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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 16 - El amor de Dios hace fuertes a los justos y les descubre los bienes encerrados en los trabajos y las persecuciones. Uno de estos bienes es la purificación del alma
1. En aquella última cena que Cristo tuvo con sus sagrados discípulos, cuando el corazón vierte a la clara los secretos con sus amigos sin guardar nada para otra ocasión porque aquélla es la última en que el amor se manifiesta haciendo de las suyas, entre otras cosas que descubrió del pecho de Cristo, "donde estaban encerrados los tesoros de la sabiduría y sciencia de Dios"1, tres particulares fueron: los inmensos e innumerables trabajos que al mismo Cristo le cercaban y ya le estaban aguardando, pues dentro de tan pocas horas rebalsa tan grande de ignominias, afrentas y penas se derramaríen sobre su cabeza hasta llegar al alma; lo segundo que este propio amor les descubre es los trabajos que los propios discípulos por su Maestro habían de padecer; lo tercero es pedirles que no se turben ni tengan miedo. ¡Oh amor sabio y discreto! ¿Cómo juntáis estas cosas: muerte y fortaleza, ánimo y trabajos que tanto sobrepujan las fuerzas humanas, alegría y tanta diferencia de persecuciones? ¿Quién ha de poder mirar a su Maestro, Padre y Señor en un madero, sin ver en él aspecto ni hermosura2, antes afeado sobre todos los hijos de los hombres, y no turbarse? Llegan las cosas a que os venda el que entróa la mano en vuestro plato3 y a quitar la vida al que tantas ha dado, y ¿decís que no tengamos miedo, y más añidiendob las palabras que decís: que no es el discípulo sobre el maestro y que, si al señor persiguen, también perseguirán a los siervos?4 No hay que encarecer esto, que encarecido se está en las almas que estos misterios contemplan, las cuales, después de todos estos encarecimientos, hallan las palabras [80r] que el amor en aquella ocasión derrama fieles y verdaderas. Que el ánimo es para aquella ocasión y que, si lo pide el amor, el amor lo da y él es elc que a los que son verdaderos discípulos de Cristo los hace fuertes en las batallas, donde dejan la vida y el cuerpo despedazado, según aquello de [san Pablo]: Fortes facti sunt in belo5. Porque si los trabajos son agua, el amor con que se padecen es fuego de alquitránd que con ella más arde y con el viento de las persecucionese se enbrabece; y si enf esos trabajos dejan los cuerpos, es que se desnudan para zabullirse en ese piélago y de él sacar las riquezas que en esos trabajos Dios les promete.
2. ¿Quién ha de sentir trabajos en que Dios les promete que vendrá y los verá y estará con ellos?6 ¿Cómo ha de sentir el labrador las espinas que nacen en su sembrado si en medio de ellas ve sus trigos floridos y colmados? ¿Quién ha de sentir las picaduras de la abeja pues, picando, ella muereg y el picado vive? ¿A quién le han de entristecer las lágrimas pues son aljófares y perlas preciosas que se siembran para coger dones y gracias sobrenaturales? ¿Quién ha de mostrar mal rostro a males llenos de bienes? ¿Quién ha de desechar el erizo de la castaña y arrojar la almendra dura si dentro tiene el núcleo o tuétano que sustenta al hombre? ¡Oh amor divino y celestial!, y qué bien sabías tú la miel que en sí encerraban los trabajos cuando, proponiéndolos a los justos, dices que no se turben, sino que tengan buen ánimo porque con él desharán el encanto, que en ellos está hecho, de nuestros bienes y tesoros antiguos.
3. Antes del peccado, al descubierto jugaba Dios con el hombre criándole en el paraíso, puniéndole su descanso en jardines y prados amenos y deleitosos; pero, en el punto que el hombre se apartó de Dios, los bienes y gloria se escondieron y, como ríos que por lo secreto y poros de la tierra corren a la mar donde salieronh, así huyeron las gracias y dones, que para los hombres en Adán estaban depositados, a Dios, que era su fuente y origen, piélago y mar donde infinitos atributos están encerrados. Pero, como Dios lo que pretende es nuestro bien y él es bueno, de cuya propiedad es buscar a quién communicarse7, buscó otro modo secretoi para que tornasen a salir aquellos propiosj ríosk que en sí se habíen recogido en la fuga que hicieron al tiempo de la mala cuenta que Adán dio de sí pretendiéndolo despojar el demonio.
Pues no siendo Dios avariento [80v] de tantos bienes como de su cosecha tiene, buscó trazasl secretas para que esos ríos de sus gracias, premios y glorias tornen a salir y a verterse por las almas de los justos. Estos secretos por donde vienen y se comunican son los trabajos, denuedos y persecuciones que los justos padecen. Estos son el muladar en quien está encerrado el reino de los cielos; el campo y soledad donde la oveja perdida se halla con su dueño y su pastor; la basura donde se halla la dragma que buscaba la mujer cuidadosa8; son el agua de colirio que aclaran nuestra vista para mejor ver y gozar de Dios. Finalmente, sonm bienes encantados y vestidos de males, cuyo hechizo deshace el amor sólo para quien tiene ánimo para verse con ellos rostro a rostro sin les volver las espaldas, creyendo que Dios es poderoso para de males sacar bienes. Así les dice Cristo a sus discípulos cuando les pide fortaleza: que crean enn Dios y en él, que es una misma cosa9.
4. ¡Oh, qué engañados andan los del mundo! Quieren las primeras vistas de gloria y contento; la corteza la quieren a su gusto, sin tomar un poquito de trabajo buscando la gloria de Dios escondida queo tiene preparada para los que le aman10. En esto se diferencian las bestias de los hombres: que, como no tienen manos para preparar la comida, aprovéchanse con la boca y dientes de la cáscara y corteza que las cosas tienen por de fuera; y así vemos que, si comen grano, comen más paja y, si hierba, más espinas y, si fruta, cáscara. Pero el hombre, a quien le dio Dios manos para preparar y aderezar su sustento, adentro pasa buscando las cosas ascondidas, sin reparar en la mala cara de fuera; haciendo buen rostro a estos trabajillos esteriores como gente que sabe, según lo que san Pablo dice, que non sunt condignae passiones huius temporis ad futuram gloriam11, que es todo risa lo que en los trabajos experimentamos en comparación de lo que por esos caminos aguardamos. ¡Oh hombres sin consideración!, que os haya dado Dios entendimiento y potencias para que, como de manos, os aprovechéis y quitéis la paja y cortezap de las cosas que vemos y por nosotros pasan, y como si fuéramos bestias, es más [81r] paja lo que comemos que grano. Huimos de los trabajos y mortificaciones que en sí tienen encerrado nuestro bien, buscamos consuelos y entretenimientos que en sí tienen disimulado nuestro mal. El amor es el que hace los avisos verdaderos y ciertos desengaños.
5. No sé yo, amor, por qué te pintaron ciego, pues así ves en las cosas contrarias tus bienes y en las penas manjar con que te sustentasq. Tú eres el que haces nuestros aciertos y enpleos dichosos, aunque sean de nuestra propia vida. Tú eres el que hallas r nuestras ganancias en nuestras pérdidas fingidas, nuestra gloria en nuestras penas, nuestra alegría en nuestro desconsuelo, y en nuestra soledad la compañía de Cristo, que, si se va, viene para los desconsolados, quia si abiero, itero venio et videbo vos, et gaudebit cor vestrum12. Quien este amor no tiene es el que no ve, el ciego, el desacertado, el ignorante, el que en sus pensamientos vanos cada día se halla perdido y menoscabado.
¡Ay, hombres, los que vivís en el mundo! Abrid los ojos para ver vuestros yerros, y advertid que para ver es menester que cerréis los ojos con que os miráis y buscáis a vosotros propios. Que así lo hace el amor: que se venda por la frente tapando sus ojos para mejor ver y más acertar, porque sus tiros no los hace con espada ni lanza, sino con saeta que tiene lejos su corrida y vuelo; y así, para acertar a aquellos bienes eternoss, cierrat el un ojo, que es el exterior, porque con el interior ve, mira y acierta. Cerrad, almasu que deseáis mejoros en vuestra vida, los ojos a las cosas de acá; no se os dé nada de que la vista y parecer os la hayan quitado las afrentas y deshonras de la tierra, que, si feas y denegridas estáis por de fuera, hermosas quedáis por de dentro13, y con esposo y Dios tratáis que todo lo ve y contemplav aunque de lejos14.
6. ¡Oh, quién pudiera decir qué limpia y jabonada sale un alma de los trabajos padecidos por Cristo! Asombróse san Juan de la hermosura que llevaban los que en la gloria vidow acompañarx al Cordero. No le sufrió el corazón sino, deseoso de saber la fuente y agua que tal lustre daba y tal color poníay, no atreviéndose a preguntar, para ello le dio pie y sacó a barrera uno de aquellos venerables viejos que allí venían, preguntándole: Hi, qui amicti sunt stolis albisz, qui sunta et unde venerunt?15 Di, Juan, ¿atreverte has a saber tú qué gente sea esta que aquíb está con vestido tan blanco y de dónde vino? El glorioso sancto, dándose por vencido de no saber de qué batán salía tal hermosura y limpieza, dijo: [81v] Tu scis, Domine mi; tú, Señor mío, lo sabrás. Entonces le respondió y dijo el sancto viejo: Hi sunt qui venerunt ex magna tribulatione et laverunt stolas suas in sanguine Agni. Ideo sunt ante tronum Dei et serviunt illi die ac nocte16. Esta limpieza (como si dijera) se saca de la tribulación y de un lavatorio que se hace con sangre del Cordero. ¿Qué hombre habrá que con ojos de carne mirara una tinta y jabón que se diera a un vestido en sangre, que no viera y juzgara que salía y que habíe de salir manchado, no blanco sino denegrido? Por eso Juan no lo sabe hasta que le descubren el secreto en el cielo. Y allá nos dicen qué diferentes juicios se deben echar en las cosas de Dios que en las del mundo, pues lo que por de fuera según razón mancha y tiñe, por de dentro blanquea. Esta es la sciencia que saben y han aprendido los sanctos en la casa de Dios, cuando están deseando ver sus vestiduras bañadas en sangre derramada por Cristo, porque saben que de ahí les ha de venir el estar del color que conviene para acompañar al Cordero y alabarle de noche y de día.
7. Bien significó Cristo este provecho y efecto de los trabajos cuando, cercano a su pasión, dijo a san Pedro: Simon, ecce satanas expetivit vos ut cribraret sicut triticum17; pedido ha satanás licenciac para acribaros como trigo. Veamos qué petición es ésta. Lo que Cristo aquí quisod decir [es] que el demonio procuraba afligirlos, atormentarlos y perseguirlos, como lo hizo en ele día de su pasiónf. Pues ¿por qué a tantos males y trabajos los llama Dios y pone nombre de ahechar y acribar, pues al parecer habíe otros en quien con más rigor se pudiera explicar lo que padecierong aquellos días? Digo que ninguno otro habíe en que más claro se manifestase el trabajo y tribulación que sobre ellos habíe de venirh. Porque, cuando acriban un poco de trigo, el grano que en la zaranda está junto, meneándola, sale cada grano pori su agujero, no obstante que después a cabo de poco rato se torna a juntar. Pues para dar a entender Cristo que uno de los mayores trabajos del siervo de Dios era andar a solas y apartado de los demás, que es lo que el demonio hizo aquella noche, que es lo que [Zacarías] dice: Percute pastores, et dispergentur oves18, hirieron al pastor y derramáronse las ovejas; de donde vino que Pedroj negó19, Judas vendió20 y los demásk lo desampararon21; [82r] pero a cabo de pocol, después de los haber el demonio zarandado y desperdiciado, los tornó Cristo a juntar22.
8. Digo lo segundo, que el llamar Cristo a los trabajos zaranda y criba es para darnos a entender los bienes que están encerrados en los males de la tribulación y trabajo; porque cuanto mal hacen al grano de trigo zarandándolo, trayéndole dando vueltas a la redonda, golpeando uno con otro, levantándolo en el aire, golpeándolo con la mano, tanto provecho le hacen porque con eso le sacuden el polvo y quitan la paja y lo dejan limpio.
Esto quiso Cristo decir a sus discípulos en las palabras que les propuso de que el demonio habíe pedido licencia para acribarlos: que si el demonio por una parte los habíe en aquella ocasión y en otras de ablentar, perseguir y afligir hiriéndolos con las manos de los hombres, entendiesen que de esas persecuciones y trabajos habíen de salir limpios de polvo y paja, pues los propios trabajos les consumirían los defectos y descuidos que tuviesen y los dejarían cual convenía para el secreto trato con Dios. Esto propio es lo que decía el glorioso san Ignacio cuando se vido cercano a las bocas de las bestias, a quien lo habíen de echar: Dentibus bestiarum molar ut dignus Christi panis fiam23; bien me podrán a mí despedazar y moler los dientes de las bestias, pero será para que de mí, como de harina floreada, se haga pan blanco para el gusto de Cristo.
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1 Col 2, 3. 2 Cf. Is 53,2. a corr. 3 Cf. Mt 26,14-16.23. b sigue que tach. 4 Cf. Jn 15,20; Mt 10,24. c es el sobre lín. 5 Heb 11,34. d ms. alcritán e de las persecuciones sobre lín. f sigue ellos de tach. 6 Cf. Jn 14,3.28; 16,22. g corr. h donde salieron sobre lín. 7 "Bonum est diffusivum sui ipsius": cf. STO. TOMÁS, Sum. Th., 1, q.5,4; In Sent. 1, d.34, q.2,1. i sobre lín. j sigue ríos tach. k sigue y se comunicasen y diesen a sus es tach. l sigue para tach. 8 Cf. Lc 15,8-9. m sigue males tach. n sigue el tach. 9 Cf. Jn 10,30; 14,1. o sigue Dios tach. 10 Cf. 1 Cor 2,9. 11 Rom 8,18. p y corteza sobre lín. q sigue y cosas con que creces tach. r ha sobre lín. 12 Cf. Jn 14,3: "Et si abiero, et praeparavero vobis locum, iterum venio, et accipiam vos ad meipsum, ut ubi sum ego, et vos sitis"; Jn 16,22: "Et vos igitur nunc quidem tristitiam habetis, iterum autem videbo vos, et gaudebit cor vestrum". s a-eternos sobre lín. t sigue no sólo tach. u sigue los tach. 13 Cf. Cant 1,4. v sigue de lejos tach. 14 Cf. Sal 137,6. w sigue que tach. x corr. de acompañaran y sigue preguntó qui sunt isti et unde venerunt tach. z y-albis sobre lín. a sigue isti tach. 15 Ap 7,13. b sigue viene, está tach. 16 Ap 7,14-15. 17 Lc 22,31. c sigue a Dios tach. d aquí quiso ms. aquíso e corr. de aquel f sigue de Cristo tach. g corr. de padecían h sigue por tach. i rep. 18 Zac 13,7. j al marg. vide 19 Cf. Mt 26,69-75. 20 Cf. Mt 26,14-15. k sigue perdieron la fee tach. 21 Cf. Mt 26,56. l sigue los tornó Cristo a juntar tach. 22 Cf. Lc 24,33. 23 "Frumentum sum Dei, et per dentes bestiarum molar, ut mundus panis inveniar Christi", según la versión latina tradicional (S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, IV, 1: MG 5,690). |
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