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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 1 - Cuán dificultosa cosa sea desasirse un alma de todas las cosas de la tierra. Y cómo esto no se hace y alcanza perfectamente hasta que un alma está perfectamente unida con Dios. Y cómo esta unión no se conoce del todo qué sea sino en sus efectos
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CAPITULO 1 - Cuán dificultosa cosa sea desasirsea un alma de todas las cosas de la tierra. Y cómo esto no se hace y alcanza perfectamente hasta que un alma está perfectamente unida con Dios. Y cómo esta unión no se conoce del todo qué sea sino en sus efectos

 

            1.         Bien entiendo que una de las mayores dificultades que un alma en sí siente y tiene en el camino de la perfección, es desasirse de todas las criaturas para perfectamente unirse con Dios; y digo "perfectamente unirse" porque otras uniones hay menos perfectas, que en alguna manera se compadecen con la memoria y acuerdo de las cosas de la tierra; y si ha de ser la unión y transformación verdaderab, cuando Dios por su misericordia y merced singularc hace a una alma una misma cosa consigo mismo, nada le ha de quedar de acuerdo, memoria, conocimiento o afición de las criaturas.

 

            Bien me parece fuera necesario tratar de lo que el alma es en esta unión, para que de ahí entendiéramos lo que no es en esa ocasión fuera de la unión. Yo tengo tratado de esto en mill partes; y quien de ella sabe poco, poco puede decir y ahondar. Pero atento que un hermano siempre que se le trata de esta materia, siempre dice que apenas halla quien le diga o donde lea qué sea esta unión secreta de un alma con Dios, porque todo lo que lee son discursosd, consideraciones o afectos que en aquella ocasión un alma no siente por razón de la suspensión de las potencias. A quien respondo que de la unión se puede tratar de una de tres maneras: o del camino para ella, o de los efectos que causa y produce en un alma, o de la misma y propia unión. Todo lo que se trata de esta materia es o del camino para ella o de los efectos que en un alma deja, porque la unión propia, cuando un alma es enajenada de sí y hecha una misma cosa con Diose con un modo admirable, divino, soberano, levantado, no se sabe qué sea ni se puede saber. Y esa es la unión: una unidad y transformación de Dios en el alma y del alma en Dios, que no se sabe qué sea. Y por el propio caso que se diga lo que es, es efecto de la unión aquello que se dice que es, porque, si en la perfecta unión un alma se pierde a sí, se transmonta y hace una propia cosa con Dios, como dice san Pablo: "Vivo yo, ya no yo, sino vive en mí Cristo"1.


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            2.         ¿Cómo puede el alma, si no es ya ella en la unión sino Dios, decir lo que no es ella sino Dios? Como si acá preguntásemos [41v] a un pobre hombre quién es el rey, respondería, y bien: Preguntádselo al rey y no a mí, porque no soy yo rey; si vos queréis saber quién yo soy, eso yo os lo diré. Un alma, endiosada y perfectamente unida con Dios, no es -así lo dice san Pablo: Jam non ego-; es Dios. Y si le preguntamos quién es Dios en esa ocasión ¿cómo lo puede decir quien no es Dios? Vivo ego, porque yo, que lo tengo de decir, soy una criatura finita, limitada, pobre, que sólo podrá decir de sus remiendos, inclinaciones, pasiones y propiedades, cuando más o menos perfectas, según las deje la presencia de Dios pasada. Parece que san Pablo usó de aquel modo de hablar para salirse fuera en cualquier ocasión que le preguntasen qué cosa era estar unido con Dios, de suerte que jamás lo cogiesen ni él se diese por obligado a responder bien. Así como los gitanos cuando juegan a la corregüela: que, dando cierto lazo con los dos cabos, de tal manera dejan hecho el ñudo que, tirando del uno, está fuera y, tirando del otro, está dentro; y así, para ganar, tiran del cabo contrario al que le dicen. De esta misma suerte hace san Pablo. Ase Dios su alma, trábala y enlázala y júntala consigo mismof; y deja los dos cabos fuera, que son vivo ego y el otro non ego sed Christus. Si le preguntamos: ¿quién sois vos, Pablo, en esta unión?, responde tirando de aquel cabo que es Cristo y dice: Non ego sed Christus, no soy yo sino Cristo; ¿cómo os lo puedo decir, que no soy yo, sino Cristo? Pues decid: ¿Quién es Cristo? Tanpoco lo sé, porque soy yo, y yo no puedo saber quién sea Cristo.

 

            3.         De suerte que por aquí quedará bien entendido qué sea unión. Y digo que la perfecta unión es no saber lo que es porque, si digo lo que es en mí, ya digo qué soy yo y, si digo qué soy yo, no digo qué sea unión, porque perfecta unión es ser Dios; y si quiero decir que soy Dios, no digo bien porque, por el propio caso que lo diga, soy yo y yo no puedo decir quién sea Dios. Y si tú dices queg eres Dios, diré yo: ¿cómo, siendo tú, has de ser Dios? Porque para ser Dios no has de ser tú, y yo para ser Dios no tengo de ser yo. Y así, en cualquier estado que un alma responda y quiera decir quién es un alma unida con Dios, no puede; porque, si está fuera de esa unión, podrá decir de una de las dos cosas primeras: o de los caminos para ella o de los efectos de ella, y esa no es la unión [42r] de que preguntamos; si lo quiere decir cuando actualmente la goza, tampoco lo puede decir por la razón dicha, porque, si dice quién él es, no dice la unión porque ésa es no ser él. Decir quién es Dios es imposible, y así es imposible decir ni declarar qué cosa sea esta perfecta unión de Dios y un alma.

 

            Todo esto que he dicho lo quisiera probar y declarar en la forma que se puede con un exemplo, sino que me temo (siendo el más propio que me parece se puede traer a este propósito) ha de ser muy tosco,


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basto y rudo. Cásaseh unai doncella hermosa con un hombre muy rico, principal y muy noble. Si le preguntamos a esta doncella: ¿Cómo os casastes? ¿Con qué medios, terceros o negociaciones venistes a alcanzar tanta dicha, un tan buen marido?, dirálo y parlarálo que no haya más que ver. Si le preguntamos de los efectos de este matrimonio, de cuántos hijos tiene, qué favores le hace su marido, cuánto sea el gusto y honra que le da, también lo dirá. Pero, si le preguntamos lo tercero y le dijéremos: Decidme, señora, ¿cómo, siendo dos, marido y mujer, sois una misma cosa en una carne, según lo que Cristo dice: Erunt duo in carne una?2. Ni vos se lo preguntaréis ni ella responderá; y cuando fuera lícito hablar y decir de esa unidad según la carne con los términos que la propia carne pide, era imposible poderlo decir, porque en aquel acto y junta son enajenados de tal manera que, privados de ser quien son, no saben decir quién no son o quién son. ¡Oh Dios de mi alma!, si la unidad según la carne no sabe decir el hombre qué sea, porque priva por aquel momento del juicio a quien lo ha de decir, ¿como podremos decir qué cosa es la unidad del spíritu con Dios donde, como hemos dicho dice san Pablo, deja de ser el hombre y se hace Dios? Unión, para que tiene necesidad, si ha de ser perfecta, de privarse de sus acciones y ejercicio -en la forma que hemos dicho que san Pablo dice que no es él, por no ver en él nada que no sea Dios-, no se puede decir ni declararj.

 

            4.         No querría pareciese esto dificultoso: el entender cómo un alma unida con Dios es tan dificultoso de entender que no se puede decir qué sea, y que, por el propio caso que se diga lo que es, no es unión sino o camino para la unión o efecto de la unión. Lo cual también lo pruebo [42v] por la cortedad del ingenio humano, el cual, aun estando libre y usando de todo lo que tiene necesidad para perfectamente entender y conocer, aún no conoce las sustancias y esencias de las cosas más bajas que acá hay; de suerte que, si el Philósopho llega a difinir las cosas, después de muy penetradas y entendidas, las difine o por sus efectos extrínsecos o intrínsecos, a quien llama difiniciones descriptivas o quiditativas3, que lo que sea la propia esencia de una cosa no lo sabe, aunque sea la de una hormiga; y si llega a difinir qué sea el hombre, dirá que es animal racional4; y si le preguntamos qué es este animal racional, dirá que es hombre, y no lo sacaremos de aquí, porque su juicio y entendimiento no alcanza ni penetra qué sea hombre y qué sea animal racional (digo la propia esencia, que es la que raciocina y discurre).

 

            Ahora pues, si no es posible que el hombre conozca la esencia de una hormiga en cuanto en sí es, ni un alma, cuando más y mejor


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entiende y conoce, no se conoce a sí misma, ¿cómo ha de conocerse cuando no es por estar unida con Dios y transformada en aquel piélago e inmensidad de Dios? Digo: si no se conoce cuando es menos ¿cómo se conocerá cuando es más? Si cuando tiene licencia de conocerse y tiene discurso y ejercicio para hacer diligencias en orden a esto no lo alcanza, ¿cómo lo ha de alcanzar cuando se alejó de sí propia y por la unión subió a endiosarse, y cuando las potencias ya no tienen tiempo ni libertad para hacer sus discursos en orden a sí? Porque todas están ocupadas y enbebidas en Dios y levantadas a un ser y officio sobrenatural y sobre sus fuerzas, donde el mirar no es en orden a sí, sino en orden a Dios; cuyo ser y grandeza elevó y levantó las potencias a que estuviesen atentas y que en esa atención percibiesen con un modo altíssimo lo que Dios les ofreciese, y el alma la levantó a un ser divino y celestial inperceptible, que sólo Dios es el que sabe lo que es cuando es y el alma está dentro del ser de Dios; y, cuando fuera y con su libertad y ejercicio de sus potencias, dice en la forma que puede y sabe cómo le fue en la feria y trato que tuvo con Dios.

 

            5.         [43r] Volvámonos a lo que propusimos en el principio de nuestro capítulo, causa por qué venimos a tratar de la unión. Y digo que si la perfecta unión de un alma con Dios pide perderse a sí propia de vista y no conocerse ni saber quién es, ¿cómo en tal ocasión será lícito que lleve a sí pegada lo que no esk y el conocimiento de estas cosas bajas exteriores? Es llano que, si le es fuerza desasirse de sí misma, que más fuerza le será desasirse de estas cosas exteriores, que no son la misma cosa. El exemplo de denantes de los casados nos puede ayudar ahora, de quien dice Cristo que, para que sean una misma cosa en una carne, que ha menester el hombre dejar a su padre y a su madre: Propter hanc relinquet homo patrem et matrem, et adherebit ucxori suae5. Rara cosa que, para que el hombre sea una misma cosa con su mujer, ha de dejar a su padre y a su madre. Pues, si para juntarse una carne con otra es necesario dar de mano a carne tan conjunta y pegada como es la del padre y la madre, ¿cómo se podrá juntar nuestro spíritu con el de Dios y llevar con nosotros carne y afectos de carne? Es cosa certíssima que cualquier cosa que demedie entre nuestro spíritu y Dios, eso medio es causa de división y disolución de la unión que se pretende. Aun un enlucido acá no se puede hacer en una pared si primero no se pica y luego se barre el polvo, porque no despida el yeso que se echal, y rehumedece la pared y riega con agua. Estas tres cosas entre otras (aunque en exemplo bajo) son menester para que un alma de veras se una con Dios: picarla, que es el officio que hacen las penitencias y mortificaciones; limpiarla de cualquier género de polvo que tenga pegado a sí amando afectivamente a las criaturas; y luego llegar con devoción y ternura interior y lágrimas de dolor.


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            6.         Puesto caso que esta unión no se alcanzam perfectamente si no es por negación propia, que eso es desconocerse y alejarse de sí propia, y por verdadera renuciación y despego de las cosas de acá abajo, digo que el desasirse un alma de sí propia y de estas cosas exteriores es cosa dificultosíssima, causa por qué Dios en un alma [43v] permite y quiere millares de mortificaciones interiores y exteriores. Y para tratar de estas mortificaciones en que Dios pretende este fin, propuse tratar la materia de este capítulo, respecto de que ya que haya acierto infalible (mientras el hombre, en cuanto es de su parte, no las torciere) de las que vienen ordenadas de la mano de Dios, medidas y conforme el hombre las tiene necesidad, pero las que dan y ordenan los hombres, como médicos que curan por conjeturas, van tan a tiento en esto que podemos pedirle a Dios les depare buena receta para que no pierdan en la cura, dañen o maten a quien pretendían dar vida.

 

            7.         Digo, pues, que muchas veces un alma suele levantarse a un grado admirable de unión tomando Dios medios extraordinarios, los cuales faltando, suele no alcanzarlos la tal alma, unas veces ocasionándola el conocimiento de las criaturas, las cuales le dieron la mano o levantaron el pie para subirse a lo alto con Dios. Y cuando las criaturas hacen este officio, no porque el hombre esté entre ellas hemos de decir que no está despegado ni desasido de ellas, porque -como otras muchas veces hemos dicho- sirven de criadas que, llegada la hora de dormir y reposar el ama, una hace la cama, otra alumbra con una vela y otra lleva de la mano. Y aun sé yo señora que no se puede dormir si no le están leyendo en algún libro; pero después de dormida esta tal señora, es como si no tuviese criadas, como si no le alumbrasen, comon si durmiera en el suelo o si no le leyeran, porque en aquel sueño ni tiene necesidad de criadas y, cuando las tenga, es como si no las tuviese. Lo propio hacen estas cosas de acá abajo con un alma que de veras pretende levantarse y unirse con Dios mediante alguna verdadera contemplación: que unas le hacen y mullen la cama, otras la alumbran y otras le dan la mano o sirven de lección de libros para que, así ocasionada, se quede adormida en el mismo Dios. El cual [44r] sueño y unión alcanzada, haber criaturas es como si no las hubiese, pues de nada ya le sirven ni de ellas tiene acuerdo en el bien que alcanzó. Lo cual bien a la letra (me parece) nos lo dio a entender la esposa cuando en el capítulo 2º de los Cantares dice: Dilectus meus michi et ego illi, qui pascitur inter lilia, donec aspiret dies et inclinentur humbrae6. Mi sposo para mí y yo para él: éste es el sueño, y ésta la unión. ¿Y cómo, esposa sancta, alcanzáis esa unión? ¿Cómo? Mi esposo es el que se apacienta entre lirios, rosas y flores hasta que se acaba el día, se escurece la noche, se va la luz y vienen las sombras; que es decir: esta unión y esta junta alcánzola buscando a mi esposo entre lirios, rosas y flores, que son estas


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cosas visibles y criadas. El cual pasto sólo dura mientras es de día y hasta que llega la noche porque, en llegando esa noche y viniendo las sombras, ya no hay lirios, ya no hay buscar a mi esposo entre estas cosas criadas, sino a solas, cuando en el sueño y reposo un alma no tiene necesidad de esas criaturas que le sirven de luces ni de esa lección, sino a solas gozar del que a solas es para ella y la que sola es para él; de manera que estos lirios sólo duran donec aspiret dies, hasta que se acabe el día, porque para la noche no es menester oler ni vista de lirios pues ya las potencias quedan dormidas.

 

            8.         Lo propio me parece lo que dice la propia esposa en el propio capítuloo a su esposo andándole a buscas: Indica michi ubi pascas, ubi cubes in meridie, ne vagari incipiam7; enséñame, esposo mío, dónde te hallaré yo al mediodía apascentádote y recostado. Primero pregunta por él en el pasto y luego lo quiere recostado, porque sabe que las criaturas, en que Dios como en pasto y como entre lirios se entretiene, se lo han de dar y descubrir; y después de hallado, lo quiere recostado, porque ya no tendrá necesidad de esas criaturas que se lo descubran. De manera que, según esto, almas hay a quien les son necesaríssimas las criaturas, su olor, color y sabor para que las dispierten, enseñen y lleven donde está Dios, porque querer alcanzar esta unión por camino extraordinario, que sólo se concede a quien Dios por sola su bondad es servido [44v] de concederlo, es cansarse y molerse en vano. Que así dice la esposa: Indica michi ubi pascas, ne vagari incipiam; enséñame, esposo mío, en qué criaturas y con qué conocimiento de ellas te podré hallar, porque no me ande vagueando. El vaguear decimos y llamamos acá al tiempo ocioso que no sirve de nada sino que es baldío. Algunas personas he oído decir que les enseñan a unirse con Dios sin pensar en nada, sin levantarse ni dispertarse con discurso y pensamientos sanctos; y no querría fuese vaguear, digo gastar tiempo en balde, porque quien no está dispuesto con obras particulares -de que ahora fuera largo el tratar- es imaginación pensar que, por hincarse de rodillas, a cabo de quince días que acude a la oración sin pensar en nada, se ha de unir con Dios. Lo que yo pienso que hará será quedarse dormido o hacerse tonto, pues no piensa ni alcanza nada8. Procure buscar a Dios donde Su Majestad se apacienta, que mediodía tiene cuando cesando de ese pasto se recuesta a descansar a solas con un alma; y tras el día en


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que buscó en estas criaturas de acá abajo a su esposo, viene la noche, cuando se duerme y no se come ni apacienta.

 

            9.         De aquí saco yo una mortificación no acertada de que suelen usar los padres espirituales con algunas almas que rigen y gobiernan: quiriéndolas apartar tanto del trato y communicación de las criaturas, en quien y mediante las cuales levantaban su entendimiento a Dios, procurando se retiren y escondan en la soledad sin tiempo o sin natural para ello, que sólo les sirve de inquietud y quizá volver atrás porque, no tiniendo cabeza para hacer esas uniones inmediatas o no tiniendo los afectos movidos, se quedan secos, sin jugo y sin modo para llevar adelante sus primeros ejercicios. Y si nos parece que es el más bajo modo de unirnos con Dios o el más tardo, yo digo que es el más ordinario y el más cierto que los sanctos enseñan. Confieso que esotro, en que un alma, desnudándose de una vez [45r] de todas las imaginaciones y pensamientosp que se le pueden ofrecer, es más breve, más corto y más raro y que Dios lo da al alma que él es servido. Así digo que en semejante ocasión es bien un padre spiritual mire y advierta los caminos por donde Dios lleva a un alma: no le quite su sendero ya trillado, que podría ser, saliendo de ahí, no supiese echar un paso adelante. Que en fin el río que corre por su madre más leguas anda y con más reposo y menos daño camina que si lo echásemos por otra parte por donde jamás pasó; y todos van a la mar, el que con más o menos rodeo, y todo es tardarse un poquillo más. Y esa elección y camino no fue suyo, que Dios se lo señaló así cuando al principio del mundo midió la tierra y pesó las aguas para darle a cada uno su camino según a Su Majestad le agradó; de suerte que no tiene Guadiana que quejarse porque va por tierra llana y porque sus aguas no son tan sabrosas respecto del sabor que toman de las llanuras por donde pasa, ni de qué gloriarse Tajo porque va haciendo ruido con sus vertientes, adelgazando sus aguas por los quebrados y criando buenos peces en los cóncavos de las peñas y cuevas que tiene, que eso no lo escogió él, Dios se lo dio; y al cabo al cabo, llegados todos a la mar, lo propio es Guadiana, que fue con más tardanza y llevó más espacio y tuvo más amarguras, que Tajo, que fue presto y con más descanso.

 

            10.       Todos los que tratan de oración y contemplación todo lo que pretenden es unirse con Dios, entrar en aquel abismo y piélago infinito de su bondad. Unos hay que van a este mar por llaneza, que es por el conocimiento de las criaturas, las cuales nos detienen y estorban para que no lleguemos con la presteza que querríamos, cáusannos mill amarguras y desabrimientos, como la tierra por donde pasa el agua. Muyq diferente de otras almas, que las lleva Dios por unos altos y quebradas, que parece [45v] se van despeñando según el vuelo y presteza que llevan: tienen una delicadeza de pensamientos que asombran, producen y engendran unos deseos, afectos y obras como peces sabrosos al gusto de Dios. No tienen los primeros por qué afligirse ni los segundos r de


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qué jactarse o gloriarse, que Dios fue el que hizo el repartimiento y en los fines que pretendemos, que es unirnos con Dios, todos somos unos y, ahí llegados, todos somos una misma cosa con Dios, como los ríos son todos mar llegados allá. Y si el que caminó a Dios, como decíamos de Guadiana, por tierra llana y por el conocimiento de las criaturas llevó consigo y sufrió las amarguras y trabajos que las criaturas train consigo, allí se acaba todo, porque allí Guadiana no es Guadiana sino mar, así como Tajo no es Tajo sino también mar. Y quien allí dentro es más una misma cosa con la mar, es el río que llevó más agua y se pudo estenders y derramar más en aquel piélago inmenso y congregación de aguas sin medida, y no el que llevando menos agua la llevó más delicada, que por ser poca parece se quedó a la orilla en entrando. Quien en Dios alcanza mayor unión est el que, cuando a él llega (aunque sea más tarde), llega con más afectos, más deseos, mayores ansias y mayor derretimiento. Este es el que se vierte y derrama por aquella grandeza de Dios, el que se estiende y dilata no obstante sus amarguras pasadas, sus trabajos, tribulaciones y mortificaciones. No hemos de entender alcanzó el otro mayor unión porque llegó a ella presto (porque así le fue agradable a Dios), porque llevó agua más clara y delicada de pensamientos, discursos y consideraciones; que ésos pudiéronle servir para llegar más presto, pero no para mayor [46r] unión, pues sabemos la alcanzará, una vez llegado a la mar, el río que más agua llevare y, llegados a Dios, el que más trabajos hubiere padecido por su amor, aquél a quien mayores dificultades se le hubiesen ofrecido. ¿Qué diremosu o qué juicio echaríemos entre estas dos personas: un religioso a quien Dios dio gracia para que con alguna oración y desasimiento de las cosas de la tierra se unió y juntó con Dios, y de otro sancto que, andando por el mundo predicando, padeció persecuciones o martirios 20 años o más, sin sentir los enajenamientos o transformaciones que el primero tendría? Diránme que también aqueste segundo, aunque no la sentía, había alcanzado un altíssimo grado de unión. Si eso me dicen, diré que la unión no está ya tanto en desenbarazarse de todo y meterse en el rincón cuanto en padecer y trabajar por Cristo. Si me dicen que en cuanto al afecto la alcanzó primero el religioso, digo que me atengo al que llegó más tarde, con más trabajos, penitencias y mortificaciones. Por eso dice Cristo que "muchos son primeros que serán postreros, y postreros que serán primeros"9. Muchos hay que dende niños están en casa de los reyes; y suele venir un capitán a cabo de muchos días de trabajo, y hacerle el rey mayor privado suyo, porque trujo más servicios.




a  al marg., ángulo superior derecho Qno. 3



b sigue de tach.



c  sigue que tach.



d sigue los tach.



e  con Dios sobre lín.



1 Gál 2,20.



f  sobre lín., en lín. propio tach.



g  sigue eser tach.



h  sigue un hombre con tach.



i   sigue m tach.



2 Mt 19,5; cf. Gén 2,24.



j  no-declarar sobre lín.



3 Cf. ARISTÓTELES, Metaph. VII, 10 y 12; De Anima I, 11; STO. TOMÁS, Com. in libros Metaph., 7, lec.17.



4 Cf. ARISTÓTELES, De Anima III, 4 y 6; STO. TOMÁS, Sum.Th., 1 q.13 a.12; Quaestiones disp. de Potentia, q.8,4.



k sigue que tach.



5 Mt 19,5; cf. Gén 2,24.



l   ms. ella



m sigue sino tach.



n  ms. co



6 Cant 2,16-17.



o en-capítulo sobre lín.



7 Cant 1,6.



8 También santa Teresa critica esa pretensión ilusoria (Moradas, IV, 3, 4-8). "No pensar en nada" es fórmula utilizada por el franciscano observante Francisco de Osuna en sus Abecedarios (sobre todo, el Tercero y el Quinto, años 1527 y 1542) por respeto a la "atención muy sencilla y sutil a sólo Dios". La noción es característica también del lego franciscano fray Bernardino de Laredo, que consagra un capítulo a explicar "qué cosa es no pensar nada en contemplación perfecta" (cf. Subida del Monte Sión, III, c.27). Según estos dos autores, la suspensión del discurso forma parte de la experiencia amorosa perfecta o de contemplación perfecta. Santa Teresa halló en Subida "todas las señales que yo tenía en aquel no pensar nada" en la oración de unión (Vida 23, 12). Juan Bautista de la Concepción, que no menciona a los franciscanos, conocía bien la autobiografía teresiana.



p ms. pesamientos



q ms. mu



r  ms. segundo



s  sigue más tach.



t  ms. el



u  sigue de tach.



9 Mt 19,30.






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