Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

77

Nota

Ahora adviertan, hermanos, que el juntarnos aquí [191v] tan de ordinario, cuando de nuevo no haya que amonestar o que dispertar o provocar a nuevas virtudes y perfección, hállolo esto por muy necesario. En Roma se usa que, como allá no se proveen los beneficios por oposición sino por asistencia, los pretendientes van todos los días a casa del datario, que es el que los provee, y manifiéstanse allí ante él. Sale el datario de su aposento y míralos a todos y díceles: Vayan con Dios, señores, que ya los he visto. Y con esto, al que más ha asistido y parecido, más presto les provee. Todos somos, hermanos, pretendientes de los beneficios de Dios. Cuando no nos provean hoy de lo que deseamos y hemos menester, tenemos obligación cada día de juntarnos y presentarnos en este lugar ante Dios para que él nos mire, que, si hoy no recibimos, cuando más seguros estemos, alcanzaremos lo que nos importa. Y aun los studiantes que en muchos días no han tenido lición, van el último a cursar, que ellos dicen, no con intento de sacar las liciones, sino sólo de a cursar; y con esto ganan lo perdido. Cuando sus charidades, hermanos, no trujeran intento de aprender la lición, sino de cursar y hallarse aquí ante Dios oyendo su palabra, eso era bastante para que obligaran a Dios, que, si en el día de ayer tuvieron algunas faltas, hoy se las supla y perdone.

Ahora, hermano, si esto no es más de cursar, ¿para qué su charidad se cansa y derrama cosas de tanta consideración? Pudiéramosle decir lo que Judas de la Magdalena, cuando vido derramar aquel ungüento precioso: poterat enim unguentum istud venundari, et dari pauperibus 1. En otras ocasiones [192r] se pudieran aprovechar más estos capítulos, cuando hubiera pobres menesterosos y ganosos de tomar lo que se les dice. Yo podré responder a sus charidades lo que respondió Cristo a Judas y a quien de aquello murmuraba: Sinite eam, etc., pauperes semper habebitis vobiscum, me autem non semper habebitis 2. Lo propio les respondo yo. Los hermanos novicios no me han de tener siempre, que se han de ir ahora, ni yo tengo de estar siempre con sus charidades. Derrámese norabuena, que, como el otro dijo, lo que arrastra honra.

Assí sólo les diré una palabra acerca de lo que cada día aquí se ofrece, que es exhortación a la perfección, que ésta tiene dos partes: apartarnos del mal y llegarnos al bien. Y sobre esta segunda, que es llegarnos al bien, está en ella encerrada la primera, que es apartarnos del mal, porque cuanto uno más se llega a un estremo tanto más se aparta del otro. Y este bien o entramos bienes los consideraba yo esta mañana en las últimas palabras de la lección de la oración: Providevam Dominum in conspectu meo semper, quoniam a dextris est michi, ne commovear 3. Que si estoy con Dios, estaré firme para no moverme con facilidad al mal. Adviertan esta palabra: ne commovear, que dice firmeza y estabilidad de la persona que se llega a Dios.

La sposa, tratando de las perfecciones de su sposo, le comparó las manos a las cosas torneadas: manus eius tornatiles 4; y los pies los comparó a las columnas de mármor 5; y hizo esta diferencia de pies a manos. No hay cosa más fácil de mover que lo que es torneado, por ser redondo. Y assí dice que son las manos de Dios: redondas, fáciles en [192v] el obrar y hacer bien a los hombres. Pero los pies dice que son de columnas de mármor, que, para haberlas de menear, son menester muchas fuerzas, mostrando en esto la firmeza y perpetuidad que tiene y da a los que se llegan a él. Non commovear, quia a dextris es michi. De aquí es que, cuando se subió al cielo, dejó sus huellas señaladas en las piedras. Y aun quieren decir que una piedra que está en San Sebastián extramuros en Roma, con dos huellas de hombre metidas en la propia piedra, que las dejó allí Cristo cuando se apareció a san Pedro a los muros de Roma y le dijo: Petre, quo vadis? a 6 Mostrándonos en esto que el que se llega a Dios, le vuelve y hace las manos como torneadas, para el dar y el obrar fáciles, pero los pies de columna para el no moverse con facilidad. Que para levantar los ojos no haya ocasión bastante, sino que sean de columna; para hablar, para salir de la celda, lo propio. Y con esto alcanzarán el apartarse de lo malo y llegarse a lo bueno.




1Mc 14,5.



2Mc 14,6-7.



3Sal 15,8; He 2,25.



4Cant 5,14.



5Cant 5,15.



asubr.



6 Se atribuye más bien a Pedro la pregunta dirigida a Jesús: Domine, quo vadis?






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL