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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 37 - Cuán vil cosa es dejar un alma su recogimiento interior por emplearse en la bajeza de las cosas exteriores; y cómo debe, a necesidad, usar de ellas sin detrimento suyo
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CAPITULO 37 - Cuán vil cosa es dejar un alma su recogimiento interior por emplearse en la bajeza de las cosas exteriores; y cómo debe, a necesidad, usar de ellas sin detrimento suyo

 

            1.         ¡Ay, almas, y si Dios por su bondad y misericordia nos descubriese de veras (de suerte que nosotros con esas propias veras quedásemos


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persuadidos a la verdada) cuántos son los thesoros que un alma descubre en la soledad y recogimiento, con cuántas veras lo pediríamos a Dios! Y si trabajos son medios que dentro de nosotros hacen sepulcro donde enterrarnos, desearlos y pedirlos teníamos para que, ahí metidos y arrojadosb, fuésemos entregados al olvido de todas las criaturas de la tierra.

 

            No es grande el daño que hacen los gusanos en un cuerpo sepultado, que sólo comen carne y en el cuerpo se apacientan; y Cristo dice que no temamos a los que matan el cuerpo1. Pero ¡ay del alma entregada a los cuidados de la tierra y a la afición de las criaturas!, que no se contentan estas cosas exteriores con entrarse en este hombre de afuera; asiento y afición quieren adentro y manjar quieren ser del alma, y que en ellas, como si fueran quien la habíen de satisfacer, quierec enplear sus afectos. Así le sucedió [a] aquel poderoso y rico de quien dice el evangelio que, tiniendo sus trojas llenas, hablaba con su alma y le decía: Muchos bienes tienes, alma mía, come y empléate en ellos2. Parece que del común trato que el alma había tenido con el cuerpo y con estas cosas exteriores ya parece se habíe hecho de su condición; y como si no fuera criatura espirituald, cuyo manjar debe de ser puro y semejante a su calidad, así le dicen que coma. Parecee que usaba este rico del común refrán que acá decimos: cuando fueres en Roma, haz como en Roma. Es imaginación [133r] pensar que el alma que estuviere acá fuera no ha de hacer como acá fuera; el trato y lenguaje de todas las criaturas ha de tomar.

 

            ¡Oh miseria grande que haya Dios criado al hombre a su imagen y semejanza y le haya dado un alma tan simple y pura que su conversación sea en los cielos y su trato con los ángeles, a quien es semejante en el entendimiento y voluntad, y que, olvidada de esa nobleza, se abaje y abata a tratar con cosas tan bajas como estas cosas de acá, cuyo ser es un poco de humo, un vapor y nieblecilla que por instantes sale y se desparece, un poco de heno y una flor del campo! Y lo peor es (como decimos) que, después de larga conversación con ellas, quedan las unas convertidas en las otras y hechas del precio vil en que se estiman estas cosas exteriores.

 

            2.         A los niños pequeños danles los padres y las madres juguetesf con que se entretengan. Pero, si ya una doncella fuese de edad para se casar y sus padres le trujesen al que ha de ser su marido para que la viese y agradase de ella y la hallase jugando y entretenida en los juguetes y dijes de los niños, es llano que la despreciaría y no juzgaríag por mujer capaz de su compañía. Todo esto criado juguete es y entretenimiento que dio Dios al hombre para su niñez, para mientras se le abren los ojos del alma, con que ha de contemplar las cosas invisibles y amar las eternas. El aficionado y desposado de nuestras almas es


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Dios. Si al tiempo del celebrar los desposorios y trato secreto con el alma, en el cual con particular unión Su Majestad desea juntarse con quien tanto ama, hallase a esta desposada ocupada y entretenida en estas cosas de niños y amor vano de estas cosas exteriores, no dudo sino que le daríe de mano.

 

            Por esto san Pabloh, en la epístola, 4 a los Efesios, va descubriendo [133v] el fin de su officio y de los demás a quien el Señor scogió: a unos para prophetas, a otros para doctores, apóstolos y evangelistas, diciendo que es enderezado ad consumacionem sanctorum in opus ministerii, in edificacionem corporis Christi, donec ocurramus omnes in unitatem fidei et agnicionem Filii Dei, in virum perfectum, in mensuram etatis plenitudinis Christi3. Que parece va diciendo que el intento todo de su predicación es enderezado a que seamos hombres, a que se nos abran los ojos y seamos sanctos consumados de suerte que merezcamos entrar en el edificio místicoi del cuerpo de Cristo. Et iam non simus parvuli fluctuantes, et circumferamur omni vento doctrinae in nequicia hominum, in astucia ad circumvencionem erroris4; para esto nos abren los ojos con su doctrina, para que seamos hombres y dejemos de ser niños que se dejan llevar de todos vientos como las olas de la mar, acudiendo a los errores y engaños de los hombres.

 

            3.         Digámoslo en una palabra: que el que ha de entrar en este edificio spiritual que en esta Iglesiaj militante se va edificando del cuerpo místico de Cristo, ha de ser piedra maciza de tomo y no ha de ser hojarasca que se deje llevar del soplo y afición de las criaturas, porque menos no se hacen estos celestiales y divinos desposorios entre Dios y un alma.

 

            Lo propio es [lo] que san Pedro dice en la primera, capítulo 2: Deponentes igitur omnem maliciam et omnemk dolum et simulaciones, etc., sicut modo geniti infantes, racionabiles, sine dolo lacl concupiscite, ut in eo crescatis in salutem5. Hombres, como si dijera, dejadm las cosas de la tierra, que no son otra cosa sino engaño, malicia, simulaciónn y mentira; desead manjar verdadero en quien no hay fraude, siquiera porque salgáis de mantillas, ut in eo crescatis, para que seáis hombres con quien Dios tiene su trato y conversación secreta.

 

            4.         ¿Qué significaba, pregunto yo, aquel sacar Dios al alma devota a la soledad para hablarle al corazón, como dice el mismo Dios por Oseas?6 Todo era apartarle los sentidos de estas bajezas y cosas de la tierra, en cuyo entretenimiento un alma aún se es niña. ¿Qué significaba el sacar Dios a los sanctos, con quien quería tratar [134r] sus secretos, a los campos, a los montes y lugares solitarios, así del Testamento Viejo como en el Nuevo; aquel scoger tres discípuloso, los más queridos, y


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llevarlos a un monte alto donde Su Majestad fue transfigurado?7 ¿Qué otra cosa significaba el dibujarnos el Spíritu Sancto los amores de Dios y un alma entre un pastor y una pastora que nunca entran en poblado? Todo esto es desaficionarnos de las cosas exteriores, para que así desembarazados y desocupados entremos dentro de nosotros propios a buscar a Dios a solas, sin que nada del corazón le defraudemos sino que con todo él y con amor perfecto lo amemos.

 

            5.         No, tampoco queremosp estrechar tanto este recogimiento que de todo punto quede un hombre según la parte exterior absorto, privado y muerto en el trato y conocimiento de estas cosas de acá abajo. Lo que queremos decir [es] que de tal manera se gocen que no estorben ni hagan ruido al silencio que se requiere para el trato secreto con Dios. A cuya causa, como en el capítulo pasado decíamos, el sposo pedía a su esposa que lo pusiese por sello en el corazón; que parece ésa era la pieza que procuraba reservar entera para sí, dejando los sentidos con alguna libertad para que de cuando en cuando se apacienten y gocen de esos prados floridos y mesa regalada que Dios les tiene puestos en este mundo. Habiéndose Su Majestad en esto como los capitanes en tiempo de guerra, que desamparando los campos, acuden a guardar la puerta principal de la ciudad y la gente que en ella habita. Tiempo es de guerra mientras vivimos; mill asaltos nos dan nuestros enemigos. Lo que hace Dios es en estas ocasiones acudir a guardar la puerta principal del corazón, donde se recogen las virtudes y se retiran las potencias, dejando los sentidos a que de ellos de en cuando en cuando se apoderen las criaturas de afuera. Advirtiendo una cosa en que se conocerá cuándo al alma [134v] le hacen daño notable, y es que, así como la yerva del ballestero8 no hace daño cuando no hay llaga, aunque la traigamos en las manos y la apliquemos a nuestras carnes, y por el contrario habiendo llaga, derrama su ponzoña y veneno, daña la sangre y acudiendo al corazón derriba y acaba a un hombre, de esta misma suerte todas las criaturas y cosas criadas, aplicadas a los sentidos así simplemente, no hacen daño, pero si el amor desordenado que a ellas tenemos hace llaga o ellas vienen trabadas y asidas con saeta que rompa y entre adentro, no hay dificultad sino que esa afición matará y derribará a un hombre por justo que sea. Por esoq quiere Dios que su esposa lo ponga por contrayerva y por un epítema r que preserve sobre el corazón.

 

            6.         De suerte que el trato común destas cosas acá fuera no repara Dios en eso, que


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bien sabe somos hombres y hechos de tierra según este hombre exterior, y un semejante buscar tiene otro semejante con quien tratar; y cuando en este trato haya algunos defectos ordinarios, bien sabe Su Majestad que siete veces al día cai el justo9 y, por justo que sea y limpio que esté, siempre tiene pies polvorientos que lavar.

 

            A este propósito me parece vienen aquellas palabras que la esposa dice en los Cantares: Fulgite me floribus, estipate me malis, quia amore langueo10; cercadme y rodeadme de flores y [reanimadme] con manzanas porque estoy enferma de amor. Parece que da por razón y causa de su petición la enfermedad de amor que tiene. Pues pregunto yo: si la enfermedad es de amores y de su esposo, Dios infinito, ¿en qué la puede sobrellevar el aplicarle flores y manzanas? Digo que me parece que, así como una mujer enferma, que todo se le va en pensar en su dolor y enfermedad, [135r] le da pena que en esa ocasión los niños, muchachos o hijos de casa le den ruido, pena o cuidado, por donde llamando a la enfermera le dice que se los eche de allí y los entretenga con darles alguna merienda, que como muchachos y rapaces no saben lo que la pobre madre padece, de esa misma suerte el alma, esposa de Dios, enferma de amor divino y celestial, está con tanto dolor por verse absente de su esposo que, viendo que estos sentidos esteriores la inquietan y perturban y les dan pena con sus voces y ruido que hacen, pide a sus compañeras como a enfermeras que, pues ella está ocupada en el dolor y amor interior, que le entretengan estos sentidos exteriores con alguna merienda o cosa de poca consideración y dura, como sont flores y manzanas, para que ellos quietos y sosegados la dejen sentir su dolor.

 

            7.         Y, si no, digamos que, así como la enferma que no puede acudir a las cosas exteriores las encomienda a quien de ellas tenga cuenta, no perezcan mientras ella pasa su enfermedad, de esa propia suerte esta alma, esposa de Cristo, enferma de amor divino, encomienda a sus compañeras este hombre exterior para que le acudan con algunas cosas, no perezca, aunque sean flores y manzanas; que bien sabe que estos sentidos, que como muchachos no sienten el dolor que un alma interiormente padece, han menester (digamos) comer y entretenerse, para que, mientras ella está en la cama pasando su dolencia, no perezca este hombre exterior con el poco cuidado que ella tiene de él.

 

            Digámoslo más claro: hay almas que llegan a tal grado de perfección y a estar interiormente tan absortas y sorbidas de este amor divino, que, si no hubiese quien tuviese cuenta exteriormente de sus personas haciéndolas comer, beber y dormir, [135v] que morirían. Y por eso esta esposa, viéndose así llagada, pide a sus compañeras que entretengan a sus sentidos con flores y manzanas. Donde debemos notar que entre las hierbas la que menos dura es la flor, y entre las fructas, la manzana; y en pedir para su cuerpo flores y manzanas, pide no cosas de grande consideración ni comidas espléndidas y macizas que duren mucho, como vemos de muchos siervos de Dios que entretienen el cuerpo con unas comidillas de poca consideración, como son unas pasas, uvas, almendras,


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hierbas y otras semejantes, que bien saben este cuerpo ha menester eso y Dios de todo punto mientras acá vivimos no lo quiere privaru de su ración ordinaria. Sólo pide no se le dé cosa que saque al alma acá fuera y la distraiga de su recogimiento interior, en el cual, como decimos, goza de bienes particulares sobrenaturales, los cuales nos dé Dios por quien Su Majestad es y nos lleve donde los gocemos sin miedo y con perpetuidad. Etc.




a  sigue de tach.



b corr. de ahogados



1 Cf. Mt 10,28.



c  corr. de quieren



2 Cf. Lc 12,16-20.



d sigue así tach



e  ms. pace



f  corr.



g  ms. juzcaría



h  san Pablo corr. de Sanctiago, sigue reprehende con tantas veras a los que siempre quieren ser niños: usquequo parvuli fluctuantes; ¿hasta quándo avéis de ser niños inconstantes? tach.



3 Ef 4,12-13.



i   sobre lín.



4 Ef 4,14.



j  sigue se tach.



k ms. onem



l   sigue pal. tach.



5 1 Pe 2,1-2.



m sigue los engaños tach.



n  corr. de disimulación



6 Os 2,14.



o sigue pal. tach.



7 Cf. Mt 17,1-2; Mc 9,2.



p corr. de quiere; sigue Su Majestad tach.



8 "Yerva de vallestero es cierto ungüento que se hace para untar los casquillos de las flechas y las saetas; éste se hace de diferentes sugos. La ordinaria es de verdegambre, dicha veratrum" (COVARRUBIAS).



q sigue se pone Dios tach.



r  ms. epítome



9 Cf. Prov 24,16.



10           Cant 2,5.



s  sigue acrecien tach.



t  sigue rosas tach.



u  sigue de todo punto tach.






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