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CAPITULO 12
- De otro altíssimo modo que un alma tiene de conocer, en quien ella se pierde
a sí propia de vista y, conociendo, nunca acaba de entender lo que conoce por
la grandeza del bien que se le muestra
1. Otro
altíssimo modo tiene Dios de dar a conocer a un alma lo que él es servido. Y si esto que voy
hablando es cierto, atento que estas tales almas, a quien Dios hace la merced
que ahora se dirá, están ya más cerca de la bienaventuranza que de la tierra,
más competía a los bienaventurados tratar de ella que a los hombres que viven
en la tierra. Pues las tales almas ya se trasmontaron y escondieron, en sus
dones y mercedes que reciben, de los juicios humanos y, trocando su
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tierra en cielo, ya tratan y conversan entre los
bienaventurados. No hay decir
que sólo güelen, sino que en alguna manera, de la suerte que pueden, palpan y
gozan algo de lo que allá se da del todo claro y manifiesto. Y pues éste es don
tan subido y transmontado a los hombres que viven vida ordinaria, mal podrá
tratar esta conversación quien está lejos de recebir esta merced. Y digo que no
sólo estará imposibilitado quiena no la recibió, sino el que la recibió
y actualmente no la goza cuando de ella quiere scribir, porque es don tan
sobrenatural y escondido y dase tan a hurtadas y comunícasele con tanta sutileza
que, después de lo haber tenido y gozado, no sabe qué se fue ni conb
qué palabras o representaciones decirlo. Y así me parece era necesario tener la
pluma en el papel y los ojos del alma en el mismo Dios, que la está enllenando
de este don y merced. Pues el haberme yo atrevido a enpezar este capítulo sólo
ha sido el barruntarme y tener sospechas que en la tierra hay otro plus ultra
de lo dicho con que regala Dios y enriquece las almas, de donde ya no, no sé yo
que se pueda pasar sin del todo quedar anegado y trocado en otra vida, que
llaman de los que viven, dejando y desnudándose de ésta que es de los que
mueren.
2. Para
venir a recebir un alma esta merced que ahora diremos, bien era necesario tomar
la carrerac de atrás y que dende el principio la viniéramos desnudando
de todo lo que no es Dios y la trujéramos mortificando por cosas muy
extraordinarias, y que su poco a poco fuera subiendo donde no nos pareciera
dificultoso pasar a lo que ahora diremos. Pero sirvan de
dispusición las mercedes de que atrás hemos tratado, que un alma recibe
quiriéndola Dios regalar y levantar en este mundo a particulares grados de
perfeción.
3. [30v] Digo, mis charíssimos hermanos,
que nuestro Dios bueno y grande, quiriendo pord su misericordia mostrar
su benignidad y clemencia para con algunas personas, el grande amor que a los
hombres tiene y cuán detenida está en este mundo su poderosa mano por no hallar
puerta abierta por donde se poder como quiere manifestar a los hombres, suele
algunas veces darse a las almas y entregarse a sí propio de suerte que, no
sabiendo las propias almas qué tienen, saben y conocen tienen a Dios, porque él
a sí propio se está manifestando y descubriendo de la forma que quiere y aquí
puede esta tal alma tenerlo y gozarlo. No sólo siente estar en ella como está en todas las cosas -por
presencia, esencia y potencia-, no sólo por gracia y por unión particular, sino
que, demás de darse enpapado a la voluntad, se revierte por el entendimiento de
suerte que parece que lo ve y no lo conoce, que lo tiene y no sabe qué; quiere
decirlo y se ataja, quiere pensarlo y no alcanza, quiere considerarlo y no
puede. Quiere tenerlo en esa manera que así se le manifiesta en el entendimiento,
y se le va, porque no son los que hace sino unos asomos a hurtadas en que
muestra quién ese la grandeza del que allí está. Porque, aunque es
verdad que al entendimiento se le ha dado suficiente conocimiento para que la
voluntad lo ame y lo tenga,
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pero esto
que ahora se da es revertido, y no sé si pueda decir como de sobra y fuera de
lo necesario, aunque, pues Dios lo hace, él se entiende y él sabe lo que se
hace, aunque el alma no sabe lo que se tiene y posee.
Es certíssimo que en esta ocasión el
alma se pierde a sí de vista porque, aunque no queda arrobada y enajenada como
el que padece el rapto o éxtasi, porque ya pasó y subió def ese escalón
dándole Dios fortaleza para que, estándose cada uno en su casa, en ella sin salir
de sí goce este bien, pero con todo eso, como es tan grande por aquel breve
rato o instante que hace aquella reseña de que está allí con este modo que
ahora vamos diciendo, arrebata tras sí al alma y sus potencias, que a sí propia
se disconoce acudiendo al conocimiento de tan grande maravilla.
4. Ofréceseme
un exemplo, con que creo explicaré la parte que en sí tiene el alma, según del
grado en que está o el bien que goza o los escalones que ha subido por esta
escalera que tira y está enderezada a la perfección, según en los capítulos
pasados hemos dicho. Ahora consideremos en la armonía de los cielos que todos
estos cielos inferiores están sujetos al superior. En estos inferiores ponen los astrólogos
dos movimientos: uno natural y otro rapto. El movimiento natural es el que Dios
puso a cada [31r] uno, y con este movimiento caminan del puniente al oriente.
El movimiento rapto es un movimiento que todos los cielos tienen del oriente al
puniente; y este movimiento lo causa en ellos el primer móvil a cuyo movimiento
se mueven tras él los demás cielos; que por eso se dice rapto, que quiere decir
arrebatado, porque con la fuerza que aquel cielo camina se lleva tras sí a los
demás cielos. Y este movimiento es tan veloz, ligero, apresurado y arrebatado
que en veite y cuatro horas da una vuelta a la redondag este primer
móvil, él y los demás cielos a quien los hace andar a su pasoh. Pero
hase de advertir que, como cada cielo tiene otro movimiento natural contrario a
ese movimiento rapto y violento, por mucha fuerza que le hace este primer
móvili, siempre se le van quedando atrás un poquito estotros cielos y
como atrasados con sus propios movimientos naturales; y tanto más atrás se
queda el cielo cuanto más está distante y apartado el cielo de aquel primer
móvil, de suerte que, dando una vuelta entera con su propio movimiento natural
este primer cielo en 29 o treita días, el cuarto, donde está pegado al primer
móvil, tardaj un año entero y el octavo cielo, que es el que está
pegado al primer móvil, tarda en su movimiento natural 3.600 años. Y la razón
es porque, como está tan conjunto con el movimiento velocíssimo del primer
móvil, no le da lugar a seguir ni hacer su propio movimiento de suerte que,
aunque se le quede atrasado este octavo cielo con su propio movimiento, es tan
poco que viene a gastar tantos mill años en dar una vuelta.
5. No
sé si se habrá percebido el exemplo; podrá ser que con la aplicación aún se
haga más claro. En los hombres considero estos dos
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movimientos: el uno natural, con el cual caminamos de
puniente al oriente; y llamo natural a las obras y exercicios naturales que el
hombre por sí alcanza, que por eso digo que con ese movimiento camina a su
nacimiento, que en alguna manera es quedarse atrasado y vuelto a su principio
de donde fue formado. Otro movimiento considero en el hombre que es el rapto,
que quiere decir arrebatado o violento, con el cual el hombre camina de oriente
a puniente, que es de donde nació a donde para siempre ha de permanecer, que es
en la bienaventuranza. A
este movimiento lo llamo violento porque el hombre no tiene de suyo el bien
obrar sino que se mueve al movimiento del primer motor que es Dios. Y tanto
cuanto un alma está más pegada a este Dios y Señor, tanto con mayor velocidad
se moverá y caminará con este movimiento rapto, como el cielo que está más
conjunto con el primer móvil. Y tanto cuanto [31v] con más ligereza se moviere
con este movimiento y más junto estuviere, tanto menos se quedará atrasado con
sus propios movimientos naturales. De suerte que estando un hombre en el primer
grado de perfección, podrá en breve acudir y hacer sus obras naturales, y el
que estuviere muy conjunto y pegado con Dios, como cielo octavo a su primer
móvilk, siendo llevado y atraído a obras sobrenaturales con presteza y
agilidad, en muchos años no se quedará atrasado con sus propios movimientos
naturales, que contradicen y se oponen a este movimiento rapto, sino muy
poquito.
Declaremos esto más. Digo a este
movimiento con que el hombre sigue y se va tras Dios rapto y violento no porque
el hombre camine y vaya contra su voluntad, que libre la deja Dios y con
libertad camina, porque lo contrario fuera blasphemia y herejía. Llámolo rapto y
violento respecto del hombre exterior y de la carne, que contradice y tiene
otras leyes opuestas a las divinas. Y esta contradición es causa que el hombre
que corre por el camino de la perfección se vaya detiniendo y estorbando hoy un
poquito y mañana otro poquito. De suerte que, por santo que uno sea, por muy
pegado que esté a Dios, por mucho que camine, si hoy no se conoce ser hombre
por lo poco que se ve atrasar, si lo tenemos cuenta y con atención lo miramos,
hallaremos en él que es hombre y que, demás del movimiento rapto de que vamos
tratando, hay en él otro movimiento natural con que camina para otra parte. En
el cual el hombre con otras leyes y sentimientos que en sí tiene se queda
atrasado tanto más o tanto menos cuanto está más o menos conjunto con su Dios,
que es su primer motor y el que por su misericordia nos coge y arrebata
aficionándonos las voluntades para que libremente nos vamos tras él del oriente
al puniente, apartándonos del oriente y tierra de que fuimos formados al
puniente de la gloria, donde hemos de deponer y dejar todo lo que es nuestro y
vestirnos de una majestad y gloria infinita.
6. Pues,
volviendo a nuestro propósito, digo que en este grado de perfección de que
vamos tratando el alma es llevada a aquel altíssimo
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conocimiento
con tanta fuerza (digo fuerza si así se puede llamar la que hace Dios
aficionando a sí el entendimiento con este modo de luz extraordinario con que
él se da a conocer) que se desconoce a sí y apenas se puede echar de ver en
ella otro movimiento, otro querer o conocimiento más de aquel sobrenatural con
que es llevada al paso que Dios la lleva; esto es en lo que toca [32r] a sí, a
sus acciones naturales, movimientos y discursos ordinarios. Pero, en lo que
toca al conocimiento sobrenatural de Dios, éste por una parte es tan veloz,
ligero, subido, levantado, tan grande que, no echándose de ver el alma en él,
ni sabe si conoce o no conoce; sabe que conoce pero desconoce, porque ella
jamás pudo imaginar que Dios levantara un alma a tan alto modo de conocer.
Conoce que es Dios aquel que en sí siente o hace aquel movimiento o reseña,
pero no sabe cómo es o qué es, y de su parte se conoce por inposibilitada para
poder formar en su absencia imaginación que tal cosa imagine ni especies que
tal cosa representen. Porque, si Dios cupo cuando a él lo sintió en sí,
ensanchó el lugar a medida de lo que él daba; y, él absente, no se puede
ensanchar a medida de lo que a tan gran Dios ha de representar, porque la
representación no tiene la fuerza y virtud de lo representado. Que es decir
que, en el punto que pasa esa demostraciónl que Dios [da], ni el alma
de suyo puede imaginar cosa que llegue a tanta grandeza como en sí conoció
cuando Dios se le dio a conocer en este modo soberano, ni le fue posible hallar
en el mundo ni haber cosa criada que lo pueda representar como ello es y el
alma quiere. Así digo que, cuando el alma tiene este bien, conoce y desconoce,
sabe y no sabe, ve y no percibe, corre y no llegam, porquen,
sintiendo en sí otras leyes que contradicen la carrera, siempre, aunque poco,
se quedan atrasadas, lo que basta para no llegar donde llegan los
bienaventurados que están gozando de Dios.
7. No
sé con qué exemplo pueda explicar esto si no es con el maná que comían los
hebreos en el desierto, que sabía y tenía gusto de todos los manjares1;
y con todo eso, no sabían qué era, razón bastante para ponerle por nombre mân
hû', que quiere decir quid hoc est?2 Y con tener tantos gustos, es cosa
notable que jamás llegó a las cebollas y ajos que comían y tenían en Egipto3.
Lo cual es cosa de maravillar: que, siendo este manjar tan grande, tan
excelente, de tantos sabores, que no llegase a cosa tan baja como son cebollas
y ajos y otras cosas tan bajas como éstas, de suerte que les desaficionase la
voluntad de todo punto para que se diesen por contentos con el maná y olvidasen
sus cebollas, etc. Digo, mis hermanos, y quiero que notemos que los egipcios
adoraban las cebollas, los ajos y otras cosas que tenían y nacían en sus
güertas, tiniéndolos por sus dioses; muchos de los hebreos se habían ido tras
estos ritos y ceremonias, adorando esta bellaquería y bajeza por Dios. Pues,
como estos hebreos [32v] tuviesen
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tan asidas y
pegadas las voluntades a sus ajos y cebollas como a sus dioses que pensaban ser
verdaderos, no era bastante la grandeza del maná que tenía tantos sabores y era
cosa tan celestial que jamás acababan de conocer lo que erao, ni
desaficionar con ello la voluntad que tenían a las cebollas, a quien amaban
como a su dios.
¡Glorificado seas
tú, Señor mío! Y como creo que me he hallado con qué poder explicar lo que voy
diciendo, lo primero digo que este bien que goza esta alma, cuando en este modo
se le da Dios a conocer, a todos los manjares le sabe, todo lo que quiere y
desea halla en ese bien que tiene y goza; y tiniendo tantos sabores, jamás sabe
qué es de suerte que, conociendo que come, que conoce, que ve, no sabe qué ve,
qué conoce, qué come y gusta. Y por otra parte, con ser tanta grandeza y
majestad la que goza y tiene que a todos los manjares sabe, jamás, por mucho
que tiene y goza, pierde la fee, que le está enseñando que hay algo más. La
cual le tiene tan asida la voluntad y captivado el deseo que, aunque es de
cosas obscuras y lo que tiene y goza es de cosas claras, jamás esto que goza le
puede desarraigar el deseo o pensamiento de lo que la fee le enseñap y
le diceq y de lo que con esta fee adora y reverencia. Porque, aunque
esta fee por su obscuridad y tinieblas la comparemos r a los ajos y
cebollas, que son cosas bajas, con ésa está contenta y satisfecha el alma que
de veras con esa fee adora, ama, quiere y desea la grandeza de este poderoso
Dios, que en el cielo se está dando y communicando a los bienaventurados.
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