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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
    • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
      • CAPITULO 4 - En que el alma confiesa los desengaños y mercedes recebidas de Dios. Y propone otra duda que se le ha ofrecido de otra súbita mutación que en sí conoce, viéndose trocada de un estado superior a otro en que se ve obligada a pagar tributos al cuerpo y acudir a sus menesteres
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            CAPITULO 4 - En que el alma confiesa los desengaños y mercedes recebidas de Dios. Y propone otra duda que se le ha ofrecido de otraa súbita mutación que en sí conoceb, viéndose trocada de un estado superior a otro en que se ve obligada a pagar tributos al cuerpo y acudir a sus menesteres

 

            1.         Bien veo, Señor, la confusión que he sacado de mis continuas penas. Las cuales, Señor mío, os han obligado, por el amor que a las criaturas tenéis y porque no os sufre el corazón tener mucho tiempo en cruz penosa y desabrida a quien amáis, responderme, satisfacerme y consolarme con un consuelo que, descubriendoc en él mi flaquezad, hallé mezclada una nueva pena y desconsuelo, tal cual convenía para que en él hallase algo de la cruz que buscaba. Propuesto había, Dios mío, a todas las cosas cerrar los ojos y dejarme llevar de vuestra infinita sabiduría, en quien cuando dispierto halloe mill aciertos y provechos muy sin ver ni pensar. Pero, siempre que me veo en algún trueco de vida, en mí se levantan mill dificultades y la misma naturaleza, sin darme lugar a mortificar el apetito de saber, ya ella con sus primeros movimientos está a vuestras puertas preguntando y aguardando respuestas; particularmente en la ocasión presente en que me veo no poco afligida porque, habiéndome vos, Señor mío, suspendido la primera cruz


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de quien hemos ido hablando, viéndose el alma desatada y desenclavada de esa cruz y madero interior que interiormente la tenía recogida, salióse acá fuera. Y como vos, Señor, tenéis determinado que el camino continuo del alma que vos amáis sea siempre espinas, hallólas acá afuera muchas y bien penosas, que unas punzabanf la honra y otras crucificaban y atormentaban la carne, y en ella no hubo cosa que no fuese bien atormentada, pues los ojos veían y las orejas [88r] oían cosas de mill pesadumbres; y aunque de cosas exteriores, muy buena parte les alcanzaban a las potencias y sentidos interiores, pues de pies a cabeza me parece no habíe en mí salud.

 

            2.         Yo, Señor, metido en este lago y despedazado de estos leones, vime con grandíssimos sentimientos, desabrimientos y con muchas inperfecciones en el modo de padecer. De aquí se me engendró una vehemente pena, viéndome cada día volver atrás, atrás en las penas, pues se me trocó el oro interior -que, si pesado por ser cruz, de valor por ser de precio subido- por los trabajos exteriores -que, si pesados para la carne, livianos para el spíritu por no ser de tanto precio-, y junto con eso verme yo en ellos más flaco, más miserable, más tibio y más flojo. De aquí, Señor, casi sin licencia mía hallaba mi pensamiento a vuestros sacrosanctos pies scuchando qué seríe la causa de estos dos truecos y mudanzas; pues, siendo vos, Señor mío, el que siempre deseáis nuestras subidas y adelantamientos en la virtud, permitís o queréis semejantes truecos.

 

            3.         En el primer estado no conocía yo queg fuese yo spíritu porque, ocupándome en vos, suspendíades el conocimiento reflecxoh, que en mí podía causar alguna presumción o bajeza, pasaba mi vida olvidando mi propio ser. Lo que en el hombre es más penoso es este "cuerpo corruptible que agrava y pesa al alma"1. Pero no sé yo si, por haberse alejado el spíritu o recogídose en la profundidad de sí propio, estaba olvidado de la unión y junta que con él tenía, o si por haberse adelgazado se habíe hecho de la condición del spíritu. Séase lo que se fuese, ahorai, en este segundo estado, juzgo que debiéramos de comer a diferentes mesas, seguir straños fueros, pues apenas puedo decir sabía o atendía los caminos exteriores que, movido de su natural inclinación, llevaba este cuerpo; y aun en los desacatos, si algunos tenía, por ser faltos del conocimiento y razón que a él mira, me parece debieran de ser todos animales y bestiales, libres de toda culpa.

 

            4.         Séase lo que se fuere, gran cosa es verse un hombre en estado que, si con deudas y tributos, no se los piden, mientras los olvida o por estar lejos no encuentra el deudor a su acreedor, que no le hará molestia ni lo inquietará o perturbará, sino que en aquel tiempo pase cada uno como pudiere; que la mejor vidaj y rato del que debe es


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absentarse de su acreedor, no parecer en público ni salir a la plaza, antes hacer una buena huida, que, por ser de hombre a quien debe, será con pies ligeros. Que nok lo alcance el cuerpo pesado, que es cruel criatura que ejecuta [88v] sin escuchar ni admitirl ruego, ni tiene paciencia o hace perdón, sino que pone al alma en brete y en cadena y, encerrándolam en sí propio, la abraza y coge con nuevas ligaduras y ataduras para que no se le torne a absentar hasta que pague el más mínimo cuadrante de lo que le debe por la obligación natural, no consintiendo libertad ni hidalguía en esta vida, que es tierra de villanos y pecheros. Causa bastante por qué san Pablo tantas veces, mohino y cansado de tantas inpertinencias o molestias del cuerpo, decía: Quis me liberabit a corpore mortis huius?2 Poníalo en grandes aprietos y sentíalos como la muerte porque, gozando su alma de fueros y leyes divinas, hallaba en su cuerpo leyes contrarias, que repugnaban y contradecían a la nobleza y rectitud superior. Y así deseaba este glorioso sancto absentarse de una vez donde el cuerpo no le pudiera dar alcance hastan que, ennoblecido el día del juicio, perdiera su condición resucitando sujeto a los fueros del alma.

 

            5.         De suerte, Señor mío y bien mío, que en el primer estado, en que el alma se le desaparecía de entre las manos al cuerpo, érades vos para mí un pacífico Salamón3. Que, peleándose el cielo y la tierra por este hombre que a vos os desea agradar, alegando cada uno sus razones de que este hombre es suyo -diciendoo la tierrap que lo es, pues de ella fue hecho y formado, y en sí, como a su pecho, lo ha alimentado con manjar y sustento, dándole también casa en que more y ayudándole con otras millares de cosas necesarias a su conservación; el cielo y todo lo quiere, pues para él fue criado, y en el hombre tiene la parte más principal, que es el alma, alimentada con manjar de ángeles, vivificada con gracia, conservada con dones y favores- en esta ocasión vos, Señor mío, como digo, sois un pacífico Salamón que, sentenciando con inmensa sabiduría, mandáis, en este estado que el alma padece, se divida el hombre y se dé el cuerpo sujeto a las leyes de la tierra y el alma se dé al cielo sujeta a los fueros de allá; y esta división se haga por la virtud y fuerza de vuestra palabra, que es más penetrante que el guchillo de dos filos4. En este estado, Señor, la vida es cielo y gloria, porque el alma, a lo divino y como vos sabéis, quedó apartada de este cuerpo villano, de quien tantos trabajos e inpedimentos para las cosas celestiales me venían.

 

            6.         No quiero yo, Señor mío, decir los bienes que en tal estado un alma siente, porque es inposible decirlos la lengua ni percebirlos la memoria ni discurrirlos el entendimiento. Vos, Señor, los sabéis, y eso más causa en míq admiración. [89r] Que a mír, como flaco, se me


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resbalaran los pies de mis afectos y de esta alteza cayera en otro estado a mi parecer más bajo, vaya, que hombre soy corto en el conocimiento de lo mejor, flaco en la perpetuidad de mis pensamientos. Pero vos, Señor, que me amáis a mí más que yo sé y que yo me amo, y que sepáis la mala vecindad que con el cuerpo tengo, y con todo eso, permitís o debéis de querer que nos encontremos y nos veamos y nos acareemos de suerte que, bajando el alma a su antigua communicación y dándole lugar al cuerpo para que proponga, es tanta la gritería y muchedumbre de sus razones (que parece ninguna tiene el alma para decirle que se sosiegue) pidiendo los reparos de sus caídas naturales en que dio por habérsele desavecinado el alma, su compañera. Y esto es de suerte que nada dice hay en él que no le duela, y que todas sus partes, como no usadas, dice que no están para nuevos servicios con ellas si no se reparan primero. Todo el cuerpo pide cama, desavaho5, aire y cielo, de cuyas influencias pueda gozar, que por haber andado por los rincones y privado de ellas, dice que le falta el color de vivo: los ojos quieren ver, la lengua hablar, las orejas oír, el entendimiento discurrir; y todo el hombre, como le escucho, son tantos sus quejidos que, a no haber quedado con la pena de la privación del stado primero, confieso, Señor, que nada le negara que no fuera ofensa vuestra, con las speranzas que podía tener de volverme a mi vida pasada y que fuera bien dejarlo contento de una vez. Pero vivo con mill miedos y temores de que no me conviene del todo divertirme del primer estado, no cause olvido, ni me atrevo a entregarme del todo a estas quejas y peticiones del cuerpo porque, si le doy fuerzas y cobra brío, seráns para no dejar salir de casa a su vecino y morador. Y bien sabéis vos, Señor, que cuando la compañía del todo no es buena sino que, tiniendo algunos malos resabios nacidos de su natural y mal nacimiento, empieza por cosas justas y su poco a poco hay que temer no dé en algún resbaladero de cosas injustas.

 

            7.         Fuera, Señor mío, nunca acabar decir las molestias y pesadumbres que tiene el alma este rato que presta orejas y atiende al cuerpo. Bien sé, Señor, que yo sólo soy la causa de mis menoscabos y vueltas atrás; pero, especulando la causa presente de mi trueco, hálloos a vos, Señor mío, [89v] autor de gran parte de ella, de que me nace el primer deseo de saber si hay algo en ella más de lo que parece, porque por la parte que vos tenéis en ella es llano que me ha de resultar algún bien. Y aunque del capítulo pasado ya saqué doctrina para mi continuo rendimiento, pero ahora podríame escusar este deseo de saber por haberme constituido en dignidad y haber de venir a mí muchost súbditos cargados de pensamientos y cuestiones, y he menester desatárselas. Y así, Señor, ha de ser necesario que me sufráis y llevéis, pues soy criatura vuestra, hecha y criada con estas inclinaciones.




a  ms. otro



b sigue avíe tach.



c  sigue mi tach.



d sigue que tach.



e  sigue hallo tach.



f  sigue el alma tach.



g  sigue era tach.



h  sobre lín.



1 Sab 9,15: "Corpus enim quod corrumpitur aggravat animam".



i   sigue síl. tach.



j sigue rauda tach.



k sigue que tach.



l   ni admitir sobre lín.



m corr.



2 Rom 7,24.



n  sigue hasta tach.



3 Cf. 1 Re 3,16ss.



o sobre lín.



p sigue dice tach.



4 Heb 4,12: "Vivus est enim sermo Dei, et efficax et penetrabilior omni gladio ancipiti".



q sigue raçón de tach.



r  a mí sobre lín., en lín. yo tach.



5 Por: desavahamiento.



s  sobre lín.



t  sigue cargados tach.






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