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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 25 - Cómo una de las cosas que al hombre le hacen insufribles los trabajos, es ver que quien se los inpone son hombres que tanto se deben apiadar. Y cómo la razón que tienen de sentimiento, ésa propia les obliga a los amar y perdonar
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CAPITULO 25 - Cómo una de las cosas que al hombre le hacen insufribles los trabajos, es ver que quien se los inpone son hombres que tanto se deben apiadar. Y cómo la razón que tienen de sentimiento, ésa propia les obliga a los amar y perdonar

 

            1.         Bien entiendo quea una de las cosas que más siente un alma en esta aflicción y ahogo interior de que vamos tratando es ver que quien así aprieta los cordeles son los hombres, unas veces por malicia y otras por ignorancia y poco saber. Y cuando es voluntad de Dios que la tal alma padezca, en ella pone un enpacho o poco poder para pedir o rogar que aflojen o desaten los cordelesb; sólo conocen en sí una duración, perpetuidad o longura en el padecer, un serles forzoso elc aguardar y esperar a que de lo alto venga el remedio. Pero aflígense sobremanera porque quisieran estas tales personas que, siendo hombres por cuyas manos se traman y urden estas telas de cilicio áspero y aflicciones, en su padecer, que pues son hombres como los que padecen, que tuvieran entrañas de hombres y se compadecieran como de hermanos. Vensed, por una parte, heridos y llagados de quien no pueden aborrecer y, por otra, mayor crueldad que si cayeran en los cuernos de un toro o en las uñas y dientes de un león, porque de estas bestias vemos inmensidad de mártires libres, y ningunos conocemos haber salido con la vida de la impiedad y crueldad de un hombre porque, cuando éste da en ser cruel, mill ventajas hace a los tigres, osos y leones y aun a los demonios del infierno. Así lo dice Cristo cuando, tomando en sí la semejanza de labrador, habiendo sembrado buena semilla, vino


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el demonio y sobresembró cizania, de suerte que se vido en peligro toda la simentera que Dios habíe hecho, para quedar ahogada y perdida.

 

            Preguntando, pues, los siervos de este gran labrador quién habíe hecho tanto mal, respondió que el hombre enemigo lo habíe hecho1, [97v] dando a entender cuánto mayores son las fuerzas del demonio si se encarna en un hombre que por sí solo, pues vemos desta manera el hombre endimoniado sale con impresas que el demonio por sí solo no podría. Como lo vimos en la muerte de san Juan Baptista, que siendo ángel y ángel bueno, que es tan fuerte que en el cielo pudo más que los ángeles malos pues vemos que allí vencieron los buenos y fueron vencidos los malos2, y siendo así que es tan fuerte y tan poderoso un ángel bueno, pudo más que él una mujercilla pues lo hizo degollar3. La razón es porque el demonio encarnado es más fuerte que sí propio. Estraño caso que sea yo herido de persona que por la naturaleza tengo yo obligación a amar, y que por esa parte que yo me veo obligado a querer, por ésa tenga el enemigo más fuerte, más desapiadado y cruel. También vemos que las bestias, para herir y maltratar, han menester enojarse, azorarse o enperrarse y que el hombre, sin nada de eso, riyendo, holgándose, festejándose, ejecute su enojo, derrame su ponzoña y siembree su ira.

 

            2.         ¡Oh, qué de justos hay mártires en el mundo, cuyo martirio está escondido con una rissa disimulada, con un celo desordenado y con una mortificación y prueba (que dicen) descaminada! Al justo, cuando lo martiriza el tirano, trágalo de una vez, persuádese al martirio, aguarda el premio, espera el fin. Y gloria es acometer tal inpresa. Pero, sin saber cómo o por dónde le vino, ve en sus entrañas un fuego levantado de alguna pequeñuela centella, que le hace reventar sin saber cuándo se ha de acabar ni si tendrá finf con la muerte, que en ella se juzgará por dichoso sabiendo que allí enpieza nueva vida. Pero que sepa que muere no para acabar, sino para enpezar a vivir vida que ha de ser muerte prolongada y por manos de quien quejarse no puede, rogar no sabe, esperar son esperanzas en hombres que de ordinario salen vanas y frustradas.

 

            3.         [98r] ¡Oh, qué bien le debe de ir a Dios con los hombres cuando con ellos trata con trabajos y desabrimientos, pues parece que en eso se ocupa y esmera! El otro dijo que, si hubiera de tomar officio, escogiera hacer escaleras por donde los hombres subieran y bajaran, que es lo que más se usa en el mundo, pues apenas vemos un hombre levantado cuando ya lo vemos abatido, y ninguno perseverante y estable en la bonanza. Bien parece, Señor mío, que vos sabíades en qué estaría vuestra mayor ganancia y la mía, pues, siendo crucificado, tomastes por officio hacer cruces; y porque de ellas haya abundancia, metéis officiales en vuestra casa que os ayuden, pues apenas ya podremos hallar un


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hombre que con su vida o con sus palabras no mortifique y persiga. ¡Qué bien cumplís, Señor, la palabra que por vuestro profeta distes de que habíedes de cercar nuestros caminos de espinas4! Si los caminos del hombre están llenos de espinas y abrojos, ¿por dónde hemos de andar que no nos espinemos y derramemos sangre? No hay por dónde en el mundo, todo está cercado y rodeado de espinas, porque Dios se ha con el hombre como el capitán que quiere vencer hace con su contrario: que en el campo que sabe ha de entrar, arroja y vierte muchedumbre de abrojos para que huir no pueda, acometer no valga y que le sea fuerza el entregarse.

 

            4.         ¡Oh, alma cristiana, que por tantas partes te ves penada y afligida sin saber por qué camino echarás que halles algún resuello o descanso! Mira que quiere Dios que no le huigas ni acometas cosas ilícitas sino que, cruzadas las manos, te entriegues. Y si los caminos de la tierra te cerca y inposibilita tus pasos por ellos, procura echar por los caminos y senderos del cielo, que están sembrados no de penas, sinog de gloria, no de aflicción sino de contento, no de abrojos sino de rosas y flores. Los que estamos y vivimos debajo de los planetash es fuerza gozar de sus [98v] buenas o malas influencias, pero no los que sobre ellos viviesen. ¿Qué hay en el mundo que no sea maldad, como dice san Juan? El cual, considerando tanta malicia como en sí tiene encerrada, redujoi los males que de ahí salían a tres avenidas: a soberbia, codicia y concupicenciaj5. Los que viven en el mundo y están debajo de sus leyes, gozar tienen de sus males, pero el que sale y deja estos caminos y con san Pablo tiene su conversación en los cielos6, no tendrá abrojos que pisar ni males que gozar; y si el cuerpo por ser de tierra no lo pudiere hacer volar tan alto, no le dé pena, que bien sabe y puede communicarle el alma de sus bienes para que sus males sean menores.

 

            5.         Y si por ser los trabajosk que tiene de manos de los hombres, le parecen insufribles, mire la obligación que hemos dicho tiene a llevarlos y a buscar con qué se consolar y a rogarl por quien le persigue y mortifica. Y advierta que todas las razones que tiene para mayor sentimiento de sus trabajos, ésas le obligan y hacen fuerza a más amar y rogar por ellos.

 

            6.         Dice que su sentimiento nace de ver que quien le mortifica y pena suelen muchas veces ser sus mayores amigos, maestros y padres spirituales. ¿Qué mayor razón para escusarlos yo que estar persuadido a que son o han sido mis amigos, maestros y padres, y que si por alguna vía al presente no hacen obras de tales, tendrán escusa o suficiente ignorancia que los escuse del mal que hacen? Y si no la tienen, puesto caso que no se mueve la hoja del árbor sin la voluntad de Dios,


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hemos de entender que haberse trocado de amigos y padres en verdugos y correctores que ha sido ordenación del cielo para que, por medio de las personas que me amaban y yo estimaba, Dios me quiere destetar y desaficionar de las criaturas, dándome ocasión para que yo haga este discurso: si quien me ama y es pagado en la propia moneda y quien es mi padre y maestro así se truecan, tuercen y en ellos se rodea la fortuna, ¿qué [99r] hay que aguardar de las otras criaturas? ¿Qué tengo que esperar de los extraños? Y con esta consideración diga aquellas palabras de Jeremías: Vere mendaces erant colles et multitudo montium, et tantum salus est in Domino Deo nostro Israel7. ¡Oh, qué de veces sucede a un hombre, fundado en amistades y favores de padres y maestros, hacer torres de viento, levantar quimeras y soplar torbellinos! Que, a no ser Dios el que hace bajar la cresta, batir las alas y derribar las velas, ya hubiera caminado uno cien leguas más allá del infierno, o por lo menos, como humo que no tiene chimenea por donde salga, haber ya desvanecido y derribado al más valiente. Por eso provee Dios de desaguaderos y que nuestros amigos y padres spiritualesm maten el fuego y viertan agua de mortificación y pena sobre el que, sin licencia y orden de Dios, se levanta y quiere subir donde pocos hay que acierten a abajar sin descalabrarse.

 

            7.         ¡Oh, qué bueno es ir agua abajo! Sucede el pescado que va agua arriba hallarse muchas veces en seco porque, mientras más sube, más se llega a la fuente estrecha den donde nace. El río en sus fines es caudaloso. Al contrario, el pescado que va agua abajo, mientras más camina, mayor golpe halla de agua, porque siempre se le van al río pequeño juntando más arroyos y más ríos hasta que su poco a poco viene a llegar a la mar hecho un golpho inmenso y grande. ¡Oh, qué verdad tiene esto en los que viven en el mundo! Unos, que van caminando agua arriba, haciendo fuerza a las pretensiones, a los officios y dignidades. Y es verdad que, mientras más suben, menos gustos y contentos tienen, menos sobrellevados andan, más pobreza gozan por tener más cosas a que acudir. Tanto suben y quieren valer queo topan lodo, sacan cieno y dan en seco. Así lo dice David del malo, que lo vido levantado sobre el cuerno de la luna y enpinado sobre los cedros altos del monte Líbano; y a [99v] vuelta de cabeza, dice de él: Et ecce non erat, que en un momento se le despareció8. La razón debiera de ser porque, como ya habíe llegado a la cumbre de donde deseaba, sin poder pasar de allí dio en seco y, como los peces que salen del agua luego muerenp y fenecen, de esa misma suerte el hombre ambicioso, en el puncto que le falta qué pretender y dónde subir, se consume y acaba viendo ya sus pensamientos que no tiene en qué ejecutarlos. Por el contrario el justo y perseguido, que como éste va agua abajo, mientras más se humilla, mayor amplitud y dilatación halla en su corazón. Por


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esa bajeza se van descolgando mill fuentes y arroyuelos de virtudes queq van y topan con el humilde hasta dar con él, engrandecido, en la mar grande que es Dios. Así lo dice el mismo Cristo: "Aprended de mí que soy manso y humilde, y hallaréis descanso para vuestras almas"9. Toparéis con una inmensidad de bienes y gozos eternos donde de veras dice un alma: Et tantum salus est in Domino Deo nostro Israel10; aquí sólo hay salud y cumplimiento de todos nuestros deseos. Amigos, parientes, conocidos, padres y maestros ¡afuera, afuera!, que ya no me quiero tratar con gente tan sujeta a todos vientos, pues así se mudan r y cada día los hallo de su color, procurando vestirme a mí del que trai y viste la muerte. ¿Qué otra cosa puede dar el hombre, tan corto de bienes y mezquino en la condición, sino poco y estrujado si es bueno, mucho ys revertido si es malo?

 

            8.         De manera que los intentos que Dios tiene cuando nos mortifica con quien nos debía amar, son dispertarnos a un verdadero desengaño de las criaturas para que, huyendo de ellas, sólo busquemos al Criador, fuente de todo bien. Y el poner estas penas y mortificaciones en estas tales personas es para que les escusemos el mal que nos hicieren, y que eso no es [100r] causa de aborrecerlas, pues son o han sido padres, amigos o maestros.

 

            9.         Decíamos más, que la causa del sentimiento en nuestros trabajos era ver los recibíamos de manos de hombres más crueles y desapiadados que bestias. Debemos aquí considerar que en esto, como en todas las cosas que Dios nos ordena, busca nuestro mayor bien y merecimientot. Envía los males por manos que, recibiéndolos de nuestra parte, no aborreciendo a quien el mal nos hace, nos hacemos hijos de Dios y llegamos a un grado inmenso de perfección. Si el mal que nos venía fuera incitadou o provocado de alguna cosa a caso o de alguna bestia o animal incapaz de lo poder amar, el mérito no era grande, porque sólo podíamos merecer en recebir y llevar con paciencia lo que nos venía, pero no en el amor de la persona por quien nos venía. Pues, para que por todas partes tengamos ciertos nuestros granjeos, enviándonos los males, nos los envía con quien nos los suba de punto, para que también así suba nuestra paciencia y merecimiento yv que, recibiendo los males y amando a aquellos por quien nos vienen, por muchas partes se nos aumente nuestra corona, crezcan los méritos y suban los premios.

 

            Y si bien advertimos, tratando Cristo del amor de nuestros enemigos, no tanto encareció el recebirlos y el llevarlos con paciencia cuanto que amásemos y hiciésemos bien a quien nos hiciese mal11, porque en eso estaba encerrado el mayor premio. Y también, amando a mi enemigo, se deja entender que el mal que me hiciese no lo había de recebir


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como de enemigo, pues por tal yo no lo tenía, sino por amigo, que es aquel por quien yo rezo y hago buenas obras; y así, diciendo Cristo lo uno, en eso encerraba lo otro. El argumento es fácil. Yo rezo por éste que me hace mal y le hago buenas obras [100v], luego lo tengo por amigo; si yo lo tengo por amigo, ¿cómo puedo yo considerar que el mal que me hace es de enemigo? Cuánto más que males trocados en tantos bienes como resultan de los trabajos y mortificaciones que por sus manos me vienen, no se pueden llamar ni decir obras de enemigos, sino de amigos y bienhechores. Vemos que por sus manos nos envía Dios encaminada paciencia, sufrimiento, aumento de mérito y bienes de gloria juntamente con ser hijos de Dios. ¿De qué nos debemos quejar ni hacer nuestros sentimientos?

 

            10.       Bien veo que somos hombres en los trabajos que nos vienen, que no somos piedras ni cantos. Sentirlos tenemos. Lo que digo es que nuestras quejas y querellas las tengamos con Dios, pues el intento de Su Majestad en los tales trabajos es que levantemos los ojos al cielo. Y que, si molestados del sentimiento algunas veces miráremos a la persona que nos ofende y mortifica, no le miremos a las manos, que podrá ser las tenga ensangrentadas usurpando el officio a las aves de rapiña; sólo debemos mirarle al rostro, que lo hallaremosw a la imagen y semejanza de Dios. Y si por sus crueldades y tiranías viéremos borrada la semejanza, allí se quedó el lienzo en quien a Dios le es fácil tornarlo a su primor; pues terrible cosa sería que, por cualquier ocasión por grave que sea, aborrezca yo la imagen de Dios y el lienzo en quien Su Majestad por su misericordia y gracia puede tornarse a retratar.

 

            ¡Oh buen Dios y Señor mío! Si mi enemigo me hace hijo tuyo porque, amándolex, en él cumplo tu precepto y mandamiento, ¿por qué no será razón yo le pague en la propia moneda pidiéndote a ti por él, te sirvas de lo hacer también hijo tuyo desarraigándole del corazón cualquier enojo y rencor, y poner en él tu gracia, etc., y después gloria, etc.?

 

            Jhs. Mª

[101r] 




a  sigue le tach.



b los cordeles sobre lín.



c  corr. de en



d la síl. se sobre lín.



1 Cf. Mt 13,24-28.



2 Cf. Ap 12,7-9.



3 Cf. Mt 14,6-11.



e  corr. de siempre



f  sigue con tach.



4 Cf. Os 2,6.



g  ms. si



h  ms. blanetas



i   sigue sus tach.



j  de 2m.



5 Cf. 1 Jn 2,16.



6 Cf. Flp 3,20: "Nostra autem conversatio in caelis est".



k sobre lín.



l   sigue por ellos tach.



7 Jer 3,23.



m sigue nos tach.



n  rep.



o sigue sacan tach.



8 Cf. Sal 36,35-36.



p ms. muereren



q sigue dan y tach.



9 Mt 11,29.



10           Jer 3,23: "Vere in Domino Deo nostro salus Israel".



r  ms. muda



s  sigue malo tach.



t  sigue que nos tach.



u  sigue o venido tach.



v  sigue para tach.



11           Cf. Lc 6,27-35.



w sigue semejante tach.



x  sobre lín.






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