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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 10 - De otra noticia y conocimiento que un alma tiene sobrenatural y extraordinario; y de los provechos que le vienen de dificultar o dudar en el tal conocimiento
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CAPITULO 10a - De otra noticia y conocimiento que un alma tiene sobrenatural y extraordinario; y de los provechos que le vienen de dificultar o dudar en el tal conocimiento

 

            1.         ¡Ojalá, Señor, tú dieses este conocimiento a quien tan de cerca quiere tratar de él estando tan lejos de don tan misterioso y soberano! ¡Oh Señor, y qué misericordioso eres en sufrir y dissimular nuestros atrevimientos! Muy mayores en esta ocasión que si un rústico labrador, que no sabe másb que de su azadac y arado, entrándose por una universidad principal, se subiese a decir quería leer una lición de theulugía; merecedor es de la burla, palmadas y estruendo que los estudiantes hacend burlando de él, y aun de las salivas y oprobios que le dicen, porque nadie se atreva a hurtar officio ajeno. Y si el hurto es mayor, es más merecedor de pena, particularmente si escalan casa ajena.

 

            Lleve su pena merecida el rústico que subió a la cátreda y no entró por la puerta de la sciencia y sabiduría, que es consagrada a Dios, y hizo hurto de cosa tan alta que tiene por obiecto al mismo Dios. ¡Oh qué confusión la mía! No si es juego que hago o burla que merezco o castigo que aguardo, querer tratar de conocimiento y noticia que sólo tienen las almas puras, que entrando por la puerta de la penitencia y mortificación extraordinaria, dieron consigo en tal grado de virtud que merecieron tener a Dios, aunque escondido, hecho maestro que les está enseñando con un modoe tan extraordinario que, con ser las propias almas las que entienden y conocen, no saben el modo y cómo se es.

 

            2.         ¡Oh qué gran cosa fuera si Dios por su misericordia, usando de su poder, nos infundiera lo uno y lo otro: el conocimiento y el modo de conocerlo; lo uno para amarlo y lo otro para en esta ocasión enseñarlo! Atrevimiento es grandíssimo hablar y pedir cosas que pocas veces, aun con muchos méritosf, las concedes; porque no siempre conviene llevar las almas por caminos extraordinarios, siendo lo común y lo que a ti, Señor mío, de veras te agrada, conocerte por fee viva y amarte con charidad encendida. Que esto del ver, como tan presto se encandilan los ojos por ser tan delicados y enfermos mientras están en la tierra, y siendog cortos en el cuerpo, mejor es no ponerlos en ocasión que, deslumbrados, estén sujetos a engaños y den quince de corto, quedándose muy lejos de los juicios verdaderos que deben formar y tener de lo que se ve tan sin color ni cuerpo. [21v] Que es lo que dijo [san Pablo]: Non oportet plus sapere quam sapere ad sobrietatem1. Que no conviene -como si dijera- beber el vino puro de suerte que nos derribe y haga parecer lo que no es por lo que es, que eso tiene el que quiere mirar donde no alcanza su vista. Y siempre decir que


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era buena crianza no ir donde no llaman, y no meterse un hombre donde no le entran.

 

            3.         Verdad es, Señor, todo esto, pero tu misericordia y poder no está atada a las leyes ordinarias, como el hombre está obligado a sólo eso. Puede dispensar tu misericordia y obrar tu poder haciendo las mercedes extraordinarias que tú quisieres a las almas que te siguen, por sólo tu querer y voluntad. Y en la tal ocasión obligación tienen a recebir, pues acá decimos: necio es quien no lo toma si algo le dan que coma. Y de lo que tú puedes hacer, y tu misericordia muchas veces quiere, no hay que espantar de nuestros atrevimientos en pedirte. Los cuales tienen sus fundamentos en tus celestiales manos torneadas, que en un momento no saben estar paradas o metidas en el seno, sino siempre como tornos tornando y volviendo a cargar en tus thesoros y a descargar en nuestros senos, enriqueciendo nuestras almas no sólo con los dones ordinarios que acostumbras a dar a los que te buscan, sino que, saliendo de madre y del curso ordinario, quieres celebrar y hacer fiesta a los hijos de los hombres convidándolos a cena grande, que, por ser hecha en boda y casamiento, fue necesario que hubiese caza de la que por los montes huye y con trabajo se coge, y aves del cielo que no se alcanzan si no es con tiro de escopeta.

 

            4.         ¡Qué de veces, Dios mío, te casas con un alma!, que siendo unas las personas no es delito iterar los casamientos y bodas. Como acá suele cada día una mujer decir a su sposo que mucho quiere usando de las primeras palabras que dijo a la puerta de la iglesia: Decid, señor, ¿no me queréis por vuestra mujer y esposa? Responde él: Sí, por cierto, señora. Y lo propio dice él a ella. Y en esta renovación o nueva celebración de casamiento hacen sus fiestas y tienen sus entretenimientos. De esta misma suerte, habiéndose desposado nuestro gran Dios con un alma por gracia y estando junto con ella por charidad, le está diciendo cada momento aquellas primeras palabras de rendimiento que el alma dijo cuando se juntaron: Di, alma y esposa mía, ¿no me quieres por tu Dios y Señor, por tu esposo y marido, por tu bien y consuelo, por tu compañía y abrigo? Responde ella: Sí, por cierto, Señor, que quiero mill veces, y eternamente [no] me arrepentiré; y vos, Dios y consuelo mío, ¿no me queréis [22r] por vuestra sposa? Responde élh: Sí, paloma mía, que te quiero por mi scogida entre millaresi2. Pues por fiesta de la renovación de nuestros desposorios y casamientos háganse fiestas y concertemos una cena grande, donde no me contento que haya cosas ordinariasj, sino caza que corre por el campo y aves que vuelan por el cielo. Haya en esta fiesta y cena dones extraordinarios y sobrenaturales, que éstos no los alcanzan los hombres por ser cosas muy remontadas y apartadas de su capacidad; no las alcanza el ingenio humano, ni el alma cargada con el cuerpo puede volar tras ellas.


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            Bien confieso, Señor, que esta fiesta lo principal de ella es para la desposada pero, siendo la comida tan grande y tan abundante y la fiesta tan extraordinaria, debe haber muchos convidados para que nada se pierda, como tú dices por san Lucas3, sino que todo se aproveche. En una cosa hallo dificultad de parte mía para hallarme en esta fiesta y convite, y que me quepa algo de estas aves que vuelan y caza que corre, que son estos dones extraordinarios sobrenaturales: tener vestidura de boda, que menos no se consiente entrar en este banquete. Fío en tu bondad y misericordia me darás tu gracia para que con ella pueda entrar a gozar de algo de lo mucho que en tu casa sobra a los que con veras te aman y tienen en estas mesas asiento subido, para que así, aunque con cortedad, sin proporción a esto que pretendí tratar, dende lejos siquiera pueda decir algo de lo que a eso güele.

 

            5.         ¡Oh mis hermanos!, y si querer tratar de los dones de Dios hechos a otros es tan sabroso que sólo oler lo que se come en casa ajena aboba y casi hace tener a raya después de haber corrido tras ellos para no acertar a hablar ni decir lo que son, ¿qué fuera si fueran propios esos dones, si nosotros fuéramos los convidados, si nuestrask almas fueran las desposadasl por quien Dios hacía la fiesta, obligado con las nuevas renovaciones que cada día hacíamos de nuestra unión y junta diciéndole: Señor, para en uno somos; Señor mío, yo soy tuyo y tú eres mío, esta alma es tu esposa y tú eres mi esposo, yo tu siervo y tú mi Señor, yo tu hermano y tú mi querido, tú mi bien y yo tu entretenimiento, tú mi escogido y yo el que te deseo? Ea, Señor mío, decidme vos algo, sonet vox tua in auribus meis, vox enin tua dulcis4. Yo soy tu Dios y tú mi morada, yo tu criador y tú mi criatura, tú mi hermosura, tú mía y yo tuyo, y entramos para en uno.

 

            ¡Oh Señor, si fuéramos tan dichosos que mereciéramos entrar en esta conversación, en esta liga y junta, en estas fiestas [22v] y en estas bodas, donde no sólo oliéramos los platos que tus escogidos comen, sino que los gozáramos y comiéramos! No puede dejar de dar dentera tratar de cosas de tanto gusto. ¿Qué hemos de hacer? A más no poder digamos que, si no bebemos en la taberna, holgámonos de parlar en ella; y que, si no bebemos de este soberano vino quem en tus bodas enbriaga y saca de sí, parlaremos de él lo que la divina gracia quisiere.

 

            6.         Digo, mis hermanos, según vengo ocasionado de los capítulos de arriba, que, demás de los modos que hemos dicho que tiene Dios de dar a conocer a las almas las verdades que él es servido, tiene otro muy particular con que alumbra eln entendimiento, y es -como queda dicho- cuando estando él en un alma unido y escondido, da cierta luz y claridad al entendimiento, el cual, sin saber cómo, se ve dispuesto,


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pronto y fácil para entender y conocer. Aunque no digo bien, pues parece que estos términos y vocablos más dicen potencia que acto; y la merced deo que vamos tratando es mayor.

 

            Pues no si podré llamar a esta luz la misma intelectión (enmiende el que leyere mis ignorancias), como solemos llamar vista a la luz con que vemos en un aposento lo que hay en él. Así a esa luz y claridad lo podremos llamar entendimiento, pues en tanto sabemos que lo tenemos en esta ocasión en cuanto con esta luz percibe y conoce.

 

            Pues digo que esta luz, cuando Dios quiere, sube al entendimiento de la parte del alma donde está él escondido. Como arriba pusimos exemplos en el sol, que, estándose él en el cielo y sin verlo, vemos su luz en este aposento, con que juzgamos y conocemos las cosas que hay en él. O como cuando vemos salir de una tierra fuentes y arroyosp que la fertilizan, sin saber de dónde ni cómo sube tanta muchedumbre de agua. Bien suele Dios esconderse en un alma, de suerte que de ese piélago inmenso suban al entendimiento y a las demás potencias fuentes y arroyos que las fertilicen, sin saber cómo ni de dónde les sube aquel bien. Sólo sabe que lo gozan, mediante el cual estas potencias se ejercitan en sus obiectos sobrenaturales con una admirable elevación, sutilidad y facilidad.

 

            7.         Aunque no si acertaré a explicarlo de otra manera, y decir que aquella luz y claridad que tiene el entendimiento en esta ocasión no es otra cosa que el mismo Dios. Quiero poner un exemplo. Encienden un horno y danle mucho [23r] fuego; y para que mejor se vea el exemplo supongamos que es de noche. Después de caldeado, bárrenlo y límpianlo de suerte que ni dejen tizón ni ascuas. Después de muy limpio queda claro, resplandeciente y lleno de luzq de suerte que se ve muy bien lo que hay en él. Preguntadme qué luz es aquella que hay en aquel horno. Diré que fuego. Pues ¿cómo no veo las aschuas ni la leña de que sale aquella luz? Responderé que el fuego está en resplandor y hecho luz, y que el fuego y las aschuas se convirtieron en aquel resplandor. ¡Oh Señor, Dios de mi alma, y cómo pienso millares de veces, sin ver el alma leña que arda, aschuas que alumbren, estás tú en resplandor y luz en su entendimiento para que, sin verte a ti en esa misma luz y resplandor, vea todo cuanto estuviere en ese horno sin que nada se ignore de lo que ahí entrare y se ofreciere! El cual conocimiento es en Dios, porque Dios es esa luz. Pero, como el hombre no ve el fuego ni las aschuas de quien procedió ese resplandor, no conoce ser fuego, digo no conoce ser Dios sino una luz que Su Majestad allí pone con que alumbra aquel entendimiento, siendo en aquella ocasión el fuego y el resplandor el mismo Dios.

 

            8.         Este modo de conocer se puede considerar de otra manera, no considerándolo como luz ni como resplandor en el cual r o con el cual el entendimiento percibe y conoce, estando así dispuesto, lo que Dios le ofrece, sino digamos que, estando Dios escondido en un alma con


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particular unión, deja, das y comunica a esta propia alma una admirable certidumbre; la cual alma, sin saber cómo o de qué manera, se halla cierta y sabidora de muchas cosas que primero no sabía. Como la tierra se halla de marzo a abril sembrada y hermoseada de hierbas y flores, sin haber más razón de que llegó aquel tiempo que fecundó y fertilizó aquella tierra de suerte que, la que estaba poco ha hecha un páramo, ya se ve hecha un jardín y florital. De esa misma suerte llegó tiempo a estas tales almas en el cual el sol de justicia las fecundó y fertilizó con esos dones celestiales extraordinarios. Aunque, si este don lo queremos subir de puncto, podremos decir que, así como estando yo ahora en Valladolid, tengo presentes las cosas que supe, entendí y vi en Madrid con una particular certidumbre y cierta representación, de esa misma [23v] suerte aquel a quien Dios concede este don le da la propia certidumbre de las cosas absentes y que no vido, con más o menos certidumbre como él es servido.

 

            9.         Quiero esta certidumbre y modo de conocer verdades ponerla de dos maneras: una cierta, distinta y clara no sólo de cosas communes sino de cosas particulares, y no sólo de cosas absentes y no vistas naturales sino también de cosas sobrenaturales no entendidas ni oídas (y esta distinción se advierta que la hago de esta certidumbre en cualquier modo de los que arriba quedan dichos que puede proceder en un alma); otras veces esta certidumbre es confusa, no de cosas particulares sino de cosas communes. Por un exemplo quedará esto claro y quitará la duda al que le pareciere que éste no es don particular y muy sobrenatural por no causarle noticia cierta y clara de las cosas que le quieren hacer sabidor.

 

            Consideremos una mujer preñada. Esta bien sabe que en su vientre trai una criatura. No sabe si es niño o niña, ni sabe si es uno o son dos. Esta preñezt, aunque en sí esu certíssima, pero dudosa e incierta acerca de cosas particulares. Y no obstante que no tiene noticia ni conocimiento particular y claro de lo que dentro de sí trai, causa en ella aquella preñez mill bienes y mejoros que no tenía antes: un amor particularíssimo a su sposo y marido, causa de su generación, una estimación en su persona particular como mujer que ya se considera madre y en quien Dios ha puesto ese don particular, pues no es concedido a todas las mujeresv casadas. Hay en esta tal mujer un grandíssimo deseo de ver y tener en sus brazos aquella criatura que sabe tiene en su vientre y de tornar a concebir otra y dar a Dios, a su marido y al mundo otra nueva criatura. Y es certíssimo que una mujer preñada muchas veces está más


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llena de deseos, y deseos diferentes y particulares, que una mujer ya parida, porque entonces ya divierte el deseo y el pensamiento con la criatura que tiene delante no acordándose de las cosas que antes se acordaba; como un hombre que pretende, que cuando tiene potencia y favor para algún officio, un día se considera obispo, otro arzobispo, otro presidente, y no es otra cosa que un alma llena de deseos, pero si después le dieron una abadía, con eso se contentó y se va a su casa sin desear ni procurar otra cosa.

 

            ¡Oh Dios sancto [24r] y Dios amoroso, y qué infinita es tu eterna sabiduría y cómo sabes muchas veces subir el menos oro en cuantidad y hacerlo de tan subidos quilates que valga más que el mucho en más cuantidad! De esa misma suerte sabes tú, Señor mío, los menores dones darles tantas circunstancias que sobrepujen a los mayores. Como se ve en la mujer preñada de quien hemos puesto exemplo, pues su preñez, siendo menor merced que el haber parido y sacado el hijo a luz, hace mayores efectos el niño en el vientre que en los brazos; pues cuando lo tenía en el vientre, toda ella era amor al marido, a la criatura, a Dios que tal merced la hizo, y después todo esto se resumió en el entretenimiento que tiene con su niño.

 

            10.       Veamos esto en lo que vamos diciendo. Digo que hay algunas almas a quien Dios les da una noticia confusa y un conocimiento obscuro, en el cual conocen y ven que en sí tienen una preñez grandíssima, pero no saben de qué porque no conocen cosas particulares. Y si les llegáis a preguntar algo, os parecerá tienen un entendimiento y conocimiento sólo como los otros hombres, que no gozan de ese bien sobrenatural. Esta preñez y conocimiento así confuso causa en estas tales almas particulares efectos: andan llenas de deseos de Dios, danle millares de gracias porque así las fecundó y enllenó, desean parir y producir obras y efectos maravillosos en servicio de Dios, estímanse y tiénense en mucho como personas a quien Dios quiere para cosas mayores que a otras, no dejándose ya llevar de pensamientos bajos; andan cada momento produciendo palabras preñadas, diciendo: ¡Oh gran Dios! ¡Oh buen Dios eterno! ¡Oh Señor mío! ¡Oh alegría de los hombres! Y si les preguntáis qué ven o conocen en particular, por qué a Dios lo llaman infinito, poderoso, bueno, etc., dirán que no ven nada en particular más de aquella preñez que en sí sienten y aquella noticia confusa que en sí tienen del conocimiento de este buen Dios (luego declararemos esto más). Esta certidumbre confusa y este conocimiento obscuro, según estos efectos que tengo dicho, se puede volver mayor merced y don que si fuera conocimiento claro de algunas cosas particulares y certidumbre de alguna clara representación que Dios hacía y ponía en su entendimiento; en la cual ocupado y entretenido todo el hombre, como la mujer ya parida, no daba lugar [24v] a que la voluntad amase y desease otras muchas cosas altíssimas, como dijimos en el exemplo de el que deseaba ser obispo y arzobispo y presidente, y después, cuando ya tuvo, se contentó con ser abad o capellán.

 

            De esta misma suerte, si a nuestro entendimiento le diesen noticia clara y cierta supongamos de cosas naturales, en ésas se ocuparía y entretendría sin desear ni querer más, antes en esa pequeña sfera recogeríe sus deseos y pretensiones. Pero, si dejándole a este talw y dándole a su entendimiento una preñez grande sin saber en particular de qué,


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estuviese lleno de ansias y deseos de cosas altíssimas en que él siente que podría agradar a Dios, mayor merced sería que la posesión que el otro tenía de su certidumbre y conocimiento de cosas particulares naturales.

 

            11.       Diránme: Hermano, ponga exemplo en cosas iguales de suerte que la certidumbre clara sea de verdades celestiales y la confusa sea también de esas propias verdades; más es tener la tal certidumbre y conocimiento claro que confuso. Yo lo confieso que es así, que el conocimiento claro a la voluntad más la aficiona en una cosa que el conocimiento confuso de aquella propia cosa. Pero tanbién digo que debe de haber muchas veces más provecho en el confuso que no en el claro pues vemos que, deseando Dios siempre nuestro mayor provecho, muy de ordinario da esta noticia confusa y obscura de las cosas que él quiere que amemos y busquemos. Y esa es la razón por qué quiere que por fee le sirvamos, y captivando nuestro entendimientox y rindiéndole a las cosas altíssimas que la fee nos enseña, quiere que lo amemos sobre todas las cosas. Y si éste no fuera mayor bien nuestro, es certíssimo que nos lo trocara en este don de que vamos tratando, que es conocimiento claro y cierto de sus secretos y maravillas.

 

            12.       Lo que denantes dijimos que habíemos de declarar más, es una duda que acerca de esto que vamos tratando se nos puede ofrecer. Decimos que aquel conocimiento confuso, que un alma tiene sin tener conocimiento claro particular de algunas cosas, causa los aprovechamientos dichos en estas tales almas: esos deseos, ansias, amores, estimaciones y nuevos acrecentamientos. Pues dirán: Hermano, ¿cómo puede ser que conocimiento confuso mueva la voluntad con tanta perfección que la haga desear y querer [25r] tan en particular cosas sobrenaturales, pues es doctrina común que los artistas enseñan y corre en buena theulugía que nichil volitum quin per cognitum5, debe haber conocimiento particular para obrar efectos particulares en la voluntad? Digo que este conocimiento confuso se debe considerar como particular y cierto, y como común y confuso, y como particular confuso y común cierto. Como acabamos de decir de la mujer preñada, que está cierta de su preñez en común, estando incierta en particular de la criatura que trai en su vientre, y también tiene certidumbre de aquella preñez particular que tiene; y así lo que le mueve a las cosas dichas, siendo por una parte comunes y confusas, por otra parte son ciertas y particulares. Y lo propio es en el conocimiento confuso de que vamos tratando: que, siendo conocimiento en común confuso de cosas particulares, es certíssimo conocimiento común y particular conocimiento de aquellas cosas comunes confusasy que en sí hay.


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            13.       Digo lo segundo que este conocimiento en común, que nos parece confuso, puede ser un altíssimo e inestimable conocimiento del mismo Dios, el cual, no pudiéndose comprehender debajo de cosas particulares y singulares, se dio a conocer en común con esa confusión y como un caos y piélago inmenso, en el cual vemos y conocemos y no sabemos lo que vemos y conocemos, porque no se nos representan cosas particulares.

 

            Pongamos un exemplo. Y supongamos que Dios hizo una singularíssima merced a un alma en manifestársele el mismo Dios y que, después que hubiese pasado esa vista y conocimiento, le dijéramos nos declarara lo que habíe visto. El cual, viendo que debajo de nada lo podía comprehender, era fuerza decir que no sabía lo que había visto, de suerte que habíe de ser necesario dar a conocer a Dios por negaciones diciendo: no es esto ni aquello; y no hallando en el mundo a quién compararlo, habíe de decir que no sabía lo que era. Como dijo san Pablo, que vido lo que Dios tenía preparado para los que le aman y que esto ni los ojosz lo ven ni las orejas lo oyen ni el hombre lo sabe lo que es6. Luego, si en esa admirable visión y conocimiento no vemos cosas particulares sino que, quedándole al entendimiento una noticia confusa de cosas particulares, y en él darse a entender confusa de aquella grandeza que vido, que no sabe lo que es, digamos que, atento que el entendimiento no conoce en particular [25v] y con distinción cosas singulares, no ha de mover la voluntad para amar esa grandeza que así conoció sin saber qué sea o a qué lo pueda comparar.

 

            14.       ¡Oh Señor mío y bien mío, y cómo, cuando tú quieres, enllenas todo el hombre de tu ser y grandeza sin que el mismo hombre en particular sepa qué tiene! Porque, siendo tú todas las cosas, mal dirá el que, tiniéndote a ti, dijese que tiene algo en particular, tiniéndote a ti en quien están encerradas todas las cosas muy en particular. Porque eres un solo bien y un solo Dios, mueves la voluntad de esta tal persona para que te ame y te quiera, y la fecundas de sanctos y admirables pensamientos para que más te desee. Bien es, Señor mío, el alma en esta tierra se muy pora contenta y regalada con esta merced así confusa, que bien singular es pues conoce que aquella preñez nadie la puede causar sino tú, que eres esposo regalado suyo con quien pasas tus entretenimientos. Pasará este tiempo, vendrá otro en que a la clara esta alma te goce y vea, y en ti, no confusamente sino con particular claridad, conozca millares de cosas, cuando este conocimiento claro de cosas singulares no pueda estorbar ni detener la voluntad para que a ti no te ame como debe, porque en aquella vida nada hay que inpida a lo que tú, Señor mío, quisieres ni a lo que un alma deseare, que es a ti sólo conocerte y amarte. Pero, como eres inmenso piélago que en ti encierras todas las cosas, no reparas, antes gustas de que aquellas


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almas sanctas, conociéndote a ti, infinita bondad, en ti conozcan muchas cosas y criaturasb aun de las de acá abajo, con quien puedan ejercitar la charidad tan encendida que ahí tienen rogando por los que viven metidos en tanta confusión y entre tantos inpedimentos para no hacer lo que ellas ven y conocen en ti, Dios suyo, y túc quieres. Y también pord ese camino y mediante ese conocimiento piden y desean que este infinito Dios, que quiere que todos se salven y lo gocen, saque del tesoro de los méritos de su unigénito Hijo, de su preciosa Madre y de todos los bienaventurados méritos que les comunique, con que se enriquezcan, enpreñen ye fecunden de los primeros deseos y amores con que ellos granjearon el bien que en aquella ocasiónf tienen.

 

            15.       ¡Oh Padre clementíssimo!, y como en ti nada hay que desechar, todo lo que de tu preciosa mano viene es bueno, dalo tú y da lo que quisieres, que con eso, Señor, tendré particularíssimo gusto, que bien que lo [26r] que en mí haces y ordenas, viene encaminado para mi mayor aprovechamiento y para tu mayor gloria. Mejor sabes tú, Señor, dar que yo pedir; y así debo estar más contento con lo que tú das que con lo que yo quiero, porque es certíssimo esa dádiva y merced es medio proporcionado a los fines más altos que yo puedo desear, y siempre, Señor, que yo estoy dispuesto para más altas cosas, sabestrocarme los medios y darlos proporcionados para más altos fines.

 

            Eres, Señor mío, como un amoroso padre que camina con un su hijo pequeño y, no obstante que desea caminar mucho y llegar presto, si el niño no tiene fuerzas y saber para caminar en un caballo, pónelo en un jumentillo, animal lerdo y manso; y como el muchacho crece en fuerzas, el padre tiene cuidado de trocarle la cabalgadura y darle en que alargue el paso. Peregrinos somos en este mundo y en la edad niños hasta que en la otra vida seamos ciudadanos y varones perfectos en la edad cumplida y llena de Cristo7. Caminamos a la bienaventuranza. Para este viaje nos da Dios unos medios blandos, suaves, amorosos, que es conocimiento claro de las cosas de acá abajo, cosas que, cuando de ellas caigamos y en ellas erremos, no nos podemos descalabrar. De las cosas de allá arriba no nos da ese conocimiento por ser nuestras fuerzas cortas y limitadas, y errar en ellas sería grande mal. De ellas nos enseña la fee, que es obscura; y en ella, como en litera metidos, sin saber por dónde, caminamos a la bienaventuranza. Pero si alguna vez, cobrando algún alma particulares fuerzas en la virtud y aprovechamiento, mereciere darle medios con que alargue el paso y llegue más presto, bien sabe este gran Señor y Padre nuestro, que así desea nuestro aprovechamiento, trocar esos medios; y el que caminaba amando a Dios por el conocimiento que de Su Majestad le daban estas cosas criadas, se lo trueca en otro altíssimo conocimiento de cosas


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sobrenaturales extraordinarias, en quien y por quien su voluntad camine a la posta amando y quiriendo al mismo Dios, que es el fin que deseamos, en quien los que llegan no son peregrinos, ni güéspedes sino ciudadanos y compañeros de los bienaventurados; de quien dice [san Pablo]: Fratres, iam non estis ospites et advenae, sed estis cives sanctorum et domestici Dei8; en quien los niños ya son hombres perfectos, según lo que dice san Juan: Cum aparuerit, similes ei erimus9.

 

            16.       Y si en este conocimiento claro sobrenatural, como hemos dicho, conviene para nuestro mayor bien que no conozcamos ni veamos con esa claridad cosas particulares, que nos estorben y detengan en sí propias que no pasemos al conocimiento del dador de esa luz, así lo hace. Quiero poner un exemplo, para queg por exemplos descubramos las trazas de Dios [26v] para nuestro mayor bienh. Digamos, puesi, que esta luz que vemosj es medio con que se conocen todas las cosas que hay en este aposento. Y consideremos que es cosa muy más excelente el medio, que es la luz, que el fin, que son las cosas que se ven. Pues pregunto yo. Si Dios, que hizo a la luz medio con que se viesen esas cosas bajas y de menos valor, la hiciera fin de suerte que con una luz viéramos otra luz, o la misma luz que era medio fuese también fin, es certíssimo que fuera merced más señalada, cuanto es la luz cosa más subida que las cosas que se ven con la misma luz.

 

            Pues de esa misma manera, cuando interiormente alumbra Dios nuestros entendimientos con esta luz sobrenatural y da esta claridad extraordinaria alk alma cuando en esta luz le da conocimiento de algunas cosas, es mayor el medio que las cosas que con él conoce. Pues quiriendo Dios subir de punto esta merced, da luz al entendimiento, que sea medio, y en esa luz da conocimiento de otra soberana y divina luz; o, si no, hace que esa luz sea medio y sea fin, según lo que dice san Juan: Et in lumine tuo videvimus lumen10. Lumbre es el medio y lumbre es el fin, y ésta es sin comparación muy mayor merced que la primera.

 

            Pongamos exemplo más claro. Da Dios a un hombre spíritu de profecía de cosas por venir o de cosas absentes o de cosas pasadas que no sabe. El medio con que conoce esas cosas pasadas, absentes y por venir es spíritu divino, de suerte que más es el spíritu que la cosa conocida porque el spíritu, en quien se conoce, es un don sobrenatural grandíssimo, y las cosas -digamos- que con ese spíritu se conocen pasadas o por venir son cosas naturales. Ahora pues, digo, si con ese spíritu y ese don o conocimiento que esa tal alma tiene, conociese al mismo Dios y se trocase el conocimientol de las criaturas en conocimiento del criador, muy más alta mercedm sería.

 

            Digámoslo de otra manera. Mayor merced y don sin comparación más señalado es el que tenemos y recebimos con la fee que con el


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conocimiento de todas las cosas criadas. Y vemos que este conocimiento es claro, y el otro es obscuro aunquen certíssimo. Lo propio digo yo, que suele Dios dar a algunas almas tinieblas interiores en las cuales conocen con certidumbre aunque con obscuridad; el cual conocimiento es mayor don que otros que suele haber claros, en que se conocen muchas cosas con don de prophecía. Y así veremos y conoceremos cómo las tinieblas, dudas [27r] y dificultades que nos quedaren del conocimiento que de Dios recebimos, son en grande bien y provecho nuestro, pues en ellas trueca Dios las pequeñas mercedes en dones soberanos y grandes.

 

 

 

 




a  al marg.



b sigue de tach.



c  corr.



d sigue de él tach.



e  sigue ex tach.



f  sigue no tach.



g  y siendo sobre lín.



1 Rom 12,3: "Non plus sapere quam oportet sapere, sed sapere ad sobrietatem".



h  sobre lín.



i   que-millares sobre lín.



2 "Electus ex millibus", dice la esposa del esposo en Cant 5,10.



j  corr. de extraordinarias



3 Lc 14,21-24.



k corr. de nosotros; sigue fuer tach.



l   sigue las tach.



4 Cant 2,14.



m sigue es tach.



n  sobre lín., en lín. su tach.



o sobre lín.



p sigue sin tach.



q sigue el tal horno sobre lín. tach.



r  sigue el tach.



s  corr.



t sigue de cosa tach.



u  sobre lín.



v  sigue parti tach.



w sigue síl. tach.



x  sigue en el como tach.



5 "Nihil volitum quin praecognitum". Cf. S. AGUSTÍN, De Trinitate, X,1: ML 42,971 y 973; STO. TOMÁS, Sum. Th., 1-2, q.3 a.4; q.27 a.2; etc.



y  sigue en tach.



z  sigue no tach.



6 1 Cor 2,9.



a  sobre lín.



b y criaturas sobre lín., en lín. acerca tach.



c  suyo y tú sobre lín., en lín. Su Majestad tach.



d sigue tach.



e  sigue sean tach.



f  sigue poseen tach.



7 Cf. Ef 4,13.



8 Ef 2,19.



9 1 Jn 3,2.



g  sigue así tach.



h  sigue sup tach.



i   sobre lín.



j  que vemos sobre lín.



k sobre lín.



10           Sal 35,10.



l   sigue de otras cosas tach.



m sobre lín.



n  sigue más sobre lín. tach.






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