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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
    • DIÁLOGO SEGUNDO
      • CAPITULO 10 - De otros muchos provechos que la cruz y los trabajos acarrean al justo. Y cómo en la otra vida le dan lo que con ellos pretendió y los propios trabajos y cruz trocada en honra y gloria. Y cuán ignorante es el que no se dispone a los abrazar de buena gana
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CAPITULO 10 - De otros muchos provechos que la cruz y los trabajos acarrean al justo. Y cómo en la otra vida le dan lo que con ellos pretendióa y los propios trabajos y cruz trocada en honra y gloria. Y cuán ignorante es el que no se dispone a los abrazar de buena gana

 

            1.         ¡Oh, si de veras, hija mía, abrieses los ojos y no te quedases en la corteza de afuera mirando mi cruz, y qué hallarías en ella de bienes, de tesoros, de glorias y celestiales tropheos! No hay palo sancto que tantas enfermedades remedie. Estraña cosa que, para gozar de la virtud de ese palo, sudáis, trabajáis y tomáis mill amarguras, y para tantos bienes como mi cruz os ha de comunicar, rehusáis de tomar y beber mi cáliz en que os la doy desleída, trabajar y sudar un poco en que desecháisb lo malo que en vosotros hay y adquirís lo bueno que os falta.

 

            No hay alas de paloma que tan ligero vuelo den como los brazos de mi cruz al que, estendiendo las manos en ella, por mi amor quiere ser enclavado y semejante a mí, pues al primer [149v] vuelo topa conmigo, en quien, como en agujero, descansa y se guarece de quien le persigue; y si ahí muere y acaba la vida, al cielo llega. Considera estos palos como los que junta el ave fénix a la muerte, en quien


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batiendo las alas, saca y enciende fuego; y en él abrasada, sale otra fénix nueva, moza, hermosa y de vuelo ligero. Cuando tú en mi cruz te envuelvesc y en los trabajos que yo te envío te revuelcasd, con ese movimiento que haces y con lo que yo pongo de mi parte enciendes un fuego divino, que los propios trabajos, aunque sean ríos caudalosos, no lo podrán apagar; antes, en éle, cuando fueres hecha ceniza, serás renovada y trocada enf ti misma, como si fueras otra nueva, hermosa y dispuesta para volar a mí.

 

            Considera estos dos palos como dos peñas, en quieng la culebra se desnuda de la camisa vieja que le estorbaba y inpedía para sus caminos y es vestida de otra nueva. Está cierta que nadie de veras los probó que del gusto que en sí tienen no quedase tan arregostado que una y otra vez los quiere y sin ellos no se halla, porque con ellos, como por puente y pasadizo, en breve se halla en mi compañía.

 

            2.         Pónese un hombre en manos de un barbero. Y para le quitar la barba y el cabello lo lava, lo moja, lo jabona y luego saca una navaja, que quien no sabe de eso pensará que lo quiere matar y quitar la vida, y no hace sino que, limpiándoloh y quitándole el cabello, lo deja mozo, limpio y hermoso. No te asombres cuando yo permitiere que los hombres con sus lenguas te jabonen y los trabajos te laven y yo con mi cruz te cargue, que sólo pretendo en eso dejarte limpio y más mozo y hermoso, quitándote las superfluidades que en ti hubiere de muchas imperfecciones que lleva y en sí produce esa naturaleza humana tan de suyo inclinada al mal.

 

            3.         Suelen los vaqueros y dueño de algún ganado vacuno probar en algún corral un toro, donde le arrojan dos o tres garrochas; no lo quieren matar sino probar. Pero, si lo dan estos vaqueros para que en el coso lo corran y lidieni, allí sin cuenta le arrojan las varas, le clavan con hierros, le silban, le apedrean y capean, y no paran hasta que, dejarretado, le quitan la vida y entriegan a los perros. En el corral de este mundo a los míos pruébolos yo arrojándoles dos o tres varas, hiriéndolosj un poco, que todo es [150r] nada porque son heridas que luego, lavadas con agua de mi gracia, quedan muy sanas. Pero en la otra vida a los malos entregarlos he yo de hecho y de golpe a los demonios para que, como en coso, los corran y lidienk, donde sin cuento y medida serán muchas y grandes las heridas, las garrochas y varas que se les tirarán; allí los silbos, allí las piedras, allí las lanzas sin parar hasta que, entregados a eternas llamas, sean comidos y despedazados de sus propios vicios y peccados y aun de sí propios, porque a todo eso llegará la rabia que allí tendrán.

 

            Mira pues, hija mía, si es mejor en este mundo sufrir unos pocos y pequeños golpes y llevarlos por amor de Dios, pues a lo más que llegan es a una liviana prueba que por un rato y breve tiempo de esta vida dura.


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            4.         Acá suelen las mujeres, para que las carnes no güelan mal, echarles un poco de sal, y luego las ponen al sol a que se enjuguen; y después, cuando las han de comer, las tornan a lavar y a limpiar. Lo propio hago yo con las personas que en este mundo amo: que, considerando que mientras aquí viven aún se son carne, las salo con trabajos hasta que, enjutas, se conservan sin putrefación. Pero después, a la muerte, a las fuentes de las aguas las lavo, purifico y quito la sal, porque allí es donde yo les limpio las lágrimas y quito las afrentas y dolores1, y aun se las trueco en glorias, como se truecan las que el buen soldado ha recebido en la guerra cuando se ve con la victoria, el enemigo vencido y él prosperado.

 

            5.         Acuérdate, hija mía, de aquel dinero que dieron los hijos de Jacob en Egipto por el trigo que compraban; que después, cuando tornaron a su casa, hallaron las bolsas con todo el dinerol, metidas en los sacos y costales del trigo2. ¿Cuál sería el gusto que recebirían cuando se viesen con trigo para satisfacer su hambre y con dineros para remediar sus necesidades, y que el trigo podían entonces decir no les habíe costado nada? Lo propio te sucederá a ti cuando llegues a tu casa, la gloria y bienaventuranza: que, habiendo comprado, con cruz y trabajos, eternos premios y gozos sin fin, cuando desenvuelvas y desenfardeles tus líos, descubras tus costales y senos, hallarás lo que [150v] buscabas y, junto con eso, hallarás tus trabajosm en tus sacos trocados en buena moneda, que allá valga no trabajos senbrados y cogidos con lágrimas, sino en gozo y gloria; de suerte que, viendo ya remediada la hambre de tu alma, porque allí me entriego yo entero, grano de trigo en el seno de mi Padre, a ser sustento y manjar de los que allí van, y junto con eso, te verás con tus trabajos para con ellos ser honrado. Que es lo que mi siervo David dice: Et gladi ancipites in manibus eorum3; que tendrán los cuchillos los sanctos en las manos con que en este mundo los persiguieron y atormentaron. Y con las gargantasn que en este mundo les cortaron dirán y pronunciarán grandes alabanzaso a quien los trujo de tanto trabajo a tanta gloria. Y últimamente dirán que todo no les ha costado nada, pues se hallan con tanto bien y juntamente con sus trabajos honrados.

 

            Según esto, trabajos son los que en este mundo se padecen que, pensando me los dan y entriegan a mí, se les tornan a ellos. Y es así porque son como las flores que se echan y ponen en el alquitara: que, si las arrojan y echan en el fuego, la propia alquitara las torna en agua olorosa al mismo dueño. Parécele al hombre, cuandop por mi amor pierde la vida, la honra, la salud y el contento, que lo arroja en el fuego; que es lo que decís acá a lo que perdéis: que fue quemado, o por ir perdido, dado o barato. Y no es así, sino que se echa en fuego


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y yo lo vuelvo todo en agua olorosa, limpia y pura, de suerte que, si en este mundo me dan una vida mortal, se la vuelvo eterna y, si honra y salud quebradiza, se la vuelvo entera y le doy una honra sobre toda honra.

 

            6.         Si todo esto es así, di, alma, ¿por qué huyes? ¿Por qué te escondes? ¿Cómo estás tan ciega? ¿Por qué no compras pues te venden tan barato? ¿Por qué no te arrojas a fuego que así te ha de purificar? ¿Por qué no te abrazas con cruz que así te ha de levantar y honrar? Revertere, revertere sunanimitis, ut intuamur te4; vuélvete, hija mía, a mi cruz, que te deseo y quieroq ver con ella. Deja los gustos para la otra vida, que ésta es muy corta para cosa de tanto gusto como es gustar de mí, y mill años de esta vida r [151r] son como el día que pasó de ayer5. Pues ¿para qué quieres tú vestido que tan poco te ha de durar? Los gustos acá en la tierra no se pueden dar vivos sino pintados, y pintados de suerte que pequeñas ocasiones los borran y deshacen, aunque sean consolaciones divinas porque acá abajo bajan muy delicadas. Y si éstos se dan en dibujos y retratos de cosas de acá abajo, como las criaturas hilan delgado, tejen un taphetán muy sencillo que presto se rompe. No se te da nada de te andar unos pocos días desnuda y sin abrigo; aguarda cubrir tu desnudez a la otra vida, donde se teje brocado de tres altos y se goza de un Dios trino y uno. No quieras vestido de hojas de higuera, que está maldita y no tapa y cubre bien y son hojas que el invierno se marchitan. Y todos los gustos de acá abajo presto se acabans.




a  corr. de pretentendió



b ms. deshechas



c  en sobre lín.



d ms. revuecas



e  sigue serás tach.



f  sigue en tach.



g  sigue dice tach.



h ms. limpiándololo



i   ms. livien



j  sigue un po tach.



k ms. livien



1 Cf. Ap 21,4.



l   sigue en tach.



2 Cf. Gén 42,25-28.35.



m sigue en la tach.



3 Sal 149,6.



n  sigue corta tach.



o sigue a Dios tach.



p sigue por mi tach.



4 Cant 6,12.



q ms. quiere



r sigue es tach.



5 Sal 89,4: "Quoniam mille anni ante oculos tuos tanquam dies hesterna quae praeteriit".



s  sigue espacio de siete lín. en blanco






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