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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 24 - No hay motivo para desconfiar de la infinita bondad y misericordia de Dios, que está siempre presto a acudir en remedio de nuestras necesidades y aflicciones
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CAPITULO 24 - No hay motivo para desconfiar de la infinita bondad y misericordia de Dios, que está siempre presto a acudir en remedio de nuestras necesidades y aflicciones

 

            1.         Estaba el pueblo hebreo afligidíssimo en tiempo del rey Acab por falta de agua, que Elías habíe cerrado el cielo y detenido las nubes para que no lloviese por los grandes peccados e idolatrías que entre aquella gente había. Después, cuando ya se llegó el tiempo que Dios los quiso socorrera, dice Elías a su criado que se asome a ver el cielo si tiene nubes. No las vido por seis veces que salió. A la sétima dice que vido hacia la mar una nubecilla como una huella de un hombre1. Veamos, Señor, qué misterio tiene el querer llover y enviar agua [95r] y dar principio a tanto bien con una nubeb que tiene figura y tamaño tan pequeño que es como una huella de un hombre. ¿Saben qué es? Decirnos que con pocas cosas se da Dios por obligado para acudir al remedio de nuestras mayores necesidades y aflicciones. Aquella nube significaba aquellos pasos que por la obediencia daba el criado de Elías cuando salía a mirar el cielo, o podría ser los que hubiese dado algún alma devota en tiempo de tanta tribulación, y conc esos pasos y las lágrimas que habíe derramado habíe amasado aquella nube que, subida al cielo, la desplegó Dios y fecundó de tal manera que regó la tierra de Israel y le dio lo que tenía necesidad. ¡Seas tú, Dios mío, mill veces bendito, de qué poco te das por obligado! Con sólo un cabello que se le cayó a tu esposa del trenzado y con un guiñar del ojo te diste por herido en el corazón para salir, como otro ciervo, a buscar las fuentes de las aguas que el justo derrama en la tribulación2. ¿Quién con esto no vive muy consolado en medio de sus ahogos y congojas, pensando que no ha de ser desamparado de la mano de Dios?

 

            2.         Y si con todo eso se desconsolare por ver que en él no ha habido ni hay cosa que obligue a Dios para que de su poderosa mano


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reciba consuelo, considere que tenemos un Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos y llueve sobre justos e injustos3, y que para todos tiene día yd amanece para buenos y malos, y que no hay corazón tan duro sobre quien no llueva para lo ablandar. Tanbién digo que, como la sabiduría de Dios es infinita y todo lo tiene delante sus ojos -lo pasado, presente y por venir- si en mí nada hay que a Su Majestad obligue de lo ya pasado o de la vida presente, podrá ser que antemano se quiera Dios dar por obligado de lo que yo no sé y Su Majestad ve que en lo por venir con su gracia y favor yo obraré, y que para esa buena obra saque mi vida del peligro presente y la ponga en el seguro que aguarda.

 

            3.         Concluyo, Señor mío, que yo no hallo por qué o por dónde una alma haya de desconfiar de vos [95v], que sois infinita bondad y misericordia. Esta es tan fecunda y abundante de suyo que no ha menester para parir y criar mill mundos más de querer. Porque, cuando los hombres de su parte pongan todo cuanto quisieren y tuvieren, todo es nada delante los ojos de Dios para moverle a cosas tan grandes como cada día hace por los hombres. ¿Quién, Dios mío, te pudo obligar a que nos dieses tu Hijo puesto en una cruz y en tiempo que el mundo estaba tan perdido? Sólo tu charidad y bondad. Así lo dice san Pablo: Propter nimiam charitatem, cum essemus mortui peccatis, convivificavit nos in filio suo4. De nuestra parte no habíe sino peccados y muerte, pero de la parte de Dios habíe una sobrada charidad, un amor infinito que no tenía necesidad de que le toreasen para salir al coso y hacer de las suyas entrándonos en medio de una plaza y campo de afrentas e injurias al Hijo de Diose, y que allí fuese agarrochado y herido con tantos aguijones y clavos. No tuvo este amor necesidad de fuego de acá abajo para que se vertiese sobre los hombres. En el pecho del Padre hervía y bullía por salir a hacer estas impresas. Era este amor un mar grande no sujeto a leyes ni estrechado con límites y términos, porque fuera de toda ley allá dentro de Dios buscó razones ascondidas que nosotros no alcanzamos, que le movieron a arrojarse este mundo abajo y enllenarlo de misericordia y amor de Dios, de suerte que no hay rinconcito por escondido que esté donde con sus rayos no entre a derretir y ablandar el corazón más enpedernido de todos los hombres.

 

            Pues si este amor sabe tan bien rondar lasf calles y buscar gente perdida a quien aprisionar y encarcelar, como lo hizo con la Madalena, Samaritana, san Pablo y el ladrón puesto en un palo, ¿por qué tengo yo de desconfiar? ¿No ha de topar conmigo, cuando mi ventura, desgracia o envidia de los hombres me escondieren y enpozaren en una sima y caverna de miserias y aflicciones?

 

            4.         En un pozo estaba Joseph para en él acabar con sus sueños y revelaciones pero, como no está Dios sujeto a las leyes [96r] ordinarias,


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si entre sus hermanos no hay sino quien le aborrezca y quiera quitar la vida, bien sabe Dios hacerse arriero, sonar campanillas, no para ahorcar al justo, sino para librarlo de la horca, sacarlo del pozo y engañar a sus hermanos con que se contenten con venderlo y hacerlo siervo y esclavo, que es el officio más opuesto y contrario que se podía imaginar a los sueños que habíe tenido de que habíe de ser señor y le habíen de servir y adorar sus padres y hermanos. Y aún no se contentó con esto el demonio para tenerlo seguro no saliera con los intentos de Dios, que en una cárcel lo metió, encarceló, aprisionó y dejó bien olvidado por mucho tiempo5. Mirad por charidad qué camino ése de ser rey y señor, de mandar el mundo y que lo adoren sus hermanos fratricidas y venteros de la sangre del justo. Con todo eso, no hubo cárceles tan secretas y escondidas para Dios que lo pudiese olvidar, ni esclavonía tan opuesta y baja que no fuese poderoso para la trocar en libertad y señorío, pues vemos que, cuando las cárceles están más cerradas y los hombres más olvidados y dormidos, arroja Dios una piedra en el sueño de Faraón que despierte la ventura sepultada de Joseph y la saque a plaza. ¿Qué digo? Los manojos de espigas, que tantos años antes habíe mostrado Dios a Joseph que venían a adorar su manojo y manípulo, ésos se tenía Dios guardados para con ellos propios u de ellos sacar ciertas espigas que en sueños mostrase a Faraón y él se viese necesitado de la interpretación y conocimiento del misterio que allí estaba encerrado; y, buscando quien lo interpretase, dieron con Joseph, que, como ya para él era viejag interpretación de manojos de espigas, dio la que convenía para que viniesen sus hermanos a reverenciar y adorar a quien tanto bien hacía al mundo proveyéndole de sustento6. ¡Oh Dios eterno, y cómo nadie está de ti tan lejos que tu bondadh y misericordia no lo alcance! Y, pues no se te van por pies los peccadores que tan veloces los tienen para correr por el camino de la maldad, ¿por qué se te habíe de ir de la vista de tus ojos un niño afligido, vendido y encarcelado? ¿Por qué se te ha de trasponer un hombre [96v] que, si perseguido, trabajado o penado de los hombres y sin parte para que haga las de esta tal persona, las partesi que tú tienes en él puestas te llaman y piden que no desprecies ni deseches las obras de tus manos?

 

            5.         ¡Oh, qué gran cosa es aguardar a Dios y esperarlo!, que no hay tan punto crudo que para Su Majestad no sea muy sazonado. Y si en este estado le parece a un alma que no reza, que no tiene spíritu ni vida, no le dé pena, que no ha menester ella saber todos los modos que tiene Dios de darla y los caminos por donde guía, vivifica y levanta un spíritu. Bueno fuera que el grano de trigo, cuando el labrador lo arroja en la tierra y lo deja allí sepultado, viendo que en uno ni dos meses nace, que dijera que se quería salir de allí y que no quería


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aguardar más, que ya estaba podrido, pisado de las bestias y sin virtud. Si eso hiciera, sólo se quedara, por querer salir antes de tiempo a gozar del sol y luz del cielo. No hay sino decirle: paciencia, señor grano de trigo -que él no entiende los secretos de la naturaleza-, aguarde un poco, que no lo tiene olvidado sino que no se ha llegado el tiempo en que saldrá verde y florido acá fuera y dará fructo centésimo, que eso se debe a quien muere y da su vida sujeto al querer y mandado del labrador. Paciencia, mis charíssimos hermanos, en las ocasiones que se nos ofrecieren vernos sepultados, enterrados, podridos, pisados. No queramos antes de tiempo sacar la cabeza, que ya Dios tiene determinado cuándo lo verde de nuestras esperanzas saldráj acá fuera. Y quien tuvo paciencia en cosa tan grave como era dar la vida por la obediencia, consejos y mandamientos de Dios, aguarde fructo centésimo y entienda que en ese abatimiento cogek carrera para más alejarse del mundo y acercarse a Dios por gracia y después por gloria. Etc.

[97r]




a  al marg. vide



1 Cf. 1 Re 17,1-7; 18,43-44.



b ms. nueve



c  sigue ellos tach.



2 Cf. Cant 4,9ss.



3 Cf. Mt 5,45.



d sigue que tach.



4 Ef 2,4-5.



e  sigue para tach.



f  sigue calles tach.



5 Cf. Gén 37,5ss.



g  ms. viejo



6 Cf. Gén 41,5ss.



h  ms. bonda



i   sobre lín.



j  ms. saldrán



k corr.






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