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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 16 - Pide el alma al Señor conocimiento para comprender que el mejor agradecimiento a Dios es devolverle los bienes recibidos y para saber aprovecharse de dichos bienes
1. Grande deseo tengo que me deis, Señor, un profundo conocimiento y alta sabiduría para de veras saber y entender todo lo que hago, particularmente en lo que ahora voy tratandoa acerca del daros gracias. Porque del conocer yo lo mucho que habéis hecho mío para que os lo dé y entriegue en retorno del recibo pasado (porque os queréis dar por obligado con vuestras propias cosas para de nuevo enriquecerme) me nacerá una confianza grande parab no ser corta en el pedir ni limitada en el recebir. Gran cosa es saber quien debe [118v] que en lo que es de su parte hace lo que puede para pagar (y de parte de Dios puede mucho), para después de buena ganac se tornar a enpeñar y para no reparar en la grandeza de los enpeños, pues es Dios el fiador y el que de cosas suyas por nuestra cuenta se quiere hacer pagado, para que en lo último y en los remates de cuentas venga gasto con recibo, pues todo lo que a mí viene de aquella poderosa mano lo torno. Y si, por haber estado en manos así desgraciadas, las cosas pierden de su valor y estima, eso es para mí pero nod en cuanto ellas son en sí y en cuanto tornan a Dios.
2. Quiero, Señor mío, decir que las criaturas y beneficios en mí pueden perder de su valor porque, no conociéndolos yo, no los aprovecho y enpleo como debo; y esas pérdidas para el falto de conocimiento son. Que en sí todas las criaturas tienen un mismo ser, sin algún menoscabo de cuando salieron de tus manos, porque en sí siempre conservan una propia perfección, porque en ellas no se halla principio de perdición como en el hombre. El cual con manos y soplos, como dice la Sabiduría, encendió en sí una hoguera1 con que abrasa, quema y torna ceniza muchos de los beneficios que recibe.
Tanpoco las cosas en ti desdicen: siempre, Señor, tienen un ser, una perfección y grandeza porque tú, Señor, eres el principio de todo ser y en quien todo permanece sin mudanza.
3. De manera, Señor, que tornándote yo todo lo que de tu mano recibo, considerándolo como en sí es y en ti se conserva, tal y tan bueno te lo torno, y por esa parte podría quedar desquito. Otros bienes recibo que son los sobrenaturales y meramente graciosos, como es tu muerte, tu sangre y el dispertarme tantas veces para que con cuidado te ame. Estos, Señor, son de infinito valor y no puedo yo menoscabarlos de suerte ninguna. Podré yo inpedir a mi alma la communicación y aprovechamiento de ellos, pero ellos infinitos se quedan, de una misma grandeza. Porque si el sol, después que vos, Señor mío, lo criastes, no se ha apocado ni deshecho con tanto como ha que alumbra y da vueltas por esos cielos, ¿cómo se ha de haber gastado vuestra sangre y el precio y valor de vuestra muerte? La propia se es ahora y el mismo valor tiene que cuando la derramábades en la cruz. Pues ésa entera os ofrezco y os torno, esa sangre, esa muerte, esos méritos, esas obras; y por ahí tanbién quedaremos desquitos.
4. Sólo queda por restar el aprovechamiento que estos beneficios en mí hicieron, porque, como deseáis tanto mi bien [119r] y aprovechamiento, dél me habéis de pedir cuenta como si fuera propio vuestro. Acerca desta parte, Señor, es mi pleito: el buscar yo sabiduría y conocimiento para hallar con qué hacer esta descuenta y destanteo de la parte que de vuestros beneficios me cabe para aprovecharme de ellos y sentir cada día nuevos mejoros en mi alma. Digo, pues, Señor, que me parece me sacará desta obligación el ser de veras agradecido, porque nadie lo puede ser si no es habiéndose aprovechado de lo que recibió, porque tornaros vuestros beneficios es tenerlos yo con aprovechamiento y emplearlos en aquello para que vos me los distes. Y no se puede decir que recibe quien pierde y malgasta lo que le dan, sino que desperdicia. Y menos mal fuera no recebir, porque tuviera menos cuenta que dar; no creo digo bien, que antes ha de dar cuenta de no querer recebir lo que vos, Señor, le ofrecéis, pues decimos que no recibe quien recibe para desperdiciar; que, si de buena gana recibiese, con eso os paga: con recebir y no perder, sino gozar y granjear.
Para que en mí, Señor, esta cuenta salga más cierta, os pido, misericordioso Dios mío, me deis gracia para que todos los beneficios y mercedes que me hiciéredes hallen en mí posada y asiento, pues vuestro gusto y mi paga está en que yo reciba sin desperdiciar. Abrid, Señor, los senos de mi alma, ensanchad el corazón para que quepa mucho. Disponedlo de suerte que no sea como la piedra de bote, en quien herida la pelota salta en alto, y mientras más recio da, más huye. Que no sea yo como los tejados, que cuanta agua reciben poco a poco la vierten en junto las canales. Sea yo, Señor mío, como los valles humildes, donde se recogen las aguase, fertilizanf la tierra y dan fructo de bendición. ¡Oh, qué triste cosa es que los rayos del sol, que en tierras bien dispuestas engendran preciosos metales, en los muladares y lugares asquerosos engendren ponzoñosas sabandijas! Ojalá, Señor mío, fuese mi alma tan humilde que, entrando en ella tus beneficios y gracias, en sus entrañas profundas engendrasen un dolor y tristeza de haberte ofendido. Que vale más que cuanto oro y plata hay en el mundo un perfecto conocimiento de quién soy yo y quién eres tú, un deseo de más amarte y quererte, un deseo de siempre caminar a más perfección.
5. ¡Oh Señor mío, si tú me dieses que de veras cuando vienes a mí te recibiese y te abrazase, de suerte que no te dejase ni soltase hasta que me llevases contigo! [119v] ¡Oh Señor, y si viéndote yo en mí, me viese yo en ti con una unión y lazog tan apretado que jamás se deshiciese, sino que siempre pudiese yo decir lo que san Pablo decíah: "Vivo yo; ya no yo sino vive en mí Cristo"2! ¡Oh Padre de misericordias!, haz que siempre seamos una misma cosa para que, tiniéndote yo en mí y no siendo yo sino viviendo tú en mí, en mí quepan y hallen buena acogida las mercedes que me hicieres. Pues recebir yo de buena gana con tal aprovechamiento como de mí se puede esperar, tiniéndote yo a ti en mí, pueda decir que pago y que viene gasto con recibo; y quedando desobligado por tus méritos y trazas divinas que me das para que yo te pague, por esos propios méritos seas tú el obligado a tenerme de tu mano y en tu compañía por los siglos de los siglos. Améni.
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a ms. tratado b sigue os pedir tach. c después-gana sobre lín. d sigue para tach. 1 Cf. Eclo 28,11-30. e sigue y tach. f corr. de fertiliçando g corr. de laçoço h sigue ya tach. 2 Gál 2,20. i sigue espacio de seis lín. en blanco |
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