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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 14 - El alma que goza de la unión perfecta con Dios se siente segura frente a los trabajos e incentivos terrenos
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CAPITULO 14 - El alma que goza de la unión perfecta con Dios se siente segura frente a los trabajos e incentivos terrenos

 

            1.         [75r] ¡Oh, válame Dios!, y quién se pudiera hacer lenguas diciendo la fortaleza, tranquilidad, quietud y sosiego que un alma tiene cuando tiene a Dios en este estado que vamos diciendo, y qué poco caso hace de los trabajillos y mortificaciones que se le ofrecen. Quoniam a dextris est michi, ne conmovear, dice David1; téngole a mi mano derecha para que nada me conturbe. Bien así como el niño a quien su padre lleva de la mano: que con ese favor y amparo no se asombra ni atemoriza de las cosillas que por la calle topa. Como el búzano que, metido debajo de las aguas, no se ahoga; como el aceite que con nada se mezcla, sino que siempre nada y está encima; como el avestruz que con el fuego ardiendo que traga no se muere. ¡Oh qué estómago tan ancho tiene el justo!: en él todo cabe, un Cristo crucificado con su cruz y espinas. Nada le ahoga, nada le turba, todo lo dijiere; zabullido en penas, en ellas halla lo que busca sin que se ahogue ni desmaye; junto con las tribulaciones, sobre ellas nada; con nada admite mezcla si no es con sólo Cristo, con quien perfectamente está unido. Quien allí se atreve a entrar a llevar algún recado al justo, pierde su nombre y se vuelve de la condición del trato que allí hay, como lo que se echa en una cornaza2 encendida, que todo se vuelve fuego aunque sea un bronce. Así lo está un alma puesta en Dios: cualquier cosa que allí entra, aunque sean trabajos y penas, se vuelve Dios, y todo le es en aquella ocasión al justo dulcedumbre sin que nada lo juzgue por mortificación.

 

            2.         Bien es verdad que a la entrada se sienten los trabajos, porque así los llaman los porteros de nuestros sentidos por donde entran, pero


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en alejándose de sí y llegándose al spíritu endiosado y lleno de gozo, ya maduraron de suerte que de agraces desabridos del cuerpo se vuelven licuor y cálix sabroso para el justo. Son como la vara de Moisés que, echada en tierra, es serpiente y, en la mano del profeta, es báculo y vara derecha3. Cuando los trabajos y mortificaciones tienen asiento en sólo este hombre exterior, culebras y serpientes son que parece nos están tragando, como las que picaban a los hebreos, que de sus picaduras morían, pero, levantada una serpiente en alto y puesta [75v] en un madero, no sólo no pica ni mata sino da vida4. Así son los trabajos en los que son tierra, en los que por bajo caminan. Pero estos propios trabajos, levantados y puestos en la cruz de Cristo con quien un alma amiga de Dios está unida, no sólo no le hierena ni matan sino le dan vida y sirven de báculo que la sustenta y arrimo que la levanta, de quien dijo David: Virga tua et baculus tuus ipsa me consolata sunt5; no me afligen ni congojan, Señor, los trabajos que me enviáis porque, aunque tienen nombre de vara y azote, báculos se vuelven que me sirven de consuelo. Non accedet ad te malum, nec flagelum apropinquabit tabernaculo tuo6; que no llegan males a Dios ni a su tabernáculo. Porque ése es el bien y el previlegio del alma en quien Dios mora comob en templo y casa de Dios vivo: que le communica Dios sus condiciones, y una de ellas es que no llegue allí trabajo con nombre de castigo.

 

            3.         El sol dice David que es tabernáculo y asiento de Dios: In sole posuit tabernaculum suum7. Y el sol tiene [que] no se puede eclipsar por la parte de arriba con que mira al cielo impíreo. Sólo se eclipsa por esta parte de acá abajo porque el planeta con que se eclipsa es la luna, y ésta está en este cielo primero y no le puede tapar la claridad de la parte superior sino sola esta parte que mira a nosotros. Y así es el alma del justo: sol en quien Dios puso su asiento, a quien los trabajos sólo eclipsan y escurecen esta parte de acá fuera que ven los hombres. Y así, con penas, trabajos y mortificaciones parecenc los justos ahilados, amarillos, flacos, descoloridos, porque entre este cuerpo y el alma cada día se entreponen mill crecientes y menguantes de penas y de trabajos. Pero allá dentro en el alma, que mira y goza de Dios con un particular grado de unión, siempre está clara y resplandeciente, siempre está contenta.

 

            Digámoslo de otra manera. En el cielo [76r] siempre es de día porque quien allá alumbra es el Cordero, apud quem non est transmutacio nec vicisitudinis obumbracio8; no se muda ni alumbra a tiempos, siempred hay luz y claridad. Acá abajo, que el sol sale y se pone, viene y va, ahora es de día y presto será de noche; cuando sube es verano y cuando baja es invierno. ¡Oh, válame Dios! y qué dos mundos diferentes veo en casa del justo: uno por de fuera donde si un rato tiene de gusto


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mill tiene de sinsabores. Aquí es donde los favores salen y se ponen, donde la bonanza cuando sube abrasa y cuando baja, hielae. En el cuerpo es donde el justo se abrasa y se quema, donde losf trabajos son noches de invierno donde el justo padece desabrigo y anda helado.

 

            4.         Que allá dentro en el alma, que después de grandes trabajos y penitencias la unió con Dios y llegó a particular estado de perfección, allí siempre es de día, siempre el alma tiene luz; jamás le viene la noche mientras goza de esta unión. Porque, aunque es verdad que Dios por su mayor aprovechamiento algunas veces se esconde, bien sabe que es disimulo, porque como es sol que no se fue ni traspuso, no se esconde de suerte que no quede el alma como por la tarde o por la mañana cuando el sol está cerca, que aunque no se ve, los crepúsculos son bastantes para hacer que sea de día; y como cuando se pone tras alguna nube, que no es ocasión bastante para no saber que el sol está cerca. ¡Oh buen


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Dios míog!, encubríos cuanto quisiéredes, haced vuestros disimulos; que, como no huís y cerca os quedáis, nada hay bastante para que os pueda tapar y hacer desparecer del lugar donde estuviéredes. Y así el alma, sabidora por algunas conjeturas que estáis en casa, y aun sin que lo sepa estándolo vos, deshacéis [76v] todas sus tinieblas y obscuridades; derretís todos sus trabajos y mortificaciones porque éstas, cuando lluevan y caigan tan espesas como caía el maná, si siempre hay sol, siempre las derretirá, como se derretía el maná cuando salía [el sol] de suerte que sólo gozaban del maná los que no gozaban del sol y los que lo cogían antes que saliese9. Sólo gozan de trabajos los que los cogen sin este sol de que vamos tratando que puso su asiento en el alma del justo. Estos cuajan yh duran en el alma que está en tinieblas y obscuridad. Que en el justo, en quien el sol está subido, no consiente cuaje la nieve. Allá en tierras frías donde el sol baja, allí es donde no se deshacen los hielos. ¡Oh pecadores que andáis alejados de Dios! No os espantéis que os hallen tantos males y en vosotros duren tanto los castigos y trabajos, que no hay sol que los deshaga.

 

            ¡Oh hermanos de mi alma, y qué dichosa es el alma que tiene a Dios! ¿Quién con veras no lo busca y, hallándole, no le tiene de suerte que no se le vaya, siquiera para que no sintamos tantos trabajos, mortificaciones, afrentas y denuedos como en este mundo se pasan, para sufrir y llevar bien y de buena gana las penitencias y rigores de la religión, para estar y vivir siempre alegres, para que la noche ni obscuridad no nos halle, para ser fuertes y desafiar al mundo, para poder levantar la cabeza en el día de la tribulación?

 

            5.         Un lugar se me ofrece a este propósito de san [Lucas], por quien Cristo dice, tratando del juicio y volviéndose a los justosi, habiendo dicho algunos de los trabajos que entonces habrá, les dice: Cuando esto viéredes, levate capita vestra, [77r] levantad vuestras cabezas10. ¡Oh buen Dios mío! Habéis dicho por todo el capítulo 21 de san Lucas los grandes trabajos y tribulaciones que harán la cama y prepararán el día de nuestroj riguroso juicio y vestirán de miedo y temor a los corazones más erguidos y levantados; y decís a vuestros discípulos: Cum videritis haec fieri, nolite terreri, quia capilus de capite vestro non peribit11. Y poco más abajo, habiendo contado las señales rigurosas que aquel día de Dios han de preceder, les dice que levanten la cabeza. Pues pregunto yo, Señor: si hay guerras, encuentro, sediciones y una gente se levanta contra otra gente y un reino contra otro reino, y por diversos lugares hay diversos terremotos, pestilencias y hambres, asombros y miedos que causarán los cielos, ¿y decís que no teman? Rara cosa. Aunque fueran de bronce y aunque fueran fuertes y firmes como los montes, habíen de temer, puesk a facie Domini mota est terra12; temblará la tierra y temblarán los montes de verse delante de la cara y rostro de Dios.

 

            Y más dice Cristo a sus discípulos: Antes destas cosas pondrán en vosotros y en vuestros sucesores sus manos y os perseguirán y entregarán al juicio inicuo y malvado que hacen en las juntas de sus sinagogas; y os pondrán en guarda y custodia; y os trairán (como se dice de Cristo, de Herodes a Pilatos13) de presidentes a reyes; y seréis entregados de vuestros padres y hermanos, parientes y amigos; y últimamente, morte aficient vobis, et eritis odio omnibus hominibus, seréis aborrecidos de todos los hombres, acabando con vosotros con la muerte14. Pero después de estas cosas, capilus de capite vestro non peribit, un solo cabello no perecerá de vuestra cabeza; y así no hay que temer. Antes, cuando viéredes señales en el sol, luna y estrellas, y apresuras en las gentes por lal confusión que tendrán del ruido de la mar y de sus olas; cuando viéredes que los demás hombres se marchitan, arrugan y entristecen, y tiemblan las virtudes de los cielos, vosotros levantad vuestras cabezas, levate capita vestra15.

 

            6.         ¡Oh buen Dios mío! En semejante ocasión ¿no fuera mejor buscar dónde guardarla y defenderla? Cuando el cielo lloverá globos de fuego ¿decís vos, Señor mío, que los vuestros levanten la cabeza y que no teman? Rara cosa. Sí, que no tienen por qué bajarla. Y quien el padre tiene alcalde, seguro va a juicio. Vosotros -dice Cristo en el sermón de la cena- vocatis me magistrumm, domine, et bene dicitis16; llamáisme maestro y señor, y decís bien, que lo soy vuestro y vosotros mis discípulos. Y en otro lugar les dice que uno es su Padre, [77v] que está en los cielos17. Y así no hay que temer porque tienen a Dios, con quien perfectamente están unidos por gracia, "a quien no llega mal ni azote a su tabernáculo"18. Porque como en el alma del justo está


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sentado como un sol en otro sol, esos globos de fuego que lloverá el día del juicio, esos temores y temblores ya bajarán como copos de nieve derretidos que correrán hechos avenidas a los valles y bajeza de los malos llevándoselos al profundo del infierno. Notable cosa que la nieve, que en lugares cálidos y donde da el sol se derrite, en los bajos y lugares humbríos se torna a cuajar y hacer hielo de más dura que la primera nieve que antes era. El día del juicio vendrá Dios hecho un sol por la parte que mira a los justos resplandeciente y alegre; y así les dice que levanten las cabezasn porque las penas, cuando a ellos lleguen, vendrán deshechas. Pero por la parte que mira a los malos vendrá eclipsado, enojado, airado y lleno de saña y temor, porque entre ellos y Dios pusieron peccados y abominaciones, escurecieron de su parte aquella luz que los habíe de alegrar; y así, como gente que estarán a la mano izquierda en parte humbría, las penas, que deshechas pasan por las cabezas de los justos, en ellos se congelarán y endurecerán de suerte que, abrasándolos y consumiéndolos, los dejarán enteros para que vivos siempre penen.

 

            7.         Pues veamos si, al fin al fin, los justos morirán con tantos trabajos y tribulaciones como se levantarán contra ellos. ¿Cómo dice que no perecerá un cabello de su cabeza? Torno a decir lo de arriba: que se entiende del alma y de sus pensamientos, contra quien no podrán las fuerzas del mundo ni resistirán los poderosos de él, porque el alma es a quien guarda y defiende aquella junta y unión de quien vamos tratando; que la parte inferior que mira [78r] a la tierra quedará en los justos eclipsada, perseguida y maltratada según los más o menos crecientes de trabajos que les vinieren, de quien el justo no hace caso; antes, eso les es causa de regocijo, porque con esas persecuciones rompen esta funda y guarda esterior en quien está dibujada una vida mortal, pasible y llena de mill trabajos, para que se descubra y parezca la vida inmortal, impasible que dentro han ya empezado a poseer en compañía y presencia de aquel gran Dios.

 

            8.         ¡Gran Dios eres, Dios mío y Señor nuestro! Una y mill veces te ruego y suplico te compadezcas de estos tristes gusanillos que viven en un tan estragado mundo sujetos a tantas miserias de cuerpo y del alma, donde cada día experimentamos nuevas e inauditas dificultades y, lo que más es, peligro de tropezones espirituales. Poséante, Señor, nuestras almas, téngante de suerte que no te dejen hasta que las entres en casa de nuestra madre19 la gloria, que para nosotros como para hijos la tienes preparada, donde estaremos con eterno contentoo y perpetua seguridad, mejorada la unión que contigo un alma sancta aquí alcanzare, pues aquí es por sola gracia y allí se aumenta la gloriap.




1 Sal 15,8.



2 Por: fornaza (hornaza).



3 Cf. Ex 7,10.



4 Cf. Núm 21,6-9.



a  sigue pero le dan tach.



5 Sal 22,4.



6 Sal 90,10.



b ms. con



7 Sal 18,6.



c  ms. parcen



8 Sant 1,17.



d ms. siemple



e  ms. yella



f  sigue noches tach.



g  ms. míos



9 Cf. Ex 16,21.



h  sigue se tach.



i   sigue que tach.



10           Lc 21,28.



j  corr. de vuestro



11           Lc 21,9.18: "Cum autem audieritis praelia et seditiones, nolite terreri: oportet primum haec fieri, sed nondum statim finis [9] (...) et capillus de capite vestro non peribit [18]".



k sigue es tach.



12           Sal 113,7.



13           Cf. Lc 23,11.



14           Cf. Lc 21,12.16-17.



l   corr. de las



15           Cf. Lc 21,25-26.28.



m ms. corr. por 2m. magister et



16           Jn 13,13: "Vos vocatis me magister et domine, et bene dicitis: sum etenim".



17           Cf. Mt 23,9.



18           Sal 90,10.



n  sigue y p tach.



19           Cf. Cant 3,4.



o sobre lín.



p al marg. aquí se divida este capítulo






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