- 261 -
CAPITULO 4 -
Cómo algunas veces ala alma, enseñada con luz sobrenatural, le quedan
algunas dificultades respecto de sí propia por no tener tal disposición como
para eso se requiere. Y de los provechos
que de esas dificultades saca
1. [10r] Ya hemos visto los provechos que
se sacan de las dudas y dificultades que quedan en el alma cuando en el trato
secreto que tiene con Dios es servido, por su infinita bondad, descubrirle
algunos particulares secretos suyos. Otros provechos suele haber según las
causas de donde proviene la tal duda o dificultad. Porque denantes dijimos que
estas dudas y dificultades solían provenir de la persona que conoce o del modo
con que conoce o de la cosa en que se le da el propio
- 262 -
conocimiento. Y así de cada una de estas dificultades
será bien descubramos los particulares provechos que train consigo. Que fío en
la misericordia de Dios, si en algún tiempo esto se leyere, ha de servir de
particular consuelo y aprovechamiento, considerando el que lo leyere los modos
que Dios tiene de aprovecharnos; y que no se aflija el alma a quien Dios le
dejare estas dudas, sino antes se consuele considerando que por ese camino la
quiere más aprovechar; y junto con eso, procure obrar, hacer y conseguir el fin
que Dios quiere y pretende de las tales dudas y dificultades.
Pues
digo, según en los capítulos de arriba queda declarado, suele venir la
dificultad y duda a un alma, en las cosas que Dios le manifiesta, de sí propia,
de no tener la tal disposición que se requiere parab el tal
conocimiento. Y dudando un alma por esta parte, le enseña Dios con esa duda y
dificultad que, si ella se dispusiese más, más entendería; que, si más se
desnudase y apartase de las cosas de la tierra que inpiden ese trato puro,
claro y sencillo con Dios, es certíssimo estaría mucho más adelante en su
aprovechamiento y conocimiento de las cosas que le inportan para vida
perfectíssima.
Pongamos
un exemplo. Un hombre
poco a poco hase venido a hacer corto de vista sin que él lo eche de ver por
muchos días. Acertó uno a tomar en las manos un libro de muy buena letra, y no
leía bien, dudaba y dificultaba algunas partes, sabiendo y conociendo que
aquella dificultad no le venía del libro, porque tenía buena letra, sino de que
él [10v] no tenía los ojos claros y sanos cuanto conviene para leer en aquella
letra. Pues de la dificultad y duda con que leía le provino el procurar poner
luego remedio en la cura de los ojos y cortedad de vista, llamando al médico,
purgándose y rigiéndose bien; y no para ni sosiega hasta que, tiniendo los ojos
claros, leic como desead. Con esta misma traza procura Dios la
perfeción del alma que él quiere poner en algún estado subido y levantado. Enséñale en lo
secreto de su corazón el libro de sus secretos, en que lea, aprienda y se
enseñe muchas cosas para su mayor aprovechamiento y de sus hermanos. El libro -como queda dicho- tiene buena
letra: Dios con claridad enseña. Pero, viendo esta alma que duda algunas partes
y dificulta en algunas cosas que en el tal libro y enseñanza se le manifiestan,
y que estas dudas no le provienen de parte del libro o de Dios que la enseña,
sino de que su vista no está tan clara como debía para leer y entender cosas
tan delicadas, de estas dudas y dificultades le proviene una gana, unos deseos
y ansias grandíssimas de buscar cura y remedio para sanar del todo y disponerse
cual conviene para conocer y entender lo que Dios en el rincón y secreto de su
corazón le enseña y propone. Y así dende entonces no repara en remedios por
dificultosos que sean, sean evacuaciones de todas las cosas de la tierra y de
todo lo que no es Dios, sean ayunos, abstinencias, mortificaciones, penitencias
y otras cualquier cosas que para eso sea necesario. ¡Oh buen Dios mío, maestro
- 263 -
verdadero de las almas! que, como es tan grande el
deseo que tienes de que un alma te conozca con facilidad, la enseñas en qué
consiste su menos aprovechamiento para que, considerando por una parte el
grande bien que interesa en conocerte como quien tú eres y, por otra, la falta
que está de parte suya para no conseguir ese bien, lo procure quitando todos
los estorbos que de su parte tiene.
2. A Abrahán lo quiso Dios muy perfecto y,
para esto, mandóle que saliese de su tierra y se desnudase de todas las cosas
exteriores [11r] y afectos interiores que a ellas tenía, lo cual se lo dio a
entendere cuando, después de haberlo sacado y apartado de su tierra, le
dicef: Egredere de terra tua, de cognacione tua et de domo patris
tui1. Y para ver
si esto estaba hecho como debía y estaba tan descalzo como convenía, le dice:
Respice celum et numera multitudinem stelarum, si potesg2, etc.
Levanta, Abrahán, los ojos al cielo y cuenta las strellas, que en eso
echaremos de ver si estáis bien desasido de las cosas de acá: en mirar el cielo
y contar tanta muchedumbre de estrellas como hay y parecen tan pequeñas y
invisibles. Parece se ha con él como el águila con sus hijos, de quien dicen
que, para reconocerlos por propios, los pone a los rayos del sol a ver si lo
miran sin pestañear.
Esto
propio hace Dios con un alma a quien él ha enseñado deje las cosas de la tierra
y le siga a la soledad: que, allí puesta, le descubre su cielo strellado y le
muestra secretos particulares; y prueba el desasimiento que tiene de las cosas
de la tierra en ver cómo mira, cómo percibe y entiende, y cómo cuenta y
advierte sus sutiles y delicados secretos. Para que, echando por ahí de ver su
flaqueza y poca disposición, pues aún no entiende ni penetra lo que Dios le
enseña, eche de ver que aún no es águila, que aún no ha salido del todo de su
tierra ni desasídose de veras de las cosas de acá abajo, y que aún se tiene
necesidad de lavar los ojos y quitar las lagañas del spíritu para que de veras
consiga lo que desea y Dios quiere.
3. Deh el conocimiento de esta
flaqueza que está de parte del alma para no conocer como debe los altos
secretos que Dios le descubre, le nace un amor a Dios grandíssimo y una
humildad en sí profunda. Yi el amor le hace hablar con Dios y decir:
Seas, Señor mío, bendito mill veces y glorificado sobre todos los
entendimientos de todas las criaturas. ¡Qué bueno eres, Dios mío, qué grande y
dadivoso! Parece anda tu poder junto con el querer hacerme bienj, pues
veo que el no recebir más bienes de los que en mí hallo no está en ti sino en
mí, que no cabe más esta pobrecilla y triste vasija, pues tú das revertido lo
que deseas en mí se halle; pues, cuando tratas conmigo, hallo que por mill
partes se revierten tus divinos consejos y secretos que me manifiestas; pues el
no percebirlos y entenderlos no es por ti [11v] sino por mi
- 264 -
pequeña y corta capacidad. Ea, Señor mío y bien mío, pues
los bienes que en mí se hallaren son hacienda vuestra, que en mí se pone como
en depósito para manifestarlas, cuando fuere vuestra voluntad, por thesoros y
riquezas vuestras, ensanchad los senos encogidos y estrechos de esta alma, la
cual la criastes y hecistes de una potencia tan grande que, si vos queréis,
cabéis en ella, no cabiendo en esa grandeza de los cielos. No permitáis, Señor,
que se quede tal potencia encogida y estrechada a medida de las cosas de la
tierra, que son cortas y limitadas, sino a medida de vuestras grandezas y
misericordias. Ensanchad, Dios mío, este entendimiento para que con claridad y
verdad conozca vuestros secretos; esta voluntad, para que con amor encendido os
ame a vos, que soisk summo bien.
¡Oh Señor, si fuese bueno por vuestra
bondad, si os amase por vuestro amor! No permitáis, Señor, tanta cortedad de
parte mía, que cada momento tenga yo necesidad de dificultar y dudar vuestros
secretos. Sino que fortifiquéis mi entendimiento de suerte que, todo lo que con
la oreja oyere de vuestra boca, él lo vea, entienda y conozca. Si yo, Señor
mío, alguna vez me divirtiere como dicípulo descuidado, volvedme atento, como
buen maestro, con las palabras que vos apercebíades al alma devota, a quien
gustábades de enseñarla diciendo: Audi, filia, et vide, obliviscere populum
tuum et domum patris tui3. Oye, hija, y mira; no basta oír sino mirar
y, si en estas dos cosas hubiere alguna falta, remédiala, alma devotal,
con olvidar tu pueblo y la casa de tus padres.
Estas y otras millares de palabras
amorosas dice un alma a Dios, conociendo las sobras que quedan del banquete
quem le hace cuando entra a cenar con ella, por no ser persona que
tenga gana de suerte que puedan agotar la ganao que Dios tiene
de servirla con platos diferentes.
4. De
la humildad que le nace de la manifestación de su poquedad y cortedad en el
conocimiento de cosas tan altas, le nace el estar siempre rendida al querer de
Dios, sujeta a que de ella haga lo que quisiere, pues de su parte es tan corta
que nada puede; un estarle siempre pidiendo y inportunando le ayude y favorezca
para que le conozca como debe; un no querer más de [12r] lo que Dios quisiere,
pues el entender y conocer no está en sus fuerzas -pues de sí no tiene sino
dudas y dificultades- sino de parte de Dios que dispone el entendimiento y
ofrece y da lo que se ha de ver y conocer. De esta humildad le nace el no
atreverse a levantar los ojos con vana curiosidad a entender y conocer otras
cosas más de las que Dios por su misericordia le enseñare, pues conoce ser
tanta su flaqueza que de su parte no tiene fuerzas para percebir cosas tan
delicadas.
- 265 -
Con esta humildad habla muchas cosas
consigo propia diciendo: ¡Qué corta eres! ¡Qué baja te estás!
¡Qué atrasada andas en el conocimiento de Dios! ¡Cómo pudieras estar más
aprovechada, si hubieras querido y animádote a vencer unas pocas de
dificultades! Si con
tiempo hubiera enpezado a subir esta cuesta y pasado este camino, ¡qué adelante
me hallara! A lo pasado y perdido no hay remedio. Sólo lo tienes para
lo porvenir, y es que alargues el paso y de veras te desestorbes para que con
ligereza camines. De hoy en
adelante haya peso y medida en el tiempo que se ha de gastar con el cuerpo, no
se pierda o defraude algún breve rato a quien tanto lo ha menester como eres
tú, alma mía, para salir con algún aprovechamiento. Haya de hoy en
adelante mill relojes que cuenten las horas y minutos que se gastan en el
comer, beber y dormir. Haya mill pesos para las palabras y conversaciones que
se tienen con los hombres. Sólo no haya peso y medida para las cosas que fuesen
de servicio de mi Dios, pues tan sin ese peso y medida hasta el día de hoy me
he entregado al olvido y descuido estándome parada y detenida, de suerte que
por mi culpa ahora no entiendo, antes dudo y dificulto las primeras letras de
la cartilla cristiana, que Dios me lee y me enseña en lo secreto de mi corazón.
No hay que contar ya el relox en las horas de la oración, pues tan contados y
encarecidos hasta aquí tenía los pequeños ratos que ocupaba, Señor, contigo
pareciéndome reventaba de lleno el que aún se estaba ayuno. Con algunas
diligencias, alma mía, que pongas en esta ocasión será servido nuestro Dios,
por su infinita bondad, de subirte y levantarte a estado perfecto, donde,
conociendo sin dudas ni dificultades aquella summa verdad, la ames, sirvas y
reverencies como es digno de ser reverenciado.
Estos
son los provechos que esta alma saca de las dudas y dificultades que nacen de
su flaqueza en el conocimiento de Dios.
[12v]
|