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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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[65v]

Jhs. Maria

A un hábito, dominica 3.ª post Pentecosten a. Misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, et fratrum societatem

Dice el hermano que pide misericordia de Dios, y pídela en un día que está dando las mayores muestras de ella que se pueden imaginar, cuando se entra Dios por las puertas de los publicanos y peccadores y come con ellos; y ellos se llegan a él y él los recibe los brazos abiertos; y los phariseos y scribas murmuran porque los recibe y come con ellos 1. ¡Qué necedad tan grande y qué ignorancia! Si las entrañas y misericordia de Cristo no los recibe y ampara ¿quién? Porque, en el punto que un hombre peca y ofende a la majestad y grandeza de Dios, todas las criaturas quedan armadas contra los insensatos peccadores, que lo fueron tanto que dejaron a Dios, summo bien, por la criatura. Los cielos no los quieren, porque luego despidieron los ángeles en el punto que pecaron 2; los aires no los recibieron; la tierra se abre para que sólo el infierno se trague a un Datán y Abirón 3. Sólo Cristo es el que los ampara, los defiende, se los pone a sus cuestas 4 y no repara en la carga pesada que le hace dar en tierra con la cruz a cuestas. Y puesto en ella, viendo que los peccados del mundo subían de punto y que los peccadores peligraban porque se habían de levantar contra ellos todas las criaturas, los cielos tapan su luz para que el Padre eterno hiciese mayor golpe, porque ojos que no ven, como dijéramos, corazón que no quiebra, las piedras tocaban al arma dándose unas contra otras, los muertos salen a ver si les quieren dar licencia para sepultar vivos en sus sepulcros a quien comete semejante maldad, la sinagoga habla rompiéndose el cielo 5, como quien [66r] dice: rompidas se vean y despedazadas entrañas tan crueles que a su Dios ponen b en una cruz.

Veamos ¿quién en esta ocasión ha de amparar al peccador? ¿Cristo? Parece que no, porque tiene enclavadas las manos y pies, con que lo ha de defender. No importa, que la lengua tiene libre; con ésa lo ampara y con los brazos abiertos lo recibe, y en una ocasión en que bien descubre Dios sus entrañas para con el hombre. Estaba Cristo puesto en la cruz como en público, dando audiencia a todos los que la querían y remediando a todos los que su remedio querían. Acudiéronle en aquella ocasión siete negociantes y pretendientes, para que veamos con quién mayor amor muestra, a quién mejor oye y a quién más presto remedia. Estaba allí su madre 6 necesitada de hijo, de remedio, de amparo, etc.; que realmente duele mucho una mujer dolorida, viuda, pobre y desamparada, que parece se lleva tras sí los ojos de los reyes y detiene a compasión los príncipes. Razón había para que luego la despachasen. Estaba allí san Joan, amigo del mismo Cristo 7, bien lastimado con la pérdida de tal maestro; y ya se sabe que la puerta de los grandes es primero de los amigos. Estaba allí el buen ladrón, que para oírlo luego no hay que decir más sino que estaba con la horca colgado aguardando 8. Estaba allí, para negociar con el mismo Cristo, su sanctíssimo cuerpo sediento 9. Pues ya se sabe, aunque se debía la puerta por tantas razones a los dichos, primero es la camisa que el sayo, primero es vuestra propia necesidad. Pues otra había más cercana, más interior, ésta era la del alma necesitada de consuelo, porque le habían suspendido los que tenía con la divinidad. ¿Quién no dirá que era razón que oyera y despachara cualquier de estos negociantes sin más detenerlos? Pues escuchá, advertí lo que pasa. Allí estaban los peccadores 10: los más juntos, pegados, para [66v] le hacer mal; los más apartados para el bien, distantes y apartados infinitamente por ser su culpa contra un Dios infinito. Pues, en aquella cruz puesto, atado, clavado, todos los negociantes aparta, a los peccadores llama, a los peccadores recibe, por los peccadores habla, a los peccadores excusa 11, etc. Y, en habiéndolos despachado, entran después en su lugar los demás, etc. El Padre eterno, viendo unas entrañas tan inmensas, un amor tan excesivo que anteponga un peccador, un sacrílego, etc., a su propia madre c, como tal cosa pasa. Pues callad, que yo os pagaré en la propia moneda. Y si vos acudís al peccador antes que a vuestra madre, yo acudiré al peccador antes que a mi propio hijo, pues, dejándoos a vos desconsolado, acudiré con vuestra muerte al consuelo del peccador. Assí lo dice él proprio 12: Deus meus, quare me dereliquisti? d; ¿por qué me has dejado? Por amparar al peccador.

Veamos ¿hanse acabado ya estos amores de Cristo y los peccadores, con esos ruegos, etc.? No por cierto, porque, si en la muerte pierde la lengua con que ruega y con que lo defiende, mostrando para su defensa manos enclavadas, lengua ya trabada, algo había de haber para quien tanto amaba, no haya alguien que se le atreva. Entonces que ya todo eso falta, quiere y gusta que le abran el costado, para que sirva de cueva de ladrones, para que, allí metido, el peccador le hurte y robe el corazón. Y en señal del amor que le tiene, sale sangre y agua 13; dic, etc. Pues, si esto hace Dios, necedad, ignorancia es grande decir hoy los phariseos que ¿quién le mete a Cristo con peccadores? ¿Cómo le tengo yo en su nombre de negar esta misericordia, etc.? Seasmill veces bendito, Señor e, por tales misericordias.

Dic las partes que ha de llevar para entrar en aquel corazón. Si aquello hace un corazón limpio como el de Dios, ¿qué debe hacer el del hombre? Etc. En orden a esta disposición y limpieza están ordenadas todas las penitencias de la Religión, que sirven de [67r] jabones o lagares o lavaderos para que un alma se purifique y esté limpia delante de los ojos de Dios. Con tres males se ensucia un alma en el mundo, como dice san Joan, 1.ª carta, 2.º capítulo: quod est in mundo aut est concupiscentia carnis et concupiscentia oculorum et superbia vitae 14. Y para estos tres males hay en la Religión tres bienes: para la soberbia de la vida hay un cuarto voto, etc.; para la cobdicia de los ojos hay la perpetua clausura; para la deshonestidad y luxuria carnis hay abstinencia. Según esto, con humildad, con abstinencia y clausura quedarán estos males remediados y el alma cual conviene para meterse, absconderse en estas entrañas, de quien vamos hablando.

Dirá su charidad: Hermano, esas tres cosas y la perseverancia en ellas también lo ha de dar Dios. Es verdad, pídaselo su charidad, que Dios llama peccadores y lo recibirá. Para eso los llama y para eso los recibe: para darles y enriquecerlos f, que es propio de su condición y cosecha: Qui dat omnibus affluenter, et g non improperat 15. Es Dios tan liberal y tan franco que da y hace mercedes, ¿y ésas a quién? A todos, a chicos y a grandes, ricos y pobres, buenos y malos, amigos y enemigos. Qui solem oriri facit super bonos et malos, et pluit 16, etc. Más hace, que los da affluenter, con abundancia. Por eso puso exemplo en el sol y en el agua cuando trató de la condición de su Padre y de su perfección 17, que son cosas que se dan vertidas y derramadas con abundancia, etc. Más, aquel vocablo affluere quiere decir y significa el correr el agua, como una fuente que de día y de noche está manando, sin saber descansar un rato ni agotarse sus manantiales. Pues eso quiere decir allí Santiago: está Dios haciendo bien sin cansarse, siempre, de día y de noche, sin poder agotarse. Es Dios una fuente de bienes y un [67v] estanque de perfecciones que siempre corre y se derrama. Y si la queréis tapar, rompe por otra parte y busca otros vertideros.

Dios siempre se está comunicando. Si lo tapáis con peccados estos divinos manantiales, él busca por otra parte a quién comunicarse, etc. Ego quasi fluvius Doryx et quasi trames h aquae immensae, et quasi aquaeductus (Ecclesiasticus 24) 18. Soy semejante al río Dorix y al agua que de él viene encañada por sus condutos y secretos mineros. Hay ríos que no se pierde de ellos una gota de agua; hácenles mill sangrías y hacen de ellos mill divisiones para regar hazas, prados, güertos, jardines, etc. Pues eso es Dios: un río de perfecciones y de inmensa bondad, que no hay criatura que no participe de ella y la deje llena de bienes. Qué es ver un río que nace mill leguas de aquí y viene dando mill vueltas y pasa por mi haza a regarla, que parece para sólo eso nace y viene. Seas tú, Dios mío, mill veces bendito, que das de vueltas y de rodeos para topar conmigo, que parece todo tu cuidado pones en sólo cómo me has de buscar y hallar.

A este propósito hay un buen lugar en el capítulo primero de los Cantares. La sposa quísole pedir una merced a su sposo bien sobre todos los méritos y obligaciones que se podían imaginar, una obra inefable y de mayor liberalidad que Dios ha usado con los hombres dende el principio del mundo hasta hoy, que fue la obra de la encarnación, y ésta la pidió debajo de aquellas primeras palabras: Osculetur me, etc. Y la razón que la pone delante para que lo haga, es decirle: quia meliora sunt ubera tua i 19.




ams. Pentecostes



1Cf. Lc 15,1-2. Era el comienzo del evangelio del día (Lc 15,1-10).



2Cf. 2 Pe 2,4; Ap 12,7-9.



3Cf. Núm 16,27-33.



4Alusión a Lc 15,5.



5Cf. Mt 27,51-53.



bms. pone



6Cf. Jn 19,25.



7Cf. Jn 19,26.



8Cf. Lc 23,33.40.



9Cf. Jn 19,28.



10Lc 23,35: «Et stabat populus spectans».



11Lc 23,34: «Pater, dimitte illis: non enim sciunt quid faciunt».



cms. muerte



12Sal 21,2.



dDeus-dereliquisti subr.



13Cf. Jn 19,34.



esigue el signo +.



141 Jn 2,16.



fms. enriquecerlo



gcorr. de ut



15Sant 1,5.



16Mt 5,45.



17Cf. Mt 5,44-48.



hEgo-trames subr.



18Eclo 24,41.



isiguen once lín. en blanco



19Cant 1,1.






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