, secundum acies. No hay cosa que más asombre y atemorice a los que miran que ver subir y levantarse un alma del polvo de la tierra a perfección de sol scogido. Asombra y pone miedo a los del mundo ver unos hombres que se llaman sclavos del Sanctíssimo Sacramento y terceros de San Francisco andar por esas calles dando luz y claridad como si fueran soles, diciendo la doctrina cristiana y publicando los loores y alabanzas del Sanctíssimo Sacramento; que suban, crezcan y se levanten en la virtud los mercaderes y hombres de quien no se entendió. No hay scuadrón g de soldados que así atemorice como en un alma justa muchas virtudes bien ordenadas, porque allí como en campo están haciendo guerra a los tibios y flojos. Terribilis pavoremque incutiens ver que se levantan los indoctos y rústicos y nos arrebatan de las manos el reino de los cielos, y siendo postreros, por su buena diligencia alcancen el ser primeros; el subirse por ese cielo arriba como soles claros. Terribilis pavoremque incutiens. Pone pavor, miedo y espanto la luz grande aun a los ojos muy claros y fuertes, ¿qué hará a los flacos y enfermos? Esto, pues, asombra a quien mira la hermosura de un alma que viene a vestirse del sol. No hay puntas de spadas y lanzas que así atemoricen como los rayos que de sí envía una alma perfecta a los ojos enfermos de quien la mira. Esto es lo que asombró y pone pavor en nuestra Iglesia a quien de fuera la h mira: aquellas palabras vivas de los apóstoles, las razones eficaces de los predicadores, las doctrinas fervorosas de sus fieles, las voces y gritos de sus sclavos.
Que parece esto al miedo [174r] y asombro que puso Gedeón y sus soldados al ejército y campo de Madián (Judicum 7,16) i, cuando con sólo trompetas que llevaban en las manos y cántaros vacíos con luces scondidas vinieron a dar voces los contrarios j y, turbados y llenos de miedo, a huir. Omnia itaque castra turbata sunt, et vociferantes ululantesque fugerunt 152. ¿De qué tenéis miedo, de qué huís? ¿De qué? Dice luego el sagrado texto: Et nichilominus insistebant trecenti viri buccinis personantes 153. Que iban tras ellos, dice, trecientos hombres tocando y tañendo trecientas trompetas. Pues ¿huyen de un poco de ruido, de un poco de aire y viento que está k y sale por una trompeta? Sí, que eso basta para hacer guerra a quien se la quiere hacer a la virtud. Ese es cuchillo bastante. Así lo llamaron l Gedeón y los suyos: Gladius Domini et Gedeonis 154; éste es el cuchillo de Dios y de Gedeón. Y luego, poco más abajo, dice en el n.23: Misitque Dominus gladium in omnibus castris, et multa se caede truncabant, fugientes, etc.; envió Dios spada y cuchillo sobre ellos. ¿Qué cuchillo fue éste? El que ellos propios llevaban en las manos, porque con ésos se mataban unos a otros. Rara cosa que no haga mención la Scritura m de cuchillos ni espadas de Gedeón y de n sus soldados, sino de trompetas y luces. Porque, cuando los llevaran en las cintas, mal pudieran echar mano de ellos, pues las llevaban ocupadas, la una con la trompeta y la otra con la luz y cántaro.
Para asombrar Dios a quien le contradice eso basta: trompetas, ruido y estruendo de palabras y doctrina. Ese es el cuchillo con que Dios mata. Ese es el ejército terrible que se ve en la esposa de Cristo, siendo como es sol, luna y mañana. No ha menester Dios derramar sangre ni poner spadas y cuchillos en manos de los justos para matar a quien los contradice o, que basta el miedo que concibe un pecador que oye el ruido que el justo hace, para que ése le sirva de cuchillo. El se mata y se degüella con sus propias manos, que nadie le hace mal. Eso es lo que de la esposa dice: ut castrorum acies ordinata; terribilis pavoremque incutiens.
Viendo David las maravillas que Dios habíe obrado con su pueblo, pasándolo por en medio de el mar a pie enjuto 155 y por el Jordán sin detrimento haciendo que volviesen las aguas atrás 156, dice 157: Quid est tibi, mare, quod fugisti? Et tu, Jordanis, quia conversus es p retrorsum? q ¿Qué tuviste, mar, qué accidente te sobrevino, que te pusiste en huida cuando a ti llegaron los hebreos y pueblo de Dios? Y tú, Jordán, ¿qué te tomó cuando te volviste atrás y quedaste asombrado y lleno de miedo, sin aguardar el ruido y las pisadas que los hebreos habíen de dar sobre tus aguas? El propio David responde 158: A facie Domini [174v] mota est terra, a facie Dei Jacob. Que temblaba la tierra, se estremecía y estaba llena de asombro delante del rostro del Señor y Dios de Jacob. Pues veamos qué rostro es este de Dios que iba con aquel pueblo, porque no leemos otra ninguna visión ni obstentación que unos hombres perseguidos r y maltratados de los egipcios. ¿Cuál es este rostro de Dios que hace temblar la tierra, retirarse el agua y huir por pies, aunque sea cuesta arriba al Jordán?
Digo que este rostro de Dios son s los justos, los cuales tienen en sí y conservan la imagen y semejanza de Dios, según nuestros primeros padres fueron criados y salieron hechos y formados de las manos de Dios, según t la Scritura dice 159. Este es el rostro de quien tiemblan no sólo los hombres sino las cosas insensibles. No ha menester un justo más armas ni defensa que la semejanza e imagen que trai de Dios, retratada y dibujada en su alma. A ésa se le humilla la mar y se le rinden los ríos. Y así se vido que, si de las trompetas y luces de Gedeón huyeron los madianitas 160, aquí en esta victoria contra la mar y contra las corrientes del Jordán no se halló sino una varilla que llevaba Moisés en la mano 161. Pues ¿a una varilla teme la mar y el Jordán? La mar ¿no es bestia tan furiosa que, con tenerla Dios metida en brete y cepo, como dice el sancto Job 162, se traga ejércitos, armadas, navíos y mill diferencias u de bajeles, sin respectar a rey ni papa, a enperador ni monarca del mundo? El Jordán ¿no es río tan caudaloso que murallas, cerros ni cuestas no serán bastantes a detenerlo y hacer que pare? ¿Quién es quien sujeta la mar, la rinde y humilla a que haga calle, que quieren pasar por en medio de ella los hebreos? ¿Quién hace al Jordán que se levante en el aire y suba como torre a dar paso y lugar a gente tan perseguida? ¿Quién hace eso? El rostro de Dios dibujado en un justo como Moisés con una varilla en la mano.
Oh sancto Dios mío, ¿quién hace temer, stremecer y temblar el mundo en el principio de tu Iglesia, cuando tú la comparas a una mañana, a una luna y a un sol 163, cuando tú la comparas a una varilla de humo que sube y se levanta de la mirra v y del incienso amargo 164? A facie Domini mota est terra. Va allí el rostro de Dios, que son los justos. Y así no hay rey ni enperador que se trague un mundo que no dé paso y salida a un Pablo perseguido 165, y a un Pedro encarcelado no hay puertas que no se rompan y abran 166. No hay ríos que tanto corran por el mundo que no se levanten y suban en alto, como otro Zaqueo 167, a ver [175r] unos poquitos de apóstoles pobres y menesterosos por el mundo. Esa es la gracia y el poder de Dios, que rinda a un mundo entero y lo haga llorar con una varilla de humo, que en los principios era su Iglesia, y lo deje cual chimenea denegrido, dando ella suavíssimo olor de sí cual pebete hecho de todas las diferencias de olores suavísimos 168. No hay vara de justicia que así haga temer y temblar como la rectitud de un alma justa, que sube como una mañana y se parece w hermosa como una luna, etc. Terribilis pavoremque incutiens.
Apliquen esto los que contradicen las cosas de virtud, los que se asombran y amedrantan de ver que los sclavos del Sanctíssimo Sacramento lo alaban por las calles y los terceros dicen la doctrina cristiana. Que llegue a tanto un poquito de humo y olor suavísimo x de Cristo y de su doctrina, que sube de las brasas y fuego de la mortificación, que haya quien diga, en un auditorio tan grave como el de la iglesia mayor de Toledo, ¿qué hace quien puede que esto no remedia?, ¿qué hace quien puede?; miradlo bien no nos ponga este vulgacho en algún aprieto. ¿Es posible que tanto aprieta los ánimos generosos de los spañoles que rinden mundos, avasallan reinos y, sin reparar en su poquedad en número, acometen a ejércitos que por su desigualdad asombran, y ahora haya quien se asombre de que por las calles se dice: Sea loado el Sanctíssimo Sacramento, y se ponga en aprieto porque haya quien salga diciendo el paternoster por las calles? ¡Terrible cosa, terrible cosa! Terribilis pavoremque incutiens secundum acies.
§ 16 [No se les debe desechar porque no hablen con el orden y la precisión de los predicadores]
Bien veo, padres míos predicadores y letrados que de esto no sienten como deben —si hay algunos, que no sé si son muchos los que esto a notan—, que no son las voces que dan los sclavos del Sanctíssimo Sacramento ni los terceros de San Francisco tan sonoras y suaves, tan compuestas y bien ordenadas como las que se oyen en los púlpitos el día de hoy de predicadores que, después de muchos días de estudio, llevan unos sermones que ya no les falta sino la correspondencia en las sílabas y acentos, como si fueran b coplas y versos sueltos. Cuando ya más ponemos la mira en c persuadir más con palabras que con sentencias, aficionar más con el buen lenguaje que con las razones eficaces. Cuando ya más se estudia el buen meneo, postura, tono, órgano, [175v] voz y d consonancia e que el saber cómo se ha de convertir un alma y se le ha de persuadir a que deje sus peccados y se vuelva a Dios. Si eso que se hace y se studia sólo se ha de mirar, cierto que son bien reprehendidos los sclavos, que con tono y sin tono dan voces por esas calles diciendo: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento, y los terceros que con voz rústica y desentonadamente cantan la doctrina cristiana.
No murmuremos de aquello; allá se lo hayan ellos, darán cuenta a Dios del modo como se tratan sus misterios y con qué palabras se publica su evangelio, si traban los enlucidos que hacen con paja f de humildad, como Dios por Eczechiel g amenaza a quien no lo hace 169. Conformémonos ahora en esta ocasión con ellos h. Si ellos dicen que es buen modo de predicar el que tienen i, digamos nosotros lo propio. Pues digo yo ahora, si eso es bueno, ¿por qué ha de ser malo la doctrina que cantan los terceros, si esto no se diferencia de aquello más que en la voz, en el tono, en la pronuciación, pues no está el ser y valor de la palabra de Dios y su eficacia en decirla y predicarla con palabras de palacio ni representarla en copla o decirla con palabras rústicas?
Pregunto yo, cuando el jilguerillo canta en el verano, el pardillo y la calandria, el ruiseñor y el verderillo ¿será bien que, porque ellos canten bien entonado, subidos sobre los árbores copados y floridos, que le digamos a la cigarra, que se sienta en la retama verde, que no cante, al grillo, a la golondrina y otros animalillos mansos? No por cierto, porque, cuando amanece, para todos sale el sol y todos en dispertando quieren cantar el Iam lucis j orto sidere 170, alabando a su Criador; todos se ven obligados al k agradecimiento de los bienes recebidos. Salga el cántico como saliere, que tan uno es lo que el jilguerillo canta como lo que chilla la cigarra, lo que chirla el ruiseñor como el chillido del grillo. Lo propio digo yo en la presente ocasión: si todos los hombres tenemos obligación de alabar a Dios porque nos da vida y conserva y da sustento y, cuando amanece, amanece para todos y todos se hallan obligados, ¿por qué hemos de tapar la boca a los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y estorbar a los terceros que no digan la doctrina cristiana? Yo no hallo otra razón por qué han de hablar los unos y callar los otros más de porque los unos cantan como jilgueros y los otros como cigarras; los unos son l ruiseñores subidos [176r] sobre árbores floridos y púlpitos levantados y los otros como m grillos metidos en la tierra. Porque el officio de los unos y de los otros todo es uno, que es alabar a Dios y darle gracias. Todo es uno el paternoster que los unos predican y los otros confiesan, el Sanctíssimo Sacramento que los unos descubren y a quien los otros alaban.
Según esto, canten todos, canten mucho de norabuena todos, no haya quien deje de bendecir a un tan buen Dios como tenemos, que a todos nos sustenta y da de comer al cuerpo y al alma. Que David no dejó de convidar a que alabasen a Dios las criaturas que no tenían buenas voces, acordándose solamente de las que tenían voces bien entonadas; y si metió a los ángeles y espíritus divinos, también entró a los hombres; y si a los hombres y sacerdotes, también a las bestias y animales; y si a las aves que por el aire vuelan, también a las serpientes que por la tierra arrastran 171. A todos los llama como con campanilla para [que] todos digan: Alabado sea el Sanctíssimo Sacramento, porque ahí está su Dios, para quien los dispierta. Canten todos, todos digan la doctrina cristiana, que no sale mal un bajo con un contralto, un tiple n con un o tenor, y todos juntos en una fuga. De esa misma suerte si los sclavos nos parecen bajos por ser sclavos y los terceros por ser mercaderes, júntense con ellos los que suben como tiples p en los púlpitos q y los que levantan la voz y el grito como los contraltos en las cátredas r, y verán cómo sale muy bien si todos juntos dicen: Loado sea el Sanctíssimo Sacramento; verán cómo sale muy bien decir todos juntos por las calles el paternoster, avemaría y credo.
Pluviera a Dios viéramos por esas calles catredáticos y predicadores, frailes y seglares a una cantar la doctrina cristiana, que sobre mí y mi conciencia si no hicieran más provecho decir el credo derramando lágrimas que más de dos sermones de los que se hacen contando gracias y más que muchas liciones que se leen diciendo cuentos. Diránme que para qué se ha de decir la doctrina cristiana, el paternoster y avemaría, que ya todos lo saben. Verdad es y yo también lo sé y lo digo cada día muchas veces; y para eso lo sé, para decirlo en público y en secreto, y no para guardarlo en el arca. Y en la missa la Iglesia canta el paternoster y el credo con grandíssima solenidad, como si de nuevo se publicara y viniera al mundo y nunca se hubiera oído. Y los evangelios que se predican ogaño son los de antaño y los que todos saben, y con todo eso se despueblan las cortes y ciudades a oír los sermones.
Diránme que en los sermones se predican curiosidades y cosas nuevas. [176v] Pluviera a Dios se predicaran las viejas que predicaron los sanctos con su spíritu y lágrimas, con su fervor y devoción, que no es quien hace provecho el colorcillo de palabras nuevas que yo doy a la palabra de Dios vieja que predico ni el vestido nuevo con que la adorno, sino la misma palabra de Dios viva que pasa por un spíritu fervoroso y vivo. Que si, como hemos dicho en los párraphos pasados, buscamos novedades de tonos, palabras, romances con que aplaudir al auditorio y darle guisada la palabra de Dios para que no enfade, no tenemos razón, que la palabra de Dios no ha menester sainetes ni salsas, ni los colores que se ponen las mujeres feas ni las mudas que hacen las viejas, porque la palabra de Dios siempre es una, no se envejece s. Verbum Dei manet in aeternum 172; no ha menester afeite porque es super aurum et lapidem pretiosum multum, no sainete porque es super mel et favum 173. Según esto, salga el padrenuestro, el avemaría y credo t viejo que la Iglesia me enseña, que muy bien saldrá u con esas propias palabras sin otras explicaciones. Que san Francisco rústico toda su oración la tenía en esta palabra: Padre nuestro; que parece el sancto tomaba el tema y Dios le hacía sobre él el sermón allá dentro, pues tan bien ocupado lo tenía. Yo confieso que todas las religiones estaban obligadas a este exemplo y obra exterior con que los fieles se edifican v, pero paréceme que mucho más la orden del glorioso Francisco, porque él parece que más que otro descubrió las mortificaciones verdaderas, él que sin reparar se iba por las calles a ser risa y escarnio de las gentes, sin reparar en lo que el mundo loco podía decir, por ser él el que de la boca no se le caía palabra tan misteriosa como es el padre nuestro.
Yo veo que los boticarios en la w primavera salen a los campos a buscar sus yerbas para poblar sus tiendas y boticas, y no ponen los ojos en las que más güelen, mejor parecen y más altas suben, sino en aquellas que más provecho hacen a los enfermos para purgarlos, confortarlos y medicinarlos. Porque, si se hubiera de buscar lo x más alto, no hiciera caso la esposa del nardo, yerba humilde con que hizo agradables servicios a su esposo 174; si lo que más güele, no lo comparara al cedro 175; si lo que más bien parece, no poblara su jardín de manzanos 176. Si hubiéramos de buscar, cristianos, en nuestras doctrinas y sermones lo que más bien güele y parece, coplas y seguidillas habíemos de cantar por las calles; representaciones, toros, juegos, saraos y cañas son las cosas que vuelan alto, lo que se estima y apoya en el mundo. Pero, puesto caso que no se busca sino el provecho de las almas, salga el padrenuestro por las calles, dígase el avemaría por los cantones, publíquese el credo por las plazas, [177r] que yo sé cierto que a más de cuatro enpinados y curiosos les servirá de purga y jarabe viendo que, tiniendo en Dios tan buen Padre, él se hace hijo de satanás, y que, saliendo por las calles a buscar su hijo y oveja perdida y 177, él se esconde entre los riscos y peñascos de los vicios. Y si no, digamos que este pregonar el padrenuestro por las calles, es pregonar a nuestro Padre que, estando z en los cielos, en la tierra está perdido por malos hijos.
La fruta barata es la que se pregona por las calles si hay quien la quiera. ¿Qué fructa hay más barata que la que Dios reparte y da de su paternidad a los hombres haciéndolos hijos? ¿Qué fructa hay más barata que aquella de que gozamos en este sacramento? Pregónese mucho de norabuena por las calles el padrenuestro y el Sanctíssimo Sacramento. ¿Quién no oye por esas calles las voces y los encarecimientos con que se venden unas manzanas podridas, castañas injertas y naranja dulce a de Valencia? Pues b ¿por qué han de querer alabar los tenderos su fructa dañada y no han de poder los sclavos del Sanctíssimo Sacramento alabar esta divina fructa diciendo: Sea alabado el Sanctíssimo Sacramento, y los terceros su paternoster?
Cuántas veces sucede estar el otro descuidado en su retrete y c sin acordarse de comer y pasar el otro por la calle vendiendo el membrillo manzanil de Toledo y hacerlo entrar, comprar y comer. Pregonad, sclavos, vuestra fructa, decid: Alabado sea el Sanctíssimo Sacramento, que alguno lo oirá que, estando descuidado, comerá y querrá comprar confesando y comulgando. Cuántas veces sucede estar un hombre haciendo una bajeza, siendo noble y principal, y oír que nombran a su padre o que pasa por la calle y dejarla de hacer. Dad voces, terceros del d glorioso Francisco, decid Padre nuestro, que algún mal hijo, olvidado de su nobleza, esté haciendo algún desacato, que, oyendo que por la calle pasa su Padre que está en los cielos, deje su mal trato.
No sé qué mal hecho sea que unos hombrones como los terceros de San Francisco digan por las calles la doctrina cristiana. Pregunto yo ¿no se publican las bulas por las calles y las premáticas por las plazas y establecimientos e de los reyes por las cortes f? Pues ¿hay bula que más gracias y jubileos encierre en sí que este nombre de padre que Dios tiene para con los hombres? ¿Hay premática que más reforme que este nombre de padre a los que en el mundo hacen desconciertos? ¿Hay estatuto de rey que mayor perpetuidad y establecimiento tenga y haya tenido que el que hizo Dios cuando se determinó a ser nuestro Padre? Pues ¿por qué no se ha de pregonar esta bula por la calle? ¿Por qué no se ha de publicar esta premática y jubileo?
Recia cosa es que me precie yo de g hijo de tal Padre y que me pese de oírlo nombrar por las calles. No sé cómo puede ser. Y más que, si sólo fuera mi Padre, pudiera yo decir a los terceros que no me lo nombrasen, que no quería que anduviese en boca de mercaderes, pero es Padre de todos y suyo como mío. Y más, de aquellos que se precian de hijos de tal Padre ¿por qué les tengo yo de querer tapar la boca? [177v] Bueno fuera que está el otro en un trabajo, en una tribulación o enfermedad y que el mayor alivio que tiene es decir: Padre mío de mis entrañas y madre mía de mi corazón, aunque estén mill leguas de allí absentes, ¡y que no hayan de poder decir los terceros en su bien y en su mal el padrenuestro y el avemaría, que no se puedan consolar con tal Padre y tal Madre! Que sea lícito que el maestro de scuela suelte sus muchachos y discípulos y les mande que por la calle vayan cantando la doctrina cristiana, ¡y que, siendo nosotros aprendices de las cosas del spíritu en la escuela de esta Iglesia, no hayamos h de tener siendo hombres la libertad de los muchachos para decir el padrenuestro y avemaría por las calles! Dicen que no han de hacer eso unos hombrones. Pues ándense con eso, que yo les prometo, por muy hombrón que sea el predicador y muy letrado, que si no se hiciere niño y niño chiquito, que no entre en el reino de los cielos 178.
§ 17 [Estilo de anuncio figurado en «la voz de la tórtola» (Cant 2,12)]
Una cosa he notado en el capítulo 2 de los Cantares, verso doce, y es que a, convidando el sposo a su esposa a que salga de su recogimiento y retrete, atento que ya han cesado las heladas y fríos del invierno y las demás inclemencias, sólo para aficionarla a esta salida hace mención del canto de la tórtola diciendo: Vox turturis audita est in terra nostra. Que parece, puesto caso que hay aves con canto más agradable, suave y deleitable, ¿por qué más hizo mención de la voz de la tórtola que no de otra ninguna? ¿Qué tiene esta ave en su canto, que en esta ocasión tanto caso hace de ella el Spíritu Sancto?
Casiodoro 179 y Beda 180 por esta voz de la tórtola que dice el sposo que se habíe oído en su tierra, in terra nostra, entienden la predicación de los sagrados doctores. Lupertus entiende la voz del evangelio. Cirilo 181, libro 15 De adoratione, dice que por esta voz de esta tórtola se entiende la voz de Cristo en nuestra tierra b porque, así como la tórtola vive solitaria en los desiertos y campos, de esa misma suerte, estando Dios con sus ángeles en los cielos y después hecho hombre en la tierra, se oyó en nuestra tierra la voz que no se oía. Philo Carpathius dice que se entiende por esta voz la predicación de san Pablo, el cual, por su fiereza primera en perseguir los cristianos, se compara a la tórtola, pero después se oyó su voz y predicación en la iglesia de los gentiles y de los judíos por voz y predicación agradable: Preco noster factus est invictus et egregius praedicator, ut c impleretur quod scriptum est: «Passer invenit sibi domum, [178r] et turtur nidum ubi ponat pullos suos» 182, quiquidem sunt omnes fideles, qui per illius praedicationem in Christum crediderunt 183. Gregorio Niseno 184, Homilia 5, Epiphanius 185, Haereses 59, y la d catena de los tres padres entienden por esta voz de esta tórtola la predicación de san Juan en el desierto, cuando predicaba a los publicanos y pecadores, por haber sido este sancto solitario y casto, cuya voz fue voz de penitencia. La cual e voz audita est in quibusdam qui terrena sapiunt et carnales sunt 186. Justus Orgelitanus 187 entiende por esta voz la voz de Ana f viuda, que octoginta quatuor annis, non g recedens de templo, loquebatur de Christo omnibus qui expectabant redemptionem Israel. San Gregorio papa 188 entiende por esta voz h de la tórtola la voz de la Iglesia, cuando ora y ruega por los fieles, la cual se oye en el cielo i, el cual, por ser para los justos, se llama nuestra tierra; y ansí es oída la voz de la tórtola en nuestra tierra. San Ambrosio, libro De Isaac, capítulo 4, entiende estas palabras con admiración, porque, siendo esta ave un animal castíssimo, dice: Bene addidit terra nostra, quasi admirans quod ubi ante impudicitia, ibi castitas 189; porque donde de antes no habíe sino torpezas y deshonestidades, ya se oyen voces castas y de limpieza. Lo cual muy más a la larga lo trai el glorioso Bernardo en el sermón 59 190, lo cual se podrá ver ahí j.
Hugo de Santo Victore, Libro 1.º Institutionum Monasticarum, capítulo 24, dice: Vox turturis audita est in terra nostra, dum ad paenitentiam auris interior inclinatur humiliter k. Terra enim nostra l de qua hic agitur, est animus, qui terrenae fragilitatis occupationibus irretitur. Llámase tierra nostra y tierra ajena. Tierra ajena cuando se sujeta al demonio, según aquello del psalmo 53: Alieni insurrexerunt adversum me, et fortes quaesierunt animam meam 191. Y en los Trenos dice Jeremías, capítulo 3: Terram nostram alieni devorant 192. Llamarse ha tierra nuestra cuando en nuestra alma no se hallare nada del demonio ni propio nuestro, sino que todas nuestras ocupaciones son amor de Dios y del próximo, oración y contemplación y ejercicios de charidad 193. Dice más el propio Hugo de Sancto Victore, in Sermone de Assumptione Beatae m Mariae, qui habetur in fine tomis secundi: Vox turturis vox amoris est, quia turtur gemitum habet pro cantu, planctum hic significari existimes, non cantum. Habet singularem dilectionem cui canit turtur, vel praesenti gaudium, vel absenti affectum 194. Es todo amor la tórtola, porque amor es no llegarse más que a su compañero, ni por presencia ni absencia no conocer otro. Siempre canta de una manera y nunca enfada.
San Bernardo, en el sermón citado 59, dice que por esta voz de la tórtola se entiende la voz de los que predicando gimen y lloran los peccados del pueblo. Dice luego, si muchos son los que predican y lloran, ¿cómo no es más que una [178v] la tórtola que canta? Dice el sancto: San Pablo nos suelta esta cuestión diciendo, Romanorum 8, n.26: Ipse Spiritus postulat pro nobis gemitibus inenarrabilibus. Et si multi sint, quos ita gemere audias, unius per omnium labia vox sonat 195. Y aunque muchos son los que gimen y predican, una es la voz del Spíritu Sancto que en todos suena. San Ambrosio 196, Sermone 6, in psalmo 118, san Jerónimo, Contra Joviniano, y san Agustín, Libro homiliarum n, homilia 33, tomo 10 o, y otros muchos doctores dicen: por la voz de la tórtola no sólo se nos encomiendan voces de gemidos, sino voces de castidad y pureza, las cuales voces de antes no se oían en nuestra tierra. Antes más se oían aquellas voces: Crescite et multiplicamini 197, porque entonces se tenía por afrenta ser la mujer estéril, cuando p los patriarcas q tenían muchas mujeres, cuando compelían al hermano y pariente del difunto resucitase la generación que no dejaba. Pero ahora ya aquella voz ha callado y se oye la voz casta de la r tórtola en nuestra tierra; ya está la honra y la gloria en la limpieza y pureza. Ya se dice en el evangelio 198: Beati qui se castraverunt propter regnum caelorum, Matheo 19. Ya entran los consejos de san Pablo que tratan de castidad 199. Ya nuestra tierra está llena de voces y clamores castas y puras 200.
¡Oh buen Dios, quién pudiera con voz de tórtola, que es amorosa, como hemos dicho, casta y de gemido, decir, con s un spíritu de Dios derramando lágrimas, las propiedades del predicador bien pinctadas en las propiedades dichas de la tórtola! Hemos visto cómo es animal solitario que vive en los desiertos y lugares t retirados u, significando v a los prophetas antiguos que habitaban por los desiertos, donde los prophetas se salían. Y ahora ya se oyen estas voces en nuestra tierra, en lo cual entiendo yo que al predicador evangélico siempre le ha de quedar la soledad y retiramiento de la tórtola, tratando con Dios en su celda y recogimiento. Sólo se ha de oír en nuestra tierra su voz, su predicación y sus sanctos consejos, porque no vendrá bien ser religioso de plaza y conversación y querer ser y tener voz de tórtola. Que por eso no se comparó esta voz a la de la paloma w, con su figura y pintura del Spíritu Sancto, porque, siendo x la paloma animal casero, no es casto, [179r] es animal libidinoso, que y eso es lo que z se saca del común trato y conversación de los hombres.
De aquí saco yo que, si es misericordia de Dios que esta voz se oiga en nuestra tierra habiendo sido de antes una voz retirada y escondida en la soledad, que lo será grande lo que Dios obra ahora con los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y los terceros de San Francisco, que por las calles y plazas se hacen predicadores de las alabanzas del Sanctíssimo Sacramento y cantan la doctrina cristiana. De suerte que lo que de antes se hacía en sólo las iglesias y púlpitos a, como en lugares solos y más retirados, ya se oye la voz de la tórtola en la plaza, en la calle y en nuestra tierra, voz que gime y llora, voz de amor y charidad. Lo cual es de tanta consideración y agradable a Dios, que convida a su esposa la Iglesia a que salga de su casa, porque ya se oyen estas voces en su tierra. Como si dijere: los mercaderes, que antes por malos tratos no eran nuestros, ya se han trocado de suerte que, hechos sclavos de San Francisco, en ellos como en nuestra tierra se oye la voz del Spíritu Sancto, que es voz de tórtola, ya ésos gimen y hacen penitencia, etc. b
Y para que se vea la diferencia que hay de estos sermones y voces a las que dan los predicadores en los púlpitos, se advierta lo que dice Orígenes 201, Homilia 4 ex quatuor, ubi ait: Vox turturis sine dubio sapientiae quam dispensator verbi loquitur inter perfectos, quaeve abscondita est in mysterio. Hoc namque indicat turturis appellatio, qui in secretioribus et remotis a multitudine locis vitam transigit, etc. Significa la voz de la tórtola, dice Orígenes, la sabiduría y misterios que están escondidos en la sagrada Scritura, de que son dispensadores los que predican la palabra de Dios, por ser ese animal ave retirada, escondida c, sola y apartada de la muchedumbre de las gentes. Pues decir ahora el Spíritu Sancto que esta voz se oye en d nuestra tierra, es decir que, si los misterios secretos y escondidos se quedan para los predicadores, que las cosas fáciles y claras se pueden dar a los ignorantes que las prediquen por las calles y que se oiga esta voz de la tórtola en todas partes. Y si no, digamos que esa sabiduría de Dios que así estaba escondida, significada por la tórtola retirada, ya se ha descubierto y manifestado, de suerte que ya se oye en nuestra tierra e, ya se pregona por las calles, ya se dice la doctrina cristiana por las plazas y a voces loado sea el Sanctíssimo Sacramento por las iglesias.
Dice más, que siendo muchos los que gimen y predican, no es más de una voz de tórtola, como hemos visto, porque todo es un spíritu, todo un Dios el que da voces y gime en los predicadores y el que habla en los sclavos y terceros del Sanctíssimo Sacramento. Si el canto es todo uno, ¿cómo nos puede parecer mal la voz de nuestros hermanos? Si la voz de la tórtola [179v] es voz de amor y de charidad, ¿qué es la causa que en los púlpitos se dicen palabras pesadas y tan rigurosas que apenas se pueden tomar en la boca, diciendo que sclavos y terceros les estaríe bien llamarse los de la religión nueva de Francia o los protestantes de Ingalaterra? Si la tórtola es todo amor y a quien canta ama si está presente y, si absente, le tiene afecto, grande amor debe tener el predicador a sus oyentes, voces ha de dar castas, puras, amorosas f, voces que sean gemidos, que por eso la voz del predicador se conpara a la tórtola. Con que respondemos a la duda que pusimos al principio de este párrapho, para que sepa el predicador que el predicar no está en el chirlar como el jilguero, en el tono como el del ruiseñor y en la suavidad, dulzura y melodía como en g otros muchos pájaros. Está en el gemir de la tórtola, en el derramar lágrimas para convertir a los oyentes, en el amor y charidad que les ha de tener, en su vida h casta, pura y retirada.
Y si alguna vez viere que algún sclavo del Sanctíssimo Sacramento da por las calles voces manifestando la honra y gloria de Dios y el tercero dijere la doctrina cristiana i, alabe j él a Dios una y mill veces, porque un Dios, un Spíritu es el que en su lengua manifiesta cosas secretas y en estotros manifiesta y publica cosas claras y fáciles; y que el Spíritu que en él descubre y saca de lo secreto y escondido altíssimos misterios, ese propio Spíritu en lo público y en k nuestra tierra saca cosas fáciles por las bocas de gente común. Y advierta que si, en este lugar que traemos, es comparada la gracia del Spíritu Sancto a la tórtola, ya sabemos que en la ley de gracia bajó el Spíritu Sancto en figura de paloma 202, dándonos a entender que ya se nos volvían las voces y gracia escondida, que sólo hablaba por los profetas, gracia manifiesta y pública, pues en nuestros tiempos con tanta claridad y facilidad se predica la doctrina cristiana l por las calles.
Saco de aquí también la obligación que tienen los sclavos y terceros, que m quieren cantar como tórtolas, de hacer n una vida pura y lo más que pudieren retirada. Y si por ser casados de todo no pudieren por la obligación [180r] del matrimonio, no se desconsuelen; sean castos con el afecto si no lo pudieren ser en el efecto, que dentro de sus límites pueden tener vida pura y casta, para que de esta manera o imiten en sus doctrinas y alabanzas del Sanctíssimo Sacramento a la tórtola. Procuren imitar a Ana viuda, que por espacio de ochenta y cuatro años su trato común era tratar de Cristo 203. Sea por toda nuestra vida nuestra conversación en los cielos 204, que es nuestra tierra p. Será divino consuelo, de que no está privado el casado y soltero. Sea nuestra voz de humildad y penitencia, como la del Baptista, de que no estará privado el soltero y el soldado.
Procure el sclavo del Sanctíssimo Sacramento, si alguna vez tuvo descuido en su linpieza, ser de ahí adelante tan casto como el nombre y trato lo pide, para que en él se cumpla lo que dice san Ambrosio 205: que, donde primero q había impudicicia, ya se oye la voz de la tórtola y r que ya sólo hay amor y castidad. Procure abrir las orejas interiores al Spíritu Sancto y a sus voces, no dando entrada en cosa al demonio y a los tratos ilícitos, para que siendo el alma suya, en ella como en su tierra se oiga s la voz de la tórtola t. Para que de esta manera, no hallando qué reprender en las tales personas, los predicadores los amen y quieran y tengan tan por suyos que las voces que dieren sean voces de tórtola, voces amorosas, voces no de vituperio, sino voces de alabanza, la cual siempre la demos a Dios por todos los siglos. Amén.
§ 18 [Victorias de la gracia que nos deben alegrar]
Tratando el propheta Esaías del tiempo dichoso de la gracia, de que por la infinita bondad de Dios ahora gozamos, dice en el capítulo 9, n.3: Laetabuntur coram te, sicut qui laetantur in messe, sicut exsultant victores capta praeda, quando dividunt spolia. Dice que se habían de alegrar, regucijar los fieles, como se alegran y regocijan los segadores en el verano y como los soldados dada la batalla, cuando dividen los despojos. Y la causa de esta alegría habíe de ser porque las victorias que Cristo tuvo y alcanzó, quitando de nuestras a cuestas el yugo pesado de la ley y la sclavonía y tiranía de satanás, habíe de ser como la victoria que se habíe alcanzado en el tiempo y días de Madián.
Esta victoria contra los madianitas que alcanzó Gedeón, Judicum b 7, n.12, ya hemos tratado de ella en el párrafo 15. Pero para que mejor se vea c la causa [180v] de regocijo a que convida aquí el propheta para el tiempo de que nosotros ahora gozamos, es bien de paso lo tornemos a advertir. Dice el sagrado Texto en el lugar citado que, yendo en huida los contrarios, iban en su seguimiento trecento viri buccinis personantes. Et immisit Dominus gladium in omnibus castris, et mutua se caede truncabant 206. Que los seguían trecientos soldados tocando sus trompetas y ellos huyendo se mataban d, de suerte que fue victoria muy gloriosa, que con sólo trompetas y voces dieron cabo e de sus enemigos, siendo verdugos de ellos sus propias manos. Pues dice Esaías: Regucijarse han los hombres f en el tiempo de la gracia, como se regocijan los soldados cuando dividen sus despojos alcanzando su victoria y como los segadores en el verano g. Y la razón será porque las victorias, como si dijera, que Cristo ha de alcanzar han de ser como las de Madián, porque con sólo voces y predicación del evangelio se han de alcanzar, de suerte que huirán los malos del ruido y estruendo que hace nuestra sancta fee; y sin derramar sangre ajena, Cristo solo derramando la suya, será causa para que envíe Dios sobre los hombres un cuchillo de amor con que ellos propios se castiguen y den la muerte a los vicios, a su carne y sensualidad, como por experiencia vemos que se ha hecho y lo hacen los sanctos, varones perfectos y religiosos recogidos. Regucijaos, como si dijera, que vendrá Dios, levantará su voz y la de sus apóstoles; hará con esas voces huir los idólatras y las idolatrías, los infieles y la infidelidad. Y enviará Dios un cuchillo de amor, que desterrándose ricos y poderosos a los desiertos y campos, ellos propios se castiguen y atormenten con penitencias y mortificaciones.
¡Oh sancto Dios mío, y con cuántas veras me debo yo alegrar porque veo estas congregaciones de esclavos, estas doctrinas de terceros, que victoria es ésta que hoy alcanza Dios de tanta gente, rindiendo a los unos a una sclavitud divina y los otros a una mortificación perpetua y disciplinas continuas! Sólo podemos entender que estas victorias las ha alcanzado el divino Spíritu sonando su voz, como voz de trompeta, en la tierra nuestra, que es en las almas y entendimientos de aquellos que le h escuchan. Y con sólo eso envía Dios un cuchillo, no ajeno sino propio, que son sus propias manos, con que se castigan y maltratan sus cuerpos. Estas son las victorias nobles por quien nos hemos de alegrar. Que esotras, en que hay venganza de manos, desenvainar spadas [181r] en los púlpitos, no valen nada, porque ahí ríndese el enemigo por fuerza, y no quiere Dios sino conversiones voluntarias. Cuánto más que, no siendo enemigos de los que tratamos sino amigos, bien es que ellos se den la sentencia de las culpas, si lo fueren, y descubriéndoselas yo ellos se condenen, que así son las victorias que Cristo alcanzó, por que pide todos se alegren.
Pues veamos ahora por qué pide que esta alegría sea como la que tienen los soldados cuando dividen los despojos alcanzada la victoria y como la que tienen los que ya meten sus trigos. Que, si bien lo notamos, estas fiestas son muy diferentes que las demás, porque toda su alegría la remite el segador a un relincho, a un grito y canto rústico. Porque aquí jamás se halla la arpa, la cítara y el vigolón, la trompeta y sacabuche, el tiple, tenor y contralto. Todos cantan y muestran el alegría interior que reciben de ver ya la cosecha y buena cogida. Lo propio veremos en los soldados después de habida la victoria, que todo es estruendo y ruido, un asombro y gritería, cuando sin música y i melodía, arrastrando las ricas banderas de los contrarios, disparan sus tiros sin pelotas. Esta es el alegría que quiere Dios en sus siervos en el tiempo de la ley de gracia, no tanto en las danzas e instrumentos músicos como en unas voces salidas de allá dentro de las entrañas y corazón; no tanto en las palabras bien concertadas cuanto en el alegría que sale del corazón puro. Arrástrense, arrástrense j por esas calles los ricos vestidos con que los hombres de antes hacían guerra a Dios. Disparen gritos de alabanzas al Sanctíssimo Sacramento, que así quiere Dios se celebren sus victorias, con struendo y ruido de penitencia, sin hacer mal a nadie.
De aquí saco yo y vengo a entender la causa por qué dicen que los buenos predicadores son malos cantores y, por el contrario, los buenos cantores son malos predicadores. Y es que el canto suave se forma en la garganta sin entrar más adentro y el buen predicador forma la voz allá dentro y la saca de las entrañas, que es propiedad contraria al buen k cantar. Dándonos en esto a entender ese exemplo así material l que no vale nada para predicador quien forma la voz acá fuera en la garganta y entre los dientes, donde tiene poco de vida y mucho de aire. Ha de ser una voz que salga de lo profundo del alma, que tenga su vida en el corazón.
De aquí veremos la causa por qué fueron trompetas, más otros instrumentos músicos, los que mandó Dios a Josué sonasen y tañesen los sacerdotes que habíen de cercar a Jericó, a cuyo ruido y voz habíen de derribar las murallas de la ciudad. Y no cualesquier trompetas, dice Dios, sino eas quas usus est in jubilaeo 207, dándonos a entender lo poco que tienen de exterioridad las cosas de Dios, pues, [181v] no siendo este instrumento músico el más sonoro y suave, se contentó Su Majestad de hacer la guerra y allanar la tierra con trompetas que, tañéndose con la boca, se tienen con las manos. Dándonos en eso a entender cuáles han de ser las voces que en los púlpitos y plazas harán provecho y las m que harán guerra al enemigo y alcanzarán las victorias de Dios. No las voces que se entonan y representan, no las que se componen y toman punto. Sólo aquellas voces que, saliendo de las entrañas, se acompañan con las manos, que son las obras. Y no cualesquier trompetas sed eas quas usus est in jubilaeo; aquellas trompetas que se tañen en las fiestas y jubileos. Dándonos a entender cuán semejante fiesta es para Dios cuando un predicador convierte un alma a la que en el cielo le celebran y hacen los ángeles 208, que así es figurada la gloria y bienaventuranza de que gozan los santos al año del jubileo, en que las cosas venían a sus primeros dueños y todos descansaban.
Yo confieso, padres míos predicadores, que las voces que se dan en n los púlpitos habíen de ser las que se habíen de dar por las calles cercando las casas de los peccadores, derribando los muros y fortaleza de los que ofenden a Dios, pero, puesto caso que, siendo trompetas de jubileo, no quieren trompetas de guerra y que, siendo trompetas de fiesta, no lo quieren ser de campo y poblado, no desonarán a Dios las voces de los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y la doctrina de los terceros. Que, puesto caso que el buen predicar no está en el tono exterior de las cuerdas bien templadas de la cítara o y de la arpa, sino en la voz que sale de lo secreto del corazón, provecho harán los que por las calles alaban a Dios y le bendicen. Dejémoslos dar una y otra vuelta, hasta siete como las de Jericó 209 y hasta que no tengan cuenta, que cuando más seguros estemos se verán p con esos medios tan bajos sacar Dios provechos admirables, porque con ellos, como con trompetas por quien son significadas obras y palabras, dará Dios en tierra con los muros de Jericó, con otros que por las calles hallarán enpinados y levantados.
Muy propio es de Dios tomar medios muy conformes a los fines que pretende y, para q convertir peccadores, escoger otros de su condición, los cuales convertidos suelen hacer grande riza y traer otros a Dios. El reclamo ha de ser de la propia especie para que haga provecho y abata a la tierra los pájaros que vuelan por el aire; y para sosegar un toro furioso y sujetarlo, echan otros bueyes ya mansos. Esta pienso yo que fue una de las razones que Cristo tuvo para hacer tanta fuerza y poner tanta [182r] eficacia en la conversión de san Pablo, porque, como entonces habíe tantos perseguidores de la Iglesia y tantos que desenfrenadamente maltrataban a los predicadores del evangelio, sacó Dios, como si dijéramos, de la propia vacada un toro furioso que fue Pablo, el cual, amansándolo en el cielo 210 y dándolo rendido y del cabestro a Ananías 211, lo traían de pueblo en pueblo por todo el mundo, amansando otros toros y leones y ganando almas para Dios, como hacen los que train el león manso por las calles ganando dineros. Lo propio hizo Dios con la Magdalena 212, que la escogió y hizo reclamo para que otras muchas que volaban por la vanidad abatiesen el vuelo r. Paréceme a mí, cuando salen los terceros diciendo la doctrina cristiana por esas calles y de mercaderes representando hombres desengañados, que los predicadores habíen de servir de dar voces llamando a otros, para que todos a una fuesen sanctos. Así como el que quiere traer a la mano el gavilán que voló y se le s fue no sólo le muestra el cebo en la mano, sino que juntamente le da grandes voces, de estimar es que quiera Dios poner en la mano de los predicadores muchos mercaderes y personas casadas que sirvan de cebo para la conversión de otros muchos, pero juntamente han de dar voces llamando al peccador huido y ablentado.
§ 19 [El anuncio de la doctrina cristiana por las calles completa el que hacen los predicadores en los púlpitos]
Tengo por singular merced el que Dios ha hecho a nuestra Iglesia en estos tiempos, de que, frecuentándose la palabra de Dios tanto en nuestros tiempos, se haga con ella tanto provecho en los púlpitos, que su eco resuene en las calles y en las plazas, señal de que el Spíritu Sancto anda de por medio y que hay trabazón entre los alcaduces altos y bajos por quien viene encañada esta agua; digo, entre los que predican y los que oyen. Así como el que en la parte secreta tañe el órgano, no suenan los cañones si no están en su lugar de suerte que puedan recebir el aire que les comunica el que menea las teclas. Demos mill gracias a Dios porque suenan las voces de los casados y mercaderes por las calles diciendo la doctrina cristiana a, que es señal que con amor y charidad b están juntos y trabados con quien en los púlpitos, como maestros, menea las c teclas y se les comunica el aire y viento del Spíritu Sancto.
Lo cual estuvo bien figurado en la junta que hizo Dios de Moisés y Arón para que entramos acudiesen al beneficio de la predicación y libertad de su pueblo, [182v] siendo el uno sabio pero tartamudo 213 y el otro ladino y menos entendido en los misterios 214 que Dios descubría por Moisés. En d estos dos estuvieron entendidos los dos estados de la Iglesia, secular y eclesiástico, a quien siempre los quiere Dios tan unos que, si fueren dos los que hablaren, digan y hablen unas propias cosas, y unos misterios, si revelados a uno, publicados por entramos a dos, que parece el uno solo no cumplía con todo lo que Dios pretendía. Lo propio digo yo en la materia que aquí tratamos, que es gran cosa que el seglar y el casado predique y publique lo que Dios enseña a los predicadores y letrados, que parece e perficiona Dios con las lenguas de los unos lo que Dios descubre a los otros, según aquello que David dice, psalmo 8: Ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem 215; de la boca de los niños, Señor, perfeciste y perficionaste tus alabanzas.
Donde debemos notar con san Bernardo, Sermone 68 In Cantica, que no dijo David fecisti, sed perfecisti laudem, quoniam quasi imperfectum judicat Deus coelestium spirituum laudem, nisi militantis Ecclesiae laus illi adjungatur 216. Parece, dice, queda como manca la alabanza que los spíritus divinos dan a Dios si no se le juntan los hombres. Tolle hanc, inquit, et ipsa sanctorum angelorum pro imperfectione sui numeri gloria claudicabit, nec Dei civitas de sui integritate gaudebit. Et sic dabis michi infantes et lactentes, quorum, ex ore laudem suam perficiat Deus? Coelum non habet infantes, habet Ecclesia, quibus et dicit, tamquam parvulis in Christo: Lac vobis potum dedi 217. Et hi ad laudem quasi complendam a propheta invitantur, dicente: Laudate, pueri, Dominum 218. Tu putas Deum nostrum totam habiturum gloriae laudem, donec veniant qui in conspectu angelorum psallant illi 219. Digámoslo en breves palabras. El cielo donde Dios habita y es alabado, no están f estas alabanzas y gloria cumplida hasta que con los ángeles se junten los hombres, a quien san Pablo llama niños y necesitados de que los alimenten con leche. Y esto es perfecisti laudem. Y esto es lo que dice David: En presencia y compañía de los ángeles te alabaré, Dios mío 220. Pues si los ángeles, con ser spíritus divinos, para que sus voces y canto sea perfecto aguardan que se les junten los hombres y todos a una le llamen y digan a Dios sancto, señalada merced es la que hoy hace Dios a su Iglesia de juntar a los grandes predicadores, que en la Iglesia hacen officio de ángeles, los seglares casados y mercaderes, a quien por su ignorancia podemos llamar niños, para que juntos unos con otros las alabanzas de Dios sean perfectas.
Vido Esaías 221 a Dios sentado en su trono levantado y sobre él dos seraphines, los cuales, meneando y batiendo las dos alas de en medio, que son las del corazón, clamabant alter ad alterum. Con las otras cuatro cubrían el rostro y los pies, que significa la profundidad de los misterios scondidos de Dios, para quien [183r] no hay ojos por hallar en ellos una infinidad sin principio ni fin. Sólo descubrían el corazón que tenían batiendo y meneando las alas, deseando volar más y más. Et clamabant alter ad alterum, como quien se convida, se incita y provoca a las alabanzas de Dios. Et clamabant; no con voz baja, sino a voces y con fervor de spíritu. Estos dos serafines que estaban a la redonda del trono de Dios —que así trasladan los Setenta: stabant in circuitu eius 222— significan los dos estados de que vamos hablando, porque con ellos tiene Dios adornado el trono de su Iglesia, sobre quien está sentado y descansando. Estos dos estados, si taparen los ojos dándose por rendidos al conocimiento altíssimo g de las cosas de Dios, han de descubrir el corazón, en quien ha de haber tan grande amor de Dios y del próximo que con entramos, como con dos alas, se han de estar excitando entramos estados, seglares y eclesiásticos, al vuelo más arriba de la perfección y convidándose a dar voces por esas calles alabando a tan gran Señor y diciendo: Sea alabado el Sanctíssimo Sacramento.
Los hijos de Jacob no negociaron del todo y como quisieron con Joseph su hermano, que a la sazón era gobernador en toda la tierra de Egipto, hasta que llevaron consigo a Benjamín, su hermano menor 223. Este es buen despacho h y negociar con Dios los sacerdotes y predicadores: el llevar consigo a su hermano menor, que es el estado secular; y que entramos parezcan haciendo un propio officio, o por lo menos y por mejor decir, una misma correspondencia, acudiendo los unos con el querer y voluntad de los otros. Y si los seglares no pueden acudir con el efecto a lo que hacen y pretenden los sacerdotes y predicadores por ser su officio más alto, acudan con el afecto a imitar en lo que pudieren todo aquello que les mandaren y ordenaren. Quien dice el Spíritu Sancto que hirió el corazón del sposo fue uno de los dos ojos de la esposa y un cabello del tranzado que traía al cuello. Así lo dice el propio sposo: Vulnerasti cor meum, sponsa mea, in uno i oculorum tuorum, in uno crine colli tui 224. Donde hemos de notar que no dice absoluta y solamente en un ojo y en un cabello, sino en uno de tus dos ojos y en un cabello de tu tranzado, dando a entender en esto que en tanto se dio el mismo Dios por vencido y obligado del un ojo de su esposa en cuanto estaba junto con el otro y el cabello con los demás, porque si solos estuvieran, no se diera el esposo por obligado. Son, pues, los dos ojos de la Iglesia los sacerdotes predicadores y seglares. En tanto se dará Dios por rendido a las oraciones, ruegos y sacrificios de los sacerdotes en cuanto este ojo esté junto con el otro y vivan en suma paz y quietud, en cuanto ese cabello está junto y tranzado con los demás.
Parece que son el par de tórtolas o palominos que mandaba Dios que se ofreciesen por los peccados de los hombres 225. Es la junta que hizo Dios en el monte Tabor con Moisés y Elías 226, representando Moisés [183v] a los sacerdotes y Elías al estado secular. Porque todo lo demás fuera la división de las lenguas de la torre de Babilonia, donde no acudiendo los peones a dar con puntualidad los materiales que los maestros pedían, porque no se entendían unos con otros, cesó el edificio y se detuvo la fábrica, no saliendo con lo que pretendían 227. Tampoco edificarán los predicadores el día que les falten los materiales y piedras con que se edifica j este templo vivo de la Iglesia 228, que son los seculares, en quien, como en piedras, adolan y trabajan para mejor las avenir según la regla y cartabón que la Iglesia tiene echado.
¡Ojalá pusiésemos los ojos en lo mucho que ama Dios a los peccadores, las diligencias que hace para que le vengan las manos, quitarles la carga k pesada que train sobre sí, limpiarlos y hacerlos amigos suyos! Esto bien se sabe, pues por ellos nació, vivió y murió derramando l tanta sangre. Y si el sacerdote traía en el racional m y sobre el pecho scritos los hijos de Israel 229 (Exodi 28, n.29) n por ser aquella parte tan principal, tenerlos más al ojo para rogar por ellos y en el lugar donde tiene casa el afecto y amor, el mismo Dios o scribió al peccador en su propio corazón donde le procuró dar entrada, para que los golpes del peccador fuesen una misma cosa con los que da el corazón para dispertarlo y llamarlo a su favor y ayuda; y no sólo ahí, sino en sus propias manos, para tenerlo a mano usando con él cada día de misericordia.
¡Oh buen Dios, y qué has hecho por los hombres, y no tanto por los buenos como por los que desenfrenadamente te ofenden, como tú propio p dices 230: Non veni nisi ad oves, quae perierant domus Israel! ¡Cuántos fueron los pasos que por ellos diste, cuántos los cuidados en que te pusieron! Y con todo eso, no te hartaste ni enfadaste con lo padecido ni con las personas por quien lo padecías, pues cada día te hallamos, como tú propio dices, Cant [sic], llamando a su puerta, donde, después de te haber offendido una y mill veces, deseas hacer las paces, entrar y cenar con él 231. Si esto es así, como lo es, ¿qué sacerdote y predicador puede decir es padre y imita a Cristo, que no eche por ese propio camino amando a los peccadores para reconciliarlos con Cristo, para rogar por ellos, para dolerse de sus defectos y faltas como si fueran propias, y traerlos sobre su corazón y metidos en sus entrañas, para que con ellas les curemos sus enfermedades? Estas son las obligaciones de los tales para con aquellos que aún son malos, que, en fin, valen lo que a Dios le costaren y tras [184r] ellos se le van a Dios sus ojos.
Y si esto se ha de hacer con los que son malos, ¿qué se ha de hacer con los que son buenos, o por lo menos, lo pretenden ser haciendo obras de que debemos juzgar bien? No sé qué decir de esto, porque es tanto lo que Dios estima a un bueno que fuera nunca acabar, aunque hiciéramos muchos libros, tratar de su precio, estima y valor, los amores, requiebros, gustos y contento que tiene Dios con un alma sancta, siendo estos tales el adorno y hermosura de Dios. El nos lo dé a entender por quien es para que, dondequiera que veamos a un justo, como a verdadero retrato y semejanza de Dios, lo pongamos sobre nuestros ojos y aun nos tengamos por indignos de ponerlos donde él pone sus pies.
§ 20 [Resumen de lo dicho en los párrafos precedentes]
Yo quisiera en este último párrapho resumir todo lo que en estos pasados se ha dicho, para que viéramos cómo en ellos no nos habíamos desviado del principal intento que traíamos en nuestras exhortaciones, donde íbamos tratando de la perseverancia en el camino de la virtud, causa que fue por qué nos hubiésemos divertido en estos párraphos pasados respecto de que, siendo este camino de la perfección camino tan largo como lo es Dios por ser el camino para sí propio en quien se halla vida eterna, alejándose un hombre de los que le miran caminar por ese anchuroso mar, no sabiendo de ellos, como si fueran naves perdidas, llenos de admiración e ignorancia suelen murmurar los hombres y tenerlos por hombres singulares. Y tienen razón, que sí lo son singulares, pues apenas hay en el mundo qui faciat bonum usque ad unum 232; y ha quedado la virtud tan sola que ni se conoce ni hay quien trate de ella, si no es in abstracto, de suerte que con los ojos del cuerpo no se vea, sino sólo por operación del entendimiento, donde no tiene entidad, color ni sabor. Y así, como se mira de lejos, parecen a las cosas de virtud cosas fingidas y torres de viento.
Y bien son torres las que hacen los justos, por quien se suben al cielo y levantadas con el viento del Spíritu Sancto, a cuya luz ellos quedan deslumbrados para no ver b la verdad de vida de estos c hombres que ellos llaman singulares, viendo d que por la mar, que decíamos, que es Dios, se trasponen y remontan a los que, parados en el puerto de este mundo, los miran quedándose ellos en tierra e, y esotros en cielo y summo bien f. [184v] Como otro g Elías (4 Regum 2, n.11) h, a quien cogió Dios en un carro de fuego y dio con él en un cielo y gloria, donde está guardado. Lo cual no entendiendo como debían los hijos de los prophetas, rogaron a Eliseo les diese licencia para lo buscar, no fuese caso que hubiese dado Dios con él en algún valle o monte: ne forte tulerit eum i Spiritus Domini et proiecerit eum in unum montium aut in unam vallium. Siendo la verdad que ascendens Elias in coelum, clamabat Eliseus: Pater mi, pater mi, currus Israel et auriga eius 233. Llévanlo al cielo y búscanlo por los montes y en los valles, como si el Espíritu de Dios lo levantara y sacara de la tierra para arrojarlo y dar con él en lugares bajos. Es éste el juicio y entendimiento de los hombres j: pensar bajamente de Dios y de sus siervos. Aparta y sube el Spíritu de Dios a un justo a un stado de perfección, que por su altura la podemos llamar cielo, y piensan los hombres de carne, porque los ven humillados, despreciados y abatidos, los ha arrojado Dios en algún valle de miserias, siendo la verdad que los tiene ahí guardados y conservados, como a otro Elías, hasta cuando sea la voluntad de Dios cumplida. En fin, en fin, la carne no sabe ni entiende las cosas de Dios como son, que si ella las gustase, ella dejaría de ser carne y, vuelta spíritu, vería, como otro Eliseo, cómo su hermano y compañero que se le apartó del lado subió en carro de fuego a un lugar apartado, donde goza de Dios con más seguro.
Recia cosa sería si este poco saber y corto juicio, que así se halla tras cada paso en los hombres, se hallase también en los religiosos. ¡Oh qué mundo tan malo y pernicioso sería que tal plática k, conversación y murmuración entrase en las religiones y religiosos l reformados y que en ellas, ya que no hubiese quien a la clara persiguiese los justos y varones penitentes que se procuran aventajar en la virtud, por lo menos por vía de m rissa, burla, recreación, querer tener y hacer platillo y entretenimiento con el religioso que algo más se mortifica, hace penitencia y procura aventajar en la virtud! Téngolo esto por tan malo y pernicioso que no sé cómo lo canonizar de suerte que le pueda dar el título y nombre que merece y que no parezca hablo de burlas con gente semejante. Diciendo que son como la zorra, que las uvas que ella no alcanza [185r] dice que no están bien maduras, y como el perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer, es muy poco decir de esta gente que murmura n de la virtud que ellos no tienen y, si quisieran, pudieran muy bien alcanzar; y que [son] como perros de estómago y calidad diferente de lo que la virtud quiere, pues no siendo ellos quien deben estorban a quien lo busca. Digo que es especie de blasfemia y parentesco de herejía decir mal de lo bueno, negar la verdad y desapoyarla o, porque eso sólo se hace donde no conocen a Dios y la verdad de sus caminos. Es ceguedad y engaño manifiesto llamar a lo dulce amargo, a la luz tinieblas, a la verdad mentira y a la virtud vicio.
Parece los podríamos los que de la virtud murmuran comparar a los tigres, de quien dice Plinio 234 que es tan feroz que ningún animal perdona; acomete a los toros, ciervos y ovejas y a todos los demás. Que, en fin, el león, con ser tan feroz, dicen que ha menester tener mucha hambre para acometer a una mujer o a un niño. Pero el peccador desalmado, de quien vamos tratando, es recia cosa que se enbravezca con la mansedumbre y piedad de un justo y, por bueno que sea, lo murmure y maltrate. Y así dice David: Sicut novacula acuta fecisti dolum 235. Cometes maldad y, cuando murmuras, haces officio de navaja sobre la cabeza del justo, que, botándose ella deja la cabeza limpia y más hermosa. Y así lo queda el justo después de la murmuración del malo: más limpio y más purificado, porque no sirvió más que de ser causa de que, si el justo tenía algunos defectos, los quitase.
Lo que yo hallo aquí que notar es que a los justos los compare David a los cabellos, contra quien hacen guerra los malos, pues a ellos los comparan y dan officio de navaja. Pues si los justos son cabellos, y cabellos no así como quiera sino como los de Absalón, que hermosos en su cabeza aún lo eran más entre los tranzados y cabezas de las damas de Jerusalén 236, sepamos la causa por qué contra ellos se enbravecen los malos. ¿En qué me estorban a mí los cabellos p y pensamientos de los justos, que si en ellos son hermosos, a quien se quiere adornar con ellos le son de grande belleza y hermosura? No hay otra causa de eso, sino que el malo es peor q [185v] y más cruel que el tigre.
Dice Plinio, refiriendo a Varrón, De lingua latina, que el tigre en oyendo el sonido de las campanas se espanta, de tal suerte que se torna loco, furioso; y así se despedaza a sí mismo con sus propias manos. ¿Hay exemplo más vivo de los que en los párraphos atrás hemos ido hablando, de los que se tornan locos y furiosos con oír decir este título y nombre de esclavos del Sanctíssimo Sacramento, y que r, por ser nombre campanudo de estruendo y de ruido, se quieran despedazar a sí propio con sus manos, a semejanza de las abejas, que picando y haciendo mal se quitan a sí la vida? De un tigre cuenta Gomarra, dice Plinio, que, haciendo grandíssimo mal en un pueblo a los ganados y puniendo grande miedo a los hombres, dieron orden de cogerlo, y pudo tanto su industria que lo cogieron y mataron; y que, junto a la parte que lo mataron, había s una cueva y entrando dentro hallaron dos tigres chiquitos y no con ellos la madre que los criaba. Pareciéndoles que sería bien dejarlos que los criase la madre para enviarlos y presentarlos cuando grandes a España, atáronlos con dos cadenas en su propia cueva t, de suerte que fuese imposible desatarlos u. Pero, yendo a verlos de allí a pocos días, hallaron las cadenas de la misma suerte que las dejaron sin haber rastro ni señal de los prisioneros. Y así se entendió que la madre se los había comido, porque nadie gozase de ellos ni viniesen a ser sclavos de los hombres. ¿Puede ser mayor fiereza ni crueldad que comerse a sus propios hijos porque, siendo tigres, no viniesen a manos de hombres?
¡Oh sancto Dios mío, no quisiera que este exemplo tuviera tanta verdad y semejanza en su aplicación a lo que vamos tratando! ¿Qué significa murmurar de los sclavos del Sanctíssimo Sacramento y de los que buscan y sirven a Dios, mortificando sus pasiones y perdiendo la fiereza de tigres, haciéndose ángeles en el nuevo officio, sino que siente tanto el peccador ver aherrojados y con cadenas a los sclavos de Jesucristo y del Sanctíssimo Sacramento que, porque no lo sean, se los comen y despedazan? Pues válame Dios ¿no son nuestros hermanos y próximos, a quien debemos amar como a nosotros mismos? Pues ¿por qué nos los maltratamos v? No hay otra razón [186r] más de que son sclavos y quien se los come tigre.
Yo tenía mucho deseo de saber por qué las historias hacen mención de los camellos para negocio de guerra, por ser animales lerdos y pesados y parece cosa imposible decir que un hombre encima pueda acometer al contrario y vencerlo. Y dice Jenofonte, De instit. Ciri, lib.7, que sólo servían en la guerra con su fiereza de atemorizar los caballos y desbaratarlos, porque los que iban encima ni vencían ni eran vencidos. En los camellos son representados y figurados los justos y esclavos del Sanctíssimo Sacramento, porque, así como el camello es sólo animal de carga, así lo son los sclavos, que para eso toman ese officio. Y así lo dijo Cristo de san Pablo w: Vas est ellectionis iste x michi, ut portet nomen meum 237. Ha de ser y de carga sobre quien yo ponga las obligaciones de mi nombre. Y así lo son los sclavos, ganapanes del Sanctíssimo Sacramento que llevan por las calles este sanctíssimo nombre y la honra que se le debe, diciendo cada momento: Sea alabado el Sanctíssimo Sacramento.
Tiene otra cosa el camello, que para cargarlo se hinca de rodillas. Y esto propio hacen los justos y han de hacer los sclavos, que, cuando los cargaren de cuidados de su officio, de penas o murmuraciones, se hinquen de rodillas, se humillen y conozcan cuál es su officio. Que así lo hacíe san Pablo, sclavo verdadero, cuando decía: Maledicimur, et benedicimus; persecutionem patimur z, et sustinemus 238. No huimos el cuerpo a los trabajos, a las murmuraciones y afrentas. Porque de eso sirve la cadena del sclavo, de atarlo para que no se aparte del officio que debe ni huiga de los palos que le dan a.
Pues veamos ¿quién hizo el camello para la guerra? ¿Quién al justo lo metió entre las murmuraciones del peccador? ¿Quién lo hizo tan aborrecible que todos lo persigan? ¿Por qué él no vence a nadie ni es vencido, él no murmura ni persigue, ni las persecuciones de los otros lo ahogan: et non confundimur b 239? Digo que la razón por qué el justo es de guerra es porque es tanta la fiereza c de la virtud y del justo a los ojos de los malos que, como a caballos lucidos del mundo, los desbaratan y los descomponen. Basta aquel asombro, ruido y estruendo del nombre campanudo de esclavo para que haya quien quede asombrado y atemorizado.
Los indios, dicen [186v] que al principio que los spañoles guerreaban con ellos, sólo con oír el ruido y trueno de una scopeta se daban por vencidos, diciendo que eran dioses que tronaban los que peleaban contra ellos. Los gusanos de la seda se mueren cuando truena y los pollos que saca la gallina, si no han salido del cascarón. Cierto que tuviera yo por afrenta, sabiendo que los sclavos del Sanctíssimo Sacramento son hombres como yo, de asombrarme con su nombre campanudo, y que me ahogue como a gusano delicado de seda, y que ese pequeño ruido me engüere como hombre que en la virtud aún no ha salido del cascarón, y como quien se atemoriza del ruido de la hoja que por el aire vuela.
§ 21 [Significado y exigencias del nombre de esclavos del Santísimo Sacramento]
Diránme ¿de dónde tuvo origen el llamarse esclavos del Sanctíssimo Sacramento y que este altíssimo misterio que aquí está encerrado use más de este término de esclavos que da a sus devotos que otro ninguno de cuantos la Iglesia celebra, para que de ahí saquemos la verdad y obligación del hombre en orden al nombre y al officio que le corresponde? Podría de esto haber muchas razones, en que no me detendré. Ninguna cosa ha habido en que el hombre se dé por tan rendido y esclavo como por el comer y beber, pues vemos que, entre los ardides de guerra, éste es el más poderoso para sujetar los fuertes y poderosos contrarios. Y sin usar de historias humanas, hartos exemplos pudiéramos sacar de las divinas letras, pues éste vemos fue el medio eficaz que tomó el demonio para derribar y contrastar aquellos dos castillos roqueros de nuestros primeros padres 240, hombres tan fuertes y bien pertrechados. Y no le salieron en vanos sus pensamientos, por nuestra desgracia y sus peccados, pues por ese camino los vino a rendir de suerte que quien era señor de todo lo criado lo vino a hacer siervo y esclavo del demonio, sujeto a sus pasiones y aun rendido a las criaturas, que tanto menos valían que él. También sabemos que, siendo Esaú a el mayorazgo de su casa, señor sobre sus hermanos, vino a venderlo y a quedar hecho siervo por una escudilla de lantejas 241. Y Jacob le dijo a Dios, después de haber recebido grandes favores de su mano en la visión que tuvo del escalera b: Si dederit michi Dominus panem ad vescendum 242, serviam illi omnibus diebus vitae meae 243; si me diere pan que coma, servirle he todos los días de mi vida. Y sin traer testimonios de lejos, ¡cuántos hay de cerca y tenemos delante de los ojos de los millares que en lo temporal se hacen sclavos y siervos de los hombres y, en lo spiritual, sclavos de satanás, por comer y beber! ¡Cuántos poderosos [187r] se rinden y hincan la rodilla a otros, reverencian y respectan con más sujeción que si fueran sclavos, sólo por comer!
Pues digo yo ahora, si un pan ordinario, una scudilla de lantejas, una manzana y pedazo de pan así avasalla y sujeta, rinde y hace sclavos, ¡qué mucho que este pan celestial y divino contraste al hombre para que se rinda y sujete a Dios! ¿Habíe de ser menos que el pan que daba y repartía Joseph, por quien Faraón se vino a hacer señor de las haciendas y personas de todos los de su tierra 244? No por cierto, sino mucho más, pues es pan más necesario para la vida espiritual que estotro para la corporal, porque de el pan de acá dice Cristo al demonio, que también por hambre lo quiso rendir y sujetar, diciéndole que convirtiese las piedras en pan, le dijo: Non in solo pane vivit homo 245. Que fue decir: muy mal hacen los que por este pan de acá abajo se vuelven sclavos, pues hay mill modos de poder sustentar la naturaleza humana sin pan, pero no el spíritu sin este divino sacramento. Pues dél dice Cristo c: Nisi manducaveritis carnem Filii hominis et biberitis eius sanguinem, non habebitis vitam in vobis 246. No hay vida sin este pan, él es el que la da y la conserva: Qui manducat hunc panem, vivet in aeternum 247. Pues pregunto yo ¿qué hombre hay que, tiniéndole otro derribado y en tierra y ofreciéndole la vida porque rinda las armas y sujete su persona, no lo haga? Yo pienso que nadie habría, porque más vale la vida que todo cuanto hay. Así lo dice el sancto Job: Pellem pro pelle, et cuncta quae habet homo dabit pro anima sua 248. Todo lo que el hombre tiene debe dar por redimir su vida, hasta darse, como si dijera, a quien le quite el pellejo. ¡Qué mucho que nos hagamos sclavos del que en este manjar divino nos da vida y con sus dádivas nos tiene derribados en el suelo con conocimiento de que no podemos pagar nuestras obligaciones si no es rindiendo las armas y haciéndonos sclavos!
Otras muchas razones hay, que, por ser algo ordinarias y ya predicadas, no las quiero decir y traer aquí. Será Dios servido, si hubiere lugar, yo trate esta materia más de profeso. Sólo quiero ahora traer una razón que es más singular de este misterio y fiesta del Sanctíssimo Sacramento y de su institución. San Pablo, Ad Philipenses 2, n.7, dice tratando de Cristo: qui cum in forma Dei esset, non rapinam arbitratus est esse se aequalem Deo, sed semetipsum exinanivit formam servi accipiens. Que, no obstante que en su sustancia y esencia era verdadero Dios —eso quiere decir forma Dei— y cuando lo consideraba y veía, echa de ver que ni lo tenía hurtado ni robado, sino que de su cosecha y de su misma generación le venía, y que en fin [187v] le era cosa nacida y natural; no obstante esto, miró con tan buenos ojos la humildad y el abatimiento voluntario, que de su elección y por su gusto se quiso mortificar y despintar de manera en el traje y en el hábito que pareciese no señor sino siervo y esclavo.
Esta forma de siervo, como lo declaran san Agustín 249, san Jerónimo 250, san Gregorio 251, con otros muchos d, tomó cuando vistió nuestra carne e humana. La cual servidumbre, según declaran muchos sanctos, fue respecto de Dios, según él mismo lo declaró por Esaías: Ecce servus meus, suscipiam eum 252; veis allí mi siervo, sabed que me lo quiero para mí y que yo me tengo de alzar con él. Y poco más adelante: Parum est tibi ut sis michi servus 253; ¿a poco tienes el ser siervo mío? Más, aunque es verdad que dende el principio de su encarnación fue siervo, pero fue siervo rico y poderoso. Así lo dice f el evangelista 254: Sciens Jesus quia omnia dedit ei Pater in manus.
Pero ahora parece que de veras y en su punto está el ser Cristo siervo y esclavo en este sacramento. Ahora parece que veo de veras cumplidas las palabras de san Pablo: el semetipsum exinanivit y el formam servi accipiens. Porque, si allí se hizo siervo del Padre, aquí siervo del hombre; allí rico y aquí, por manirroto, lo podemos considerar tan pobre de suerte que, si dando no retuviera en este sacramento, quedara echado por puertas y en el hospital, y aun quedara hecho más nada que un pobre siervo y esclavo, tan nada que fuera nada, pues todo se da y todo se entriega para bien y provecho del hombre. Siervo que os lo coméis a bocados, no de rabia sino de amor; siervo y esclavo que entra a aderezar y componer vuestra casa allá dentro.
Siervo. ¿Sabéis cuánta diferencia hay en el exinanire el día de hoy al de su encarnación? Mirad la diferencia que hay de ser uno siervo de Dios a ser siervo de los hombres. No parezca esto lo probamos con imaginaciones. Mirad lo que hizo cuando instituyó este divino sacramento 255, si fueron obras de siervo y de esclavo de los hombres g. ¿No se levantó de la mesa, se ciñó unas toallas, no echó agua en una bacía y se arrodilló a lavar los pies de sus discípulos? Díganme, ¿hay acción más propia de siervo que levantarse de la mesa a deshora para efecto de servir a los demás que stan en ella? Y así por este género de gente dijo David a la letra: Surgite postquam sederitis, qui manducatis panem doloris 256; que se levantasen después de h sentados los que comían el pan de dolor, esto es, los criados y siervos. Lo uno porque ¿de quién se puede decir en toda propiedad y verdad que come pan de dolor si no es del pobre sclavo y siervo que lo suda y lo gana? Lo otro porque a ese solo le puede convenir el levantarse de la mesa i y no a otro, [188r] porque es desautoridad de cualquier persona propia o convidada, habiendo siervo que se levante y sirva, levantarse otro. Y como el ser Cristo siervo y esclavo del hombre no habíe de parar en amagos, sino en obras de servidumbre, al punto que se levantó echó agua en una bacía y, arrodillado a los pies de sus discípulos, los enpezó a lavar y a limpiarlos con el lienzo que estaba ceñido 257. Y en este hecho pareció de tal manera siervo y esclavo del hombre que, siendo Dios de majestad infinita y Dios eterno, se vino toda esa majestad, como quien dice, a se ahogar en tan poca agua como la que cabía en una bacía y en la que se derramaba sobre los pies de los pescadores y a quedar tan desentrañado, desemejado y encubierto de quien él era, como lo puede ser un hombre que, en servicio de otros hombres bajos, está arrodillado a sus pies lavándolos. Mirad qué salida fue ésta que hizo Dios aquí de sí, pues dio consigo no sólo en el nombre de siervo, sino en el serlo de los hombres.
Mas en las otras obras, aunque se mostraba siervo, un pedazo se le descubría de poderoso señor y grande. Cuando en el pesebre j llora, los ángeles le cantan y sirven 258. Y [cuando] en la circuncisión le descubre en aquella bajeza de sujetarse a la ley, que sólo tenían obligación los sclavos y k los que tenían culpas, nombre le ponen de poderoso y grande 259. Y así en todas las obras que Cristo hacía en que pareciese l siervo, descubría un lado de grande y poderoso, como también lo hizo cuando administró y dio de comer en el desierto a tantos mill hombres 260, que juntamente mostró ser señor de todo lo criado, pues así en sus manos le multiplicaba. Y aun en las tentaciones que tuvo con el demonio en el desierto, le prometió el demonio todos los reinos del mundo porque se hincase de rodillas como siervo y lo adorase; y entonces le respondió Cristo: Dominum Deum tuum adorabis et illi soli servies 261; anda, traidor m, que a solo tu Dios y señor servirás y adorarás. Como si dijera, él es sólo digno de esos servicios y esclavonías n; y aunque lo ves en forma de siervo, señor es, que no ha dejado su grandeza.
Pero miradlo en la institución de este sacramento y en lo que allí obra y hace. Siervo de los hombres que se levanta de la mesa y se arrodilla a los pies de sus discípulos, decidme ¿qué hay aquí de señor, de majestad y de grandeza que no esté encubierta? Diréisme que el dejarse en esos accidentes de pan y de vino. Responderos he que esa grandeza la fee la descubre y triunpho suyo es ése, y ella es quien gana y alcanza esa victoria, que allí, para dar testimonio de esa obra, no hizo Cristo algunas de las grandezas que solía para descubrir que era Dios. Sólo su palabra hubo y el decirlo, que no quiso allí descubrir más que ser siervo y esclavo, arrodillado a los pies de unos pobres pescadores, y aun a los de un demonio como Judas, que así lo llama él: unus vestrum diabolus est 262.
Ahora estará ya clara la respuesta que debemos dar a la pregunta pasada: ¿por qué el Sanctíssimo Sacramento tiene esclavos? ¿Por qué? Porque, si a Cristo le hemos de imitar [188v] y, como en esta propia ocasión él propio dijo, exemplum meum do vobis 263, etc.; mirad lo que yo he hecho, eso propio habéis de hacer vosotros. ¿Qué es lo que vos hecistes, Señor, en esta ocasión? ¿Qué? Hacerme siervo y esclavo, no sólo con el nombre, sino con la obra; salir de mí y llegar a hacer officios de siervos. Pues eso propio debe hacer el hombre, que, llegándose a este sacramento, llegue tan deshecho y apocado o en sus ojos, que no parezca otra grandeza sino el nombre y obra de siervo y esclavo del Sanctíssimo Sacramento.
El ser en esta ocasión esclavos p, y no en otra, es la justa competencia que los sanctos traían, que, viendo a Dios humillado, tenían sanctas y buenas altercaciones para quitarle el officio y nombre que quería tomar en aquella humildad. Mirad a san Juan. Cuando le dijo Cristo que lo baptizase: No, Señor, dice, no se ha de consentir que vos hagáis officio de siervo y esclavo; yo lo soy, y vos el que a mí me habéis de baptizar 264. Mirad a san Pedro en la cena. Cuando vido a Dios a sus pies y hecho sclavo, la porfía que tuvo diciendo: Tu michi lavas pedes? Non lavabis michi pedes in aeternum 265; no consentiré tal cosa. Yo sí, Señor, haré ese officio de siervo y esclavo.
Este, pues, mis hermanos, es el origen que tiene este nombre de esclavo del Sanctíssimo Sacramento. Vos, Señor, ahí salís de vos de tal manera que, tapado y encubierto, os dais y entregáis por siervo, así en la obra que ahí mostráis como en la que hecistes en la cena para que con verdadera limpieza os recibiesen. No ha de ser así: vos sois el Señor, el dueño, la majestad y grandeza, yo tengo de ser el sclavo, el arrodillado, el rendido, aquel que delante de vuestros ojos aun nombre de esclavo no merece. Y pues, mis hermanos, el llamarnos sclavos del Sanctíssimo Sacramento nace de la imitación de aquellas obras que Cristo hizo en aquella ocasión, prestémosles verdadera atención, para que a porfía y en competencia, si así se pudiera decir, las hagamos nosotros en servicio de tan gran Señor.
Miremos cómo ahí se tapa y encubre en ese sacramento, de suerte que no parece grandeza de señor, sino obra de siervo, que se da a comer a los que tanto ama. Haga esto propio el que se llama esclavo del Sanctíssimo Sacramento, que se encubra de veras, no sea negocio que, llamándose por una parte sclavo, entre en la iglesia y esté aquí como señor poderoso y de suerte que, si por una parte el nombre encubre lo que tiene de mundo, las obras descubren lo que no tiene de hijo de hombre q. Quiero decir que te llegues a aquel sacramento como esclavo, como siervo, rendido a su querer y voluntad; que te dejes haga de ti lo que él r quisiere, etc., como muestra Cristo aquí ser siervo arrodillado a los pies de sus discípulos. Pues ésta es la causa por qué tú tomas de [189r] este nombre, no te avergüences de ir a hacer las camas de los pobres y arrodillarte a sus pies. Lavárselos s es remediarles las necesidades. Limpiárselos es quitarles sus penas. Finalmente, pues en aquella ocasión Cristo como buen siervo todo entero trabajó en servicio del hombre, de suerte que la lengua hablaba, los ojos lloraban, las rodillas por los suelos lavaban los pies, que, pues tú eres esclavo, por aquel exemplo que allí Cristo te dio, que enllenes el nombre de suerte que todo tú sirvas a un tan buen Dios y, cuando aquí te llegues, le hables con el alma, llores con los ojos y arrodilles tus pies, para que de esta manera merezcas paga de buen siervo, etc.
Yo pienso que en esta ocasión, si se llegaran Juan y Diego a pedir sillas 266, que no pidieran manos, derecha e izquierda, sino pies para lavarlos, porque nadie tuviera atrevimiento para querer tomar officio más levantado que el que tenía su maestro y señor. No digo yo Juan y Diego, pero paréceme que los ángeles del cielo t en esta ocasión desearan manos para lavar y rodillas que hincar y mill alas para volar a quitar a Dios del hecho y ponerse ellos en su lugar. Y si acaso en esta ocasión pidieran manos Juan y Diego, fueran para hacer obras de profunda humildad. Haz tú, hermano mío u, lo propio con semejante exemplo que así debe dar luz a toda tu alma, que ya de hoy en adelante no haya más señorío ni grandeza ni majestad y altivez, sino humildad y servidumbre.
§ 22 [Grandeza del Santísimo Sacramento en su infinita humildad]
Es tan grande la humildad de Cristo en la grandeza de este hecho, que se nos pierde de vista. Y para que la tengamos, demás de la luz que nos está dando el mismo Dios, quiere también alumbrar a los ojos corporales con las muchas luces que aquí se hallan en semejante ocasión, para que, movidos con lo sensible, vengamos en conocimiento de lo spiritual e invisible. Es certíssimo que la grandeza de este hecho que aquí obró Dios pide una fee muy grande para su conocimiento, una luz inmensa a que nos descubra las entrañas de Dios que aquí nos está dando. Aquellos seraphines que vido Esaías 267, con estar tapando la cabeza y los pies con las cuatro alas, aquello de en medio que quedaba descubierto b, que era el corazón de Dios, los apuraba y alcanzaba tanto de cuenta que con las dos alas que les quedaban estaban volando y como anhelando y descubriendo grandes deseos que tenían del conocimiento [189v] y sabiduría de Dios; el cual deseo no los dejaba reposar un instante, porque siempre volaban.
¡Cuál debe ser el deseo del hombre en el conocimiento de este grande Dios, que en este hecho descubre la cabeza y los pies; la cabeza de su poder: Sciens Jesus quia omnia tradidit ei Pater in manus 268; los pies, que eran su humildad profunda; su corazón, que eran sus entrañas! ¿Cuál debe ser nuestro volar el día de hoy? ¿Cuáles nuestros deseos? ¿Cuáles nuestras ansias y fatigas por venir en conocimiento de la grandeza de esta c obra, para que, así obligados, le paguemos a Dios d algo de tanto como le debemos? Si en otras ocasiones decimos que «habla e la boca de la abundancia del corazón» 269, y el corazón de Dios en este hecho está tan lleno y tan abundante de misericordias para con el hombre, hable el hombre el día de hoy de la abundancia del corazón de Dios, de la grandeza de su amor f. Aunque este hecho más pide obras que palabras, pues con ellas, como vamos diciendo, hoy se descubre todo Dios.
Y todo Dios hombre con obras descubre la cabeza de su poder, pues de todo él tuvo necesidad para consagrar su cuerpo. Descubrió todo su corazón, pues en él nos descubrió cómo el hombre g era el blanco de todos sus amores y donde asestaba y enderezaba sus tiros. Descubriónos sus pies, que fue aquella sanctíssima humanidad arrojada a los pies de sus discípulos, donde todo fue obras. No tapándose y encubriéndose h como los seraphines con las dos alas la cabeza y con las dos los pies y con las otras dos volaban, porque este gran Dios no tiene más de dos alas, que llamamos del corazón, y ésas se estienden y baten para que aquella brasa y horno encendido de amor no lo ahogue y consuma. Dos ojos tiene y con entramos llora; una lengua y con ésa habla; dos rodillas y ésas hinca; dos manos y ésas lavan.
Verdad es que hablaste i, Dios mío, en esta ocasión, pero tus obras fueron tantas y tales que ésas me llevan y deben llevar a ti volando, aunque fuera j con k mill alas, que mill tuviera, a aprender de tus obras en la ocasión presente. Así lo dices tú en esta ocasión: Scitis quid fecerim vobis? Ego, Dominus et Magister vester, exemplum meum dedi vobis, ut quemadmodum ego feci, ita et vos faciatis 270. Bien habéis visto, discípulos míos, lo que yo he hecho con vosotros, siendo vuestro Maestro y Señor, cómo me he hecho vuestro siervo y esclavo. Exemplo y obras son que os piden su imitación, de suerte que si conociéndome l, como me conocéis, por Dios y Señor, ha sido para enplearme todo en vuestro servicio, de esa misma suerte sea toda vuestra grandeza para que toda ella pare en humildad y servicio unos con otros.
Rara cosa es que, siempre que de Cristo nos contaron y dijeron algo los sanctos enderezado a humildad y bien del hombre, lo primero nos lo introducían en majestad y grandeza. Así san Juan, antes que diga et verbum caro factum est 271, nos lo descubrió en la majestad y eternidad [190r] de Dios, diciendo: In principio erat verbum (Joannis 1) 272. Y san Pablo, Ad Philipenses 2, antes de rotularnos a Cristo por su siervo y decir de él: formam servi accipiens, lo rotuló por verdadero Dios, diciendo: Qui cum in forma Dei esset 273. Y aun el mismo Cristo m, antes que tratase de su muerte y pasión y diese parte de lo que habíe de padecer por el hombre, se dio primero a conocer por verdadero hijo de Dios y, hasta que por tal fue conocido y confesado, no trató de muerte y trabajos. Todo para nos dar a entender que todo lo que tenía y era, [era] para lo entregar en servicio del hombre y para que de ahí el hombre tomase exemplo, que el subirlo y levantarlo n con este poder era para que fuese más humilde. Y así, después de haber subido y sublimado a sus discípulos en la cena, dándoles su cuerpo y sangre y puniéndolo todo a sus pies, les pide imitación en las obras de humildad.
Lo propio digo yo a los que son y se o honran con el título de esclavos del Sanctíssimo Sacramento, que sea la herencia de ese título y de grandeza que tienen en recebir tan a menudo este sacramento, para que sean más humildes y con mayores veras abracen las obras de charidad. Llana cosa es que el que admite la honra de las mandas de un testamento debe encargarse de sus obligaciones. El testamento de Cristo es su evangelio. Las mandas son su cuerpo, su sangre, la exaltación y coronación del hombre sobre todas las cosas. Las obligaciones son que seamos humildes. Para esto nos arman de caballeros, que tales son los que son sclavos de tan gran Señor, y nos dan a comer pan de ángeles. Ea, pues, mis hermanos, quien recibe el mayorazgo ya sabe que debe aceptar las cargas. Estas son de humildad.
Fuera de que tan grande será la herencia cuanto fuere p más profunda la humildad, porque a la medida de ésa andan las mercedes que Dios hace. Fácil es esto de entender, porque el testamento y mandas que Dios hace en este testamento son como río caudaloso. Sus dádivas son como agua. Y aquel tendrá y gozará más de ella y le cabrá más de esta partija que más humildad tuviere, más abatimiento profesare. Como en la madre de un río, que ese tercio tendrá más de agua que tuviere mayores abismos, mayores profundidades y pozos; y esotra parte que estuviere más levantado y alto tendrá menos agua. Por tanto quien quisiere aumentar su herencia, ser mejorado en tercio y quinto en los bienes de Dios, aumente su humildad, mejórese en ella q.