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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 4 - Cómo algunas veces al alma, enseñada con luz sobrenatural, le quedan algunas dificultades respecto de sí propia por no tener tal disposición como para eso se requiere. Y de los  provechos que de esas dificultades saca
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CAPITULO 4 - Cómo algunas veces ala alma, enseñada con luz sobrenatural, le quedan algunas dificultades respecto de sí propia por no tener tal disposición como para eso se requiere. Y de los  provechos que de esas dificultades saca

 

            1.         [10r] Ya hemos visto los provechos que se sacan de las dudas y dificultades que quedan en el alma cuando en el trato secreto que tiene con Dios es servido, por su infinita bondad, descubrirle algunos particulares secretos suyos. Otros provechos suele haber según las causas de donde proviene la tal duda o dificultad. Porque denantes dijimos que estas dudas y dificultades solían provenir de la persona que conoce o del modo con que conoce o de la cosa en que se le da el propio


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conocimiento. Y así de cada una de estas dificultades será bien descubramos los particulares provechos que train consigo. Que fío en la misericordia de Dios, si en algún tiempo esto se leyere, ha de servir de particular consuelo y aprovechamiento, considerando el que lo leyere los modos que Dios tiene de aprovecharnos; y que no se aflija el alma a quien Dios le dejare estas dudas, sino antes se consuele considerando que por ese camino la quiere más aprovechar; y junto con eso, procure obrar, hacer y conseguir el fin que Dios quiere y pretende de las tales dudas y dificultades.

 

            Pues digo, según en los capítulos de arriba queda declarado, suele venir la dificultad y duda a un alma, en las cosas que Dios le manifiesta, de sí propia, de no tener la tal disposición que se requiere parab el tal conocimiento. Y dudando un alma por esta parte, le enseña Dios con esa duda y dificultad que, si ella se dispusiese más, más entendería; que, si más se desnudase y apartase de las cosas de la tierra que inpiden ese trato puro, claro y sencillo con Dios, es certíssimo estaría mucho más adelante en su aprovechamiento y conocimiento de las cosas que le inportan para vida perfectíssima.

 

            Pongamos un exemplo. Un hombre poco a poco hase venido a hacer corto de vista sin que él lo eche de ver por muchos días. Acertó uno a tomar en las manos un libro de muy buena letra, y no leía bien, dudaba y dificultaba algunas partes, sabiendo y conociendo que aquella dificultad no le venía del libro, porque tenía buena letra, sino de que él [10v] no tenía los ojos claros y sanos cuanto conviene para leer en aquella letra. Pues de la dificultad y duda con que leía le provino el procurar poner luego remedio en la cura de los ojos y cortedad de vista, llamando al médico, purgándose y rigiéndose bien; y no para ni sosiega hasta que, tiniendo los ojos claros, leic como desead. Con esta misma traza procura Dios la perfeción del alma que él quiere poner en algún estado subido y levantado. Enséñale en lo secreto de su corazón el libro de sus secretos, en que lea, aprienda y se enseñe muchas cosas para su mayor aprovechamiento y de sus hermanos. El libro -como queda dicho- tiene buena letra: Dios con claridad enseña. Pero, viendo esta alma que duda algunas partes y dificulta en algunas cosas que en el tal libro y enseñanza se le manifiestan, y que estas dudas no le provienen de parte del libro o de Dios que la enseña, sino de que su vista no está tan clara como debía para leer y entender cosas tan delicadas, de estas dudas y dificultades le proviene una gana, unos deseos y ansias grandíssimas de buscar cura y remedio para sanar del todo y disponerse cual conviene para conocer y entender lo que Dios en el rincón y secreto de su corazón le enseña y propone. Y así dende entonces no repara en remedios por dificultosos que sean, sean evacuaciones de todas las cosas de la tierra y de todo lo que no es Dios, sean ayunos, abstinencias, mortificaciones, penitencias y otras cualquier cosas que para eso sea necesario. ¡Oh buen Dios mío, maestro


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verdadero de las almas! que, como es tan grande el deseo que tienes de que un alma te conozca con facilidad, la enseñas en qué consiste su menos aprovechamiento para que, considerando por una parte el grande bien que interesa en conocerte como quien tú eres y, por otra, la falta que está de parte suya para no conseguir ese bien, lo procure quitando todos los estorbos que de su parte tiene.

 

            2.         A Abrahán lo quiso Dios muy perfecto y, para esto, mandóle que saliese de su tierra y se desnudase de todas las cosas exteriores [11r] y afectos interiores que a ellas tenía, lo cual se lo dio a entendere cuando, después de haberlo sacado y apartado de su tierra, le dicef: Egredere de terra tua, de cognacione tua et de domo patris tui1. Y para ver si esto estaba hecho como debía y estaba tan descalzo como convenía, le dice: Respice celum et numera multitudinem stelarum, si potesg2, etc. Levanta, Abrahán, los ojos al cielo y cuenta las strellas, que en eso echaremos de ver si estáis bien desasido de las cosas de acá: en mirar el cielo y contar tanta muchedumbre de estrellas como hay y parecen tan pequeñas y invisibles. Parece se ha con él como el águila con sus hijos, de quien dicen que, para reconocerlos por propios, los pone a los rayos del sol a ver si lo miran sin pestañear.

 

            Esto propio hace Dios con un alma a quien él ha enseñado deje las cosas de la tierra y le siga a la soledad: que, allí puesta, le descubre su cielo strellado y le muestra secretos particulares; y prueba el desasimiento que tiene de las cosas de la tierra en ver cómo mira, cómo percibe y entiende, y cómo cuenta y advierte sus sutiles y delicados secretos. Para que, echando por ahí de ver su flaqueza y poca disposición, pues aún no entiende ni penetra lo que Dios le enseña, eche de ver que aún no es águila, que aún no ha salido del todo de su tierra ni desasídose de veras de las cosas de acá abajo, y que aún se tiene necesidad de lavar los ojos y quitar las lagañas del spíritu para que de veras consiga lo que desea y Dios quiere.

 

            3.         Deh el conocimiento de esta flaqueza que está de parte del alma para no conocer como debe los altos secretos que Dios le descubre, le nace un amor a Dios grandíssimo y una humildad en sí profunda. Yi el amor le hace hablar con Dios y decir: Seas, Señor mío, bendito mill veces y glorificado sobre todos los entendimientos de todas las criaturas. ¡Qué bueno eres, Dios mío, qué grande y dadivoso! Parece anda tu poder junto con el querer hacerme bienj, pues veo que el no recebir más bienes de los que en mí hallo no está en ti sino en mí, que no cabe más esta pobrecilla y triste vasija, pues tú das revertido lo que deseas en mí se halle; pues, cuando tratas conmigo, hallo que por mill partes se revierten tus divinos consejos y secretos que me manifiestas; pues el no percebirlos y entenderlos no es por ti [11v] sino por mi


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pequeña y corta capacidad. Ea, Señor mío y bien mío, pues los bienes que en mí se hallaren son hacienda vuestra, que en mí se pone como en depósito para manifestarlas, cuando fuere vuestra voluntad, por thesoros y riquezas vuestras, ensanchad los senos encogidos y estrechos de esta alma, la cual la criastes y hecistes de una potencia tan grande que, si vos queréis, cabéis en ella, no cabiendo en esa grandeza de los cielos. No permitáis, Señor, que se quede tal potencia encogida y estrechada a medida de las cosas de la tierra, que son cortas y limitadas, sino a medida de vuestras grandezas y misericordias. Ensanchad, Dios mío, este entendimiento para que con claridad y verdad conozca vuestros secretos; esta voluntad, para que con amor encendido os ame a vos, que soisk summo bien.

 

            ¡Oh Señor, si fuese bueno por vuestra bondad, si os amase por vuestro amor! No permitáis, Señor, tanta cortedad de parte mía, que cada momento tenga yo necesidad de dificultar y dudar vuestros secretos. Sino que fortifiquéis mi entendimiento de suerte que, todo lo que con la oreja oyere de vuestra boca, él lo vea, entienda y conozca. Si yo, Señor mío, alguna vez me divirtiere como dicípulo descuidado, volvedme atento, como buen maestro, con las palabras que vos apercebíades al alma devota, a quien gustábades de enseñarla diciendo: Audi, filia, et vide, obliviscere populum tuum et domum patris tui3. Oye, hija, y mira; no basta oír sino mirar y, si en estas dos cosas hubiere alguna falta, remédiala, alma devotal, con olvidar tu pueblo y la casa de tus padres.

 

            Estas y otras millares de palabras amorosas dice un alma a Dios, conociendo las sobras que quedan del banquete quem le hace cuando entra a cenar con ella, por no ser persona que tenga gana de suerte que puedan agotar la ganao que Dios tiene de servirla con platos diferentes.

 

            4.         De la humildad que le nace de la manifestación de su poquedad y cortedad en el conocimiento de cosas tan altas, le nace el estar siempre rendida al querer de Dios, sujeta a que de ella haga lo que quisiere, pues de su parte es tan corta que nada puede; un estarle siempre pidiendo y inportunando le ayude y favorezca para que le conozca como debe; un no querer más de [12r] lo que Dios quisiere, pues el entender y conocer no está en sus fuerzas -pues de sí no tiene sino dudas y dificultades- sino de parte de Dios que dispone el entendimiento y ofrece y da lo que se ha de ver y conocer. De esta humildad le nace el no atreverse a levantar los ojos con vana curiosidad a entender y conocer otras cosas más de las que Dios por su misericordia le enseñare, pues conoce ser tanta su flaqueza que de su parte no tiene fuerzas para percebir cosas tan delicadas.


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            Con esta humildad habla muchas cosas consigo propia diciendo: ¡Qué corta eres! ¡Qué baja te estás! ¡Qué atrasada andas en el conocimiento de Dios! ¡Cómo pudieras estar más aprovechada, si hubieras querido y animádote a vencer unas pocas de dificultades! Si con tiempo hubiera enpezado a subir esta cuesta y pasado este camino, ¡qué adelante me hallara! A lo pasado y perdido no hay remedio. Sólo lo tienes para lo porvenir, y es que alargues el paso y de veras te desestorbes para que con ligereza camines. De hoy en adelante haya peso y medida en el tiempo que se ha de gastar con el cuerpo, no se pierda o defraude algún breve rato a quien tanto lo ha menester como eres tú, alma mía, para salir con algún aprovechamiento. Haya de hoy en adelante mill relojes que cuenten las horas y minutos que se gastan en el comer, beber y dormir. Haya mill pesos para las palabras y conversaciones que se tienen con los hombres. Sólo no haya peso y medida para las cosas que fuesen de servicio de mi Dios, pues tan sin ese peso y medida hasta el día de hoy me he entregado al olvido y descuido estándome parada y detenida, de suerte que por mi culpa ahora no entiendo, antes dudo y dificulto las primeras letras de la cartilla cristiana, que Dios me lee y me enseña en lo secreto de mi corazón. No hay que contar ya el relox en las horas de la oración, pues tan contados y encarecidos hasta aquí tenía los pequeños ratos que ocupaba, Señor, contigo pareciéndome reventaba de lleno el que aún se estaba ayuno. Con algunas diligencias, alma mía, que pongas en esta ocasión será servido nuestro Dios, por su infinita bondad, de subirte y levantarte a estado perfecto, donde, conociendo sin dudas ni dificultades aquella summa verdad, la ames, sirvas y reverencies como es digno de ser reverenciado.

 

            Estos son los provechos que esta alma saca de las dudas y dificultades que nacen de su flaqueza en el conocimiento de Dios.

 [12v]




a  ms. el



b sigue ni te tach.



c  corr. de leía



d corr. de deseaba



e  ms. enten



f  sigue que quente las strellas tach.



1 Gén 12,1.



g  ms. potest



2 Gén 15,5: "Suscipe caelum, et numera stellas, si potes".



h  corr. de en



i   sigue con tach.



j  sigue pues tach.



k sobre lín., en lín. es tach.



3 Sal 44,11.



l   alma devota sobre lín.



m sigue le pone tach.



n  sigue agos tach.



o sobre lín.






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