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CAPITULO 2 - De algún engaño que
algunas personas tienen pensando que, por el propio caso que una revelación es
de Dios y cierta, por ninguna parte le ha de quedar dificultad. Y de dónde provienen
estas dificultadesa
1. Algunos dicen que, por el propio caso
que una revelación y manifestación interior es de Dios, en la cual el entendimiento
conoce las verdades que Dios le enseña, no le ha de quedar duda, perplecxidad
ni dificultad de aquello que por él pasó. Para esto quería que notásemos dos o tres cosas.
La primera, digo que en
este hombre hay dos maneras de leyes: unas, que favorecen al spíritu, que son
de la razón; y otras, que le contradicen, como dice san Pablo1, que en
sus miembros sentía otra ley que contradecía y porfiaba y no consentía
conb [la ley de la razón]. Pues, cuando Dios descubre una verdad al
spíritu, el propio spíritu asiente y consiente con la tal verdad; y siempre que
un hombre entra dentro de sí y se levanta sobre sí, dándole lugar la carne al
spíritu, siempre conoce y está en elc mismod conocimiento de la
verdad que primero le enseñaron. Pero, cuando Dios da lugar por nuestro provecho a que la carne
contradiga y con sus leyes y razones alterque y porfíe, de tal manera [4r]
scurece el entendimiento que lo que primero le era cierto ya se le vuelve
dudoso. Y así dice la sancta madre que habíe ratos que le parecía (scondiéndose a
todas las mercedes que Dios le
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hacía) que
estaba engañada, que todo era invinción y enbeleco lo que le pasaba2.
Sea Dios bendito mill veces, que así guste Su Majestad que espíritu tan
regalado quede tan tapado y encubierto; que tiniendo la cátreda por suya, la
razón y discurso humano persuada que no es posible lo que él por sus pasos
contados no alcanza, y tenga por entoncese tan sujeto al spíritu que le
parezca imposible lo que, gozando a solas, le era más fácil y claro entenderlo
que el agua.
2. Y
esta lucha que hay en el hombre -según los dos modos que tiene de conocer: el
uno ordinario y natural, el otro extraordinario y sobrenatural- no le puede
faltar mientras en este mundo estuviere, salvo cuando, como queda dicho, eleva
Dios el alma a aquel particular conocimiento sobrenatural, que entonces los
discursos y razón humana quédase abajo y atrasada y como dividida y apartada
para no poder luchar y pelear con el conocimiento extraordinario y
sobrenatural. Pero, en bajando de ese estado y en quiriéndose mezclar este
conocimiento sobrenatural con los discursos humanos y rateros, es certíssimo
haber porfías, dudas, riñas y cuestiones de cómo pudo ser, cómo pudo entender
sinf especies, sin retratos ni fantasmas ni representaciones, porque
todos en casa del hombre niegan el tal conocimiento. Los sentidos, que son las
puertas, y la voluntad, que es el portero, niegan y dicen que por allí nada
entró que al alma le pudiese causar tal conocimiento; el entendimiento agente
dice que él no preparó, amasó ni hizo tal guisado que pudiese conocer y
entender el entendimiento posible. Son muchos los que atestiguan contra uno.
¿Qué ha de hacer el pobre entendimiento, que por vía extraordinaria y a
hurtadas conoció lo que Dios le propuso, sino decir, por fuerza o por grado,
que dicen verdad, que él es un tonto, que no vido ni conoció nada, que fue
antojo o sueño el que tuvo?
Pero,
como Dios es fiel en sus secretos y admirable en sus maravillas, siempre deja
un olor y resabios de lo pasado, de suerte que no veg la hora aquella
tal alma de apaciguar a sus sentidos vocingleros y a los discursos ordinarios
que todo lo quieren meter a barato, y adormir o engañar a este hombre exterior
[4v] para tornarse a recoger a ver si fue verdad lo que allá dentro le pasaba,
según ella primero habíe conocido, o si es algo o en algo tienen razón sus
sentidos y discursos acerca de las dudas que le han propuesto y cosas
contrarias que le han persuadido.
3. Resumiendo, pues, este notable, digo
que a un siervo de Dios se le pasa la vida en traer unos ratos pleitos consigo
propio, luchas del spíritu y hombre interior con el hombre exterior. El rato
que el spíritu se desase de las molestias que por de fuera de sí propio recibe
y se sube arriba, donde goza de la merced que Dios le hace, la tal luz que
recibe destierra todas las tinieblas de dudas y cuestiones que se le pueden
ofrecer. Cuando de
ahí baja el spíritu y se encuentra consigo propio por acá fuera, quiriendo
sujetar lo sobrenatural con lo natural en la manera de conocer, anda la lucha
cuál abajo cuál encima. Cuando
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vence el
spíritu, defiende la verdad de las verdades que Dios le descubrió; cuando lo
natural sujeta a lo sobrenatural, se tiene la tal persona por enbelecadora,
invincionera y persona que de sí no sabe qué vida tiene, si está en sí o fuera
de sí cuando de otra manera conoce, habla y entiende. De manera que, según en
cuya mano está la pelota, así juega: si el conocimiento sobrenatural está en el
spíritu, elévalo y levántalo a Dios cuyo es, dando a cada uno lo que es suyo; y
como conoce que es de Dios, autor de la verdad y verdad infalible, siempre
conoce por verdad lo que le dan a conocer. Pero, cuando esta pelota le viene a
la mano al sentido exterior y al modo de conocer humano y natural, abátelo a la
tierra, de donde a él le viene su conocimiento y modo de entender. Y así no es posible,
mientras estos dos hombres estuvieren juntos, que no haya estas porfías y dudas
en los conocimientos que un alma tuviere extraordinarios sobrenaturales.
4. Noto lo segundo que, entre otras, el
alma tiene dos maneras de conocimientos extraordinarios sobrenaturales:
imaginarios y sensibles, o meramente intelectuales; que, aunque son tres, sólo
a estos dos los quiero reducir para que, según el conocimiento que un alma
tiene, podamos decir de la mayor o menor duda que le puede quedar después de
pasado el tal conocimiento. Para esto también debemos [5r] notar que hay dudas
del entendimiento y dudas de los sentidos. Cuando las revelaciones son
sensibles o imaginarias, tienen menos duda los sentidos y este hombre inferior,
por ser estas cosas más vecinas y cercanas a ellos y mezcladas con algo deh
materia y composición; y en éstas tiene más duda el entendimiento. Cuando las
revelaciones son meramente intelectuales, tiene menos duda el entendimiento,
también por ser cosas más spiritualizadas y conjuntas con su modo de entender,
que ya llega a conocer las cosas apartadas y desnudas de su materialidad; y en
este modo de entender tienen más duda los sentidos por serles cosas más
apartadas y lejos de su modo de conocer. De suerte que no porque uno tenga más
duda o menos duda hay mási o menos certidumbre en lo que dice que vido
o conoció, que hay personas que afirman y juran su revelación y, bien
considerado y advertido, fue imaginación suya, que con un trampantojo quedaron
engañados los sentidos y propia imaginación de suerte que no haya quien de eso
los pueda desengañar; y, por el contrario, haber tenido alguna visión
intelectual tan sutil y espiritual que no haya (digamos) quien se la dé a
entender o persuada, por ser ese modo de conocer tan alto y apartado de
nuestros caminos ordinarios. De donde muchas veces en las confesiones y modos
de hablar se conocen algunas personas que se ve claro que han recebido de Dios
particulares mercedes por ese camino, sin que ellas conozcan el modo singular y
particular con que Dios se las comunica, entendiendo que así es y pasa a las
demás personas. Será Dios servido se nos ofrezca ocasión en que lo demos todo a
entender con exemplos particulares y claros.
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5. Loj tercero, digo que las
visiones o revelaciones intelectuales, por ser cosas más apartadas de nosotros,
en que nosotros tenemos menos parte por la velocidad y presteza con que pasa,
suelen después de pasadas dejar en todo el hombre un género de duda o
dificultad grandíssima, en esta forma: si se ponen a considerar lo que fue,
saben y conocen certíssimo, sin duda, que pasó por ellos la tal visión o
conocimiento; si se ponen a considerar cómo pasó, cómo fue aquello, y están un
poco divertidos y apartados del recogimiento interior en el cual suele Dios
enviar esas vislumbres o relámpagos, dudan y dificultan [5v] cómo fuese posible
en tan breve conocer y entender tanto. Y esta duda más es del modo y cómo puede ser aquel conocimiento
que de la verdad del propio conocimiento.
6. Lo
cuarto, hemos de notar que una cosa es dudar del conocimiento que tuvieron,
otra cosa es dudar de las verdades que en el tal conocimiento le descubrieron.
De la claridad con que le manifestaron las verdades, de ahí viene a sacar la
certidumbre del conocimiento que tuvo. Y así no hay que tratar de lak
certidumbre del conocimiento, sino de la certidumbre de las verdades. Estas las manifiesta
Dios de muchas maneras, y así no podrá dejar de tener más y menos certidumbre
el entendimiento que las conoce. Yo sé poco de esto, que parece me voy metiendo
donde quiera Dios acierte a salir; papeles son que los scribo por sólo mi
entretenimiento; enmiéndelos quien los leyere, o rómpalos si fueren
boberíasl.
7. Suele Dios descubrir verdades en las
propias cosas que las representan y en quien están las tales verdades. Y adviértase que el más o menos
asentimiento del entendimiento a la verdad que se le propone o revela no le
nace ni lo tiene del mismo Dios que se la descubre, pues por esa parte las
verdades todas son unas y no hay una verdad mayor que otra de parte del mismo
Dios. Lo más o menos de certidumbre nace de la mayor o menor disposición que
tiene para conocer las verdades reveladas la persona a quien se le descubren.
Lo segundo, nace del modo cómo se le representan las propias verdades, que unos
modos hay más ciertos y claros de entender estas verdades que otros. Como acá
vemos un maestro que con unas palabras se declara más que con otras, con un
modo más que otro, y suele poner un exemplo más claro que otro, de suerte que,
por razón del modo y exemplo que puso, quedaron los discípulos más enterados en
las verdades que enseñó. Lo tercero, puede este más y menos de
certidumbre causarse de las cosas en quien se manifiestanm las propias
verdades; que, como se suelen manifestar en las criaturas, que son en sí
engañosas, de parte de ellas puede quedar alguna duda.
8. Quiero poner algún exemplo. De lo
primero digo que Dios es verdad infalible, [6r] y en Dios eso tiene la verdad y
conocimiento que tiene acerca de la hormiga que la que tiene acercan de
los más altos
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serafines, porque en Dios no hay más ni menos; lo
menos es Dios y lo más es Dios, que no hay ni puede haber partes pequeñas ni
grandes, pues la más pequeña es todo Dios. De lo segundo más o menos que en mi
conocimiento digo que se causa, es certíssimo, pues, según que la disposición
tenemos en el tiempo que se le hizo la merced, así conoce más o menos de las
cosas que le manifestaron. En un propio libro leéis bien o no tan bien según la
disposición que tenéis. Tanbién del modo con que se manifiestan estas verdades
se causa lo más o menos de certidumbre y claridad. Como si a mí me
enseñasen puniéndome un exemplo de las cosas en que trato; u otro exemplo en
cosas que no vi ni entendí: en tal ocasión tenía necesidad que el exemplo me
declarasen con otro exemplo. Como muchas veces le sucedió a Cristo con sus
discípulos: que, propuniéndoles verdades muy claras, no las entendían; y otras
veces decían ellos propios: "Ahora, Señor, bien claro nos hablas sin
ponernos proverbios y parábolas"3. Lo tercero, la certidumbre, más
o menos duda, puede nacer de la cosa en que se nos hizo la revelación o se nos
dio el tal conocimiento. Como
descubre Dios a un sancto que cierta persona es sancta o peccadorao; no
duda de parte de la revelaciónp, pero de parte de la persona, de cuya
virtud o vicio se le hizo ciertaq o se le dio conocimiento, pudo
quedarle alguna duda o engendrar más o menos certidumbre de lo que le
manifestaban y descubrían.
De aquí casi queda declarado gran
parte de lo que quería decir. Pues digo que algunas veces descubre Dios
verdades en las propias cosas, manifestando la verdad de la cosa en su propio
obiecto; como si a uno le enseñase una hierba, y en la propia hierba le
descubriese la virtud que tenía.
9. Otras veces descubre Dios verdades tan
remontadas y apartadas de sus propios subiectos. Y este modo de conocer es más
remontado, más particular y más llegado a otro modo de conocer altíssimo y
semejante al que tienen los bienaventurados, que es el último y más único modo
de conocer que puede un alma tener. [6v] Y es cuando Dios, por su infinita
bondad y misericordia, no sufriéndole (como acá decimos) el corazón a tanta
dilación, se manifiesta por modos extraordinarios; en la cual manifestación, en
alguna manera parecida a la que tienen los bienaventurados, ven y conocen
verdades y secretos extraordinarios. Y esta manifestación que hace Dios de su
propia persona -yo quisiera saber explicarlo o que por mí hubiera pasado para
decir algo- debe de ser de muchas maneras, según la mayor o [menor] merced que
quiere Dios hacer a la tal persona.
Unas
veces se manifiesta con un conocimiento r claro e infalible para aquel
alma, sin que le quede alguna duda de que Dios está en ella; y de sólo aquel conocimiento
de que allí está Dios, sin verlo, viene a conocer particulares cosas y grandes
verdades, así para su aprovechamiento
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como para
los demás. Por un exemplo bien claro lo entenderemos. Las madres de san
Bernardo y sancto Domingo, preñadas de aquellos dichosos niños, sin ver lo que
en el vientre traían, soñaban, entendían y veían mill cosas y prodigios
admirables que conocían. Más: el sol yo no lo veo ahora que está en el
cielo, pero por los rayos que envía y entran en esta celda conozco las cosas
que están en ella, los que entran y salen. De esa misma manera está Dios en un
alma, la cual alma tiene claros conocimiento (digo que se lo descubre
Dios por particular revelación) de que allí está Dios, de que está preñada de
tanto bien; de aquella preñez, de aquel sol le suben unos rayos y lumbres al
entendimiento, con que conoce verdades infalibles y cosas particulares sin que
le quede duda de la merced singular que Dios le hace. Y éstas suelen ser
mercedes de asiento y de entretenimiento. Que otras hay más de paso, quedándose
Dios más tapado y encubierto en el alma que él quiere, porque así le conviene;
y en estas ocasiones envía Dios por este entendimiento un relámpago tan de paso
que, si en él no se le descubrieran grandes cosas, [7r] no supiera si pasó u no
pasó.
10. Otras
veces se manifiesta Dios tan amigablemente a sus siervos que [ha] habido quien
ha querido decir, aún estando en la carne, que vido a Dios. Como dijo el otro
varón sancto det la orden de san Francisco, después de le haber hecho
Dios una singularíssima merced de se le haber manifestado; vino, pues, a decir
después de esto: yo no diré ya credo in unum Deum, mas diré vidi unum Deum.
Pues en esta ocasión, enu que Dios haga esta merced [a] alguna singularíssima
criatura usando de todos los medios necesariosv para que pueda
conseguir este bien, en el mismo Dios, en quien con particular eminencia están
todas las cosas, se conocen las verdades de ellas, según Dios abre la puerta y
da la licencia para que en él vean, conozcan y entiendan. Y así como todo lo
que hay en Dios es verdad, todo lo que esta alma conoce en esta ocasión es
verdad, sin género de duda ni dificultad que a la tal alma le quedew.
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