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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 20 - Cómo para mayor bien de un alma suele Dios permitir notables aflicciones, causadas por los hombres y por los demonios, que scurezcan su pureza de vida. Y cómo no se debe sentenciar mal aunque veamos a un hombre atormentado del demonio
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CAPITULO 20 - Cómo para mayor bien de un alma suele Dios permitir notables aflicciones, causadas por los hombres y por los demonios, que scurezcan su pureza de vida. Y cómo no se debe sentenciar mal aunque veamos a un hombre atormentado del demonio

 

            1.         No quería pareciese dificultoso el permitir Dios por manos de los hombres y de los demonios tantos y tales trabajos a susa siervosb: que por mucho tiempo su vida heroica yc celestial esté obscurecida y tapada a los hombres, no obstante que los fines sean bien diferentes. Pretendiendo Dios en esto abrir un camino ancho para que haya más obreros de la corona del justo porque, dificultando la verdad de la vida, más sin scrúpulo y a banderas desplegadas es probado y perseguido, lo cual no lo permitiera Dios si en su soldado no viera fuerzas para resistir estos acometimientos, los cuales no son fuertes ni de consideración si el hombre, satisfecho de su virtud, tuviese algún conocimiento lo persiguen o afligen por probarlo o tentarlo. Como el que fuese a trocar un doblón que sabe que es de oro fino, no sólo no le pesaría que lo amartillasen para descubrir no fuese falso, sino se holgaría; pero si, habiéndole dado otra persona el tal doblón, estuviese en duda o temiese no fuese falso, las pruebas que en el tal doblón hiciesen causarían miedo y temor, que, aunque en la falsedad del tal oro él no tuviese culpa, en fin era enredo y pleito sobre quién te dio este doblón, si fuiste cómplice o principal en este engaño y falsedad.

 

            De esa misma manera, cuando uno por alguna vía está enterado de su espíritu o tiene algunas conjeturas ciertas, es cierto se alegra y huelga de las ocasiones que se le ofrecen de prueba y de trabajo, según lo que acá decimos que a buen pagador no le duelen prendas. Pero si, permitiéndolo Dios en esta tal persona, su espíritu quedase añublado y escurecido con alguno de los modos arriba dichos, es cierto cualquier prueba, trabajo, persecución o tentación que le hacen se le antoja que lo descubren por malhechor, enbaucador, engañador e iluso del demonio; que cuando su espíritu no fuese bueno y él no tuviese culpa, porque debía estar consolado en cualquier evento, en fin es pleito y ponen a un hombre en peligro: si fue él el principal o parte en el engaño que padecía o el demonio pretendió hacer.

 

            2.         [61v] Y estos miedos y temores son necesarios, nacidos de la duda o incertidumbre del buen espíritu y de las pruebas y mortificaciones que con él hacen. De donde es fuerza en estas ocasiones padecer intensíssimos trabajos las tales personas así probadas, con los cuales pretende Dios purificar algunas almas y de veras desasirlas de lo que más aman. Habiéndose en esto nuestro gran Dios como el que acá


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quiere sacudir una ropa o capa: que se la da al hijo o criado que la tenga estendida en las manos y, así puesta, la hace varear y apalear para sacudirle el polvo. Muchas veces le parece a uno que trata de perfección que no estima su honra ni su fama, y hácesela Dios coger con entramas manos, asirla y ponerla delante los ojos; y luego manda o permite la apaleen los hombres y los demonios y le sacudan el polvo y miren cuán entrapada estaba y cuán scondido el polvo en ella. Parécele a un hombre, a quien actualmente honran, alaban, estiman y tienen por bueno, que no se le daríe nada le quitasen su honra y estimación. Pues aguardad -dice Dios- yo os haré asir esa honra con dos manos, sembrando en vuestra vida tanta obscuridad y tinieblas que vos propio no os conozcáis; y luego haré dar tales golpes y porrazos en ellad que ninguno se dé que no os resuene en el corazón y las entrañas, de donde echaréis de ver que aún os sois polvo y ceniza pues tanto sentís los golpes y las pruebas. Las cuales, siendo continuas, sacudirán ese polvo y ceniza y lo apartarán de todo lo que es honra y propia estimación y os dejarán capa, ropa y vestido limpio para Dios.

 

            3.         Pues, siendo estas pruebas y mortificaciones de tanto provecho para estas tales almas, para que sean más vivas y fuertes hácelas Dios por manos de los demonios, bien a semejanza de los que padecen en el purgatorio: que, no obstante que son almas scogidas y en gracia de Dios, son allí entregadas a fuego y tormento de los demonios para que del todo salgan puras y limpias de las pequeñas inperfecciones que de esta vida llevaron. De esa misma suerte no hay en esta vida vida tan pura después de grandes penitencias y obras heroicas a quien no le hayan quedado algunas inperfecciones, que sea necesario en esa perfección de vida entregarlas a los demonios que las aflijan y atormenten y del todo les hagan purgar y limpiar de todas sus inperfecciones por pequeñas que sean, no obstante que en esa vida que tienen estén en gracia y amistad de Dios. Todo esto para que mejor gocen en el estado que tienen del mismo Dios y de sus dones celestiales.

 

            4.         Pues con este entriego que Dios hace de estas tales almas para así ser limpias y purificadas, suele resultar alguna obscuridad y duda acerca de la pureza de su vida. Como el que viera las almas del purgatorio, [62r] fuego, demonios, tormentos, y no supiera para qué tenía Dios allí aquellas almas, las habíe de tener por enemigas de Dios o por lo menos dificultar si eran amigas.

 

            5.         Ya hemos dicho en los capítulos pasados hartos modos con que los demonios, atormentando a los justos, procuran escurecer su vida. Bien sé que son los que quedan como infinitos, y bien ascondidos muchos de ellos a los juicios humanos por ser ellos tan astutos y enemigos invisibles que, sin conocer sus asechanzas, procuran por una vía o por otra hacernos desdecir o por lo menos scurecer la pureza de vida que pretendemos. Pues de las que a mí se me pueden ofrecer, creo queda una o dos maneras de persecución ordenada a este propio fin: la una


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cuando, permitiéndolo Dios, se apoderase del cuerpo del hombre ignorándolo el propio hombre y los que lo tratan, lo cual puede ser sin culpa de la persona poseída. Como yo vi y se experimentó en Roma en un religioso endimoniado y poseído de muchos de estos malignos spíritus, los cuales, después de muchos conjuros, confesaban estar allí forzados, violentados y de mala gana porque sabían sólo servían allí de dar a merecer a aquel religioso, el cual siendo perseguido y atormentado los habíe desafiado y con aquella ocasión se entraron, y que el engaño habíe sido para ellos porque veían con la paciencia que llevaba aquellos trabajos1. Pues el tiempo que estos tales spíritus se esconden en estos tales cuerpos, compadeciéndose vida pura y levantada con esta pena que están padeciendo, no es uno de los menores trabajos los ratos que se apoderan destos tales cuerpos provocarlos e incitarlos a cosas feas, malas y odiosas, en las cuales es fuerza ser infamados y tenidos por malos y despreciada su vida y antiguas costumbres. Yo vi este religioso, de quien voy tratando, que antes que se descubriesen ser demonios los que lo provocaban y forzaban a cosas injustas, sabiendoe yo su primera vida, asombrado le decía: hermano, ¿cómo cabe en su charidad esto? ¿Cómo habla tales cosas? Y él, con una mortificación inmensa por estar muy en sí cuando yo esto le decía, me respondía: Hermano, no sé qué me tengo algunos ratos ni sé cómo no me muero cuando me acuerdo lo que hablo o hago algunos ratos. Y en estas ocasiones me pedía con lágrimas y veras un Cristo que yo tenía devoto, y a todos decía que le encomendasen a Dios. Pues díganme por charidad, ¿qué sentiríe este tal religioso considerando los defectos y faltas a que le provocaban aquellos spíritus malignos, y que él no podía [62v] saber ni entender qué culpa era la que en tal caso tenía? Porque, aunque él veía por mill mundos no ofendiera a Dios, por otra parte veía lo material del peccado en su casa y en su persona y no sabía ni conocía hubiese en él güesped tan feo y abominable que tuviese licencia sobre su cuerpo para tanto mal.

 

            Lo propio habíe de causar en las personas que lo mirasen y viesen. Ahora consideremos que en una casa hay tres o cuatro personas honradas, o dos para que los juicios sean más terminados en el exemplo que quiero poner, y que en la casa faltan algunas cosas que claramente ven las hurtan; y que no saben haya nadie que entre ni salga ni esté dentro scondido. Parece ha de ser fuerza echar juicios el uno sobre el otro y desestimarse despreciando la vida y tiniéndola por no buena, porque ellos no pueden entender ni saber quién a deshora entró y robó o quién está escondido dentro. De esa misma suerte, si yo veo faltas


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en mi hermano y particulares descuidos, y por otra parte yo no sé que en aquella casa, digo en aquella persona, haya gente de fuera scondida, o que entre y salga, que pueda hacer los talesf hurtos, es cierto que tengo de entender que la propia malicia de la persona fue inventora de aquel mal.

 

            6.         Aunque es verdad que por algún tiempo esta tal persona puede padecer esta infamia y deshonra viéndose desacreditadag por las faltas que haceh tan sin culpa, pero no permite Dios sea por mucho tiempo o siempre, porque tarde o temprano se ha de descubrir, y una vez que otra lo han de coger con el hurto en las manos y saber quién es el autor de tanta maldad. Que si por algún tiempo padeció la sancta Susana y la tuvieron sentenciada y sujetai a la apedrea de los judíos, al fin se descubrieron los viejos scondidos que habíen sido autores de la maldad, y quedó libre sin culpaj  y pena la inocente Susana2. Lo propio sucedió al inocente Benjamín, a quien sin saberlo él le echaron en su saco una taza preciosa en que bebía el patriarcha Joseph, virrey y gobernador de tierra de Egipto; y cuando ya iba en el camino, salieron los criados del rey dando voces: ¡A los ladrones! ¡A los ladrones! Digan por charidad, ¿qué sentiríe aquel sancto niño cuando en su saco hallasen el hurto que él no hizo ni imaginó? ¿Qué sentiríen y pensarían sus hermanos en cuya [63r] compañía iba cuando lo viesen convencido del hurto?3 Sea Dios bendito, que mortificación es grande y poderosa hasta que Dios es servido se descubra la verdad y vuelvan la fama y honra a cuya es y se aplique la pena a cuya es la culpa. Bien pudiera yo poner otro exemplo de una buena mujer que estuvo endimoniada veinte años sin que tal cosa se conociese, cuya fama y honra me parece inposible dejase de peligrar en tanto tiempo, haciendo algunas cosas aunque sin culpa de mal parecer.

 

            7.         Otro enredo por medio deste propio autor de maldadk puede obscurecer la vida inocente del justo, y es cuando por vía de hechizos, palabras o encantos hiciesen mal a alguna persona, como se ha visto a persona muy casta por medio de malas mujeres provocarla a maldad por obras y palabras. En Roma me contó un clérigo siervo de Dios que, no gustando de hablar ni tratar con cierta persona por parecerle no muy casta en sus palabras, se la juró y dijo: Yo haré que acudáis a mis puertas más veces, que yo os abriré. Y así lo hizo, porque muchos días y noches lo llevaba forzado a su casa y, si la hallaba cerrada, le hacíe dar golpes con la cabeza hasta que la abrían. Yo vi con mis ojosl en España que una gitana hizo mal a un buen cristiano y siervo de Dios; y supe que le habíe puesto el mal que pretendió en un tocador, que debiera de ser algún demonio, el cual por vía de dolor le hacía decir mill males propios suyos y levantarse muchos falsos testimonios,


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y de todos los que veía mill bienes. Y con este dolor digo que hacía estas cosas muy indignas de quien la tal persona era, y este malm no lo supo nadie sino la persona que para ello fue causa y yon, con quien se vino a comunicar. Pues digan por charidad, loso quep no supiesen las causas y conociesen los efectos dichos ¿qué juicios habíen de echar? Necesario era haber de padecer la honra de las tales personas. Y aunque es verdad que aquéllas de quien vamos tratando, que tienen y han alcanzado vida extraordinaria y sobrenatural, tiene Dios particular cuenta con ellas para que no se ofendan u ofendan, pero, permitiéndolo así el abismo de su sabiduría, sabemos que [63v] el demonio a estas tales personas, antes que a otras, acomete con mayor fuerza y cuidado para estorbar los bienes arriba dichos de la pureza de su vida exemplar, etc.




a  corr. de los



b sigue de Dios tach.



c  sigue vida tach.



d sigue esa vida tach.



1 Tal "religioso endemoniado" fue el hermano donado fray Gaspar de la Presentación, O.C.D., con el cual convivió en el noviciado carmelitano de Roma. Cf. VIII, ff.203v-204r; ISIDORUS A S. IOSEPH-PETRUS A S. ANDREA, Historia Generalis Fratrum Discalceatorum O. B. V. Maria de Monte Carmelo Congregationis S. Eliae, I, Romae 1668, 145-151 ("De Fratre daemoniaco...").



e  sigue pal. tach.



f  sobre lín.



g  corr. de desacreditadas



h  corr. de hacen



i   ms. sujetas



j  ms. cuculpa



2 Cf. Dan 13,41-60.



3 Cf. Gén 44,2-13.



k sigue puede ser tach.



l   sigue que tach.



m sobre lín.



n  sigue que tach.



o sobre lín.



p corr. de quien






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