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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
    • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
      • CAPITULO 19 En que un alma pide luz y sabiduría para conocer dónde llega un querer y no querer más de lo que fuere la voluntad de Dios, para con más veras ofrecer su voluntad perfectamente resignada. Y cómo ésta es obra tan alta que las cosas de la tierra son cortas para por ellas explicar su grandeza
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CAPITULO 19 En que un alma pide luz y sabiduría para conocer dónde llega un querer y no querer más de lo que fuere la voluntad de Dios, para con más veras ofrecer su voluntad perfectamente resignada. Y cómo ésta es obra tan alta que las cosas de la tierra son cortas para por ellas explicar su grandeza

 

            1.         Bien veo, Señor mío, son éstos unos retruécanos y algarabías no entendidas, causa por qué yo siempre y en cualquier obra que hago deseo saber y tener sciencia divina y que el Spíritu Sancto abra mis ojos. Porque, aunque es verdad que ahora voy tratando de los quereresa y aficiones de la voluntad y de las cosas que quiere y no quiere, aunque sean de éstas que están acá abajo que no se conocen, para la ocasión presente es necesario luz celestial para que con ésa descubra yo la que


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tú en esas cosas encierrasb yc que la una y la otra a mí me abriesen los ojos y me fuesen candiles y antorchas que me digan y enseñen esta sabiduría y condición que tienen de quererse tornar por agradecimiento al abismo e infinito ser de donde salieron; y así se cumplad lo que dice David: "En tu lumbre veremos otra lumbre"1. En tu lumbre y sabiduría divina veremos la luz que todas las cosas que están a mi cargo me dan para que en ellas no tropiece, pues tú no me las diste para desperdiciarlas, como queda dicho, sino para ofrecerlas y, para ese fin, estimarlas.

 

            2.         Esta era la causa, Señor mío, por qué en todos los sacrificios querías sal, que figura y representa la sabiduría, porque ésta sazona y saborea todas las cosas que el hombre ofrece a tu gusto. Pero ahora me parece [124r] que, aunque es verdad en cualquier ocasión el hombre tiene necesidad de esta sal, sabiduría y luz, pero muy particular en la ocasión presente cuando ofrece en sacrificio su voluntad, quiriendo y no quiriendo. Porque por entramas partes esta nuestra voluntad es tan profunda y entricada que me parece un laberinto, al modo que ahora tratamos de ella. De suerte que, si de veras está resignada, cuando el hombre piensa que está muy adentro, ha de estar muy afuera, quiero decir que, cuando el hombre piensa está muy adentro en el querer cosas grandes, en ese propio punto ha de estar en no querer la propia grandeza de las cosas que se le proponían, según la reseña que de lo alto le hicieren. Pues, siendo la voluntad tan grande, tan profunda, tan entricada, tan obscura, tan poco conocida, es necesario entrar en ella con grande luz y sabiduría celestial para jugar con ella adentro y afuera, como hacen los gitanos en el juego de la corregüela; que, cuando piense y entienda el mundo y el demonio que el hombre quiere con grandes afectos y voluntad, no quiera y cuando, por el contrario, pensaren que no quiere, quiera; y desta manera, con querer y no querer, lose traigaf deslumbrados y burlados. Y si alguna vez el demonio, viendo al siervo de Dios que quiere grandes cosas, grandes riquezas y dignidades, esté esa voluntad tan afuera que, quiriéndolos no los quiera y de tal manera los ame que la voluntad quede libre y resignada en dejarlos y ofrecerlos por ti, Dios mío.

 

            Y aunque ésta es sciencia fácil para quien contigo trata (que no es dificultoso de entender que quien tiene riquezas, las tenga como si no las tuviese, y quien no las tiene, como si las tuviese: el primero, enpleándolas en servicio de los pobres con particular desasimiento; el segundo, estando tan contento y satisfecho como si fuera señor de mill mundos), esto, pues, que así es fácil a quien contigo trata, es dificultoso y algarabía (como decimos) a quien tantico de ti se apartan, que eres luz verdadera que alumbras y enseñas los caminos acertados a todos


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los que a ti quieren ir. Así me veo muy necesitado de entender de veras esta arenga que dentro de mí propio se halla, de quiero y no quiero, y que siendo yo uno solo y una sola mi voluntad y unas propias cosas las que vos me dais, pueda yo en un mismo tiempo y en unas mismas cosas, y yo uno solo, querer y no querer, subir y bajar, entrar y salir, abrir y cerrar, amar y aborrecer.

 

            3.         Yo quería buscar exemplos [124v] de cosas dificultosas, porque ellos son los que me podrían descubrir algo desta celestial arenga. Pero, como la voluntad es tan grande para subir y bajar, yo propio a mi propia voluntad, cuando a vos, Señor mío, sube camino derecho, la pierdo de vista, y cuando baja con perfecta humildad y resignación, no la hallo, porque en el subir creció tanto que la desconocí por mía hallándola transformada en quien yo no podía entender y comprehenderg; y cuando baja, tan desecha que, así como lo que no es no es cognoscible, así yo no la pude conocer ni saber quién o qué fuese. Pues cosa que tanto sube y baja que, tiniendo ella ojos propios y siendo de larga y profunda vista para conocer sus altos y bajos, se pierde y no se conoce (porque, si así no fuese, no sería mucho lo que subía y bajaba), ¿cómo vos, Señor mío, queréis que yo halle exemplos proporcionados que descubran cosas tan grandes, ni ojos de tan larga vista que rastreen caminos tan sin término ni fin? Y cuando las demás criaturas tuvieran la vista que se quisieran, ninguna de ellas tiene licencia para entrar donde entra la voluntad del hombre cuando se conforma con la vuestra y quiere lo que vos queréis, ni puede bajar tanto que alcance donde llega un no querer nada por sólo querer lo que Dios quiereh.

 

            Todas las criaturas, Señor mío, que vos formastes y hecistes, dístelas en servicio al hombre para que, como decimos, sirviesen de luces que alumbrasen la corta vista del hombre y que fuesen caminos y sendas que me guiasen a míi (cuando más descaminado) para vos, pero estas luces sólo sirven como los candiles, que si los sacamos al aire, se apagan, y sóloj son para los aposentos, que para el campo o ventisca no valen. Todo esto criado bueno es para acá: acá me enseñan y alumbran en el aposento de este mundo; pero, cuando la voluntad sale de él y se sube por esos cielos, piérdese este norte que me enseña y encamina, y descúbrese otro que vos, Señor mío, tenéis escondido al que destas cosas se supo alejar; apáganse estos candiles, porque el ser de todas las cosas es flaco, torcido para donde corre tanto viento del Spíritu Sancto como en el cielo en favor del hombre. [125r] Todo queda añublado en presencia de la luz, que es el Cordero, y así no pueden tener ojos para ver dónde en ti, Señor mío, me trasmonta la voluntad cuando de veras te ama y quiere, uniéndose perfectamente contigok, considerando también todas las cosas que vos, Señor, criastes en cuanto me son caminos y sendas (que ese officio les distes cuando las pusistes debajo de mis


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pies), para que ellas me llevasenl a vos y me levantasen los pies del suelo, sirviesen de literas que, sin cansarme demasiado, ellas lo trabajasen y con su ser y perfección diesen conmigo donde vos estáis.

 

            4.         Pues digo, Señor, que por el propio caso que sean sendas y caminos, no pueden ellas llegar adonde llega la voluntad cuando en vos entra y con vos se abraza a querer lo que vos queréis, porque por el propio caso que sean caminos, se han de quedar afuera de la ciudad y poblado donde llevan al hombre. Porque, si en el campo me enseñan la ciudad las pisadas que los hombres dejan en los caminos, en el pueblo me enseñan las voces de los propios hombres, las calles, casas y edificios; y ahí hay otra enseñanza mayor y más perfectam que la que yo tenía en el campo. Es verdad, Señor mío, que a los ignorantes y a los que en ti no han entrado, estas cosas de acá abajo enseñan al hombre, porque son huellas y pisadas que el hombre rastrea y conoce por donde debe echar, pero en entrando en tin la voluntad, todo se queda acá fuera porque en ti, Señor mío, ya yo hallo otro camino para más buscarte y entrarme más dentro de ti, ya yo hallo otras voces, otra enseñanza y grandeza, que me enseña y descubre todo lo que yo quiero para que lo quiera y quiera más. Y si de veras la voluntado se remonta en este querer, los cielos y aun los ángeles se quedarán acá fuera y no sabrán dónde en ti se escondió mi voluntad; y si la buscan, no la hallarán, porque entró en un mar sin suelo y en élp bajóq sin hallar dó parar, porque hasta ahí dice que no quiere más de lo que Dios le ordenare.

 

            5.         ¡Oh Señor!, y como me canso sin decir nada, dilo tú por mí, Dios y bien mío, que eres sabiduría eterna. Enseña tú estas entradas y salidas [125v] que decimos de este celestial y divino labirinto, este querer y no querer de la voluntad que desea amarte, este subir y no bajar. Y pues las criaturas no llegan con sus parábolas, exemplos y enseñanza, para que el que no sabe entienda lo que hace y debe hacer, donde ellas se quedan enpieza r tú. Y pues al entrar la voluntad en ti, Dios mío, ellas se quedan como escuderos que dieron la mano a tu esposa y alma querida, ahí en ese propio lugar eres tú obligado a salirle al encuentro y darle la tuya, para que ella sepa y entienda cuán acertada anda en querer por las reglas y medidas de tu voluntad, y no querer por el peso y cordel con que tú le tuvieres puesto límite para que en nada se desmande ni pase el pie de la raya.

 

            Ea, Señor, Dios y Padre de misericordias, pues en estos dos afectos de querer y no querer la voluntad es tan profunda que nadie la alcanza, sí sólo vos, vos enseñad al hombre cuánto le inporta echar por esas veredas de propia resignación en vos. Coged los fructos de ramas tan altas para que el alma, engolosinada con la suavidad del fructo que su voluntad produjos, quiriendo sólo lo que vos queréis, procure siempre


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conservarlo y tenerlo, y cada día procure producir más, pues en su querert y voluntad está dar estos fructos centésimosu. Bien sé yo, Señor, que, como ella no se canse, siempre tú tienes gusto de la ayudar y favorecer para quev con veras se transmonte, suba y se esconda en ti, en quien todas las cosas se conservan y guardan con un ser divino y una perfección durable, de suerte que, siendo este árbor que crece en sus principios voluntad humana, en sus fines sea voluntad divina, una misma cosa con la tuya, pues ya subió donde nadie quiere más de lo que tú quieres, porque ahí no puede subir ni entrar propia voluntad si no es después de haber hecho millares de resignaciones. Estas, Señor mío, determino de hacer dende luego, porque no pierda yo ventura sobre todas las venturas imaginables, porque no pierda un tan summo bien, que últimamente se vuelve gloria y bienaventuranza eternaw.

[126r]




a  re sobre lín.



b corr. de encerraste



c  sobre lín., en lín. para tach.



d corr. de cumplirá



1 Sal 35,10.



e sobre lín.



f sigue al hombre tach.



g  ender sobre lín.



h  corr. de quisiere



i   sigue para tach.



j  sobre lín.



k sigue pues tach.



l   sigue y los tach.



m sigue en el poblado tach.



n  sigue todo tach.



o             la voluntad sobre lín., en lín. el alma tach.



p corr. de ella



q sigue tra tach.



r corr. de enpieças



s  sigue pro tach.



t  ms. quer



u  sigue que tach.



v  sigue de sí tach.



w sigue más abajo está en otro quaderno lo que se sige






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