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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Nota. Para novicios en este propio capítulo

Ahora hínquense de rodillas los hermanos novicios. Y adviertan, hermanos, un documento que ahora se me ofrece, y es que las mercedes que Dios les hace en estos principios son ungüentos soberanos super mel et a favum 1; no lo dejen perder. No digamos que se pudieran dar y vender mejor a quien más los aprovechara, y sus charidades aprovecharlos también, si los consuelos y misericordias que en estos principios les otorga Dios los saben dirigir a un alto fin. Y es el que el Spíritu Sancto dice: En el día del contento no olvides el día del pesar 2. Y adviertan que el prevenirlos Dios in benedictionibus dulcedinis 3, es para que se dispongan a mayores trabajos. [193r] El criado que en casa del amo ha tenido buenos ratos, buenos almuerzos, acuérdase de ellos cuando se ve en algún trabajo padecido por ese buen amo b. Ahora que almuerzan consuelos, acuérdense de ellos, ténganlos en la memoria para cuando padezcan por este buen Señor algunos desabrimientos. El hijo pródigo de este pan se acordaba y de esta abundancia cuando se vido en la hambre y en los trabajos y compañía de puercos; y estos almuerzos le dieron gana de volverse 4. Cuando sus caridades les pareciere verse apartados de Dios por desconsuelos y trabajos —como digo, [no] por pecados, sino por faltarles consolaciones—, sírvanles las que ahora tienen para que en aquellas ocasiones se animen y peguen más a Su Majestad y a boca llena lo llamen Padre.

Y de que estos consuelos les falten yo no dudo. Ya se acuerden de lo que el otro día dije de con cuánto trabajo se ha de hacer una fuente perenne, perpetua, que no se canse 5. Ahora digo que hay otras fuentes que se hallan con poco trabajo y se acaban presto. Y en aquéstas no se ha de reparar ni fiar mucho pareciéndonos ya tenemos lo que hemos menester. Estas fuentes son cuando llueve mucho; tras cada canto se halla una fuente y cada arroyuelo es un río y los charcos son mares. Bueno fuera que, porque en esta ocasión hallase el otro un río o fuente, dijese: yo quiero plantar aquí una güerta, pues ya tengo con qué regarla. No es bien eso, le diría yo, porque esa fuente es de lo que mucho llueve y ha de faltar; si no, aunque haya sol, arroyos y fuentes, habéis menester hacer noria o buscar otras fuentes que tengan sus manantiales en los mineros de la tierra en lo hondo. Ahora miren, mis hermanos, yo confieso que en estos principios están llenos de fuentes, de consuelos, y que en ojos, lengua, pies, manos, orejas están, no digo yo [193v] charquillos, sino mares de consuelos, pero advierto que todo eso se causa de la avenida y copiosas lluvias y agua que envió Dios en su vocación, con que los apartó del siglo y trujo a la Religión. ¿Seríe bien que ahora, que yo me viese alegre, devoto, contento, que dijese: yo quiero plantar una viña o jardín y güerta en mi casa? —Y ¿de qué lo ha de regar, hermano? —De estos consuelos que ahora tengo. —No, hermano, porque esos consuelos son muy por encima, están muy en los sentidos y hanse causado de las lluvias que se revertieron de las misericordias que Dios les hizo cuando los apartó del siglo; y es menester que en el fondo del alma busquen otra agua con que rieguen su güerta. Y ésta la hallarán, como decíamos el otro día, con mucho trabajo y haciendo pozos.

Y ésta, aunque también es agua del cielo, pero viene y dase diferentemente que la otra que cai cuando llueve. La que cai cuando llueve, vese caer. La otra que sale en la fuente, sale de los mineros de la tierra y no se ve ni sabe por do viene. Los consuelos de los principiantes claramente se ven caer, como agua; se sienten y ven en los ojos, en la lengua, etc. Pero los otros no se sienten, antes de ordinario, en lo exterior y en los sentidos, son atormentados y padecen grandes trabajos y, en lo interior, por unas vías secretas sienten y tienen una satisfacción de Dios, un consuelo, que no saben decir lo que es. Unas fuentes tan secretas que son como otras fuentes que, sin salir de la tierra, las llamamos agua de paso 6; unos consuelos interiormente distilados que van y vienen de Dios al alma y del alma a Dios, sin que salga nada acá fuera.

Veréis algunos pueblos que no tienen agua ni la hallan. Traen un zahorí, y éste diole Dios tal natural en la vista que, cogiendo la luz [194r] del sol en los ojos, con ellos y aquellos rayos que en ellos lleva impresos, ve que debajo de aquel pueblo hay abundante agua de paso, sin saberlo ellos. El justo es como un pueblo bien poblado, con sus arrabales y ciudad, muros y barbacana. Y porque en esto no nos detengamos, los arrabales son los sentidos; la ciudad y ciudadanos son las potencias. Llega el seglar y, porque a éste le ve padecer sed y trabajos en estos arrabales, parécele que este pueblo carece de agua. Entra más adentro, a la ciudad, parécele vive sin memoria ni acuerdo ni las delicadezas del mundo, que no le responde a propósito, que no atiende a sus conversaciones y trazas, y que tampoco hay fuente dentro de la ciudad. Pero el mismo justo, que tiene ojos de lince, en los cuales ojos interiores coge y percibe los rayos del sol de justicia, éstos envíalos allá dentro a lo fondo del alma y allá dentro divisa y ve un agua que va de paso de Dios a él y de él a Dios; que aun muchas veces la da y la comunica y apenas lo entiende el propio a quien lo comunica; sabe que tiene y no sabe lo que tiene. Como si yo a un hermano le metiese en el seno una cosa y le dijese: guarde esto y no lo vea nadie, de sus propios ojos tendría celos y se contentaría con saber tenía allí un gran recado, sin mirar lo que es, porque mirándolo él entendería otro lo había de ver. Este es el varón aprovechado, en cuyo seno escondido pone Dios esta agua así destilada, la cual le manda la guarde y que nadie la vea. Y él lo cumple con tantas veras, que apenas él se atreve a detenerse en esos consuelos, sino que, en alguna manera divertidos los ojos de lo que tiene, los pone muy descalzos en aquel de quien le tienen, contentándose con saber que tiene [194v] un recado que se lo mandan guardar.

Esta fuente parece en algo a aquella del amigo de Job Eliphaz Themanites: Audivi porro venas susurri mei, verbum absconditum quasi furtive 7. Dictum absconditum, bien guardado; furtive, que no lo vea nadie; porro venas, como si dijera distilado, sin que se vea, hurtado, que apenas yo lo percibo y lo entiendo, como el que hurta no todo lo lleva. Assí es el alma regalada de Dios: todo muy secreto, tapado y encubierto; que suele muchas veces estar el consuelo tan encubierto, que se ve lastimada el alma, herida y crucificada, de suerte que no sabe discernir si es cruz o consuelo. O, por mejor decir, debe de ser todo para que sea verbum absconditum, como dice Esaías 8: tu es Deus absconditus c. Todo eso se ha levantado y dado Dios para darles a entender la diferencia que hay de esos consuelos a los que han de tener después de haber padecido muchos trabajos: que éstos se ven y se acaban y se sienten; los otros apenas se ven, ni la misma alma casi distintamente los siente, y son perpetuos que trabaje, que padezca, que ría, que llore. Y todo esto le nace de que son consuelos que sólo se hallan en el fondo y abscondido del alma.

Las fuentes que están muy encima la tierra con facilidad se ciegan y pierden, porque, como los caños, alcaduces y condutos están muy someros, el peso que pasa por encima los rompe y, en dos palabras, no tenemos fuente. Pero la que está muy fonda, aunque pasen carros y d el camino vaya por encima, nunca se hunde ni pierde, porque está fonda. Eso tienen los consuelos sensibles, que se pierden con facilidad, por estar sus condutos tan por encima: [195r] en viniendo un disgusto, una pesadumbre, una mortificación o prueba grande, donde pensábamos que habíe fuente, no hay sino cieno; que, por no tener aquella virtud que debía tener, sino haber puesto los ojos en estos consuelos sensibles, ya perece, que estamos cargados de miserias, etc. Pero lo que tiene la fuente en lo fondo, aunque pasen carros de pesadumbres por él, no hayáis miedo que desdiga de lo que es, quia a dextris est michi, ne commovear 9.

Otra razón se puede dar, por qué ahora Dios en los principios les da de ordinario esos consuelos no tan firmes y de tanta consideración como los otros. El amo que envía a trabajar a su criado échale en la alforja, para la merienda del día, un pan no tan bueno y tan floreado y una cebolla, tiniéndole para la noche y fin del trabajo muy buena cena. Ya hemos dicho que sus charidades vienen a trabajar y hemos dicho el trabajo que han de tener. Háceles la alforja con esos entretenimientos, no tales como los que después del trabajo les dará, que llegará la cena grande. Etc.




arep.



1Cf. Sal 18,11; Eclo 24,27.



2Eclo 11,27: «In die bonorum ne immemor sis malorum».



3Sal 20,4.



bms. ánimo



4Cf. Lc 15,11ss.



5Cf. plática 76.



6 «La que va corriente por los poços manantiales» (Covarrubias).



7Cf. Job 4,12.



8Is 45,15.



ctu-absconditus subr.



dms. ni



9Sal 15,8.






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