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CAPITULO 8a - Del provecho que un alma saca de
estas dificultades en este modo de entenderb
1. De esta duda o dificultad en este modo
de entender se le causa al hombre una notable y particular admiración de las
cosas sobrenaturales, [17v] las cuales conoce y ve ser tan altas que, después
de tantas ayudas de costa, el entendimiento del hombre -potencia tan alta y
admirable y homenaje más levantado de esta admirable fortaleza que Dios formó-
se queda tan bajo que duda y dificulta. Lo más alto del hombre, ayudado y favorecido, se queda bajo para
entender y conocer lo más bajo de todo lo sobrenatural. Echa de ver de esa duda
y dificultad qué opuestas y contrarias son las cosas materiales y corporales a
las cosas puras y espirituales: esta dificultad que le queda en las cosas así
entendidas le representa y pone un contrario con otro contrario, digo lo
material con lo spiritual, para que así quede más manifiesto la poquedad de lo
uno y la grandeza de lo otro.
2. De aquí le nace al alma unos admirables
y grandes deseos de verse ya desnuda de este cuerpo y salir de la tierra donde
tantas cosas le dificultanc las menores mercedes de las que Dios puede
hacer a un
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alma. Y así
una y millares de veces dice con san Pablo: Cupio disolvi et esse cum
Cristo1. Y con David: Hei michi quia incolatus meus prolungatus
est2. ¡Oh Señor mío y bien mío, quién se viera libre y desnudo para ver
y conocer a la clara esta summa verdad en quien están todas encerradas, para
como debo amarte y quererte! Bien veo, Dios y Señor mío, que soy carne y de
carne, y tengo un entendimiento que de sí no percibe ni conoce las pinturas
sino en sus mismos retratos (digo en sus especies). ¡Ojalá, Señor, yo me
desnudase de este hombre exterior, y de tal manera que ya el espíritu libre no
temiese de cerca lo que aun de lejos le inpide para este altíssimo
conocimiento!
¡Oh
Señor, y si esta alma la viese yo que se entriega a ver y entender con pureza
las cosas como son, digo, Señor, a vos, si os conociese yo y viese esa majestad
y grandeza como en sí es, en quien están todas las cosas y se conocen en vos
con summa perfección como ellas son!; porque conocerlas en ellas
mismasd muchas veces engañan y representan bien al contrario de lo que
en sí encierran, pero en vos, Señor, es inposible haber engaño por manifestaros
con tanta luz y claridad y porque no cabe en vos, que sois la summa e infinita
verdad. Y las cosas que en vos se conocen, como sois la fuente de donde nacen,
están en vos con summa perfección. Y así deseo, para que en mí se cumpla este
summo bien, verme desnudo de este cuerpo y carne que tanto bien estorba y
detiene. [18r] ¡Oh qué trabajo tan grande, Señor, ver que no pueda yo
perseverar en un mismo ser conociendo tus grandezas, por la poca stabilidad que
el hombre tiene en la disposición que se requiere para recebir esa merced!
3. ¡Oh Señor mío y bien mío!, si tanto
bien recibe el hombre en une instante que alumbras e informas el
entendimiento con talf luz de la que en ti encierras, ¿qué será, bien y
alegría de los ángeles, cuando, fortificado el entendimiento con aquel lumbre
sobrenatural, te vea y goce? Si tanto estorbo me hace esta carne y estar esta
alma entrapada en este cuerpo que, lo que es más claro que el sol sin ningún
género de comparación, me lo vuelve y hace dificultoso y aun quiere poner duda,
y con todo eso, engolosinado de este bien, me torno al puesto una y otra vez
para que millares de ellas me enseñes a hacer tu voluntad, ¿qué será, Señor,
cuando, desnudo de este cuerpo y el alma libre, enpleada en ti y hecha presa,
no te deje un punto, gozando esos soberanos y eternos bienes sin dudas,
cuestiones ni dificultades?
4. ¡Oh buen Señor, lumbre de lumbres!,
pues yo soy obscuridad de tinieblas que tan presto desdigo, olvido, dudo y
dificulto merced tan soberana como tú me haces cuando alumbras mi
entendimiento, alúmbralo muchas veces, pues es verdad que, para cada paso que
doy adelante ha menester nueva luz, pues nueva tierra es la que descubro, digo
nueva grandeza de tu bondad. Tú, Señor, tienes dicho que eres
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luz verdadera3, y san Juan afirma que eres
"luz que alumbra a todo hombre que viene al mundo"4. Hombre
soy y en el mundo vivo. Las luces de la tierra y las que tú pusiste en los
entendimientos de los hombres son luces que seg ofuscan, scurecen y
apagan conh las tinieblas que hay en el mundo, pero a ti, que eres luz
verdadera, no la pueden comprehender las tinieblas, porque de ti está
dichoi: Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non
comprehenderunt5. Y David dice: Quia tenebrae non obscurabuntur a te,
et nox sicut dies illuminabitur; sicut tenebrae eius, ita et lumen
eius6; que es decir que, en ti y a quien tú alumbras, lo propio es la noche
que el día, y que no hay luz que se escurezca.
Por eso
estimaba en tanto Salamón esta soberana luz y sabiduría que de ti tenía que,
por muchos capítulos en los libros de la Sabiduría, no se harta y cansa de
decir cuánto vale y cuánto la estima, antepuniéndola [18v] a todos los tesoros,
piedras preciosas y grandezas del mundo. Lo más precioso de la tierra en su
comparación es -dice- una exigua y pequeña arena de la mar y como el lodo de la
tierra; améla sobre la salud y hermosura, determiné de tenerla por mi luz, quia
inextinguibile est lumen illius7. Y luego va contando las ganancias,
riquezas y grandezas que le vinieron juntamente con esta luz y sabiduría,
diciendo el alegría y contento que tenía porque en todas sus cosas iba delante
dél, como si fuera paje de hacha, siendo madre de todas las cosas que hacía.
5. No
es mi intento tratar aquí de los provechos, ganancias y efectos que hace en un
alma; sólo haber apuntado lo que Salamón dice, lo cual no se le encubre a un
alma devota cuando Dios gusta y quiere, aunque sea por breve rato, alumbrarle
su entendimiento. Pues considerar en esta luz encerrados tantos tesoros y
bienes que decirlos no se pueden ni alcanzan, y Salamón con toda su luz hizo
harto en despreciar todas las cosas en su comparación, y se quedó corto en
decir sus efectos y provechos y que seaj madre de tantas cosas; y que
esto lo conozca un alma en el instante que Dios por su bondad le informa su
entendimiento; y que vea que, para gozar de tanto bien y perseverar en él sin
mezclar esa luz con tinieblas y esta certidumbre sin duda y esta claridad sin
dificultad, le estorban e impiden las cosas de la tierra y este hombre
exterior, ¿quién duda que, en pasando por un alma ese relámpago, esa vislumbre,
no desee con encendidas ansias desnudarse de lo uno y de lo otro, de sí propio
juntamente con todas las cosas de la tierrak, para gozarlo al seguro?
Dice Salamón en este
propio lugar (Sapientiae, 7)l que todas las cosas de la tierra, el oro
y las piedras preciosas y todo lo que es de estima, en comparación de esta luz
dice que es arena y lodo. ¿Por qué conparó a estas dos cosas las grandezas de
la tierra más que a otras cosas, pues
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las hay más bajas? Digo, digo que la sabiduría y luz
que en él había le enseñó dos cosas dem grandezas de la tierra: lo uno,
su bajeza en comparación de esta luz que de Dios tenía; lo segundo, el estorbo
que eran para alcanzarla, porque, demás de ser cosas bajas y sin precio, el
lodo y el arena son cosas que estorban el caminar y andar, como se ve
claron en los que andan y caminan por arena y lodo. Pues conociendo con
esta luz que todo es lodo y arena lo de acá y que estorba, inpide y escurece lo
que Dios [19r] con tanta claridad enseña, es necesario engendre un menosprecio
particular de todas las cosas que le pueden servir de estorbo e inpedimento
para no gozar con claridad y fidelidad tanto bien como Dios, cuando quiere,
sabe comunicar a las almaso.
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