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INTRODUCCION
1. Con
el título El conocimiento interior sobrenatural presentamos los 71 primeros
folios del tomo IV, divididos en 23 capítulos, que forman un bloque orgánico y
compacto en el conjunto del manuscrito. El mismo autor clasificó la materia en
capítulos, que enumeró progresivamente en un segundo momento; y no prosiguió
dicha numeración progresiva en el tratado siguiente, el cual inicia nuevamente
con el capítulo 1. La foliación del volumen delata una mano distinta a la del
escritor. Se observa además un tercer detalle en favor de la primitiva
independencia del texto: las hojas sobrantes del cuarto cuaderno -71 folios
hacen tres y medio- aparecen cortadas, probablemente en vistas a ser
aprovechadas para otros usos.
2. El
tema abordado carece asimismo de puntos de contacto con los otros tres tratados
del volumen. Las siguientes líneas nos revelan la ocasión motivante del
escrito:
"Todo este tratado
he scrito con cierta ocasión que me dieron en Valladolid, tratando de cierto
ermitaño, gran siervo de Dios, cuya vida y exemplo lo habíe metido en los
retretes más scondidos de los príncipes y reyes. Y pareciéndoles que esa vida
exterior no se compadecía con la otra vida interior y sobrenatural que la tal
persona gozase, decían que no habíe que hacer caso de él ni de lo que él
dijese, quiriendo escurecer con las tinieblas de sus palabras la luz que Dios
podía darle por el rigor de su vida y costumbres sanctas, que a cabo de muchos
días había adquirido. Y así, en lo pasado y en lo que falta por scribir, no
sólo habré procurado defenderlo a él, sino volver por todos aquellos a quien
Dios fuese servido apartar para que en esta vida empiecen a gozar de los
thesoros y maravillas que Dios tiene guardadas para los que con veras le sirven
y aman despreciando todo lo de la tierra" (c.22,1).
De acuerdo con esta motivación, los
puntos salientes de la exposición versan sobre: las diversas clases de
conocimientos sobrenaturales y su específica naturaleza; certeza y dudas en el
alma acerca de la posesión del conocimiento sobrenatural; frutos que conlleva y
efectos que produce; disposiciones requeridas; acción perturbante del
demonio1.
"Lo principal de nuestro
tratado -nos dice el autor- ha sido tratar de los diferentes y levantados
conocimientos de los hombres que gozan vida perfecta" (c.22,4). Y precisa
en otra parte la intención que le ha animado al escribir estas líneas:
"Mi intento en
todos estos capítulos pasados no fue tratar de estos dones y conocimientos
sobrenaturales en orden a sí, sino en orden al conocimiento y juicio que los
hombres pueden
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tener de ellos, por ver los muchos letrados y hombres que
se quieren hacer doctos enseñando y persuadiendo, dicerniendo y calificando
espíritus... Vamos descubriendo las dificultades que tiene el conocimiento de
un espíritu extraordinario para que, de las dificultades que de aquí
resultaren, el que pretendiere conocerlo procure buscar medios acomodados para
las tales dificultades, abrir los ojos y no sentenciar de repente"
(c.14,1).
Es
siempre el servicio a los demás en necesidades claramente constatadas -y no el
tratamiento teórico y abstracto de los temas en sí, para lo que, entre otras
cosas, no disponía de tiempo- lo que mueve al santo trinitario a tomar la pluma.
3. En nuestro caso hay una razón adicional
que justifica la elección del tema: a pesar de haberse escrito mucho sobre
"la verdadera o falsa revelación", quedan una infinidad de cuestiones
oscuras o inabordadas, "porque los libros es imposible puedan descubrir
todos los dones particulares y modos extraordinarios con que Dios descubre sus
secretos a quien de veras ama, y las astucias y engaños con que el demonio
burla al que se deja llevar de algún spíritu de presumción o soberbia"
(c.1,1). Por esto, el autor entra en materia apoyado únicamente en el propio
acopio de experiencias y con el comprensible temor de no ser exacto en sus
consideraciones: "Bien sé que en esta materia debo temer, por no lo haber
estudiado ni leído libros, ni saber más de lo que he entendido tratando con
algunas personas" (c.22,4).
Se sabe
que a lo largo de su vida se relacionó con muchas personas contemplativas,
algunas de ellas dotadas de gracias singulares. Sentía una gran curiosidad por
los fenómenos místicos, tan en boga y discutidos en su tiempo, y se interesaba
por informarse bien en torno a los casos que suscitaban más habladurías. Lo
confirma en el presente escrito: "Y yo he visto y preguntado de algunas
personas que tienen algunos dones particulares que no los acabo de entender
[...]" (c.14,6). Esto le ayudó a ser, por una parte, prudente y realista a
la hora de juzgar tales fenómenos y, por otra, receloso ante lo extraordinario
de los propios dones recibidos de Dios. Un criterio de orientación general en este campo lo anuncia ya en
las primeras páginas: "Aunque es verdad que este espíritu extraordinario y
de revelaciones, cuando Dios lo diere, se ha de estimar y agradecer, pero no se
ha de procurar, sino caminar por donde Dios guiare y quisiere" (c.1,10). Nada de extraño que,
en sus escritos, se nos revele un experto en el discernimiento de espíritus.
No es, sin embargo, ésta la única ni la
principal fuente informativa del presente escrito. El texto deja entrever el
sustrato de las vivencias personales del autor. Se comprueba fácilmente, por
ejemplo, que las pruebas del demonio descritas en el c.17,5 tuvieron por blanco
su persona cuando negociaba en Roma el breve de la descalcez: no hay más que
leer su autobiografía en el tomo VIII2. He aquí una de las muchas alusiones
que hacen al caso: se confiesa "lleno de tinieblas y obscuridad" en
su espíritu (c.9,4); pues bien, "estas almas, de quien yo voy tratando,
son unos spíritus en quien Dios parece tiene puesto su gusto de traerlas llenas
de tinieblas y obscuridad: por una parte, cargadas de deseos y de obras y, por
otra, de incertidumbre" (c.15,16).
A favor de este engarce con la
experiencia está también el hecho de que la obra adolece de una cierta
deficiencia estructural, propia del que -como el reformador trinitario- escribe
a partir de una vida en constante transformación y ebullición
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espiritual. "Papeles son -dice con marcada
humildad- que los escribo por sólo mi entretenimiento; enmiéndelos quien los
leyere, o rómpalos si fueren boberías" (c.2,6). Claro está que semejantes
papeles, por ser expresión de una vida, son todo lo contrario de boberías: es
el don más precioso que el místico trinitario nos ha podido hacer. Y por eso,
interesa y llena más la lectura de estas páginas que la de un manual académico,
bien sistematizado, sí, pero tejido a base de elucubraciones mentales
desencarnadas.
Sintomático
respecto a lo que acabamos de decir es el escaso soporte bibliográfico del
escrito: aparte las citas bíblicas -ésas sí abundantes-, no hallamos más que dos
o tres referencias a santo Tomás, otras tantas a san Agustín, unas pocas
anécdotas hagiográficas y vagas alusiones a la filosofía clásica.
4. "Esta
materia es dificultosa a todo género de gentes" (c.1,1). He ahí la
afirmación inicial que previene al lector no sólo ante lo delicado del tema,
sino también ante la posibilidad de unas reflexiones no del todo transparentes
y satisfactorias. Y es que "la teulugía pone muchas reglas, la prudencia y
discreción tienen muchas conjeturas, pero como lo humano no atoca a lo divino y
todo lo que el hombre por sí puede rastrear se queda corto para lo que Dios
puede descubrir" (c.1,2).
"En el
conocimiento del espíritu y altas revelaciones de la santa Madre Teresa de
Jesús se vieron bien estas dificultades", nos dice (c.1,3). La
exuberancia, variedad y notoriedad de las comunicaciones divinas recibidas y
descritas hacen de la Doctora del Carmelo un caso emblemático, que nuestro
autor asume como uno de los focos iluminantes de la obra. Cita también otros
casos de verdaderas y falsas revelaciones. Aduce, entre los segundos, la famosa
historia de Sor María de la Visitación, la monja de Lisboa que indujo a engaño
a Fr. Luis de Granada.
5. Una
parte del tratado -probablemente los 13 primeros capítulos- fue escrita en
Valladolid, según deja entender esta frase: "Estando yo ahora en
Valladolid, tengo presentes las cosas que supe, entendí y vi en Madrid con una
particular certidumbre" (c.10,8). En el c.15, sin embargo, notamos dos alusiones
a la corte, esto es, Madrid, donde al presente se hallaba el autor:
"Consideremos que un hombre es esclavo y pechero... y que un día se le
ofreció venir a la corte, donde estaba su señor" (pár.8). "Pongamos un
exemplo: hállase un hombre en esta corte..." (pár.14). Puesto que después
del inicio de la obra no se repite el monograma Jhs.Mª hasta el capítulo 14,
puede suponerse una interrupción temporal después del capítulo 13, y con ella
la separación de las dos partes escritas respectivamente en Valladolid y
Madrid3.
No
disponemos más que de una indicación útil, y muy imprecisa, para intentar el
cálculo cronológico de la composición de la obra: "Debe de haber un año
que, habiendo tomado nuestro sancto hábito un mancebo, a cabo de unos pocos
días vino a mí y me dijo que le diese sus vestidos, que él no podía llevar
aquesta vida" (c.18,9). Esta
frase presupone que el Reformador era superior provincial (1605-1608)
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cuando
admitió al joven; por tanto, fue escrita después de 1606. No podemos delimitar
más, por el momento, el tiempo que vio nacer el presente escrito.
6. La distribución y titulación de los
capítulos, salvo excepciones, son del autor. Nosotros hemos agregado la
numeración de párrafos; baste esta advertencia, sin necesidad de remarcar las
cifras añadidas entre corchetes.
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EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
[f. sin n.] Jhs.
Mªa
TRATADO DE
ALGUNAS DIFICULTADES QUE CONSIGO TRAI EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL QUE
DIOS DA [A] ALGUNAS ALMAS. DE CUATRO O CINCO MANERAS DE ILLUMINACIONES
INTERIORES. Y DE LOS PROVECHOS QUE EL ALMA SACA DE LAS DIFICULTADES QUE EN LOS
TALES CONOCIMIENTOS SE LE OFRECEN, Y CUÁNTAS SON LAS IGNORANCIAS DE LOS HOMBRES
EN LOS JUICIOS QUE ECHAN DE ESTOS SPÍRITUS EXTRAORDINARIOSb.
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