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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Otra plática, habiendo de recibir los hermanos el Sanctíssimo Sacramento, en el domingo de la quinquagésima

Aunque no traigo ni tengo qué decir a sus charidades, pero debémonos juntar, como hacienda de Dios, para que él la vea. Así nos juntamos para que, viéndola junta y en pella, él más se agrade y sirva. También por la obligación que de regla tenemos los domingos. También por si acaso Dios diere alguna palabra, sirva de dispertarnos, llamarnos [195v] y volvernos atentos y apercibidos a que viene Dios y lo hemos de recibir hoy.

Dije que, si acaso diese Dios alguna palabra con que dispertásemos 1. Porque ése es el officio del predicador y del que amonesta y predica: dispertar, no halle Dios algún alma dormida. El sancto Job dice unas palabras particulares: Quis posuit in visceribus hominis sapientiam? Vel quis dedit gallo intelligentiam? (Job 38) 2. ¿Quién le dio al gallo inteligencia? (vide locum). San Gregorio lo interpreta del predicador, el cual ha de ser como el gallo 3. Es cosa notable que allí «el Spíritu Sancto juntó la sabiduría del hombre con la inteligencia del gallo. Porque, assí como el hombre por medio de la sabiduría, hace distinción entre tiempo y tiempo y diferencia entre unas acciones y otras, que es el propio officio de esta virtud, assí el gallo, por medio de la inteligencia, que es un instinto natural que se lo dio el autor de la naturaleza, hace distinción entre los tiempos y las acciones, como si verdaderamente tuviese entendimiento para conocer estas cosas y discurso para conocer las diferencias que hay entre unas y otras». Dispierta a la medianoche y bate las alas, sacudiéndose el polvo y dispertándose a sí mismo, porque mal puede dispertar a otros quien no está dispierto. Este es el primer punto de la inteligencia del gallo. El segundo es «acommodar la vehemencia y energía de la voz, según la necesidad de las ocasiones y tiempos. Porque es cosa notable, como lo advirtió San Gregorio, 3.ª parte Curae pastoralis 4, ver las diferencias que hace en el modo de cantar dende la medianoche hasta el romper del alba»: «a la medianoche, cuando el sueño es más pesado [196r] y profundo, canta con mayor vehemencia, despepitándose y desquiciando la voz hasta enronquecerse, como si echase de ver que entonces son necesarias más fuertes voces para dispertar al que duerme; después, en las otras horas, ya parece que va adelgazando la voz, con tal proporción que, cuanto más se va llegando el día, tanto más se va sutilizando», pareciéndole que no es ya tan pesado el sueño 5. Otra inteligencia tiene el gallo, y es que nunca canta hasta en punto de la medianoche, cuando naturalmente siente que el sol vuelve por nuestro emisferio, que llega a aquel punto en que empieza a declinar hacia nosotros; entonces con un instinto natural lo siente y luego bate sus alas y levanta su voz. ¡Qué bien comparado está al predicador, al prelado, al que amonesta y tiene cuidado de almas! Lo primero, batir sus alas y sacudir sus imperfecciones, dispertarse a sí propio; y cuando sintiere mayor sueño, mayores culpas, mayores imperfecciones, mayores gritos, mayores voces, etc. Y este canto ha de empezar cuando sintiere que ya el sol declina y ya viene a dar luz a nuestro emisferio.

A este propósito, si sus charidades hoy han de recibir el Sanctíssimo Sacramento y se llega y viene cerca aquel lindo tiempo, si yo ahora batiera mis alas y dispierto yo cantara, como debía, para dispertar a sus charidades: que viene Dios, que llega Dios, y, al a sentir grande sueño y mucho olvido, muchas y grandes voces para que dispertemos. Ahora volvamos los ojos y consideremos qué de veces en el evangelio nos avisa Dios que dispertemos y, entre otras, dice que velemos, que vendrá como ladrón 6; [196v] otras, que velemos y lo aguardemos, que vendrá, que es sposo querido de las almas, como en aquel evangelio de las vírgines 7. Pero advirtamos que, cuando el ladrón viene, viene a hurtar y, cuando el sposo, a dar. Hoy aguardamos a Cristo, no como a ladrón, sino como a amorosíssimo sposo. Si nos halla dormidos, no nos dará las joyas que trai; y si nos las diere, fácil nos las hurtarán como a dormidos.

Veamos las joyas que trai hoy, miremos el evangelio: Ecce ascendimus b Jerosolymam, etc., tradetur, flagellabitur, etc. 8; azotes, bofetones, cruz, clavos, spinas, etc. Estas son joyas de tanto valor, que no valen menos que el cielo. Y que éstas sean para nosotros pruébolo. Mirad cómo habla de tercera persona cuando trata de su pasión: tradetur, siendo él el que habíe de ser azotado, coronado; aunque yo soy, para mi querido el hombre son estos amores y estos bofetones. Y David los acepta por propios diciendo de primera persona: Foderunt manus meas 9, etc. Según esto, será razón que hoy nos vistamos del color de nuestro sposo: viene con cruz, salgámosle a recibir con cruz, etc. Dic.

Lo demás que dije, se me ha olvidado. Aquello del gallo lo leí en Murillo, en el sermón de san Antonio 10.




1 Cuanto sigue está tomado, a veces literalmente, como indica el propio autor al final de la plática, de MURILLO, DIEGO, O.F.M., Discursos predicables sobre los evangelios que canta la Iglesia (Domingos de Adviento y fiestas hasta septuagésima), I (Zaragoza 1610) (1.ª ed. 1603), 531-552 («en la fiesta de san Antonio abad»).



2Job 38,36.



3Cf. S. GREGORIO MAGNO, Moralia in Iob, 30,3 (CCL 143B,1499); Regula pastoralis, 3,39 (ML 77,124).



4Regula pastoralis, 3,39 (ML 77,124).



5MURILLO, D., o.c., 533-534. Entre comillas, las citas literales.



ams. a



6Cf. 1 Tes 5,2; 2 Pe 3,30; Ap 3,3; 16,15.



7Cf. Mt 25,1-13.



bEcce ascendimus subr.



8Cf. Lc 18,31-32.



9Sal 21,17.



10Cf. MURILLO, D., o.c., 533-535.






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