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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Ad habitum. Peto misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, et fratrum societatem
Pide la misericordia de Dios, la pobreza y la compañía de los hermanos. Pide ser admitido a llorar los pecados pasados y guardarse de los por venir. Es en romance la difinición de la verdadera penitencia: praeterita mala plangere et plangenda non committere 1. Y ésta es inmensa misericordia: traer un hombre a tiempo que pueda hacer penitencia de sus pecados y que de facto la busque.
Y para que advirtamos cuán inmensa misericordia de Dios sea concederla y un alma hacerla, notemos los efectos que hace y causa. Por Eccechiel, capítulo 18, dice: Convertimini ad me, et non erit vobis iniquitas in ruinam 2; convertíos a mí, pecadores que andáis descarriados y fuera del camino del cielo, volveos a mi presencia y tornaos a entrar por mis puertas, que os doy mi palabra, por más maldades que hayáis hecho y excesos que hayáis cometido, que vuestra maldad no os sea en ruina y perdición. Y en otro lugar dice por el mismo profeta: [Si autem impius egerit poenitentiam ab omnibus peccatis suis...], omnium iniquitatum eius non recordabor 3; que borraré sus excesos, sus trabacuentas, sus maldades.
No puedes saber adónde llegan los quilates y miserias del pecado; y [94v] saber eso téngolo por imposible, como lo es querer comprehender la inmensidad del Dios que es ofendido. Decidme, abstrayendo de todo lo que es comparación igual: si un hombre debiese a otro diez mill talentos porque los hubiese desperdiciado, y lo enviase a decir que venga y que todo lo pasado se ha pasado, y que quiero cuentas nuevas y libro nuevo, aquí hallo dos misericordias: la primera, el perdón de lo pasado; lo segundo, el querer tornar a recibirlo para tratar con él. No tratemos de lo pasado que le perdona, como decía no ser posible. Pero que a su casa, a su trato, a su compañía quiera recibir un hombre transgresor de su ley, de sus mandamientos y consejos; alevoso, traidor, infame, desconocido, ingrato, idólatra; que haya antepuesto su gusto y la criatura al criador; adúltero, homicida de sí propio, robador, etc.; engañador, mentiroso, ¡que lo aborrezcan todas las criaturas y que lo reciba sólo Dios! Miradlo, los ángeles pecan y no los quiere tener el cielo, la tierra los traga, los ángeles los echan del paraíso 4. El agua en el diluvio los anega 5; el fuego los abrasa 6. Et erit omnia creatura adversus insensatos 7, ¡y que sólo aquellas entrañas amorosas de Dios los reciba y los llame diciendo: Venite ad me omnes qui laboratis 8, etc.! Que no haya quien lo quiera de balde ¡y Dios lo quiera, y comprado por infinito precio y valor 9! Inmensa misericordia. Miradlo en la muerte de Cristo. Todos se levantan contra él: el sol 10, las piedras, los sepulcros se abren para tragárselos; los muertos se levantan para tomar venganza 11, y en Cristo hallan amparo, que está diciendo: Ignosce illis 12. Y ésta es tan grande misericordia, que aun los propios judíos dicen y murmuran de Cristo quia peccatores recipit, et manducat cum illis 13.
Aquí verá, hermano, la misericordia que usa Dios con su charidad: que, habiéndole ofendido, lo reciba; y no sólo lo recibe, pero de [95r] nuevo pone en él nuevas virtudes y reparos, lágrimas, mortificación, etc. El sancto profeta Esaías lo dice: In cubilibus, in quibus habitabant dracones, orietur viror calami et junci 14. Haré que en las cuevas, donde moraban los dragones y serpientes, allí nazca la verdura de los juncos y la hermosura de las cañas. Cuando yo baje al mundo, haré estas hazañas. Y bien se puede decir grande promesa, pues es verdad que, donde habitan estos animales ponzoñosos, secan la tierra y la esterilizan, y no dan lugar a que allí nazca una hoja verde; todo lo abrasan y queman. Y que, siendo esto así, prometa que, en las madrigueras y cuevas donde estos dragones se crían, han de nacer las verdes cañas y vistosos juncos, esto, según el rigor de la letra, hasta ahora no lo vemos cumplido. Y assí forzosamente lo habemos de entender según el spíritu. El corazón de un pecador que está en pecado mortal ¿qué es sino una madriguera y cueva de dragones, de serpientes y basiliscos? Que tan ponzoñoso como esto y más son los pecados. Pues ahí hace Dios que nazca la hermosura de los vergeles. Ahí planta las virtudes. Ahí florece la mortificación. Ahí güele la azucena de la castidad, etc.
La letra de los Setenta intérpretes encarece más esto: Illic laetitia avium, arundines et paludes 15. Ese lugar primero, inficionado con la habitación de los dragones, le pone tan hermoso y tan fresco que ahí se alegren las aves y se oiga su canto y armonía; ahí se verán los estanques de aguas claras cercados y adornados de cañaverales y juncadas. Parece, según lo que ha dicho, que lo pudiera decir en una palabra diciendo: Yo labraré y haré en él un Aranjuez plantando variedad de virtudes, estanques de agua clara de lágrimas, armonía de celestial música, que en lo interior le hace Dios hablándole al corazón. [95v] Bendita sea tal misericordia, tal penitencia y acogimiento que tantos provechos trae consigo.
Y no sólo la penitencia trai consigo todos estos bienes, pero aun es opinión de muchos doctores que la penitencia y el volverse a Dios con debidas lágrimas es de tanta eficacia y virtud, y repara tan bien las quiebras de los pecados pasados, que, siempre que un pecador se vuelve por ella a Dios, torna a mejor estado y de mayores merecimientos que el que tenía primero que cayese en la culpa. Aquel exemplo ordinario que para esto se trae del que manchó su ropa o rompió su basquiña, que en aquel rasgón a adorna y guarnece más y mejor que antes estaba, echándole los alamares o pasamano de plata. Assí les sucede a los verdaderamente penitentes: que, habiendo ofendido a Dios, ponen tanta penitencia, dan tantos jabones a aquella culpa con lágrimas, que queda más hermosa, etc.
A esto favorece aquel lugar del sancto Job, capítulo 22: Si reversus fueris ad Omnipotentem, aedificaberis, et longe facies iniquitatem a tabernaculo tuo; dabitque pro terra silicem, et pro silice torrentes aureos 16. Si te convirtieres, hombre, a Dios; si dejares tus vicios y te entrares por las puertas del Omnipotente, aedificaberis, desenvolverte ha y edificará y labrará de nuevo; y dejarte ha tan bien reparado que, en lugar de las tapias viejas caídas y terrones, pondrá cal y canto de pedernales, y en lugar de los pedernales, manantiales de oro. ¡Qué de mejoros, qué de bienes! Lo primero, dice: Yo te edificaré. Porque el alma de un pecador está caída, derribada, llena de goteras que por todos sus sentidos se entran, consentimientos de cualesquier vicios. Está hecha casa de esgrimidor, todo revuelto; no hay virtud con virtud, todo caído, la fee muerta, la charidad [96r] destruida, la speranza flaca, la imagen de Dios borrada, las virtudes por tierra y el templo de Dios caído sin quedar en él piedra sobre piedra 17, que le llama Dios y no oye, la alumbra interiormente y no ve; se muere de mal de culpas y no se queja.
Si reversus fueris ad Omnipotentem, aedificaberis. Vuélvete al que es primo en su arte, al que puede y quiere, y él te edificará. Levantando esas paredes caídas, da vida y aviva la fee, alienta la speranza, enciende la charidad, infunde la gracia. Repara las virtudes morales que había desmoronado la culpa. Finalmente, guarnece y repara todo lo que había destruido el pecado. Y hace más: que dabit pro terra silicem. Que dejará mejorada y pondrá en ella, en lugar de los terrones, mampostería, ricos pedernales. Y esto es muy ordinario, que, siempre que se repara una casa, la dejan mejor que antes estaba, con nuevos enlucidos, ventanas y pinturas. Y esto lo da a entender en aquello que dice: Dabit pro terra silicem.
Que parece que confirma esto aquel lugar del Exodo (Exodi 24) b, de quien decíamos el otro día de cuando aquellos venerables viejos subieron a lo alto del monte y vieron sentado a Dios en un trono de gloria, y que les pareció que la compostura y obra de aquel trono era quasi opus lateris sapphirini, dice Lyra 18; o, como dice otra letra, quasi opus lapidis sapphirini 19. Pues ¿cómo se compadece lo uno y lo otro? Muy bien. Ellos eran adobes aquellos que los hebreos habíen hecho en Egipto con tanto trabajo y afán. Y de esos adobes habíe hecho Dios cielo por haberles a ellos costado tanto trabajo. Pero, aunque eran adobes, tenían color y aun ser de zafiros, porque estaban a los pies de Dios, de cuyo rostro nacían tantos rayos y resplandores que, lo que era adobes, lo hacía fino zafiro. Ya estará entendido. Ver a un hombre, que [no] es sino un adobe, quod sicut [96v] lutum feceris me 20, que con el agua y con liviana ocasión se desmorona y deshace. Pero, arrojado a los pies de Dios, queda hecho un zafiro, un diamante, un cielo, una gloria. Finalmente, pro terra silicem. Esta es su misericordia, que de ella salieron, hermano, unos rayos para de adobe hacerlo cielo, de terrón gloria, etc. Descende in domum figuli 21. El que era flaco como un adobe, ya fuerte como un pedernal, que pueda decir con san Pablo 22: Quis nos separabit, etc. Queda finalmente con mill mejoros, la casa reparada y levantada.
También prueban estas misericordias y mejoros que un alma alcanza entrándose por las puertas de Dios aquel favorable recibimiento que hizo aquel amoroso padre, de quien dice san Lucas, hizo a su hijo después de haber sido pródigo y disipador de sus bienes y se le vino a echar a sus pies 23. Cuando le recibe los brazos abiertos, dice (Lucae 15) c: Cito proferte stolam primam 24. Id presto y traed aquella vestidura de fiesta de que solía andar vestido cuando estaba en mi casa. Despojalde y quitalde esos andrajos, y vestídsela. Hiciéronlo assí los criados. Y después el padre quitóse un anillo que traía en el dedo con una rica piedra y púsole en la mano de su hijo. Donde es de notar que, pidiendo la vestidura de que solía andar vestido, dice: proferte d stolam primam, pero, cuando le da el anillo, no dice stolam primam, porque aquél se lo daban de nuevo. En señal, hermano mío, de los mejoros que hace Dios al alma que se le entra por sus puertas: que, habiendo sido pródigo y disipador de los bienes del cielo, lo recibe los brazos abiertos; y no sólo le da la vestidura de púrpura de que antes gozaba cuando estaba en su casa, sino que ultra de eso le da nuevas ventajas, favores, bienes. Y, como digo, [es] opinión muy probable que un pecador se levanta por la penitencia a mayores merecimientos, [97r] mayor gracia y mayor gloria de la que tenía antes para con Dios, porque la gana que Dios tiene de que acudan a él los pecadores es tan grande, que nunca repara en cuánto más cuánto, sino que le da muchos bienes, muchos favores; pro terra silicem, etc.
Y no sólo hay todos estos bienes en su vocación y penitencia, sino también otro que resulta para el mismo Dios, que es mostrarnos su misericordia y su gloria, la cual la tiene puesta en el amar pecadores y perdonar pecados; y mientras mayor es el pecador y mayores sus pecados, mayor gloria. Propter nomen tuum, Domine, propitiaberis peccato meo; multum est enim 25. Por lo que toca a vuestra honra y gloria y nombre, mirad que es grande; y siendo grande, grande será el nombre y gloria que de ahí puede resultar. Sabéis que tanta gloria le acarrean a Dios nuestras culpas perdonadas, que dice san Agustín: Si yo viera a Dios con un mundo en la mano que le estaba criando, adornándole de luceros y strellas, y en la otra una luna llamándola, recibiéndola, acariciándola y justificándola y dándole gracias, no tenía por menos gloriosa esta sagrada mano que la primera.
A este propósito es aquello de Esaías 46: Dabo in Sion salutem, et in Jerusalem gloriam meam 26. Veamos qué gloria es ésta que habíeis de mostrar en Jerusalén. Antes que ahí descubristes vuestras afrentas, vuestros tormentos, azotes, etc. ¿Gloria llamáis al ser azotado, etc.? Sí, eso que va enderezado a perdón de pecados y justificación de pecadores, que de ahí saco yo nombre y gloria, etc.
Un lugar hay en Zacarías e, en el capítulo 6, donde muestra Dios la estima que hace y cuánto se honra con los pecadores que recibe. Tratábase de la reedificación de Jerusalén y de la [97v] restauración de su templo, que había sido destruido por los babilonios. Después de aquel captiverio tan largo, acababan de llegar los captivos con un poco de plata y oro para ofrecerlo en el templo. Habla Dios a la oreja al profeta y dícele: Sal al encuentro a Holdai y Tobías captivos, los cuales traen cierta plata y oro para ofrecérmelo; recíbelos, y no repares que esos metales vengan de Babilonia y hayan servido a los ídolos, que en eso va poco, sino vete con ellos en casa de Josías platero y lábrame allí dos coronas curiosas y ricas, llenas de pedrería y de ricos engastes, y luego cuélgalos en la parte más pública y vistosa del templo; y estén allí puestos para gala y blasón por adorno y hermosura del templo; sit in memoriale in domo mea 27, etc.
Oh buen Dios, ¿qué es esto? Queréis hacer coronas de oro y adorno y han de ser del oro de los captivos. ¿Por ventura, hay falta de oro en Jerusalén, que fue menester tomarlo de fuera? ¿O fue aquel oro de quilates más subidos? No fue nada de eso, sino querer honrar a aquellos captivos que venían de Babilonia y aventajarlos en eso, para dar a entender cuán agradable le era su ofrenda y cuán de buena gana recibía a los que se le venían a entrar por sus puertas. No hay palabras, hermanos, para encarecer el gusto de Dios que tiene en recibir a los que primero fueron captivos y sclavos y vienen huyendo de Babilonia a scribirse por moradores en Jerusalén, que es su sagrada Religión; a los pecadores que, habiendo sido sclavos de satanás, vienen reconocidos y con las manos atadas a entrarse por sus puertas y a pedir perdón de sus culpas. No hay palabras para encarecer el gusto y gana con que recibe sus ofrendas, sus dones, su contrición, arrepentimiento f, lágrimas y disciplinas, mortificaciones, etc.
[98r] ¿Qué más se puede decir que diga Dios que de esos tales le hagan coronas, que hermoseen su templo y casa, entretejan esas coronas con zafiros de lágrimas, perlas y piedras preciosas de penitencias? ¡Qué linda corona un Pedro, un Pablo, que primero fueron pecadores! ¡Qué linda corona una Magdalena, un Mateo cambiador, un ladrón, etc.! ¿Qué le parece, hermano, esta misericordia que hoy usa con su charidad, que hoy lo hace corona de gloria, ut sis in memoriale in domo sua, para exemplo de sus compañeros, etc.? Que parece que, en cualquiera que veo llegar a este punto, veo en él cumplido aquello de Esaías 62 g: Et eris corona gloriae in manu Domini, et diadema regni in manu Dei tui 28, etc. Dic. Pero, para que esta corona sea más vistosa a sus ojos, pídale a Dios se la deje adornar y hermosear con ricos engastes de virtudes y merecimientos de humildad, fortaleza, penitencia, lágrimas, amor de Dios, de perseverancia en el bien, a quien se le seguirá la gloria. Quam michi et vobis, etc.