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CAPITULO
1 - De cómo el conocimiento sobrenatural y espírituc extraordinario que
algunas almas padecen es dificultoso de conocer su verdad a los demás hombres,
y aun a las mismas personas que los tienen. Y de algunos provechos que el alma
recibe viendo lo poco que los hombres saben de las cosas sobrenaturales
extraordinariasd
1. [f.1r]e
Esta materia es dificultosa a todo género de gentes. Y después de estar
escritos muchos libros sobre el conocimiento de la verdadera o falsa revelación
y tenido algunas personas don particular para los conocer, suelen muchas veces
dudar o errar, porque los libros es imposible puedan descubrir todos los dones
particulares y modos extraordinarios con que Dios descubre sus secretos a quien
de veras ama, y las astucias y engaños con que el demonio burla al que se deja
llevar de algún spíritu de presumción o soberbia. Y el don que uno tiene de
dicernir y conocer espíritus, puesto caso que es don, tiene la propia dificultad
del conocimiento de su verdad que tiene el don de profecía, no obstante que así
los libros como estotras personas de ordinario alumbran, enseñan y conjeturan
con grandíssima incertidumbre la verdad del conocimiento interior que muchas
personas tienen, dejando siempre el caso por dificultoso.
2. La
teulugía pone muchas reglas, la prudencia y discreción tienen muchas
conjeturas, pero como lo humano no atoca a lo divino y todo lo que el hombre
por sí puede rastrear se queda corto para lo que Dios puede descubrir, no puede
hacer más de lo que hacía el pueblo de Dios cuando Moisés subía al monte a
hablar con Dios1: aguardarle a la halda a que bajase, y mirar el rostro
y cara que traía, porque,
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según lo que
se le pegaba de la conversación pasada, echaban de ver si su trato había sido
con Dios. Porque mal podían ellos juzgar antesf ni mirando otras cosas,
pues Moisés se había retirado y, apartado del consorcio de la gente, subídose a
lo alto del monte, donde Dios lo tenía bien guardado así con el pregón general
que se habíe dado (que nadie llegase al monte so pena de la vidag) como
por la niebla que lo cubría y humo que de él salía, haciéndolos tener a raya la
trompeta que sonaba, los truenos y relámpagos. Así fue necesario, para que
ellos tuviesen algún conocimiento de lo que arriba pasaba, que bajase Moisés
con el rostro resplandeciente y con las tablas de la ley en las manos; que bien
se seguía según el refrán spañol: buena cara tienes, buenos hechos harás. Y así pedía la razón
que quien traía tan buena y lucida cara [1v] trujera en las manos la ley de
Dios para publicarla, hacerla y obrarla.
Así digo
yo que cuando Dios hace algunas mercedes singulares [a] algunas personas, sabe
muy bien remontarlas, esconderlas y retirarlas a tan grande soledad que no sea
posible suba allá el ingenio humano sin que dé quince de corto. Porque, aunque
es verdad que en lo alto del monte, donde Dios está hablando y communicando con
las tales almas, haya grande blandura y suavidad por estar el spíritu de Dios
lleno de dulcedumbre, que jamás enfada o da pena, pero a la subida hay
dificultad y este hombre animal atemorízase con el ruido, estruendo, truenos y
relánpagos con que Dios pide atención a las propias almas que para sí escoge. Y
no obstante que en lo alto del monte haya planicie y anchura donde un alma
pierde los miedos y, quitando sus temores, desencoge sus senos para enllenarlos
de aquel divino maná que allí llueve y se derrama del altíssimo conocimiento de
Dios -que siendo en sí uno, como el maná, se estiende al conocimiento de otras
millares de cosas, sabiendo el que le tiene verdadero todo lo que quiere saber,
porque en la bienaventuranza consisten y están todas las cosash en
conocer a Dios-, y este conocimiento se da en lo alto del monte, donde, siendo
agria y estrecha la subida, no sabe ni puede con fuerzas humanas subir el
ingenio y conocimiento del hombre, no cabe la carne por puerta tan strecha ni
marcha por camino tan angosto. Y así el pueblo, que significa este hombre exterior
con todos sus sentidos, se queda abajo en la halda y planicie del campo; y sube
sólo Moisés, que significa el spíritu.
Y así
digo que es fuerza se aguarde acá abajo, donde están los juicios de los
hombres, a mirar el rostro que trai la persona que subió y se transmontó y qué
es lo que obra y hace, para poder conjeturari por lo que se ve lo que
no se ve. Y al cabo al
cabo son conjeturas en la cara, quedándose el corazón secreto y encubierto para
sólo Dios; y así el caso se queda siempre y a todos dificultosoj.
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3. Muestra ser este spíritu dificultoso
por la dificultad que trai a las mismas personas que lo tienen, porque después
de haber recebido singularíssimas mercedes de Dios, las vemos andar
encandiladas, divertidas del bien que gozaron (digo de la certidumbre de la
verdad con que conocieron), llenas de penas, aflicciones, ansias, congojas con
que buscan maestros, aunque sean niños del scuela, que las desengañen y digan
si yerran, [2r] si aciertan, si van bien o si van mal. Unas veces se alegran pensando que era
Dios y que no fue posible menos. Otras, temen no sea el demonio, considerando
no merecen más por sus grandes peccados. Si les decís que es Dios, se recelan; si
decís que es el demonio, no lo creen.
En el
conocimiento del spíritu y altas revelaciones de la sancta madre Theresa de
Jesús se vieron bien estas dificultades. Y no hay que espantar según lo que
arriba dejamos dicho: que mientras un spíritu sube más, tanto más bajo se queda
su conocimiento para los que dél han de juzgar y para la propia persona que lo
goza, cuando bajó de la alteza de aquel estado en que con modo extraordinario
conocía y puso los pies en el suelo quien habíe tenido los ojos del
entendimiento en el cielo y grandeza de Dios. Pues digo que fue el conocimiento
de esta sancta mujerk dificultoso de conocer en las personas que la
trataban, pues muchas veces de quien ella aguardaba que la consolase la llamaba
endimoniada y mujer ilusa y engañada2. Y así en muchas conversaciones
el vulgo la sentenciaba y se hacíanl jueces inicuos por no alcanzar a
conocer ellos tan altas verdades; y así la mortificaban diciendo la habían de
llevar a la Inquisición, prenderla, castigarla, o por lo menos tenerla por loca
y desatinada3, que así juzga el hombre de lo que no alcanza ni percibe.
Pues ¿qué diré de sus aflicciones interiores, cuando le daba Dios lugar que
ella a sí propia se mortificase, dudase y pensase si voy bienm si voy
mal, si es Dios, si es el demonio, si me engaña o me desengañan?4 Es
certíssimo que el rato que la sancta soltase o Dios diese licencia al
pensamiento, seríe cruel verdugo que la atormentase y martirizase, hasta que,
soplando y corriendo buen aire, quitase la niebla y tornase eln amado a
su jardín y güerto, en cuya presencia toda duda y ambigüedad queda borrada y
solo el verdadero desengaño pinctado muy a lo vivo.
4. El
haber dejado Dios este caso así dificultoso, de parte de los jueces como de
parte de la misma persona que padece las tales revelaciones y conocimiento
extraordinario sobrenatural, es por grande bien de la propia alma que lo
padece, recibe yo tiene, porque si con facilidad se conociera la
alabanza y gloria exterior, era cierto habíe de disminuir el premio interior. Y como Dios es tan
amigo de nuestro aprovechamiento y que no se nos deshagan entre manos los
bienes que recebimos, sino que antes por todas partes se aumenten, gusta que
con aquella
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duda e incertidumbre que tienen los hombres del tal
spíritu, la mortifiquen [2v] y penen. Obra maravillosa: que sin culpa de nadie salga aquella alma
aprovechada y mortificada.
5. Lo
segundo digo que estas dudas en los que juzgan el tal spíritu causan otro
grande bien: que le hacen sconder los secretos del rey5; porque, viendo
que no los conocen y dan lejos del hilo, no sacan a vender sus agujas a quien
tan mal zurce y cose, sino procura, como otro David, sconder en lo secreto del
corazón los coloquios, conversaciones y tratos de Dios. Qué de veces un alma,
después de haber andadop buscando quien la enseñe y quien la desengañe,
quedándose más incierta y dudosa después de todos los consejos de los hombres,
se vuelve a Dios, su verdadero maestro, y le dice: Bien haya, Señor, quien me
entiende. Vos, Señor, sois mi verdadero maestro, el que de veras desengañáis y
certificáis de la verdad de nuestroq spíritu. Con vos solo quiero
tratar, pues puedo decir que me sirve de castigo irme a mendigar consejos a los
hijos de los hombres, que todos son mentirosos en sus pesos, que por ser hijos
de hombres y de carne, no saben pesar cosas tan delicadas como vos adentro y en
el secreto y escondido comunicáis a quien queréis.
6. Lo tercero digo que deja Dios esta
dificultad y duda en esta alma para que con ella pruebe la cortedad de los
hombres. Lo que a un alma, cuando trata con Dios, le es más claro que el sol
r, verdad apurada y conclusión discernida, se lo deja después hecho
cuestión ambigua para que la proponga a los hombres y eche de ver qué lejos
caminan los que más saben de los que menos aprienden en la casa de Dios. Sansón
con su problema que propuso cuando preguntó la declaración de aquella enigma:
De comedenti exibit cibus6, hizo burla de todos los sabios de los
philisteos, de suerte que ellos quedasen desengañados de su poco saber y él
conociese a lo poco que se extendían. Y así hace Dioss con una cuestión
de éstas que dejat a las almas que regala: persuade a los sabios de la
tierra cuán ignorantes son, pues cuestiones que propone el que menos sabe en su
casa, no las saben resolver.
7. De aquí también le nace a esta tal alma
un hacer burla y despreciar todo lo de acá abajo en comparación de lo que Dios
enseña. No quiero decir que burle de los consejos, que siempre los siervos de
Dios los estiman y tienen sobre sus cabezas, los reciben y obran; sino que,
después de este rendimiento que han tenido al consejo errado, conociendo en
Dios [3r] la verdad y certidumbre de sus dudas, conociendo la cortedad del ingenio
humanou, desprecian todo lo de acá y proponen sólo en Dios buscar su
consuelo, pues de las casas de los hombres salen con más dudas y penas.
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8. Lo cuartov, con estas dudas y
dificultades hace Dios más doctos y sabios a los hombres en materia tan
dificultosa.
9. Lo quintow, asegura Dios más el
thesoro que va escondido en aquella alma mientras hay menos que lo conocen; y
así queda más guardadox de ladrones.
10. Lo sesto, si con facilidad este spíritu
se conociera, todos quisieran spíritu extraordinario a la golosina del bien y
regalo que en él se conocía; y habiendo muchos merchantes, pudiera el demonio
vender sus engaños y falsos conocimientos. Y así, como no conocen lo que es ni
la grandeza que en sí encierra, vanse por su camino ordinario, que es lo que
Dios quiere. Porque, aunque es verdad que este spíritu extraordinario y de
revelaciones, cuando Dios lo diere, se ha de estimary y agradecer, pero
no se ha de procurar, sino caminar por donde Dios guiare y quisiere.
11. La dificultad deste espíritu en la propia
persona le es también causa de muchos bienes. Lo primero, de humildad, porque
aquel temor que le nace de su duda engendra en la tal alma un spíritu rendido,
blando, amoroso, compuesto y humilde. Diránme o pondránz una
dificultad: cuando esta alma está con Dios y en él conoce aquellas verdades y
tiene cierto desengaño de que va bien y camina bien, no tiniendo esa duda de
quien nace el temor que engendra laa humildad en esta alma, ¿no será
humilde, rendida y compuesta? Respondo que, cuando a esta alma se le pasó aquel
rato en que recebía aquella merced de la presencia de Dios, quedó necesitada,
por aquella baja que hizo, de báculo que la sustentase y tuviese en la humildad
que tenía enb el primer estado, causada de la presencia de Dios.
Por este
exemplo se entenderá. Un
hombre cojo cuando va a caballo no ha menester muletas, pero cuando baja y se
apea del caballo, es necesario que se las tomenc. Un alma de suyo es
coja, corta y limitada en cosas de virtud. Cuando Dios la eleva
y levanta [a] algún particular conocimiento suyo, no ha menester tener muletas,
digo dudas de donde le nazca y se engendre temor que la humille, porque
entonces va en pies ajenos y Dios la sustenta y tiene en particular grado de
humildad causado de su presencia y del conocimiento de sus verdades y
grandezas. Pero, en bajando de ahí, [3v] es necesario volverled sus
muletas, sus dudas, sus temores, porque éstos no le dejan caer en pensamientos
de presumción, soberbia o vanagloria. Pongamos otro exemplo. Las virtudes en
absencia de Dios fortifican y sustentan un alma; pero, en tiniendo esta alma a
Dios y en estando en su presencia, que es señor de las virtudes, no tiene
necesidad de otra cosa más que del mismo Dios que tiene, porque en él tiene
todas las cosas.
12. Diránme: luego, cuando aquel alma bajó de
aquel extraordinario conocimiento que tenía en presencia de Dios, no tiene a
Dios en la
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cesación del conocimiento extraordinario, pues decimos
es necesario fortificar y sustentar esta alma con estas dudas de donde nace el
temor que engendra la humildad. Digo que sí tiene, que tiene a Dios como antes lo tenía, pero no
lo tiene según aquella particular comunicación de sus secretos. Y como en el
segundo estado no ve esta alma lo que en el primero veía, queda más libre para
conocer cosas propias suyas; de donde suele nacer la vanagloria, lo
cuale estaba inpedido en el primer estado con la elevación de las
potencias a sólo el conocimiento de Dios. De suerte que en el primer estado,
cuando estaba ocupada esta alma en el tal conocimiento, no habíe menester más
seguro del que tenía con la presencia de Dios; pero cuando quedó suelta y libre
de estos grillos y cadenas, fue necesario echarle otros, que fueron dudas y
temores, con que quedó atada y ligada para no se desmandar ni volar por alguna
presumción y vanidadf.
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