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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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94

[229r]

Jhs. Maria

[Algunas propiedades que ha de tener el prelado]

En este nuestro primer capítulo de provincial he hecho muchas pláticas y capítulos particulares 1. Y por haber sido Dios servido y los hermanos haberse humillado en haberme señalado por su cabeza y provincial 2, ocupada el alma con cosas nuevas y cuidados exteriores, no me ha de ser posible poder acordarme de lo que he dicho. Si algún rato tuviere lugar, iré aquí apuntando algo.

Es de tan grande importancia el acierto en escoger prelado y la miseria y trabajo en el errarlo, que, tratando Cristo de ellos, les ponía mill señales para que lo descubriesen, porque en lo uno y en lo otro no va más de escoger luz o tinieblas, o ser tan ciegos como aquellos de quien dice san Joan: Dilexerunt homines magis tenebras quam lucem 3. Lo primero, les dio títulos y nombres y los comparó a cosas que necesariamente se descubren y manifiestan: a la sal, a la luz y ciudad sobre monte alto 4. No hay hombre tan rústico y zafio, que sólo está enseñado a comer un pedazo de pan, que luego no vea si un guisado está sazonado, si le falta o tiene sal. Disimulan las demás especias que le suelen echar, pero la sal no se puede encubrir. Y de esa propiedad ha de ser el prelado, que se conozca y se vea y manifieste a los ojos más llenos de tinieblas. Y el más rústico que entrare a hacer una elección, dende afuera ha de tener visto si, en aquella congregación de quien piensa sacar cabeza, hay sal, hombre que merezca ser sal y prelado.

[229v] Lo segundo, luz. La luz no sólo se manifiesta a sí, pero hace manifestar las demás cosas. Es imposible querer tapar y encubrir la luz, antes si vos os queréis encerrar en un aposento, la luz se os entra por las rendijas de la ventana y puerta, que parece está diciendo: aquí estoy. Y assí ha de ser el que ha de ser prelado, que, por retirado que estéis de su conocimiento, su vida, obras y exemplo sean tales que, por encerrado que vos estéis, entre su olor por los resquicios y esté diciendo, por mucho que él se esconda: yo soy la cabeza y prelado. Qué tapado y escondido estaba David, qué públicos y manifiestos sus hermanos pisando calles y plazas y poniéndose con sus gentiles cuerpos ante Saúl, y haciendo presas en la guerra y gallardías en los poblados, y a todos dice Samuel: —No sois vos, otro falta. —Señor, no lo hay sino un pastorcillo cubierto con un zamarro 5. No importa que esté desterrado a la soledad y desechado en el vestido, que, como el que ha de ser prelado ha de ser luz, ya tiene manifestado Dios sus vislumbres. Y acá se ha visto, etc. En otras cosas parece se puede disimular el engaño, pero no en la luz. Si os falta una pierna, ponéis otra de palo; si un ojo, otro de plata. Pero la falta de cabeza no se puede sufrir, porque, en faltando, muere y fenece el compuesto. Y así es necesario que le Dios manifestación de luz. Y el que ésta no viese, sería topo ciego, piedra incapaz de un tan grande bien.

Assí vemos que, por ser tan grande bien y tan necesario éste de la luz, antes que llegue nos envía Dios un lucero que avise: los gallos se están despepitando [230r] que viene la luz. El que ha de ser prelado delante de sí haber enviado mill mensajeros de cuál es el que ha de alumbrar y enseñar porque no se yerre. Cosa particular, que Cristo, con ser luz verdadera que alumbra a todo hombre 6 y haberse de manifestar con tales obras, tales palabras, tales milagros, aun parece no se contenta, sino que trai delante de sí otra luz: una alborada, un gallo, un lucero, una antorcha, que fue el Baptista 7, que lo descubre y lo enseña, no se yerren en cosas de tan grande importancia como es conocer su verdadera cabeza, Cristo. Y assí se andaba tras él mostrándolo con el dedo y diciendo: Ecce agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi 8, etc. Este, que es cordero y quita pecados, es la cabeza de casa. Qué linda señal para prelado: cordero manso, amoroso, humilde, sufrido; y junto con ser cordero, es fuerte león, que despedaza y desquijara una bestia tan fiera como el peccado. Linda muestra de prelado, que ante la sepultura de Lázaro llora como simple paloma 9, y brama como león. Esta luz ha de dar y tener esta manifestación el que hubiere de ser prelado: que sea cordero, que tenga unos balidos amorosos, blandos, suaves, etc. Y si fuere necesario quitarse la lana y quedarse desnudo para vestir a sus súbditos y abrigarlos, lo haga. Y ha de ser león que brame, despedace y desquijare al atrevido, etc. Y el que Dios con el dedo os enseñare ser cordero que quita pecados, ésa es vuestra cabeza. Y guardaos no erréis, que herráis un hierro grande.

Está Cristo en el Tabor lleno de gloria y resplandor, y está tratando con Moisés y Elías de lo que aquella sancta y pura cabeza ha de padecer; [230v] y no contento con estas manifestaciones que de sí hace este buen Dios para que le tengan por cabeza, no habiendo allí Baptista que enseñe, le [muestre] y alumbre, lo hace el cielo y el Padre hace oficio de Juan y se oye una voz que dice: Hic est Filius meus dilectus, in quo michi bene complacui: ipsum audite 10. Oídle, que es vuestro prelado y pastor. ¡A qué lindo tiempo nos lo señalan por nuestro prelado: cuando su majestad y gloria sobrepuja a los otros tanto que da con ellos en tierra y cuando, gozando de la gloria, trata de lo que ha de padecer por sus ovejas! Estas señales, mis hermanos, han de tener los que tú has de tener por prelados: que sobrepuje la gloria de sus obras y hazañas a los otros, que los deje en tierra y él esté en el cielo; el que, estando lleno de gloria, de officio esté siempre tratando de lo que ha de hacer y padecer por sus ovejas. Y el día que un religioso tuviere estas cosas y tú tuvieres, como los apóstolos, el rostro vuelto al suelo, que no puedas ver su gloria, el mismo cielo te lo manifestará y enseñará, porque no yerres en cosa de tanta importancia como es saber y conocer a aquel que has de oír otra vez. Que pudieran los hombres desconocer esta soberana cabeza, que fue en el baptismo arrodillado al Baptista; baja el Spíritu Sancto en paloma y lo manifiesta 11. Esta es linda manifestación y a buen tiempo, cuando está humillado, etc. Y ésta podremos tomar nosotros por señal, ver el más humilde, etc. Cuántas veces en la primitiva Iglesia los sanctos se escondían y tapaban, y hacía Dios mill demostraciones para manifestarlos porque no hubiera engaño, [231r] etc. Dic si vis.

El tercero es ciudad sobre monte alto, que no se puede esconder al pasajero y caminante. Que, como solemos decir, los tales pueblos a ojos cerrados se irán a ellos, sin camino y con camino, respecto de que siempre están a la vista sin poderse tapar ni encubrir. Assí quiere Dios que se vea el que ha de ser prelado, que a ojos cerrados se conozca y se con él, que no sea tan poca su virtud que sea necesario ponerse antojos para lo conocer. En orden a esto, parece mandaba Dios que el sacerdote trujese en la finbria de la vestidura muchas campanillas 12, porque se manifestase por do fuese, lo viesen y conociesen todos, que en esto no hubiese ningún engaño. Y para que nosotros no lo tengamos, quiere Dios que sea tal el que ha de ser elegido que su virtud, humildad, charidad y paciencia, prudencia sean tales que, por do fuere, den campanada, que nadie padezca engaño.

Puesto caso que no permite Dios que el que ha de ser prelado no quiere que se encubra, por ser luz, sal y ciudad, veamos ahora en qué ha de ser sal y luz, etc. Digo que, cuando Cristo acabó de predicar el sermón en el monte, donde puso la bienaventuranza y el cielo en la pobreza y en las lágrimas, el consuelo 13, etc., luego llamó a sus discípulos y les dijo que eran sal de la tierra. Como si dijera: Yo acabo de predicar una doctrina harto desabrida para la carne: pobreza, lágrimas y persecuciones, pero adviértoos que vosotros sois sal de la tierra, que habéis de guisar de tal manera cosas tan desabridas y las habéis de saborear de suerte que el pobre en su pobreza halle el cielo y en las lágrimas consuelo, y el perseguido sufrimiento. Este ha de ser vuestro officio y ésta será vuestra señal para el que hubiere de ser prelado, que tenga sal y sabiduría para guisar [231v] cosas amargas y volverlas sabrosas, mirar si tendrá palabras para vestir la desnudez y al afligirlo consolarlo y al perseguirlo pacificarlo, etc.

Lo segundo, se conocerá en tener, entre otros muchos efectos y propiedades de la luz, una: que, alumbrando en la tierra, está en el cielo; que, aunque hace su officio en la tierra, allá está fija y permaneciente en el cielo. Esta propiedad ha de tener el verdadero prelado, que, ministrando en el cielo, esté en la tierra. No sólo en el cielo, porque, si eso fuera, pereciera el mundo con tinieblas y se acabaran las generaciones, etc. No vale nada para prelado el que, digamos, sólo fuera para el cielo. Ha de tener el un pie en la mar y el otro en la tierra; los afectos a Dios y al próximo, a Dios amándole y al próximo librándole y socorriéndole. Sube Cristo al monte y desciende al valle a curar los enfermos 14. Assí digo que para ser prelado no basta ser sancto de cualquier manera, sino sancto que cure enfermos, que, si subiere al monte a tratar con Dios, descienda a tratar con los flacos. Lo segundo, la luz tiene otra propiedad: que no es escasa en darse, sino que vierte sus rayos y los da abundantes. Lo tercero, que no se lleva nada por la luz. Todo vale dineros, hasta el agua, pero la luz de balde. Lo cuarto, no se cansa. Lo quinto, exultavit ut gigas 15; es presta, acelerada, ligera. Lo sexto, siempre obra, que durmáis que comáis, no por eso para, etc. Todas estas propiedades ha de tener el prelado, etc.




1Parece aludir, no a los pocos días en que se reunió el capítulo, sino al primer año de su provincialato.



2 En Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria, c.52, cuenta lo ocurrido en el primer capítulo provincial (Valladolid, 7 de noviembre de 1605), del que salió elegido primer ministro provincial de la descalcez. Cf. Carisma y misión, 295-301.



3Jn 3,19.



4Cf. Mt 5,13-16.



5Cf. 1 Sam 16,1-13.



6Cf. Jn 1,9.



7Cf. Jn 1,19ss.



8Jn 1,29.



9Cf. Jn 11,35.



10Mt 17,5.



11Cf. Mt 3,13-17.



12Cf. Ex 28,33; Eclo 45,10-11.



13Cf. Mt 5,1-12.



14Cf. Mt 5,1; 8,1.



15Sal 18,6.






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