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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 18 - El alma agradece a Dios sus beneficios no sólo recibiéndolos de buena gana, sino también dejándolos con agrado. Además, el alma corresponde a Dios no queriendo más que a él y su santa voluntad
1. En los capítulos pasados hemos buscado modos, Señor, para te agradecer los beneficios que de ti cada día recebimos. Y los que se han podido descubrir han sido: buscar todo lo que de tu mano nos viene para eso propio, con su propio valor y estima, te lo tornar. No será razón dejar de acordarse, quien tan poco tiene y tan pobre es, de otras muchas cosas que te puede ofrecer este hombre ingrato y desconocido por vía de negaciones, mortificaciones y trabajos, que por tu amor desea padecer.
2. Lo primero digo que, así como el querer de buena gana el hombre cualquier cosa que tú, Señor, le dieres en ti es gusto y en mí agradecimiento, de esa misma suerte dejar de querer por tu amor cosas grandes es cosa grande, grande resignación que la criatura hace y tiene por su criador. Sospéchome, Señor, que aquí voy descubriendo un bien scondido que, sin conocerlo el hombre, lo enriquece. Porque, cuando al hombre el bien que hace por la cortedad de su saber no lo sabe, vos no consentís que nada se le desperdicie, sino que, como solícito mayordomo suyo, le tenéis contados los cabellos de la cabeza1 y pensamientos del alma para que a su tiempo le sean gratificados. Como el hombre tiene tan de su cosecha ensoberbecerse y levantarse a mayores, bien es que haga y obre y el hacer de las cuentas las deje para vos, que cierto estoy no lo engañaréis, antes al tiempo del entriego se hallará muy confuso y atónito viendo muchas cosas suyas que él no conoció ni supo.
3. También considero que la grande bajeza del hombre tiene necesidad de ser ayudada considerando los altos modos que vos, Señor, tenéis para lo enriquecer y ocasionar a que haga mucho por vuestro amor y servicio. Pues digo que [122r] no es pequeño éste que ahora decimos: que, habiendo recebido de buena gana el hombre lo que le dais, de buena gana lo deje por vuestro amor. Según esto, parece que en una propia cosa hallo doblada la parada, en fin, de agradeceros las mercedes que lea hacéis: recebirlas es una y dejarlas es otra. Bien veo que lo uno ni lo otro yo no lo puedo hacer sin vuestra ayuda, para que todo quede en mí por vuestra cuenta. Pero bueno es saber que las cosas enviadas y salidas de vuestras manos train de ellas tal virtud ingerida que se puedan multiplicar y crecer, como el granillo en lab tierra y como los ríos que salen de la mar, que lo uno y lo otro torna a la mano de donde salió con nuevos aumentos. Esto tienen los beneficios recebidos cuando, con verdadera resignación y negación de nuestro gusto y propia voluntad, los tornamos y volvemos al propio depósito y alholí de do salieron.
Heciste, Dios mío, mía la voluntad, y ésta tiene tanta virtud de crecer que no hay cosa que se le compare ni iguale, pues se sabe ensanchar de suerte que todo lo criado, mundo, cielos, hombres y ángeles no la enllenan ni satisfacen; sí sólo vos. Luego, creciendo esta voluntad todo lo que puede (no digo bien, que jamás llega a lo que puede, pues siempre puede con vuestra ayuda más), dándoosla de veras, puede y hace más que nadie piensa y puede entenderc. Y esta voluntad así inmensa y este querer en alguna manera infinito que el hombre os entriega tiene otro envés y aforro no de menos valor y estima, que es dejar de querer todod cuanto hay en el mundo fuera de vos; y en vos y de vos, Dios mío, [querer] sóloe lo que fuere vuestro gusto y voluntad. De suerte que, si es mucho ofreceros los cielos que los hecistes para mí, la tierra, la mar y todas las criaturas que hay en estos dos orbes, celestial y terreno, tanto es y más dejarlo todo de querer y por solo querer lo que vos ordenares. Y si me dieres la gloria y la compañía de todos los ángeles, digo que lof recebiré todo muy de buena gana yg con ese propio gusto lo tornaré a dejar por sólo querer lo que vos quisiéredes y dejar de querer todo lo que vos no quisiéredes.
4. ¡Oh Señor sancto e inmenso, bien mío y alegría mía!, ¿quién otro que vos así podía disponer todas las cosas, que diésedesh al hombre una voluntad tan fecunda por todas partes que, quiriendo, pare y engendra mill bienes con que te agrada; y cuando estéril y no quiere por tu amor, haciendo de todo una perfecta resignación, entonces es más fecunda, más fértil y abundante, porque nunca tuvo parto tan grande [122v] ni tan semejante a sí? Porque, cuando ofrece lo que quiere, pare un hijo de la grandeza de las cosas que le dieron que amase y quisiese, y ésas son cortas porque corto es todo lo que el hombre sabe que puede querer; y jamás la grandeza de la voluntad concibió hijos que no pudiese concebir más en grandeza y en número. Pero, cuando concibe y pare un no querer por amor de ti, Señor mío, concibió un igual y proporcionado con la grandeza de su voluntad, de suerte que en ella ya no cupo más ni menos, aunque fuera un grano de mijo, porque un no querer nada por amor de Dios la enllenó y satisfizo de suerte que, quedando vacíai ofreciendoj lo que tienek, dé un no querer nada por ti, Señor, que si tú no la ayudases y fueses su bracero, seríe preñez que no la dejaría menear y aun se vería en peligro de reventar, según entonces queda más llena que si recibiese mill mundosl.
5. Ea, alma mía, levanta el pensamiento a tu Dios, mira en qué está todo tu bien: en un no y en un sí. En medio de solas cuatro letras estás puesta para con ellas ser más rica, si quieres, que los ángeles. El sí es cuando quieres todo lo que Dios quiere, y el no cuando no quieres lo que él no quiere. El sí es cuando de buena gana recibes lo que él te da, y el no es cuando de buena gana por su amor te niegas de todo ello. Mira cómo juegas la mano, que espada es de dos filos lam que en ella tiene Dios puesto: con la una parte cortas y cercenas de Dios mill bienes con que te enriqueces; con la otra cortas y cercenas de tu propia voluntad todos esos bienes para no los querer por sólo querer el gusto de Dios.
La razón por qué yo hallo, Señor mío, muchos aficionados al juego es porque, en sólo un querer o no querer acertado en los buenos envites, se hace un hombre riquísimo sin trabajo y a poca costa; porque, conociendo su ventura, dicen a buen tiempo y resto metido "quiero", y cuando conoció su ruin juego, dijo "no quiero". Pues en esto está, alma mía, tu buena ventura: en que, viendo las dichosas [123r] cartas y buena suerte que te cupo en haberte hecho Dios cristiano, dársete a conocer y héchote señor de tantos bienes, naturales y sobrenaturales, digas a todo lo que fuereo la voluntad de tu Dios "quiero" y "quiero de buena gana", que tanto como tú tardares en decir "quiero" tanto tardarás en ganar un cielo, una inmensidad de bienes y thesoros. Di, alma mía, pues te trujo Dios donde conoces que las cartas que te cayeron en tus manos fueron los inmensos méritos de Cristo, di a todo: quiero, quiero, Dios míop, tu humildad, quiero tu gracia, tu charidad, tu amor, tu querer, quiero tu justicia y misericordia, quiero perdón de peccados y aumento de bienes.
También quiero, alma mía, que adviertas que las otras dos letrasq, que tienes al otro lado, son contrarias a éstas. Que significan que, conociéndote tú a ti mismo la cortedad de tu condición, la bajeza de tus fundamentos, digas tanbién en buena ocasión, para no perder en una mano lo que en muchas ganaste: no quiero, nada quiero de lo que nuestro adversario y enemigo me ofrece, no quiero, Señor, hacer mi voluntad y por ella sola no quiero cielo, tierra, ángeles y hombres.
6. Ahora pregúntote yo, alma mía, si un hombre, puesto en esta ocasión que vamos diciendo de querer y no querer en tiempo de se poder enriquecer a poca costa, como se enriquecen los que bien juegan y han ventura, si un hombre puesto en esta ocasión tuviera licencia y con buena conciencia pudiera pintar el naipe y una vez hacer la carta más subida de la baraja y otra vez r la más baja, gran cosa y dicha fuera, jamás a mi parecer perdiera, porque ese tal siempre hiciera lo que quisiera. Pues ésta es tu dicha, alma mía, en el juego de que vamos tratando y en el trato que tienes con Dios: que, siendo las cartas principales con que se juega los afectos de la voluntad, éstos los puedes tú pinctar y subir en las cosas que bien y en tu provecho te parece querer y, [123v] en las que no, bajar esas propias cartas y afectos y dejar de querer y tener afición por amor des Dios.
Rara cosa es que parece puede un alma jugar a dos hitos, a querer y no querer; y que en una propia mano y en un mismo juego que tenga y haga con Dios, pueda decir: quiero y no quiero; quiero, Señor mío, lo que tú quieres y no quiero lo que no quieres. De suerte que, cuando se haya descubierto el juego, viendot tú, alma, que está por tu parte y favor, puedes decir: esto quiero y esto no quiero. Y desta manera ganarás siempre. Y siempre me parece has menester ganar para tener algo con que pagar y destantear lo mucho que debes a tu Dios. Etc.
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1 Cf. Mt 10,30. a sobre lín., en lín. me tach. b en la sobre lín., en lín. de tach. c y puede entender sobre lín. d corr. de tododo e sigue qu tach. f corr. de los g sigue qu tach. h des sobre lín. i sigue quando tach. j corr. de ofrece k sigue queda tan llena quando ofrece tach. l si-mundos sobre lín. m corr. de las n corr. de digo o corr. de quere p sigue ser tach. q sigue son tach. r sobre lín. s ms. a de t sigue el a tach. |
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