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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 1 - Cuán grande aflicción es para un alma enseñada a padecer verse sin la cruz que de veras ama. El sentimiento que hace acordándose de los bienes que en ella tenía
1. ¡Oh buen Dios mío y Señor mío, bien y consuelo de los hombres y alegría de los ángeles, infinitamente digno de ser amado! Descúbreme tú, Señor, en qué más te podré amar y servir. ¡Oh qué ignorantes somos los hombres! ¡Oh qué pocas veces acertamos a agradarte en las cosas y cómo te debemos agradar! Rigeb tú, Señor, esta alma que quiere y no sabe; dale luz y muéstrale los caminos ciertos, verdaderos y de más provecho. No quiero, Señor, cielo, gustos ni sentimientos; sólo, Señor, sepa yo hacer tu voluntad y conozca en qué está tu más y mayor agrado. ¡Oh Padre de misericordias, y qué guerra tan fuerte y qué pleito tan reñido veo en mí cuando te descubres de dos maneras: con regalos los brazos abiertos y con trabajos el rostro abscondido! Deseoso de nuestro bien, bien te descubres en esa ocasión cuál es tu mayor voluntad, que es nuestro mayor provecho; y como a la mira de esas dos cosas sólo se pone el amor verdadero, jamás se engaña el alma en el scoger, quiriéndote, Señor, más en cruz padeciendo e imitándote que no en la mesa comiendo y banqueteándose. ¡Oh fineza de amor el que pone a un alma casi a la mira de Dios! y que, siendo summo e infinito bien lleno de inmensos gozos y entretenimientos, baje los ojos, quiera privarse destas bodas y amorosos abrazos por ir acompañando a Cristo por la calle del amargura con la cruz a cuestas, donde todos lo injurian y sola la fe obscura me enseña que allí están encerrados los thesoros que yo dejé con sus creces y mejoros.
2. No está la guerra en el scoger. Fácil es: Dios abre los ojos, el amor lo enseña. El deseo de más aprovechamiento hace el envite con el resto presente para ganar un solo tanto; [72v] que no hay otro tanto que tanto monte sino sólo Dios. Mill millares de veces seas glorificado, Dios mío, que jugando al fiado y sobre tu palabra, atravesando el hombre en el juego unos pocos de gustos al contando, de que gusta de privarse por tu gusto y voluntad, pones tú el tanto de tu cruz, que con ser un palo, ignominia y afrenta, le haces valer tanto que el que te gana la mano, gana tu gloria, pues es tanto que tanto vale.
Tienes, Señor mío, palabra de rey poderoso y verdadero, y sobre trabajos pagas lo que prometes. Y así ninguna duda halla un alma en este soberano juego, donde de la una parte el alma atraviesa gustos de Diosc, de que gusta de privarse por Dios, y Dios atraviesa su cruz por gusto que tiene de ver con nuevas ganancias al alma que amorosamente trata.
3. No está ahí la guerra, no está ahí la batalla. Después del trueco es, después de hecho el cambio, cuando se vido sin el trato tierno, amoroso y gusto de lad presencia de Dios y se halló a solas con su cruz pesada. Que, en fin, el bien no es conocido hasta que es perdido. Y aunque este bien no se perdió sino se abscondió y trocó, pero siente lo que no se puede decir cuánto: paladar que estaba hecho a dulce, sólo gustar y beber amargo. Y mirad en qué tiempo se lo dan a beber: cuando está dando voces y diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste?"1. Que, en fin, en presencia y con gusto de un Dios tan gustoso, lo amargo le sabe dulce; pero cuando él se esconde, se aleja y no parece, lo dulce es amargo.
Aquí son las penas, aquí las aflicciones, aquí las tristezas y melancolías, aquí los pleitos y riñas, aquí las cuitas y suspiros, aquí las quejas y hablas. No es la menor ayuda de costa, en tal ocasión o privación de bienes y gustos, hallarse un alma abrazada con la cruz de Cristo. Con ella se entretiene, con ella se divierte; y los dolores y tormentos la recogen a casa, para que no ande perdida fuera de sí a buscar la persona con quien cambió para reñir con ella y a decir algunas palabras pesadas, como si otro fuera el que la había engañado, siendo ella la que hizo y quiso el concierto.
4. No está ahí el mayor trabajo. El sentimiento es cuando, viéndose sin la pieza que dio y entregó, algún rato pierde el tanto que le entregaron y se ve sine la cruz que le entretenía. Entonces son las porfías y cuestiones consigo propia, cuando el rato que Dios le dio para descanso ella le tiene para mayor tormento, porque da lugar a la imaginación y al entendimiento que discurran. Allí es donde la lengua habla y el entendimiento conoce [73r] lo pasado, el alma se aflige y todo el hombre está metido en una muerte o mortificación inmensa. Busca lo pasado y no lo halla; quiere lo presente y no lo tiene; andar no sabe por dónde, parar no puede, hablar no sabe, pensar teme. Es cierto en esta ocasión cai en el suelo (no de desesperación, que no la dejan, porque Dios, aunque en esta ocasión es riguroso, no es infiel)f y da riendas a todas sus potencias y sentidos para que cada uno de por sí riña sus pendencias.
5. La primera pendencia que riñe es consigo propia. Entra incitandog y provocando a la batalla con palabras que, a no ser nacidas de un alma pura y afligida, no sé si rigurosas o desordenadash. Con las primeras palabras quiere reconocer la persona con quien riñe. Y llámase por su nombre y dice: "¿Soy yo fulano? Sí; ¡ay! que no, porque si lo soy, soy, soy loco, desatinado, sin juicio. ¿Qué heciste, N.? ¿Dónde está tu Dios? ¿Dónde los antiguos gustos y entretenimientos, cuando el llorar te era alegría, gozo y contento; cuando los pesares pesaban risa y entretenimiento; cuando la mar en leche, soplando viento en popa, se caminaba con fiestas y placeres? No es posible que sea yo, pues tan trocado me veo, pues no hay rissa que no esté llena de pesares y mis males pesan tanto que no hay hombros que los pesen. Qué sé yo en qué pararán estos trabajos, esta soledad y continua tristeza. Bien fuera que pensaras cuando dejaste y escogiste tu trabajo y pocas fuerzas, tu ignorancia y poco saber. Sin falta fue soberbia mía, pues scogí trabajo tan desabrido y acedo que no lo puedo acabar de tragar. Bien fuera caminar con los flacos y no parar y gemiri con los atrevidos".
Considérase como un rico avariento que, siendo rico cuando gozaba de los gustos y sentimientos de Dios, por ser más rico y codiciar más bienes, le parece que se ve en un infierno de penas esteriores privativas y positivas; acuérdase de los tragos de la divina consolación que cada día bajaban a refrescarle sus entrañas y apagar el fuego, que más el fuego divino encendían. Viéndose en el estado presente tan pobre y con tanto fuego y tan poco refrigerio que ya no quiere a Cristo rico, cargado de bienes, consuelos y riquezas, con Cristo pobre y puesto en una cruz se contenta para que, como otro Lázaro, le pidiera un dedo mojado2 con la saliva que dio vista al ciego, aunque sea mezclada y amasada con tierra3. Que por entretenimiento dichoso tendrá chupar tierra que tal jugo da, que, como es tierra divina por la mezcla y masa que se hizo, júzgala como pecho de madre amorosa que vuelve la sangre en leche para que se sustente el niño [73v] cuando llora.
¡Ay, alma! qué dichosa fueras si yo te viera al pie de la cruz traspasada con mill guchillos; muriera mill muertes, que, en fin, acabara de una vez y, no viviendo ahora mill vidas, se me multiplicaran mil muertes sin tener speranzas de acabar. ¿Qué es esto? ¿Soy yo? No, porque sin falta debo de star loco y desatinado, y mis culpas me han alejado del bien que buscaba y deseaba.
6. Después destas palabras y que le parece no está de sí vengado por la culpa que le parece tiene de verse solo y lejos de Dios, viene a las manos y le parece no se ve vengado con cuantas disciplinas se pueden imaginar, cilicios, penitencias y mortificaciones. Después que ya le parece que tiene un enemigo en el suelo, pone los ojos en Dios y no le pasa por la imaginación pensar que lo es suyo. Pero habla con él palabras, que son necesario deslindarlas y obligan a responderlas: ¿Qué es esto, Dios de mi vida y de mi alma, consuelo mío? Amigos solíamos ser. ¿Quién me ha hecho vuestro contrario? ¿Qué tengo yo de hacer sin vos? ¿Quién habrá que no se me atreva? Si yo a mí propio, por no estar ocupado en vos, me soy tormento y azote y no me puedo sufrir, ¿cómo sufriré a las otras criaturas que, por verme y conocerme pobre, todas se me atreverán y darán del pie? ¡Ay, entendimiento! y qué de mal se te hace enplearte en cosas no conocidas y tratadas. ¿Dónde está aquella luz con que conocías las prendas de tu bien, para con soberanos gustos poseerlas? ¿Dónde las tinieblas amorosasj en cuyos scondridijos hallabas a Dios? ¿Dónde tantas verdades que sin mascar y deleídask te las daban? ¡Ay, entendimiento!, parte tan principal del alma, que no sabes estar ocioso, ¿cómo darás lugar a conocer cosas bajas, y a pedir manjar enprestado a los sentidos quien no hacíe caso de los mendrugos bordoneros que esa gente baja pedía de puerta en puerta en casa de las criaturas de acá abajo? ¿Cómo vivirá potencia tan noble revolcada en el stiércol, quien vestía holanda fina? ¡Ojalá -dicen los hebreosl en el desierto y en la soledad4- muriéramos en Egipto comiendo cebollas y pepinos, antes que nos viéramos aquí padecer tanta hambre! ¿Quién nos sacó de nuestro captiveriom y esclavonía de hacer adobes? Que, en fin, "digno es el mercenario de su jornal"5, y así le teníamos, aunque en cosas bajas.
Estas palabras y otras semejantes dice el entendimiento cuando se ve solo y en soledad y que le falta el mantenimiento y ración ordinaria, no sólo de las cosas muy levantadas, sino del entretenimiento que tenía cuando pensaba y consideraba a Cristo desnudo en una cruz; que, aunque pensamientos tristes y de dolor, con roer ese güeso se contentaba. Pero faltándole lo uno y lo otro, vuelve sobre sí y dice: ¡Ojalá muriera yo en Egipto [74r] comiendo cebollas y pepinos, antes que morir aquí de hambre, digo en el conocimiento de las criaturas; que, en fin, con eso me entretenía! Pero ¿qué será de mí ahora y a solas sin quien remedie tanta hambre como yo padezco de deseo de conocer a mi Dios?
7. ¡Ay, voluntad! que siempre amabas al que con tanta perfección conocías, ¿qué harás ahora que, estando el entendimiento ocioso, tú no puedes ejercitar tu officio? Y si el entendimiento (como dicen) non amasa, mal cocerás y comerás tu hogaza. ¡Ay, Señor mío y bien mío!, y cómo me temo no sea éste libelo de repudio. Yo te conocía y tenía por muy celoso; y siendo largo en las licencias que dabas a la gente de tu casa para que diesen limosna de sus bienes, eras escaso en el amor que los hombres tienen; que éste lo reservas y quieres para ti pidiéndolo de todo corazón y voluntad, y así a quien amas y quieres, captivas y atas para que este amor no lo derrame, sino que todo él vaya enderezado a quien por tantas razones se debe. Pues ¿qué es esto, voluntad? ¿Quién te dio libertad para hacer tu antojo? No debe de ser buena, pues más vale ser captiva en casa del príncipe que horrao en la casa del mundo.
8. ¡Ay, memoria!, y cómo más valiera que estuviérades sola, pues sólo sirve el acordaros de la absencia de vuestros bienes que aumentan el dolor y crezcan vuestras cuitas. ¿Qué es esto, Dios mío, bien mío y consuelo mío? ¿Tú no me criaste a tu imagen y semejanza? ¿Dónde están los dibujos y originales, las muestras y dechados de donde se sacaron estas criaturas, para por ellos ver y mirar quién soy yo? Porque en mí y por mí no conozco sino una criatura cuyo ser no sé qué sea, pues en mí todo lo hallo obscuro y lleno de tinieblas. Ni sé si soy o qué soy, pues nada en mí hallo ni conozco. Sólo hallo privación de bienes con que me atormento.
9. ¡Ay, Señor mío! que, aunque los hombres somos la scoria y basurap del mundo, tú eres un fino cristalq y piedra lucida, en quien las cosas más bajas tienen una grande soberanía y hermosura. Bien veo, Señor, que mientras un alma está más cerca de ti y conoce más de tu grandeza, más conoce de su bajeza. Pero no sé qué se tiene aquel conocimiento que, siendo perfecto y de mis miserias, es conocimiento que causa alegría y contento en la criatura, y engendra una humildad levantada, de suerte que, viendo en sí su poco valor, no se trocara por todo lo que valen los príncipes y monarcas del mundo. Pero en esta soledad, donde sólo me veo yo sin estos soberanos rayos que de tu presencia reverberan en mi bajeza, hallo bajeza digna de ser desestimada r y tierra que paras nada vale. ¡Ay, Señor!, cómo cuando estás cerca [74v], aunque las criaturas sean tierra, debes de comunicarles algún ser sobre todo ser; debes de hacer alguna mezcla que, aunque no conocida, sentida y estimada, no sé qué se es, Señor, que no te dejas ver de un alma, y cuando estás cerca, dejas conocer el trueco que hizo en tan breve y lo que tanto más vale.
10. Ea, Señor mío y bien mío, ya hecimos el trueco. Yo gusto de dejar los gustos, y vos de darme vuestra cruz, donde está lo uno y lo otro. No os arrepintáis, Señor, que yo contenta estoy con la suerte que me cupo y la cruz que me distes. Si vos no os habéis arrepentido, tornádmela, que sola no me hallo. Si en materia de gustos sois scaso, en trato de cruz y trabajos sois siempre manirroto con los vuestros. Con esto conoceré que me amáis y no me habéis desechado: en mandarme barrer y limpiar la basura de vuestra casa y traer a cuestas todas las ignominias de la tierra. A vuestros hijos regaláis cuando sois servido y a los de vuestra casa castigáis. Ya sabéis, Señor, que yo escogí esto segundo y vos me lo distes de buena gana. Mirad, Señor, que no valgo para ociosa, que me dará mucha pena ver tierra que, por tenerla vos bendita, daba fructo de bendición, que ahora lleve spinas y abrojos. Yo gustaré tener esas spinas por de fuera que puncen y atormenten este hombre exterior, y quet dentro haya suavidad de spíritu donde vos tengáis vuestro nido para reposar. Pero no dirá bien que yo por de fuera huelgue y por de dentro mi alma lleve con la ociosidad pensamientos que a vos, bien mío, puncen y perturben.
11. Yo tengo por cosa muy cierta que se siente más la llaga que hace la cruz cuando no se tiene la cruz que cuando se posee, porque la propia cruz es medicina de su propia llaga. Como cuando un clavo saca otro clavo; o como cuando se pone una medicina picante, que aquella mordedura que hace el tal ungüento o polvos aduerme el dolor deu la llaga que antes dolía. O como, dando a un hombre una puñalada y dejándose el puñal en la herida, no se atreven los zurujanos a sacarlo porque no se les muera el enfermo, que, en fin, ocupa por entonces el vacío para que no se enllene la herida de mala y dañada sangre o le dé viento o por allí respire; así, hasta que los zurujanos tienen a mano todas las cosas blandas y necesarias para curar la herida, déjanse el guchillo dentro sin se atrever a sacarlov. Desta misma suertew se considera esta alma, y le dice a Dios: [75r] Vos, Señor, me heristes con vuestra cruz; veo que ahora me habéis dejado con llaga y sin cruz; mucho debo temer no se cancere llaga que hace tanto bien. Veo que no es tiempo que la curéis con aquellos ungüentosx amorosos y suaves tras cuyo olor corre la esposa y sus compañeras6, porque el gozarlos y ungir con ellos es en la otra vida. En el entretanto dejad, Señor, dentro la spada y guchillo que atraviesa el alma porque, si quitáis vuestra cruz, podría entrar viento o salir resuello y tener descanso, que es por donde se desagüe el spíritu. Más quiero, Señor, que apretéis mis carnes y con esa apretura traigáis mi spíritu, que son dos cosas que la una me dará a temer vuestros juicios y la otra a desear vuestros preceptos. En fin, Señor, por este camino las spinas y abrojos me harán caminar y tener cuidado de siempre echar el paso adelante. Porque las unas spinas, no dejando ni dando lugar para reposo, hacen que se eche el pie adelante; y como es camino -como dice Dios por Jeremías7- lleno de spinas, pónese el pie en otras nuevas para de nuevo punzar y avivar el pasoy. Y así, Señor, vos que sois y os llamáis labrador8 y queréis que yo lo sea, entramos a dos labraremos mi alma, de suerte que parezca delante de vos labrada a dos haces, de vuestra mano la interior y de la mía la exterior; y, si no, cualquiera de las dos partes labrada de entramas manos, pues la mía, aunque de poca consideración, [es] necesaria para dar el consentimiento; siendo como los que cosen o labran en alguna cosa dura o dificultosa, que por un lado entra uno la aguja y, por el otro lado, la saca el tercero para que la torne a entrar el primero. ¡Oh soberanos conciertos de Dios en un alma!, que la hiere Dios y entra el guchillo y la aguja hasta lo más secreto; y el alma, como se ve herida y aunque de amor y con regalo, pero como le duele, tira del aguja; y como no se halla sin la tal cruz, tórnasela a dar a su esposo, para que la torne a hincar; y así sea un proceso infinito, si infinita fuese la vida, porque siempre está deseando padecer y más padecerz.
12. Preguntoa yo: si tuviera juicio un paño bordado con oro, perlas y diamantes, ¿qué dijera si le preguntáramos si le pesaba de aquellos agujeros y picaduras que le daba la aguja que entraba y salía? Es llano que dijera quisiera tornar a ser punzado, [75v] pues aquel atravieso del aguja le dejaba la hebra de seda y de oro entretejida y metida en las entrañas. Esto haces, soberana cruz de mi redentor Jesucristo, cuando entras por un alma, porque como por hebra llevas a Cristo crucificado, dejas al mismo Cristo entretejido, asido y atravesadob en la misma alma. Y si tanto bien me haces cuando tú, Señor, me hieres, hiere otra vez a trueco de que yo goce de tales bordados.
13. Cuando a uno hieren en la plaza o le dan guchillada, al delincuente le sentencian en las medicinas y en tantos mill ducados, particularmente si la herida fue tal que lo dejó imposibilitado para trabajar, que se le han de dar alimentos para toda la vida y recompensar lo que él pudiera ganar. Gran cosa es, Señor, que tú hieras, porque siendo vos el matador, habráse de hacer la cura a vuestra costa y dar un tanto por la herida. Y si la herida es tal que inposibilita a estas obras exteriores porque enferma el alma y cai herida, habráse de apreciar todas estas cosas, curarla a vuestra costa y en esas penas interiores recompensar las obras exteriores a que quedó así inposibilitada el alma herida.
Lo cual se vido claro en los amores de la sposa. Que cuando tenía ella fuerzas para las cosas de trabajo, nada se le ponía delante, ella velaba y trasnochaba y con el resistero del solc busca a su esposod y pregunta dónde está apacentando su ganado al mediodía9. Pero cuando se sintió herida y llagada, que ya no podía echar el paso adelante, dice a sus compañeras: Dicite dilecto meo quia amore langueo10. Decidle a mi amado -como si dijera- que, pues él me hirió y me enfermó de suerte que ya yo me veo sin fuerzas para andar de cabaña en cabaña buscándolo, que venga él y me busque a mí; que si dichosa culpa se pudiera llamar el cesar yo de estos actos exteriores, obras y trabajos de manos, él la tiene, y así a su costa se ha de curar la enfermedad interior y gratificar los menoscabos, o por mejor decir, cesación de obras exteriores, recompensándolo en bienes interiores.
Muchas personas hay que se dejan afrentar de un hombre rico y poderoso y aun herir, porque saben que la paga y gratificación de aquellos daños ha de ser con grande mejoro y bien suyo; pues al que ganaba la comida con el trabajo de sus manos, ya le dan la renta por haberlo [76r] dejado imposibilitado para el trabajo, de suerte que podrá éste decir: dichosas afrentas y dichosa llaga y guchillada, pues ahora con descanso gozo lo que en otro tiempo comía con tanto afán y trabajo corporal. Lo propio dice el alma de que vamos tratando: dichosas afrentas tan bien pagadas, dichosa enfermedad y llaga, pues me dan ene oro y en moneda apuradaf en la vida interior y contemplativa lo que antes ganaba en la vida activa con tanto sudor y trabajo. Y pues trabajos y heridas interiores son de tanto provecho y ganancia, hiere, Dios mío, otra vez, pues con tanto provecho curas; mata, pues con tanta gloria vivificas. Yo, Señor mío y bien mío, no puedo dejar de starte codiciando a ti y a tus bienes; y como es el camino derechog [para] tenerlos yh poseerlos el afligir tú, herir, enfermar y matar, mata y hiere mill veces para que otras tantas sea yo premiada con presencia de tan divino zurujano y beatificada con olor de tales ungüentos; que, por ser eficaces, si la enfermedad derriba, ellos avivan y aligeran los pies, pues quien de veras los güele, correi, como dice la esposaj: In odorem unguentorum tuorum cucurrimus, dum adolescentulae dilecxerunt te nimisk11; cuando te aman están heridas, porque el amor las enferma, y cuando güelen los premios y gajes de tal enfermedad, corren a que otra vez las hieras y mates.
14. Según esto, mucha razón tengo, Dios mío y bien mío, de quejarme y decir: ¿dónde está mi cruz y mi consuelo? ¿Dónde el guchillo que atraviesa el alma, mata el cuerpo y vivifica el spíritu? Por vos, Señor mío, os dejé a vos; por hallaros en cruz, dejéosl en gloria, porque, tanto bien y a mí tan descubierto, tuve celos de mí propia, temí no se mal lograse por mi culpa tan gran tesoro; troquélo y cambiélo por otro bien más seguro, que fue por vos mismo puesto en una cruz, cédula de cambio al seguro que tanto monta. Véome ahora, gloria mía, sin la cruz, prendas de mi thesoro. El tesoro no lo quiero, que bien está abscondido. Véome sin la cruz que me asegura. Bien fío de vuestra palabra, pero no fío de mi descanso. Y así, para mi consuelo, debémonos volver al trato antiguo, que quien está hecha a trabajos [76v] no es posible hallarse bien en el descanso. Bien os acordáis, Señor, que vuestra divina pastora, a quien le era lícito el reposar un rato a mediodía, temió el reposo; y para ocupar bien esa hora, os dice que le digáis dónde apacentáis vuestro ganado y os recostáis al mediodía, porque no ande vagueando12. Como quien dice: cuando los hombres se dan a la ociosidad y descanso es al mediodía, a la mitad de su vida; entonces es cuando con obras y pensamientos se hacen vagamundos. En esa mitad de la vida es cuando vos, Señor mío y bien mío, estáis recostado en una cruz, apacentando en ese monte Calvario a las almas que bien os aman y se han dado por ganado y ovejas vuestras. Pues esos ratos que los hombres los escogen para reposar y holgar en su mocedad y mitad de su vida, la esposa los quiere para acompañaros en esa cruz y comer con vos a vuestra propia mesa y enllenar el estómagom y senos de su alma de tantos, tan divinos y soberanos trabajos, injurias y afrentas. Según esto, no será razón, Señor mío y bien mío, que yo descanse ni huelgue, que andará vagueando el pensamiento, entrará por descuido alguna vez en lo vedado, que es sutil, cogerlo ha quien lo prenda y haga no mío para que yo del todo no sea vuestra. Así, Señor, mejor me será que este rato, que me veo sin trabajosn, repose con vos en la cruz. ¡Oh Señor, y qué grande cosa es padecer, qué gran cosa es imitaros! Cada día me hallaba otra, el corazón más dilatado, el alma más anchurosa, el spíritu más dispuesto y yo con más obligaciones, más satisfecha y cono menos temores.
15. Dios, que es fiel amigo y es rato breve el que suspende, si no da lo que pide, satisface del camino seguro que un alma lleva por aquel desierto y soledad con unas inspiraciones secretas apenas entendidas y asentidas, porque las envía Dios disimuladas. Quiere que en todo merezca, y así, por una parte, satisface y, por otra, deja dudas. Porque este gran Dios siempre es amigo de quejas, porque sabe nacen de amor; y porque no cese lo que ama, persuade lo que quiere, dejando [77r] siempre abierta la puerta a nuevas quejas y querellas.
16. Conoce lo que quiere en Dios que se lo enseña, y por entonces no conoce a Dios, porque así le conviene. Gusta Dios de que busque lo que tiene. Halla en sí unas respuestas soberanas y secretas, respuestas que satisfacen su duda, pero no enllenan sus deseos, que sólo son de padecer; halla con que entretiene el entendimiento y con que más se enciende la voluntad porque, como conoce estar más cerca lo que buscaba, más se accelera y apresura como no lo topa. ¡Oh summo y eterno bien!, visto y no conocido, conocido y no visto (en la forma que acá se puede), ¿qué entenderes son los tuyos en semejante ocasión? Y ¿qué quereres los del alma tan sin entender? Quiere a Dios, anda tras Dios y, aunque lo topa, no está contenta, porque jamás le parece lo topa como lo quiere. Si lo topa en hablas o inspiraciones secretas, son soplos que avivan los deseos, y los deseos jamás train cumplimiento de gustos hasta que se tiene lo que se desea. Si lo tiene en gustos, quiere cruz y, si cruz, quiere regalos en la misma cruz.
¡Ay, alma!, que, en fin, eres desposada y tienes por esposo quien por mucho que quiera puede querer infinitamente y dar cada día bienes nuevos; y así haces bien de no contentarte con nada. Paréceme eres como la desposada, que cuando está en presencia del marido, de nada se acuerda sino de gozar del bien presente; pero, en quedando tantico sola, todo se le va en pensar e inventar nuevos tratos, trajes y peticiones que pedir por carta al que, tiniéndole presentep, siembra y derrama olvido de todas las cosas. Pues esta alma tiene la misma condición; y aunque es verdad que, cuando siente en casa el dueño de ella, se suspende y olvida sus peticiones y nuevos quereres, pero como quiere este gran Dios que siempre queramos y pidamos, de tal manera se muestra o enseña que deje lugar a otros nuevos deseos. Y esto durará hasta que le veamos y gocemos como él es.
17. ¡Oh Señor mío, bien mío y gloria mía!, gran cosa es tenerte; y sea en el disfraz y manera que tú quisieres, como quiera que sea, sabes a Dios y eres Dios y te das y communicas como Dios. ¡Oh derretimientos soberanos los de un alma que en sí siente algo deste gran Dios! Bien lo mostró la sposa cuando dijo: [77v] Dum dilectus meus loquitur michi, liquefacta est anima mea13. Causa unos divinos derretimientosq de suerte que el alma, que antes estaba en sí, ya se derritió y unió con el mismo Dios. Siente en sí unos ardores que no queman; antes, siendo como el sacrificio de Elías14, por de fuera enfrían como si echaran agua y por de dentro no dan pena, antes la misma pena es pena porque no pena más.
18. ¡Ay, cómo nos hemos vuelto a lo primero y podremos decir: sueña el ciego que veía, y sueña lo que quería! Buscamos cruz, y tornamos a las penas que de la propia cruz se distilan. Lo que aquí tratamos es cómo Dios por vías muy secretas comunica a aquel alma, que tanto desea su cruz y pena, algunas respuestas donde se le trasluce qué bueno es Dios, que no está lejos, y que aquello es un "así me conviene". Y esta inspiración suele ser tan fuerte que, si Dios no habla, hace hablar por lo menos interiormente a la misma alma palabras que le sirven de desengaño. Dícele Dios: Ven acá; ¿tú no estás persuadida a que te amo y te quiero, que eres mi paloma, mi única, mi hermosa y agraciada, en quien yo tengo mis deleites? Pues considera que a mí me va tenerte por mi scogida, porque mi trato es de almas y la que hallo, y ella quiere, jamás la desecho, antes tanto la amparo que nadie la quitará de mi mano. Mira que te soy amigo fiel, que jamás de veras falto a quien no me hace faltas. Si me aparto, es por el gusto que recibo de los visos que haces cuando un poquito apartada de mí (porque así conviene) campeas de suerte que, como si de nuevo te mirara con particular atención, no es sufrible el contento que recibo; y así te confieso por tota pulcra cuando no hay mancha en ti. Mira el pinctor y el que dibuja: que, si un rato da pinceladas, otro rato se desvía para que en aquellos desvíos se acerquen los lejos que en la propia pintura hizo. Muy agradables me son tus cercas, esposa mía, no me desagradan tus lejos, antes cuando parece que estoy lejos, se me acercan tus desvíos. Ya sabes que es traza de oficiales r, que quieren que les alaben la obra por el gusto que reciben de oír decir bien de lo que hacen, que se apartan y esconden donde no [78r] impidan el dar cada uno su parecer. Cuando yo de ti, querida mía, parece me absento, en ti dejo inpresa mi imagen y semejanza, la cual gusto que tus compañeras las reinas te alaben. Que es lo que yo tengo dicho: que la mujer temerosa ella propia es alabada15; cuando está con aquellos temores de ¿qué me hice? y ¿dónde estoy?, entonces hay lugar para la alabanza, porques gusto yo que mis amigos sean de todos muy honrados.
19. Mucho gusto tuve yo cuando vi sentada a mi querida a la sombra de quien ella deseaba, pero también recebía particular contento cuando, un poco apartado, le decía: Revertere, revertere, ut intuamur te16; levantaos, señora que a mis regazos y sombra habéis reposado, dad unas vueltas, unas idas y venidas buscándome, que aunque os parezca estoy lejos, a la mira me quedo de vuestras mudanzas, idas y venidas. Ya sabes, mi paloma, que es necesario que el desposado haga algunas absencias de casa, para que dé lugar a la desposada haga sus haciendas y acuda a los cuidados de casa, que quien dice desposada, dice casa y familia; y es menester cumplir con todos, gozar de los altos de la contemplación y bajar a lo activo donde está el acudir a nuestros hermanos.
Y si tus quejas son muy justificadas porque lo que pides es cruz, y que sin ella no te hallas, gusto de que en su absencia se conozca su valor pareciendo ser bien perdido, porque cuando la tengas, por desabrida que sea, la estimes y guardes, pues tanta falta hace su absencia; y si tú confiesas que fue aguja que hirió y atravesó el alma para dejar entretejido el oro y hebra que en sí llevaba, advierte que de eso sólo sirve la cruz y, hecha la costura, no hay por entonces de qué sirva el aguja hasta que con ella sea necesario hacer nuevos bordados. Tiempo hay de matar y tiempo de vivificar, tiempo de abrazar y tiempo de apartarse de esos abrazos, tiempo de herir y tiempo de curar17. Y si te parece que, faltándote la cruz, te falta juntamente el crucificado con quien tenías tus ayudas de costa, advierte que en casa de un boticario hay compuestos, mezclas y simples porque todo es necesario para hacer diferentes curas; así en ti sentirás tu alma unas veces conpuesta y mezclada con mi cruz, otras veces unidat conmigo y otras veces [78v] mirarás estas cosas como simples y de por sí, a mí me considerarás apartado y la cruz despedida y tú en un campo sola, porque de todas estas maneras es necesario haya remedios, todos enderezados a tu mayor bien.
20. Sólo has de gustar que en ti se haga mi voluntad. Ya sabes que la desposada siempre sale del traje que más gusta su esposo, porque si ella de veras ama, ama sólo lo que él quiere; y así, si él gusta que se vista de verde, de ese color sale y se precia; si de blanco, amarillo o negro y aun si alguna vez pone su afición en verla y gozarla arrevuelta y sin los adornos ordinarios, de eso gusta, pues el no ponérselos y parecer con ellos no es porque no los tiene, sino porque los guarda para otro tiempo. Desta manera gusto yo verte: unas veces vestida de verde, con mill speranzas; otras, de blanco, con mill alegrías y contentos; otras, de negro y amarillo, con mill sinsabores y tristezas; otras, adornada con innumerables dones celestiales; y otras, gusto de verte arrevuelta y desnuda, no porque te falte el adornou, sino porque gusto de poner los ojos en sólo lo natural y que se vea que en ti todo es bueno pues la gracia ha hecho las enmiendas de lo que en sí pudo tener torcido. Y a ti no es de poca consideración que te miresv sola y te consideres sin adornos, para que por todas partes conozcas quién es tu celestial esposo: cuando presente, pues enllena de gozo; cuando absente, pues todo es tristeza, ansias y fatigas; cuando nos da adorno y viste, su grandeza y poder; cuando nos desnuda, nos muestra nuestra pobreza, principio de verdadera humildad en nuestra exaltación.
21. Cuando un pintor muestra una imagen muy acabada y están hartos de alabarla, luego la vuelve por detrás y dice: "Pues adviertan que es pinctura en un trapo viejo"; que no es pequeña alabanza de la imagen pinctada y del que la pinctó. Gusto tengo yo -dice Dios-, alma mía, cuando alaban en ti mi pinctura, mis obras, dibujos y tanta diferencia de adorno y virtudes que en ti pongo. Pero mucho estimo que tú y los demás hombres que esto alaben, miren que esta pintura, la grandeza de esta imagen, estos visos altos y dibujos, etc., todo está pinctado en un trapo viejo, en una naturaleza que, para hacerla entera y sana, es necesario echarle mill remiendos, hacerle mill adobos y darle manos de yeso y muy al olio, para que se reparen tantas quiebras y roturas como en esa naturaleza quedaron cuando por el peccado quedó caída. [79r] De donde verás que en mis manos nada hay que no tenga inmenso valor, pues siendo nada lo que en sí parece, por estar en mis manos y haberla yo labrado, son tantos sus relieves que en sí estima sobre todo precio, injurias y afrentas, cruz y trabajos.
22. No puedo yo, esposa mía, darte a entender los inmensos bienes que para ti tengo aparejados en casa de mi Padre si no es buscando modos e invinciones. Y no es pequeña el echar tú tanto menos mi cruz cuando te falta, porque si lo que en el mundo es ignominia y afrenta tiene para ti tanto jugo que sin ella estás como tierra seca y sin agua18 y con ella llena de celestiales gozos, mira qué será tener y poseer al que por tu amor se puso en ella, no llagado y lastimado, que de esa manera te hace su semejante en los dolores, sino glorioso y sentado a la diestra de su Padrew, donde está su sposa y reina conx vestido de oro fino, cercada y rodeada de variedad de dotes de gloria19. Porque, si tanto echas menos lo que en su casa atormenta, ¿qué será poseer lo que en su casa alegra y regocija? Si tanta falta te hacen los azotes y dolores, ¿qué desdicha será carecer del que en cosas tan bajas puso tantos gustos?
23. También hago esta invinción porque con nuevos modos más merezcas y más ganes: estas ganancias las tengo puestas en nuevos sinsabores que por mí cada día padeces. Ya tenías puesto tu gusto en sufrir y padecer con paciencia; quítote esos trabajos sabrosos y doyte otros desabridos, que son el carecer de los primeros y verte deshacer porque no trabajas y te empleas. Y aunque te parece estás ociosa, empleada te tengo, pues así gusto estés colgada y detenida para que toda entera hagas el enpleo que yo gustare. Has de saber que yo soy como los poderosos reyes, que tienen unos soldados en la guerra en medio de los golpes y sangre que se derrama y otros de repuesto, que llaman caballeros cuantiosos, que stándose en su casa, tiran sueldo para cuando los haya menester. Este es mi poder: que, tiniendo unas almas entregadas y metidas en la guerra, donde cada día reciben golpes y salen con heridas y dolores, otras tengo de repuesto, que si no padecen, ganan, porque están sujetas a mi querer y voluntad; hacen sus reseñas y paseos, impónensey para cuando toquen a rebato. Muy bien parece el ejército cuando [79v] marcha y sale a vistas, que en fin, en él veo tengo gente aprestada para el tiempo de la necesidad.
24. Otro fin tengo que tú no sabes cuando suspendo la cruz interior que tienes y padeces. Has de saber que para ser del todo hermosa has de ser labrada a dos haces, en el alma y en el cuerpo. Y estas labores hácense con los mayores o menores sentimientos que tú tienes; y cuando interiormente estás ocupada adentro con mi cruz, entretenida con tus llagas, no sientes acá fuera las cosas que se te ofrecen, que siendo afrentas y deshonras, si con atención las pesas, pesan mucho cielo y gloria. Dos vidas tienes. La una es interior, y ésta se llama muerte cuando, atravesada y clavada en mi cruz, duermes a las cosas de acá fuera, y como se pasan en sueño, no las sientes. Y así uso de esta traza: que te desenclavo de mi cruz para que dispiertes y vivas otra vida que tienes acá fuera, tan sensible que de lo que otras veces no hacías caso ya te pone en aprieto, ya te ahoga y acaba; viendo que tanto sientes cosas tan bajas, no considerando que es sentimiento de la parte más flaca, sientes porque sientes, parécete que estás trocada, que estás deshecha, pues las cruces menores tanto más te pesan. Sábete que mi cruz la doy de dos maneras: doyla desleída, como agua del palo que acá llamamos, que se bebe y penetra los interiores; doyla en palo, clavos y espinas, que se ase a los exteriores, porque es mi gusto que te coja de pies a cabeza y nada haya en ti que no se ajuste en mí.
25. Has de saber que tu quietud interior y reposoz que tienes en mi cruz cuando te huelgas de padecer interiormente por mi amor, proviene de tener mortificadas las pasiones y sentidos esteriores. Estos naturalmente reviven de en cuando en cuando, de suerte que sus voces y necesidades te sacan afuera, y yo doy lugar para que vuelvas sobre ellos; y yo te ayudo en trocarte la cruz suave interior, en darte otra exterior amarga y desabrida, que influye sobre estas pasiones que sin pensar revivieron para que, otra vez muertas, puedas tú volver con seguro a tu vida quieta y secreta. Y advierte que esto no lo hicieras si yo no te desasiera de la cruz interior de que tú tanto te preciabas.
26. También hago esta suspensión de dolores y sentimientos interiores de mi cruz para darte lugar a los reparos del cuerpo, que, en fin, es tu compañero y te ayuda. Al enfermo no le dan a comer mientras [80r] le dura la terciana; aguardan que se le quite la calentura. La razón es porque el calor, que habíe de estar en el estómago haciendo la digestión, está derramado por el cuerpo y acá fuera desordenado; y así no le puede entrar en provecho. Yo, alma mía, que tea enfermob con esta enfermedad celestial de amor, que tú llamas cruz, sano el cuerpo y quiero tenga salud y fuerzas para que más dure tu padecer y merecer. Y el modo que tengo de acudirle es el propio que tengo dicho de estos enfermos corporales: cuando tú estás allá dentro recogida padeciendo, recogióse allá el calor para vivificar el alma que de amor muerec; acude a la parte más necesitada, deja el cuerpo muy solo y no dispuesto; para socorrerle en sus necesidades, es necesario cese la terciana y vuelva el calor a su lugar y coma el enfermo, que ha menester fuerzas para cuando le torne la terciana y Dios le hiera otra vez. Y sid cuando estás en este estado acudiendo a las necesidades del cuerpo estás desabrida y desconsolada porque te ocupas en obras menos perfectas por ser tan exteriores, advierte: mi propia gracia tienes, la cual si te sube a contemplar y padecer de buena gana, también se extiende a muchas menudencias exteriores por pequeñas que sean. Un scudo de oro es oro, metal subido, y trocado en reales o en cuartos, vale lo que vale en oroe; truécase porf ser necesario para comprar cosas pocas y menudencias. Quien de esto no sabe, afligirse ha viendo su escudo de oro hecho cuartos y ochavillos. De esa misma suerte, cuando tú estás allá dentro recogida, mi gracia tiénesla en oro por quien se te dag, y compras mi cruz llevandoh con paciencia y igualdad de ánimo los dolores y trabajos que se te ofrecen; pero, como tienes necesidad de otras menudencias exteriores, comer, beber y acudir a los cuidados de tu officio, esta gracia truécotela en moneda más baja. Pero no has de mirar lo que parece, sino lo que vale, que es el propio valor del oro, pues se es la misma gracia la que adentro obra y levanta el entendimiento a contemplar y la voluntad a amar a Dios desnudamente, y la que acude a las necesidades del pobre.
27. También te quiero desengañar de una cosa, para que estés consolada con la mezcla que yo hago juntando mis divinos consuelos con estos actos y movimientos exteriores con que acudes a tus necesidades y de tus hermanos: que, así como los plateros y peritos officiales, para bien labrar el oro, lo mezclan y echan liga y, siendo la liga de menos precio y valor que el oroi, [80v] lo suele hacer subir de tal manera que, respecto de las muchas labores que en él se sculpieron por razón de que se volvió tratable con la mezcla y liga, suele valer mucho más; de esa misma suerte tu vida interiorj contemplativa mucho más vale que la exterior y activa, pero por sí sola la contemplativa tiene valor de oro fino y es como el metal más subido, pero esa vida sola tiene el valor que tiene la contemplación; pero cuando se mezcla con la activa, no obstante que es liga de menos valor, hace subir a la contemplativa respecto de las muchas labores y engastes que se ingieren en la misma vida contemplativa; y quien era intratable con los hombres por razón de la vida contemplativa, ya se hizo conversable y se puede hacer dél lo que se quiere después que yo hice esta mezcla y junta. Y así tú debes estar muy consolada cuando yo te sacare acá fuera y juntare con cosas de menos valor, pues esa es traza para que tú tengas mayor mérito respecto de los nuevos engastes que haces en el oro fino de tu vida contemplativa.
28. No repares en lo material de las obras cuando en actos exteriores te ocupares, porque eso causa desabrimiento a quien procuró tenerk una vida muy spiritual. Sólo has de mirar la causa y principio de donde nacen esas obras y el fin y paradero por quien se hacen, que todo es Dios. Yo soyl el que muevo y yom a quien se camina: por eso me llamé Principio y Fin20, que es de donde los actos quedan calificados y toman su valor. Bien puedes tú ocuparte en barrer o guisar de comer para tus hermanos, o labrar una güerta, pero no has de considerar aquella basura, scoba o riego que haces en aquella güerta, sino que men deseas agradar summamente y que soy el que te incito a las tales obras. Esta consideración te consolará, pero mejor te será obrar según mi querer y voluntad sin andar buscando salsas y sainetes que te saboreen lo amargo de estos actos exteriores, tiniendo ya tan hecho el paladar a lo dulce y amargo que nada tenga que reprobar.
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b sigue se tach. c de Dios sobre lín. d sobre lín., en lín. síl. tach. 1 Mt 27,46. e sigue cruz tach. f sigue sospéchome tach. g corr. de incitándose; sigue con tach. h sigue lo pri tach. i corr. de gruñir 2 Cf. Lc 16,24. 3 Cf. Jn 9,6. j sigue donde tach. k ms. deleída l sigue sobre lín. muriéramos tach. 4 Cf. Ex 16,3; Núm 11,5. m ms. cabtiverio 5 Lc 10,7; 1 Tim 5,18. n sigue qüecen y tach. o ms. horrada p corr. de sura q ms. scrital r des sobre lín. s sobre lín. t sigue por de tach. u el dolor de sobre lín. v corr. de sacarlocarlo w sigue con tach. x ms. güentos 6 Cf. Cant 1,2-3. 7 Cf. Os 2,6. y el paso sobre lín., en lín. al tiempo tach. 8 Cf. Jn 15,1. z sigue pregunto tach. a está-pregunto subr.; al marg. una cruz, todo de 2m. b entretejido-atravesado subr. c sigue le tach. d a su esposo sobre lín. 9 Cf. Cant 1,6-7. 10 Cant 5,8: "Adiuro vos, filiae Ierusalem, si inveneritis dilectum meum, ut nuntietis ei quia amore langueo". e rep. f sigue lo que deante tach. g sigue el tach. h sigue el tach. i sigue sin saber tach. j dice la esposa sobre lín. k sigue ver tach. 11 Cant 1,2-3. l os sobre lín. 12 Cf. Cant 1,7. m sigue de tach. n corr. o sobre lín. p ms. prente 13 Cant 5,6. q sigue con tach. 14 Cf. 1 Re 18,30-38. r ms. oficiles 15 Prov 31,20: "Mulier timens Dominum ipsa laudabitur". s sobre lín. 16 Cant 6,12. 17 Cf. Ecl 3,3-5. t sigue con tach. u ms. dorno v sigue a ti tach. 18 Cf. Sal 62,2: "In terra deserta, et invia, et inaquosa...". w sigue diciendo tach. x sobre lín. 19 Cf. Sal 44,10: "Astitit regina a dextris tuis in vestitu deaurato, circumdata varietate". y sigue qua tach. z sigue en mi tach. a sobre lín. b sigue al alma tach. c sigue que tach. d sigue estando tach. e sigue lo qual tach. f corr. de porque g sigue pal. tach. h corr. de llevándola i sigue le hace tach. j sigue tu tach. k corr. de vivir l sobre lín., en lín. Dios tach. m sobre lín., en lín. Dios tach. 20 Ap 1,8; 21,6; 22,13. n sobre lín. |
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